Salmo 9: Cómo orar respecto a la
Justicia Divina
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
Como hemos dicho anteriormente, los
salmos expresan los deseos espirituales de los santos, sus más sentidos ruegos,
aquello que Dios quiere que sean los contenidos más frecuentes de nuestras
oraciones, aquello que Dios desea dar a su pueblo.
Y es que nuestras oraciones son uno
de los medios que Dios usa para cumplir su voluntad y traer el bien a la
iglesia y a la humanidad que él desea dar.
De allí que revisar este salmo 9 será
de gran bendición para enriquecer nuestras oraciones y deseos por las cosas que
Dios anhela.
El contexto de este salmo de David,
es, probablemente, la destrucción que vino sobre los filisteos y la muerte del
gigante Goliat. Lo cual parece ser indicado por el título sobre Mut-labén
(sobre el hijo muerto), lo cual, indicaba una tonalidad especialidad para el
músico principal o director del coro.
El tema principal de nuestro salmo es
cómo el pueblo de Dios responde ante el juicio y la justicia divina que castiga
al impío y destruye las ciudades de maldad.
El objetivo de este salmo es que el
creyente busque la madurez en Cristo respondiendo a Dios de las 5 formas que
estaremos viendo a continuación.
Bosquejo:
1. Da gracias y alaba a Dios por su
justicia (v. 1-2)
2. Pon tu confianza en Dios debido a
su justicia (v. 3-10)
3. Cuenta las obras de Dios entre los
pueblos (v. 11-12)
4. Pida la gracia de Dios para que Él
sea alabado por su justicia (v. 13-18)
5. Pídale a Dios que no permita que
los hombres prevalezcan (v. 19-20)
1. Da gracias y alaba a Dios por su
justicia (v. 1-2)
“Te alabaré, oh Jehová, con todo
mi corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti;
cantaré a tu nombre, oh Altísimo”.
La vida de David se caracterizó por
una entrega total al Señor, la comunión diaria expresada en alabanzas. Para el salmista era imposible no dedicar parte del día a
expresar las alabanzas al Dios de sus padres.
A pesar de que él era rey y sus días
debían ser muy ocupados, y a pesar de que muchas veces debía salir a la guerra,
el salmista no concebía que pasara un día sin alabar y cantar al nombre del
Dios de Israel.
Él suministraba razones constantes a
su corazón para que cada día alabara al Señor. Por sus maravillas, él las
contaba.
Él recordaba lo que Dios hizo con su
padre Abraham, lo que hizo a través de Moisés para liberar al pueblo de la
esclavitud, lo que hizo en tiempos de los jueces, lo que hizo a través de los
profetas.
Él meditaba en la Palabra de Dios y
allí encontraba razones para alabarle. Él meditaba en todo lo que Dios había
hecho en su vida, y encontraba razones para alabarle.
Si no alabamos a Dios todos los días
es porque nuestra meditación en la Palabra y en sus grandes misericordias hacia
nuestras vidas es muy pobre o escasa. Y si no alabamos a Dios diariamente, no
es por falta de tiempo, sino por falta de disposición y agradecimiento.
2. Pon tu confianza en el Dios de
justicia (v. 3-10)
“Mis enemigos volvieron atrás;
cayeron y perecieron delante de ti. Porque has mantenido mi derecho y mi causa;
te has sentado en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones,
destruiste al malo, borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre. Los
enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; y las ciudades que
derribaste, su memoria pereció con ellas. Pero Jehová permanecerá para siempre;
ha dispuesto su trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los
pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de
angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová,
no desamparaste a los que te buscaron”.
Aunque David fue un hombre que nunca
buscó tomar venganza por sus propias manos, sino que, aun en el caso de Saúl,
uno de sus enemigos más acérrimos, o en el de su hijo Absalón, quien se rebeló
contra él, procuró la paz con ellos y propendió para que ellos se dieran cuenta
que él no era su enemigo; no obstante, David era consciente de que el Dios
Justo castigará al malvado y salvará al que confía en Él.
Por lo tanto, aunque David lloró
sinceramente por la muerte de Saúl, y castigó con la muerte al extranjero que
se quiso atribuir el homicidio de Saúl; y también lloró con profunda tristeza
cuando su hijo Absalón fue muerto en medio de la guerra que él quiso enfrentar
contra su propio padre; David no podía dejar de alabar al Señor porque él, en
su Justicia perfecta, castiga al malvado.
Los creyentes oramos por la
conversión del pecador, y perdonamos en nuestro corazón al enemigo que nos hizo
daño; no obstante, el Dios de Justicia no dejará pasar en alto las maldades del
impío, y, tarde que temprano, sus juicios vendrán sobre él.
