lunes, 7 de septiembre de 2015

Judas 20. Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina. La constante edificación

Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante edificación
Judas 20
Introducción:
Los seres humanos, por lo general, tendemos a ser muy activos. Nos es difícil mantenernos quietos o impasibles frente a los retos que nos ofrece esta vida. El ser activos forma parte de las responsabilidades que Dios le ha dado al género humano. Una vez que Dios creó a Adán le asignó responsabilidades.
De la misma manera, cuando nosotros llegamos a la fe cristiana, nos son asignadas muchas responsabilidades con el fin de que nuestro crecimiento espiritual sea constante, y evitar así quedarnos estancados en una perenne incipiente vida cristiana.
Pero no siempre el activismo o el mantenernos en ciertas actividades, aparentemente espirituales, garantiza nuestro crecimiento cristiano. Pues, el ejercicio en determinadas actividades no siempre asegura que estaremos creciendo en los asuntos espirituales.
Ya hemos visto, con nuestro pastor Judas, que los falsos profetas se mantienen muy activos y constantemente están trabajando con el fin, no de edificar, sino de engañar, seducir, destruir y explotar. Es muy común que los falsos profetas también mantengan a sus incautos seguidores en un activismo, aparentemente espiritual, con el fin de distraerlos y no darles espacio para reflexionar bíblicamente, pues, si ellos hacen esto, de seguro se desmarcarán de sus torcidos caminos.
Pero las actividades “espirituales” que hacen los incautos seguidores de los falsos profetas que hay dentro del cristianismo no tienen como fin el que ellos dependan más y más de Dios, de su Palabra y de Su Espíritu, sino lo contrario, que cada día dependan de su líder “ungido”. Aunque los falsos maestros invitan a su gente a leer, memorizar y “confesar” diariamente las Escrituras, ellos solo deben repetir ciertos versículos de la Biblia que contienen “promesas”, especialmente materiales y relacionados con los deseos naturales, de este mundo. Pero por lo general estas son promesas descontextualizadas y mal interpretadas.
Estos falsos maestros muy pocas veces animan a su gente a escudriñar TODAS las Escrituras, buscando en ellas la verdad que Dios revela de sí mismo, del hombre, del pecado, de la santificación, de la vida cristiana. No obstante, la gente se mantiene constantemente repitiendo versículos bíblicos y ellos creen que están creciendo espiritualmente porque, así como el brujo o el practicante de algunas religiones orientales paganas, repiten su mantra que de una manera mágica producirá ciertas cosas positivas en ellos. Los falsos maestros engañan a su gente haciéndoles creer que repitiendo como loros ciertos versos de la Biblia, por lo general descontextualizados, la Palabra obrará milagrosamente en ellos, trayendo a la realidad tangible, cosas que están en el mundo de las ideas inmateriales. Pero entre esto y el chamanismo oriental no hay ninguna diferencia. Las personas que toman de esa manera la Biblia no experimentan ningún crecimiento espiritual, sino una constante dependencia del predicador “ungido” que semana tras semana les va indicando los pasajes que contienen “poderosas promesas” que deben memorizar.
De la misma manera estos falsos maestros distraen a la gente invitándoles para que oren constantemente repitiendo palabras “poderosas” tomadas de la Biblia, las cuales, si se repiten cientos de veces, de una manera mágica harán que se le cumplan sus deseos y anhelos. Se les invita a orar constantemente en “lenguas”, que no es más que la repetición constante de palabras sin sentido, las cuales no evidencian ser lenguas o idiomas, como si lo eran los dones de glossolalia en los tiempos apostólicos. Estos mantras evangélicos no edifican, sino que crean una dependencia continua y creciente por estas vanas e inútiles repeticiones.
Pero el fin de todo es que las personas dependan constantemente de su predicador ungido. La falsa doctrina actúa muy parecida a las drogas alucinógenas, ella crea dependencia, y los incautos que caen en esta red mundial de delincuencia espiritual, se vuelven dependientes de sus líderes y profetas. Constantemente deben estar en sus reuniones de avivamiento, esperando recibir el toque, la unción, el poder y el milagro que solo vendrá cuando las manos poderosas y la palabra ungida del predicador sean puestas sobre el creyente, pero a los pocos días el efecto producido por los toques y palabras mágicas del predicador habrán pasado, y entonces se hace necesario acudir a otra noche o mañana de “poder” donde reciba la “nueva unción” del predicador.
