sábado, 24 de diciembre de 2011

¿Qué significa que en tiempo de los jueces cada uno hacía lo que bien le parecía?


Muy apreciado pastor Julio Cesar:
Quiero saludarle en el nombre de nuestro amado Señor Jesucristo nuestro Salvador, esperando que Sus nuevas Misericordias para con usted y los suyos sean extraordinarias, que siga a delante con esta misión que le ha sido encomendada y que coseche muchos triunfos en el poder del Espíritu de Dios.
Paso a consultarle nuevamente sobre un pasaje bíblico que le ruego el favor me instruya qué nos dice allí el Señor, pues es algo confuso para mí y es la razón por la cual le escribo, el pasaje es el siguiente:
Jueces 17:1-5 allí nos refiere la Palabra de Dios que todos hacían lo que mejor les parecía puesto que no había quien los dirigiera, pero, algo de Dios debían saber, me imagino yo, entonces no entiendo porqué razón estos personajes actúan de esta forma, como una mamá bendice al hijo después de robarle porque él mismo lo ha admitido, con ese dinero le hace ídolos y el propio papá lo consagra como sacerdote sin ser el indicado para ello.
Jueces 17:7-11 En este pasaje, como Micaias inviste de sacerdote a un levita si ya lo había hecho con su propio hijo, aunque no nos dice si éste continuaba en casa o no, de todas maneras es la segunda vez que lo hace.
Jueces 19: 29-30 Como procede este levita después de que le han descuartizado a su esposa y violado durante toda la noche que esto le causo la muerte, la corta en 12 pedazos y la distribuye por todo Israel, no se había visto eso jamas.
Le agradezco mucho mi amado pastor que le preste atención a estas inquietudes y que me haga llegar su respuesta, es para mi motivo de regocijo el hecho de que me envíe el banco de la fe cada día y los estudios del libro de Hebreos, le pido nuevamente el favor de que me envíe el numero uno, pues tengo desde el dos en adelante, reciba mi abrazo cálido lleno de cariño.
Te amo y bendigo en Jesucristo.
MAGNOLIA


Apreciada Magnolia,

Gracias por enviar su pregunta.

Creo que la clave para responder su inquietud se encuentra en Jueces 17:6 “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”. El tiempo de los jueces fue una época de mucha decadencia espiritual. Los miembros del pueblo de Israel se habían olvidado muy pronto del Dios del cielo y de sus mandamientos; y una vez que habitaron la tierra prometida, y disfrutaron de sus riquezas, se apartaron de Dios.
Ellos se habían olvidado de las palabras de advertencia que les dio Moisés: “Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Deut. 6:10-12).
Muestra de la decandencia de esta época oscura del pueblo de Israel es la declaración de Jueces 17:6 “Cada uno hacía lo que bien le parecía”, es decir, la guía para sus vidas no era la Palabra de Dios, sino sus propios deseos, sus propios sentires, sus propios anhelos. Cada uno pensaba agradar y obedecer a Dios, no conforme Dios lo que había estipulado en la ley de Moisés, sino conforme al parecer o el sentir de cada uno.
Es un peligro muy serio para el pueblo de Dios cuando cada uno se guía por sus sentimientos, o deseos o el buen parecer, pues, nuestro corazón es engañoso y por lo general anhela lo que es contrario a la Ley de Dios: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9).
El tiempo de los jueces se caracterizó por una religión mística, espiritualista, supersticiosa y vacía. La gente quería servir a Dios a través de los medios que bien le parecían: Jefté, siendo un juez, hizo un voto apresurado e innecesario, y tuvo que sacrificar en holocausto a su propia hija (Jue. 11:30); Sansón, otro juez de Israel, se dio al amor de las mujeres extranjeras y de las rameras; Barac, otro juez, temió ir a la guerra si no lo acompañaba una mujer, Débora. El estado espiritual de Israel era tan bajo que hasta las mujeres tuvieron que asumir responsabilidades que le habían sido asignadas por Dios a los varones: Débora tuvo que regir como jueza y profeta de Israel, incluso tuvo que acompañar a la guerra a Barac, pero ella entendía que esas funciones no eran para las mujeres, sino que Dios estaba avergonzando a los varones al poner mujeres en posición de autoridad: “Ella dijo: Iré contigo, más no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara” (Jue. 4:9).
Las consecuencias de añadir a la revelación de la Palabra de Dios los sentires, anhelos y pareceres humanos, así parezcan muy espirituales o den paz en el corazón, no son más que engaños de nuestros perversos corazones. Las consecuencias de no ser guiados por la infalibe y máxima autoridad en materia de fe y conducta fueron los hechos que se encuentran en Jueces 17 al 21. Todos estos actos estuvieron marcados por el pecado, por una naturaleza rebelde y hostíl a Dios.
Cuando la gente quiere rechazar la dirección de la Ley de Dios, y más bien desean hacer lo que bien le parecierie, entonces, Dios los abando a su propio pecado: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por lo siglos. Amén.” (Ro. 1:22-25).

Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez

Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/

¿Se da el bautismo del Espíritu Santo en un momento distinto a la conversión?

Gracias, pastor Julio: Mucho le agradecería las orientaciones bíblicas sobre el llamado "bautismo en el Espíritu Santo", diferente a que al Espíritu Santo lo recibimos al aceptar al Señor Jesucristo como nuestro Salvador perrsonal. Oyendo a algunos pastores de iglesias que dicen que son dos cosas diferentes, mostrando, inclusive pasajes bìblicos, me ha creado la incertidumbre. Foro Bíblico ¿pudiera ayudarme? De nuevo muchas gracias y que el Señor lo continúe bendiciendo para nuestro beneficio, Cecilia


Apreciada hermana Cecilia,
Gracias por enviarnos su pregunta.

