domingo, 3 de julio de 2022

Proverbios 11 1-15

 

Proverbios 11:1-15

Proverbios de contraste II

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

En los primeros 9 capítulos Salomón identificó al hombre verdaderamente sabio, pero a partir del 10 describe cómo este hombre debe conducir su vida diariamente.

Es un principio general en la mayoría de los libros de la Biblia iniciar con la doctrina o la enseñanza y luego pasar a una sección práctica, es decir, cómo esa doctrina debe conducirnos a una vida cristiana reflejada en los asuntos diarios y en todo lo que somos.

A partir del capítulo 10 iniciamos con los proverbios propiamente dichos, es decir, máximas o refranes cargados de sabiduría de vida, principios que contienen verdades comprobadas.

En los capítulos 10-15 hay 184 máximas, y del 16 al 22 hay 191, para un total de 375 máximas o dichos sabios. Pero en total se cree que el libro contiene 930 proverbios.

La mayoría de los proverbios contenidos en esta sección están escritos en forma de coplas o versos con dos líneas. La segunda línea contrasta o compara o completa la idea expresada en la primera.

Aunque, la mayoría de estos proverbios son contrastes, por esa razón titulamos esta sección: “Proverbios de contraste”, es decir, Salomón contrasta la práctica del sabio y sus benéficas consecuencias, con la práctica del necio o insensata y sus nefastas consecuencias.

A esto le llamamos el “paralelismo hebreo”, muy común en su literatura sapiencial.

No obstante, también encontraremos algunos paralelismos sinónimos marcados por la conjunción “y”. Pero también encontraremos uno que otro proverbio que son oraciones continuas en la que la segunda línea es una continuación del pensamiento de la primera, sin ofrecer contraste.

Continuemos con el estudio del contraste en la vida práctica de un sabio frente a la vida del necio o insensato.

1. Contrastes entre la economía sabia y la insensata (v. 1, 4, 15)

2. Contrastes entre la justicia y la impiedad (v. 5, 6)

3. Contrastes entre la humildad y la soberbia (v. 2)

4. Contrastes entre la integridad y la perversidad (v. 3, 10, 11)

5. Contraste entre la seguridad del justo y la temporalidad del impío (7, 8, 14)

6. Contraste entre la sabiduría en el uso de la lengua y la perversidad de ella (v. 9, 11, 12, 13)

 

 

Pasaje

Sabiduría

Necedad

Síntesis

11:1

Mas la pesa cabal le agrada.

El peso falso es abominación a Jehová

Dios detesta el engaño, pero ama la rectitud

11:4

Mas la justicia librará de la muerte

No aprovecharán las riquezas en el día de la ira;

Las riquezas, bien o mal adquiridas, no son de ayuda cuando Dios manda juicios, no así con el justo, pues, él será librado por el Señor

11:15

Mas el que aborreciere las fianzas vivirá seguro

Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño;

La indiscreción en los compromisos económicos acarreará serios problemas.

11:5

La justicia del perfecto enderezará su camino,

Mas el impío por su impiedad caerá

La destrucción vendrá sobre los impíos porque en ellos no hay justicia alguna que los enderece en su caminar.

11:6

La justicia de los rectos los librará;

Mas los pecadores serán atrapados en su pecado

Los justos caminan de forma intachable, por lo tanto, serán librados de maldad, no así con los pecadores.

11:2

Mas con los humildes está la sabiduría

Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra

La soberbia está aliada a la insensatez, y su fruto es de vergüenza, pero los humildes serán exaltados.

11:3

La integridad de los rectos los encaminará;

Pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos

 

11:10

En el bien de los justos la ciudad se alegra;

Mas cuando los impíos perecen hay fiesta

 

11:11

Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida;

Mas por la boca de los impíos será trastornada

 

11:7

 

Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; y la expectación de los malos perecerá

 

11:8

El justo es librado de la tribulación;

mas el impío entra en lugar suyo

 

11:14

mas en la multitud de consejeros hay seguridad

Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo;

 

11:9

mas los justos son librados con la sabiduría

El hipócrita con la boca daña a su prójimo;

 

11:11

Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida;

mas por la boca de los impíos será trastornada

 

11:12

mas el hombre prudente calla

El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo;

 

11:13

mas el de espíritu fiel lo guarda todo

El que ande en chismes descubre el secreto;

 

 

1. Contrastes entre la economía sabia y la insensata (v. 1, 4, 15)

v. 1 El sabio desarrolla una economía justa, pues, él sabe que las riquezas de maldad serán fuente de dolor y juicio, pero las riquezas que se hacen conforme a toda justicia y rectitud no añaden tristeza con ella.

La pesa falsa caracteriza al comerciante insensato, aquel que desea obtener más réditos de lo justo, por lo tanto, engaña al cliente vendiéndole el producto en un valor superior al normal.

