viernes, 24 de junio de 2022

Salmo 9

 

Salmo 9: Cómo orar respecto a la Justicia Divina

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

Como hemos dicho anteriormente, los salmos expresan los deseos espirituales de los santos, sus más sentidos ruegos, aquello que Dios quiere que sean los contenidos más frecuentes de nuestras oraciones, aquello que Dios desea dar a su pueblo.

Y es que nuestras oraciones son uno de los medios que Dios usa para cumplir su voluntad y traer el bien a la iglesia y a la humanidad que él desea dar.

De allí que revisar este salmo 9 será de gran bendición para enriquecer nuestras oraciones y deseos por las cosas que Dios anhela.

El contexto de este salmo de David, es, probablemente, la destrucción que vino sobre los filisteos y la muerte del gigante Goliat. Lo cual parece ser indicado por el título sobre Mut-labén (sobre el hijo muerto), lo cual, indicaba una tonalidad especialidad para el músico principal o director del coro.

El tema principal de nuestro salmo es cómo el pueblo de Dios responde ante el juicio y la justicia divina que castiga al impío y destruye las ciudades de maldad.

El objetivo de este salmo es que el creyente busque la madurez en Cristo respondiendo a Dios de las 5 formas que estaremos viendo a continuación.

Bosquejo:

1. Da gracias y alaba a Dios por su justicia (v. 1-2)

2. Pon tu confianza en Dios debido a su justicia (v. 3-10)

3. Cuenta las obras de Dios entre los pueblos (v. 11-12)

4. Pida la gracia de Dios para que Él sea alabado por su justicia (v. 13-18)

5. Pídale a Dios que no permita que los hombres prevalezcan (v. 19-20)

1. Da gracias y alaba a Dios por su justicia (v. 1-2)

Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo”.

La vida de David se caracterizó por una entrega total al Señor, la comunión diaria expresada en alabanzas. Para el salmista era imposible no dedicar parte del día a expresar las alabanzas al Dios de sus padres.

A pesar de que él era rey y sus días debían ser muy ocupados, y a pesar de que muchas veces debía salir a la guerra, el salmista no concebía que pasara un día sin alabar y cantar al nombre del Dios de Israel.

Él suministraba razones constantes a su corazón para que cada día alabara al Señor. Por sus maravillas, él las contaba.

Él recordaba lo que Dios hizo con su padre Abraham, lo que hizo a través de Moisés para liberar al pueblo de la esclavitud, lo que hizo en tiempos de los jueces, lo que hizo a través de los profetas.

Él meditaba en la Palabra de Dios y allí encontraba razones para alabarle. Él meditaba en todo lo que Dios había hecho en su vida, y encontraba razones para alabarle.

Si no alabamos a Dios todos los días es porque nuestra meditación en la Palabra y en sus grandes misericordias hacia nuestras vidas es muy pobre o escasa. Y si no alabamos a Dios diariamente, no es por falta de tiempo, sino por falta de disposición y agradecimiento.

2. Pon tu confianza en el Dios de justicia (v. 3-10)

Mis enemigos volvieron atrás; cayeron y perecieron delante de ti. Porque has mantenido mi derecho y mi causa; te has sentado en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre. Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; y las ciudades que derribaste, su memoria pereció con ellas. Pero Jehová permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron”.

Aunque David fue un hombre que nunca buscó tomar venganza por sus propias manos, sino que, aun en el caso de Saúl, uno de sus enemigos más acérrimos, o en el de su hijo Absalón, quien se rebeló contra él, procuró la paz con ellos y propendió para que ellos se dieran cuenta que él no era su enemigo; no obstante, David era consciente de que el Dios Justo castigará al malvado y salvará al que confía en Él.

Por lo tanto, aunque David lloró sinceramente por la muerte de Saúl, y castigó con la muerte al extranjero que se quiso atribuir el homicidio de Saúl; y también lloró con profunda tristeza cuando su hijo Absalón fue muerto en medio de la guerra que él quiso enfrentar contra su propio padre; David no podía dejar de alabar al Señor porque él, en su Justicia perfecta, castiga al malvado.

Los creyentes oramos por la conversión del pecador, y perdonamos en nuestro corazón al enemigo que nos hizo daño; no obstante, el Dios de Justicia no dejará pasar en alto las maldades del impío, y, tarde que temprano, sus juicios vendrán sobre él.