Con el fin de ser lo más claro y lo más bíblicos en la respuesta, analizaremos cada uno de los pasajes, más sobresalientes, que hablan del bautismo en el Espíritu Santo:
 - Mateo 3:11; Mr. 1:8; Lc. 3:16. “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Juan el Bautista reconoce que su ministerio sólo incluye el llamado al arrepentimiento y la aplicación del signo externo a los arrepentidos, es decir, el bautismo en agua. Pero él es conciente de su incapacidad para convertir realmente a las personas, o darles los dones espirituales necesarios para su crecimiento en la vida de fe. No obstante, pronto estaba por aparecer aquel que era más poderoso que Juan el Bautista, el cual tenía la capacidad de bautizar, ya no con agua, sino con el Espíritu Santo; es decir, el Mesías, Jesús, llenaría con su Espíritu a los creyentes, regenerándoles, santificándoles y dándoles los dones necesarios para el ejercicio de la vida cristiana y la edificación de la iglesia. Jesús bautizaría a los suyos con el Espíritu Santo y fuego. Esta promesa de Juan se cumplió en Pentecostés y los eventos subsiguientes, relatados en el libro de los Hechos. Jesús, al despedirse de los discípulos les ordenó que no iniciaran aún la labor de expansión en Judea “sino que esperasen la promesa del Padre, la cual les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:4-5).
La espera de los discípulos fue hasta el día de Pentecostés, en el cual se cumplió la profecía de Juan y fueron todos bautizados con el Espíritu Santo y fuego: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:2-4). El Mesías redentor ahora estaba bautizando a sus discípulos, tal y como había dicho Juan el Bautista que lo haría. Este bautismo no se pudo dar antes de su resurrección y ascensión a los cielos, porque se necesitaba que la obra expiatoria se hubiese cumplido en la tierra, y que hubiese sido aprobada en los cielos.
Una vez que Jesús ocupa su lugar como sacerdote y rey a la diestra del Dios Padre, entonces el Espíritu Santo desciende sobre los redimidos de manera poderosa capacitándoles sobrenaturalmente para que cumplan la Gran comisión dada por Cristo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:18-20).
Esta comisión de anunciar el evangelio en todo el mundo, era una tarea muy grande para unos cuantos discípulos, por lo tanto Jesús les promete un poder sobrenatural que les ayudará para ser verdaderos testigos del evangelio de Jesucristo en todo el mundo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos (martis) en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Sólo con el poder o el bautismo del Espíritu Santo (que se cumplió en el día de Pentecostés) los discípulos podrían ser verdaderos testigos de Cristo. Es interesante notar que la palabra griega para testigo es la raíz de la palabra española mártir. Esto da a entender que sólo por el poder de lo alto se podría llevar el evangelio a toda la tierra, así esto implicara la muerte. De manera que el suceso de Hechos 2, es decir, de Pentecostés, es el cumplimiento de la promesa de Cristo de que revestiría a la iglesia con el poder sobrenatural del Espíritu Santo.
Ahora, debemos preguntarnos, ¿se promete en las Sagradas Escrituras que los creyentes recibirían nuevamente y constantemente en todos los lugares del mundo y en todas las épocas otros bautismos con el Espíritu Santo tal y como se dio en Pentecostés? Es claro por los textos que hemos vistos que la profecía del bautismo con Espíritu Santo y fuego de Juan el Bautista, y la promesa de Cristo de que los discípulos recibirían el poder del Espíritu Santo se cumplió en Pentecostés (lea Hch. 1:4-5). La capacidad de hablar en diversas lenguas (literalmente, idiomas) que recibieron milagrosamente los discípulos en el día de pentecostés es una evidencia de que habían recibido el poder o la capacidad de lo alto para ir a todos los rincones del mundo y cumplir la gran comisión. La diversidad de idiomas que se hablaron en ese día, era un indicativo para los discípulos de que no sólo debían predicar el evangelio a los judíos, en la lengua hebrea o aramea, sino a todos los habitantes del planeta en sus diversos idiomas.
Es interesante notar que cuando Pedro es preguntado por los judíos, que estaban atónitos viendo los hechos sobrenaturales del día pentecostés, acerca de qué debían hacer para ser salvos, él les responde. “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38). Si estas personas mostraban su conversión a Cristo a través del arrepentimiento y el bautismo en agua, entonces, también ellos participarían del Espíritu Santo, pues, el don del Espíritu no son las lenguas, sino Él mismo. Es decir, si ellos creían realmente en el Señor, entonces también serían revestidos de poder para ser testigos en todo el mundo.
Por lo tanto, toda persona que en el cualquier lugar del mundo, y en cualquier época luego de pentecostés, es convertida al Evangelio, también participa del revestimiento con poder del Espíritu Santo. Esto es algo automático que se da en el creyente. Es interesante notar que en las cartas apostólicas, las cuales de una manera clara instruyen doctrinalmente a la iglesia, cuando se habla del bautismo con el Espíritu Santo, se presenta como algo inmediato o concomitante a la conversión: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres” (1 Cor. 12:13). ¿En qué momento son unidos los creyentes al cuerpo de Cristo? En el momento de la conversión, pues, el Espíritu Santo nos traslada rel reino de la oscuridad al reino de la luz.
Todos los que son de Cristo están unidos a él en un solo cuerpo, y esta unión es dada por el bautisto con el Espíritu Santo; en consecuencia, luego de Pentecostés, el bautisto con el Espíritu Santo se da conjuntamente con la conversión. No encontramos un solo texto en el Nuevo Testamento, luego de Pentecostés, que invite a los creyentes a esperar un bautismo con el Espíritu Santo como el que se dio en Hechos capítulo 2, ¿por qué? No porque el Espíritu no esté bautizando ahora, sino porque este bautismo de poder sobrenatural que nos capacita para ser testigos de Cristo lo recibimos en la conversión. Juan, el autor de la primera carta que lleva su nombre, le escribe a los creyentes de finales del siglo I, él les asegura a sus lectores que la forma de estar seguros de pertenecer al Señor es el haber recibido el Espíritu Santo: “En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu” (1 Jn. 4:13), y quiénes son los permanecen en él, ¿quiénes son los que han recibido al Espíritu Santo? Todos los que creen en Jesús como el Hijo de Dios “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios” (1 Jn. 4:15).
Así que, los apóstoles, luego de pentecostés, nos presentan a los creyentes recibiendo el bautismo del Espíritu Santo inmediamente con la conversión a Cristo. En Hechos 8:15-17 se nos narra la introducción del Evangelio entre los samaritanos, una clase de personas distinta a los judíos, pues, ellos eran una mezcla entre tribus de Israel y gente pagana. Estos samaritanos, personas no totalmente judías, habían creido en el evangelio y se habían bautizado en agua (tal como los creyentes judíos se habían bautizado con el bautismo en agua de Juan), pero aún les hacía falta una cosa, ser llenos del Espíritu, recibir realmente el poder que los transformaría totalmente. De manera que dos apóstoles visitan esta ciudad y oran para que los bautizados reciban el Espíritu Santo.
Ahora, ¿podemos concluir en este pasaje que hay que orar por todos los nuevos convertidos para que reciban el Espíritu Santo? No, pues, el evangelio estaba entrando a nuevas categorías de personas, es decir, a los samaritanos, y se necesitó una evidencia visible, especialmente delante de los judíos, de que el Evangelio no sólo era para ellos sino también para los samaritanos, que así como el Espíritu bautizó a los judíos convertidos, también bautiza a los samaritanos. Recordemos que ni siquiera los apóstoles habían comprendido el alcance universal del evangelio, ellos pensaban que sólo era para los judíos. De allí que Dios da evidencias externas de que todos estaban siendo aceptados por él a través de Jesucristo, y la manera de poner este sello era a través de una experiencia similar a la de pentecostés; y esto queda claro en que cuando los gentiles también reciben el evangelio, se repite el hecho de recibir al Espíritu Santo con la evidencia de las lenguas: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circincición que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (Hch. 10:44-46).
¿En qué momento fueron bautizados los gentiles con el Espíritu Santo? ¿Lueego de la conversión, como una segunda experiencia? No, en el momento de la conversión. Incluso, después fueron bautizados en agua “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno mipedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros” (Hch. 10:47). Pero luego, cuando los demás judíos, samaritanos y gentiles se convierten, ya no se dice que reciben la evidencia externa del bautismo del Espíritu Santo, sino que este bautismo ya se daba por sentado en él, así como se da por hecho en cada uno de nosotros, en el momento de la conversión.
El apóstol Pedro también le escribe a los creyentes pos-pentecostés y les dice que ellos han recibido el Espíritu Santo en el momento de la regeneración: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible…” (1 Ped. 1:22). Que Pedro, el mismo que predicó el día de Pentecostés diciendo que se había cumplido la promesa de la venida del Espíritu Santo sobre la iglesia, de una vez y para siempre, estaba convencido que el bautismo con el Espíritu Santo, tal y como se dio en Hechos 2, era un evento irrepetible, y que de ellí en adelante los cristianos lo recibirían en el momento de la conversión, se deja ver en 1 Ped. 1:2 “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” En el momento de ser lavados por la sangre de Cristo, somo invadidos de la presencia gloria del Espíritu Santo.
Santiago, probablemente el pastor de la Iglesia de Jerulasén, también conocido cono Jacobo, el medio hermano del Señor Jesús, en su carta universal, hablando del Espíritu Santo, nos dice: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” ¿En quiénes ha hecho morada el Espíritu Santo? En los hermanos. En los que han creido en Cristo, en los que forman parte de la iglesia.
Los escritores del Nuevo Testamento, luego de Pentecostés, ven a todos los creyentes bautizados con el Espíritu Santo. Vuelvo a insistir, no encontramos en ninguna carta apostólica instrucciones para que los cristianos esperen un nuevo bautismo con el Espíritu Santo, acompañado de lenguas y fuego; ¿por qué? No porque ahora los cristianos no necesiten del bautismo del Espíritu Santo, sino porque el Pentecostés se dio una vez y para siempre, y de la misma manera que la crucificción y la resurrección se dieron una sola vez, y luego todos los creyentes recibimos los beneficios de estos actos, el Pentecostés también fue un acto único e irrepetible, pero de consecuencias eternas para la iglesia. Ahora todos los creyentes, una vez venimos a Cristo, el Espíritu Santo nos bautiza con poder para que seamos testigos del Evangelio en todas partes.

También Pablo, el apóstol, en su carta a Tito nos deja ver que los creyentes pos-pentecostés reciben la abundancia de la presencia del Espíritu Santo en el momento de la conversión: “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración, y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tito 3:5-6).
 Pablo le ordena a todos los creyentes que guarden “el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (2 Tim. 1:14); ¿Quiénes son responsables de guardar el buen depósito? Todos los creyentes, en consecuencia, todos los verdaderos creyentes son morada del Espíritu Santo. Si buscamos en todas las cartas apostólicas el tema del bautismo con el Espíritu Santo, encontraremos que éste se da por sentado está presente en todos los creyentes y no hay mandato alguno para buscarlo como algo adicional pos-regeneración. Ahora, esto no significa que los creyentes no debemos buscar la llenera con el Espíritu Santo, pues, si bien todos los salvos gozan de la presencia de la Tercera Persona de la Trinidad, no obstante, hay un sentido en el cual de manera constante debemos ser llenos del Espíritu Santo.
Los cristianos de la iglesia de Jerusalén fueron llenos del Espíritu Santo en Pentecostés, y luego también fueron llenos cuando pidieron al Señor les diera coraje para seguir predicando el evangelio a pesar de la persecución, entonces, “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hch. 4:31). Es importante resaltar que en esta oportunidad ya no hablaban en lenguas o idiomas que ellos desconocían, sino que, en su propia lengua nativa, predicaban con denuedo la Palabra de Dios, es decir, el evangelio. Este es el resultado de estar llenos del Espíritu de Dios, que podemos predicar sin temor el evangelio de salvación. Así como Pedro, luego de ser lleno del Espíritu Santo en Pentecostés pudo predicar, ya no con temor, sino con poder, del evangelio de Cristo, de la misma manera todos los creyentes debemos anhelar ser llenos del Espíritu Santo, no para poder ostentar el hablar en “lenguas”, sino para que recibamos el poder que nos permitirá ser testigos de Cristo en todo lugar, hablando del mensaje de salvación que procede de la cruz.
Pablo, el apóstol, exortó a los creyentes diciendo: “No os embriguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu Santo” (Ef. 5:18). De manera que todos los creyentes debemos ejercitarnos en aquello que contribuye a estar llenándonos del Espíritu Santo, y el apóstol nos indica cómo es que nos llenamos del Espíritu: “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales…” (Ef. 5:19); pero, Pablo, en un pasaje paralelo nos explica aún mejor la forma de ser llenos del Espíritu Santo: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales…” (Col. 3:16).

