lunes, 7 de septiembre de 2015

Judas 20. Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina. La constante edificación

Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante edificación
Judas 20
Introducción:
Los seres humanos, por lo general, tendemos a ser muy activos. Nos es difícil mantenernos quietos o impasibles frente a los retos que nos ofrece esta vida. El ser activos forma parte de las responsabilidades que Dios le ha dado al género humano. Una vez que Dios creó a Adán le asignó responsabilidades.
De la misma manera, cuando nosotros llegamos a la fe cristiana, nos son asignadas muchas responsabilidades con el fin de que nuestro crecimiento espiritual sea constante, y evitar así quedarnos estancados en una perenne incipiente vida cristiana.
Pero no siempre el activismo o el mantenernos en ciertas actividades, aparentemente espirituales, garantiza nuestro crecimiento cristiano. Pues, el ejercicio en determinadas actividades no siempre asegura que estaremos creciendo en los asuntos espirituales.
Ya hemos visto, con nuestro pastor Judas, que los falsos profetas se mantienen muy activos y constantemente están trabajando con el fin, no de edificar, sino de engañar, seducir, destruir y explotar. Es muy común que los falsos profetas también mantengan a sus incautos seguidores en un activismo, aparentemente espiritual, con el fin de distraerlos y no darles espacio para reflexionar bíblicamente, pues, si ellos hacen esto, de seguro se desmarcarán de sus torcidos caminos.
Pero las actividades “espirituales” que hacen los incautos seguidores de los falsos profetas que hay dentro del cristianismo no tienen como fin el que ellos dependan más y más de Dios, de su Palabra y de Su Espíritu, sino lo contrario, que cada día dependan de su líder “ungido”. Aunque los falsos maestros invitan a su gente a leer, memorizar y “confesar” diariamente las Escrituras, ellos solo deben repetir ciertos versículos de la Biblia que contienen “promesas”, especialmente materiales y relacionados con los deseos naturales, de este mundo. Pero por lo general estas son promesas descontextualizadas y mal interpretadas.
Estos falsos maestros muy pocas veces animan a su gente a escudriñar TODAS las Escrituras, buscando en ellas la verdad que Dios revela de sí mismo, del hombre, del pecado, de la santificación, de la vida cristiana. No obstante, la gente se mantiene constantemente repitiendo versículos bíblicos y ellos creen que están creciendo espiritualmente porque, así como el brujo o el practicante de algunas religiones orientales paganas, repiten su mantra que de una manera mágica producirá ciertas cosas positivas en ellos. Los falsos maestros engañan a su gente haciéndoles creer que repitiendo como loros ciertos versos de la Biblia, por lo general descontextualizados, la Palabra obrará milagrosamente en ellos, trayendo a la realidad tangible, cosas que están en el mundo de las ideas inmateriales. Pero entre esto y el chamanismo oriental no hay ninguna diferencia. Las personas que toman de esa manera la Biblia no experimentan ningún crecimiento espiritual, sino una constante dependencia del predicador “ungido” que semana tras semana les va indicando los pasajes que contienen “poderosas promesas” que deben memorizar.
De la misma manera estos falsos maestros distraen a la gente invitándoles para que oren constantemente repitiendo palabras “poderosas” tomadas de la Biblia, las cuales, si se repiten cientos de veces, de una manera mágica harán que se le cumplan sus deseos y anhelos. Se les invita a orar constantemente en “lenguas”, que no es más que la repetición constante de palabras sin sentido, las cuales no evidencian ser lenguas o idiomas, como si lo eran los dones de glossolalia en los tiempos apostólicos. Estos mantras evangélicos no edifican, sino que crean una dependencia continua y creciente por estas vanas e inútiles repeticiones.
Pero el fin de todo es que las personas dependan constantemente de su predicador ungido. La falsa doctrina actúa muy parecida a las drogas alucinógenas, ella crea dependencia, y los incautos que caen en esta red mundial de delincuencia espiritual, se vuelven dependientes de sus líderes y profetas. Constantemente deben estar en sus reuniones de avivamiento, esperando recibir el toque, la unción, el poder y el milagro que solo vendrá cuando las manos poderosas y la palabra ungida del predicador sean puestas sobre el creyente, pero a los pocos días el efecto producido por los toques y palabras mágicas del predicador habrán pasado, y entonces se hace necesario acudir a otra noche o mañana de “poder” donde reciba la “nueva unción” del predicador.
No obstante, los creyentes verdaderos deben caracterizarse por ser activos, por trabajar fervientemente en su edificación, pero haciendo las actividades correctas, las cuales no son estipuladas por ningún moderno predicador o profeta, sino por la autoridad absoluta de la Palabra de Dios.
Empecemos a analizar con Judas cuáles son esas actividades en las cuales debe ocuparse todo cristiano, de manera que sea librado de la influencia perniciosa y nociva de los falsos profetas, pero que a la misma vez, pueda crecer verdaderamente en las gracias y virtudes cristianas.
 En los versos 20 al 21 Judas exhorta a los creyentes para que se ocupen en 4 actividades que les ayudarán realmente a ser edificados espiritualmente, y a la misma vez les librarán de caer bajo las garras de los falsos profetas. Estas 4 actividades cristianas están indicadas con 4 verbos: Edificar, orar, conservar y esperar:
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2. La constante oración en el Espíritu Santo. “orando en el Espíritu Santo” (v. 20)
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el amor de Dios” (v. 21)
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)

1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
Analicemos esta declaración de Judas siguiendo la siguiente estructura:
a. El significado de la edificación
b. El medio usado para la edificación
c. Carácter de la edificación

a. El significado de la edificación. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe.
En esta última sección de la carta, Judas cambia el tono de su discurso y nuevamente, tal como en el verso 3 y en el 17, deja ver que se dirige a los “amados”, a los hermanos que junto con él están caminando en la doctrina bíblica que recibieron de los apóstoles
Los creyentes, aquellos que luchan en contra de la falsa doctrina y denuncian a los falsos profetas, no están confiados en sí mismos, ni se jactan de estar firmes, sino que, conociendo los peligros de la falsa doctrina y el riesgo que todos corremos de deslizarnos en pos de lo falso, entonces nos mantenemos activos, no solo en denunciar a los pseudo-profetas, sino en una constante edificación que nos permita estar firmes, sin desmayar, en la verdadera fe.
El término edificar[1] es tomado del ramo de la construcción. En la Biblia se utiliza muchas veces la imagen de un edificio o una casa para representar el crecimiento de la Iglesia y  la vida cristiana. Jesús dijo que él edificaría a su iglesia (Mt. 16:18). En este contexto edificar hace referencia a construcción, es decir, que Jesús pondría las bases y el fundamento para la Iglesia, pero a la misma vez él sería que el que la continuaría levantando. Jesús dijo que algunos hombres edifican sobre la arena, mientras que otros edifican sus vidas sobre la roca, es decir, sobre las enseñanzas de Jesús (Lc. 6:48-49). Edificar en este pasaje se refiere a moldear la vida conforme a las enseñanzas de Cristo, siendo obediente a ellas y confiando plenamente en él como el verdadero fundamento que da seguridad a una vida perdurable que glorifica a Dios.  Las iglesias bíblicas están en constante edificación: “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hch. 9:31). En este pasaje, edificar hace referencia al fortalecimiento espiritual que ellas recibían por la acción del Espíritu Santo, conduciéndolas a andar en el temor del Señor. 
Judas insta a los creyentes para que se edifiquen a sí mismos y también mutuamente, pues, hay grandes peligros que acechan a la iglesia, y no podemos quedarnos conformes con el ABC de la doctrina cristiana, sino que se pide a todos el que avancemos y continuemos profundizando en ella. Es por ello que el autor de Hebreos también advierte a sus lectores del peligro de la apostasía y les dice: “Por tanto, dejando ya, los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Heb. 6:1). Esto no significa que los creyentes vamos a despreciar las doctrinas básicas e iniciales como el arrepentimiento, la fe para salvación, el castigo eterno, entre otras, no, todo lo contrario. Todo verdadero creyente debe empezar con estas doctrinas básicas, pero debe seguir creciendo, debe seguir profundizando en la fe cristiana, pues, de lo contrario, corre serios peligros de ser zarandeado por las falsas doctrinas. El apóstol Pablo en 1 Corintios capítulo 3 dice que los creyentes son “edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mira como sobreedifica.” (v. 9-10). La palabra edificar en este pasaje también hace referencia a la construcción de una vida cristiana cimentada en la Palabra de Cristo.
