lunes, 7 de septiembre de 2015

Judas 11 (a). El camino de Caín: Los que pervierten la adoración por su corazón impío

Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
El camino de Caín: Los que pervierten la adoración por su corazón impío y malvado.
Judas 11 (Primera parte)
Introducción:
Una de las cosas que más indigna al ser humano es cuando puede ver cómo una persona se hunde más y más en su propia destrucción, y aunque se le dan advertencias, éste, de manera tozuda, continúa en su propósito de hacer daño a su propia vida. Es posible que la mayoría de nosotros conozcamos a jóvenes que empezaron con los primeros pasos de un vicio peligroso, y a pesar de los ruegos de su madre y las advertencias de la sociedad, este joven decidió profundizar más en su vicio amistándose con personas que no le iban a ayudar a salir del problema sino todo lo contrario. Esto nos indigna porque sabemos que el final de ese joven no será el mejor. Destruirá su futuro, su vida y causará dolor a su familia.
El pastor Judas siente la misma indignación cuándo ve a algunos de los creyentes de la iglesia receptora de su carta seguir e imitar un camino que de seguro les conducirá a su propia destrucción. Estas personas no se han percatado del grave peligro que corren sus almas cuando escuchan y siguen las enseñanzas de los falsos maestros que se han introducido de manera solapada en la Iglesia y ahora están enseñando cosas nuevas y distintas a lo que los santos han creído siempre.
Es por esa razón que en el verso 11, Judas presenta tres clases de perversión doctrinal y la consecuente maldición que vendrá sobre los que enseñan y siguen las falsas enseñanzas que se introducen en la Iglesia, usando como ejemplo a tres personajes del Antiguo Testamento, que no brillan por su piedad, sino por su maldad. Estos tres personajes son: Caín, Balaam y Coré. Cada uno de ellos se caracterizó por una maldad sobresaliente, y cada una de estas maldades puede ser encontrada en los falsos maestros.
Pero el autor no solo quiere que sus lectores conozcan las maldades que les caracterizó a estos personajes no ilustres, sino los juicios que vinieron sobre ellos. Por eso el verso 11 es introducido con una fuerte imprecación: ¡Ay de ellos! Judas habla como solían hacer los antiguos profetas que anunciaban terribles juicios sobre el pueblo desobediente y sobre las naciones impías, o como Jesús, cuando con gran dolor advierte de la condenación que vendrá sobre los falsos religiosos de su tiempo o los judíos incrédulos que se resisten a creer en él a pesar de que están viendo las señales milagrosas que proceden de su mano divina (Mt. 11:21; Mt. 23), o como Juan, quien en el Apocalipsis declara angustiosos Ayes sobre los impíos, los cuales recibirán la retribución justa de sus pecados. El apóstol Pedro afirma que estos falsos maestros son hijos de maldición (2 Ped. 2:14), ellos están bajo la maldición divina.
La misma destrucción que vino sobre Caín, Balaam y Coré, también vendrá sobre los falsos maestros y las personas que siguen sus nefastas enseñanzas, porque, en esencia, Caín, Balaam y Coré, tienen mucho en común con los fasos maestros de todos los tiempos; pues, por lo general, estos malvados falsos profetas solo buscan tres cosas: satisfacer su amor propio, satisfacer sus deseos materiales y satisfacer sus deseos de poder. Por lo general buscan: gloria, dinero y poder.
Analicemos con nuestro autor sagrado a estos tres personajes que representan a tres clases de falsos maestros, siguiendo la siguiente estructura, que de manera natural, nos presenta el pasaje.
