miércoles, 22 de enero de 2014

¿Según Hebreos 6, los creyentes pueden perder la salvación? ¿Cuál es la fiel interpretación de Hebreos capítulo 6?

Estoy frecuentando su sitio y encuentro temas de mucho interés para mí que siempre he tenido la necesidad de hablar y preguntar. Desde ya agradezco la disposición que tiene de tratar estos asuntos. 
Hay algo que no logro entender sobre la perseverancia de los santos, en el tema de que la salvación no se puede perder.
Por ej. El autor a los Hebreos que usted mismo menciona tendría confianza en la perseverancia de los santos es quien tambien dijo lo que está en Hebreos capítulo 6, donde parece mostrar que la salvación se pierde.



Imposible ser renovados para arrepentimiento. V. 4-6
El versículo 3 es como una introducción a lo que sigue en los pasajes 4 al 6, donde el autor enseña que para mucha gente el verdadero arrepentimiento ha llegado a ser algo imposible.
En los capítulos precedentes el autor ha estado exhortando a los lectores para que no sigan el mal ejemplo de los Israelitas que salieron de Egipto y fueron destruidos por Dios a causa de su incredulidad o apostasía.
En el capítulo 2:1 advirtió del peligro de deslizarse como consecuencia de no atender, de no obedecer las cosas que hemos oído, refiriéndose al Evangelio. Si el Señor envió sus juicios sobre los israelitas que no creyeron en las palabras dichas por medio de ángeles, es decir, en la Ley promulga por Moisés, cuánto más terrible será el castigo para los que desprecian el santo Evangelio del Hijo de Dios.
En los capítulos 3 y 4 el autor vuelve a insistir en el latente pecado de apostasía que pueden cometer los que alguna vez han escuchado la Palabra del Señor, pues, así como los israelitas en el desierto, es posible escuchar muchas veces la voz del Señor y es posible ver sus maravillas, y con todo endurecer el corazón, no prestar atención a sus palabras, lo cual es motivo de provocación para que su ira descienda sobre los incrédulos.
Y ahora en el capítulo 5 y 6, en medio del gran sermón sobre el sumo sacerdocio de Cristo, de nuevo se repite la advertencia contra los que cometen el pecado de apostasía o incredulidad.
En los versículos 1 al 2 del capítulo 6 el autor mencionó algunas doctrinas básicas de la fe cristiana, las cuales pueden ser confundidas o tienen un parecido con algunas prácticas o creencias de los judíos. De manera que algunos lectores de la carta se pudieron haber visto tentados a regresar al judaísmo ya que existía cierta similitud entre las doctrinas básicas de la fe cristiana y la fe judaica. Los judíos también tenían el arrepentimiento, la fe en Dios, los lavamientos o bautismos, la imposición de manos, y los fariseos creían en la resurrección de los muertos y el juicio de Dios. Así que aparentemente no había mucha diferencia entre el ser cristiano y el ser judío.
Por eso al autor considera importante que ellos avancen en la doctrina de Cristo, porque si solo se quedaban con esas doctrinas básicas estaban en peligro de regresar a su antigua fe, pero hacer eso significa apostatar de Cristo, abandonar a Cristo, lo cual representaría para ellos un gran peligro. Ellos necesitan comprender que solo Cristo es el verdadero Sumo sacerdote que puede interceder por ellos, lo cual será explicado en el capítulo 7.
Es en este contexto que el autor les dice a sus lectores que es imposible para los que una vez han gustado o escuchado o disfrutado del Evangelio, y luego retroceden, abandonando la fe cristiana, y levantándose en contra de Cristo, ser renovados para al arrepentimiento. Es decir, es difícil para alguien que ha cometido el pecado de apostasía, renovar su arrepentimiento y regresar a Cristo, a quien ha dejado, de manera consciente y con pleno conocimiento,  por otro sistema religioso.
¿Indica la palabra “imposible” la total y final imposibilidad de volver a Cristo, luego de haber apostatado de la fe?
 Aunque algunos comentaristas cristianos tratan de suavizar esta palabra argumentando que no se trata de una imposibilidad final, sino que más bien habla de una gran dificultad; la verdad es que la palabra usada por el autor (Adunaton) “niega de plano la posibilidad de la renovación de los apóstatas de Cristo”[1].
Ahora, ¿Qué es lo que los apóstatas de Cristo no pueden hacer? El versículo 6 responde: Ser renovados para arrepentimiento.
 Así como es imposible que Dios mienta (Heb. 6:18), así como es imposible que la sangre de los machos cabríos quiten el pecado (Heb. 10:4), así como es imposible agradar a Dios sin la fe (Heb. 11:6), de la misma manera es imposible para los apóstatas volver al arrepentimiento. En todos estos versículos se usa la misma palabra griega adunaton.
