lunes, 8 de diciembre de 2008

¿La maldición dada por Dios a su nación, según Malaquías, es para nosotros también?

El pasaje de Malaquías 3:8-10 contiene importantes enseñanzas para todos los creyentes. Pero es necesario revisar el contexto de este pequeño libro del Antiguo Testamento, con el fin de entender el verdadero sentido del mismo.
Recordemos que uno de los sanos principios para interpretar de manera correcta un texto, consiste en ubicarlo dentro del contexto en el cual se encuentra, y luego de estar seguros de su interpretación podemos llegar a algunas aplicaciones para nosotros los creyentes.

El último libro del Antiguo Testamento contiene las declaraciones proféticas de Malaquías, quien es enviado por Dios para reprender a su desobediente pueblo y traerlo al arrepentimiento, pues, de lo contrario sufrirá la terrible ira del Dios Todopoderoso.

La religión judía se encontraba en los niveles más bajos de la historia del pueblo escogido. Su degradación llegó a tal punto que se atrevieron a preguntarle a Dios ¿En qué nos amaste?, dudaban del amor de Dios e ignoraban los poderosos hechos obrados por el Señor para bendecir a su pueblo escogido, en detrimento de los descendientes de Esaú a los cuales había aborrecido. (1:3). El Señor confronta a su pueblo con las relaciones familiares o civiles y les pregunta “El hijo honra al padre, y el siervo a su Señor. Si, pues, soy yo padre ¿dónde está mi honra? Y si soy Señor ¿dónde está mi temor? (1:6). Todo el libro de Malaquías contiene esta clase de declaraciones en las cuales el Señor muestra su indignación por los altos niveles de desobediencia de su pueblo. No lo amaban, no tenían temor de él, menospreciaban su nombre, los sacerdotes, quienes eran los guías espirituales de la nación, se habían convertido en oscuridad e irrespetaban el nombre del Señor ofreciendo pan inmundo. El Señor había ordenado que sobre su altar solo se sacrificaran animales perfectos, pero el pueblo y los sacerdotes escogían los animales enfermos, ciegos, cojos, lo que no servía, y lo ofrecían de manera ofensiva al Señor. La situación espiritual llegó a decaer tanto que nadie quería servir al Señor, sino le pagaban o daban un salario (1:10).

El Señor les dice que sus ofrendas se habían convertido en una ofensa para con su grande nombre el cual había sido profanado. También estaban cansados y fastidiados de servir y ofrendar al Señor.

Desde el capítulo 2 el Señor empieza a declarar maldición sobre los sacerdotes y su pueblo, como consecuencia de su flagrante desobediencia. El Señor dice que dañará su cementera, sus cosechas, sus campos, sus tiendas. También les declara que vendrá un mensajero (Juan el Bautista) quien preparará el camino del Señor, quien vendrá para afinar y limpiar la plata, quien traerá juicio sobre los desobedientes.

En este orden de ideas, los versículos 6 al 12 continúan declarando las maldiciones que vendrán sobre su desobediente pueblo, pues, la fe, la vida espiritual era tan oscura, tan baja, que, además de ofender el nombre de Dios con sus vidas atestadas de pecado, habían dejado de diezmar, conforme al mandato expreso de la Ley Mosaica. (Lev. 27:30). El estado espiritual de esta nación estaba tan degradado que se habían preguntado ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligido en presencia de Jehová de los ejércitos?

El capítulo 4 termina con una declaración del terrible día del Señor el cual será como un ardiente horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa. (4:1), no obstante, en medio de tanto pecado, hay un remanente fiel, el cual será como un especial tesoro para el Señor.

Así que la maldición que Dios pronuncia, a través del profeta sagrado, sobre su pueblo, no es resultado exclusivo de su incumplimiento con los diezmos, sino de sus vidas disipadas, de su desobediencia en todos los sentidos, y la falta de amor para con el Señor.

