sábado, 25 de junio de 2022

Salmo 70

 

Salmo 70

¡Oh Dios, acude a librarme! ¡Date prisa!

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

El Salmo 70 es casi una copia exacta del salmo 40:13-17.

Es una súplica en medio de una situación desesperada de adversidad, persecución y necesidad de una pronta liberación. Lo cual evidencia, que, si el Espíritu Santo quiso que se repitiera, es porque las aflicciones y adversidades en el creyente son más comunes de lo que a veces pensamos, y que necesitamos recordar de qué manera el salmista las enfrentó.

El contexto son los tiempos de gran aflicción y adversidad por los cuales pasó David. No sabemos cuál fue la ocasión especial, pero una situación desesperada, necesita ayuda urgente, y esta solo la puede dar el Señor.

Para conmemorar. El salmista recuerda cómo Dios lo liberó de sus adversarios, y cómo bendijo con gozo a los que confían en él. Por lo tanto, este salmo nos invita a recordar las muchas liberaciones que el Señor nos da a lo largo de la vida, y cómo él castiga a los malos que buscan la destrucción de los justos.

Este salmo se cantaba en el templo, especialmente durante el sacrificio del memorial (1 Cr. 16:4).

El salmista ora con ruegos y súplicas urgentes para que Dios:

1. Envíe liberación al salmista (v. 1, 5)

2. Envíe confusión a sus enemigos (v. 2-3)

3. Envíe gozo a sus amigos creyentes (v. 4)

1. Envíe liberación al salmista (v. 1, 5)

Oh Dios, acude a librarme; apresúrate, oh Dios, a socorrerme… Yo estoy afligido y menesteroso; apresúrate a mí, oh Dios. Ayuda mía y mi libertador eres tú; oh Jehová, no te detengas

¿Se demora Dios en sus cosas? ¿Es Dios lento? David estaba siendo hostigado duramente por Saúl o su hijo Absalón, la situación se ha empeorado, siente que será destruido, otros están sufriendo por la persecución, el salmista ha orado una y otra vez, pero no ve la respuesta pronta que requería.

Hay ocasiones en las cuales tenemos la impresión de que Dios es terriblemente lento.

¿Alguna vez has reflexionado en los retrasos de Dios? Él nunca tiene prisa, pero una vez que comienza a trabajar, ¡Cuidado! Pacientemente lleva a cabo su obra.

Ahora, ¿qué hizo David cuando la necesidad apremiaba y la ayuda divina no llegaba? Clamar al Señor, orar con más intensidad, y esperar en su misericordia. Y mientras esperaba, le alababa como se dejará ver en el tercer punto, y le amaba con más fuerzas.

No hay de otra. El Señor parece demorar la respuesta para que aprendamos a confiar y esperar en él, alabándole y amándole. Dios tiene su propio horario, pero él está trabajando en el asunto. El reloj de Dios no es como el nuestro.

Ahora, cuando el salmista le pide a Dios que acuda a librarlo, que se apresure a socorrerlo, está reconociendo su propia fragilidad. O como dijera Juan Casiano en sus colaciones: “… entraña la invocación hecha a Dios para sortear peligros, la humildad de una sincera confesión, la vigilancia de un alma siempre alerta y penetrada de un temor perseverante, la consideración de nuestra fragilidad. Hace brotar asimismo la esperanza consoladora de ser atendidos y una fe ciega en la bondad divina, siempre pronto a socorrernos”[1].

2. Envíe confusión a sus enemigos (v. 2-3)

Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal desean. Sean vueltos atrás, en pago de su afrenta hecha, los que dicen: ¡Ah! ¡Ah!

 Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida: Esta era la ayuda que buscaba David. David oró para que Dios hiciera retroceder a sus enemigos y los confundiera.

“El salmista ora por la caída y la vergüenza de sus enemigos de acuerdo con los principios de la justicia y con la promesa de Dios de maldecir a los que maldicen a los suyos”. (Van Gemeren).

Sean vueltos atrás y avergonzados: Esta fue una petición audaz, porque muchas veces nuestros enemigos parecen no tener sentido de la vergüenza mientras nos atacan y se nos oponen.

“Lo más amable que podemos orar por las personas que hacen el mal es que sus planes fracasen, porque puede ser que en su frustración vean la locura y el verdadero final de sus malas acciones cuando sean alcanzados por Dios”.

Por lo tanto, “tengan la seguridad de que los enemigos de Cristo y de su pueblo tendrán salario por su trabajo; serán pagados en su propia moneda; amaban la burla, y se hartarán de ella.” (Spurgeon)

Que dicen: “¡Ah! ¡Ah!”: Esto tiene el sentido de burla desdeñosa.

Ya era bastante malo que los enemigos de David lo quisieran muerto; pero también se burlaron de él.

Igualmente hicieron con el verdadero David, no sólo le pusieron acechanzas por doquier, no solo lo llevaron a un juicio injusto, no solo lo escupieron, lo azotaron, lo golpearon, le clavaron los clavos en la cruz, sino que se burlaron de él. Llegaron al colmo de la maldad y del odio contra el verdadero ungido del Señor.

Pero estos malhechores consientes y desvergonzados no quedarán impunes. Su maldad caerá sobre ellos.