Ahora, al leer los versículos 4 al 6 pueden surgir muchas preguntas: ¿Quiénes son estas personas que no pueden renovar su arrepentimiento? ¿Se trata de verdaderos creyentes? ¿Cuál es el pecado del cual no podrán ser restaurados nunca más? ¿En qué sentido puede ser Jesús crucificado nuevamente y expuesto a ignominia? ¿Qué sucede con esta gente mencionada en el pasaje? ¿En qué sentido recayeron? ¿Indica la palabra renovados que algún día tuvieron verdadero arrepentimiento?
Analicemos los pasajes en su contexto y respondamos cada una de estas inquietudes.
¿Cuál es el pecado del cual no podrán ser restaurados nunca más? Según lo que hemos dicho en la introducción de esta sección, el autor de hebreos viene hablando de un pecado específico, el pecado de la apostasía. Este es el pecado del cual es imposible volverse al Señor. El autor no habla de otra clase de pecados, pues, las Sagradas Escrituras son claras en mostrarnos que los verdaderos creyentes pueden arrepentirse verdaderamente de pecados muy graves como: la desobediencia (Adán y Eva fueron aceptados por Dios luego de su pecado de desobediencia y posterior arrepentimiento), la borrachera (Noé), la mentira (Abraham e Isaac quienes mintieron en el caso de sus esposas diciendo que eran sus hermanas), adulterio (David), Negar a Jesús momentáneamente (Pedro), entre otros.
Aunque es necesario apresurarnos a decir que ninguno de los santos mencionados quedó impune por su pecado. Todos ellos recibieron el justo merecido de su maldad. Ningún verdadero creyente se sentirá cómodo justificando su propio pecado arguyendo que los santos en la biblia pecaron, pues, pensar así solo es característico de los impíos. Los creyentes sienten vergüenza de sus pecados y aborrecen sus vidas cuando han ofendido la Ley santa del Señor, el verdadero santo exclamará “miserable de mí” y nunca buscará justificación para su maldad en los pecados de los demás.
Un creyente podrá caer en pecados muy graves, sufrirá las consecuencias de ello, pero si realmente conoció al Señor volverá arrepentido ante este, de la misma manera como lo hicieron los santos en la Biblia. El Salmo 51 es un retrato del proceso de arrepentimiento verdadero:
- Busca la piedad y la misericordia del Señor (v. 1)
- porque sabe que sus pecados son una afrenta contra el Dios santo, los considera como una rebelión contra aquel que nos ama tanto (v. 2)
- Sus pecados son considerados por el creyente arrepentido como una gran maldad de la cual debe ser limpiado (v. 2)
- El creyente no puede estar tranquilo un minuto de su vida, luego de saber que ha pecado contra el Dios santo, hizo gran rebelión (v. 3)
- Aunque haya causado daño a otros, y se ha hecho daño a sí mismo con su pecado, lo más terrible es saber que todo pecado nuestro se levanta contra Dios, cuyos ojos están mirando nuestra maldad. (v. 4)
- Cuando el creyente ha pecado su conciencia queda impactada por la realidad que nos aqueja a todo mortal, somos pecadores desde que estamos en el vientre de nuestra madre (5)
- El pecado nos deja con una sensación de horrenda suciedad, y por eso el arrepentido busca la limpieza de su maldad (v. 7)
- En el verdadero creyente el pecado produce tristeza, dolor, angustia, abatimiento de espíritu, lo cual le lleva al verdadero arrepentimiento (v. 8)
- Su estado de humillación es tan grande que no quiere que los ojos del Señor le vean en ese estado, siente vergüenza delante de Su santa presencia. (v. 9)
- Se hace consciente de que aún su corazón no es perfecto, falta mucho por crecer en el amor a Dios, el pecado cometido le deja ver su falta de madurez espiritual, y por eso pide con súplicas y ruegos que el Señor le transforme cada día más y más. (v. 10)
- El creyente que ha pecado teme ser echado delante de la presencia del Señor a causa de su pecado, como dice el autor de Hebreos: queda con una horrible expectación de fuego, no porque el Señor lo vaya a arrojar al infierno, sino porque este creyente conoce la santidad de Dios, y sabe que Dios no soporta el pecado delante de su presencia.
- No puede experimentar el gozo de su salvación, en medio de su pecado se siente como un miserable pecador y hasta duda de su salvación, el pecado le lleva a quitar los goces de la reconciliación con el Señor, el pecado no le quita la salvación, pero si el disfrute de la misma. (v. 12)
Así que el pecado en el creyente tiene perdón, como dice 1 Juan 1:9-10 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros
Pero el autor de Hebreos nos dice que hay un pecado del cual no es posible conseguir el arrepentimiento, y ese pecado es la apostasía, la incredulidad.
Ahora, el autor de la carta no está enseñando algo contrario a la doctrina de la perseverancia de los santos o la seguridad de la salvación eterna, pues, el Espíritu Santo no se contradice a sí mismo, y en muchas partes de las Escrituras, como ya lo estudiamos en el capítulo 2, se enseña claramente las doctrinas de la perseverancia final y la seguridad eterna de nuestra salvación.
