Salmo 7: Cántico del santo calumniado
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
Cada uno de los salmos o de los
cánticos del salterio refleja las experiencias de la vida de un creyente en
medio de este mundo malo. Algunos salmos son de confianza, otros de valor,
otros de gozo y alabanza, otros de tristeza y aflicción.
Pero todos los salmos tienen algo en
común, el salmista tiene la plena confianza de que Dios es un padre amoroso que
está al tanto de los sufrimientos y alegrías de sus hijos.
Tanto en tristeza como en gozo, los
hijos de Dios deben acercarse a él para llevarle toda situación, ya sea para
darle gracias o para pedir su misericordia.
El salmo 7 es un cántico compuesto
por David en respuesta a la angustia que siente en su corazón, pues, ha sido
calumniado vilmente por Cus, un Benjamita del cual no sabemos nada.
Es probable que David aún esté
huyendo por la persecución de Saúl, pues, el título Sigaión, muy
probablemente viene de la palabra hebrea Shaga, que significa vagar.
Este es un himno errabundo, de meditación en tiempos de persecución.
Es probable que él lo haya acusado usando
calumnias delante del rey Saúl, haciendo que, de esa manera, la ira y la
enemistad del rey se acrecentaran contra David.
Por lo tanto, el corazón del salmista
se preocupa, pues, los adversarios se levantan de donde menos él piensa, y
ahora acuden a mentiras para que su enemigo, Saúl, lo acose con más violencia.
La calumnia es un mal muy común entre
los impíos, y termina causando gran daño, pues, levanta enemigos o hace que los
amigos se enemisten, basados en palabras mentirosas.
Ningún creyente se ha librado de las
calumnias. Dios mismo fue calumniado por Satanás en Edén, cuando le dijo a la
mujer que Dios había prohibido comer de todo árbol. José fue calumniado por la
mujer de Potifar. Moisés fue calumniado por algunos líderes del pueblo. Jesús
fue calumniado por los fariseos.
Por lo tanto, este salmo ofrece un
refugio y un camino de liberación para todo creyente que ha sido víctima de las
calumnias.
Hoy estaremos viendo: Cántico del
santo calumniado
1. Súplica del favor divino en medio de
la calumnia (v. 1-2)
2. Apela a la inocencia y la
introspección en medio de la calumnia (v. 3-5).
3. Ruega a Dios el favor por su causa
y el juicio contra el calumniador (v. 6-9)
4. Confía en que Dios lo vindicará en
medio de la calumnia (v. 10-16)
5. Gratitud por la liberación en
medio de la calumnia (v. 17)
1.
Súplica del favor divino en medio de la calumnia (v. 1-2)
“Jehová Dios mío, en ti he
confiado. Sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame”. El santo
confía en el Señor a pesar de que la calumnia se levante contra él. Aunque el
santo tiemble frente al asecho del enemigo, él se aferra a la roca inamovible:
El Señor.
Lo mejor y más sabio que puede hacer
un santo cuando es víctima de la cruel calumnia, es acudir al trono de la
gracia, es alimentar el alma con la oración de confianza, es llegar al Padre
nuestro que está en los cielos. Con estas palabras de confianza logramos vencer
nuestros temores, aflicciones y adversidades.
El salmista recuerda en la oración
que él ha confiado en Dios. Toda su vida ha sido de confianza en la protección
de divina. Dios lo ha librado de los leones, de la gente mala, del diablo, y
ahora nuevamente lo librará de la calumnia. Pues, si hay un enemigo contra el
cual se pueda hacer poco es cuando se levantan falsos testimonios o se difama
nuestro carácter o nuestro obrar.
Las calumnias tienen un poder inmenso
de causar daño a la honra de las personas. Muchos enemigos se levantan contra
nosotros debido a las calumnias que otros llevan a sus oídos.
“No sea que desgarren mi alma cual león, y
me destrocen sin que haya quien me libre” (v. 2). David tenía un enemigo
muy poderoso, tal vez el rey Saúl, el cual tenía el poder para destruirlo por
completo, por eso este santo calumniado pide que sea librado de las garras
destructoras de su enemigo, el cual ha sido enfurecido por culpa de la calumnia
que se ha levando contra él.
¡Cuánto poder destructor tiene la
calumnia! Igualmente, los creyentes estamos siendo calumniados frecuentemente
por el enemigo de las almas, Satanás, el diablo, el cual también es un poderoso
enemigo, que, si no fuera por la gracia protectora del Señor, hace tiempo nos
hubiese destruido por completo, ya que, si David tenía al león Saúl a su
alrededor, nosotros tenemos a Satanás, quien como león rugiente anda a nuestro
alrededor buscando devorarnos. El santo todos los días ora: Y líbranos del
mal o del maligno.
2. Apela a la inocencia y la
introspección en medio de la calumnia (v. 3-5).
“Jehová Dios mío, si yo he hecho
esto, si hay en mis manos iniquidad. Si he dado mal pago al que estaba
en paz conmigo (antes he libertado al que sin causa era mi enemigo). Persiga el
enemigo mi alma, y alcáncela; huelle en tierra mi vida, y mi honra ponga en el
polvo” (v. 3-5).