Si un pastor o hermano, ha de predicar sobre este pasaje debe tener en cuenta que lo importante aquí es que Dios quiere un pueblo que le obedezca en todos los sentidos, que le ame con todo el corazón. Los diezmos son solo una pequeña parte de la causal de esta maldición.

Ahora, en el Nuevo Testamento no encontramos la Ley del Diezmo, sino que los creyentes son llamados a ofrendar y dar con alegría, conforme cada quien propuso en su corazón. (2 Cor. 9:7). Nuestras dádivas para el Reino deben ser conforme a la prosperidad que el Señor nos haya dado (1 Cor. 16:2). Incluso el Antiguo Testamento nos deja ver que las ofrendas y diezmos se dan, no para recibir más del Señor, sino porque él nos ha dado primero: “Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Cr. 29:14).

Como mencioné en una respuesta anterior, nosotros como pueblo del Nuevo Pacto, aunque no tenemos la Ley del Diezmo, y por lo tanto no hay una maldición sobre nosotros en este sentido, si somos llamados a tener estándares de obediencia más altos que los que tenía el pueblo del Antiguo Testamento. Por lo tanto, siendo que aún debemos dar de nuestros bienes para el sustento y la extensión del reino, nuestro dar debe ser tan abundante que supere el diezmo, pero nunca será por temor a una maldición económica.

No es correcto usar este pasaje de Malaquías para forzar al pueblo cristiano a dar los diezmos, estos deben ser voluntarios y en un espíritu de sincero agradecimiento por las bondades recibidas de nuestro pródigo padre. No obstante, en todas las Sagradas Escrituras somos llamados a obedecer los santos mandatos del Señor. Si somos desobedientes no estamos mostrando amor para con nuestro Dios, y de seguro que la disciplina del Señor vendrá sobre nosotros. "Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo" (Hebreos 12:6. Todo pastor debe predicar con exhortación los santos mandatos del Señor, pero debe dar prioridad a lo que la Biblia le da prioridad: La justicia, la verdad, el amor, la misericordia, la fe, los diezmos o las ofrendas son importantes, pero no son lo más importante en la obediencia cristiana. Debemos motivar a los creyentes a ofrendar con alegría pero nunca presionarlos a hacerlo so pena de maldición.

¿Es bíblico celebrar la navidad?

Por: Julio C. Benítez. Email: jcbbenitez@gmail.com


Al abordar este tema estoy introduciéndome en caminos difíciles, y es probable, que algunos me escriban para cuestionar lo que escribiré, pero, siendo un creyente bíblico y conservador, me ajustaré a la sana doctrina y los principios de la correcta
interpretación bíblica.
El tema de la celebración de la navidad dentro del pueblo evangélico mundial ha sido motivo de muchos debates, y hasta luchas y protestas públicas, como en el caso de los puritanos ingleses en los siglos XVI y XVII[1].

No obstante este espíritu conflictivo en torno al tema navideño, creo que es importante considerar algunos principios bíblicos, los cuales nos ayuden a tomar una decisión responsable, de acuerdo a la revelación escrita y en armonía con nuestra conciencia.

1. El pueblo de Dios ha sido un pueblo celebrante.

Los grandes y poderosos actos de Dios para con su pueblo fueron celebrados de manera continua por la nación de Israel. Muchas de estas celebraciones fueron ordenadas de manera directa y específica por Dios, y otras fueron incorporadas por el pueblo, especialmente después de la dispersión o el exilio babilónico.

El pueblo antiguo del Señor ( Lev. 23)celebraba la pascua (recordando ese gran día de la liberación de la esclavitud Egipcia), celebraba la fiesta de los Ázimos. Estas dos fiestas pueden ser rastreadas en culturas paganas pre-israelíes, no obstante, la celebración bíblica quitó todos los elementos supersticiosos de estas fiestas según la celebraban los paganos. Otras fiestas en el Antiguo Testamento son: las primicias o primeras gavillas, Las Semanas, las Trompetas, la expiación, las cabañas o tabernáculos. La mayoría de estas fiestas eran celebradas, mucho antes de ser establecidas en la nación de Israel, por los pueblos paganos, pero, como se ha dicho, el Señor y su pueblo le quitaron todos los elementos supersticiosos.