No obstante el autor de la carta está presentando un serio peligro en el cual pueden caer algunos que incluso pueden ser miembros de iglesias cristianas como la receptora inicial de esta carta.
Ahora pasemos a la siguiente pregunta.
¿Quiénes son estas personas que no pueden renovar su arrepentimiento? ¿Se trata de verdaderos creyentes?
Considero de gran importancia observar que el autor, siendo su costumbre identificarse con los lectores de la carta, cuando da exhortaciones, usando las palabras “es necesario que atendamos (2:1), “Temamos” (4:1), “retengamos nuestra profesión” (4:14), “vamos adelante a la perfección” (6:1); siendo su costumbre identificar a los lectores y incluyéndose él mismo en cada una de las exhortaciones, ahora en estos pasajes (6:4-6) no incluye a los lectores ni se incluye él mismo entre los que recaen o cometen el pecado de apostasía, sino que ahora dice “...es imposible que los que una vez...
Ahora ¿Quiénes son estas personas que no pueden ser renovadas para el arrepentimiento? ¿Qué les ha caracterizado?
El autor responde a esto con cuatro participios: fueron iluminados, han gustado, han participado y han gustado.
Algunos comentaristas creen que estos cuatro elementos hacen referencia a las experiencias de la vida cristiana como el bautismo, la santa cena, la ordenación y la proclamación, es decir, que esta gente apostata participó de estos elementos distintivos de la vida cristiana.
Analicemos cada uno de estas declaraciones:
Los que una vez fueron iluminados. (v. 4). La declaración una vez hace referencia a un momento especial y único en el cual esta clase de personas reciben la luz del evangelio. Muchos comentaristas cristianos creen que aquí hace referencia al bautismo, el cual se da una sola vez en la vida cristiana. El bautismo se da como una señal externa de esa luz interna que el Señor ha obrado en la persona a través del evangelio. En los primeros siglos de la cristiandad se acostumbraba a bautizar a las personas en el amanecer, simbolizando esto que ellos dejaban la oscuridad y ahora estaban bañados por la luz de Cristo. Ahora, el verbo “iluminado” tiene también el significado de “conocimiento de la verdad”, tal y como aparece en Hebreos 10:26.
Aquellos que creen en la posibilidad de la pérdida de la salvación dirán que esta gente era salva porque habían conocido la verdad y porque habían sido bautizados, pero, ¿el ser iluminados con algo de la verdad cristiana significa que la persona ha sido regenerada? ¿El bautizarse conforme al rito cristiano significa que la persona es salva?
Veamos en las Sagradas Escrituras algunos ejemplos:
- Jesús fue muy claro cuando dijo “el que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere será condenado” Mar. 16:16. El bautismo, para representar lo verdadero debe ser precedido por el creer sincero, el creer en Cristo, porque lo único que garantiza en mí que realmente he sido regenerado, que realmente soy salvo es la fe en Él, pues, seré condenado, no por no bautizarme, sino por no creer. Así que muchas personas pueden proceder al bautismo, pueden recibir alguna luz del Evangelio, pues, si se bautizan es porque han comprendido algo del evangelio, pero no necesariamente han sido regenerados. En Hechos 8 se narra el caso del gran avivamiento que se dio en la ciudad de Samaria luego de la primera persecución que se desató en Jerusalén. Los creyentes iban por todas partes anunciando el evangelio (8:4), dentro de ellos estaba Felipe, quien llega a Samaria, y bajo su predicación se dan masivas conversiones. Uno de los conversos es un mago que engañaba a las gentes con sus artes mágicas (8:9-12), el cual recibe alguna luz del evangelio predicado por Felipe y hace profesión pública de su fe, de su conversión, bautizándose con el resto de conversos (8:13), pero a pesar de su testimonio público de fe en el Evangelio, a pesar de haber sido bautizado en una iglesia bíblica, la condición espiritual de su alma continuaba siendo de esclavitud, como luego le dirá Pedro, en respuesta a una propuesta anticristiana que este mago había hecho, al pretender dar una siembra económica al apóstol con el fin de recibir una unción especial para ministrar el Espíritu Santo a los demás: “Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tu parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (8:20-23). Los cristianos hemos sido libertados del pecado, la verdad nos ha hecho libres, no estamos en prisiones de maldad. Simón había recibido alguna luz, pero no era regenerado, y la historia de la iglesia patrística confirma esto, pues, se dice que Simón continuó practicando la magia y trató de estorbar la predicación cristiana.
Gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. ¿Qué pudiéramos pensar de alguna persona que luego de haber sido bautizada participa de la Santa Cena y en los cultos es ministrado por los distintos dones que el Señor ha dado a la iglesia? Pudiéremos afirmar que esta persona ha gustado del don celestial. Ya sea que la declaración don celestial haga referencia al pan de la Cena que simboliza a Jesús, el verdadero pan del cielo o don del cielo, o al Espíritu Santo que descendió del cielo, la idea es que esta clase de personas que apostatan de la fe, han recibido algunos o muchos beneficios espirituales.
