viernes, 24 de junio de 2022

Salmo 11

 

Salmo 11: Cuando el panorama es oscuro: La confianza del justo

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

Introducción:

El contexto de este salmo es el estrés que estaba ocasionando la resistencia de Saúl al reinado de David o la rebelión de Absalón contra la institución de la monarquía.

Cuando una persona está bajo estrés a menudo se pone tensa, nerviosa, agitada o muy inquieta. Alguien dijo: Si puedes mantener la cabeza fría cuando todo lo relacionado contigo está perdiendo la suya, es porque no comprendes completamente la situación”.

Cuando el panorama es oscuro, debemos seguir el ejemplo de David y declarar la confianza que expresó en el salmo 11.

Quisiera centrarme en tres cosas importantes que nos enseña David que debemos hacer cuando el panorama nuestro también es oscuro.

1. Cuando el panorama es oscuro, recuerda la protección del Señor (v. 1-3)

2. Cuando el panorama es oscuro, recuerda la presencia del Señor (v. 4)

3. Cuando el panorama es oscuro, recuerda la justicia del Señor (v. 5-7)

1. Cuando el panorama es oscuro, recuerda la protección del Señor (v. 1-3)

En Jehová he confiado; ¿Cómo decís a mi alma, que escape al monte cual ave? Porque he aquí, los malos tienden el arco, disponen sus saetas sobre la cuerda, para asaetear en oculto a los rectos de corazón. Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?

El salmista, que también es el rey, corre peligro de muerte. Y algunos consejeros temerosos y pusilánimes querían persuadirlo de que buscara seguridad en la huida. Pero lleno de fe inquebrantable en Dios, rechaza su consejo, creyendo que Jehová, el rey justo, aunque prueba a sus siervos, no los abandona. No son los justos, sino los malvados, los que deben tener miedo.

Este salmo es tan breve y tan general que no es fácil comprender cuál fue la circunstancia de la vida de David a que se refiere. Sin embargo, es muy probable que haya sido en medio de la persecución de Saúl o la sublevación de Absalón.

Si fue durante la rebelión de su hijo, entonces, es probable que algunos allegados al rey le hayan sugerido huir a las cuevas o rocas donde se ocultó anteriormente de Saúl. Un punto a favor de esta ocasión es que David habla de la destrucción de los fundamentos, es decir, la sublevación era contra la institución divina del gobierno autorizado, de la monarquía. Lo cual estaba generando caos en la sociedad.

No siempre es fácil saber cuándo debemos huir o cuando debemos enfrentar la tormenta de inmoralidad e incredulidad que puede estar prevaleciendo en una sociedad específica. Uno se puede equivocar al actuar muy precipitadamente en el tiempo o también al dejar que el tiempo pase y no haya ningún progreso.

Un buen general sabe cuándo detenerse y también sabe cuándo avanzar; sabe cuando retirarse y cuándo atacar. La única pregunta que debe resolver es qué curso, por el momento, promoverá mejor la causa que le ha sido encomendada.

Nuestro Señor habló y actuó de acuerdo con este principio, aconsejando a sus discípulos a que en una oportunidad salvaran sus vidas huyendo, y en otro momento les aconsejó que permanecieran firmes en sus puestos, incluso a costa de sus vidas. Él les aconsejó que determinaran su línea de acción, no por las consecuencias que tendrían para ellos mismos, sino por las consecuencias para la causa con la cual ellos se habían identificado: El reino de Cristo.

Si la huida favorecía mejor los intereses del evangelio, debían huir; si era favorecido al mantenerse firmes en sus puestos, entonces debían permanecer, incluso a costa de sus vidas.

Muchos obispos de la iglesia primitiva hicieron esto, huir siempre que esto sirviera para la causa de su Amo; pero cuando él exigió la entrega de sus vidas, se entregaron libremente al martirio.

David que tuvo que huir durante algunos años como un pájara aterrorizado, luego de haber sido designado por Dios para el trono de Israel. Pero al momento de escribir este salmo la situación ha cambiado. Ha llegado el momento en el cual la causa de Dios ya no se puede promover con la huida del rey.  Esta causa requiere campeones, defensores, y tal vez mártires.

Ahora, David reconoce que los fundamentos de la fe están siendo socavados en su generación malvada. Muchos hombres malos están trabajando sin descansar para echar por tierra las instituciones sagradas que Dios ha dado para el bien de la humanidad, muchos están rebelándose en contra de Dios y de aquello que sostiene a la sociedad.

¿Qué ha de hacer el justo? El justo no ha de actuar en contra de la Ley de Dios, el justo no recurrirá a tretas o tramas engañosas para reestablecer los fundamentos. El justo debe esperar en el Señor, continuará actuando conforme a los fundamentos dados en Su Palabra, orará, ayunará y velará para no sucumbir ante una sociedad rebelde.

2. Cuando el panorama es oscuro, recuerda la presencia del Señor (v. 4)

Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres

Si frente a una situación tan difícil como la del salmista las personas actúan con su sentido común, entonces buscarán hacer aquello que implique menos dificultades. Después de todo (así se sostendría el argumento), si no hay ley y orden en la comunidad, y si las personas en posiciones de poder se han propuesto hacer el mal ¿qué puede ganar una persona justa al tratar de resistir? David responde que tal acción realmente muestra una falta de comprensión de la santidad de Dios y no respeta su autoridad.