Por el contrario, el comerciante justo vende sus productos al precio cabal. No oculta nada bajo la apariencia de justicia, lo cual es la peor maldad, pues, la pesa falsa usaba piedras vanas, aunque grandes, para engañar en su compra, pero cuando él era quien iba a vender, usaba piedras más pequeñas pero muy pesadas. Daba la apariencia de justicia, pero no era más que un engaño. A estos Dios los aborrece y nunca tendrán las riquezas que no añaden tristezas.

v. 4 Las riquezas mal adquiridas no aprovechan de nada, y son instrumento de juicio y maldición. Pero, las riquezas, aunque sean bien adquiridas, no son un baluarte firme frente a los juicios divinos que llegan a ciertas regiones, ya que, los ricos tienden a ser los primeros blancos de los ladrones. Y, cuando la muerte llega, la conciencia atormenta aún más, a causa del recuerdo de cómo usaron en cosas vanas las riquezas que Dios les dio. El impío que no honró a Dios con sus riquezas escuchará las terribles palabras de Cristo: “Tuve hambre, y no me disteis de comer” (Mt. 25:42).

No así con el justo, con el que confía en Dios y vive para Él obedeciendo su Palabra, él, aunque no tenga bienes de este mundo, estuvo fundado en la Roca, que es Cristo, y será librado de la condenación.

v. 15 Ser fiador de otra persona, ya sea un amigo, familiar o extraño; siempre acarrea ciertos problemas y riesgos, pues, tus bienes, los cuales son para el sustento tuyo y de tus hijos, los expones a que otro los tome. La historia cercana es testigo de que a la mayoría de fiadores no les ha ido bien, y han tenido que asumir el pago de la deuda de otros.

Por tal razón, es más sabio quien huye de este tipo de compromisos, al menos que tenga los suficientes bienes como para no poner en riesgo el sustento de los suyos, en caso que le toque pagar lo adeudado por el amigo o el extraño.

El manejo de los bienes económicos debe hacerse con mucha sobriedad, pero, nunca con tal tacañería que no se ayude al prójimo. Mas esta ayuda debe ser por la vía de la donación misericordiosa, de esa manera das lo que has propuesto sin poner en riesgo el sustento de los tuyos, y no esperas nada a cambio. Y si prestas, en tu corazón sabes que es probable que no te lo reembolsen, por lo tanto, desde el comienzo te has desprendido de esos bienes.

Pero “si la Escritura condena a aquellos que arriesgan sus posesiones por culpa de una especie de prodigalidad con un tinte de generosidad, ¡Cuán dignos de condenación son aquellos mayordomos infieles de la Providencia que gastan los bienes de su Amo en el juego, en vidas desenfrenadas y en rameras, empleando así la munificencia de Dios para servir al diablo y para llevar a la ruina sus propias almas y las de los demás![1]

2. Contrastes entre la justicia y la impiedad (v. 5, 6)

v. 5 Los justos son aquellos regenerados por el Espíritu Santo, los cuales aman la Ley divina. Si ellos algún día decidieran apartarse del camino de rectitud, no llegarán al punto de la destrucción, pues, la justicia que les ha sido imputada actuará en ellos de tal manera que el Espíritu Santo seguirá obrando en ellos para que regresen a la senda del deber cristiano. “Cuando las ovejas de Cristo deambulan por los caminos del pecado y el error, el ojo del Pastor no las pierde de vista, y su gracia las volverá a llamar”[2].

Pero eso no sucede con el impío, con el no regenerado. Su caminar siempre es inconstante, y cada vez se hunde más en el lodo pantanoso de sus maldades, hasta que llega su completa destrucción.

v. 6 1 Pedro 3:13 dice “¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?” El justo camina de manera intachable. Su pensar, su hablar, su juzgar, su actuar es inofensivo, es correcto; por lo tanto, solo los salvajes serán capaces de hacerles el mal. Son personas respetadas por todos, pues, se conducen con mucha sobriedad, ternura y consideración hacia los demás. Ellos son guardados por el Señor, a quien imitan con devoción. Estos claman a Dios y Él los libra, tanto de sus angustias como de sus temores.

Pero los pecadores, los impíos, los insensatos, los que andan por este mundo de manera desconsiderada para con los demás, ofendiendo a los otros; ellos no son rectos, no viven para Cristo ni lo reflejan en sus vidas; ellos se hundirán cada vez más en su soberbia y sus pecados los alcanzarán.