Juicio de maldición sobre los que:
1. Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El camino de Caín
2. Pervierten la doctrina por su corazón codicioso: El error de Balaán
3. Pervierten el orden y la tranquilidad de la iglesia por su corazón amante del poder: La rebelión de Coré

1. Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El camino de Caín.!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín…”
El primer personaje usado como modelo de lo que los falsos maestros son y enseñan en las iglesias es Caín, quien vivió al comienzo de la historia humana, lo cual nos deja ver que los falsos maestros han estado siempre con nosotros, desde el principio, y estarán acompañándonos hasta el fin. Esta es una raza de perversos hombres que siempre están engendrando nuevos maestros que profundizan más en sus herejías. Aunque la fe cristiana irradia una luz verdadera que disipa lo falso y enseña la doctrina correcta, no obstante, dentro de la iglesia siempre tendremos a los falsos maestros. Jesús lo dijo así:
            “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” Mt. 7:15
            “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” Mt. 24:11
            “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos”. Mr. 13:22
Y el apóstol Pedro también le recuerda a los lectores de su segunda carta que en el pasado hubo falsos profetas y también los habrá en el seno de la cristiandad: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…” 2 Ped. 2:1
Pero ¿Cuál es el camino de Caín que siguen los falsos maestros y que los creyentes no debemos andar? Hay varios elementos importantes que debemos considerar en este falso maestro, los cuales se dejan ver en los pocos pasajes bíblicos que nos hablan de Caín.
Génesis 4:1-7 “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿No serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Gen. 4:1-7). Un primer aspecto pecaminoso que encontramos en Caín, como modelo de falso maestro, es la perversión de la adoración. De seguro que Adán y Eva habían enseñado a sus hijos la forma, la actitud y la calidad de la adoración y los sacrificios que debían presentarse ante el santo y soberano Dios. Caín y Abel habían aprendido lo que luego Dios enseñó a través de Moisés: Que Dios no acepta sacrificios imperfectos, sino que él quiere lo mejor. En el Antiguo Pacto Dios ordenó que los animales escogidos para los sacrificios debieran ser los mejores, sin defecto alguno. Lo mismo cuando se presentaban ofrendas vegetales, todo debía ser lo mejor. Pero por encima de todo esto, la actitud del corazón era más importante que el sacrificio mismo: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tu, oh Dios” (Sal. 51:16-17).
Caín, aunque conocía la lección, tenía un corazón malo e incrédulo. Él no se conformó a las sanas palabras de Dios en cuanto a los sacrificios sino que quiso modificar a su antojo el culto verdadero. No ofreció de lo mejor, sino de lo que él quiso, de lo que consideró apropiado según su necio razonamiento, y no solo esto, sino que trató de agradar a Dios teniendo un corazón rebelde, falto de amor y de misericordia para con su prójimo. Se requiere un corazón humillado para ofrecer una ofrenda agradable al Señor, pero Caín se presentó con un corazón orgulloso, confiado en sí mismo, prepotente, y en vez de doblegarse ante la gracia divina, se mantuvo altivo en su necedad espiritual, pensando que Dios se agradaría en su nueva forma de adoración. Pero el resultado fue nefasto, Dios rechazó su ofrenda, y también lo rechazó a él. Caín no era de los que temblaba ante la Palabra del Señor, y por lo tanto Dios no hizo morada en él. Caín no era de aquellos en los cuales Dios se complace, como dice el profeta: “… pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi Palabra” (Is. 66:2).
Los falsos maestros que pervierten la adoración pueden ser encontrados hoy día en todas las corrientes teológicas que inundan el panorama evangélico: Los orgullosos proponentes de la teología de la fe y la prosperidad que se presentan con arrogancia ante Dios dándole órdenes para que los bendiga a cambio de las ofrendas presentadas, no con un corazón humilde y agradecido, sino con un corazón avaro y materialista, esperando recibir “bendiciones” que satisfagan sus corazones hambrientos de placer terreno. Pero también los falsos maestros que siguen el camino de Caín están entre las iglesias más conservadoras y reformadas, cuando se presentan ante Dios, a través de un culto muy solemne y bíblico, pero con corazones orgullosos y engreídos por su supuesto apego a la doctrina bíblica, más son faltos de amor y misericordia para con los demás. Estos maestros de la ortodoxia son fríos ante las necesidades humanas y ponen por encima del amor y la misericordia su doctrina histórica, esto también es perversión de la adoración, pues, Dios quiere un corazón que, además de creer lo correcto de él, viva el amor puro que es el cumplimiento de la Ley: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio.” (Mt. 9:13). “… uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mr. 12:32-33).
