viernes, 22 de junio de 2018

El velo en la mujer creyente por causa de los ángeles


Dio le continué bendiciendo...

Las dudas que tengo son la siguientes;
1-¿Están obligadas la mujer cristiana a usar el VELO para ministrar por que es señal de autoridad como lo dice en la 1ra carta a los corintios, es parte de la doctrina de cristo?
2- ¿Qué significa "por causa de los ángeles" a que ángeles se refiere o está hablando del Pastor?
3-¿Por qué se le atribuye el nombre de ángel al pastor en algunas enseñanzas? Como por ejemplo el mensaje a las 7 iglesias en Apocalípsis.

Gracias... Y perdone mi falta de conocimiento. 




Saludos fraternales.

Gracias por enviarnos sus preguntas.

¿Están obligadas las mujeres cristianas a usar el velo para ministrar en el culto de adoración? ¿En qué sentido es señal de autoridad? ¿Usar el velo es parte de la doctrina de Cristo?

Para responder esta pregunta, empezaremos leyendo la enseñanza que Pablo da al respecto en 1 Corintios capítulo 11:3-16:

3. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.
4. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.
5. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado.
6. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra.
7. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón.
8. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón,
9. y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
10. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
11. Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón;
12. porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.
13. Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?
14. La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?
15. Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.
16. Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.