Y cuando esto sucede, debemos darle gracias al Señor porque él se encarga de recordarle al malhechor que, así la justicia humana sea lenta o débil para castigar al que hace mal, la justicia divina llegará en el momento oportuno.

En este mundo hay gente que se complace en hacer el mal a los demás. Todos los seremos humanos nacemos en pecado y pecamos a diario, y no podemos amar en la perfección que Dios requiere; no obstante, hay personas que se deleitan en hacer el mal a otros.

Hay hijos malos que le roban a sus padres, o que despojan a sus progenitores de todos los bienes que ganaron en los años productivos, y luego los arrojan a las calles.

Hay mujeres que asesinan a sus hijos en sus propios vientres, valiéndose de algunas instituciones, estatales o privadas, que se especializan en quitarle la vida a los indefensos bebés.

Hay vecinos que usan tramas para robarle parte de los bienes al de al lado. Hay políticos y gobernantes que aprovechan las calamidades del pueblo para robar el dinero que se destina para socorrerlos. En este mundo hay gente muy mala que le gusta hacer injusticias contra los vulnerables.

Los creyentes oramos por la conversión de ellos, pero también para que Dios obre en su justicia perfecta sobre ellos. Y cuando la ira de Dios cae sobre el malo, los creyentes le damos gracias a Dios porque él no ha abandonado a este mundo en el caos de la injusticia.

Muchos hombres malvados en extremo han pisado esta tierra, pero su nombre pereció con ellos, y aunque aún se mencionen en los libros de historia, es solo para recordarnos que el final de los hombres malos no es bueno.

Pensemos en ciudades como Sodoma y Gomorra, o en los pueblos cananeos idolátricos que se rebelaron contra todo lo bueno, ellas fueron destruidas y ya ni siquiera quedan las ruinas. Igual sucederá con este sistema de maldad que impera hoy en el mundo. Los juicios divinos se derramarán sobre todos ellos, y mientras los creyentes disfrutaremos para siempre de la gloria eterna, ellos arderán en el infierno y su nombre será olvidado para siempre.

Dios juzgará un día a cada nación, a cada pueblo, a cada persona. Él lo hace ahora, y por eso envía juicios de tanto en tanto, pero al final nadie podrá escaparse de su trono de justicia.

Por esa razón, el creyente, el que confía en el Señor y obedece sus leyes santas de amor y justicia, el pobre, el desvalido, el que no se defiende buscando su propia venganza; él vendrá al Señor y encontrará el verdadero refugio cuando vengan los días malos sobre esta tierra mala.

Dios nunca desampara a los que confían en él, a los que esperan en él, a los que le entregan a él su causa y no buscan venganza personal, sino que siguen la exhortación de Pablo: No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Ro. 12:19.

3. Cuenta las obras del Dios de justicia entre los pueblos (v. 11-12)

Cantad a Jehová, que habita en Sion; publicad entre los pueblos sus obras. Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos; no se olvidó del clamor de los afligidos.

El creyente se deleita en alabar al Dios justo y bueno, no sólo en su vida personal, sino de manera congregacional. Por el salmista invita a todas las gentes para que adoren a Dios en Sion, en la morada de su presencia en esta tierra, la Iglesia.

Nuestros cultos y nuestra vida congregacional tienen como objetivo adorar a Dios por todas sus obras, por sus maravillas con las cuales nos ha salvado del enemigo de nuestras almas, y de todos los adversarios del reino de Dios.

La sangre de nuestros mártires, tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento, está clamando día y noche delante del Juez de toda la tierra para que haga justicia. Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (Ap. 6:9-10).

El mismo Esteban que, cuando estaba siendo lapidado por la turba de judíos incrédulos le pidió a Dios que no les tuviera en cuenta ese pecado, ahora está clamando junto con todos los mártires para que Dios vengue su muerte.

Esta es la simetría de Dios, y la simetría del Evangelio. Clamamos a los hombres para que se arrepientan y encuentren la misericordia divina, pero si ellos persisten en su pecado y rebeldía también les anunciamos el inminente juicio que vendrá sobre ellos.

El creyente que sufre aflicciones por culpa de los malvados, presenta a diario sus súplicas delante del Señor y Rey, quien, en su tiempo, sino obra con su gracia salvadora en esos impíos, les enviará sus juicios.

