lunes, 27 de agosto de 2012

¿Qué enseña la Biblia sobre la ganancia económica de un producto o servicio? ¿Podemos cobrar intereses sobre un préstamo?


Buenas tardes pastor, tengo una pregunta.  Yo estudio ingeniería
industrial y en la universidad me han enseñado que al vender un
producto debo ponerle un porcentaje de utilidad para que el negocio
sea rentable, y esto me preocupa porque he visto como se roba gracias
a la ambición, mi pregunta es: ¿Que dice la biblia con respecto del
porcentaje de utilidad que se le debe poner a un producto de tal forma
que reponga lo gastado en costos de fabricación, que gane utilidades y
que no se convierta en usura? ¿Puedo montar un negocio de préstamos al
interés?


También le escribo para que me suscriba al cheque del banco de la fe.


Dios le bendiga enormemente y le continue llenando de sabiduría.
Saludos cordiales a Usted, su familia y la iglesia donde sirve.

Giselle



Apreciada Giselle,

Gracias por enviarnos su pregunta.

Creo que su inquietud es muy pertinente en nuestros tiempos, pues, muchos cristianos, con el sincero deseo de agradar a Dios, se limitan en algunos asuntos productivos o comerciales, o tienen dudas respecto a la ética del trabajo que hacen, y la ganancia recibida.
Iniciemos la respuesta afirmando que el trabajo y la producción, así como la ganancia que se reciben de él, son una forma de glorificar a Dios y cumplir su voluntad en este mundo.
Dios hizo al hombre para que viviera para Su gloria, y todo lo que Él le mandó hacer es bueno, santo y necesario.
Uno de los mandatos divinos dados en la creación, los cuales tienen vigencia mientras exista la creación, es el deber de trabajar: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gén. 2:15).
Aunque el Señor pide que suspendamos nuestras labores productivas un día a la semana para dedicarnos por completo a la adoración a Él, no obstante, él nos manda a trabajar seis días para ganar nuestro sustento: “Seis días trabajarás y harás toda tu obra” (Éx. 20:9).
El apóstol Pablo ordena a todos los creyentes que trabajen para ganar su sustento, proveer para su familia y ayudar a los necesitados “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Ef. 4:28). “Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandando” (1 Tes. 4:11). “Ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros” (2 Tes. 3:8). También se debe leer: 2 Tes. 3:10, 11, 12.
De manera que todo cristiano tiene la obligación de trabajar, aprender un arte o profesión y dedicarse a sus negocios. Haciendo esto glorificamos al Señor.
Ahora, el trabajo o el sustento material no lo es todo en la vida. Dios es el todo y él debe ser el centro de nuestro existir, por lo tanto, aunque vamos a trabajar con gran intensidad y procuraremos hacerlo de la mejor manera posible, debemos evitar toda tendencia a la codicia, o el deseo de enriquecernos. Dios puede hacernos ricos, pero eso no debe ser nuestra obsesión ni nuestro deseo, pues “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contecto con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se estraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:8-10).
Esto significa que en términos de nuestros negocios, éstos no deben ser usados para buscar enriquecernos, sino para procurar nuestro sustento, el de la familia y la ayuda a los necesitados. Por lo tanto, el valor que vamos a ponerle a los productos que fabricamos o los servicios que prestamos debe buscar compensar la inversión realizada (dinero, materiales, personales, etc), y que quede un porcentaje para el sostenimiento familiar y la ayuda a otros. “El que se apresura a enriquecerse no será sin culpa” (Prov. 28:20).
Esto no significa que los empresarios cristianos no puedan ser ricos, pues, si Dios así lo quiere, el negocio o la empresa pueden crecer, y sin necesidad de cobrar valores despropocionadamente altos, prosperarán mucho.
El valor que se le de a un producto o servicio debe ser acorde con la calidad del mismo y la inversión realizada, pues, aprovecharse de la necesidad (en esta caso, escaséz) para duplicar o triplicar el valor de un producto, es algo que va contra la ética cristiana: “Pesas falsas y medidas falsas, ambas cosas son abominación a Jehová” (Prov. 20:10).
Ahora, respecto a los préstamos, si éste se hace a una persona amiga o hermano en la fe que está pasando por alguna necesidad, no se le debiera cobrar ningún interés: “Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia… que no prestare a interés” (Ez. 18:5, 8). “No exigirás de tu hermano interés de dinero, ni interés de comestibles, ni de cosa alguna de que se suele exigir interés” (det. 23:19).
El creyente, cuando tiene los recursos, se complace en prestarle al necesitado, sin esperar recibir interés alguno, y en ocasiones, sin esperar a que le reembolse lo prestado: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada, y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos” (Lc. 6:35).

Más, si es tu forma de sustento el trabajar con dinero al préstamo (lo cual debe hacerse de acuerdo a las leyes de cada nación), entonces sí podrás cobrar interés, pero éste nunca podrá ser igual o superior a la tasa de usura permitida en cada nación. Se debe pedir un interés justo que busque, no el enriquecimiento rápido, sino el recuperar los gastos en que se incurren (seguros, pólizas, etc), la depreciación de la moneda, y una ganancia que esté acorde con la posible rentabilidad que ese dinero iba a recibir si se hubiese invertido en un negocio o título valor. Es común que, en nuestras naciones latinoamericanas, los prestamistas de dinero (no bancarios) cobrenn intereses diaros, semanales o mensuales que superan con creces los cobrados por las entidades bancarias, pero esto no corresponde con los principios escriturales y todo creyente debe evitarlo. Veamos lo que dice la Palabra de Dios.

Éx. 22:25. Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura.
Prov. 28:8. El que aumenta sus riquezas con usura y crecido interés, para aquel que se compadece de los pobres las aumenta.

En conclusión, los cristianos debemos ser los mejores trabajadores o empresarios, pues, con esto glorificamos al Señor. Nuestros productos y servicios deben los de mejor calidad, y los valores asignados deben ser justos. Haciendo esto, veremos la bendición del Señor sobre nosotros.


Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez

Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/