Otro elemento a tener en cuenta para
enfrentar las calumnias es revisar nuestra conciencia y nuestro actuar.
David es consciente que las
acusaciones contra él son graves, y antes de afirmar su inocencia, ora al Señor
para que le ayude a reconocer su maldad si ha hecho esto, pagar mal por bien;
pues, devolver bien por bien, es un acto de civismo; devolver mal por bien es
un acto depravado y miserable, mientras que devolver bien por mal es una
perfección cristiana.
Pero la conciencia de David está
tranquila, pues, él no ha hecho esas perversas maldades. Antes, obró con
misericordia y rectitud, pues, cuando la providencia le dio la oportunidad de
tener a Saúl en una posición desventajosa donde David podía haberlo matado,
temió a Dios y respetó la institución real que representaba Saúl, quien había
sido ungido como rey de Israel, y no lo mató. Antes, por haberle cortado el
borde de su capa, tembló en su corazón y temió al Señor.
No obstante, es importante tener
presente el principio que aquí se nos da: Si vamos a orar por una situación
donde los enemigos nos atacan con sus lenguas, debemos revisar que nosotros no
seamos culpables de lo que se nos acusa, pues, la bendición de la confianza en
el Señor y su recompensa liberadora está asociada con la integridad.
Jesús habló de una bienaventuranza
para los que son víctimas de las calumnias, pero estas deben ser mentiras: “Bienaventurado
sois cuando por mi causa os vituperen, y digan toda clase de mal contra
vosotros, mintiendo” (Mt. 5:11). “Mas
también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois.
Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino
santificad a Dios el Señor en vuestros corazones… teniendo buena conciencia,
para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados
los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” (1 P. 3:14-16).
3. Ruega a Dios el favor por su causa
y el juicio contra el calumniador (v. 6-9)
“Levántate, oh Jehová, en tu ira;
álzate en contra de la furia de mis angustiadores, y despierta en favor mío el
juicio que mandaste. Te rodeará congregación de pueblos, y sobre ella
vuélvete a sentar en alto. Jehová juzgará a los pueblos; júzgame Jehová
conforme a mi justicia, y conforme a mi integridad. Fenezca ahora la maldad de
los inicuos mas establece tú al justo; porque el Dios justo prueba la mente y
el corazón”.
Otro aspecto importante de cómo
enfrentar la murmuración es acudir al favor del juicio divino.
La mayoría de las veces es poco lo
que podemos hacer frente a la calumnia, pues, si nos defendemos casi siempre
terminamos cometiendo errores, que luego nos costarán mucho, y afectarán más
nuestra imagen e integridad ante los demás.
No significa que no podemos hacer
aquello que es lícito y necesario. Si soy acusado de ladrón, puedo demostrar
que no he tomado nada. Pero, lo mejor que podemos hacer es acudir al Juez
Supremo.
Él es el mejor defensor, y no hay
error o pecado en sus acciones, mientras que en las mías sí. “Porque el
defensor de ellos es el Fuerte, el cual juzgará la causa de ellos…” (Prov.
23:11). Es mejor que Él defienda nuestra causa, a que nosotros tomemos acciones
imperfectas.
Por eso David decide no tomar las
riendas de su defensa, y lo encomienda al Señor. Además, el Juez justo dará la
recompensa apropiada, de bendición y paz para el justo calumniado, y de juicio
y castigo para el difamador malvado.
Dios es el Juez de toda la tierra, y
aunque los hombres no acuden a un tribunal visible donde rindan cuentas, Dios
está juzgando todos los días, a unos les acumula sus malas obras para el día
del juicio final, mientras que les permite continuar “disfrutando” de su vida
próspera en la tierra; pero, a otros, Dios los juzga y les manda sus castigos
inmediatamente; pero, cualquiera sea el caso, todos los días la justicia divina
mira a los hombres.
El santo calumniado espera que la
justicia divina lo mire con agrado, porque él ha confiado en Dios, por lo
tanto, anda en la vida conforme a los principios y mandatos de santidad que
contiene la Palabra.
4. Confía en que Dios lo vindicará en
medio de la calumnia (v. 10-16)
“Mi escudo está en Dios, que salva
a los rectos de corazón. Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío
todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada: Armado tiene ya su
arco, y lo ha preparado. Asimismo ha preparado armas de muerte, y ha labrado
saetas ardientes. He aquí, el impío concibió maldad, se preñó de iniquidad, y
dio a luz engaño. Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; y en el hoyo que hizo
caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su agravio caerá sobre su propia
coronilla”.
Y un cuarto aspecto que debemos tener
presente a la hora de ser calumniado vilmente, después de haber apelado a Dios
a través de la oración y de examinar el corazón y encontrarse inocente, es
meditar y afirmarse en la confianza que tenemos en el Señor.
Primero, David afirma la confianza en
que Dios es un poderoso Protector y Salvador, el cual defenderá la causa de su
hijo inocente y hará que la luz de su santidad y rectitud brillen, erradicando
o echando atrás la mancha que la calumnia había puesto sobre el santo.