Dios ve y comprende todo. Él está sentado en su templo celestial, desde el cual reina sobre toda la creación. Él está en su trono y nada ni nadie escapará de sus juicios. Aunque las autoridades humanas y los jueces y los representantes de la justicia aprueben y favorezcan el mal, Dios sigue siendo rey, y él derramará su ira sobre los impíos, pero consolará a los fieles con la seguridad de su presencia.

El salmista afirma que sus ojos, sus párpados examinan a los hijos de los hombres. La Biblia habla no menos de 21 veces de los “ojos del Señor”. En el salmo 33:18 dice: “He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia”. Leemos en el salmo 34:15 “Los ojos de Jehová están sobre los justos”. En el salmo 94:9 leemos: “El que formó el ojo, ¿no verá?” En Proverbios 15:3 “Los ojos de Jehová están en todo lugar; mirando a los malos y a los buenos”. 2 Crónicas 16:9 “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”.

Jesús dijo en Mateo 10:29-31 “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos”.

Aunque el creyente no se expone al peligro innecesariamente o por irresponsabilidad, cuando el mundo a su alrededor se torna rebelde contra Dios, él confía en el Señor, él depende de él, y no teme vivir y defender los fundamentos de la Palabra. El Señor lo guarda.

3. Cuando el panorama es oscuro, recuerda la justicia del Señor (v. 5-7)

Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece. Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos. Porque Jehová es justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro”.

Algunas personas creen que Dios solamente tiene amor, misericordia y gracia. Pero olvidan que la Biblia nos muestra a un Dios que también es justo, santo, y que expresa su ira para con el malo.

El salmista tenía el equilibrio bíblico de la doctrina de Dios, por eso él afirma que Dios aborrece, en su alma, al malo, al que ama la violencia. Dios odia a los que aman la maldad. No creo que Dios ame al diablo, creo que Dios lo odia, y él también odia a los que se aferran a la maldad y a la incredulidad.

No es verdad esa declaración común que hoy día aprueban muchos cristianos: Dios odia el pecado, pero ama al pecador. Es verdad que Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito para morir en rescate del pecador, pero a todos aquellos que persisten en pecar, pecar y pecar, en ser rebeldes y no aceptar el llamado del evangelio al arrepentimiento, Dios los odia, Dios es su enemigo, y un día los castigará con el ardor de su ira, al menos que procedan a la conversión.

Sobre los malos hará llover calamidades. Esto nos recuerda a Sodoma y Gomorra. Dios soportó por mucho tiempo sus pecados y rebeliones, pero cuando llegó al colmo su maldad, Dios hizo llover sobre ellos fuego y azufre. “Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí” (Gen. 18:20-21).

Toda persona, toda ciudad, todo país, toda sociedad que se entrega al pecado y se descarría cada vez más profundizando en maldades, perversiones y rebeldía contra las leyes divinas; Dios irá acumulando, como en una copa, esas iniquidades, y cuando la copa se llene Dios bajará con su ira y hará llover calamidades, fuego, destrucción, miseria, pestes. La ira de Dios se sentirá sobre esas generaciones malvadas.

2 Pedro 2:4-9 nos recuerda que la ira de Dios se ha derramado muchas veces sobre los impíos, y nuevamente se derramará: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio, y ni no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados; en el día del juicio, y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío, atrevidos y contumaces”.

Cuando el entorno en el cual vive el creyente se torna oscuro, hostil y rebelde contra la Ley de Dios, el creyente se refugia en Dios, y espera en su justicia. Los hombres malos, las sociedades malas, los gobiernos impíos no prevalecerán. Por un tiempo prosperarán en sus malvados planes, pero Dios es justo, y derramará sobre ellos su ira.

Amado hermano, ¿cuál es el entorno hostil y oscuro que te rodea? No olvides la protección del Señor, la presencia del Señor y la justicia del Señor. Si meditas en estos tres actos de Dios no huirás como un pájaro espantado y temeroso, sino que todos tus actos estarán siendo equilibrados por la confianza que tienes en que Dios te protege, Dios está presente en todas las cosas, y Dios juzgará con su ira al malvado.

Todos los cristianos de este siglo vivimos en una época muy oscura, muy rebelde y hostil a Dios, a Cristo, al Evangelio y a sus santas leyes. Los gobiernos cada día propenden por el avance del mal. Las leyes se cambian con el fin de favorecer actos que van contra la vida y la decencia. Muchas iglesias cristianas aprueban doctrinas y prácticas alejadas de la Palabra de Dios. Estamos en una cultura que idolatra la libertad de expresión del mal, pero a la misma vez limita la expresión del bien.

Muy pronto los predicadores fieles de la Palabra seremos objeto de burla, de censuras en los medios, de acoso gubernamental, de procesos judiciales que nos buscan silenciar, de bloqueo en nuestras redes o canales de comunicación masiva, de multas y demandas por ir en contra del sistema pecaminoso que como un río caudaloso está arrasando con la verdad, con los fundamentos que han sostenido nuestra sociedad, con nuestra fe.

Pero no desmayamos, ni dejamos de levantar nuestra voz. El Señor está con nosotros, y aunque la sociedad caiga en las profundidades del lodazal del pecado, de la inmoralidad, de la barbarie y de la rebeldía, el Señor es nuestra protección, el Señor está con nosotros, y el Señor hará justicia.

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