No obstante, los creyentes verdaderos deben caracterizarse por ser activos, por trabajar fervientemente en su edificación, pero haciendo las actividades correctas, las cuales no son estipuladas por ningún moderno predicador o profeta, sino por la autoridad absoluta de la Palabra de Dios.
Empecemos a analizar con Judas cuáles son esas actividades en las cuales debe ocuparse todo cristiano, de manera que sea librado de la influencia perniciosa y nociva de los falsos profetas, pero que a la misma vez, pueda crecer verdaderamente en las gracias y virtudes cristianas.
 En los versos 20 al 21 Judas exhorta a los creyentes para que se ocupen en 4 actividades que les ayudarán realmente a ser edificados espiritualmente, y a la misma vez les librarán de caer bajo las garras de los falsos profetas. Estas 4 actividades cristianas están indicadas con 4 verbos: Edificar, orar, conservar y esperar:
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2. La constante oración en el Espíritu Santo. “orando en el Espíritu Santo” (v. 20)
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el amor de Dios” (v. 21)
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)

1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
Analicemos esta declaración de Judas siguiendo la siguiente estructura:
a. El significado de la edificación
b. El medio usado para la edificación
c. Carácter de la edificación

a. El significado de la edificación. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe.
En esta última sección de la carta, Judas cambia el tono de su discurso y nuevamente, tal como en el verso 3 y en el 17, deja ver que se dirige a los “amados”, a los hermanos que junto con él están caminando en la doctrina bíblica que recibieron de los apóstoles
Los creyentes, aquellos que luchan en contra de la falsa doctrina y denuncian a los falsos profetas, no están confiados en sí mismos, ni se jactan de estar firmes, sino que, conociendo los peligros de la falsa doctrina y el riesgo que todos corremos de deslizarnos en pos de lo falso, entonces nos mantenemos activos, no solo en denunciar a los pseudo-profetas, sino en una constante edificación que nos permita estar firmes, sin desmayar, en la verdadera fe.
El término edificar[1] es tomado del ramo de la construcción. En la Biblia se utiliza muchas veces la imagen de un edificio o una casa para representar el crecimiento de la Iglesia y  la vida cristiana. Jesús dijo que él edificaría a su iglesia (Mt. 16:18). En este contexto edificar hace referencia a construcción, es decir, que Jesús pondría las bases y el fundamento para la Iglesia, pero a la misma vez él sería que el que la continuaría levantando. Jesús dijo que algunos hombres edifican sobre la arena, mientras que otros edifican sus vidas sobre la roca, es decir, sobre las enseñanzas de Jesús (Lc. 6:48-49). Edificar en este pasaje se refiere a moldear la vida conforme a las enseñanzas de Cristo, siendo obediente a ellas y confiando plenamente en él como el verdadero fundamento que da seguridad a una vida perdurable que glorifica a Dios.  Las iglesias bíblicas están en constante edificación: “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hch. 9:31). En este pasaje, edificar hace referencia al fortalecimiento espiritual que ellas recibían por la acción del Espíritu Santo, conduciéndolas a andar en el temor del Señor. 
Judas insta a los creyentes para que se edifiquen a sí mismos y también mutuamente, pues, hay grandes peligros que acechan a la iglesia, y no podemos quedarnos conformes con el ABC de la doctrina cristiana, sino que se pide a todos el que avancemos y continuemos profundizando en ella. Es por ello que el autor de Hebreos también advierte a sus lectores del peligro de la apostasía y les dice: “Por tanto, dejando ya, los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Heb. 6:1). Esto no significa que los creyentes vamos a despreciar las doctrinas básicas e iniciales como el arrepentimiento, la fe para salvación, el castigo eterno, entre otras, no, todo lo contrario. Todo verdadero creyente debe empezar con estas doctrinas básicas, pero debe seguir creciendo, debe seguir profundizando en la fe cristiana, pues, de lo contrario, corre serios peligros de ser zarandeado por las falsas doctrinas. El apóstol Pablo en 1 Corintios capítulo 3 dice que los creyentes son “edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mira como sobreedifica.” (v. 9-10). La palabra edificar en este pasaje también hace referencia a la construcción de una vida cristiana cimentada en la Palabra de Cristo.
De manera que cuando Judas nos dice que estemos edificándonos, está exhortándonos para que nuestra vida cristiana sea de constante crecimiento, de madurez, de avanzar en la carrera espiritual, de proseguir en la lucha sin desmayar, de no quedarnos en el principio, sino que nos ejercitemos para que cada día seamos creyentes más y más fuertes en nuestra vida espiritual.