Segundo, como Dios es Juez justo,
entonces juzgará con verdad este caso, y Él sabe que el santo no hizo lo malo
que otros han dicho de él, por lo tanto, vindicará su causa.
Y lo vindicará mostrando su total
desaprobación para con los impíos, los malos, los que no andan conforme a la
Palabra de Dios. La ira de Dios está todos los días sobre los incrédulos, no
hay escapatoria.
Pero, hay una oportunidad, incluso
para el impío más malo, pues, si se arrepiente, confiesa sus pecados y busca al
Señor, entonces, Dios lo justificará por gracia, lo salvará, lo limpiará y le
dará su justicia perfecta; todo esto a través del sacrificio expiatorio de su
Hijo Jesucristo.
Pero si no procede al arrepentimiento
y la conversión, y decide continuar en su maldad; entonces Dios será para él fuego
consumidor, ira, juicio y condenación.
Y aunque muchos no reciban los
juicios de Dios en esta tierra, el Señor se mantiene siempre con su espada
afilada, su arco, sus saetas ardientes y sus armas de guerra para destruirlo,
para darle su merecido. Esto se completará en el día del juicio, cuando sean
arrojados al infierno de fuego y azufre.
Al igual que Amán, estos malos
caerán, tarde que temprano, en las trampas que ellos mismos prepararon para los
rectos, y serán ahorcados con la misma soga que tenían lista para matar a lo
santos. Dios no dejará pasar un solo acto de maldad sin que reciba el juicio
divino.
5. Gratitud por la liberación en
medio de la calumnia (v. 17)
“Alabaré a Jehová conforme a su
justicia, y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo”.
Este es el resultado de seguir los
pasos anteriores cuando somos víctimas de la calumnia de los impíos: Sabremos
que Dios está al control de la situación, que él vindicará nuestra causa, que
él pondrá en alto la justicia que él mismo nos ha dado, que los impíos serán
juzgados por su justicia perfecta, recibirán sus juicios, sino se arrepienten y
convierten; por lo tanto, ese momento de angustia será corto, comparado con la
felicidad, el gozo, la paz y la tranquilidad que su Gracia produce en nuestras vidas.
Entonces alabaremos su justicia, y cantaremos de su santo nombre.
Aplicaciones:
El santo calumniado, principalmente,
es Cristo. Él fue vituperado por los hombres, contra él se levantaron mentiras.
Su familia dijo que estaba loco. Los fariseos lo tildaron de blasfemo y de
estar poseído por el diablo, y después de la resurrección dijeron que todo eso
fue un plan orquestado por los discípulos. Toda la vida de Jesús fue víctima de
las calumnias de los impíos. No obstante, él confió en Jehová, y Jehová lo
libró. Él fue el único que pudo decir: Soy inocente de todo lo que me acusan.
Pero él no tomó venganza por su propia mano, sino que confió en el Padre, y el
Padre lo vindicó, de tal manera que usó su muerte y resurrección para dar vida
a un pueblo innumerable. Su
padecimiento, al ser calumniado, fue usado para nuestro bien. Por lo tanto,
ahora es nuestro abogado delante del Padre, el cual nos defiende ante las
falsas acusaciones de Satanás.
Si Dios mismo fue calumniado en el
Edén, cuánto más nosotros. Recordemos que la calumnia, por más que pueda
desmentirse, deja su rastro y sus efectos. La difamación, una vez que se dio,
no podrá ser quitada del todo. Es como quien arroja plumas desde la cima de una
colina en un día de fuertes vientos, por mucho que se esfuerce en recogerlas,
quedarán algunas volando en el ambiente. Por esa razón, un primer principio que
debemos extraer de este pasaje es que la calumnia nunca debe estar en la lengua
de un creyente. Hacerlo es ponerse del lado del primer calumniador: Satanás. Lo
mejor para no caer en ese pecado es practicar el amor: Todo lo cree, espera lo
mejor, no se apresura en el juicio, no difama, no presta su oído para oír
rumores. Recordemos que una de las cosas que Dios más castiga prontamente es
este terrible pecado.
Amigo, cuando no crees al Evangelio,
estás diciendo que Dios ha mentido, que su Palabra no es verdad, estás
calumniándolo. Debido a su justicia, su verdad, su rectitud, Dios no tolera el
pecado delante de su presencia, por esa razón Dios no ama al pecador, sino que
está airado contra él. Ese eslogan común de la generación evangélica humanista:
Dios odia el pecado, pero ama al pecador es totalmente falsa. Dios odia al
pecado y al que lo comete. El pecado no es un ente independiente, sino que es
cometido por seres racionales. No podemos aislar el pecado del pecador, el
pecado es pecado porque es un acto perverso y rebelde de la criatura racional
en contra de la Santa Ley Divina. Esa es la razón por la cual Dios está airado
todos los días contra el pecador, y, al menos que proceda al arrepentimiento y
acuda a la cruz de Cristo para recibir la gracia del perdón, el pecador arderá
por siempre bajo la ira de Dios en el infierno. Amigo, ven a Jesús, el santo
calumniado, él te salvará y te dará vida eterna.
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