De manera que cuando Judas nos dice que estemos edificándonos, está exhortándonos para que nuestra vida cristiana sea de constante crecimiento, de madurez, de avanzar en la carrera espiritual, de proseguir en la lucha sin desmayar, de no quedarnos en el principio, sino que nos ejercitemos para que cada día seamos creyentes más y más fuertes en nuestra vida espiritual.
Pero ¿Cómo nos edificamos? Algunas personas creen que nuestra edificación consiste en tener 10 días de ayuno, o hacer vigilias toda la noche, o cantar con mucho entusiasmo durante un largo culto de “avivamiento”, o que un predicador “ungido” ponga sobre ella sus manos y le transmita poder llevándola a sentir temblores frenéticos hasta que caiga desmayada al piso. Pero realmente eso sirve de poco para la edificación de una vida cristiana sólida. Analicemos, en el segundo punto de nuestro estudio, sobre qué bases nos edificamos.

b. El medio usado para la edificación. “edificándoos sobre vuestra santísima fe
Judas tiene una visión espiritual aguda y él puede observar cómo algunos creyentes a los que escribe pueden estar en peligro de ser atrapados por la falsa doctrina, de manera que los exhorta para que se ejerciten en lo que verdaderamente les dará una edificación segura y férrea, permitiéndoles esto crecer espiritualmente y a la vez librarlos de los engaños de los falsos profetas.
Esta edificación real, duradera y protectora se encuentra en la fe. Judas dice que deben edificarse en la fe. La palabra fe tiene varias acepciones en las Sagradas Escrituras: por un lado puede referirse a la confianza que depositamos en el Señor, o, puede referirse al conjunto de doctrinas sobre las cuales se cimienta el cristianismo. Es evidente que en este pasaje la palabra fe hace referencia a la última acepción. Ya en el verso 3 nuestro autor usó la palabra fe en el mismo sentido cuando invitó a sus lectores a que “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Esta fe es aquel cuerpo doctrinal que caracteriza al cristianismo. En este sentido se utiliza en muchos lugares de las Escituras: “Solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba” (Gál. 1:23).
Ahora, este es un asunto de vital importancia, que usualmente es descuidado por los creyentes, las iglesias y los pastores. En muchas ocasiones nos concentramos en otros aspectos de la edificación espiritual, como: la oración, el servicio, asistir a los cultos, ofrendar, evangelizar, entre otros. Todo esto está bien, pero la edificación sólida debe estar fundamentada en un conocimiento doctrinal férreo, pues, solo la Palabra de Dios, bien entendida, tiene la capacidad, por la aplicación del Espíritu Santo a nuestros corazones, de darnos crecimiento, madurez y solidez. Algunos hermanos, tal vez bien intencionados, solo predican lo que ellos llaman “sermones prácticos”, en los cuales enfatizan algún aspecto de la obediencia cristiana, y en casos extremos convierten al cristianismo en mero activismo. Pero la verdad es que el cristiano y las iglesias solo pueden tener crecimiento sólido, integral y real, cuando éste se fundamenta en la doctrina apostólica bien interpretada y bien explicada.
El Nuevo Testamento nos presenta con claridad que el mayor énfasis que se daba en los cultos y en la vida cristiana, era el conocimiento de la doctrina bíblica. Ahora, esto no significa que el mero conocimiento intelectual o racional de las doctrinas garantizan una vida espiritual ferviente y agradable a Dios, puesto que la oración y la comunión diaria con Dios  a través de una confianza vigorosa son necesarias. No obstante, si un creyente desea crecer espiritualmente, entonces el principal alimento que debe consumir es la doctrina cristiana. Ella es como un muro alto que impide que el embate de los vientos y las mareas de error y pecado causen estragos en nosotros. Es por eso que encontramos numerosas exhortaciones en la Biblia animándonos a conocer y profundizar en la doctrina que fue enseñada por los verdaderos apóstoles del Cordero y los profetas: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). Este pasaje retrata a una iglesia que no desestimó la enseñanza doctrinal como si fuera algo adicional o tangencial a la vida cristiana, sino que la presenta como el primer elemento que debe caracterizar a una iglesia pujante espiritualmente. La Iglesia de Corinto era una congregación carismática y ellos usaban buena parte del culto haciendo manifestaciones orgullosas de su capacidad de hablar milagrosamente en otros idiomas o en otras lenguas, y el apóstol Pablo les exhorta para que abandonen esa práctica egoísta que no conduce a un crecimiento espiritual, sino que se dediquen a la enseñanza doctrinal: “Ahora, pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? (1 Cor. 14:6). El apóstol Pablo en su carta a los Efesios desarrolla conceptos doctrinales de gran profundidad respecto a la persona de Cristo y la doctrina de la Iglesia, y con eso procura que los creyentes puedan madurar al recibir el alimento doctrinal sólido: “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…” (Ef. 4:14-15). Pablo está mostrándonos que no puede haber verdadero crecimiento espiritual sino profundizamos en la verdad, es decir, en la doctrina.
La fe en la cual nos edificamos es la enseñanza doctrinal cristiana. Los períodos de mayor decadencia en la historia de la iglesia cristiana, han estado caracterizados por un conocimiento doctrinal pobre y por la mediocridad de la enseñanza doctrinal desde el púlpito. No así con los períodos de avivamiento y robustez. El poderoso avivamiento de la reforma evangélica del siglo XVI se caracterizó por un amor profundo, de parte de los pastores y los creyentes, hacia el conocimiento de la doctrina bíblica. En ese período se escribieron muchas confesiones de fe y catecismos, todos preparados con excelencia, mucho cuidado y mucho estudio, de parte de idóneos y piadosos pastores-teólogos,  a través de los cuales se buscaba nutrir sólidamente la fe de los creyentes.
Cuando en el siglo XVII las iglesias habían dejado de lado la doctrina evangélica que recibieron de sus padres los reformadores, y en consecuencia el liberalismo, la inmoralidad y la frialdad espiritual estaban causando estragos en la iglesia, entonces Dios envió otro poderoso avivamiento, y el resultado fue una iglesia floreciente, piadosa, llena de vitalidad. Pero ¿Cuál fue la marca distintiva de ese período? El profundo conocimiento doctrinal. Los puritanos se esforzaron en redactar confesiones de fe y catecismos que ayudaran a los pastores en su labor de edificar a los santos. Durante ese tiempo se dio la deseada combinación de tener pastores que eran, a la misma vez, piadosos hombres entregados al Señor y poderosos teólogos que exponían con claridad y sencillez la doctrina bíblica.
Si queremos tener en nuestro siglo y en nuestros países avivamientos poderosos, entonces debemos iniciar enseñando con claridad y profundidad las preciosas doctrinas bíblicas. Pero, alguien podrá decir ¿La doctrina no es un invento de los hombres, no es la redacción humana de dogmas y conceptos? Judas nos dirá que no. La verdadera doctrina procede del Dios Santo.
c. Carácter de la edificación. “Edificándoos sobre vuestra santísima fe
La doctrina cristiana, aquella que es verdadera, no procede de la imaginación de los hombres, sino que ella bebe de la fuente más pura y excelsa que puede haber, es decir, de Dios. La doctrina bíblica no es más que la enseñanza recibida de Dios, a través de su Palabra, la cual es inspirada por el Espíritu Santo. Esta fe en la cual los santos se edifican es santísima porque procede del Santo. “Esta fe es un don de Dios que le es confiado a los cristianos, y que es descrita en forma superlativa como . Esta fe que se origina en Dios es perfecta, pura e incomparable. Los creyentes deben esforzarse lo más posible para fortalecer a sus hermanos con este precioso don que poseen juntos”[2]. Jesús dijo que la doctrina verdadera procede de Dios: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió” (Jn. 7:16).