El propósito de estas celebraciones anuales era recordar los poderosos hechos de la misericordia Divina para con su pueblo. Las fiestas tenían también un propósito pedagógico, pues, los niños preguntarían a sus padres por el significado de esa fiesta y ellos debían enseñarles lo que Dios había hecho en la historia de la redención. (Éxodo 12:26-28)
El modelo de la Iglesia en el Nuevo Testamento.

La mayoría de cristianos evangélicos creemos que Jesús solo estableció dos celebraciones de obligatorio cumplimiento para la Iglesia: El Bautismo y la Santa Cena. El nuevo testamento no menciona otra clase de celebraciones o fiestas de carácter cristiano, además de las reuniones semanales de adoración y predicación. Aquí es donde surge la pregunta ¿Por qué los cristianos hemos de celebrar fiestas que la iglesia del primer siglo no celebró? Bueno, debemos ser cuidadosos al decir que imitamos de manera absoluta lo que la iglesia apostólica hizo en el siglo primero. No es cierto que las iglesias bíblicas de hoy día sean una réplica exacta de la iglesia de este bendecido período. Hay muchos elementos y prácticas que ellos tuvieron que nosotros no los tenemos hoy, y algunos elementos que ellos no tuvieron, que nosotros sí tenemos hoy, por ejemplo:

- La iglesia en el primer siglo practicaba un cristianismo comunitario en el cual todos vendían sus propiedades y compartían sus bienes con los creyentes pobres, de manera que no había necesitados en su comunidad. (Hechos 2:43-47). No tengo conocimiento de una iglesia bíblica hoy día que haga eso. Cada quien tiene sus propiedades, y no es lo usual que las vendan para darla a los creyentes pobres.

- La iglesia en el primer siglo no se reunía en templos cristianos o capillas construidas con el fin de reunirse para celebrar los cultos. Las iglesias funcionaban en las casas, los primeros cristianos no estaban preocupados por este tipo de cosas. No obstante, la mayoría de iglesias bíblicas hoy día construyen templos o capillas donde celebrar sus reuniones cúlticas.
La Biblia nos manda a seguir la doctrina apostólica, la cual siguieron los cristianos del primer siglo. Si no tenemos la doctrina que enseñaron los apóstoles autorizados por Cristo, entonces no tenemos comunión con la iglesia del primer siglo, así tengamos todos los elementos externos de ella. Aunque algunos elementos no esenciales de la iglesia primitiva no los tenemos hoy, y tenemos otros que ellos no tenían, no obstante, toda iglesia es responsable en mantenerse firme en la doctrina apostólica, no agregando ni quitando nada de lo esencial o doctrinal que ellos enseñaron y creyeron.

El hecho de que la iglesia del primer siglo no haya tenido capillas, no significa que sea pecado construirlas hoy. El hecho que de cada cristiano hoy día no venda sus propiedades para darla a los creyentes pobres, no quiere decir que estamos pecando con eso, siempre y cuando no dejemos de ser generosos.

El nuevo Testamento no nos dice que la iglesia en el primer siglo utilizaba instrumentos musicales para acompañar los cantos cultuales, no obstante, la mayoría de cristianos bíblicos usamos alguna clase de instrumentos musicales en nuestros servicios. No consideramos que sea pecado usarlos, toda vez que el pueblo en el Antiguo Testamento los usó de manera prolífica. Muchas cosas del Antiguo Testamento no pasan al Nuevo, porque fueron cumplidas en la obra de Cristo, eran sombra de la realidad que iba a traer Jesús, así que, como enseña el libro de Hebreos, todas las cosas que cumplían la función de sombra en el Antiguo Testamento, no pasan al Nuevo (la pascua, los sacrificios, el templo, el mobiliario del tabernáculo, etc). No obstante, algunos elementos del Antiguo Testamento no cumplían ese rol de sombra, y, si el Nuevo Testamento no las modificó o las prohibió, por qué hemos de pensar que no han de continuar en el Nuevo.