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez
www.caractercristiano.org
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viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Puede un cristiano perder la salvación?

¿Puede un cristiano perder la salvación?


Esta es una de las preguntas que muchos creyentes se han hecho desde tiempos prístinos de la fe cristiana, y no es para menos, pues, se trata de un tema que se relaciona con esta vida y con la eternidad.

Las Sagradas Escrituras enseñan, desde el principio y hasta el fín, que la salvación es por gracia:

- Adán y Eva recibieron el perdón de sus pecados sin que ellos tuvieran que hacer nada para ello. Dios mató a un animal substituto, su pecado fue cubierto y ellos disfrutaron de la reconciliación con Dios: “

- Abel fue acepto ante Dios, no por ninguna obra que él hubiese hecho, sino por la fe que tenía en su corazón en la gracia de Dios que recibía con agrado la ofrenda procedente de un corazón lleno de fe:

- Abraham fue justificado ante Dios solo por la fe, sin necesidad de obra alguna:

- Los creyentes en el pueblo de Israel no debían hacer obra alguna para ser salvos, sino solo tener fé en el sacrificio de Cristo, tipificado por los sacrificios de los animales en el día de la expiación:

- Ningún hombre puede hacer nada para salvarse a sí mismo, pues, está muerto en delitos y pecados:

- Nosotros no éramos capaces para escoger a Dios, y por eso Dios nos escogió a nosotros:

- La fe que reciba la gracia de la salvación no es nuestra, sino un don de Dios:

- La salvación es por la sola gracia, sin necesidad de hacer ninguna obra:

- El arrepentimiento que nos conduce a apartarnos del pecado y a clamar a Cristo por misericordia también es un don de la gracia:

- El crecimiento en la santificación también es una obra del Espíritu Santo

En conclusión podemos decir que la salvación es una obra total de la gracia, y que nosotros no podemos hacer nada para salvarnos. Así que, siendo que no pudimos hacer nada para salvarnos, entonces nada en este mundo podrá quitarnos la salvación, ni los ángeles, ni el mundo, ni siquiera nosotros mismos:

Por eso, los creyentes bíblicos decimos que siendo la salvación por gracia, y no por obras, entonces no se puede perder. Ningún salvo jamás dejará de serlo. Cristo mismo enseñó esta preciosa verdad cuando dijo que a los que él guarda no se perderán: “Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tú nombre, para que sean uno así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tú nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Jn. 17:11-12).

Los salvos están guardados en las seguras manos del Poderoso Dios, no porque ellos cuelguen de sus manos, sino por que están sostenidos por Dios mismo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mí mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre” (Jn. 10:27-29).

El apóstol Pablo pudo estar seguro, como lo debe estar todo salvo, de que Dios guardará su depósito hasta el último día. Es Dios quien nos guarda, y por eso no nos podemos perder: “porque yo sé a quién he creido, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” 2 Tim. 1:12

El autor de la carta a los Hebreos está convencido de que los creyentes no retrocederán, sino que perseverarán hasta el fin: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb. 10:39), y perseveramos porque Dios persevera en nosotros: “Y el Señor me librará de toda mala obra, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tim. 4:18).

Los cristianos de corte reformado preferimos llamar a esta doctrina, no tanto la seguridad final de los salvos, sino: “La perseverancia final de los santos”. Es decir, la Biblia nos muestra que los que son verdaderamente salvos, los que han nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, han recibido un poder sobrenatural que los preserva de caer definitivamente de la gracia o de apostatar; antes por el contrario, perseverarán hasta el fin en la fe en Cristo, la santidad, el amor y los frutos del Espíritu; pues, Jesús nos enseñó que algunas personas creen entusiastamente en el evangelio cuando oyen la Palabra, pero “cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra” se apartan (Mr. 4:17), o “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mr. 4:19); pero estos no eran salvos, sino simples entusiastas de la fe, pues, Jesús nos deja ver que los únicos salvos son los que corresponden a la buena tierra, aquella que produce fruto, pero no por un tiempo sino por siempre, porque los que reciben la palabra y son buena tierra, es decir, los que son regenerados por el Espíritu de Dios, perseverarán hasta el fin y recibirán la recompensa eterna en la presencia de Dios: “Más el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:13).

El apóstol Pablo también habló de esta preciosa doctrina y afirmó que el poder de Dios trabaja constante y perseverantemente en el cristiano hasta conducirlo a la salvación completa y perfecta: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).

Salvación por gracia, por medio de la fe, sin obras, no significa que la persona es totalmente pasiva en el proceso y en ella no sucede nada. No, esta es una mala comprensión de las doctrinas de la gracia.

La salvación es por gracia porque nosotros NO PODEMOS hacer nada para arrepentirnos verdaderamente, no podemos creer verdaderamente en Cristo, no podemos negarnos a nosotros mismos, no podemos dejar de amar al mundo, no podemos odiar el pecado, no podemos amar al prójimo como a nosotros mismos, no podemos hacer el bien cómo Dios manda, no podemos mortificar nuestro pecado; nosotros no podemos hacer nada de esto porque somos esclavos del pecado y estamos muertos en él. Esa es nuestra condición como hijos de Adán.

Ahora, la gracia de Dios, cuando nos salva, obra en nosotros un poder sobrenatural conduciónos a arrepentirnos de nuestro pecado, es decir, a odiarlo y abandonarlo. La gracia nos llena a despreciar nuestras vidas a causa del pecado y a buscar en la cruz de Cristo que es la solución para nuestro estado depravado. La gracia nos lleva a negarnos a nosotros mismos, a aborrecer los deleites temporales del pecado y a entregar nuestras vidas al completo señorío de Cristo. Si en nosotros no ha pasado eso, entonces no tenemos evidencia alguna de que hemos sido salvos por gracia. No somos salvos por arrepentirnos, ni por odiar al pecado, ni por amar la santidad, ni por negarnos a nosotros mismos; sino que estas cosas se dan en la persona como resultado de la obra de gracia.

Debemos abandonar ese concepto erróneo, peligroso y conducente al infierno, de creer que la salvación por gracia significa total inactividad y que solo con hacer una “oración de fe” somos salvos. No. No hacemos obras para ser salvos, pero la verdadera fe que es el medio para la salvación produce obras, obras que son evidencia de que tenemos la fe sobrenatural que nos salva. Santiago fue muy claro al respecto:

17. Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
20. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
21. ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22. ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
23. Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

De manera que si no hay un compromiso serio por la santidad, por el amor a Dios y al prójimo, por ser gobernado por la ley de Cristo; si no hay negación de uno mismo, sino hay perseverancia, si no hay un odio hacia el pecado; entonces es imposible hablar de salvación en esa persona, así haya hecho una oración de fe acompañada de llanto y contrición.

Muchas personas que han militado en el cristianismo por mucho tiempo, incluyendo a pastores y misioneros, luego se han apartado; pero esto no indica que perdieron la salvación, sino que “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Jn. 2:19), es decir, no todo los miembros de las iglesias cristianas son realmente salvos, pues, algunos ni siquiera conocen a Dios: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34).

Su servidor en Cristo,


Julio César Benítez
http://www.caractercristiano.org/

Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/


¿Enseña 2 Pedro 1:11 que la salvación es por obras?

En respuesta a su invitación a enviarle preguntas sobre pasajes difíciles, quisiera entonces pedirle su explicación de 2 Pe.1:11. Yo creo que la salvación es por gracia, pero reconozco que este es uno de los pasajes confusos, pues sugiere que es por obras. Gracias por su valioso aporte. José Aníbal

Apreciado hermano José Anibal,

Gracias por enviarnos su pregunta.

Leamos el texto que usted menciona en la pregunta: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 1:10-11).

