Gloriosos
deberes del pueblo del Pacto
Salmo
81
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
Este
salmo empieza como un himno, pero luego se convierte en un oráculo profético,
lo cual sugiere que la palabra profética fue dada mientras el pueblo adoraba
durante la gran fiesta de los Tabernáculos, en la cual recordaban cómo Dios los
liberó de la pesada carga de la esclavitud egipcia y los llevó a vivir en
tabernáculos o cabañas en el desierto, rumbo a la tierra de Beulá.
Algunos
comentaristas creen que este salmo se compone en ocasión de la gran fiesta de
la Pascua, donde los padres y sacerdotes tenían la responsabilidad de explicar
a las nuevas generaciones los grandes actos redentores de Dios para con Israel:
por qué Dios ordenó la celebración de la Pascua, el deber de adorarlo, y,
también recordar al pueblo las terribles consecuencias que trajeron sus pecados
y su rebeldía.
Al
parecer este salmo fue compuesto por Asaf o alguno de sus descendientes en un
tiempo de decadencia espiritual en el cual el pueblo estaba siendo tentado
hacia el pecado de la idolatría.
1.
El deber de la alabanza (v. 1-7)
2.
Razones para la alabanza exclusiva a Dios (v. 8-10)
3.
El deber de oír la voz de Dios (v. 11-12)
4.
El deber de esperar en la misericordia de Dios (v. 13-16).
Este
salmo es de gran importancia para la actual iglesia, pues, por un lado, nos
invita a la adoración a Dios al recordar las misericordias pasadas, pero
también nos muestra todas las cosas que haría Dios en medio nuestro si fuéramos
más obedientes.
1.
El deber de la alabanza (v. 1-6)
“Cantad
con gozo a Dios, fortaleza nuestra; al Dios de Jacob aclamad con júbilo.
Entonad canción, y tañed el pandero, el arpa deliciosa y el salterio. Tocad la
trompeta en la nueva luna, en el día señalado, en el día de nuestra fiesta
solemne. Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob. Lo
constituyó como testimonio en José cuando salió por la tierra de Egipto. Oí
lenguaje que no entendía”.
Asaf
inicia invitando al pueblo a alabar a Dios en medio de la fiesta solemne que Él
mismo convocó. Esta alabanza debe hacerse de la siguiente manera:
Con
gozo,
es decir, alegremente. Hay razones para ello, y luego el salmista las
mencionará. La adoración a Dios no se debe hacer con tristeza o apatía, hay que
poner el corazón en ello.
Cantando.
El canto es una forma universal de expresar alegría. Los creyentes hemos usado
nuestra voz desde el principio de la historia para exaltar las alabanzas al
único y verdadero Dios.
El
pueblo de Israel entonaba salmos y cánticos donde recordaba las grandes proezas
de Dios para salvar a su pueblo, y la iglesia en el Nuevo Testamento también
cantaba salmos, cánticos e himnos.
El
canto es una de las formas más personales, íntimas y profundas para expresar a
Dios nuestra gratitud. Los salmos han sido los cánticos del pueblo de Dios, y
también los himnos cargados de doctrina, especialmente de la doctrina de Dios.
Con
instrumentos musicales. Dios mismo capacitó al ser humano
para que inventara instrumentos musicales a través de los cuales se produjeran
sonidos armoniosos que acompañaran el canto.
Los
instrumentos musicales no reemplazaban el canto, pero eran de gran ayuda, pues,
con ellos se producen sonidos que alegran el alma.
Lo
salmos se acompañaban, usualmente, con un instrumento de cuerda. Pero en las
festividades públicas, fuera del templo, el pueblo danzaba y se alegraba con
otras clases de instrumentos más rítmicos y de percusión.
Las
trompetas tenían un gran significado para el pueblo, pues, recordaban la voz de
Dios en el Sinaí, además, fueron usadas en los momentos de batalla para animar
al pueblo, incluso, sonaron para que los muros de Jericó cayeran.
Igualmente,
adoramos a Dios escuchando, leyendo y predicando su Palabra, y a su voz los
muros de la incredulidad caen, Dios quebranta los corazones y alienta a su
pueblo.
La
ocasión. La nueva luna, con la cual se iniciaba una de las
fiestas más importantes de Israel, tal vez la de los Tabernáculos, a través de
la cual el pueblo recordaba cómo Dios los liberó de la esclavitud egipcia y los
sostuvo en su paso por el desierto, durante 40 años, viviendo en tabernáculos o
cabañas.