El uso de nuestras capillas o “templos” viene de la práctica judía post-exílica, pues, los judíos, al verse privados del templo de Jerusalén durante el exilio, y en aras de preservar su religión, decidieron construir o apartar ciertas casas para que fueran usadas como sitio de formación bíblica. Ahora, el Señor no había ordenado que se construyeran las sinagogas, no obstante, fueron una valiosa herramienta para la preservación y difusión de la fe hebrea. Jesús mismo frecuentó las sinagogas durante su ministerio. Las iglesias bíblicas utilizan las capillas, emulando a las sinagogas, a pesar de que no hay un mandato expreso en las Escrituras para que se construyan capillas.

A lo que deseo llegar es lo siguiente:

EL pueblo de Dios en el Antiguo Testamento celebró a través de diversas fiestas anuales los poderosos hechos de Dios en la historia de la redención. Estas fiestas judías no deben ser practicadas hoy por la iglesia, pues, todas eran sombras de la futura obra del Mesías. Una vez que el Mesías vino ya no necesitamos esas sombras. Pero, ¿prohibió Jesús o los apóstoles que el pueblo de Dios en el Nuevo Testamento continuara con este espíritu festivo? ¿Prohibió el Señor que la iglesia en el Nuevo Pacto proclamara de manera pública, en celebraciones anuales, la obra más maravillosa que nuestro Dios haya hecho: La encarnación del Dios Eterno? No creo que sea así.

Aunque no tenemos un mandato en el Nuevo Testamento, no obstante, conforme al principio de la unidad de la revelación escrita, encuentro que el pueblo de Dios ha sido un pueblo celebrante, y nosotros hoy debemos recordar y festejar los grandes hechos de la redención, obrados en el Nuevo Testamento: La encarnación de Cristo, su muerte expiatoria, su resurrección, su ascensión y coronación.

La navidad es una ocasión especial en la cual los creyentes podemos anunciar al mundo que Jesús es Dios encarnado. Que el Dios trascendente decidió hacerse hombre para salvar al hombre de su pecado. Que el Dios Soberano se despojó a sí mismo para nacer como hombre, y humillarse a sí mismo, naciendo en un pesebre para enriquecer con su gracia al miserable pecador.
Aunque la Navidad puede ser rastreada a través de la historia y podemos encontrar que los pueblos paganos celebraban algo parecido, así como sucedió con algunas fiestas del Antiguo Testamento, a pesar de eso, la iglesia en el Nuevo Testamento, así como en el Antiguo, puede usarlas para celebrar los poderosos hecho de Dios, quitando de esas fiestas todo lo supersticioso.
Cuando los cristianos hoy celebramos el nacimiento de Cristo no lo hacemos como los paganos que celebraban el renacimiento del dios sol, sino que hoy, los cristianos, celebramos el nacimiento del verdadero Sol de Justicia.

Cuando los cristianos celebramos la Navidad o natividad (nacimiento) de Cristo el enfoque principal de nuestra fiesta es manifestar al mundo, a nuestros hijos, a todos, que Dios nos envió el regalo más precioso que tenía: A su hijo Eterno.

La celebración cristiana evangélica de la navidad se diferencia radicalmente de cualquier otra celebración parecida que hayan tenido los paganos, pues nosotros festejamos y nos regocijamos porque un día, no sabemos en qué mes, allá en Belén, nació la Esperanza de Israel, nació el dador de la vida, nació el Redentor. Este es un hecho poderoso que debe mover a toda la cristiandad universal a gozarse y anunciar públicamente lo que Dios hizo.