En el capítulo 11 Pablo da instrucciones a la Iglesia de Corinto sobre el orden que se debe tener en el culto solemne a Dios. Instruye sobre el uso de los dones en el culto, sobre la celebración de la Cena del Señor y sobre la forma de orar en el mismo.
Pablo desea que la iglesia se consistente, tanto en el culto como en la vida diaria, de los principios de autoridad y sejeción que Dios ha dado a la raza humana. El hombre es cabeza, la mujer guarda sujeción.
Al parecer, la iglesia de Corinto estaba sobrepasando los límites del orden y la solemnidad, así como los de los roles dados por Dios al hombre y a la mujer.
Pablo quiere que los Corintos usen su razón renovada por el Espíritu para que analicen, y lleguen ellos mismos a conclusiones bíblicas, respecto a cuál es la mejor forma de adorar a Dios.
Por eso hace la pregunta retórica: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? La respuesta obvia es un contundente No. Pablo considera que el contenido del culto adoración es muy importante, pero también lo es la forma como las mujeres y los hombres se conducen en el mismo.  “Cuando uno asiste y participa en un culto, dedicado a adorar a Dios, uno debe hacerlo con decoro. Cuando adoramos al Señor nos acercamos a un Dios que mora en la santidad. Los ángeles cubren sus rostros en la presencia de Dios y dicen: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Is. 6:2, 3). Por eso, Pablo pregunta si es propio que una mujer ore a Dios con la cabeza descubierta. Se esperaba que ella siguiera las prácticas culturales de la época, esto es, que viniese a la iglesia vestida apropiadamente y que así participara del culto”[1].
¿Por qué Pablo ordena que la mujer no esté en el culto con la cabeza descubierta? Porque ella debe mantener su honor y dignidad femenina. En la cultura corintia esto se hacía llevando la cabeza cubierta. En esa época las damas honorables cubrían sus cabezas con velos para diferenciarse de los hombres. “Dios creó una diferencia distintiva entre hombres y mujeres, y desea que su pueblo muestre esta diferencia mediante una vestimenta apropiada. Si una mujer rehúsa seguir estos códigos, niega a propósito la diferencia que Dios ha establecido”[2].
Es por eso que Pablo, en los versos 14 y 15 apela a la naturaleza “para demostrar que las diferencias entre hombres y mujeres está basada en un orden natural que se origina en la creación. En otras palabras, Pablo afirma que las mujeres no tienen derecho a abandonar las normas culturales por el hecho de que son libres en Jesucristo. Más bien, Pablo quiere que vivan en armonía con el orden de la creación y que se mantengan dentro de las costumbres de su tiempo”[3].
Es por eso que él dice, cuando Dios nos creó, hizo a la mujer con la virtud de que su cabellera creciera más rápida y largamente que la de los hombres, y que esto se viera muy bien en la mayoría de culturas. Dentro del judaísmo, el helenismo, la cultura romana, y muchas otras; lo usual era que los hombres usaran el cabello corto, y las mujeres se lo dejaran crecer. “Epicteto fue un filósofo estoico que enseñó a mediados del primer siglo. Aún él habla de la diferencia que hay entre hombres y mujeres respecto al pelo. Concluye: “Por tanto, debemos preservar las señales que Dios nos ha dado. No debemos echarlas a la basura. Hasta donde dependa de nosotros, no debemos confundir los sexos que se diferencian de este modo”. Hasta este escritor pagano reconoce la diferencia que Dios creó y que hizo parte del orden de la creación”[4].
Los hombres judíos acostumbraban cortarse el cabello. Solo había unas contadas excepciones para ello. Como en el caso de algunos votos narareos, o por duelo. De lo contrario, se consideraba una deshonra para el varón.
Por el contrario, el cabello largo era la gloria de la mujer. Aunque Pablo no indica cuál es el largo de la cabellera que la mujer debe usar, ni indica qué clase de peinados debe llevar, si sienta el principio de que el cabello de la mujer debe ser más largo que el de los hombres. Ella debe tener un distintivo particular en el largo de su cabello que la diferencie de los varones. Su cabello largo es el gozo de su esposo.
Ahora, además del cabello largo, Pablo agrega que las mujeres deben usar un velo, como era costumbre en dicha cultura, como símbolo de que honran a sus esposos y le son sujetas.
Ahora, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Usan las mujeres de hoy día un velo o sombrero como señal de sujeción y honra hacia sus esposos en nuestra cultura occidental? Definitivamente no. Usar un velo hoy día, cuando en nuestra cultura no es costumbre, puede ser motivo de distracción en el culto de adoración. Pero, si hay un principio general que puede extraerse de estas instrucciones paulinas y es el siguiente: “Que la mujer sea distintivamente femenina en la forma en que se viste y usa el cabello, para que así pueda cumplir con el papel que Dios le dio desde la creación. Quiere que en su feminidad sea sumisa a su esposo. La belleza única de la mujer se manifiesta en forma gloriosa en la forma en que su cabello y su cuidado por las costumbres femeninas manifiestan su femineidad distintiva”[5].
Pablo concluye su instrucción sobre el velo como señal de sujeción en el culto, advirtiendo a aquellos miembros de la iglesia que suelen usar el lema de la libertad cristiana para no sujetarse a los principios y mandatos divinos. Pablo dice que él no le dedicará tiempo a los contenciosos, los cuales tienen por costumbre discutir todas las cosas, así sean mandatos bíblicos. Además, Pablo, y el resto de los apóstoles, respetan la norma de que todos asistan al culto vestidos apropiadamente para la adoración solemne.
Por último, ¿qué significa por causa de los ángeles? Debemos recordar que dentro de los miles de ángeles que Dios creó, un grupo se separó de la obediencia al Señor, mientras que los demás se mantuvieron fieles y sujetos a su creador.
Estos ángeles fieles son protectores y siervos de los santos. Ellos se complacen en contemplar la gloria de la gracia del Señor al salvar a pecadores y unirlos en un solo cuerpo, como enseña Pablo en la carta a los Efesios. Sería muy ofensivo para estos ángeles santos el hecho de ver que las mujeres en el culto de adoración no se mantienen fieles a su rol de sujeción, al no vestirse apropiadamente para ese momento tan solemne. Ellos estuvieron presentes cuando Dios creó al hombre y a la mujer, y conocen del rol y orden que Dios les asignó, al hombre el ser cabeza y a la mujer la sujeción, de manera que experimentarían una gran ofensa al ver cómo se viola ese orden dentro del pueblo del Señor.