Deuteronomio
8:3-4 debió ser un texto que acompañara la celebración de esta fiesta: “Y te
afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías
tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan
vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el
hombre. Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en
estos cuarenta años”.
Igualmente,
la iglesia cristiana, tiene una fiesta solemne que se celebra cada 8 días: El
día del Señor, el día de reposo. Ese día celebramos nuestra liberación de la
esclavitud del pecado a través de la muerte y resurrección de nuestro Señor
Jesucristo.
Es
estatuto perpetuo para todos los cristianos. Durante toda la semana nos estamos
preparando y anhelando la celebración dominical del culto congregacional a
nuestro Rey y Salvador, el Señor Jesucristo.
En
ese día continuamos con la práctica apostólica de reunirnos juntos, de orar
congregacionalmente, de entonar salmos, himnos y cánticos espirituales, de
celebrar la cena del Señor, la comunión o la eucaristía, de estudiar la Palabra
y la doctrina de los apóstoles. Ese es un día festivo para las creyentes, y
venimos con gozo a la casa del Señor, para adorarle con gozo reverente.
“Si
retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo
llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus
propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras,
entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la
tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de
Jehová lo ha hablado” (Is. 58:13-14).
Celebrar
esta fiesta nos aleja del mundo y su lenguaje ininteligible para los salvos.
Ellos, al igual que los egipcios, hablan un idioma extraño para el pueblo de
Dios, sus sentimientos son ajenos a los nuestros, ellos aman lo que nosotros
odiamos.
2.
Razones para la alabanza exclusiva a Dios (v. 6-10)
“Aparté
su hombro de debajo de la carga; sus manos fueron descargadas de los cestos. En
la calamidad clamaste, y yo te libré; te respondí en lo secreto del trueno; te
probé junto a las aguas de Meriba. Selah. Oye, pueblo mío, y te amonestaré.
Israel, si me oyeres, no habrá en ti Dios ajeno, ni te inclinarás a dios
extraño. Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre
tu boca y yo la llenaré”.
Israel
estaba bajo una cruel esclavitud, opresiva y pesada. En Egipto ellos no tenían
libertad de ninguna clase. Trabajaban para otros, y el imperio mataba a sus
hijos varones.
En
medio de tan pesado yugo el pueblo del pacto clamó al Dios de Abraham, Isaac y
Jacob, y Dios los escuchó, los visitó y le dio a un libertador: Moisés.
Israel
nunca debía olvidar eso, de esa manera se mantendrían fieles al Dios del pacto,
en especial, huyendo de la idolatría, un pecado tan cercano y amado por este díscolo
pueblo.
Solo
existe un Dios, por lo tanto, “las herejías que subordinan la segunda persona
de la Trinidad a una posición secundaria e intermedia entre Dios y la creación,
violan el primer mandamiento, porque han creado un segundo dios. Cristo, en su
estado de humillación y kenosis no se convirtió en otro dios sino que
permaneció Dios, consustancial con el Padre” (Cirilo de Alejandría)[1].
No
adoramos a Cristo como un dios más pequeño, pues, en ese caso sería un dios
extraño, sino como el verdadero Dios.
En
las fiestas solemnes, a través de sus himnos, debían recordar que ellos venían
de una opresiva esclavitud, y que solo por la gracia de Dios ellos fueron
libertados.
Incluso,
debían recordar que Dios es tan misericordioso que, aunque ellos no aprobaron
ninguna de las pruebas que Dios les mandó, como en el caso de las aguas de
Meriba, donde se rebelaron una vez más contra el Dios santo; él los perdonó y
los siguió guiando hacia la tierra prometida.
De
igual manera, la iglesia, cada domingo, y en cada culto, debe recordar, con
agradecimientos, que Dios nos vio en esclavitud al mal, bajo la pesada carga de
la miseria del pecado, cuando decidió amarnos y rescatarnos de tan deplorable
estado, y envió a su Hijo Jesucristo, el verdadero Moisés, el cual fue probado
en todo, y, a diferencia de Moisés, nunca pecó ni cedió a la tentación, sino
que venció al pecado, a la muerte y a Satanás.
Ahora
nosotros recordamos estos grandes hechos cada domingo cuando celebramos la Cena
del Señor. A través de ella meditamos en nuestra anterior esclavitud,
recordamos la muerte redentora de nuestro Salvador, quien nos liberó para
siempre del mal y del castigo de la justicia divina; y anunciamos que Él
volverá para introducirnos al estado eterno de gloria, y que nada podrá
separarnos del amor de Dios que nos es dado por los méritos, no nuestros, sino
del Señor Jesucristo.