Ahora, los que creen en la posibilidad de que un verdadero salvo pierda su salvación, ven aquí a un nacido de nuevo, lleno del Espíritu Santo, perdiendo su salvación. Pero, creo que afirmar eso es ir más allá de lo que el pasaje dice, pues, en las Sagradas Escrituras se nos mencionan algunas personas que, habiendo participado de la Cena del Señor y habiendo disfrutado de los dones y la presencia del Espíritu Santo, nunca fueron tenidos como salvos, eran incrédulos, no regenerados.
El Espíritu Santo puede obrar en una persona algunas cosas, sin que esto signifique que el tal ha sido regenerado, pues, el Espíritu Santo no solo obra en el converso con su gracia especial, sino que también obra en el incrédulo con su gracia común.
Uno de los casos más conocidos en la Biblia es Saúl, quien profetizó porque el Espíritu de Dios vino sobre él con poder (1 Sam. 10:10), pero la historia de este rey impío nos muestra que no era un regenerado, se complacía en desobedecer y desechar la voz del Señor, vez tras vez mostró que no se agradaba en obedecer al Señor, su pecado fue algo repetitivo, constante, lo convirtió en una práctica, de manera que mostró no tener un corazón regenerado, como dice 1 Juan 3:8: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio”. No obstante, Saúl profetizó por obra del Espíritu Santo, pero esto no significa que el Espíritu le había regenerado.
En las Sagradas Escrituras también se nos menciona el caso de Balaam, el adivino hijo de Beor. Este profeta pagano conocía algo del Señor, había recibido cierta luz de la verdad y tenía algún temor de Jehová, pues, cuando los gobernantes de Moab le piden que maldiga a Israel en su paso por el desierto, Balaam les dice que debe esperar respuesta de Dios (Números 22:8). Por cierto, Dios habla con él. Pero por el resto de las Escritura entendemos que este Balaam era un falso profeta, un no creyente, al cual siempre el Espíritu Santo lo pone como ejemplo de falsedad dentro de la verdadera religión, de allí que Pedro diga: “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad... luego Pedro dice que todos los que son como Balaam son fuentes sin agua, para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre... ellos mismos son esclavos de corrupción...” (1 Pedro 2:15-19). Este hombre era un réprobo, un incrédulo, pues, Cristo dice que los que son de él ya no son esclavos, sino libertos, porque la verdad nos ha hecho libres. Balaam nunca fue libre de su codicia, porque nunca fue un regenerado, nunca fue un salvo, pero el Señor lo usó para bendecir tres veces, a través de una palabra profética a la nación de Israel.
Otro caso de personas que gustaron y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, pero que nunca fueron regenerados, que nunca fueron salvos es el caso de Judas. El estuvo entre los doce que recibieron del Señor autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia... Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios, de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:1,8). Este Judas fue uno de los setenta que regresó con gozo luego de salir en una gira misionera, y se presentó ante Cristo diciendo: “... aún los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Luc. 10:17), pero el final de la respuesta de Jesús deja ver que muchos podrán ser participes de algunas obras del Espíritu Santo, sin que necesariamente el Espíritu está obrando en ellos la regeneración, pues, Cristo les dice: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Luc. 10:20). Algunos de los setenta que echaron fuera demonios no eran salvos, no estaban inscritos en el libro de la vida, nunca lo fueron. Pero pudieron echar fuera demonios y sanar enfermos. Jesús dice que esto se puede hacer solo por el poder del Espíritu Santo: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios...” Mt. 12:32.
Mucha gente que degustó o fue hecha partícipe, en cierto sentido, del Espíritu Santo, al final recibirán una palabra de condenación, porque ellos nunca conocieron al Espíritu Santo, nunca fueron obedientes a él, así como Saúl, Judas o algunos de los setenta, solo quisieron disfrutar de algunas obras sobrenaturales del Espíritu, pero nunca estuvieron bajo la influencia salvadora de él. no perdieron la salvación porque nunca la tuvieran, a pesar de estar tan cercanos al que puede convencer de juicio, justicia y pecado, ellos prefirieron mantenerse con sus corazones incrédulos. Por eso, al final de los tiempos, muchos vendrán a Cristo y le dirán: “... Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces Jesús les dirá: “...Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:22-23), es decir, nunca fueron salvos, si el Señor nunca los conoció es porque nunca hubo una obra de regeneración en ellos.
Muchas personas participaron del Espíritu Santo cuando en medio de la congregación de los santos se manifestaron los dones que él otorga, ellos se beneficiaron en alguna medida de la predicación de la palabra, de la profecía, el don de ciencia, hasta del don de sanación, pero a pesar de estos beneficios temporales, su corazón continuó en rebeldía contra el Salvador.