Algunas personas creen ser edificadas cuando escuchan a algunos supuestos “profetas” hablando las fábulas que inventan sus mentes exaltadas, y constantemente están buscando estas experiencias. Pero de la única manera que puedo estar seguro de estar edificándome en Dios, conforme a Su voluntad, es cuando estoy aprendiendo la doctrina que fue enseñada por los apóstoles y profetas verdaderos, y que nos ha sido transmitida a través de las Sagradas Escrituras, y que las iglesias verdaderas la han profesado a través de sus credos y confesiones históricas. Cuando estudiamos la doctrina, estamos conociendo a Dios,  conociéndole a él somos conformados a la imagen de Cristo, y crecemos en santidad. “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hch. 20:32).
La verdadera doctrina solo se conoce a través de las Escrituras. De manera que Judas nos llama a conocerla, a estudiarla, a analizarla, pero también a obedecerla. La verdadera doctrina conduce al creyente a una práctica verdadera de la fe. La verdadera doctrina no consiste en elucubraciones sobre temas absurdos, sino que ella se deleita en conocer al Dios que se revela en las Sagradas Escrituras. Ella es santísima porque se centra en el Dios santo que nos es revelado en Su Palabra. “… la fe que sustentamos – o, mejor dicho, que nos sustenta – no es meramente la opinión personal de uno mismo, sino la revelación que vino de Jesucristo y fue conservada y transmitida dentro de la Iglesia, siempre bajo el cuidado y la dirección del Espíritu Santo, de generación en generación”[3].
La verdadera doctrina es santísima porque nos conduce a apartarnos del pecado y a vivir una entrega real a Dios, pues, al conocer su Palabra, lo conocemos a Él, y el Espíritu nos lleva a vivir para Él.
La doctrina bíblica, expuesta de manera fiel, clara y siendo aplicada por el Espíritu Santo al corazón del creyente, es un poderoso instrumento para transformarnos a la imagen de Cristo.
Aplicaciones:
- Hermanos, ¿Cuáles son las actividades espirituales en las que más te ocupas? Recuerda, que aunque muchas de esas actividades son necesarias para la extensión del Reino de Cristo en la tierra, no obstante, debes darle prioridad a aquellas actividades que producen una real edificación.  Hemos visto con Judas que somos edificados cuando cimentamos nuestra vida en la fe cristiana, es decir, en la doctrina que hemos aprendido de los apóstoles, los cuales la aprendieron de Jesucristo mismo. ¿Estás aprendiendo esta doctrina? La responsabilidad incluye dos aspectos: primero, debemos ser diligentes en el estudio personal de las Sagradas Escrituras. Orar fervientemente para que el Señor ilumine nuestras mentes al escudriñarla, y luego meditar en ella, no solo en las preciosas promesas que contiene, sino también en sus mandatos y enseñanzas. Y segundo, es nuestra responsabilidad acudir a los cultos, escuchar los estudios bíblicos, estar atento a las predicaciones, porque allí nuestros pastores nos enseñan la doctrina apostólica, la cual, nos ayudará a ser librados de la acción de los falsos profetas. No olvides esta doble responsabilidad: Estudio personal de la Palabra de Dios y estudio colectivo escuchando a los pastores y predicadores que Dios da a la iglesia. Las dos cosas se deben hacer. Si solo estudiamos personalmente las Escrituras, y no estamos atentos a la enseñanza de los ancianos, entonces corremos el peligro de armar nuestra propia y antojadiza doctrina. Y si solo estamos atentos a la enseñanza de los pastores, y descuidamos nuestro estudio personal, entonces no tendremos criterio para detectar si algún día nuestros pastores enseñan doctrina falsa. Muchos creyentes se confían en que, siendo que sus pastores son muy bíblicos y están en armonía con la doctrina histórica que han profesado los santos de todos los tiempos, entonces, todo lo que ellos enseñen o hagan estará bien. Pero esto no siempre es así. El famoso predicador de radio Harold Camping, presidente de Family Radio, por muchos años enseñó muy buena doctrina, y muchos creyentes lo escuchábamos con agrado. Pero luego empezó a interpretar erróneamente las Escrituras, elucubrando sobre los eventos del fin, e interesándose por descubrir fechas exactas del arrebatamiento y el juicio final, lo cual le condujo a doctrinas erróneas sobre la importancia de la iglesia local en la redención y santificación de los creyentes, sobre el destino de los malvados y la eternidad sufriente en el infierno.
- Amigos que aún no conocen la pureza doctrinal que nos enseña la Palabra de Dios. Es muy probable que ahora no tengas ningún interés real en ella, pues, has aprendido que lo importante es tener fe en Dios y fe en Cristo. Pero la fe no es un paso en la oscuridad. La verdadera fe debe estar fundamentada en la verdad, y será imposible tener la fe salvadora si no tengo un conocimiento de quién es Dios, cuáles son sus exigencias, de su santidad, de su ira, de su justicia, de su amor y su misericordia. Te invito para que, con la ayuda de un buen libro de doctrina cristiana, o de un pastor o hermano versado en la fe bíblica, aprendas a conocer estas verdades esenciales, y, es posible, confiados en la misericordia divina y la acción soberana del Espíritu Santo, que llegues a comprender la situación de condenación en la que te encuentres, y procedas al verdadero arrepentimiento, entregando tu vida al único que puede salvar tu vida de las enseñanzas de los falsos profetas o falsos ministros religiosos a los cuales escuchas, y también salvar tu vida de la eterna condenación en el infierno.





[1] Epoikodomountes heautous. Se una un verbo antiguo compuesto usando la metáfora de una casa (oikos)
[2] Kistemaker, Simon. Judas. Página 463
[3] Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1093

Judas 17 y 19. Profecías apostólicas frente a los falsos profetas

Profecías apostólicas frente a los falsos profetas
Judas 17-19
Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu” Judas 16.
Introducción:
En el transcurso de los siglos muchos hombres se han levantado como profetas y han tratado de pronosticar eventos importantes para la humanidad, como la destrucción final del mundo. Nostradamus, Los Mayas y muchos grupos religiosos se aventuran, de tanto en tanto, a pronosticar eventos, pero estos nunca se cumplen, porque realmente son falsos profetas.
En el año 90 d. C., San Clemente predijo que el mundo sería destruido en esa fecha, y nada sucedió. Luego un sacerdote romano predijo, basado en las dimensiones del Arca de Noé, que en el año 500 sería la destrucción del mundo, y nuevamente, nada pasó. En 1832, William Miller, fundador de los adventistas, dijo haber tenido una visión en la que un ser celestial le anunció que la venida de Cristo y el fin del mundo sería el 20 de Marzo de 1843. A pesar de la gente de Boston casi se vuelve loca esperando la gran destrucción, nada sucedió. Charles Rusell, el fundador de los testigos de Jehová, señaló que el fin del mundo y la venida de Cristo serían para 1874, y nada pasó. En vista del fracaso de su profecía, cambió la fecha para 1918; luego, los Testigos de Jehová, volvieron a cambiar la fecha de la segunda venida de Cristo para 1925, y luego para 1975 y obviamente, nada de lo pronosticado sucedió. La profetisa adventista Margaret Rowan indicó que el arcángel Gabriel se le apareció y le dijo que el fin del mundo sería el 13 de Febrero de 1925, algunas personas vendieron todas sus propiedades, otras se suicidaron y otros se subieron a los montes para esperar al Señor Jesucristo, y nada sucedió. Cuando en 1967 la ciudad de Jerusalén queda en manos de los judíos, muchos “especialistas” en escatología anunciaron que había llegado a su fin la época de los gentiles, y que la venida de Cristo sería en unos pocos meses.  Cuando nos estábamos acercando al año 2000, muchos grupos pentecostales e iglesias de corte fundamentalista se convencieron de que el rapto de la iglesia era inminente y cientos de libros se publicaron anunciando este pronto evento. En Corea del Sur, un muchacho de 16 años de edad, dice tener una visión en la cual se le anuncia que el 28 de Octubre de 1992 sería la destrucción de este mundo. Miles de cristianos fundamentalistas y pentecostales dejaron sus trabajos y vendieron sus bienes, como preparación para el viaje a los cielos. Nuevamente, nada sucedió. Harold Camping, presidente de la emisora Family Radio, pronosticó que el fin del mundo y la segunda venida de Cristo sería en Septiembre de 1994, cuando esta fecha pasó y no sucedió nada, entonces dijo que se había equivocado levemente en la interpretación de un pasaje profético en la Biblia, y cuando creyó tener la interpretación correcta pronosticó que la segunda venida de Cristo y el fin de mundo sería el 31 de Marzo de 1995. Luego de este nuevo fracaso la gente pensó que Harold Camping no se aventuraría a pronosticar más fechas, pero volvió a anunciar que, según cálculos numéricos basados en la Biblia, la segunda venida de Cristo sería el 21 de Mayo de 2011, día que marcaría el inicio del fin del mundo. Pero tampoco fue así.