Hebreos 11:4 nos deja ver que otra marca pecaminosa de Caín era su falta de fe. Él no era un verdadero creyente. Aparentaba serlo, y ofrecía sacrificios a Dios, pero sin fe en la obra del Salvador prometido. Confiaba en sí mismo y en su capacidad de ser aceptado por Dios. Era un humanista inveterado. “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín…”. La ofrenda de Abel fue aceptada porque se hizo en fe, en la fe que los antiguos depositaron en el Mesías prometido. Por lo tanto, Caín ofreció la ofrenda del incrédulo, del que no es creyente. Cuántos falsos maestros, pastores y profetas están hoy ocupando los púlpitos de las iglesias, las cátedras de los seminarios teológicos y los canales de televisión o la radio, enseñando una fe en la cual no creen, hablando de un Cristo al cual realmente no han aceptado como Su salvador, y enseñando una Biblia la cual no es la Palabra infalible e inspirada de Dios para ellos. No hay nada peor que un predicador no regenerado. Un pastor incrédulo tiene un potencial muy grande de hacer daño a la comunidad cristiana. Un pastor incrédulo no está interesado en las almas, solo quiere enseñar aquello que va en armonía con su corazón malvado y falto de verdadero amor. Este pastor inconverso puede hablar de Cristo, puede hablar del amor, puede enseñar la Biblia y hablar de Dios, pero su fin siempre será la satisfacción de su perverso corazón, y por lo tanto, para este falso pastor no habrá dificultad en cambiar aquellas doctrinas o elementos de la adoración bíblica que no son agradables a su humanismo consumado, ni al humanismo de sus oyentes.
Caín pretendió presentar una ofrenda que fuera agradable a Dios, evitando el derramamiento de la sangre de un animal. Él confiaba en su capacidad para ofrecer a Dios algo que le fuera agradable, pero basado, no en la fe puesta en la sangre del Mesías que vendría, sino en su propia capacidad. Intentó aplacar a Dios mediante esfuerzos humanos. Y cuando vio que la ira de Dios se mantenía contra su corazón pecaminoso, entonces se ensañó contra su hermano. Los falsos maestros, por lo general, no tienen en gran estima la santidad de Dios, su ira y el medio que ha establecido del derramamiento de la sangre para el perdón de los pecados. Para ellos, hablar de la necesidad de un sacrificio cruento para satisfacer la ira de Dios, suena como algo muy cruel, burdo y bárbaro. Ellos tratan de presentar al Dios cristiano como un dios civilizado y postmoderno, de manera que hablan lo menos posible del sacrificio de Cristo. 
En 1 Juan 3:11-14 encontramos que otras características pecaminosas de Caín eran su falta de amor y sus malas obras. “Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”. Los falsos maestros que estaban dañando a la iglesia en el siglo I, y que todavía hoy siguen actuando, se caracterizan por su falta de amor y sus malas obras. Aunque ellos pueden hablar del amor romántico y del amor que es pluralista, no obstante, ellos son incapaces de ofrecer el amor bíblico, ese amor que se entrega por completo a los demás, ese amor que está dispuesto a sacrificarse por los que sufren, ese amor que es capaz de denunciar el pecado. No, los falsos maestros no pueden dar ese amor, porque éste solo procede de corazones donde el amor de Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo (Ro. 5:5).
