viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Puede un cristiano perder la salvación?

¿Puede un cristiano perder la salvación?


Esta es una de las preguntas que muchos creyentes se han hecho desde tiempos prístinos de la fe cristiana, y no es para menos, pues, se trata de un tema que se relaciona con esta vida y con la eternidad.

Las Sagradas Escrituras enseñan, desde el principio y hasta el fín, que la salvación es por gracia:

- Adán y Eva recibieron el perdón de sus pecados sin que ellos tuvieran que hacer nada para ello. Dios mató a un animal substituto, su pecado fue cubierto y ellos disfrutaron de la reconciliación con Dios: “

- Abel fue acepto ante Dios, no por ninguna obra que él hubiese hecho, sino por la fe que tenía en su corazón en la gracia de Dios que recibía con agrado la ofrenda procedente de un corazón lleno de fe:

- Abraham fue justificado ante Dios solo por la fe, sin necesidad de obra alguna:

- Los creyentes en el pueblo de Israel no debían hacer obra alguna para ser salvos, sino solo tener fé en el sacrificio de Cristo, tipificado por los sacrificios de los animales en el día de la expiación:

- Ningún hombre puede hacer nada para salvarse a sí mismo, pues, está muerto en delitos y pecados:

- Nosotros no éramos capaces para escoger a Dios, y por eso Dios nos escogió a nosotros:

- La fe que reciba la gracia de la salvación no es nuestra, sino un don de Dios:

- La salvación es por la sola gracia, sin necesidad de hacer ninguna obra:

- El arrepentimiento que nos conduce a apartarnos del pecado y a clamar a Cristo por misericordia también es un don de la gracia:

- El crecimiento en la santificación también es una obra del Espíritu Santo

En conclusión podemos decir que la salvación es una obra total de la gracia, y que nosotros no podemos hacer nada para salvarnos. Así que, siendo que no pudimos hacer nada para salvarnos, entonces nada en este mundo podrá quitarnos la salvación, ni los ángeles, ni el mundo, ni siquiera nosotros mismos:

Por eso, los creyentes bíblicos decimos que siendo la salvación por gracia, y no por obras, entonces no se puede perder. Ningún salvo jamás dejará de serlo. Cristo mismo enseñó esta preciosa verdad cuando dijo que a los que él guarda no se perderán: “Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tú nombre, para que sean uno así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tú nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Jn. 17:11-12).

Los salvos están guardados en las seguras manos del Poderoso Dios, no porque ellos cuelguen de sus manos, sino por que están sostenidos por Dios mismo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mí mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre” (Jn. 10:27-29).

El apóstol Pablo pudo estar seguro, como lo debe estar todo salvo, de que Dios guardará su depósito hasta el último día. Es Dios quien nos guarda, y por eso no nos podemos perder: “porque yo sé a quién he creido, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” 2 Tim. 1:12

El autor de la carta a los Hebreos está convencido de que los creyentes no retrocederán, sino que perseverarán hasta el fin: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb. 10:39), y perseveramos porque Dios persevera en nosotros: “Y el Señor me librará de toda mala obra, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tim. 4:18).

Los cristianos de corte reformado preferimos llamar a esta doctrina, no tanto la seguridad final de los salvos, sino: “La perseverancia final de los santos”. Es decir, la Biblia nos muestra que los que son verdaderamente salvos, los que han nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, han recibido un poder sobrenatural que los preserva de caer definitivamente de la gracia o de apostatar; antes por el contrario, perseverarán hasta el fin en la fe en Cristo, la santidad, el amor y los frutos del Espíritu; pues, Jesús nos enseñó que algunas personas creen entusiastamente en el evangelio cuando oyen la Palabra, pero “cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra” se apartan (Mr. 4:17), o “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mr. 4:19); pero estos no eran salvos, sino simples entusiastas de la fe, pues, Jesús nos deja ver que los únicos salvos son los que corresponden a la buena tierra, aquella que produce fruto, pero no por un tiempo sino por siempre, porque los que reciben la palabra y son buena tierra, es decir, los que son regenerados por el Espíritu de Dios, perseverarán hasta el fin y recibirán la recompensa eterna en la presencia de Dios: “Más el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:13).

El apóstol Pablo también habló de esta preciosa doctrina y afirmó que el poder de Dios trabaja constante y perseverantemente en el cristiano hasta conducirlo a la salvación completa y perfecta: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).

Salvación por gracia, por medio de la fe, sin obras, no significa que la persona es totalmente pasiva en el proceso y en ella no sucede nada. No, esta es una mala comprensión de las doctrinas de la gracia.

La salvación es por gracia porque nosotros NO PODEMOS hacer nada para arrepentirnos verdaderamente, no podemos creer verdaderamente en Cristo, no podemos negarnos a nosotros mismos, no podemos dejar de amar al mundo, no podemos odiar el pecado, no podemos amar al prójimo como a nosotros mismos, no podemos hacer el bien cómo Dios manda, no podemos mortificar nuestro pecado; nosotros no podemos hacer nada de esto porque somos esclavos del pecado y estamos muertos en él. Esa es nuestra condición como hijos de Adán.

