lunes, 1 de octubre de 2012

¿Tienen el pastor o un profeta el poder para lanzar juicios contra otros?


Pastor Julio:


Buenas tardes. Le escribo con un poco de pesar y tristeza por que hoy escuché lo que se podria llamar una herejia por parte del Pastor de la iglesia, hacia una líder.

Resulta que durante la predicación, el pastor comenzó a profetizar y en una de sus profecías voltea a mirar hacia una de las líderes y le dice: “Dios te dice que desde hoy en adelante tu le puedes levantar juicio a quien tu quieras, él te da el poder de decidir a quien Dios le da o le quita, tu puedes levantarle juicio a quien tu creas que le está haciendo daño al ungido o a la iglesia.”


Y ahora esta líder dice: “Cuidado con el que se meta conmigo, le puedo levantar un juicio.”


Desde luego, lo poco que he estudiado, si lo he digerido bien,  personalmente no creo que ni el pastor ni la lider tengan poder para levantarle juicios por parte de Dios a nadie; no es que yo no crea en esto, pero se ha desatado una moda de profetizar y de apóstoles dándole poderes a todo mundo que lo que primero vino a mi mente fue Deuteronomio18: 19-22, desde luego yo sé que si Dios quisiera nos borraria a todos de la faz de la tierra pero no por gusto de una persona .



Amablemente solicito de su ayuda. Mil gracias por todo



Bendiciones.

 

 

Apreciado hermano.

 

Con toda razón usted experimenta esta gran preocupación, no es para menos, pues, indudablemente este “pastor” no conoce al Señor, y es contrario al Espíritu de Dios. Él está asumiento una autoridad que no le pertenece.

Aunque la predicación del evangelio también será de juicio para el que no cree (Mr. 16:16; Jn. 3:18; no obstante, este juicio no se hará ahora, sino en el gran día que Dios ha preparado para ello (Jn. 5:29; mientras tanto, la iglesia debe anunciar el evangelio, invitando a los hombres al verdadero arrepentimiento y a la reconciliación con Dios. Este no es el tiempo de la condenación, sino el de la salvación: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn. 3:17).

En una oportunidad los apóstoles fueron a una aldea samaritana con el fin de preparar posada para Cristo, pero la gente de la aldea no quiso, entonces los apóstoles se llenaron de indignación, y es posible que hayan pensado. ¿Qué se creaía esta gente que se atreven a despreciar al maestro? Y ellos pidieron a Jesús que les permitiera rogar al cielo para que cayera fuego del cielo y los consumiera: “¿Quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Pero, ¿qué les dijo Jesús?: “Si, mis discípulos, les autorizo para que lancen maldición sobre estos perversos que se han levantado contra el ungido”. No, esa no fue la respuesta, porque Jesús y el evangelio, en este tiempo presente, tienen como propósito la salvación de los hombres, no su condenación: “Entonces, volviéndose él, los reprendió, diciendo: vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.” (Lc. 9:52-56).

Los apóstoles de Cristo, y los verdaderos pastores, están en el mismo espíritu, por eso Pablo pudo decir: “18. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19. que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Cor. 5:18-20).

Ahora, esto no significa que los pastores, y la iglesia, no pueden juzgar el pecado dentro de sus filas. La iglesia es santa y debe preservarse como tal. Para ello Dios nos manda a predicar todo el consejo de Dios, el cual contiene serias advertencias para todos aquellos que se atreven a andar practicando el pecado. Toda la Biblia abunda en exhortaciones y advertencias. Los pastores y predicadores deben denunciar el pecado en sus predicaciones, siempre invitando al arrepentimiento y advirtiendo las terribles consecuencias que vendrán sobre los que no se arrepienten. El fin de hacer esto es traer a las personas a salvación.

Pero ninguna persona en particular, ni siquiera los pastores, pueden juzgar, condenar y levantar juicio contra una persona; sino que la Iglesia local, compuesta por sus ancianos, diáconos y miembros, luego de seguir un proceso justo, puede poner en disciplina o expulsar a una persona de sus filas. Jesús autorizó a la Iglesia para que disciplinara a sus miembros (Mt. 18:15-20), y también Pablo le ordena a una iglesia local para que se reúnan, juzguen y expulsen a un adúltero que estaba ofendiendo el nombre de Cristo y estaba mancillando la santidad de la iglesia con su mala conducta escandalosa (1 Cor. 5:1-11).

No obstante, la disciplina eclesiástica no tiene como fin maldecir o condenar, sino, restaurar al pecador (Gál. 6:1).

El don de la profecía no fue dado a la iglesia para levantar juicio de maldición contra otros, sino para “edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:3). Si alguien pretende usar un supuesto don de profecía para amenzar a las otras personas, entonces el tal no tiene al Espíritu de Cristo sino al demonio, el cual vino para: matar, hurtar y destuir.

Si una persona se cree apóstol, con el fin de ejercer una autoridad tirana sobre los demás, buscando que nadie cuestione sus malas acciones y amedrentando al resto con sus vanos poderes, el tal obra por un poder contrario al de los verdaderos apóstoles, los cuales dijeron: “Porque aunque me gloríe algo más todavía de nuestra autoridad (apostólica), la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción” (2 Cor. 10:8).

El falso concepto del “ungido” e “intocable” ha invadido a las iglesias evangélicas con el fin de someter en miedo y temor a los indoctos feligreses que son víctimas de abusos de falsos pastores y seudoapóstoles. El fin de esta falsa doctrina, que tergiversa las palabras de un texto bíblico, es oprimir, esclavizar, robar y manipular a las congregaciones. Pero estos no son ungidos sino falsos pastores, amantes de su vientre, amantes del poder, la vanagloria y el dinero.

Los pastores pueden ser, incluso, disciplinados por las iglesias, cuando estos caen en pecados escandalosos. El apóstol Pablo, instruyendo sobre las responsabilidades de los ancianos o pastores (u obispos) y del deber de las iglesias para con ellos, dice: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos” (1 Tim. 5:19). Los pastores o líderes de las iglesias pueden ser disciplinados por la asamblea de miembros si hay una justa causal. No es verdad que la maldición de Dios caerá contra aquellos que, con justa razón, cuestionen la moral o el mal comportamniento de sus líderes.

 

Su servidor en Cristo,

Julio César Benítez


 

Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/

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