Y cuando esto sucede, debemos darle
gracias al Señor porque él se encarga de recordarle al malhechor que, así la
justicia humana sea lenta o débil para castigar al que hace mal, la justicia
divina llegará en el momento oportuno.
En este mundo hay gente que se
complace en hacer el mal a los demás. Todos los seremos humanos nacemos en
pecado y pecamos a diario, y no podemos amar en la perfección que Dios
requiere; no obstante, hay personas que se deleitan en hacer el mal a otros.
Hay hijos malos que le roban a sus
padres, o que despojan a sus progenitores de todos los bienes que ganaron en
los años productivos, y luego los arrojan a las calles.
Hay mujeres que asesinan a sus hijos
en sus propios vientres, valiéndose de algunas instituciones, estatales o
privadas, que se especializan en quitarle la vida a los indefensos bebés.
Hay vecinos que usan tramas para
robarle parte de los bienes al de al lado. Hay políticos y gobernantes que
aprovechan las calamidades del pueblo para robar el dinero que se destina para
socorrerlos. En este mundo hay gente muy mala que le gusta hacer injusticias
contra los vulnerables.
Los creyentes oramos por la
conversión de ellos, pero también para que Dios obre en su justicia perfecta
sobre ellos. Y cuando la ira de Dios cae sobre el malo, los creyentes le damos
gracias a Dios porque él no ha abandonado a este mundo en el caos de la
injusticia.
Muchos hombres malvados en extremo
han pisado esta tierra, pero su nombre pereció con ellos, y aunque aún se mencionen
en los libros de historia, es solo para recordarnos que el final de los hombres
malos no es bueno.
Pensemos en ciudades como Sodoma y
Gomorra, o en los pueblos cananeos idolátricos que se rebelaron contra todo lo
bueno, ellas fueron destruidas y ya ni siquiera quedan las ruinas. Igual
sucederá con este sistema de maldad que impera hoy en el mundo. Los juicios
divinos se derramarán sobre todos ellos, y mientras los creyentes disfrutaremos
para siempre de la gloria eterna, ellos arderán en el infierno y su nombre será
olvidado para siempre.
Dios juzgará un día a cada nación, a
cada pueblo, a cada persona. Él lo hace ahora, y por eso envía juicios de tanto
en tanto, pero al final nadie podrá escaparse de su trono de justicia.
Por esa razón, el creyente, el que
confía en el Señor y obedece sus leyes santas de amor y justicia, el pobre, el
desvalido, el que no se defiende buscando su propia venganza; él vendrá al
Señor y encontrará el verdadero refugio cuando vengan los días malos sobre esta
tierra mala.
Dios nunca desampara a los que
confían en él, a los que esperan en él, a los que le entregan a él su causa y
no buscan venganza personal, sino que siguen la exhortación de Pablo: No os
venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Ro.
12:19.
3. Cuenta las obras del Dios de
justicia entre los pueblos (v. 11-12)
Cantad a Jehová, que habita en Sion;
publicad entre los pueblos sus obras. Porque el que demanda la sangre se acordó
de ellos; no se olvidó del clamor de los afligidos.
El creyente se deleita en alabar al
Dios justo y bueno, no sólo en su vida personal, sino de manera congregacional.
Por el salmista invita a todas las gentes para que adoren a Dios en Sion, en la
morada de su presencia en esta tierra, la Iglesia.
Nuestros cultos y nuestra vida
congregacional tienen como objetivo adorar a Dios por todas sus obras, por sus
maravillas con las cuales nos ha salvado del enemigo de nuestras almas, y de
todos los adversarios del reino de Dios.
La sangre de nuestros mártires, tanto
en el Antiguo como en el Nuevo testamento, está clamando día y noche delante
del Juez de toda la tierra para que haga justicia. Cuando abrió el quinto
sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de
la Palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz,
diciendo: ¿hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra
sangre en los que moran en la tierra? (Ap. 6:9-10).
El mismo Esteban que, cuando estaba
siendo lapidado por la turba de judíos incrédulos le pidió a Dios que no les
tuviera en cuenta ese pecado, ahora está clamando junto con todos los mártires
para que Dios vengue su muerte.
Esta es la simetría de Dios, y la
simetría del Evangelio. Clamamos a los hombres para que se arrepientan y
encuentren la misericordia divina, pero si ellos persisten en su pecado y
rebeldía también les anunciamos el inminente juicio que vendrá sobre ellos.
El creyente que sufre aflicciones por
culpa de los malvados, presenta a diario sus súplicas delante del Señor y Rey,
quien, en su tiempo, sino obra con su gracia salvadora en esos impíos, les
enviará sus juicios.