Como siempre estoy insistiendo, para interpretar cualquier pasaje de las Sagradas Escrituras es necesario tener en cuenta en contexto del mismo.
El capítulo 1 de la segunda carta de Pedro contiene un mensaje de consuelo y ánimo para los creyentes. En el verso 1 les dice a sus lectores que algunos de ellos han alcanzado la justicia, es decir, han sido justificados de sus pecados, por medio de la justicia que nos es imputada a través de la obra redentora de Jesucristo. En el verso 3 afirma que el creyente ha recibido, mediante el conocimiento de Jesucristo, todo lo que es necesario para que esta vida andemos piadosamente, y ha recibido preciosas promesas del evangelio que la garantizan apartarse de la contaminación de este mundo, hasta que llegue a ser participante de la naturaleza divina, es decir, libres de la corrupción del pecado.
Pedro comienza hablando de la seguridad de salvación que tiene el cristiano por medio de la fe que ha puesto en el Señor. Dios se encarga de darle todo lo que es necesario para que prosiga su vida cristiana en medio de este mundo de pecado, hasta que llegue el gloriso día en el cual se “otorgará amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v. 11).
El apóstol Pedro, así como Pablo y el resto de escritores del Nuevo Testamento, cree que la salavación es solo por gracia y que ella es segura y firme, de maenra que el que ha sido salvo nunca dejará de serlo. En su primera epístola, capítulo 1, versos 3 al 8, afirma que la salvación es una obra divina completa, que no se puede corromper, y a la cual no se puede morir nunca jamás porque Dios mismo es quien guarda a sus hijos con su poder, de manera que todos los verdaderos creyentes alcancen la entrada final a la plena salvación que se manifestará en el día final: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.
Siendo que fuimos renacidos “no de cimiente corruptible, sino de incorruptible, por la pabra de Dios que vive y permanece para siempre” (v. 23), entonces nuestra salvación es también incorruptible, porque ella no depende de nosotros, sino de Dios que tiene misericordia “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro. 9:16).
Las Sagradas Escrituras enseñan de manera clara que la salvación es solo por gracia, no dependiendo de ninguna obra que haga el hombre: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8-9); “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Pero esta gracia no sólo nos elige, nos llama, nos justifica y nos glorifica (Ro. 8:30), sino que ella nos capacita para actuar responsablemente en la vida cristiana.
Cuando estábamos sin Cristo, nuestro estado era de muerte, y no podíamos venir a Dios, ni buscar la santidad, ni hacer obras que agradaran a Dios. (Ro. 3:9-20). Pero una vez somos renacidos por el Espíritu Santo, recibimos la capacidad para actuar responsablemente en el Evangelio. Explico, en nuestro estado natural, es decir, no regenerado, no podemos creer en Cristo, así se nos predique de la manera más clara el evangelio, porque estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Así se nos llame mil veces, de diferentes y entusiastas maneras, para que vengamos a Cristo, el que nos puede dar salvación, nosotros no venimos, porque estamos muertos espiritualmente. Pero cuando la gracia electiva de Dios abre nuestros corazones y hace renacer nuestros espíritus, entonces, una vez escuchamos el evangelio de salvación, nosotros procedemos al arrepentimiento y creemos en el Señor Jesús. Dios nos da el don de la fe (Ef. 2:8), pero Dios no cree por nosotros. Somos nosotros los que debemos creer. De la misma manera sucede con el resto de la vida cristiana en esta tierra. El Señor, por su gracia, nos hace crecer en él, y nos preserva para que nunca nos perdamos, pero el medio que el Señor usa es nuestra nueva responsabilidad regenerada y santificada. El Espíritu de Dios obra en nosotros de manera que anhelemos la santidad, y responsablemente andemos en la senda del evangelio. Sino fuera por el poder del Señor, entonces nos perderíamos.
El apóstol Pedro, en los versos que estamos analizando, toca el aspecto de la responsabilidad cristiana en hacer firmes nuestro llamamiento. ¿Qué significa esto? No significa que nosotros, por nuestro propio esfuerzo, ganamos la salvación o nos incluimos entre los elegidos, o aseguramos el no perder la salvación, pues, esta interpretación entraría en contradicción con el resto de la enseñanza apostólica. Pero lo que sí significa este pasaje es que los cristianos tienen el deber y la responsabilidad, de utilizar todos los medios que nos da la gracia para crecer en el conocimiento del evangelio y producir los frutos que se esperan de un corazón regenerado.
¿Cómo puede estar una persona de que ha sido elegida por Dios para salvación? Si deposita su confianza en Cristo solamente para el perdón de sus pecados y la justificación. ¿Cómo sabe una persona si realmente ha creído de corazón en Cristo y ahora disfruta de la salvación? Si el fruto del espíritu se en cuentra en él, si está obedeciendo con gozo los mandatos de Cristo.
Si una persona dice ser salva, solamente porque hizo una oración de arrepentimiento, pero en él no hay frutos de verdadera conversión, arrepentimiento y abandono de las cosas mundanas, entonces el tal se engaña a sí mismo, y no puede estar seguro de su salvación, pues, los frutos de ella no se encuentran en él. Los que son verdaderos cristianos, es decir, los que realmente han nacido de nuevo, están seguros de su salvación delante de Dios, y esto no cambiará nunca.
Nadie podrá arrebatarlos de la mano del Padre, dijo Cristo en el evangelio de Juan. Pero en lo que respecta a la responsabilidad humana, todo cristiano tiene el deber de hacer firme esta seguridad de salvación, y esto solo se hace creciendo en santificación, negándonos a nosotros mismos, amando más a Cristo y obedeciendo sus mandatos, o como dice Pedro: “Poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ped. 1:5-8). Pero es preciso decir que todo esfuerzo que hacemos en la gracia, todo logro en la santificación, todo avance en reflejar el carácter de Cristo en nosotros, es solo obra de la gracia de Dios, y al final, tendremos que dar las gracias a Dios porque si él nos hubiese dejado para que de nosotros mismos produjéramos el esfuerzo, o asumiéramos la responsabilidad, entonces nada hubiera pasado y nunca hubiésemos crecido en el conocimiento de Cristo y en la santidad.
El apóstol Pablo también dio instrucciones muy parecidas a las de Pedro, cuando dijo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12); es decir, ocúpense en todo lo que respecta a la obra que el Señor ha iniciado en vuestras vidas y que concluirá con la entrada triunfal al reino eterno del Señor; pero este ocuparse no es un mero esfuerzo humano, sino que, aunque implica nuestra voluntad y la diligencia, esta fuerza y deseo para ocuparnos en nuestra salvación es producido en nosotros por la gracia de Dios; pues, el apóstol, en el siguiente versículo, afirma con convicción: “porque Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad” (v. 13).
De manera que las Escrituras enseñan la salvación por la sola gracia, sin necesidad de obras; pero cuando hay verdadera gracia en el corazón, ésta se manifestará en abundantes frutos de santidad y consagración al Señor; si no hay esto, es porque no hay verdadera gracia y el tal está bajo condenación.

Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez
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jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Qué significa: a quienes remitiereis los pecados le serán remitidos?

Me podria contestar ¿A qué se refiere este pasaje de las Escrituras? Juan 20:23: A quienes REMITIEREIS los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. Muchas Gracias

Apreciado Rubén,

Saludos fraternales.

Gracias por enviarnos su pregunta.

El texto en mención dice: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos, y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:23).

Para comprender el sentido de este pasaje, así como el de todo pasaje bíblico, es necesario primero mirar el contexto en el que fueron dichas estas palabras.

Luego de la resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos y les dio la gran comisión. Esta comisión está expresada de diferentes maneras en los cuatro evangelios: Mateo resalta la autoridad que dio Cristo a los apóstoles para que llevaran el evangelio a todas las naciones, bautizando a los discípulos (Mt. 28:16-20); Lucas resalta la función de los apóstoles como testigos de Cristo, anunciando el arrepentimiento en todas las naciones y el perdón de los pecados en el nombre de Jesús (Lc. 24:47-48); Marcos también resalta la comisión dada a los apóstoles de anunciar el evangelio por todo el mundo, con la consecuencia de salvación para los que creyeren y de condenación para los incrédulos (Mr. 16:15-16).

En los tres evangelios que hemos mencionado la comisión dada por Cristo a los discípulos está centrada en la predicación del evangelio de salvación a todas las naciones. Los apóstoles tenían la responsabilidad de predicar inicialmente este mensaje, el cual traería el perdón de los pecados a los que procedieren al arrepentimiento (Hch. 2:38), pero también traería condenación a los que no creyeren (Mr. 16:16).

Por lo tanto, el pasaje de Juan 20:23 significa esto: Ustedes han recibido mi Espíritu Santo y les he dado autoridad para predicar el evangelio. A todos los que creyeren en el evangelio le serán perdonados (remitidos) los pecados, y a todos los que no creyeren, no le serán perdonados (retenidos) sus pecados.

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez
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¿A qué se refieren los ciento veinte años de la vida del hombre en Génesis 6?

Saludos fraternales. Quisiera que me aclara el pasaje bíblico del antiguo testamento GENESIS 6:3, pues lo puedo entender como la nueva edad de vida limite del hombre o también puede referirse a los años que le quedaba a la humanidad antes de ser destruida por el diluvio universal en época de NOE. Bendiciones y agradecimientos por su atención prestada.


Apreciado hermano Manuel,

Gracias por su pregunta.

Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años” (Gén. 6:3).

Génesis 6 es una clara demostración de la doctrina bíblica de la depravación humana. Los hombres se habían entregado a toda suerte de maldad y lo único que procedía de ellos era pecaminoso. Cuando el hombre está lejos de Dios, a causa del pecado, entonces nada bueno sale de él: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5).

El colmo de la maldad de la raza humana había llegado a su punto más alto, de manera que Dios había determinado la destrucción de toda vida en la tierra: “Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho” (Gén. 6:7).