Miles de pronósticos proféticos se han dado en la historia de la iglesia de parte de, evidentemente, falsos profetas. Algunos basados en supuestas revelaciones sobrenaturales como sueños, visiones, éxtasis, voz audible, entre otros, y algunos basados en la numerología bíblica, pero todos han fallado. Lo sorprendente es que a pesar de sus equivocaciones, miles de personas persisten en creer este tipo de profecías o pronósticos, y así su líder espiritual falle mil veces en sus falsas profecías, escuchan con avidez sus tonterías y siguen sus caminos torcidos.
El pastor Judas, luego de dar una descripción de los falsos profetas y del peligro que ellos entrañan para la verdadera Iglesia de Cristo, exhorta a sus lectores para que, en vez de escuchar las falsas profecías y erróneas doctrinas de los falsos profetas, escuchen, recuerden y atiendan las verdaderas profecías dichas por los verdaderos profetas, es decir, los apóstoles de Jesucristo. Escuchar sus palabras y estar atentos a ellos nos librarán de ser víctimas de los falsos profetas.
Estudiemos con Judas:
1. Autoridad de los que han dicho las profecías
2. Contenido de las profecías
3. Carácter de los que son denunciados en las profecías

1. Autoridad de los que han dicho las profecías. “Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo” (v. 17)
Judas ha acudido a varias escrituras extra-bíblicas para mostrar los terribles juicios que vendrán sobre los que engañan a las personas con falsas doctrinas. Pero ahora, hay un cambio en su discurso y en el tono de su voz. La expresión “amados” que utiliza al comienzo de esta sección permite ver el corazón amante del pastor. Él ha hablado duramente de los falsos profetas, de sus nefastas doctrinas, de su vil conducta, del daño que causan al pueblo del Señor y de la ira de Dios que descenderá sobre ellos.
Pero estas palabras fuertes no proceden de un corazón amargado, radical, inflexible y falto de amor, como algunos lectores pudieron llegar a pensar, sino que él es un pastor que ama a las ovejas y porque quiere su salud espiritual y que no sean engañados por los falsos maestros les ha hablado en el tono que lo ha hecho. Las fuertes exhortaciones siempre deben ir acompañadas de amor y consuelo, para no poner pesadas cargas que aflijan demasiado el corazón.
Un pastor que ama a las ovejas, hablará fuerte cuando esto sea necesario, y será apacible con su voz y mensaje, cuando también esto sea necesario. Hay momentos en los cuales se debe ser como voz de trueno y en otras ocasiones como un silbido apacible. Hay un falso amor que se ha infiltrado en la iglesia evangélica, el cual conduce a los pastores a hablar solo de cosas positivas, agradables y consoladoras, pero aunque esta clase de mensajes son necesarios, sería una desfiguración del evangelio si solo nos quedáramos en esta clase de predicaciones, pues, también se requieren, y con harta frecuencia, las exhortaciones confrontadoras.
“Amados” estas advertencias que les he hecho sobre los falsos profetas, no proceden de mi imaginación, ni solo yo he hablado de este tema. Ustedes deben escuchar a los verdaderos profetas, a los cuales el Señor mismo comisionó, ellos, con la autorización que recibieron del Salvador, y el poder del Espíritu Santo que obró de una manera especial en sus enseñanzas, ellos, también han hablado del mismo tema. Ellos advirtieron a las iglesias de que vendrían los falsos profetas, y ya los tenemos aquí. Esto no es una falsa profecía, no es el resultado de la imaginación exaltada de un seudo-profeta.
Como decíamos en la introducción, en la historia de la iglesia, y de la humanidad, a muchos hombres se les ha dado por pronosticar eventos y cosas, pero siendo que ellos no son verdaderos profetas, ni Dios habla a través de ellos, entonces sus predicciones no se cumplen. Pero sí hay verdaderos profetas, y estos han sido llamados y comisionados por Dios. Nosotros tenemos que escuchar y recordar lo que dicen los profetas verdaderos.
Tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo”. Los apóstoles a los que se refiere Judas en esta carta, no son aquellos que se autoproclamaron como tales y que fueron hallados falsos (“porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” 2 Cor. 11:13 “Y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” Ap. 2:2), sino que se refiere a los doce, más pablo, los cuales son el fundamento sobre el cual la iglesia construye su doctrina y práctica: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). “Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del cordero” (Ap. 21:14).
De la única forma que somos librados de las falsas doctrinas es manteniéndonos firmes en las enseñanzas de los apóstoles y profetas autorizados por Dios, los cuales escribieron las Sagradas Escrituras: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” (Hch. 2:42), “Más os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17). También nos libramos de las falsas doctrinas alejándonos de las supuestas revelaciones que algunas personas reciben o de sus experiencias místicas, pues, “tenemos, también, la palabra profética más segura a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro…” (2 Ped. 1:19).
2. Contenido de las profecías. “Los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos” (v. 18).
Según los expertos en griego koiné, la expresión de Judas da a entender que los apóstoles constantemente estuvieron advirtiendo que en los postreros tiempos vendrían burladores que se mofarían de la Palabra de Dios y del evangelio. Los postreros tiempos o los últimos días son expresiones que en el Nuevo Testamento hacen referencia al tiempo presente y al futuro. “Este período de tiempo tiene su comienzo en el primer siglo, cuando Cristo vino a traer el evangelio, y se extenderá hasta su eventual regreso. Las Escrituras enseñan que durante dicho período las fuerzas del mal se volverán cada vez más visibles y audibles”[1].
Los creyentes originales a los cuales escribe Judas ya se encontraban en los tiempos postreros, así como todas las personas del siglo I. Según la profecía de Joel, la venida del Espíritu Santo se daría en los postreros tiempos, y esto sucedió en Pentecostés: “Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi espíritu sobre toda carne…” (Hch. 2:17). El autor de Hebreos dice que Dios habló a los antiguos a través de diversas maneras, pero que ahora, “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2), y esto fue escrito en el siglo I. La primera venida de Cristo, para morir en la cruz, está catalogada como el inicio de los tiempos del fin, el apóstol Pedro dice que Jesús fue destinado por Dios para derramar su preciosa sangre desde antes de la fundación del mundo, “pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Ped. 1:20).
Ahora, los apóstoles, y Jesús mismo, anunciaron que en los tiempos postreros surgirían falsos profetas y falsas doctrinas dentro de las iglesias cristianas, y esto nos lo dijeron, no para satisfacer nuestra curiosidad escatológica, sino para que estemos advertidos y escapemos de los lazos de esta apostasía, que en la medida que nos acercamos al final de los tiempos del fin se acrecentará. Si en los tiempos de Judas la falsa doctrina estaba permeando peligrosamente a la iglesia cristiana, mucho más en estos tiempos, que nos encontramos veinte siglos más próximos al fin del fin.
Jesús fue claro y advirtió a los discípulos que en la medida que nos aproximemos al fin de los tiempos finales, la falsa doctrina, que es enseñada por falsos maestros crecerá, y estos presentarán a un Cristo diferente: “Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mt. 24:11, 24).
Pero también los apóstoles, tal y como lo dice Judas, anunciaron que vendrían falsos profetas, los cuales se burlan de la doctrina bíblica, cambiándola por lo que sus deseos humanistas quieren. El apóstol Pablo le escribió al joven pastor Timoteo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrina de demonios” (1 Ti. 4:1). Estos espíritus engañadores que vendrían en los tiempos postreros pueden referirse a las distintas corrientes doctrinales erróneas que se han ido introduciendo sigilosamente en muchas iglesias, pero también a la acción de Satanás como pervertidor de la doctrina, quien aprovecha los deseos que algunas personas sienten de tener experiencias sobrenaturales, y él les concede estas experiencias a través de visiones, sueños, imaginaciones y apariciones fantásticas como las que tuvieron algunos fundadores de las sectas de los mormones, los testigos de Jehová, los adventistas y muchos grupos carismáticos o pentecostales.