Pero ¿Cómo nos edificamos? Algunas personas creen que nuestra edificación consiste en tener 10 días de ayuno, o hacer vigilias toda la noche, o cantar con mucho entusiasmo durante un largo culto de “avivamiento”, o que un predicador “ungido” ponga sobre ella sus manos y le transmita poder llevándola a sentir temblores frenéticos hasta que caiga desmayada al piso. Pero realmente eso sirve de poco para la edificación de una vida cristiana sólida. Analicemos, en el segundo punto de nuestro estudio, sobre qué bases nos edificamos.

b. El medio usado para la edificación. “edificándoos sobre vuestra santísima fe
Judas tiene una visión espiritual aguda y él puede observar cómo algunos creyentes a los que escribe pueden estar en peligro de ser atrapados por la falsa doctrina, de manera que los exhorta para que se ejerciten en lo que verdaderamente les dará una edificación segura y férrea, permitiéndoles esto crecer espiritualmente y a la vez librarlos de los engaños de los falsos profetas.
Esta edificación real, duradera y protectora se encuentra en la fe. Judas dice que deben edificarse en la fe. La palabra fe tiene varias acepciones en las Sagradas Escrituras: por un lado puede referirse a la confianza que depositamos en el Señor, o, puede referirse al conjunto de doctrinas sobre las cuales se cimienta el cristianismo. Es evidente que en este pasaje la palabra fe hace referencia a la última acepción. Ya en el verso 3 nuestro autor usó la palabra fe en el mismo sentido cuando invitó a sus lectores a que “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Esta fe es aquel cuerpo doctrinal que caracteriza al cristianismo. En este sentido se utiliza en muchos lugares de las Escituras: “Solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba” (Gál. 1:23).
Ahora, este es un asunto de vital importancia, que usualmente es descuidado por los creyentes, las iglesias y los pastores. En muchas ocasiones nos concentramos en otros aspectos de la edificación espiritual, como: la oración, el servicio, asistir a los cultos, ofrendar, evangelizar, entre otros. Todo esto está bien, pero la edificación sólida debe estar fundamentada en un conocimiento doctrinal férreo, pues, solo la Palabra de Dios, bien entendida, tiene la capacidad, por la aplicación del Espíritu Santo a nuestros corazones, de darnos crecimiento, madurez y solidez. Algunos hermanos, tal vez bien intencionados, solo predican lo que ellos llaman “sermones prácticos”, en los cuales enfatizan algún aspecto de la obediencia cristiana, y en casos extremos convierten al cristianismo en mero activismo. Pero la verdad es que el cristiano y las iglesias solo pueden tener crecimiento sólido, integral y real, cuando éste se fundamenta en la doctrina apostólica bien interpretada y bien explicada.
El Nuevo Testamento nos presenta con claridad que el mayor énfasis que se daba en los cultos y en la vida cristiana, era el conocimiento de la doctrina bíblica. Ahora, esto no significa que el mero conocimiento intelectual o racional de las doctrinas garantizan una vida espiritual ferviente y agradable a Dios, puesto que la oración y la comunión diaria con Dios  a través de una confianza vigorosa son necesarias. No obstante, si un creyente desea crecer espiritualmente, entonces el principal alimento que debe consumir es la doctrina cristiana. Ella es como un muro alto que impide que el embate de los vientos y las mareas de error y pecado causen estragos en nosotros. Es por eso que encontramos numerosas exhortaciones en la Biblia animándonos a conocer y profundizar en la doctrina que fue enseñada por los verdaderos apóstoles del Cordero y los profetas: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). Este pasaje retrata a una iglesia que no desestimó la enseñanza doctrinal como si fuera algo adicional o tangencial a la vida cristiana, sino que la presenta como el primer elemento que debe caracterizar a una iglesia pujante espiritualmente. La Iglesia de Corinto era una congregación carismática y ellos usaban buena parte del culto haciendo manifestaciones orgullosas de su capacidad de hablar milagrosamente en otros idiomas o en otras lenguas, y el apóstol Pablo les exhorta para que abandonen esa práctica egoísta que no conduce a un crecimiento espiritual, sino que se dediquen a la enseñanza doctrinal: “Ahora, pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? (1 Cor. 14:6). El apóstol Pablo en su carta a los Efesios desarrolla conceptos doctrinales de gran profundidad respecto a la persona de Cristo y la doctrina de la Iglesia, y con eso procura que los creyentes puedan madurar al recibir el alimento doctrinal sólido: “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…” (Ef. 4:14-15). Pablo está mostrándonos que no puede haber verdadero crecimiento espiritual sino profundizamos en la verdad, es decir, en la doctrina.