Esta destrucción se daría a través del diluvio universal, del cual solo Noé sería salvo, a través de un arca que demoró construyendo 120 años. La construcción del arca se convirtió en un evangelio expuesto gráficamente, pues, durante ese tiempo se pregonaba a los hombres que vendría la destrucción, y ellos en vez de proceder al arrepentimiento, continuaron en sus pecados, por lo cual recibieron el juicio divino. (1 Ped. 3:18-20; 2 Ped. 2:5).

Por lo tanto, cuando Dios dice que serán sus días ciento veinte años, se refiere al tiempo que le daría a la humanidad para que se arrepentiera y abandonara su camino de maldad. Al término de los ciento veinte años “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas” (Gén. 7:11), viniendo la gran destrucción de la humanidad.

No se refiere a que los hombres y mujeres, luego del diluvio, tendrían una longevidad de ciento veinte años.

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez
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¿Es Dios igual a los ángeles, pero con un poder superior?

Pastor, mis hijos me hacen la siguiente pregunta: Que si Dios es igual a los ángeles, solo que con un poder adicional o superior? y si por eso el diablo quiso ser igual a Dios?


De antemano gracias por su respuesta.



Apreciado hermano Daniel,

Gracias por enviarnos su pregunta.

Nuestros hijos muchas veces nos sorprenden con ciertas preguntas teológicas de gran profundidad y complejidad. Recuerdo la ocasión cuando mi hijo, Juan Sebastián, a la edad de 4 años, luego de escuchar la predicación del pastor de la iglesia donde nos congregábamos en Bogotá, me pregunta: Papi, si Dios nos manda a perdonar a nuestros enemigos, y Satanás es el enemigo de Dios, ¿por qué el Señor no lo perdona?

Bueno, regresando a su pregunta, podemos responderla con los siguientes argumentos bíblicos:

- Dios no es igual a los ángeles porque él los creó (Neh. 9:6; Sal. 148:2-5; Col. 1:16-17)). Los ángeles no son eternos y no pudieron venir a la existencia por sí mismos. Su existencia se deriva del poder creador de Dios y ellos existen porque Dios les da la existencia. Por el contrario, Dios no necesita de nadie más para existir, y él no vino a la existencia por el poder de nadie más, pues, Él es eterno y no tiene principio ni fin. Los ángeles tuvieron un principio.

- Los ángeles rinden servicio a Dios y lo adoran, lo cual muestra que él no sólo es superior, sino que es único (Is. 6:1-3; Apo. 4-5). Los ángeles no se adoran entre ellos mismos. Por cierto, Satanás busca la adoración a sí mismo, pero esto es un pecado, porque solo a Dios se debe adorar. De manera que si los ángeles no deben ser adorados (Ap. 22:8-9), y sólo a Dios se debe adorar (Luc. 4:8), entonces Dios no es un ángel superior, ni siquiera el más grande de los ángeles, sino el creador de los ángeles y el Soberano del Universo visible e invisible.

- Si Dios fuera un ángel con poder superior o adicional, nos deberíamos preguntar ¿de dónde procede este poder? Es decir, todo poder debe venir de una fuente. El poder no existe por sí mismo. Pero la Biblia nos dice que el poder viene de Dios, él es la fuente del poder (1 Cro. 29:12; Job. 12:13; Sal. 62:11). Los ángeles tienen diferentes grados de poder, porque Dios se los ha dado, pero a Dios nadie le ha dado poder, porque éste viene de él. De manera que Dios no solo es superior a los ángeles, sino que es distinto a los ángeles. Dios es único y no hay otro como él.

- Satanás fue creado por Dios (Ez. 28, Is. 14), así como el resto de ángeles. Pero Satanás quiso ser como Dios, no porque Dios sea de la misma esencia de los ángeles, sino porque Satanás se había llenado de orgullo, vanidad, arrogancia, y había caído en el lazo de su ignorancia. Él pensaba que por haber recibido mucho poder de parte de Dios, entonces podía llegar a ser tan poderoso como él. Pero esto era el razonar de un ser que se había dejado engañar por su propio pecado y orgullo (1 Tim. 3:6.

Por estas razones, y muchas más que la Biblia nos presenta, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Dios es diferente a los ángeles, incluso a los más poderosos, y que la distancia entre él y los poderosos arcángeles es infinita. Dios es el Soberano ante el cual, hasta los poderosos ángeles, deben inclinarse y adorarlo.

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez

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¿Cuál es el sustento bíblico de la sujeción de la mujer al varón?

Pastor, mucho gusto. Es para mi un privilegio saludarle, espero que Dios le bendiga mucho y que su presencia sea más grande cada día en su vida, su familia y los hermanos. Con un poco de atrevimiento quiero solicitarle, si fuera tan amable, aclararme una duda que me inquieta un poco. Desde que conozco la verdad del evangelio y despues de haber salido de una iglesia pentecostal donde a las mujeres se les llamaba pastoras y ejercian cargos y enseñanzas en la congregación; supe que nuestro papel en la iglesia no es este, pero estoy un poco confundida con el tipo de enseñanza que una mujer puede ofrecer.......se que no le es permitido enseñar en el culto, pero me gustaria saber en que contextos puede hacerlo, y a que tipo de personas, ¿acaso la enseñanza de una mujer se basa unicamente en la predicación del evangelio a nuevos?, la pregunta la hago porque la teologia me parece fantastica, las enseñanzas de las doctrinas me impactan mucho, los métodos de estudio bíblicos y los fundamentos de la Escritura, y en un futuro me gustaría certificarme en estudios teológicos. Sin embargo no estoy segura del tipo de sujeción al que una mujer deba someterse, ¿ a qué tipo de autoridad o de persona no me seria permitido enseñar?....temo pecar alterando principios bíblicos que deban obedecerce, pero no tengo total claridad sobre este asunto, por esto me tomo el atrevimiento de pedir su opinión; Agradezco de antemano el tiempo que toma para leer estas palabras y seria para mi un gozo obtener alguna respuesta de su parte. Dios le guarde y su gracia le acompañe más abundantemente.

Apreciada Ingrid, Saludos fraternales.

Gracias por enviar sus preguntas, las cuales son justas y creo que atienden un tema de gran relevancia actualmente debido al caos que, en la iglesia y el hogar, ha generado el movimiento feminista extremo.

Vamos a dividir su pregunta en varias, con el fin de dar mayor claridad al respecto, respondiéndolas en un orden que nos permita ir comprendiendo el tema:

1. ¿Cuál es el sustento bíblico de la sujeción de la mujer al varón?

2. ¿Se les debe dar el reconocimiento a las mujeres de pastoras o predicadoras?

3. ¿Qué funciones no deben realizar las mujeres en la iglesia?

4. ¿Qué funciones pueden ejercer las mujeres en la iglesia?

Empecemos con la primera pregunta: ¿Cuál es el sustento bíblico de la sujeción de la mujer al varón? Para ello, transcribiré un estudio que di sobre Efesios.

Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. V. 23.

La mujer debe sujeción y obediencia a su esposo porque él es su cabeza. Él varón es el directamente responsable ante Dios por el cuidado del hogar, tanto en el aspecto material como en el espiritual. Esto no quiere decir que la mujer no tiene responsabilidades espirituales, pero estas serán en sujeción a su marido. ¿Por qué el hombre es cabeza de la mujer y no a la inversa?

Encontramos varios argumentos que Pablo presenta en otras epístolas: En el orden establecido por Dios para los roles en el hogar y la Iglesia hayamos los siguientes patrones:

1. El hombre es cabeza de la mujer, por lo tanto solo él puede realizar funciones de liderazgo espiritual. 1 Cor. 11:3-16. Este principio debe ser guardado en el hogar (Efe. 5:21-33) y en la Iglesia. (1 Tim. 2:8-14). Así como esta sujeción debe ser realizada voluntariamente, la cabeza debe ejercer un liderazgo amoroso, tierno y sacrificial. El mejor ejemplo de liderazgo es Jesucristo mismo, quien amó tanto a la Iglesia que estuvo dispuesto a sacrificarse por ella. De la misma manera el esposo y los líderes espirituales de la Iglesia deben guiarla con un amor tan profundo y un cuidado tan especial, que deben estar dispuestos al sacrificio más grande.

2. La mujer debe someterse voluntariamente a la dirección o guía espiritual de su esposo (si este es creyente) y de los pastores o líderes varones que Dios ha dado a la Iglesia. Efe. 5:22-24). Estos roles tienen un sustento, no solo en los pasajes mencionados, sino en el resto de las Escrituras. - 1 Tim. 2:14. El órden de la creación y la entrada del pecado al género humano:
a. Primero fue creado el hombre, luego la mujer. Gén. 2:7,,20,21,22,23. Estos pasajes nos dejan ver que la mujer fue creada por causa del hombre. Ella fue creada para ser la ayuda del hombre, y también su gloria (1 Cor. 11:7-9). El nombre asignado por Dios a la mujer también afirma la dependencia que tiene del hombre como primer ser creado (Hombre = Ish, Mujer= Ish-sha) Gen. 2:23. Cuando la mujer reconoce esta diferencia en el orden de la creación es que puede ser de gran ayuda y bendición para el hombre. Incluso, ella puede ejercer una influencia muy poderosa y beneficiosa sobre él, en sumisión, para la felicidad de los dos y especialmente para la Gloria de Dios.
Cuando la mujer asume el papel de liderazgo, no solo está violando el principio de la creación, sino que engendra caos (aunque en un principio parezca que las cosas andan mejor) y no está glorificando a Dios.