Los falsos maestros, al igual que Caín, no tienen compasión de las almas que sinceramente buscan a Dios. Ellos se aprovechan de la simplicidad de algunas personas, y las conducen al degolladero. Les prometen su compañerismo, pero solo con el fin de aprovecharse de ellas para explotarlas, y luego de haber conseguido el fin perseguido, entonces las matan espiritualmente. Estos falsos maestros se muestran amistosos y tratan a todo el mundo de hermanos, así como Caín hizo con Abel, y los invitan a caminar hacia un mundo feliz, pero, lo único que pueden ofrecer es la muerte, porque ellos mismos están muertos. Los falsos maestros son como los fariseos que “recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mt. 23:15).
En la tradición judía, Caín llegó a ser el prototipo del egoísmo y del cinismo. “Para los pensadores hebreos Caín era el incrédulo, cínico, materialista, que no creía ni en Dios ni en el orden moral del mundo; y que por lo tanto, hacía exclusivamente lo que quería”[1].
Caín, aunque pretendía llevar una vida religiosa externa, no obstante, sus obras eran malas. Él podía engañar a Abel su hermano y a sus padres, pero no podía engañar a Dios. Caín se vendió al demonio, rechazó la misericordia de Dios y se alejó de él. “Un antiguo comentario judío acerca de Génesis 4:8 pone las siguientes palabras en labios de Caín: “No hay juicio, ni juez, ni mundo por venir; no habrá recompensa para los justos ni destrucción para los malvados”[2].
Cuánto cuidado debemos tener con los falsos maestros, ellos abundan por todas partes, ofrecen su amistad y hablan palabras halagadoras, pero al final dejan ver lo que realmente son: “estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia…” (Ro. 1:29-31). Hablan muy bonito y parecen ser creyentes muy espirituales, pero solo buscan la muerte de sus amigos, y al menor descuido, sacan sus malvadas garras para obtener lo que desean de los demás. Estos son una plaga mortal que desde los tiempos de Caín han estado presente en algunas iglesias.
Los perversos hombres impíos que habían entrado de manera sigilosa en la Iglesia del primer siglo tenían su propia fe, su propio estilo de vida. Hablaban de Dios, pero no del dios bíblico, sino del dios al cual ellos querían servir.
Pero esto no es exclusivo de esa época, no, estos falsos maestros, impíos de corazón, fe y práctica, han estado siempre dentro de las iglesias cristianas. En la época medieval los vemos persiguiendo los más altos y rentables cargos dentro de la estructura jerárquica de la iglesia. No eran salvos, ni amaban al Salvador, ni estaban interesados en la salvación de las almas, pero querían estar dentro de los líderes de la iglesia, solo con el fin de satisfacer los deseos de sus corazones humanistas. Ellos eran mutiladores del cuerpo (Fil. 3:2), eran como perros hambrientos entregados a las vanidades de su corazón engañoso y a los placeres sensuales, su interés era solo lo terreno; ellos se enmarcan perfectamente en la descripción que hace Isaías de los guías espirituales del pueblo en su época: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado. Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos de sidra; y será el día de mañana como este, o mucho más excelente” (Is. 56:10-12). No les importaba ser contratados como atalayas o vigilantes, aunque sabían que su interés era solo dormir y entregarse al placer, y luego, cuando no podían detectar el peligro que asechaba al pueblo, los abandonaban a la muerte y como Caín participaban del asesinato de los suyos.
El camino de Caín es el camino del odio, de la envidia, del asesinato de las almas, de la perversión del culto a Dios, el camino del humanismo, el de las obras humanas, el de la auto-confianza, el de la adoración sin Cristo, el de la religión sin santidad - sin derramamiento de la sangre para expiar el pecado.