Gustaron de la buena palabra de Dios. Este gustar indica disfrute, es decir, que estas personas disfrutaron o se gozaron al recibir la predicación de la Palabra del Señor, tal como pasó en la parábola del sembrador.  (Mt. 13:18-23).
La mala tierra, en esta parábola, representa los corazones de los hombres que permanecen en incredulidad, es decir, los no regenerados, y la buena tierra representa el corazón del creyente, aquel que fue regenerado por el Espíritu Santo. Jesús nos habla de tres clases de mala tierra.
Primero la de junto al camino, esta clase de personas son las que no muestran ningún interés por las cosas espirituales, pueden escuchar un poco la predicación pero ellos se mantienen en ignorancia y desinterés por su salvación, Satanás,  a quien se le llama aquí el malo, arrebata la poca palabra que pudo quedar sembrada en su corazón y en esta persona no pasa nada, no hay señales de conversión ni interés en iniciar la vida cristiana.
Segundo, la de los pedregales. Esta gente si muestra interés en la predicación de la palabra, tanto que la reciben con gozo, hay fervor. Ellos manifestarán que por fin encontraron lo que buscaban y estarán dispuestos a iniciar la vida cristiana, a cumplir con los primeros pasos de la fe, tal vez se bauticen, participen de la Santa Cena, y hasta anhelen servir en la iglesia, disfrutarán de la comunión con los santos y escucharán con atención la predicación de la Palabra del Señor. Todo estará de maravilla mientras el ser cristiano no implique sufrimientos para ellos, pues, una vez que lleguen las aflicciones  o la persecución por causa de la Palabra, tropiezan, y retroceden.
Ahora, no fue que estos llegaron a ser salvos y luego perdieron la salvación por retroceder, no. Ellos retrocedieron porque no tenían raíz en sí, no había obra de regeneración, no eran salvos. Todo era mero entusiasmo, meras emociones, pero al no tener una obra de conversión generada por el Espíritu Santo, para ellos es fácil regresarse del camino que habían empezado.
John Bunyan nos ilustra el caso de los que reciben la palabra con gozo y luego retroceden, a través de su personaje llamado FLEXIBLE. Flexible, al ver la angustia de Cristiano por la inminente destrucción que vendrá sobre la ciudad pecaminosa donde vive, y ver cómo él emprende un peregrinaje para llegar a la ciudad de Sión, donde tendrá seguridad eterna; decide también acompañar a Cristiano en su viaje y emprende el peregrinaje de la vida cristiana. En el camino Flexible le pregunta a Cristiano si él está seguro que la destrucción vendrá sobre la ciudad donde ellos vivían, y si también está seguro de que al atravesar la puerta angosta encontrará la ciudad llena de luz donde estarán a salvo, a lo cual cristiano responde con un rotundo sí, y lee algunos pasajes de las Sagradas Escrituras. Cuando Flexible escucha estos pasajes de la Biblia que hablan de las glorias de la ciudad de Sión, él dice que su corazón salta de alegría y su alma es arrebatada de entusiasmo, tanto que motiva a Cristiano a caminar más aprisa. Pero Cristiano le dice que no puede ir tan aprisa como quisiera porque todavía lleva una carga pesada en sus hombros, refiriéndose a sus pecados. Lo extraño es que Flexible parece no llevar ninguna carga en sus hombros. Pero muy pronto, estando en esta conversación, tanto Cristiano como Flexible caen en el Pantano del Desaliento, donde se hunden en medio del fango y les cuesta mucho salir de allí. Flexible entonces se enoja contra Cristiano, y le reclama por la falsedad de sus palabras, pues, cómo es posible que él le prometa encontrar una ciudad donde habrá gozo perpetuo, si el inicio del camino es tan doloroso y difícil, luego de decir esto y enojarse contra Cristiano decide regresar a la ciudad de Destrucción, de donde había salido inicialmente.
Tercero, la de los espinos. Esta clase de personas también escucha la predicación de la Palabra, y por algún tiempo pueden caminar en la vida cristiana, pero su corazón no regenerado sigue apegado a las cosas de este mundo, a las riquezas, a los placeres terrenos, y así como los israelitas luego de ser rescatados de la esclavitud egipcia, añoran las comidas de Egipto, anhelan los placeres del mundo, y en vez de luchar contra ellos, se devuelven del camino para dejarse atrapar nuevamente por el engaño de las riquezas. Aquí tampoco hubo regeneración, pues, el creyente verdadero anhela las riquezas que duran para siempre, es decir, las espirituales.
Creo que Judas es uno de los ejemplos más claros de aquellas personas que pueden gustar por un tiempo de la Palabra del Señor, que logran caminar bajo su luz, pero luego la abandonan, a pesar de conocerla, debido a que el mundo de pecado todavía gobernaba su corazón. También Demas, quien luego de trabajar en la obra misionera al lado de Pablo, le abandona amando mas a este mundo (2 Ti. 4:10).