Ahora, la gracia de Dios, cuando nos salva, obra en nosotros un poder sobrenatural conduciónos a arrepentirnos de nuestro pecado, es decir, a odiarlo y abandonarlo. La gracia nos llena a despreciar nuestras vidas a causa del pecado y a buscar en la cruz de Cristo que es la solución para nuestro estado depravado. La gracia nos lleva a negarnos a nosotros mismos, a aborrecer los deleites temporales del pecado y a entregar nuestras vidas al completo señorío de Cristo. Si en nosotros no ha pasado eso, entonces no tenemos evidencia alguna de que hemos sido salvos por gracia. No somos salvos por arrepentirnos, ni por odiar al pecado, ni por amar la santidad, ni por negarnos a nosotros mismos; sino que estas cosas se dan en la persona como resultado de la obra de gracia.

Debemos abandonar ese concepto erróneo, peligroso y conducente al infierno, de creer que la salvación por gracia significa total inactividad y que solo con hacer una “oración de fe” somos salvos. No. No hacemos obras para ser salvos, pero la verdadera fe que es el medio para la salvación produce obras, obras que son evidencia de que tenemos la fe sobrenatural que nos salva. Santiago fue muy claro al respecto:

17. Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
20. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
21. ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22. ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
23. Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

De manera que si no hay un compromiso serio por la santidad, por el amor a Dios y al prójimo, por ser gobernado por la ley de Cristo; si no hay negación de uno mismo, sino hay perseverancia, si no hay un odio hacia el pecado; entonces es imposible hablar de salvación en esa persona, así haya hecho una oración de fe acompañada de llanto y contrición.

Muchas personas que han militado en el cristianismo por mucho tiempo, incluyendo a pastores y misioneros, luego se han apartado; pero esto no indica que perdieron la salvación, sino que “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Jn. 2:19), es decir, no todo los miembros de las iglesias cristianas son realmente salvos, pues, algunos ni siquiera conocen a Dios: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34).

Su servidor en Cristo,


Julio César Benítez
http://www.caractercristiano.org/

Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/


¿Enseña 2 Pedro 1:11 que la salvación es por obras?

En respuesta a su invitación a enviarle preguntas sobre pasajes difíciles, quisiera entonces pedirle su explicación de 2 Pe.1:11. Yo creo que la salvación es por gracia, pero reconozco que este es uno de los pasajes confusos, pues sugiere que es por obras. Gracias por su valioso aporte. José Aníbal

Apreciado hermano José Anibal,

Gracias por enviarnos su pregunta.

Leamos el texto que usted menciona en la pregunta: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 1:10-11).