El mismo apóstol Pablo vuelve a insistirle a Timoteo que se cuide de los hombres que tienen apariencia de piedad, y hasta parecen grandes profetas y maestros, porque muchos no serán sino embaucadores y charlatanes, que se burlan de la preciosa doctrina cristiana con su vida mundana: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables… que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella, a éstos evita” (2 Ti. 3:1-5).
También el apóstol Pedro profetizó que en los postreros tiempos surgirían esta avalancha de falsos maestros que andan tras sus propios placeres, y no les importa burlarse de la Palabra de Dios: “Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias” (2 P. 3:3).
También el apóstol Juan, escribiendo a los creyentes del primer siglo de nuestra era, les dice que tengan mucho cuidado con los falsos maestros, que en el fondo no son más que anticristos, burladores de la Palabra, los cuales ya andan sueltos, como una plaga mortal, por el mundo: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros…” (1 Jn. 2:18-19). Es importante resaltar en este verso que Juan nuevamente nos deja ver que, desde el siglo I, ya nos encontramos en el último tiempo, y también, que la aparición numerosa de falsos profetas, de falsos maestros, y falsas doctrinas, los cuales no son más que anticristos, que están en contra de la revelación del verdadero Cristo que nos presenta las Sagradas Escrituras, son un indicativo que el tiempo del fin se aproxima a su fin (por esto conocemos que es el último tiempo), pero además nos deja ver que los falsos profetas salen de en medio de las iglesias cristianas locales. Por esa razón necesitamos que estos falsos maestros sean denunciados dentro del seno de la Iglesia, pues, ellos deben salir de nosotros, y los verdaderos cristianos deben salir de sus falsas iglesias.
Ahora, ¿en qué sentido ellos son burladores? además de lo que hemos dicho, me gustaría presentarles la explicación que da el erudito en Nuevo Testamento, Simón Kistemaker: “La gente que Judas describe no es ignorante en cuanto a la Palabra de Dios. Al contrario, están bien informados. Debido a su conocimiento de la revelación divina, transforman en una burla continua todo lo que es santo y sagrado. Mofar no consiste en una parodia cómica y ligera, sino en un serio ataque contra Dios, su Palabra y su pueblo. Los burladores (llamados en otras versiones ) demuestran abiertamente su desprecio y escarnio por Dios al seguir [2].     
La gente hace burla de Dios cuando desatiente su Palabra, cuando, conociéndola la tuerce, cuando la usa como fuente de ganancia personal, cuando la tergiversa causando que otros se pierdan del camino, cuando la interpreta a su antojo y no conforme a lo que ella misma enseña. La gente se burla de Dios cuando viven conforme a su propia pecaminosa voluntad, y desatienden sus mandamientos o actúa en contra de ellos.
En el verso 16, Judas dijo que los falsos maestros andan conforme a sus deseos, pero aquí en el 17 les añade el calificativo de malvados. Sus deseos no pueden ser buenos, porque no proceden de la verdad, sino de la mentira. Jesús le dijo a sus discípulos “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7:15). Muchas personas viven engañadas y siguen las enseñanzas de los falsos profetas, porque no les parece que sean malas personas, antes por el contrario, son tan amorosos, tan santos, tan correctos, que es imposible que sean falsos profetas. Pero Jesús dice que ellos se especializan en el arte del disfraz, pero por dentro llevan sus malvados deseos. La traducción literal de este pasaje, en la lengua griega, parece muy fuerte: “andando tras sus propias lujurias de impiedades[3].
 3. Carácter de los que son denunciados en las profecías. “Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu”. (v. 19).
Los falsos maestros que estaban afectando a las iglesias del siglo I, con sus falsas doctrinas, causaban divisiones. Algunos comentaristas creen que estos falsos hombres, posibles precursores del incipiente movimiento gnóstico, estaban fomentando la separación entre creyentes “espirituales” y creyentes no espirituales. Ellos decían estar en una posición espiritual más alta porque estaban elevándose en la comprensión espiritual y mística de “verdades profundas”, ellos, al igual que algunos falsos maestros y “eruditos” de hoy día, creían estar descubriendo los misterios cifrados en las Escrituras, y podían develar los “códigos secretos” de la Biblia. Algunos podían estar argumentando que tenían al Espíritu Santo en una medida superior, y por lo tanto, ellos y solo ellos, podían entender ciertas revelaciones extra-bíblicas que el Espíritu supuestamente les daba. Ellos se ponían como una clase diferente y superior que la de los creyentes ordinarios. “Pareciera ser que ellos decían tener el Espíritu y ser libres moralmente en cuanto a su conducta”[4].
Lo mismo ha sucedido en el transcurso de la historia de la iglesia cristiana. Algunos crean jerarquías y se posicionan sobre los demás, presumiendo de su supuesta elevada espiritualidad y autoridad, de manera que incluso se ponen por encima de la Palabra, y creen que pueden violar algunos principios de la Escritura, porque el Espíritu mora abundantemente en ellos, y les da la capacidad para violar la Ley del Señor sin pecar. Cuánto engaño produce el pecado y la apostasía.
Pero ellos no tenían al Espíritu. Sus sueños y supuestas revelaciones, no eran más que el resultado de sus mentes exaltadas y sus perversas intenciones de manipulación. Judas dice que ellos eran sensuales, es decir, se dejaban llevar por sus propios sentidos. Pero muchos pensaban que estaban llenos del Espíritu Santo debido a que hablaban como gente que está recibiendo revelaciones superiores, de manera que en este pasaje Judas prosigue exhortando a la iglesia para que no se dejen engañar por los que se atribuyen a sí mismos el tener la capacidad de “sentir” al Espíritu, diciéndoles o mostrándoles cosas que otros no saben. Estos no son más que sensuales, engañados por sus propios sentidos. De los cuales hay que tener mucho cuidado, y lo más pronto posible, alejarnos de ellos. Como dice Pablo “a estos evita” (2 Tim. 3:5), “Más os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17).    
Aplicaciones:
- ¿Cuáles son tus profetas preferidos? ¿Los que toman la Biblia y tratan de encontrar en ella códigos secretos y una misteriosa numerología que nos da detalles de las fechas en las cuales se cumplirán ciertos eventos del fin del mundo? ¿O los que se aprovechan de la ingenuidad de algunas personas, y creando un ambiente místico dicen estar recibiendo nuevas palabras proféticas, visiones, sentires y escuchando voces? ¿O los que toman algunos pasajes  de la Biblia y los tergiversan para armar doctrinas agradables a los hombres? Ten cuidado de ellos, no los escuches. Pero hay profetas verdaderos que deben ser escuchados con suma atención, y estos son los profetas que escribieron las Sagradas Escrituras. No solo debemos escucharlos, sino atesorar en nuestras mentes sus palabras, memorizándolas. Debe ser un ejercicio diario escudriñar y memorizar las Escrituras, porque de esta forma seremos librados del engaño.
- Hemos aprendido que los burladores son aquellos que se oponen a la Ley de Dios, porque no la obedecen, la tergiversan y enseñan a otros a vivir conforme a sus malvados deseos. Pero la actitud de los creyentes es absolutamente contraria a la de estos burladores, porque los creyentes desean cumplir la voluntad de Dios, aman su ley, se deleitan en ella y tienen gratitud hacia el Padre celestial. El verdadero creyente experimenta tristeza en su corazón cuando ve que la impiedad crece, pero en su corazón se despierta la esperanza, porque sabe que esta situación es indicio de que el fin cada día está más cerca, y pronto veremos a nuestro Salvador. 