Y asimismo gustaron... de los poderes (dunameis) del siglo venidero. Para comprender esta frase es necesario analizar qué significa “poderes” y qué significa “siglo venidero”. Estos poderes hacen referencia a las señales, y prodigios y diversos milagros que el autor mencionó en el 2:4 (diversos poderes - dunamesin). En Hechos 8:13 Simón el mago está atónito al ver las señales y grandes poderes que se hacían. Allí se usa la palabra griega dunameis, la cual significa literalmente poderes, pero que es traducida en la Reina Valera como milagros.
Ahora, estos milagros o poderes corresponden al siglo venidero. ¿Qué es el siglo venidero? En Mateo 12:32; Marcos 10:30; Lucas 18:30 se usa esta expresión para hacer referencia a la era futura, a la manifestación plena del reino de Dios, a la consumación de la redención, cuando entremos al estado eterno y las glorias de la salvación se dejen ver en toda su plenitud. Solo en esa era dorada, que nunca tendrá fin, conoceremos de manera plena los poderes sobrenaturales, pero ahora, como un adelanto, podemos ver algunas de estas obras maravillosas. Las obras poderosas hechas en la era apostólica y obradas también por Jesucristo son un adelanto del establecimiento final del reino de Dios, es decir, el siglo venidero: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”. Mt. 12:28.
Las Sagradas Escrituras nos muestran claros ejemplos de personas que, habiendo sido beneficiadas por los poderes del siglo venidero, se levantaron en contra de Dios y fueron desechadas:
- Los israelitas. Desde la liberación de Egipto, hasta la entrada a la tierra prometida, ellos vieron, vez tras vez cómo el poder de Dios obraba para favorecerles. Vieron cómo el Señor castigó con las plagas al Faraón y a todo Egipto, mientras que ellos eran cuidados por el poder de Dios y esas plagas no les afectaban. Cuando estaban saliendo de Egipto el Señor obró milagrosamente abriendo camino seco en medio del mar y destruyendo a sus enemigos. Luego en el transitar por el desierto los poderes de Dios obraron a favor de todos ellos: una nube les protegía de los rayos del sol durante el día, y en la noche una columna de fuego los iluminaba y guiaba. El Señor enviaba milagrosamente un pan del cielo, de manera que tuvieron siempre alimento. Cuando la sed les acosó, el Señor obró poderosamente haciendo brotar agua de la piedra, en medio de los sequedales. Cuando se les antojó comer carne, el Señor envió milagrosamente codornices. Cuando los enemigos eran más fuerte que ellos, el Señor les ayudó derrotando a sus adversarios. Milagro tras milagro, poder tras poder, pero a pesar de haber recibido tanta luz, de haber visto la gloria del Señor, de haber escuchado su voz en el Sinaí, muchos de ellos se levantaron contra su Salvador en incredulidad, rechazaron esta luz, y luego de haberse beneficiado de tantas obras milagrosas, mostraron su falta de fe y fueron desechados, como dice el Salmo 95:9-22 “Donde me tentaron vuestros padres, me probaron y vieron mis obras. Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije: pueblo es que divaga de corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo
- En el tiempo de Cristo muchas personas fueron beneficiadas por los poderes del siglo venidero. Miles de personas recibieron milagros poderosos de parte del Señor: cientos de endemoniados fueron liberados, sordos, mudos, leprosos, cojos y paralíticos recibieron salud en sus cuerpos. Miles de personas fueron alimentadas milagrosamente, muchos fueron resucitados. Otros, aunque no recibieron milagros, vieron los poderosos hechos de Jesús. No obstante, la gran mayoría de ellos no quiso seguir al Salvador. Por eso Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios el Padre” Juan 6:26-27
- En la historia de la iglesia. Hemos conocido a muchas personas que han recibido algún beneficio de los poderes del siglo venidero: salud en su cuerpo, librados de grandes problemas, no obstante luego se apartan. Prefirieron recibir los beneficios temporales de la gracia, en vez de buscar lo eterno, lo celestial.
¿Qué pasó con estas personas que fueron iluminadas, que gustaron del don celestial, que fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del Siglo venidero? Recayeron. ¿Qué significa recaer?
Los intérpretes de las Sagradas Escrituras han dado varias respuestas:
Primero, algunos creen que el autor no está afirmando la real posibilidad de que alguien pueda recaer, sino que es un caso hipotético, es decir, se trata de un hombre de paja, un hombre no real. Por eso algunos traductores prefieren anteponer a la palabra caer o recaer el condicional “Sí”, es decir, “Si recaen...”, pero que el autor está tratando de afirmar que no es posible para estas personas el recaer.
Segundo, otros, como Tertuliano, exageran esta afirmación al punto de decir que no puede haber arrepentimiento de los pecados cometidos después del bautismo, especialmente para los que cometen pecado de adulterio y fornicación.
Ninguna de las dos interpretaciones se ajusta al contexto del pasaje.