Algunos argumentan que la sumisión de la mujer al hombre se derivó especialmente del pecado, y que, por la obra de redención efectuada a través de Jesús, el ideal original de la creación humana fue restaurado de tal manera que tanto los hombres como las mujeres pueden ser cabeza tanto en el hogar como en la Iglesia. Pero este razonar no es de acuerdo al tenor de las Escrituras, puesto que el orden de la creación, primero fue creado el hombre y luego la mujer, por causa del varón, fue antes de la caída. Este principio es utilizado por el apóstol Pablo como argumento teológico para establecer diferencias en el papel que los hombres y las mujeres tienen en la vida del hogar y la Iglesia.
Aunque el orden la creación de la raza humana parezca algo insignificante y trivial (primero el hombre, luego la mujer), realmente tiene consecuencias en lo que se relaciona con los roles y funciones. Dios no hace las cosas por capricho ni porque le salieron así, en todo lo que hace tiene un plan perfecto, y en el orden de la creación tenía papeles importantes para el hombre y la mujer. Él sería la cabeza, el maestro, el sacerdote, la guía, ella sería el corazón. Los dos se complementan y no son felices sin el otro. (1 Cor. 11:11). Pero cada uno cumpliendo sus roles. El resultado de violar el principio: “Él dirige, ella sigue” fue la entrada del pecado al mundo. Adán era responsable de tomar las decisiones más importantes, Eva debía seguirle. Los asuntos espirituales debían ser dirigidos por Dios a través del hombre, al cual le había dado la función de cabeza. Él era el sacerdote, y como tal los asuntos espirituales también estaban bajo su responsabilidad. Él debía buscar cada día el conocimiento de Dios para trasmitírselo a su mujer. Era su responsabilidad enseñarla y guiarla a conocer la voluntad de Dios. Pero Eva desechó su rol de esposa y trató de convertirse en sacerdotisa cuando fue contactada por Satanás. La serpiente le habló de asuntos espirituales, le dijo “Si comes de este fruto llegarás a ser como Dios”, este era un asunto que debía ser consultado con la cabeza, Adán conocía mejor los principios espirituales puesto que tenía la responsabilidad de enseñar a su mujer, debía estar mas preparado en estos asuntos. Pero ella violó el principio establecido por Dios y tomó una decisión final que era competencia del hombre. Decidió ser como Dios. Ella probablemente pensó que así era mejor, ahora no estaría obligada a obedecer a su marido, sino que tendría el mismo o mayor conocimiento en asuntos espirituales. Ella fue engañada primero (1 Tim. 2:14). Satanás no enfrentó directamente al hombre, porque lo más probable es que este consultaría el asunto con Dios, puesto que la propuesta tenía gran influencia espiritual, y él como cabeza de la creación debía ser cuidadoso en estas decisiones. Pero el varón estaba ligado al corazón de la mujer. Él no podría obedecer la voz extraña de la serpiente, pero si podría ser conquistado por el corazón amoroso de la esposa.
Si bien el hombre dirige, la mujer tiene gran influencia sobre el varón, porque ella es su corazón. Pero cuando la mujer aprovecha este poder de influencia sobre el hombre para llevarlo a tomar decisiones finales, de acuerdo a lo que ella ha planeado de antemano, está violando su rol de sumisión. Satanás aprovechó esto y convenció primero a Eva, por naturaleza ella es más emotiva, y es la primera que muestra interés en asuntos espirituales. Luego de convencerla a ella sería más fácil que Adán escuchara el consejo destructor en boca de su mujer. El resultado fue el caos, la entrada del pecado al mundo creado por Dios.
Pablo no está afirmando en 1 Tim. 2:14-15 que solo la mujer fue engañada. Adán también pecó. Él no asumió su responsabilidad de cabeza, sino que se dejó llevar por la emotividad espiritual de su esposa, y en vez de cuidarla y protegerla decidió hundirse con ella en el pecado.

b. Los varones tienen la función de liderazgo en todas las Escrituras. En la época patriarcal Dios se comunicaba directamente con los varones jefes. Ellos eran responsables de transmitir el mensaje divino a su mujer e hijos. Esta fue la primera figura de la Iglesia. El orden era que el varón dirigiera y enseñara a esta iglesia. Noé (Gén. 3:13-22; 7:1-5; 9:1-17), Abraham (Gén. 12:1-5; 15:1-9; 17:1-22; 18:1), Isaac (Gén. 26:2-5), Jacob (Gén. 32:22-30; 35:1, 9-15). En el pueblo de Israel Dios organiza el sacerdocio y la adoración colectiva en torno al templo, dando la función sacerdotal y de liderazgo espiritual a los varones. Aarón y sus hijos varones fueron consagrados como sacerdotes (Ex. 28:1). Las instrucciones para el ministerio sacerdotal solo pueden aplicarse a los varones: No podrán casarse con mujer ramera o repudiada (Lev. 21:7), tomarán por esposa a una mujer virgen (Lev. 21:13-14). Los jueces y los reyes eran varones. Ellos eran responsables de dirigir al pueblo de Dios.
Solamente cuando los hombres se volvieron débiles e irresponsables en sus funciones, Dios permitió el surgimiento de mujeres con gran liderazgo como una excepción mas no como regla. Débora es un ejemplo de ello (Jue. 4:4). Ella surgió como gobernadora debido a la pecaminosidad del pueblo y la debilidad de los varones (Jue. 4:1). Incluso ella era conciente de su papel para avergonzar a los varones, quieres eran responsables de dirigir y proteger al pueblo. Su valentía debía hacer ver a los varones como irresponsables y débiles. (Jueces 4:8-9).
Cuando las mujeres deben abandonar su papel especial en el hogar, para dedicarse a funciones de liderazgo, es por la debilidad y flaqueza de los hombres, y no porque Dios así lo haya diseñado. Siempre que las damas asumieron un papel de liderazgo obedeció a dos factores: Primero, los varones habían flaqueado y Dios los avergonzó utilizando a las mujeres en funciones netamente masculinas, o, Segundo, ellas usurparon el rol de los hombres, pero las consecuencias fueron funestas. (vea el ejemplo de Jezabel quien dirigía a su pusilánime esposo, rey de Israel. Las consecuencias de esta debilidad fue la entrada de la idolatría en Israel (1 Rey. 16:29 – 21:29), o mire la influencia directiva de las esposas sobre Salomón en asuntos espirituales, la consecuencia, nuevamente idolatría (1 Rey. 11), o ver el caso de Atalía (2 Rey. 11:1)). Volviendo al pasaje de Efesios 5:23 es importante aclarar la forma cómo la cabeza (el marido) debe guiar a su esposa.
Así como Cristo es la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo y él es su Salvador. La relación cabeza-cuerpo ofrece muchas verdades a considerar:
 Primero, la cabeza guía al resto del cuerpo. El hombre es guía de su esposa y del hogar. Pero no debe ser cualquier clase de guía, esta no es arbitraria ni tirana. El mejor ejemplo de cabeza lo ofrece Cristo mismo. Él dirige sabiamente a la Iglesia y la conduce a vida abundante. El esposo debe esforzarse por cuidar y proteger a su hogar como si fuera lo más preciado para él. Un marido que descuida la protección y felicidad de su casa tendrá que rendir cuentas ante el Soberano creador. El esposo no solo guía y dirige a su esposa e hijos, sino que debe ser como Su Salvador, así como Cristo salvó a la Iglesia. El esposo no debe escatimar esfuerzo alguno en traer a todos los miembros de su hogar a Cristo. Él debe esforzarse por estudiar y conocer más de Dios y su revelación para instruir a su esposa e hijos en la fe. La salvación no es solo la profesión de fe en Cristo, sino el conocerle y obedecerle en todo, de esa forma seremos salvados de todos los ataques de Satanás, el mundo y la carne.

Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez
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¿Fue el pecado de los ángeles en Judas 6, el pecado sexual de Génesis 6?

Buenos dias Pr Julio, De nuevo me gustaria hacerle una pregunta. En el libro apocrifo de Enoc se contiene una descripcion de los eventos mas detallados de Genesis 6, especificamente sobre la rebelión de unos angeles. Sn Judas y Sn Pedro parecen hacer referencia a este recuento. Es recomendable tomar como apoyo historico estos escritos del libro apocrifo de Enoc? Muchas Gracias Pr Julio, Bendiciones en Cristo. Anderson Steban

Apreciado Anderson, Saludos fraternales.

Primero abordaremos la pregunta ¿Está relacionado el pecado de los ángeles, mencionados en Judas 6, con las relaciones sexuales ilícitas entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres, mencionados en Génesis 6? Para ello transcribiré apartes de un sermón que di sobre el verso 6 de Judas.

“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada...”