Ahora, usted puede celebrarlo en el mes que lo desee, no tiene que ser Diciembre, es más, todos los Domingos, en el día del Señor, celebramos el nacimiento de Cristo, celebramos su muerte, su resurrección, su ascensión y coronación, incluso celebramos su pronta venida para reinar con su pueblo.

Así que cuando la iglesia cristiana celebra en Diciembre el nacimiento de Cristo, está continuando con ese espíritu celebrador y festivo que ha caracterizado al pueblo de Dios, desde el comienzo de la historia de la redención.

En Navidad entonamos salmos e himnos que proclaman, así como en los salmos bíblicos, las obras de Dios, e invitamos a los hombres para que acudan presurosos a Cristo, así como los pastores y los magos acudieron presurosos a Belén:

Oh ven, oh ven, bendito Emanuel, de la maldad rescata a Israel
Que llora en triste desolación, y espera ansiosa su liberación.

Suenen dulces himnos, gratos al Señor, y óiganse en concierto universal
Desde el alto cielo baja el Salvador para beneficio del mortal.
¡Gloria! ¡Gloria sea a nuestro Dios! ¡Gloria! Sí, cantemos a una voz.

Oh, pueblecito de Belén, durmiendo en dulce paz
Los astros brillan sobre ti con suave claridad:
Mas en tus quietas calles hoy surge eterna luz
Y la promesa de Emanuel se cumple en Jesús.

Al mundo paz nació Jesús, nació ya nuestro Rey;
El corazón ya tiene luz, y paz su santa grey.
Al mundo paz, el Salvador en tierra reinará
Ya es feliz el pecador, Jesús perdón le da.

Gloria a Dios en las alturas, que mostró su gran amor,
Dándoles a sus criaturas un potente Salvador.
Con los himnos de los santos hagan coro nuestros cantos
De alabanza y gratitud, por la divinal salud.

Un rústico techo abrigo le da; por cuna un pesebre, por templo un portal
En lecho de pajas incógnito está, quien quiso a los astros su gloria prestar.

Oid un son en alta esfera: “En los cielos gloria a Dios,
Al mortal paz en la tierra, canta la celesta voz
Con los cielos alabemos al eterno Rey,
Cantemos a Jesús que es nuestro bien, con el coro de Belén
Canta la celeste voz: En los cielos gloria a Dios.

Ángeles cantando están tan dulcísima canción;
Las montañas su eco dan como fiel contestación.
Gloria, en lo alto gloria, gloria en lo alto gloria a Dios.

Santa la noche, hermosa las estrellas, la noche cuando nació el Señor.
El mundo envuelto estuvo en sus querellas
Hasta que Dios nos mandó al Salvador.
Una esperanza todo el mundo siente,
La luz de un nuevo día sin igual;
Con gratitud postrados adoradle,
Oíd de lo alto la voz angelical,
¡Oíd, cantad! Nació el Salvador

Si tiene inquietudes respecto a este tema u otros relacionadas con las Sagradas Escrituras y la vida cristiana, por favor ingrese al blog http://forobiblico.blogspot.com/ Puede escribir al email jcbbenitez@gmail.com y enviar sus comentarios o preguntas.



[1] Los puritanos se opusieron a la Navidad por varias razones, la principal, porque ellos consideraban que solo podían incluir en su vida piadosa lo que la Biblia, en especial el Nuevo Testamento, ordenara. No querían tener nada que la Biblia no ordenara. También se opusieron a la Navidad porque, como significa su nombre en inglés, los católicos le llaman la Misa de Cristo (Christ – Mass), y, siendo evangélicos conservadores, no soportaron tener dentro sus prácticas nada que oliera a catolicismo. Otra razón es que los católicos habían convertido el 25 de Diciembre en un día de reposo, pero los puritanos solo podían aceptar como día de reposo el Domingo. Así que el 25 de Diciembre, los puritanos trabajaban con más ahínco y esmero.