Por
eso cada domingo es una fiesta solemne, y por eso Dios exige adoración
exclusiva. No hay razón para buscar otros dioses ni para poner la confianza en
nadie más.
Adoramos
solo a Dios a través de Su Hijo Jesucristo, él nos liberó y él nos sostendrá.
Abre
tu boca que yo la llenaré. Cuando el pueblo tuvo hambre en el
desierto, ellos no tuvieron que salir a labrar la tierra, sino que Dios les
envió codornices, y, de manera especial, les envió el maná.
Igualmente,
los cristianos, no tuvimos que laborar para comer el pan del cielo, sino que
Dios nos lo mandó, el cual se dio así mismo en la cruz, y nos dio a comer de su
carne y a beber de su sangre, recibiendo nosotros, así, la vida espiritual
eterna que no nos será quitada.
3.
El deber de oír la voz de Dios (v. 11-12)
“Pero
mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la
dureza de su corazón; caminaron en sus propios consejos”
Es
interesante ver que el himno o salmo, luego de exaltar a Dios con alegría, y de
hablar de sus muchas misericordias, contiene oráculos de reflexión y
exhortación. ¡Cuán distinto a la mayoría de los himnos y canciones cristianas
que se entonan hoy día!
Al
parecer el salmista, inspirado por el Espíritu Santo, ahora habla en nombre de
Dios, como una profecía o un oráculo.
En
esta parte del canto Israel es confrontado, pues, aunque Dios hizo tan grandes
cosas para liberarlos de la pesada esclavitud, y los perdonó por sus muchos
pecados de idolatría e incredulidad; ellos no respondieron con gratitud, antes,
se alejaron de la ley divina, y quisieron hacer su propia voluntad.
En
consecuencia, ellos recordarán siempre a través de este himno, que Dios los
abandonó por un tiempo a la dureza de sus corazones, por lo cual, se hundieron
aún más en su maldad, pues, uno de los juicios divinos consiste en dejar que
los hombres se hundan más en su pecado.
4.
El deber de esperar en la misericordia de Dios (v. 13-16).
“!Oh,
si me hubiera oído mi pueblo, si en mis caminos hubiera andado Israel! En un
momento habría yo derribado a sus enemigos, y vuelto mi mano contra sus
adversarios. Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido, y el tiempo de
ellos sería para siempre. Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con
miel de la peña les saciaría”.
Este
pasaje nos muestra la llave para la bendición. La obediencia es el camino hacia
la felicidad, así como el pecado es el camino hacia la desgracia y la
destrucción.
¡Cuán
torpes somos cuando desobedecemos al Señor, cuando no lo escuchamos y no lo
buscamos de corazón! Esta es la clave para la bendición.
Dios
nos bendice por la fe en Cristo Jesús, y él nos ha librado de los principales
enemigos: la muerte, el pecado, Satanás.
Pero
Dios siempre está diciendo a Su pueblo que, si lo escuchamos con corazones
obedientes, entonces, él obrará de una manera especial para bendecirnos en
todos los aspectos de la vida.
Él
destruiría a nuestros enemigos, nos daría la victoria, seríamos prosperados en
todas las cosas, y Su gracia se manifestaría de manera abundante.
Poco
disfrutamos de las riquezas de la gracia de Dios porque no lo escuchamos, no lo
buscamos y no lo obedecemos.
Aplicaciones:
¿Participas
de la única fiesta solemne que tiene la iglesia de Cristo? ¿Lo haces con gozo? ¿Guardas
ese santo día para dedicarlo a Él? ¿No hay otras cosas que se convierten en
deleite ese día, apartándote así del verdadero propósito de la fiesta solemne
del día domingo?
¿Qué
significado tiene para ti el domingo y las otras celebraciones de la iglesia?
¿Son ocasiones solemnes para afirmar tus convicciones en la obra de Gracia
efectuada por Cristo Jesús a tu favor?
Recordemos
siempre que solo estando en Cristo gozaremos del favor divino, y solo andando
en Su voluntad gozaremos de sus bendiciones. El pecado cierra las puertas de la
bendición, y la obediencia es el canal a través del cual fluyen los ríos de la
misericordia.
[1] Wesselschmidt, Quentin. La Biblia
comentada por los padres de la iglesia. Antiguo Testamento 9. Pág. 214
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