lunes, 24 de octubre de 2011

¿Qué es la carne?


Con abundante sustento bíblico, ayúdame contestando estos interrogantes, pero basados en principios bíblicos, no en conceptos humanos:

¿Qué es la carne?
¿Qué es la vieja naturaleza?
¿Qué es el viejo hombre?
¿Qué es la naturaleza pecaminosa?
¿Qué es el cuerpo de pecado?


Saludos fraternales.

 Disculpe la demora en responder, he estado un poco enredado en muchas cosas, pero ahora he podido sacar tiempo para buscar en las Sagradas Escrituras lo que ella habla sobre los temas que usted me comenta.
 Vamos a ir mirándolos uno a uno, tratando de aplicar dos sanos principios a la hora de interpretar la Biblia: El principio de que la Biblia se interpreta a si misma, y el principio de ser fieles a la gramática o las palabras que fueron usadas por los autores de las Sagradas Escrituras.
 1 ¿Qué es la carne?
En el Antiguo Testamento esta palabra se relaciona especialmente con la materia de que está compuesta el hombre, y en algunos pasajes se refiere a la totalidad del hombre. En Génesis 40:19 se usa la palabra hebrea basar y se refiere al componente principal del cuerpo humano.
En proverbios 14:30 significa todo el cuerpo, y en el Salmo 16:9 significa el hombre en su totalidad: “mi carne también reposará confiadamente”.
En el Antiguo Testamento también se usa la palabra carne para referirse a la debilidad natural del ser humano, no en el sentido moral, sino en cuanto su cuerpo es frágil.
 En el Nuevo Testamento se usan varias palabras griegas para carne. Sarx es una traducción de la palabra hebrea basar usada en el Antiguo Testamento y se refiere a la parte carnosa del cuerpo. (Apo. 19:18;) también la palabra carne significa todo el cuerpo (Gál. 4:13).
En algunos pasajes también significa el hombre completo “no tuvo sosiego nuestra carne…” (2 Cor. 7:5; Rom. 7:18).
En el Nuevo Testamento la palabra carne también puede significar que alguien es de la misma familia, por ejemplo se dice que Cristo era del linaje de David según la carne (Ro. 1:3). Pablo habla de Israel según la carne. (1 Cor. 10:18), Pablo también habla de los israelitas como sus parientes según la carne (Ro. 9:3)
 En el Nuevo Testamento también se habla de carne en el sentido de existencia física en su totalidad, sin que signifique algo malo. Por ejemplo hay referencias de ser “visto en la carne” (Col. 2:1 la Reina Valera no usa la palabra carne), también se dice que Cristo estuvo en la carne (Ef. 2:15; 1 Ped. 3:18; 1 Juan 4:2), incluso Pablo dice que la vida que vivía siendo cristiano era “en la carne” (Gál. 2:20).
 Pero, con gran fuerza, el Nuevo Testamento contrasta la carne con el espíritu. Vivir en la carne es lo contrario de vivir en el espíritu. El apóstol Pablo da una lista del fruto del espíritu, es decir, de lo que caracteriza a los que viven conforme al Espíritu, conforme al carácter de Cristo (Gál. 5:22-25). Por el contrario, quien vive conforme a la carne hace y produce lo opuesto al carácter de Cristo. (Gál. 5:19-21). Así que podemos definir la carne, en este sentido negativo, como la parte terrenal del hombre, que lo vincula estrechamente con la situación caída de la creación, que lo aleja de Dios y lo arrastra hacia lo puramente terreno, material, en lugar del servicio a Dios.
 La carne tiene sus concupiscencias y sus deseos (Ef. 2:3). Los que se concentran en los deseos concupiscentes “piensan en las cosas de la carne” (Ro. 8:5). Pero el ocuparse, en este sentido negativo, de la carne, es muerte y se constituye en enemistad contra Dios (Ro. 8:6-7). La carne, es decir, lo puramente terreno, limita la vista espiritual del hombre, y lo lleva a oponerse a Dios (Ro. 8:7) En el Nuevo Testamento a la carne se le relaciona con las pasiones y deseos puramente terrenos (Gál. 5:24). 
La carne se caracteriza por la concupiscencia y esta esclaviza los miembros del cuerpo y también domina la mente (1 Juan 2:16; Gál. 5:16; 1 Pedro 4:2; 2 Pedro 2:10; Efesios 2:3), incluso la carne llega a dominar tanto la mente que Pablo llega a hablar de “la mente de la carne” (Ro. 8:5,7). 
Colosenses 2:23 presenta a la carne como algo que llega a ser tan habitual como lo es el comer, la carne tiene apetitos insaciables, siempre quiere más, y la religiosidad o el legalismo no sirve para frenar esos apetitos. Gálatas 6:8 dice que los hombres pueden sembrar para su carne y el resultado será una cosecha abundante de corrupción carnal (Gál. 6:8). 
Los que andan conforme a la carne se caracterizan por una vida dominada de las pasiones pecaminosas (Ro. 7:5), son incapaces de obedecer la Ley de Dios (Ro. 8:3) o de agradar a Dios (Ro. 8:8). Los que andan en sus deseos carnales son hijos de ira (Ef. 2:3). 
 Esto significa que una persona regenerada NUNCA podrá ser carnal en todo el sentido de la palabra. No podemos hablar de cristianos carnales, pues, es una contradicción de términos, o es cristiano o es carnal. Los verdaderos cristianos están en la carne, pero no andan según la carne (2 Co. 10:3; Gál. 2:20). No obstante, los cristianos debemos velar porque los hechos de la carne embotan la percepción espiritual (Ro. 6:19). Somos llamados una y otra vez a no rendir nuestros miembros o nuestro ser al servicio de la carne (Ro. 8:12; Fil. 3:3; Gál. 3:3. 
EL creyente ha recibido un principio de vida que desaloja el principio de muerte que representa la carne (Ro. 8:4, 9, 13; Gál. 5:16-17; 2 Corin. 4:10, 11). El apóstol Pablo llama “carnales” a los corintios debido a su falta de madurez espiritual y sus continuos pleitos y divisiones (1 Cor. 3:1-4). 
En algunas versiones la palabra carnal se traduce como sensual. Los expertos en griego dicen que la palabra usada aquí para carnal, no se refiere a la substancia, sino a la apariencia. Los Corintios a los que se diri
ge Pablo son realmente cristianos, pues, él les llama hermanos (1 Cor. 3:1), pero se habían dejado seducir por los deseos terrenos y habían entrado en divisiones y comportamientos que los hacen ver como carnales, es decir, como incrédulos. El cristiano verdadero debe poner su mirada en las cosas de arriba y no en las de la tierra (carne), pues, las cosas de la carne tienen a atrapar y esclavizar. (Col. 3:1-3)

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