¿Y Cuál fue la maldición que reposó sobre Caín? Fue un hombre maldito por el resto de toda su existencia. “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (Génesis 4:11). Una señal en su frente evidenciaba su condición miserable y errante, la cual nunca podría borrarse. Era portador de la maldición que lo llevaría de manera indefectible a los tormentos del infierno. Caín quedó registrado en la historia como el envidioso, el perverso, el orgulloso, el asesino, el malvado, como un prototipo de la iniquidad. La señal en su frente no podía ser borrada, como tampoco se puede quitar la señal de todos los falsos maestros que enseñan en la iglesia, no la doctrina de Cristo y su cruz, sino la doctrina del demonio que se centra en los placeres terrenos y los goces de las riquezas y vanidades de Babilonia la grande, que enseñan a las almas inconstantes a amar el mundo y todo lo que en él hay, los que enseñan esto y los que siguen a estos falsos maestros, sino se arrepienten de haber pervertido el evangelio, les espera una gran condenación porque la marca de la bestia, la marca del demonio ya está en sus frentes: “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre” (Ap. 14:11).
Esta es la condenación que les espera a todos los falsos maestros y falsos profetas que hoy día están asesinando a las almas con sus enseñanzas nefastas donde pervierten la verdadera adoración, pervierten el evangelio de Cristo, llevan a los hombres a amarse a sí mismos, tal como hizo Caín, pero muy poco o nada enseñan acerca de las palabras de Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt. 16:24). “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt. 16:25).
Aplicaciones:
- Apreciado amigo, tú no lo sabías, pero hoy la Palabra te lo ha mostrado con claridad, que has estado siguiendo el camino de Caín. Tu pensabas que podías adorar a Dios de la manera como tú quisieras, cuando quisieras y usando los medios que quisieras, pero este fue el error de Caín, y el resultado, fue el desagrado de Dios. El señor ha estado desagradado contigo porque has pretendido adorarlo confiando en tu propia y mundana sabiduría. Pero hoy la Palabra te invita darle la espalda a esa forma de pensar, a arrepentirte de tu pecado, y a confiar, como lo hizo Abel, solo en el sacrificio de Cristo hecho en la cruz del calvario. Solo por el derramamiento de sangre de un justo y santo hombre, que a la misma vez es Dios, se puede obtener el perdón de los pecados, y podemos adorar a Dios de corazón, encontrando en él la reconciliación y la aceptación. Tu alma, hasta el día de hoy, ha estado atribulada, y andas vagando errante por el mundo como un maldito que lleva en su frente la maldición de saberse enemigo de Dios. Pero no tienes porqué continuar en esa senda de la destrucción, hoy adora a Dios por medio del sacrificio de Cristo. Confía solamente en él y verás la dicha que inunda tu corazón, al saberte contado entre los que gozan del favor divino.
- Apreciado hermano, tengamos cuidado con nuestras palabras y con lo que sentimos en nuestro corazón hacia los demás, pues, si lo que expresamos o sentimos es odio, entonces también podremos ser hallados culpable del mismo pecado que cometió Caín: De asesinato. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn. 3:15). “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mt. 5:21-24).
- Seamos cuidadoso con las doctrinas que más nos agrada escuchar. Seamos muy cuidadosos con los maestros que escuchamos, ya sea en los púlpitos, en la televisión, la radio o el internet, o en los libros. Muchas cosas que nos agradan, y parecer ser bíblicas, realmente no lo son, pues, solo tienen como fin lo material, lo terreno, la satisfacción de nuestros placeres caídos. Pero muy poco tienen que ver con la mortificación del pecado, la negación de uno mismo, el amor sacrificial a los demás, el estar dispuesto a dar la vida por causa del evangelio. Muchas doctrinas falsas se predican hoy día dentro de las iglesias evangélicas, las cuales se presentan como revelación fresca y nueva, pero mentiras, estas son enseñanzas muy antiguas, las cuales fueron creídas y enseñadas por el primer asesino de la historia humana: Caín. Evitemos escuchar a los maestros que enseñan otras formas de adoración, distintas a las que Dios ha establecido en su palabra, porque por allí, se puede iniciar el camino que conduce a la maldición en esta tierra, y la maldición eterna en los infiernos.





[1] Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1090
[2] Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro/Judas. Página 445

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