¿Por qué en Apocalípsis se le atribuye el título de ángel al pastor?

El término ángel, en griego, significa, mensajero. En ese sentido, no sólo a los seres etéreis o espirituales que habitan cerca del trono del Señor se les dá esa designación, sino también a algunos hombres que fungieron como mensajeros, obispos o pastores.
Es absurdo pensar que en el mensaje a las siete iglesias, Jesús se esté dirigiendo a seres celestiales, pues, es difícil comprender en qué sentido ellos serían responsables de los pecados de las iglesias. Pero también es difícil pensar que Jesús se dirija a un pastor en singular, cuando la Biblia nos enseña que la voluntad de Cristo es el gobierno de la Iglesia a través de una pluralidad de ancianos. De manera que no es fácil llegar a determinar con precisión a qué se refiere el Señor con el ángel de la iglesia. Es probable que se refiera al cuerpo gobernante como un todo.


[1] Hendriksen, William. 1 Corintios. Página 414
[2] Hendriksen, William. 1 Corintios. Página 414
[3] Hendriksen, William. 1 Corintios. Página 414
[4] Hendriksen, William. 1 Corintios. Páginas 414, 415
[5] Hendriksen, William. 1 Corintios. Página 416

Es posible que un creyente termine imitando a sus padres en pecados terribles


Me da gusto saludarle pastor.
Sepa que he orado por usted y su vida, así como por su ministerio. Ruego a Dios que cada día le provea más de la sabiduría divina tan necesaria y vital en estos tiempos dentro del liderazgo.
Quiero hacerle una pregunta de manera muy especial y me gustaría que fuese anónima, si es que usted la publica en su blog. Es por respeto a la persona que tiene la inquietud acerca de lo que le preguntaré.

Cada creyente, por naturaleza, tiene cierta tendencia hacia el pecado. Es claro que algunas personas tienen una tendencia mayor a mentir así como otras a robar, así como otras a… ¿Esas tendencias hacia determinado pecado (siendo creyente) se basa en mis raíces parentales? Es otras palabras, ¿yo tengo la herencia de mi padre que fue una persona terriblemente pecadora y por ende yo tengo la tendencia al mismo pecado o formas de pecar?

Pregunto esto porque en estos días escuché a un querido hermano pastor que predicando decía que su padre era un criminal y que por ende, él temía ser de igual manera, un criminal. ¿Es esto posible siendo una nueva creación en Cristo?




Apreciado Héctor, saludos fraternales.