El autor ya ha hablado sobre el pecado de la apostasía como algo real en lo cual podían caer algunos de los miembros de la iglesia receptora de la carta. No se trata de una utopía o de una posibilidad remota. Es un pecado que está cercano, como dice Bruce “La advertencia de este pasaje era una advertencia real contra un peligro real, un peligro que aún está presente mientras un “corazón malo de incredulidad” pueda “apartarse del Dios vivo” cap. 3:12”[2].
Siendo tan constantes las advertencias que el autor da sobre el pecado de la apostasía, se deduce entonces que algunos lectores estaban corriendo el riesgo de caer en dicho pecado. ¿Significa esto que un salvo o un regenerado puede cometer el pecado de apostasía y perderse definitivamente?
Bueno, ya hemos afirmado en estudios anteriores, por las Sagradas Escrituras, que un salvo no puede perderse. Tiene la seguridad eterna de la salvación. Pero ¿Cómo saber si realmente una persona es salva? La Biblia nos dice que un distintivo especial del salvo es la perseverancia hasta el fin, Jesús dijo: “El que perseverare hasta el fin este será salvo”. La perseverancia en la fe cristiana es una muestra de que en esa persona hay obra de regeneración. Ahora, esto no significa que soy salvo porque he perseverado, pues, entonces la salvación sería por obras, y las Sagradas Escrituras siempre nos muestran que la salvación es por gracia, por fe, no por obras. Pero también nos muestra que esta fe salvadora se evidencia en obras de justicia, en perseverancia.
Pero ¿Acaso no hay contradicción entre la doctrina de la perseverancia y seguridad de los santos y la advertencia del peligro de apostasía que hace el autor de Hebreos a los cristianos?
No hay tal contradicción, pues, el autor no sabe quiénes de los receptores son regenerados y quiénes no. El está dando una advertencia a una iglesia, la cual está compuesta por gente que está conociendo cada día más del Salvador, pero donde algunos ya le conocen de manera personal y han sido regenerados y otros aún no han sido regenerados, aunque están caminando en la vida que les puede conducir a tener fe real en Cristo.
El advierte a todos, porque esa es la responsabilidad de un pastor. Constantemente debe estar dando exhortaciones a los miembros de la iglesia, porque algunos aún no han madurado en la fe, porque algunos no han entrado al reposo, algunos aún están en peligro de regresarse del camino que han emprendido. No son salvos, no son regenerados, pero ya han dado algunos pasos en la vida cristiana.
Algunos miembros de nuestras iglesias se encuentran en el peligro de seguir los pasos de los israelitas en el desierto, como dice Kismetaker: “Los israelitas que cayeron en el desierto habían puesto sangre sobre las jambas de sus puertas en Egipto, habían comido el cordero de la pascua; habían dejado a Egipto atrás, consagrados sus primogénitos al Señor y cruzado el mar Rojo; habían podido ver la columna de nube durante el día y la columna de  fuego durante la noche; habían gustado las aguas de Mara y Elim y habían comido diariamente el maná que Dios proveía; habían oído la voz de Dios desde el Monte Sinaí cuando él les diera los diez mandamientos (Éx. 12-20). Y con todo, estos israelitas endurecieron sus corazones con incredulidad, y por su desobediencia cayeron y se apartaron del Dios vivo (He. 3:12, 18; 4:6, 11).”[3]      
Estos israelitas día tras día endurecían su corazón contra la Palabra del Señor. A pesar de haber vivido y gustado de tantas bendiciones espirituales, ellos, de manera consciente, voluntaria y deliberada, se oponían a la voz de Dios, este es el inicio de la apostasía. Esto es recaer. Que habiendo conocido muchas cosas de la Palabra de Dios y habiendo disfrutado de algunos beneficios de la vida cristiana, una persona, de manera consciente rechace el mensaje divino.
Ahora, el pecado de apostasía no se comete de la noche a la mañana, es un proceso gradual. Empezamos rechazando algunas doctrinas o mandatos y luego terminamos rechazando al salvador.
Un ejemplo actual son las iglesias protestantes apóstatas de hoy, entre las cuales puedo mencionar a algunas denominaciones presbiterianas, anglicanas o episcopales, luteranas, reformadas y pentecostales. Algunas de estas denominaciones en USA y Europa iniciaron como verdaderas iglesias cristianas. Conocían y vivían conforme a la doctrina bíblica. Pero algún día, a uno de sus pastores se le dio por amoldarse un poco a la filosofía de la época, por ejemplo, se amoldó al feminismo reinante, no quiso que la sociedad viera a la iglesia como una institución anticuada que todavía establece diferencias entre los roles que Dios designa para los hombres y los roles para las mujeres, entonces, abandonó la clara enseñanza de las sagradas Escrituras y suprimió esta diferencia. Al inicio solo designó a algunas damas para que predicaran en algunos cultos de la iglesia, luego no tuvo problema en “ordenar” a algunas diaconisas, luego le pareció que no era tan violatorio de los mandatos divinos el ordenar a algunas damas al ministerio pastoral, a pesar de la prohibición bíblica, pero habiendo iniciado el camino de la apostasía, es decir, rebelarse conscientemente en contra de los mandatos claros de la Palabra de Dios, no tiene problemas en continuar rebelándose en contra de todos los principios escriturales. Hoy día estas iglesias están ordenando lesbianas y homosexuales al ministerio, favorecen el divorcio, no tienen problemas con el aborto, niegan la divinidad o exclusividad de Jesús como Salvador, se unen ecuménicamente con los judíos, musulmanes, chamanes y brujos. Ellos han caído en grave estado de apostasía.