La maldición vino sobre Caín, quien mató a su hermano Abel.

La confusión vino sobre Babel, quien deseaba alcanzar al cielo para que Dios no gobernara más.

El fuego y azufre cayeron sobre Sodoma y Gomorra a causa de su depravación, con la cual buscaron afectar a los santos ángeles de Dios.

El Faraón sufrió la derrota de su ejército y la destrucción de su país por no dejar salir al pueblo de Israel.

Los grandes imperios antiguos que fueron usados por Dios para castigar a su pueblo rebelde, luego fueron castigados por la ira de Dios.

Igualmente, los santos mártires que están en el cielo ruegan a Dios diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” Ap. 6:10.

3. Envíe gozo a sus amigos creyentes (v. 4)

Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que aman tu salvación. Engrandecido sea Dios”.

Aquellos que son llamados por el salmista para gozarse y alegrarse en el Señor por sus liberaciones son los salvos, pues, nadie podrá amar una salvación que no tiene.

Una persona puede admirar la salvación predicada, pero solo amaremos la salvación que se experimenta.

Incluso, los salvos deben ejercitarse en la meditación para amar crecientemente el carácter de la salvación. Aprendamos de algunas cosas que ama el creyente reflexivo sobre la salvación.

Primero, sobre todo, ama al Salvador mismo. A menudo el Salvador es llamado la Salvación, porque él, quien la obra, es su autor y consumador, el Alfa y la Omega de ella.

El que tiene a Cristo tiene salvación, y siendo él la esencia de la salvación, es el centro del afecto de los salvados.

Pero no solo amamos al Salvador, sino el plan de salvación. ¿Cuál es ese plan? Se resume en la palabra: Sustitución. Alabamos a Dios porque ideó un plan maravilloso donde combina de manera perfecta la justicia con la misericordia.

Amamos la salvación, también, por el objeto de ella: redimir para Cristo un pueblo celoso de buenas obras, donde nos incluyó a nosotros.

Y amamos la salvación porque Dios nos libró de nuestros pecados y el infierno.

Engrandecido sea Dios porque él fue quien nos salvó y nos libró. Y lo engrandecemos porque lo amamos. Muchos podrán decir frases de alabanza al Señor, pero será vano sino aman al Señor.

Aplicaciones:

Sigamos el ejemplo del salmista en medio de cualquier dificultad. El Señor está presto para escuchar nuestros ruegos. Orar con este salmo es fuente de esperanza y consuelo, aunque pareciera que el tiempo se agota.

Este salmo “es una muralla inexpugnable y protectora, una coraza impenetrable y un escudo firmísimo contra todos los embates del demonio. El que vive dominado por la acidia, la aflicción de espíritu, la tristeza, o abrumado por algún pensamiento, encuentra en estas palabras un remedio saludable”[2].

No se te olvide hermano, Dios es testigo presencial de nuestras aflicciones y luchas. Y él nunca se aleja de los que confían en él.

Que nunca seamos encontrados con engreimiento espiritual, pensando que con nuestras propias fuerzas o nuestra inteligencia o habilidad natural podremos solucionar las situaciones adversas.

Recordemos que Satanás es nuestro Saúl y nuestro Absalón. Él busca destruirnos a costa de lo que sea. Anda como león rugiente buscando a quien devorar, y está atento a nuestras debilidades para sacar provecho de ello.

Este salmo nos invita a buscar el socorro divino para vencer a nuestro más acérrimo enemigo. “Si él se vale de los placeres, se le vence por la continencia; si aplica castigos y torturas se le vence con la paciencia; si sugiere errores, se le vence con la sabiduría”[3].

Y cuando has vencido estos ataques, Satanás susurrará: ¡Bravo! ¡Qué fuerte eres espiritualmente! ¡Eres un super creyente!”. Entonces, el alma humilde responderá: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece, débil soy en mí mismo, por tanto, “mi alma se gloriará en el Señor; escúchenlo los mansos y alégrense”.

¿Puede un cristiano orar pidiendo que los enemigos caigan atrás y retrocedan y sean castigados? Si, pero no para los enemigos personales, sino para los enemigos del reino, del evangelio. Como los gobernantes, legisladores o jueces que promulgan leyes opuestas al avance del reino de Cristo, o leyes que “legalizan” el asesinato de seres indefensos en el vientre de las madres. O como las bandas criminales o regímenes militares que estorban que la iglesia de Cristo se reúna.

Recordemos la oración imprecatoria de Pablo: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos”. La verdadera oración imprecatoria ora para que Dios pague en justicia a los que hacen el mal al avance del reino.

Y el mismo Pablo hace otra declaración imprecatoria sobre los falsos maestros, los que predican un evangelio distorsionado: “Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gál. 1:8-9).

 



[1] Wesselschmidt, Quentin. La Biblia comentada por los padres de la iglesia. Antiguo Testamento 9. Pág. 146

[2] Wesselschmidt, Quentin. La Biblia comentada por los padres de la iglesia. Antiguo Testamento 9. Pág. 146

[3] Wesselschmidt, Quentin. La Biblia comentada por los padres de la iglesia. Antiguo Testamento 9. Pág. 146

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