- ¿Estás tú entre los amados a los que escribe el pastor Judas? Los amados son aquellos que están plenamente convencidos de la doctrina cristiana, que las Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios, y que por lo tanto, la escuchamos con corazón obediente, y confiamos en sus promesas de salvación. Los amados son aquellos que saben que han violado la Ley del Señor y en consecuencia están bajo su ira y total desprecio. Pero que, a través de la muerte de Jesús en la cruz, sus pecados han sido perdonados y ahora gozan para siempre de la reconciliación con Dios, y viven para Él. ¿Eres tú uno de estos amados? Si no estás seguro, entonces te invito para que busques a Jesús, a través de la oración, y con corazón arrepentido le supliques perdone tus iniquidades y te conceda la vida eterna. El que viene a él, no es echado fuera, sino que hallará tiernos pastos y será sustentado por Su poderosa gracia.





[1] Kistemater, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[2] Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[3] Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[4] Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 462

Judas 16. El camino para convertirse en un falso profeta

El camino para convertirse en un falso profeta
Judas 16
Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” Judas 16.
Introducción:
Los grandes delincuentes que hoy día se encuentran en las cárceles del mundo, o los que aún andan libres cometiendo sus fechorías, no nacieron como ladrones, estafadores o narcotraficantes. Si nacieron con una naturaleza caída y depravada, al igual que el resto de personas en el mundo, y obviamente, nacieron con una inclinación “natural” al pecado, no obstante, un experto ladrón tuvo que recorrer cierto camino para convertirse en tal. Por ejemplo, siendo aún muy niño, cuando llegaba a casa y portaba un lápiz o un objeto que su madre sabía plenamente que no le pertenecía, ella no le reprendía y no lo obligaba a devolver dicho objeto, sino que ignoraba el asunto. Allí inició, probablemente, el camino para llegar a convertirse en un ladrón profesional.
Los falsos profetas, los falsos maestros, los falsos apóstoles, los faltos pastores, también son delincuentes que no solo hacen daño físico y material a las personas que engañan, sino que los conducen a la muerte eterna. Si pudiéramos establecer una taxonomía de gravedades en las diferentes formas de delincuencia, tendríamos en la categoría más peligrosa y nociva a los falsos profetas.
Pero, así como los delincuentes recorren un camino para llegar a ser tales, de la misma manera los falsos maestros cristianos tienen su propio caminar. Ellos llegaron a ser tales, dando pasos que los condujeron a apostatar de la fe y convertirse en personas peligrosas para la iglesia.
Analicemos hoy con nuestro pastor Judas cuál es el camino que puede conducirnos a convertirnos en personas peligrosas para la iglesia.
1. El camino de la murmuración
2. El camino del amor propio (egolatría)
3. El camino de la presunción o arrogancia
4. El camino de la manipulación


1. El camino de la murmuración. “Estos son murmuradores, querellosos…
Hay una crítica que es sana y necesaria para que la iglesia cada día mejore, ajustándose a los principios bíblicos. Por ejemplo, si una iglesia deja de guardar el día del Señor y lo cambia por dos horas de culto el día Lunes o Jueves, permitiendo que los creyentes conviertan el domingo en el día de paseo o trabajo, entonces es necesario que los miembros conocedores de la Palabra de Dios, y otros pastores de iglesias evangélicas dialoguen con los pastores y les hagan ver el error terrible que cometen. Si los líderes de una iglesia cristiana adoptan prácticas o doctrinas que evidentemente están en contra de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, entonces es necesario que los miembros conocedores de la Biblia hagan ver el error en el cual se encuentran sus líderes.
Esta crítica debe hacerse en el espíritu correcto, con humildad, y siempre buscando la Gloria de Dios.
Pero hay una clase de crítica que no procede de este espíritu humilde e interesado en el crecimiento de la Iglesia y la implantación de la doctrina bíblica, sino que es resultado de un espíritu hipercrítico perverso que tiene como fin socavar la confianza de los creyentes en los ministros o en la Palabra de Dios, para que la empiecen a depositar en ellos. Estas personas hipercríticas por lo general se “lamentan de la suerte[1] que les ha tocado” y tratan de obtener una posición mediante la descalificación de los ministros y sembrando desconfianza en las doctrinas bíblicas.
El camino para convertirse en un falso líder empieza por la constante murmuración y la crítica mordaz. Estos falsos maestros de que habla Judas empezaron criticando todo lo que hacían los ministros ordenados y cuestionando cómo aplicaban ellos la Palabra de Dios a la iglesia.
Obviamente toda iglesia local tiene imperfecciones. Mientras estemos en esta tierra estamos sujetos al error. Esto no significa que los pastores van a tolerar de manera consciente el error y se acomodarán a vivir con él como algo normal; de ninguna manera. Cuando un hermano de la iglesia, u otro pastor, nos hace ver, por la Palabra de Dios, que estamos en un error, entonces estudiamos qué enseña la Biblia al respecto y si realmente no estamos creyendo o haciendo lo que Dios manda, entonces abandonamos el error.
Pero, hay personas que constantemente están criticando todo lo que la Iglesia y los ministros predican o hacen. Ellos se dedican a buscar todo lo que le hace falta a la iglesia, las debilidades de los ministros, las falencias en el culto, la falta de amor, la falta de unidad, entre otros. Es verdad que las iglesias locales necesitan crecer más en estas cosas, y es verdad que los pastores necesitan crecer más en amor y humildad, pero cuando nosotros vemos esto, no debemos convertirlo en una oportunidad para murmurar solapadamente y hacer daño, sino que damos gracias a Dios por la Iglesia, por los pastores, oramos por ellos, y luego hablamos directamente con ellos y, con humildad, les mostramos la falta.
Debemos alejarnos de aquellas personas que toman por costumbre el estar hablando a espaldas de los demás, pues, allí está el germen del alejamiento de la doctrina sana. Si queremos corregir las faltas de alguien, entonces no debemos ir donde otras personas para hablar de estos pecados, sino que vamos directamente a las personas y les exponemos nuestra apreciación. Debemos imitar a la familia de Cloé en Corinto. Ellos se percataron de algunas doctrinas y prácticas erróneas que se estaban dando en la Iglesia local, de manera que  piden ayuda al apóstol Pablo para que, como apóstol fundador y autoridad espiritual de la misma, corrija lo que anda mal. Pero ellos no actuaron como aquellos creyentes murmuradores que se quejan de todo, que, a espaldas, se quejan de la falta de amor de los pastores. Sino que ellos autorizan al apóstol para que diga públicamente que la familia de Cloé fue la que les comentó sobre estas faltas de la iglesia: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contienda” (1 Cor. 1:11). Aquí Pablo nos presenta un principio que todos debiéramos tener en cuenta a la hora de hablar sobre las debilidades, pecados o falencias de los demás: No digamos nada de nadie que no podamos decirlo delante de él.
Y si tengo algo que decir, pero no me atrevo a decirlo a la persona misma, entonces digámoslo a Dios en oración, pero no a otras personas, porque eso sería murmuración.
Cuando nos volvemos murmuradores, criticones y quejumbrosos, entonces nuestro corazón se va tornando duro, insensible y estará dispuesto para luego criticar, cuestionar y quejarse de los mandamientos de la Palabra de Dios.
Algunos de los falsos profetas que predican en muchas iglesias hoy, están enseñando doctrinas erróneas y aprueban cosas que Dios, de manera clara, ha prohibido. Pero ¿Cómo llegaron a ese estado? Empezaron quejándose de la radicalidad de la Palabra de Dios, criticaron la predicación fiel de algunos ministros y los miraban como fanáticos, radicales, ultra-ortodoxos.  Hoy día estos quejumbrosos están cuestionando muchas de las doctrinas bíblicas y se han ido tras la falsedad: enseñando fábulas y mentiras, como si fueran palabra de Dios. Ellos eran de los que decían: ¿Por qué un Dios de amor no predestinó a todos los hombres para salvación? ¿Cómo es posible que un Dios bueno envíe calamidades sobre los hombres? ¿Un Dios misericordioso podrá condenar a los hombres para siempre en el sufrimiento del infierno? ¿Por qué un Dios Todopoderoso y benévolo permite las guerras y el sufrimiento? ¿Si ahora estamos en el tiempo de la gracia, entonces para qué debemos conocer y obedecer los pesados mandamientos de la antigua Ley de Dios? ¿Acaso no somos libres para andar en nuestro camino? Ellos empezaron cuestionando y murmurando en contra de la Soberanía de Dios, su justicia, su santidad, su ira y ahora predican de un dios totalmente distinto al que se ha revelado en las Sagradas Escrituras.