Esto es lo que significa recaer.
¿Por qué no pueden ser renovados otra vez para arrepentimiento? ¿Acaso hay algo imposible para Dios?
Es importante resaltar que en las exhortaciones anteriores el autor usa, casi siempre, el pronombre en primera y segunda persona nosotros y vosotros, pero aquí en el verso 6, usa pronombres en tercera persona aquellos y ellos. “Porque es imposible…y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento”.
El significado más probable de esta declaración es que es imposible que una persona sea traída nuevamente al arrepentimiento, luego de haberse apartado del Dios vivo. ¿Por qué? Porque su corazón se ha endurecido de manera que ya no puede, ni quiere volver al Dios verdadero.
¿Acaso el Señor no podrá regenerar su corazón? Bueno, si el Señor lo quiere hacer, entonces lo hará, pero, es posible que el autor también nos esté diciendo, que en el caso de un apóstata Dios no quiere traerlo al arrepentimiento nuevamente. Este pasaje guarda una estrecha relación con 1 Juan 5:16 “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará la vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida” o Lucas 12:10 “A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado”.
El pecado de apostasía es uno de esos pecados del cual no hay vuelta de hoja, no es posible el arrepentimiento, por dos razones: La persona que ha endurecido su corazón nunca procederá al verdadero arrepentimiento, porque a este le ha acontecido lo mismo que el efecto producido por una vacuna, en el cual, a la persona se le inocula una pequeña dosis del virus o el veneno, de manera que se vuelve imposible que el virus completo o el veneno le haga daño; así sucede con alguien que habiendo conocido la verdad, habiendo recibido un poco de la luz del evangelio y disfrutado de algunos beneficios de la fe cristiana, luego se aparta, rechazando de manera voluntaria y deliberada al salvador, él ya está inmunizado para proceder al arrepentimiento.
La segunda razón es que la persona que comete pecado de apostasía se encuentra bajo la ira de Dios, su paga será la condenación eterna, así como Dios no perdonó a los israelitas apóstatas y los destruyó en el desierto de su peregrinaje, de la misma manera, estos rebeldes están destinados para recibir la justa condenación por su pecado, ¿Porqué este pecado es tan grave? Porque ellos crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, exponiéndole a vituperio.
Ahora, esto no significa que ellos crucifiquen literalmente al Señor Jesucristo o que lo vuelvan a exponer a vituperio, es una metáfora, la cual indica la gravedad del pecado de apostasía.
Ahora, como dice Kistemaker “El que ha caído de este modo declara que Jesús debiera ser eliminado. Así como los judíos querían sacar a Jesús de esta tierra y por ello lo alzaron del suelo en una cruz, del mismo modo el apóstata le niega a Jesús un lugar, lo destierra de este mundo y, metafóricamente, crucifica otra vez al Hijo de Dios. De esta manera trata a Jesús con persistente menosprecio y escarnio, y con pleno conocimiento comete el pecado para el cual ya no existen ni arrepentimiento (6:6) ni sacrificio (10:26). El pecador puede esperar el juicio de Dios que llegará a él como “un fuego devorador que consumirá a los enemigos de Dios” (10:27)[4]
En conclusión, la exhortación de Hebreos 6:4-6 está dirigida a las iglesias, a todos los miembros de todas las iglesias cristianas, pues, el pecado de apostasía no lo puede cometer el que no conoce nada del evangelio, o el incrédulo que nunca asiste a la iglesia, no, este pecado lo cometen aquellos que como Israel, han salido de Egipto, han visto los poderosos hechos del Señor, han escuchado la palabra del Señor, ha sido bautizado pasando por en medio del mar, ha comido el don celestial, el maná, han sido beneficiado por los dones del Espíritu, y a pesar de haber recibido tanta luz, deciden de manera voluntaria y consciente rechazar a Cristo, rechazar el amor del Padre blasfemando así contra el Espíritu Santo.
Es una advertencia para todos.



[1] Robertson, A. T. Comentario al texto griego del Nuevo Testamento. Clie. Página 615
[2] Bruce, F. F. La epístola a los Hebreos. Desafío. Página 124
[3] Kistemaker, Simón. Hebreos. Desafío. Página 192
[4] Kistemaker. Hebreos. Página 194