La fe en la cual nos edificamos es la enseñanza doctrinal cristiana. Los períodos de mayor decadencia en la historia de la iglesia cristiana, han estado caracterizados por un conocimiento doctrinal pobre y por la mediocridad de la enseñanza doctrinal desde el púlpito. No así con los períodos de avivamiento y robustez. El poderoso avivamiento de la reforma evangélica del siglo XVI se caracterizó por un amor profundo, de parte de los pastores y los creyentes, hacia el conocimiento de la doctrina bíblica. En ese período se escribieron muchas confesiones de fe y catecismos, todos preparados con excelencia, mucho cuidado y mucho estudio, de parte de idóneos y piadosos pastores-teólogos,  a través de los cuales se buscaba nutrir sólidamente la fe de los creyentes.
Cuando en el siglo XVII las iglesias habían dejado de lado la doctrina evangélica que recibieron de sus padres los reformadores, y en consecuencia el liberalismo, la inmoralidad y la frialdad espiritual estaban causando estragos en la iglesia, entonces Dios envió otro poderoso avivamiento, y el resultado fue una iglesia floreciente, piadosa, llena de vitalidad. Pero ¿Cuál fue la marca distintiva de ese período? El profundo conocimiento doctrinal. Los puritanos se esforzaron en redactar confesiones de fe y catecismos que ayudaran a los pastores en su labor de edificar a los santos. Durante ese tiempo se dio la deseada combinación de tener pastores que eran, a la misma vez, piadosos hombres entregados al Señor y poderosos teólogos que exponían con claridad y sencillez la doctrina bíblica.
Si queremos tener en nuestro siglo y en nuestros países avivamientos poderosos, entonces debemos iniciar enseñando con claridad y profundidad las preciosas doctrinas bíblicas. Pero, alguien podrá decir ¿La doctrina no es un invento de los hombres, no es la redacción humana de dogmas y conceptos? Judas nos dirá que no. La verdadera doctrina procede del Dios Santo.
c. Carácter de la edificación. “Edificándoos sobre vuestra santísima fe
La doctrina cristiana, aquella que es verdadera, no procede de la imaginación de los hombres, sino que ella bebe de la fuente más pura y excelsa que puede haber, es decir, de Dios. La doctrina bíblica no es más que la enseñanza recibida de Dios, a través de su Palabra, la cual es inspirada por el Espíritu Santo. Esta fe en la cual los santos se edifican es santísima porque procede del Santo. “Esta fe es un don de Dios que le es confiado a los cristianos, y que es descrita en forma superlativa como . Esta fe que se origina en Dios es perfecta, pura e incomparable. Los creyentes deben esforzarse lo más posible para fortalecer a sus hermanos con este precioso don que poseen juntos”[2]. Jesús dijo que la doctrina verdadera procede de Dios: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió” (Jn. 7:16).
Algunas personas creen ser edificadas cuando escuchan a algunos supuestos “profetas” hablando las fábulas que inventan sus mentes exaltadas, y constantemente están buscando estas experiencias. Pero de la única manera que puedo estar seguro de estar edificándome en Dios, conforme a Su voluntad, es cuando estoy aprendiendo la doctrina que fue enseñada por los apóstoles y profetas verdaderos, y que nos ha sido transmitida a través de las Sagradas Escrituras, y que las iglesias verdaderas la han profesado a través de sus credos y confesiones históricas. Cuando estudiamos la doctrina, estamos conociendo a Dios,  conociéndole a él somos conformados a la imagen de Cristo, y crecemos en santidad. “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hch. 20:32).
La verdadera doctrina solo se conoce a través de las Escrituras. De manera que Judas nos llama a conocerla, a estudiarla, a analizarla, pero también a obedecerla. La verdadera doctrina conduce al creyente a una práctica verdadera de la fe. La verdadera doctrina no consiste en elucubraciones sobre temas absurdos, sino que ella se deleita en conocer al Dios que se revela en las Sagradas Escrituras. Ella es santísima porque se centra en el Dios santo que nos es revelado en Su Palabra. “… la fe que sustentamos – o, mejor dicho, que nos sustenta – no es meramente la opinión personal de uno mismo, sino la revelación que vino de Jesucristo y fue conservada y transmitida dentro de la Iglesia, siempre bajo el cuidado y la dirección del Espíritu Santo, de generación en generación”[3].