4. Pida la gracia de Dios para que Él
sea alabado por su justicia (v. 13-18)
“Ten misericordia de mí, Jehová;
mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, tú que me
levantas de las puertas de la muerte, para que cuente yo tus alabanzas en las
puertas de la hija de Sion, y me goce en tu salvación. Se hundieron las naciones
en el hoyo que hicieron; en la red que escondieron fue tomado su pie. Jehová se
ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus manos fue enlazado
el malo. Higaion. Selah (Probablemente indica que esta parte se cataba de
una forma más lenta, invitando a la meditación). Los malos serán trasladados
al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios. Porque no para siempre será
olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente”.
Vivimos en medio de un mundo malo,
donde el pecado nos asedia, y las aflicciones de la vida estorban nuestra vida
de adoración. Por tal razón debemos pedir al Señor que nos fortalezca en medio
de las adversidades, para que de esa manera podamos alabarle aún con mayor
libertad.
El salmista llevaba un registro de
cada una de las misericordias que el Señor obró en su vida, y de cuántas
aflicciones y enemigos lo libró. De manera que él siempre tenía nuevas y
numerosas razones para alabarlo.
Él encontraba el gozo supremo en los
constantes actos de salvación que recibía de parte del Señor, la salvación de
sus pecados, la salvación de sus enemigos: de Satanás, del temor, de las
seducciones de la carne, de los adversarios del reino de Dios, y de los
enemigos personales que se levantaban sin razón alguna.
Por lo tanto, él se unía al canto de
los santos que iban al templo de Jerusalén, en Sion, donde expresaban la
gratitud al Señor por sus muchas misericordias.
Sion es la Iglesia, y cuando nos
reunimos en cada culto, expresamos nuestra gratitud al Señor porque nos ha
sostenido y guardado por su gran amor. Contamos las maravillas de su gracia en
nuestras vidas.
Y también le adoramos porque Dios ya
ha enviado juicios sobre los impíos, sobre aquellos que se revelan
violentamente contra sus leyes.
Los verdaderos creyentes clamamos
para que el Señor haga justicia contra los que promueven el aborto, contra los
que expanden y apoyan el matrimonio homosexual, contra las instituciones
nacionales o internacionales que apoyan la agenda de pecado y maldad que
locamente se extiende por todo el mundo. Esperamos en el Señor que él destruya
esos planes y que castigue a los que practican semejantes males.
5. Pídale a Dios que no permita que
los hombres prevalezcan (v. 19-20)
“Levántate, oh Jehová, no se
fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti. Pon, oh Jehová,
temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah”
En consonancia con lo anterior, no
solo alabamos al Señor cuando sus juicios caen sobre los que promueven el mal,
sino que le pedimos al Señor: Levántate, Dios eterno y poderoso, para juzgar a los malos, a los que se levantan contra tu
reino santo, a los que tratan de obstaculizar el avance del evangelio, contra
los que promueven la maldad.
Lo primero que le pedimos a
Dios es que ponga su
temor sobre ellos, que ellos puedan entender que están yéndose en contra de la
Ley santa y buena que Dios dio al hombre para su bienestar. Este temor los debe
conducir al arrepentimiento y la conversión.
Pero si ellos no se apartan de su
maldad, entonces, le rogamos al Señor que los debilite en sus fuerzas malévolas
que los conducen a pecar y patrocinar el pecado. Le rogamos al Señor que
debilite totalmente a los senadores, magistrados, presidentes, jueces y
gobernantes que usan su autoridad para favorecer al malo o apoyar la maldad.
La iglesia, a través de sus
oraciones, es un instrumento poderoso para frenar el avance de la maldad y las
injusticias en las naciones.
Todos los días oramos al Señor y le
pedimos que trastorne de tal manera los planes malévolos de los que están en
eminencia o ejercen influencia sobre la humanidad al punto que los grandes
poderes económicos, militares, políticos y sociales recuerden que ellos no son
más que hombres mortales, y que un día tendrán que rendir cuentas delante del
Juez de toda la tierra.
Aplicaciones:
¿Dedicas tiempo diario para hablarle
y alabar a Dios?
¿Cantas al Señor? ¿Cuáles son las
cosas que te impiden cantar?
Los enemigos de Dios y de su pueblo
perecerán. ¿Esto te estimula a orar por ellos, y también a esperar en Dios?
¿Dónde te encontrarás cuando el
juicio final de Dios haya caído sobre los hombres?
¿Cuentas las obras de Dios entre su
pueblo?
¿Cuáles son tus motivaciones para
pedirle a Dios que tenga misericordia de ti? ¿Estás alineado con el deseo de
David de ver que Dios sea alabado, o más bien deseas su misericordia como un
deseo egoísta para poder complacer los deseos carnales?
¿Crees que es mejor que Dios
prevalezca y no los hombres? ¿Oras a diario por ello?
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