4. Pida la gracia de Dios para que Él sea alabado por su justicia (v. 13-18)

Ten misericordia de mí, Jehová; mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte, para que cuente yo tus alabanzas en las puertas de la hija de Sion, y me goce en tu salvación. Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; en la red que escondieron fue tomado su pie. Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus manos fue enlazado el malo. Higaion. Selah (Probablemente indica que esta parte se cataba de una forma más lenta, invitando a la meditación). Los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios. Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente”.

Vivimos en medio de un mundo malo, donde el pecado nos asedia, y las aflicciones de la vida estorban nuestra vida de adoración. Por tal razón debemos pedir al Señor que nos fortalezca en medio de las adversidades, para que de esa manera podamos alabarle aún con mayor libertad.

El salmista llevaba un registro de cada una de las misericordias que el Señor obró en su vida, y de cuántas aflicciones y enemigos lo libró. De manera que él siempre tenía nuevas y numerosas razones para alabarlo.

Él encontraba el gozo supremo en los constantes actos de salvación que recibía de parte del Señor, la salvación de sus pecados, la salvación de sus enemigos: de Satanás, del temor, de las seducciones de la carne, de los adversarios del reino de Dios, y de los enemigos personales que se levantaban sin razón alguna.

Por lo tanto, él se unía al canto de los santos que iban al templo de Jerusalén, en Sion, donde expresaban la gratitud al Señor por sus muchas misericordias.

Sion es la Iglesia, y cuando nos reunimos en cada culto, expresamos nuestra gratitud al Señor porque nos ha sostenido y guardado por su gran amor. Contamos las maravillas de su gracia en nuestras vidas.

Y también le adoramos porque Dios ya ha enviado juicios sobre los impíos, sobre aquellos que se revelan violentamente contra sus leyes.

Los verdaderos creyentes clamamos para que el Señor haga justicia contra los que promueven el aborto, contra los que expanden y apoyan el matrimonio homosexual, contra las instituciones nacionales o internacionales que apoyan la agenda de pecado y maldad que locamente se extiende por todo el mundo. Esperamos en el Señor que él destruya esos planes y que castigue a los que practican semejantes males.

5. Pídale a Dios que no permita que los hombres prevalezcan (v. 19-20)

Levántate, oh Jehová, no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti. Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah”

En consonancia con lo anterior, no solo alabamos al Señor cuando sus juicios caen sobre los que promueven el mal, sino que le pedimos al Señor: Levántate, Dios eterno y poderoso, para juzgar a los malos, a los que se levantan contra tu reino santo, a los que tratan de obstaculizar el avance del evangelio, contra los que promueven la maldad.

Lo primero que le pedimos a Dios es que ponga su temor sobre ellos, que ellos puedan entender que están yéndose en contra de la Ley santa y buena que Dios dio al hombre para su bienestar. Este temor los debe conducir al arrepentimiento y la conversión.

Pero si ellos no se apartan de su maldad, entonces, le rogamos al Señor que los debilite en sus fuerzas malévolas que los conducen a pecar y patrocinar el pecado. Le rogamos al Señor que debilite totalmente a los senadores, magistrados, presidentes, jueces y gobernantes que usan su autoridad para favorecer al malo o apoyar la maldad.

La iglesia, a través de sus oraciones, es un instrumento poderoso para frenar el avance de la maldad y las injusticias en las naciones.

Todos los días oramos al Señor y le pedimos que trastorne de tal manera los planes malévolos de los que están en eminencia o ejercen influencia sobre la humanidad al punto que los grandes poderes económicos, militares, políticos y sociales recuerden que ellos no son más que hombres mortales, y que un día tendrán que rendir cuentas delante del Juez de toda la tierra.

Aplicaciones:

¿Dedicas tiempo diario para hablarle y alabar a Dios?

¿Cantas al Señor? ¿Cuáles son las cosas que te impiden cantar?

Los enemigos de Dios y de su pueblo perecerán. ¿Esto te estimula a orar por ellos, y también a esperar en Dios?

¿Dónde te encontrarás cuando el juicio final de Dios haya caído sobre los hombres?

¿Cuentas las obras de Dios entre su pueblo?

¿Cuáles son tus motivaciones para pedirle a Dios que tenga misericordia de ti? ¿Estás alineado con el deseo de David de ver que Dios sea alabado, o más bien deseas su misericordia como un deseo egoísta para poder complacer los deseos carnales?

¿Crees que es mejor que Dios prevalezca y no los hombres? ¿Oras a diario por ello?

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