La verdadera doctrina es santísima porque nos conduce a apartarnos del pecado y a vivir una entrega real a Dios, pues, al conocer su Palabra, lo conocemos a Él, y el Espíritu nos lleva a vivir para Él.
La doctrina bíblica, expuesta de manera fiel, clara y siendo aplicada por el Espíritu Santo al corazón del creyente, es un poderoso instrumento para transformarnos a la imagen de Cristo.
Aplicaciones:
- Hermanos, ¿Cuáles son las actividades espirituales en las que más te ocupas? Recuerda, que aunque muchas de esas actividades son necesarias para la extensión del Reino de Cristo en la tierra, no obstante, debes darle prioridad a aquellas actividades que producen una real edificación.  Hemos visto con Judas que somos edificados cuando cimentamos nuestra vida en la fe cristiana, es decir, en la doctrina que hemos aprendido de los apóstoles, los cuales la aprendieron de Jesucristo mismo. ¿Estás aprendiendo esta doctrina? La responsabilidad incluye dos aspectos: primero, debemos ser diligentes en el estudio personal de las Sagradas Escrituras. Orar fervientemente para que el Señor ilumine nuestras mentes al escudriñarla, y luego meditar en ella, no solo en las preciosas promesas que contiene, sino también en sus mandatos y enseñanzas. Y segundo, es nuestra responsabilidad acudir a los cultos, escuchar los estudios bíblicos, estar atento a las predicaciones, porque allí nuestros pastores nos enseñan la doctrina apostólica, la cual, nos ayudará a ser librados de la acción de los falsos profetas. No olvides esta doble responsabilidad: Estudio personal de la Palabra de Dios y estudio colectivo escuchando a los pastores y predicadores que Dios da a la iglesia. Las dos cosas se deben hacer. Si solo estudiamos personalmente las Escrituras, y no estamos atentos a la enseñanza de los ancianos, entonces corremos el peligro de armar nuestra propia y antojadiza doctrina. Y si solo estamos atentos a la enseñanza de los pastores, y descuidamos nuestro estudio personal, entonces no tendremos criterio para detectar si algún día nuestros pastores enseñan doctrina falsa. Muchos creyentes se confían en que, siendo que sus pastores son muy bíblicos y están en armonía con la doctrina histórica que han profesado los santos de todos los tiempos, entonces, todo lo que ellos enseñen o hagan estará bien. Pero esto no siempre es así. El famoso predicador de radio Harold Camping, presidente de Family Radio, por muchos años enseñó muy buena doctrina, y muchos creyentes lo escuchábamos con agrado. Pero luego empezó a interpretar erróneamente las Escrituras, elucubrando sobre los eventos del fin, e interesándose por descubrir fechas exactas del arrebatamiento y el juicio final, lo cual le condujo a doctrinas erróneas sobre la importancia de la iglesia local en la redención y santificación de los creyentes, sobre el destino de los malvados y la eternidad sufriente en el infierno.
- Amigos que aún no conocen la pureza doctrinal que nos enseña la Palabra de Dios. Es muy probable que ahora no tengas ningún interés real en ella, pues, has aprendido que lo importante es tener fe en Dios y fe en Cristo. Pero la fe no es un paso en la oscuridad. La verdadera fe debe estar fundamentada en la verdad, y será imposible tener la fe salvadora si no tengo un conocimiento de quién es Dios, cuáles son sus exigencias, de su santidad, de su ira, de su justicia, de su amor y su misericordia. Te invito para que, con la ayuda de un buen libro de doctrina cristiana, o de un pastor o hermano versado en la fe bíblica, aprendas a conocer estas verdades esenciales, y, es posible, confiados en la misericordia divina y la acción soberana del Espíritu Santo, que llegues a comprender la situación de condenación en la que te encuentres, y procedas al verdadero arrepentimiento, entregando tu vida al único que puede salvar tu vida de las enseñanzas de los falsos profetas o falsos ministros religiosos a los cuales escuchas, y también salvar tu vida de la eterna condenación en el infierno.





[1] Epoikodomountes heautous. Se una un verbo antiguo compuesto usando la metáfora de una casa (oikos)
[2] Kistemaker, Simon. Judas. Página 463
[3] Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1093

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