Como siempre estoy insistiendo, para interpretar cualquier pasaje de las Sagradas Escrituras es necesario tener en cuenta en contexto del mismo.
El capítulo 1 de la segunda carta de Pedro contiene un mensaje de consuelo y ánimo para los creyentes. En el verso 1 les dice a sus lectores que algunos de ellos han alcanzado la justicia, es decir, han sido justificados de sus pecados, por medio de la justicia que nos es imputada a través de la obra redentora de Jesucristo. En el verso 3 afirma que el creyente ha recibido, mediante el conocimiento de Jesucristo, todo lo que es necesario para que esta vida andemos piadosamente, y ha recibido preciosas promesas del evangelio que la garantizan apartarse de la contaminación de este mundo, hasta que llegue a ser participante de la naturaleza divina, es decir, libres de la corrupción del pecado.
Pedro comienza hablando de la seguridad de salvación que tiene el cristiano por medio de la fe que ha puesto en el Señor. Dios se encarga de darle todo lo que es necesario para que prosiga su vida cristiana en medio de este mundo de pecado, hasta que llegue el gloriso día en el cual se “otorgará amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v. 11).
El apóstol Pedro, así como Pablo y el resto de escritores del Nuevo Testamento, cree que la salavación es solo por gracia y que ella es segura y firme, de maenra que el que ha sido salvo nunca dejará de serlo. En su primera epístola, capítulo 1, versos 3 al 8, afirma que la salvación es una obra divina completa, que no se puede corromper, y a la cual no se puede morir nunca jamás porque Dios mismo es quien guarda a sus hijos con su poder, de manera que todos los verdaderos creyentes alcancen la entrada final a la plena salvación que se manifestará en el día final: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.
Siendo que fuimos renacidos “no de cimiente corruptible, sino de incorruptible, por la pabra de Dios que vive y permanece para siempre” (v. 23), entonces nuestra salvación es también incorruptible, porque ella no depende de nosotros, sino de Dios que tiene misericordia “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro. 9:16).
Las Sagradas Escrituras enseñan de manera clara que la salvación es solo por gracia, no dependiendo de ninguna obra que haga el hombre: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9); “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Pero esta gracia no sólo nos elige, nos llama, nos justifica y nos glorifica (Ro. 8:30), sino que ella nos capacita para actuar responsablemente en la vida cristiana.
Cuando estábamos sin Cristo, nuestro estado era de muerte, y no podíamos venir a Dios, ni buscar la santidad, ni hacer obras que agradaran a Dios. (Ro. 3:9-20). Pero una vez somos renacidos por el Espíritu Santo, recibimos la capacidad para actuar responsablemente en el Evangelio. Explico, en nuestro estado natural, es decir, no regenerado, no podemos creer en Cristo, así se nos predique de la manera más clara el evangelio, porque estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Así se nos llame mil veces, de diferentes y entusiastas maneras, para que vengamos a Cristo, el que nos puede dar salvación, nosotros no venimos, porque estamos muertos espiritualmente. Pero cuando la gracia electiva de Dios abre nuestros corazones y hace renacer nuestros espíritus, entonces, una vez escuchamos el evangelio de salvación, nosotros procedemos al arrepentimiento y creemos en el Señor Jesús. Dios nos da el don de la fe (Ef. 2:8), pero Dios no cree por nosotros. Somos nosotros los que debemos creer. De la misma manera sucede con el resto de la vida cristiana en esta tierra. El Señor, por su gracia, nos hace crecer en él, y nos preserva para que nunca nos perdamos, pero el medio que el Señor usa es nuestra nueva responsabilidad regenerada y santificada. El Espíritu de Dios obra en nosotros de manera que anhelemos la santidad, y responsablemente andemos en la senda del evangelio. Sino fuera por el poder del Señor, entonces nos perderíamos.
El apóstol Pedro, en los versos que estamos analizando, toca el aspecto de la responsabilidad cristiana en hacer firmes nuestro llamamiento. ¿Qué significa esto? No significa que nosotros, por nuestro propio esfuerzo, ganamos la salvación o nos incluimos entre los elegidos, o aseguramos el no perder la salvación, pues, esta interpretación entraría en contradicción con el resto de la enseñanza apostólica. Pero lo que sí significa este pasaje es que los cristianos tienen el deber y la responsabilidad, de utilizar todos los medios que nos da la gracia para crecer en el conocimiento del evangelio y producir los frutos que se esperan de un corazón regenerado.
¿Cómo puede estar una persona de que ha sido elegida por Dios para salvación? Si deposita su confianza en Cristo solamente para el perdón de sus pecados y la justificación. ¿Cómo sabe una persona si realmente ha creído de corazón en Cristo y ahora disfruta de la salvación? Si el fruto del espíritu se en cuentra en él, si está obedeciendo con gozo los mandatos de Cristo.
Si una persona dice ser salva, solamente porque hizo una oración de arrepentimiento, pero en él no hay frutos de verdadera conversión, arrepentimiento y abandono de las cosas mundanas, entonces el tal se engaña a sí mismo, y no puede estar seguro de su salvación, pues, los frutos de ella no se encuentran en él. Los que son verdaderos cristianos, es decir, los que realmente han nacido de nuevo, están seguros de su salvación delante de Dios, y esto no cambiará nunca.
Nadie podrá arrebatarlos de la mano del Padre, dijo Cristo en el evangelio de Juan. Pero en lo que respecta a la responsabilidad humana, todo cristiano tiene el deber de hacer firme esta seguridad de salvación, y esto solo se hace creciendo en santificación, negándonos a nosotros mismos, amando más a Cristo y obedeciendo sus mandatos, o como dice Pedro: “Poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ped. 1:5-8). Pero es preciso decir que todo esfuerzo que hacemos en la gracia, todo logro en la santificación, todo avance en reflejar el carácter de Cristo en nosotros, es solo obra de la gracia de Dios, y al final, tendremos que dar las gracias a Dios porque si él nos hubiese dejado para que de nosotros mismos produjéramos el esfuerzo, o asumiéramos la responsabilidad, entonces nada hubiera pasado y nunca hubiésemos crecido en el conocimiento de Cristo y en la santidad.
El apóstol Pablo también dio instrucciones muy parecidas a las de Pedro, cuando dijo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12); es decir, ocúpense en todo lo que respecta a la obra que el Señor ha iniciado en vuestras vidas y que concluirá con la entrada triunfal al reino eterno del Señor; pero este ocuparse no es un mero esfuerzo humano, sino que, aunque implica nuestra voluntad y la diligencia, esta fuerza y deseo para ocuparnos en nuestra salvación es producido en nosotros por la gracia de Dios; pues, el apóstol, en el siguiente versículo, afirma con convicción: “porque Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad” (v. 13).
De manera que las Escrituras enseñan la salvación por la sola gracia, sin necesidad de obras; pero cuando hay verdadera gracia en el corazón, ésta se manifestará en abundantes frutos de santidad y consagración al Señor; si no hay esto, es porque no hay verdadera gracia y el tal está bajo condenación.

Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez
http://www.caractercristiano.org/

 Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/