3. Contrastes entre la humildad y la soberbia (v. 2)

v. 2 La soberbia se caracteriza por el amor propio, por la centralidad en el ego, por pretender ser sabio en su propia opinión y no escuchar consejos, por buscar su propia gloria. Ella va unida a la insensatez, y su fruto es amargo, dañino y de vergüenza. Que los soberbios recuerden al insensato Nabucodonosor, quien obtuvo como fruto ser convertido en una bestia; o a Herodes, quien se jactó de sí mismo y murió vergonzosamente comido de gusanos; o a Lucifer, quien se enorgulleció de sí mismo y fue convertido en Beelzebú.

Pero el humilde, el que imita a Jesús y confía en él, y da toda la gloria al Rey del universo por cualquier logro que alcance; este será exaltado, aunque toda su vida en la tierra haya sido un desconocido. Los humildes piensan de sí mismos con cordura, trabajan por la honra de Dios y de los demás, así sea a expensas de su propia honra. Imitan a Cristo, quien se humilló a sí mismo, pero fue exaltado hasta lo sumo. El humilde se identifica con las palabras de Cristo, quien dijo: “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 14:11).

4. Contrastes entre la integridad y la perversidad (v. 3, 10, 11)

v. 3 La integridad es esa cualidad que nos lleva a ser fieles a la conciencia, y esa conciencia sana procurará siempre instruirse en el bien, y ese bien procede de Dios y de su Palabra; por lo tanto, el íntegro está instruido en el Evangelio, confía en Jesús y vive para él. De esa manera, la integridad es guía segura y protección para el que la tiene. Estos desean ardientemente ser “firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Col. 4:12).

Por el contrario, los pecadores, aquellos que no se instruyen en el bien, que desprecian el Evangelio, así se hagan pasar por cristianos; estos son guiados por sus propias pasiones, deseos e intereses mundanos y carnales; por lo tanto, esta perversidad será la causa y el medio para su propia destrucción, miseria y ruina.

v. 10 Siendo que los íntegros o los justos temen a Dios y practican siempre la justicia y la misericordia, benefactores del pueblo, aliados de todo bien, rectos y bondadosos; entonces, cuando a ellos les va bien, el pueblo, los vecinos, incluso aquellos que aún no son regenerados, se alegran y regocijan.

No así con el insensato, con el impío, con el que usa su lengua para dañar a otros, con el malhechor, el violento, el egoísta, el que usa sus bienes para satisfacer sus propias pasiones egoístas e injustas; cuando muere, el pueblo no se entristece, antes, dan gracias a Dios, pues, un impío menos significa menos maldades en este mundo.

v. 11 La prosperidad y el bienestar de los justos es de gran bendición para los que lo rodean, pues, sus oraciones, sus conversaciones santas, sus consejos, su generosidad, su ejemplo y su conducta, promueven la justicia y la rectitud, la virtud y el repudio de los vicios. Y al exaltarse así la justicia, las naciones son enaltecidas, serán libradas de la ruina y de la ira divina.

No así sucede con las personas que rodean al insensato o con las ciudades o naciones donde los insensatos ejercen más influencia, pues, la boca de ellos es como pestilencia que infecta a sus vecinos y amigos. De sus labios sale veneno mortal que promueve la impiedad, los vicios, el egoísmo y la injusticia; por eso son causa de destrucción y ruina para los pueblos.

“En lo que dependa de nosotros a la hora de elegir nuestras relaciones, fundémoslas sobre esta máxima. Es bueno que tomemos por esposos o esposas, por maestros o siervos por amigos o vecinos a aquellos que han de heredar bendición y que imparten bendición a otros”[3].

5. Contraste entre la seguridad del justo y la temporalidad del impío (7, 8, 14)

Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; y la expectación de los malos perecerá” (v. 7). Los hombres extraen casi toda su felicidad de la esperanza. Tanto el justo como el impío tienen esperanza. El justo espera en Dios, y se goza en la vida y gloria que disfrutará en la eternidad. Tiene una esperanza segura, firme y duradera.

El impío tiene su esperanza en las cosas pasajeras y temporales. Espera riquezas, espera placeres y la felicidad en los bienes de este mundo. Pero cuando obtiene eso que deseaba, no se siente satisfecho ni feliz, por lo tanto, espera un poco más de las cosas de este mundo. Más nunca estas cosas satisfacen o dan felicidad plena. Por lo tanto, continúa esperando aún más en cosas terrenas, y así lo encuentra la muerte; pero como nunca anheló lo eterno ni trabajó por ello, la felicidad no le esperará en la eternidad sino la condenación perpetua.

El justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo” (v. 8). Aunque los justos deben pasar por muchas tribulaciones y adversidades (Job, Jesús, Pablo, etc); el Señor los reconfortará y les dará su bien, por lo tanto, para siempre olvidarán la adversidad y vivirán agradecidos con el Señor. No así sucede con los impíos, pues, ellos reciben, al principio, muchas riquezas, honores y placeres, pero luego, cuando viene la tribulación, olvidan todo ese bien y entran en amargura de espíritu. Además, el mal que traman contra los justos se vuelca contra ellos, así como sucedió con Amán, quien hizo una horca para el judío Mardoqueo, pero él fue colgado en ella. O como sucedió con algunos judíos en el tiempo apostólico, los cuales querían destruir a los cristianos, pero el imperio romano los destruyó a ellos.

Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (v. 14). Confiar en nuestra propia sabiduría nos conducirá a muchas aflicciones y equivocaciones, necesitamos del consejo de otros con más experiencia y conocimiento. Igualmente, cuando los Estados son guiados por hombres soberbios que no buscan el consejo de hombres sabios, terminan destruyendo y haciendo mucho daño al pueblo, como Roboan, quien prefirió escuchar el consejo de los jóvenes, los inexpertos, y rechazó el consejo de los sabios que aconsejaron al sabio Salomón (para notar: Salomón, uno de los hombres más sabios que ha vivido en la tierra gobernó guiado por el consejo de sabios), causando la división del pueblo de Israel.

6. Contraste entre la sabiduría en el uso de la lengua y la perversidad de ella (v. 9, 11, 12, 13)

El hipócrita con la boca daña a su prójimo; mas los justos son librados con la sabiduría” (v. 9). El rey Antígono solía pedir a Dios: “Líbrame de las manos de mis amigos”, y le preguntaron: ¿Por qué no pides ser librado de los enemigos? A lo cual él dijo: “Yo me guardo de mis enemigos, y estoy alerta contra ellos, pero me es difícil guardarme de los falsos amigos”.

Estos falsos amigos son los hipócritas, los que te muestran amistad y tienen largas conversaciones contigo, pero luego te traicionan, y sacan a la luz todo lo que hablaste de ti, y te exponen al odio y aborrecimiento. Además, los hipócritas tienen una lengua de doble filo, y mientras con un filo te halagan con el otro te hieren. Santiago que dice que su lengua es “un mundo de iniquidad” (Stg. 3:6).

El creyente no es hipócrita, cuando se muestra amigo es un amigo, no tiene doble lengua. No dice una cosa con alguien y luego afirma lo contrario con otro. Y como sabe usar su lengua, no hace daño a nadie, por lo tanto, será librado de los muchos problemas por los que pasa el hipócrita.

El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla” (v. 12). Menospreciar al prójimo, aunque sea con nuestras palabras, es muestra de un entendimiento muy pobre e insensato. Nuestras palabras deben ser para ayudar, para bendecir, no para maldecir o burlarse de los demás. Algunas personas desprecian a su prójimo y no saben que luego tendrán que acudir a ellos en ayuda, y tendrán que recoger sus palabras. Todos los hombres portan la imagen de Dios, deteriorada por el pecado, pero la portan; y al recordar esto debemos tener mucho cuidado de burlarnos o hablar mal de ellos.

Incluso, cuando nos han hecho el mal, o nos parece que se burlaron de nosotros, lo más sabio es callar. Cuando no somos reaccionarios frente a las posibles ofensas de los demás, estamos dejando lugar a la ira de Dios. Por lo tanto, lo más prudente es callar, imitar a Cristo, quien cuando le maldecían o amenazaban callaba y encomendada su causa a Dios.  Esto implica callar de manera completa, es decir, no chismear con la situación, ni andar circulando murmuraciones.

Aclaración: Esto no significa que si hay un problema serio con un hermano que tiene una conducta repetitiva de pecado y ofensas contra otros no vayan donde los pastores para que medien en la situación, eso no es chisme ni pecado.

El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo” (v. 13). He aquí un principio a la hora de escoger amistades: Aquel que se complace en decir todo lo que sabe de otros debe ser evitado. Debes tener la seguridad que él también traicionará tus confidencias, pues, aunque no lo haga con mala intención, siendo que está acostumbrado a contarlo todo, sus ansias por ello lo llevarán a la tentación de contar todo lo que sabe de ti.

Esto no significa que debemos ocultar todas las cosas, pues, la justicia y el evangelio demandan que se revelen algunas cosas. No obstante, podemos identificar a la persona con falta de dominio en la lengua cuando cuenta cosas de otros que en nada contribuyen al bienestar, la paz, la edificación o la santificación.

Pero debemos escoger amigos que se caractericen por un espíritu sincero y fiel, alguien que sabes no divulgará tus penas cuando las descargues delante de él, alguien que sabe dominar su lengua, pues, si el espíritu es fiel, la lengua será prudente y amable. “La comunicación entre el espíritu y la lengua es tan fluida que la una descubrirá con toda certeza la calidad del otro”[4].



[1] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Página 206

[2] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Página 197

[3] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Página 202

[4] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Página 205

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