Gracias por enviarnos su pregunta. Lamentamos mucho la demora en responder, pero, hemos recibido tantas que, en ocasiones, puede pasar hasta un año para sentarnos a responderlas, a la luz de las Sagradas Escrituras.
Respecto a su pregunta, podemos decir lo siguiente:
Primero, la Biblia nos muestra, tanto por precepto como por ejemplo, que los hijos imitan a los padres, especialmente, en sus pecados.
Los hijos heredan la naturaleza pecaminosa de sus padres, la cual se recibió de Adán. Por eso, luego de la caída en el pecado, cuando Adán tuvo un hijo, ya no dice que fue engendrado a la imagen y semejanza de Dios, sino de Adán: “Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set” (Gén. 5:3). Cuando Adán pecó, en él pecaron todos los hombres, y en consencuencia, todos los hombres nacen con una naturaleza pecaminosa, inclinada siempre al mal: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). No solo se trata de la muerte física, sino de la muerte espiritual. Todos los hijos de Adán nos volvimos inútiles para hacer lo bueno según Dios, para obedecer sus leyes santas: “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulco abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Ro. 3:10-18).
Desde el principio mismo el ser humano, niños, jóvenes y ancianos, manifestó la inclinación natural que tiene hacia el pecado: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos, era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5).
El hombre, entonces, hacía el mal por la inclinación natural que llevaba dentro, es decir, por la naturaleza pecaminosa que recibía de sus padres, estando aún en el vientre (Se apartaron los impíos desde la matriz ( Sal. 58:3); He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Sal. 52:5). Además, para complicar más el asunto, los hombres no solo hacen el mal por la inclinación natural, sino por el aprendizaje o la imitación.
Un caso claro es el de Isaac, quien vio a su padre Abraham acudir dos veces al pecado de la mentira para librarse de un problema imaginario, en el cual se suponía que los habitantes de cierta región lo iban a matar a causa de su esposa, quien era muy hermosa (Gén. 12:13; Gén. 20:2). Aunque Isaac aún no había nacido, de seguro que conoció lo que hizo su padre, de manera que, cuando tuvo que enfrentarse con una situación imaginaria parecida, acudió al mismo pecado de la mentira: “Y los hombres de aquel lugar le preguntaron acerca de su mujer; y él respondió: Es mi hermana; porque tuvo miedo de decir: Es mi mujer, pensando que tal vez los hombres del lugar lo matarían por causa de Rebeca, pues ella era de hermoso aspecto” (Gén. 26:7).
Cuando vemos la historia de Israel, especialmente en sus momentos de vida espiritual más oscuros, encontramos que la mayoría de los hijos imitaron a sus padres en el pecado de la idolatría.
La realidad del ser humano es que los hijos terminan imitando a sus padres, especialmente en sus actos pecaminosos. Un padre borracho, fumador y mal hablado, será imitado por sus hijos en esta misma clase de pecados. Un padre estafador, mentiroso y perezoso, engendrará hijos que lo imitarán en estas maldades. Un padre inmoral, fornicario y adúltero, engendrará hijos que lo imitarán en estas perversiones. Ya entendemos porqué en Latinoamérica ha sido tan difícil erradicar la corrupción, pues, los hijos aprendieron de sus padres estas mañas, y las vuelven su práctica diaria en todos los aspectos de la vida.
Ahora, esto no significa que los hijos obligatoriamente deban terminar haciendo las mismas maldades de sus padres. Algunos hijos han roto con esa herencia de imitación y han cambiado el paradigma establecido. No obstante, lo más usual es que los hijos terminen imitando el pecado de sus padres.
Ahora, la buena nueva es que Cristo, a través del Evangelio transforma para siempre al hombre, dándole una nueva dida, infundiendo en él un nuevo principio de santidad y amor por la Ley santa del Señor; cambiando el chip antiguo de la inclinación hacia el pecado, y dándoles el Espíritu Santo, quien les lleva a andar en novedad de vida, en santidad, amor y rectitud. Por eso el apóstol Pablo pudo decir: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17). Es decir, si el padre fue un estafador, borracho, mal hablado o fornicario, el hijo, ahora en Crsito, ha roto con esa cultura de maldad, y en él ha empezado a obrar un nuevo principio de santidad que lo lleva a imitar a su padre, Dios, y no al diablo.
El apóstol Pablo le dijo a los creyentes de Corinto que ellos habían sido “fornicarios… idólatras… adúlteros… afeminados… homosexuales… ladrones… avaros… borrachos… maldicientes… y estafadores… mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:10-11). Cuando el Espíritu Santo obra en el corazón de la persona, y le da el nuevo nacimiento y la conversión, empieza una ruptura con el pecado, pues, ahora el propósito del Espíritu en él es conformarlo a la imagen de Cristo: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despodajo del viejo hombre, con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Col. 3:9-10).
La exposición constante a la Palabra de Dios, la oración sin cesar, el uso de los medios de Gracia, la asistencia a una iglesia bíblica donde se predique expositivamente y el consejo sabio de los pastores; serán instrumentos para la nueva criatura en Cristo crezca en santidad, abandonando los pecados que se habían constituido en práctica habitual de su alma, ya sea por la inclinación natural de su corazón o por el aprendizaje por imitación de sus padres o familiares.
Los cristianos somos exhortados a imitar a nuestro nuevo padre: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef. 5:1).
Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez

Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/