2. El camino del amor propio (egolatría). “…que andan según sus propios deseos.
 Estas personas son quejumbrosas e insatisfechas con la doctrina y el ministerio de la iglesia, porque ellos buscan su propia gloria, y todo lo que vaya en contra de ese propósito es cuestionado. Estos se quejan, especialmente, cuando la enseñanza de la Palabra les confronta con sus pecados e inclinaciones malvadas, y dejan ver que la iglesia perfecta es aquella que puede amoldarse a su egoísmo y egolatría natural.
Esta gente “se queja a otros queriendo dar a entender que ellos harían mejor las cosas, que tienen la respuesta. Y así ganan adeptos que escuchen sus herejías, cuando lo que tienen en mente es conseguir poder para ellos mismos en la iglesia. No desean ser siervos; desean ser señores. No ven a la iglesia en primer y principal lugar como Iglesia de Cristo. La ven como algo que pueden utilizar para su propia gratificación”[2].
Ellos tienen sus propios deseos, pero estos son malos. Simon Kistemaker traduce este texto así: “Estos de todo se quejan y todo lo critican; siguen sus propios malos deseos; hablan con arrogancia y adulan a los demás para sacar provecho[3]. Ellos no desean lo que Dios desea, sino que anhelan con vehemencia todo lo que les ayude a su propia gloria. Ellos no están trabajando para la extensión del Reino de Dios sino en el fortalecimiento de su propio reino.
3. El camino de la presunción o arrogancia. “…cuya boca habla cosas infladas”.
Otro eslabón más para llegar a ser un falso profeta consiste en la auto-exaltación. Los falsos profetas y los falsos apóstoles por lo general son personas especialistas en el discurso populista lleno de fanfarronerías. Se habla más de sí mismo que de la obra de Dios. Se habla más de las personas convertidas bajo su ministerio, de las iglesias que ha plantado, de los libros que ha escrito, de las sanaciones que hizo, y así, presumen de muchas cosas que ellos hicieron, pero poco se habla de Cristo. “Los carteles que anuncian sus campañas dicen mucho más acerca de ellos y de su nombre que del nombre de Jesucristo. La presunción es siempre una señal de un falso maestro. Cuando Pablo se enfrentó a esos hombres en su segunda carta a los Corintios, las únicas cosas que menciona de sí mismo no eran sus éxitos, sino sus debilidades y sufrimientos”[4].
Simón Kistemaker traduce esta frase así: “Y sus bocas hablan palabras orgullosas[5]. Él dice “hablan con una arrogancia que no pueden confirmar. Hacen comentarios jactanciosos que son vacíos, sin sustancia ni sustento”[6].
Los falsos profetas empiezan contando un testimonio de algo que realmente les sucedió. Tal vez recibieron del Señor una gracia especial que les sanó de una enfermedad, tal vez fueron auxiliados por la gracia divina en un momento de gran necesidad económica. Al principio el testimonio es bastante fiel a los hechos reales, y cuando ellos ven que la gente empieza a escucharles y se interesan por su testimonio, y que su fama crece y algunos “se convierten” a causa de su testimonio, y recibe invitaciones de otras iglesias, entonces, va añadiendo pequeñas cosas a su testimonio, que obviamente no son reales, pero que le dan más altura e impacto a su “predicación”. Con el tiempo terminan armando toda una fábula, llena de fantasías y cosas extraordinarias con el fin de atrapar a los oyentes y dar la apariencia de que es un hombre que recibe el poder de Dios de una manera especial. Ellos son como dice Pedro: “Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error” (2 Ped. 2:18).
Particularmente tuve la oportunidad de escuchar a algunos predicadores de esta categoría mencionada por Judas, y cada vez que les escuchaba contar el testimonio de un milagro, me aterraba al ver cómo le iban agregando más fantasía. Pero lo repiten tanto, que terminan creyendo en sus mentes torcidas, que eso realmente sucedió. 
Puedo ver dos clases de presuntuosos hoy día, entre los falsos profetas: Primero, aquellos que hacen alarde de sus títulos académicos, de sus estudios teológicos y de todo el recorrido que hicieron por las más prestigiosas universidades del país y del extranjero. Estos se consideran el non plus ultra de nuestro tiempo. Más allá de ellos no hay posibilidad de encontrar la sabiduría. Miran con desprecio a los pastores que difícilmente pudieron terminar la secundaria y han realizado algunos cursos de instituto bíblico, y hacen alarde de sus conocimientos del griego y del hebreo. Preparan discursos que solo ellos pueden entender, donde hacen gala de su pedante y elevado vocabulario. (No estoy diciendo que estudiar teología sea algo errado, ni tampoco desprecio el estudio de las lenguas bíblicas. Todo pastor y predicador debiera esforzarse por realizar cuánto estudio le sea posible hacer, especialmente en el conocimiento de la teología, las lenguas bíblicas, la hemernéutica, la exégesis, entre otros).
Por otro lado, encontramos a los falsos profetas, que ya no hacen alarde de títulos o estudios teológicos, porque es evidente que no los tienen, sino que alardean de sus títulos nobiliarios y fantasiosos en el mundo religioso: ellos hablan de sí mismos como los ungidos, los apóstoles, los patriarcas, los profetas de Jehová, en fin, los que traen la fresca revelación del Espíritu y han descubierto la palabra Rema que no fue revelada a ninguno de los santos y humildes hombres en la historia de la iglesia cristiana, que lleva más de 20 siglos de existencia, sino solo a ellos. Ellos dicen tener el evangelio completo, considerando con eso que los cristianos de los 20 siglos que le precedieron tuvieron un evangelio a medias. Estos dicen recibir revelación directamente del cielo, y constantemente afirman estar escuchando la voz audible de Dios, como algo diferente a las Sagradas Escrituras. Hablan a las personas diciéndoles que Dios les habló solo a ellos y les contó cosas que otros no saben. Estos falsos profetas se jactan de saber quién está enfermo entre la multitud de incautos que le siguen y también dicen saber con certeza a quién sanará Dios y a quién no. Pero esto no es más que las vanas imaginaciones de sus mentes, y ¿cuál es el fin de tanta arrogancia? Engañar a los ignorantes y débiles.
4. El camino de la manipulación. “… adulando a las personas para sacar provecho.
El camino para convertirse en un falso profeta puede empezar con la murmuración, las quejas, el estar inconforme con el sitio donde Dios nos ha puesto y tratar de ganar adeptos a través del desprestigio de los ministros y de las doctrinas bíblicas, luego sigue en este caminar el trazar un plan que persiga satisfacer las metas que ha trazado para mí mismo, es decir, buscar su propia gloria. El camino para ser un falso profeta continúa con la arrogancia, la cual se manifiesta en la forma cómo hablo de mí mismo: Doy muchos créditos y reconocimientos a mis logros y habilidades personales y de cómo he avanzado en la vida cristiana y de todos los milagros que puedo hacer. Pero todo esto tiene como fin obtener poder, autoridad, riquezas y la satisfacción de los deseos personales.
Judas llama a estos falsos profetas aduladores, y realmente esto es lo que ellos son. A pesar de que la Biblia nos advierte de no hacer acepción de personas, los falsos profetas se especializan en ser duros y exigir santidad a los más pobres, a los que ningún bien económico, político o social pueden dar; pero son lisonjeros, suaves como la seda y flexibles para con los pecados de los más ricos, de los más poderosos. Ellos actúan contrariamente a lo que enseñó Santiago: “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre. Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Santiago 2:1-4).
El término adulación que utiliza aquí Judas, significa textualmente “admirar rostros”. El camino para ser un falso profeta incluye la falsa admiración que mostramos hacia otras personas, solo con el fin de obtener réditos de ellos. 
Los falsos profetas siempre buscan sacar provecho de los demás. Balaam hizo amistad con el Rey Balac, y se fue en contra del pueblo de Dios, porque este malvado rey le ofreció dinero a cambio de dar unas profecías. Muchos falsos profetas hacen alarde de la capacidad que tienen de hacer milagros, de sus técnicas para recibir sanación, y de cómo el poder de Dios fluye con unción a través de ellos, con el fin de recibir los diezmos, ofrendas y “siembras” económicas de sus incautos seguidores. Ellos buscan solo el bienestar personal, a costa del sacrificio y el sufrimiento de los que escuchan sus falsas profecías. No hay diferencia entre ellos y los falsos profetas de la antigüedad que profetizaban a cambio de dinero: “Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se poyan en Jehová, diciendo: no está Jehová entre nosotros” (Miq. 3:11).