Algunos ángeles creados por Dios decidieron rebelarse contra el creador, y fueron arrojados de los cielos. A estos ángeles les llamamos hoy: ángeles malos.
No sabemos realmente cuál fue su pecado, pero Judas los describe como no guardando su posición de autoridad y abandonando su propia morada.
Desde tiempos antiguos se tejió la teoría de que estos ángeles abandonaron su propia morada espiritual y bajaron a la tierra a buscar mujeres para tomarlas como esposas. El libro apócrifo de 1 Enoc aboga por esta interpretación de Génesis 6. Pero luego, la iglesia abandonó esta teoría al considerar que Jesús se opone a la posibilidad de que los ángeles puedan casarse.
Leamos el relato de Génesis 6. “Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los Hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos”. (6:1-2, 4).

Una primera pregunta que debemos hacernos es ¿Quiénes son los hijos de Dios mencionados en el texto? Algunos creen que se refiere a los ángeles, pues, en Job 1:6; 2:1 y 38:7 se les llama hijo de Dios. Pero no solo a los ángeles se les da esa designación, pues, a los creyentes, los hombres de la línea de la fe también se les llama hijos. (Det. 32:5; 73:15; Oseas 1:10; Juan 1:12; Rom. 8:14; Fil. 2:15). Así que, según otra perspectiva, los hijos de Dios mencionados en el capítulo 6 de Génesis designa a los descendientes de Set, los cuales habían preservado la fe en el verdadero Dios, pero se empezaron a descarriar al contraer matrimonios con mujeres incrédulas.
Algunos intérpretes de la Biblia han llegado a la conclusión que los hijos de Dios mencionados en el pasaje son ángeles, porque el resultado de esta unión demoniaca-humana fue el surgimiento de una raza de gigantes.
Aunque en las Sagradas Escrituras se nos habla de algunos hombres que se distinguieron por su gran estatura física (Los hijos de Anac, Números 13:33; Goliat, 1 Samuel 17:4), no obstante los nefilín que se mencionan en Génesis 6 no necesariamente son hombres de gran estatura física, sino que la palabra usada en hebreo significa literalmente “nacidos de la tierra”, es decir, los gigantes o nefilín hacen referencia al hombre caído, al que tiene una mente animal, carnal. Mientras que los hijos de Dios son los hombres de la fe, los nacidos de nuevo.
La palabra nefilín también hace referencia a hombres valientes, guerreros, pero no a personas de gran estatura, necesariamente. Además, es importante resaltar, que Génesis 6:1-2 y el verso 4 resaltan que los gigantes no fueron el resultado de la unión sexual entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres, sino que éstos ya existían antes de que se diera este yugo desigual, y también después.
Ahora, considero que estos hijos de Dios no son los ángeles caídos por varias razones:

Primero, los ángeles son seres espirituales, no tienen cuerpo como el de los hombres. Si bien en algunas ocasiones el Señor autorizó a unos pocos ángeles para que asumieran una apariencia humana y se mostraran a algunos hombres en la historia sagrada, la verdad es que estas apariciones fueron escasas y siempre de ángeles santos, nunca de ángeles caídos. Solo la unión de células reproductivas de miembros de una misma especie tiene la capacidad de producir nueva vida. La esencia de los ángeles es muy diferente de la de los hombres.
Segundo, Jesús dijo que los ángeles no se casan ni se dan en casamiento. (Mateo 22:30). Ellos no tienen capacidades reproductivas, no fueron creados con ese fin. El mandato de reproducción lo dio el Señor a los hombres y los animales, pero no a los ángeles.
Tercero, la frase inicial del versículo 7 “como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, ...” no indica que el pecado de los ángeles fue de índole sexual, sino que Dios castigó a Sodoma y Gomorra así como castigó a los ángeles que pecaron y a los israelitas incrédulos.

Tu servidor en Cristo,
Julio C. Benítez
http://www.caractercristiano.org/
juliobenitez@caractercristiano.org

viernes, 28 de octubre de 2011

¿Qué es doctrina de demonios? ¿Qué son falsas doctrinas?

Dios le Bendiga hermano Julio. 
Quisiera saber la respuesta a varios interrogantes, si no es mucha molestia. 
¿Qué es Doctrina de Demonios?
¿A qué se refiere con espíritus engañadores?
¿Qué son falsas doctrinas?
¿Qué es la apostasía?
¿Y a qué se refiere con filosofías huecas?

 muchas gracias que el Señor Jesucristo le continue bendiciendo.

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Saludos cordiales.
Gracias por sus preguntas. Vamos a responderlas analizando el texto bíblico en el cual se encuentran las frases que usted utiliza.
¿Qué es la doctrina de demonios? ¿Cuáles son los espíritus engañadores? ¿Qué son las falsas doctrinas? ¿Qué es la apostasía? Para ello leeremos el pasaje donde se encuentra esta declaración: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participases de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido” (1 Tim. 4:1-6).
 En este pasaje Pablo, el apóstol, inspirado por el Espíritu Santo está advirtiendo al pastor Timoteo, y a todos los pastores, que sean diligentes en predicar la doctrina bíblica, la doctrina que han aprendido de los apóstoles, pues, en contra de la verdadera fe cristiana está operando un poder espiritual oscuro que tiene como fin conducir a las personas a la apostasía. Este poder oscuro que opera en contra de la fe procede de Satanás, el adversario y enemigo de Dios.
Desde la misma creación, Satanás está en confrontación con Dios y trata de desviar la verdad. Los espíritus engañadores y las doctrinas de demonios hacen referencia al accionar satánico con el fin de engañar, de desvirtuar la verdad que ha sido declarada por Dios, de torcer el camino y sacar de él a los que intentan transitarlo.
No se trata de que los demonios toman apariencia humana, o que ellos hablen con voz audible a las personas enseñándoles sus falsas doctrinas, sino que ellos lanzan dardos en contra de la fe, tratando de incitar en las personas pensamientos que tergiversan la verdad revelada en las Sagradas Escrituras. Desde el comienzo mismo de la creación se desató una lucha entre Dios y Satanás, entre la verdad y la mentira. Dios le dijo una verdad a Adán y a Eva, y Satanás influenció en los pensamientos de Eva con el fin de tergiversar la verdad de Dios, consiguiendo que los primeros hombres que habitaran el planeta cometieran un gran pecado de rebelión contra su Santo Creador.
Pero la guerra no concluyó en ese episodio, sino que Satanás continuó tratando de engañar a todas las personas con sus mentiras doctrinales. Y su objetivo principal son los miembros del pueblo de Dios. Los incrédulos están en el campo de acción de Satanás y le pertenecen a él porque se identifican plenamente con él, por eso en la Biblia se llama el dios o el príncipe de este mundo: “en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:4).

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 El propósito de Satanás y los demonios es tratar de desviar a los que están conociendo la verdad del evangelio, de manera que se aparten y crean a la mentira. Su especialidad consiste en introducir pequeñas pero nocivas desviaciones a la doctrina bíblica, generando así el surgimiento de sectas y doctrinas sectarias, incluso dentro del pueblo de Dios.
 Satanás es especialista en insinuar, usando a otras personas, falsas interpretaciones de algunos textos aislados de la Biblia, surgiendo así doctrinas erróneas. Tenemos muchos ejemplos de ello:

 - En el siglo I, aún en vida de los apóstoles, algunos “cristianos” estaban diciendo que la resurrección ya se había efectuado: “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y transtornan la fe de algunos” (2 Tim. 2:16-18).
- También en el mismo siglo, algunos “cristianos” se habían desviado de la verdad y estaban diciendo que no iba a haber resurrección de muertos: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? (1 Cor. 15:12).
 - Juan, el apóstol, tuvo que enfrentarse con muchos “cristianos” que negaban la encarnación de Cristo: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Jn. 1:7).
- Otros “cristianos” negaban a Dios y rechazaban el señorío de Jesucristo: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 4).
- Algunos “cristianos” estaban usando la doctrina de la salvación por gracia como justificación para pecar: “hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (Judas 4). “¿Qué, pues?¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera” (Ro. 6:15).
 - Algunos pastores y líderes cristianos estaban aprovechándose de su posición para sacar dinero a las personas buscando el provecho y enriquecimiento personal: “pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Ped. 2:1-3).
- En el pasaje que estamos analizando, Pablo, el apóstol, advierte del futuro surgimiento de falsas doctrinas dentro del cristianismo, insinuadas por los demonios, referentes al legalismo y el ascetismo. Aunque estas dos prácticas parecieran tener algo de piedad, la verdad es que Pablo les llama doctrina de demonios. Las prohibiciones para comer ciertos alimentos (como por ejemplo en la cuaresma), o la prohibición para que cierta clase de personas se casen (como en el caso del sacerdocio católico) también son catalogadas por Pablo como doctrinas que proceden del infierno.
 En fin, toda desviación de la doctrina apostólica es producto de la acción del engañador de las almas. Y su astucia perversa se deja ver en que las falsas doctrinas que introduce en el seno de la cristiandad están basadas en algunos textos bíblicos, obviamente, aislados y sacados de su contexto. Por esa razón es más fácil para los impulsores de las doctrinas falsas engañar a mucha gente, y atrapar a algunos que estaban militando en las filas del cristianismo, pues, se especializan en tomar ciertos pasajes bíblicos para afirmar sus falsas enseñanzas.
 Pero ésto no sucederá cuando los cristianos, los pastores y maestros, somos fieles al principio de la analogía de la fe (Ro. 12:6), es decir, que toda doctrina, toda interpretación de la Palabra debe tomar en cuenta el resto de las Escrituras. Toda doctrina debe ser sopesada por la totalidad de la Palabra de Dios, recordando que “la suma de tu palabra es verdad” (Sal. 119:160). Ejemplo: Si voy a enseñar la doctrina de la salvación por gracia, debo tener en cuenta todos los textos de la Biblia que enseñan sobre el tema de la salvación, y con el fin de no caer en extremos peligrosos y sectarios, también debo estudiar todos los textos donde se me habla de la responsabilidad humana. Esto dará equilibro a la interpretación doctrinal, el equilibrio que da la suma de la palabra de Dios.
 La apostasía es el apartarse de la doctrina correcta para seguir la mentira. Ejemplos de apóstatas en la Biblia son:
- Amasías de Judá: “Hizo él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de pertecto corazón” (2 Cro. 25:2). La apostasía solo puede ser cometida por personas que creen ser “creyentes" y que cumplen con las normas externas de la fe cristiana, pero que sus corazones no han sido regenerados. A pesar de que Amasías cumplió con las normas de la Ley de Dios y aparentaba ser un verdadero creyente, al final de su vida mostró que no era los salvos y se convirtió en un apóstata: “Volviendo luego Amasías de la matanza de los edomitas, trajo también consigo los dioses de los hijos de Seir, y los puso ante sí por dioses, y los adoró, y les quemó incienso” (2 Cro. 25:14). Al final de sus días, el Espíritu Santo dijo de él: “Amasías se apartó de Jehová” (2 Cro. 25:27).
 - Judas Iscariote es el mejor ejemplo de lo que es un apóstata. Él caminó con el Salvador y durante tres años escuchó sus enseñanzas, presenció sus milagros, y hasta pudo hacer milagros en el nombre del Señor, pues, él estuvo con los setenta que fueron enviados por Cristo y que al regresar de la misión dijeron: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lc. 10:17); pero el hecho de hacer milagros en el nombre de Jesús, e incluso poder reprender un espíritu maligno, no es garantía de ser regenerado, pues, Cristo les dice a los setenta: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lc. 10:20). Al final, en el día del gran juicio, algunos “creyentes” como Judas le reclamarán al Señor el que los introduzca en su reino porque ellos pudieron hacer muchos milagros en su nombre: “Muchos me dirán en aquel día. Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? (Mt. 7:22), pero la respuesta del Señor será tajante y les dirá que ellos, aunque le llamaron Señor, no le reconocieron como tal, antes por el contrario, se alejaron de la doctrina bíblica, y por lo tanto son considerados apóstatas, esperándoles solamente la condenación eterna: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” Mt. 7:23).
- Demas. Fue un colaborador en las misiones de Pablo, pero luego se apartó de la fe “Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo” (2 Ti. 4:10).
- Himeneo y Alejandro eran miembros de la iglesia en Éfeso, pero luego se apartaron en pos de doctrinas erróneas, llegando a conclusiones doctrinales que se alejaban de la interpretación histórica: “Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar” (1 Tim. 1:19-20).

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez www.caractercristiano.org

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jueves, 27 de octubre de 2011

¿Qué pasó con la iglesia católica?

Soy catolico bautizado a los 18 años estoy algo confundido jesus dijo mi iglesia no tendra fin que paso con la iglesia catolica. y si es biblico el divorcio y si hay morivos para eso.



Saludos cordiales.

Siendo que usted nos envía dos preguntas en su mensaje, las vamos a responder por separado. Primero respondamos la pregunta relacionada con la permanencia y perpetuidad de la iglesia católica.

Jesús dijo en Mateo 16:18 “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del hades no prevalecerán contra ella”. El Salvador ha prometido que Su iglesia, la que él está edificando será perpetua y nada podrá acabarla.

Ahora, esto no significa que las iglesias locales no tendrán fin. Muchas de las iglesias locales que surgieron en el primer siglo, y que fueron fundadas por los apóstoles, desaparecieron. Algunas se volvieron apóstatas, es decir, dejaron de ser iglesias de Cristo y se convirtieron en sinagoga de Satanás.

El Señor Jesús garantizó la continuidad de la verdadera iglesia, pero advirtió a muchas iglesias locales que si seguían admitiendo en su seno errores doctrinales y de práctica, él las abandonaría y ya no serían más iglesias bíblicas: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap. 2:5). El candelero representa al Espíritu Santo, y éste sería quitado de toda iglesia que se aparte de la doctrina y práctica apostólica.

Ahora, lo que nosotros vemos en los siglos II, III, pero especialmente desde el IV es que buena parte de la cristiandad profesante empieza a partarse paulatinamente de la doctrina apostólica y se dedica a adicionar doctrinas de hombres y tradiciones humanas a la fe y práctica cristiana. Esta contaminiación llegó a tal punto que el Señor quitó el candelero de la mayoría de iglesias pertecientes al sistema religioso de este tiempo. La mayoría de estas iglesias abogaban formar parte de la verdadera iglesia de Cristo porque podrían trazar su historia hasta algún apóstol, y porque sus ministros de culto fueron ordenados por obispos que a su vez fueron ordenados por otros obispos que también podían demostrar su linaje apostólico.

Pero, ¿la catolicidad y autoridad de la iglesia depende de esta clase de sucesión? O más bien, la legitimidad de la iglesia depende de su identidad con la doctrina y práctica apostólica. En el libro de los Hechos, el Dr. Lucas, nos presenta lo que es la verdadera catolicidad y autoridad de la iglesia: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hch. 2:42). También Pablo, el apóstol, insiste en que las iglesias locales deben mantenerse firme en la doctrina que fue enseñada por los verdaderos apóstoles nombrados por Cristo: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (2 Tes. 2:15).

Buena parte de las iglesias que, con el tiempo, llegaron a llamarse “Católicas” (ya sean romanas u ortodoxas) se apartaron de la doctrina apostólica y adoptaron un sistema doctrinal adaptado a las circunstancias de cada época. Pero lo mismo sucedió con muchas de las iglesias que surgieron de la Reforma Protestante, las cuales abogaron, en un principio, por el regresar a la doctrina apostólica.

¿Significa esto que no hay esperanzas y que la verdadera iglesia de Cristo no existe ya? De ninguna manera (usando el lenguaje de Pablo, el apóstol), pues, Jesús, el Dios Todopoderoso se encarga de preservar a su verdadera iglesia y en cada siglo él conserva para sí a un remanente, a un pequeño rebaño que es fiel a la doctrina apostólica y que se edifica en el fundamento que ha sido puesto por los verdaderos apóstoles y profetas: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20).

Todas las iglesias locales que se fundamentan en la doctrina total de las Sagradas Escrituras, que siguen a Cristo y se sujetan a Su palabra son iglesias verdaderas, independientemente del apellido que ellas usen.
Por lo tanto, es nuestra responsabilidad como cristianos cerciorarnos, a través de la doctrina bíblica, que estemos congregándonos en una iglesia que conserva las marcas que nos dieron Cristo y los apóstoles.


Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez

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¿Es bíblico orar por las personas y que estas vomiten?

¿Es biblico el orar por la gente y que después de la oración vomite la persona algo negro y que huela feo? o ¿es brujeria o hechicería?



Saludos fraternales.

Se que muchas personas podrán contar la experiencia que tuvieron al vomitar espuma o un líquido espeso con olor desagradable, y también podrán contar que luego de dicha experiencia siguió una sensación de paz, tranquilidad y libertad.

No obstante, debemos ser muy cuidadosos con estas cosas, pues, en poco se diferencian de las prácticas ocultistas de los brujos y hechiceros. No podemos elevar a la categoría de práctica o doctrina cristiana algo que no ha sido aprobado por las Sagradas Escrituras. No encontramos un solo precepto o ejemplo bíblico de que una persona deba vomitar algo cuando se ora por ella en señal de que ha recibido la bendición del cielo.

En un caso de posesión demoníoca mencionado en la Biblia la persona votaba espumajaros por la boca como una acción producida por la presencia del espíritu maligno. “Maestro, traje a ti a mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes… y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba…” (Mr. 9:18, 20). Este único caso que aparece en los evangelios muestra claramente que el vomitar o votar espumarajos por la boca es una acción del demonio, no del Espíritu de Dios.

De manera que en la Biblia solo encontramos un caso de vomito producido por la acción de un demonio, y que, evidentemente se tratababa de una persona incrédula, pues, como ya respondimos en otra pregunta, los verdaderos cristianos no pueden ser poseídos por demonios, ni tampoco pueden ser objetos de la acción de echicerías, maleficios o agüeros: “Porque contra Jacob no hay agüero…” (Núm. 23:23).

Recomiendo, autorizado por la Palabra del Señor, a que no convirtamos en práctica cristiana algo que se encuentra más relacionado con el ocultismo y las religiones espiritualistas.

Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez

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