Aplicaciones:
- La murmuración fue uno de los pecados que más cometieron los israelitas en su transitar por el desierto. A raíz de estas murmuraciones Dios los condenó a vagar en las secas y áridas tierras alrededor de Cades-Barnea por cuarenta años, muriendo toda esa generación. La murmuración siempre ha estado presente en el pueblo de Dios, pero sigue siendo un gran pecado, el cual recibe los juicios divinos. Recordemos las causas de la murmuración para que trabajemos en la mortificación de nuestro pecado[7]:
1. El orgullo y el amor propio. Cuando los hombres son altivos y vanidosos, tienden a desatar tormentas cuando los otros no les dan el aprecio que ellos creen merecer. Un hombre orgulloso siempre está descontento porque ha puesto un alto valor a sí mismo, y cuando los demás no le reconocen ese alto precio, entonces hay problemas. En vez de tener un alto concepto de nosotros mismos, debiéramos decir “yo no soy digno”. Todas las bendiciones de Dios son pequeñas o insignificantes para  los que tienen un alto concepto de sí mismos. Nunca están satisfechos con las bendiciones de Dios. Hermanos, estemos agradecidos con Dios por sus santas leyes, por su mandatos, los cuales no son gravosos. Estemos agradecidos por su amor inmenso que tuvo para con nosotros, que mereciendo la muerte eterna, envió a su Hijo para dar su vida en rescate por la escoria que éramos nosotros.
2. La impaciencia. No podemos soportar el menor inconveniente para que se den las cosas que uno desea. Nos amamos tanto a nosotros mismos que murmuramos contra Dios y su providencia cuando las cosas tardan en venir. Cuando somos impacientes nos preguntamos ¿Porqué me tuvo que pasar este mal a mí? ¿Por qué debo esperar en el Señor por más tiempo? La falta de sujeción a la voluntad de Dios, nos conducirá a la impaciencia, y la impaciencia, a la murmuración. Esperemos pacientemente en Dios, y mientras sufrimos la ausencia de la bendición deseada, alabemos su fidelidad y sigamos esperado en él.
3. La presunción en los méritos. Los hombres son arrogantes cuando se atreven a prescribirle a Dios lo que quieren que él haga por ellos, y la forma cómo quiere que Dios lo haga. Todo es bienvenido para el que nada se merece, pero los que creen merecer algo de la gracia divina, entonces presumen de ellos mismos, y son atrevidos para con Dios. Si Dios nos quitara todos nuestros bienes, no estaría haciendo ningún mal, pues, nosotros no merecemos nada de su buena providencia. Si Dios nos redujera al mínimo sus bendiciones, no tendríamos razones para reclamarle, pues, aún sus pocas bendiciones, son muchas y muy altas para miserables pecadores. Si estamos en una prisión, es un favor inmenso que no estemos en el infierno. Un homicida estaría encantado que le redujeran la pena, y en vez de la muerte lo enviaron al exilio. Murmuramos cuando nos consideramos mas buenos o mejores que otros, y entonces creemos que Dios debiera darnos todo lo que le pedimos, pero cuando esto no viene, nos atrevemos a murmurar contra el Dios Soberano.
4. Un apego a las cosas de este mundo. Somos demasiado dados a los placeres carnales y amamos mucho las cosas materiales. En vez de estar contento con lo que tenemos, y de estar en la posición donde Dios nos ha puesto, nos quejamos contra él, y reclamamos que nos dé más para gastar en los deleites temporales. No amemos a las cosas de este mundo, las cuales son pasajeras. Anhelemos las cosas celestiales, las espirituales, pues ellas son de gran valor y su gloria no es perecedera.
5. Incredulidad y desconfianza. El pueblo de Israel murmuró muchas veces porque no creía en las promesas del Señor. Los hombres pelean contra la providencia divina porque no creen en sus promesas. Los israelitas no podían creer que el desierto era el camino que los conducía a la tierra que fluye leche y miel, que Dios corrige a los que ama. Y tan pronto como sienten el escozor de la mano correctora de Dios, murmuran contra él.
- Hermanos y amigos, tengamos cuidado de aquellos que hacen alarde de sí mismos, que hablan mucho de sus logros espirituales y académicos, que insisten en hablar de lo grande que es su iglesia o denominación, que mencionan más sus capacidades y logros que los logros y la gloria de Cristo. Estos son falsos profetas, o están camino a serlo. Un creyente bíblico, una iglesia bíblica, un pastor bíblico, siempre dará el reconocimiento de cualquier logro, a la gracia de Dios. Hermanos reformados, tengamos cuidado de actuar como un falso profeta al presentarnos arrogantemente como los únicos creyentes bíblicos, o los más aventajados doctrinalmente. Recuerda que solo por la Gracia de Dios hemos recibido una enseñanza doctrinal que se ajusta a los patrones bíblicos, solo por su gracia somos una iglesia que está trabajando en ser cada día más bíblica. Si no fuera por él, también estuviéramos en error, o en gran impureza doctrinal. No olvides las palabras de Pablo: “Porque ¿quién te distingue? ¿O que tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿Porqué te glorías como si no lo hubieras recibido?” 1 Cor. 4:7. Solo por la gracia de Dios tenemos un sistema doctrinal puro que se aferra a la Sola Escritura, pero esto no debe ser motivo para hablar con arrogancia y despreciar a los demás creyentes que están en iglesias cuya impureza es evidente. Debemos ser fieles en predicar la Palabra y el puro evangelio de Cristo, denunciando la falsa doctrina y a los falsos profetas, pero siempre teniendo en cuenta que si hoy estamos en una iglesia bíblica, es solo por Su gracia. Cuidemos nuestro corazón, no sea que estando en una posición doctrinal pura, nuestro corazón se vuelva arrogante y estemos empezando el camino de la falsedad espiritual. Cada día seamos humildes y busquemos la gracia de Dios para que así podamos permanecer firmes en la verdad, como dice Pablo: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12).
- Huyamos de las personas aduladoras, pues, siempre, siempre, tienen un fin malvado y egoísta en sus lisonjeras y falsas admiraciones. Pero también evita que en tu corazón nazca la adulación. Recuerda que las personas valen, no por los bienes, conocimientos, posición social o títulos que tengan, sino porque fueron hechas  la imagen de Dios. Debemos tratar con el mismo respeto a los grandes empresarios, hombres letrados y profesionales, y así mismo a los mendigos que visten ropas sucias en las calles de la ciudad. Cuando veamos que somos más afables con los que tienen algo para dar, y somos menos amigables con los que consideramos más pobres, entonces, es muy pero muy probable, que nuestro corazón esté caminando por la senda que nos conduce a la falsedad espiritual. Revisemos nuestro corazón y pidamos al Señor que nos libre de la adulación y las palabras lisonjeras.





[1] William Barclay, en su comentario a Judas, copia un retrato escrito de los quejumbrosos tomado de Teofrasto: “El quejumbroso es el que se pasa de quejarse indebidamente de su suerte en todos los casos. El quejumbroso le dirá al amigo que le trae una porción de su propia mesa: . Cuando su amante le está dando un beso, él dice: . Está disgustado con Zeus, no porque no le mande la lluvia, sino porque ha tardado algo en mandársela. Cuando se encuentra una billetera en la calle, se pone: . Cuando ha comprado un esclavo barato después de regatearle el precio al vendedor hasta agotarle, exclama: . Cuando le dan la buena noticia de que le ha nacido un niño, entonces es que: . Si gana un pleito mediante un veredicto unánime, está seguro de encontrarle faltas al que ha hecho su defensa por omitir muchas circunstancias que le eran favorables”. Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1092
[2] Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 139
[3] Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[4] Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 140
[5] Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[6] Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[7] Aquí sigo al comentarista Thomas Manton en la presentación de las causas de la murmuración. A practical Commentary, an exposition with notes on the Epistle Of Jude. Extraído de: http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/jude-16.html En Mayo 13 de 2011.