Razones para alabar al Omnipotente
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
Aunque todos los salmos contienen
alabanzas a Dios, especialmente exaltando su misericordia, hay unos salmos,
como el 66, cuyo contenido total es una invitación al pueblo de Dios en todo el
mundo a exaltar su grandeza y alabarlo con júbilo.
Está clasificado como un salmo de
acción de gracias, y se entonaba en el culto a Dios como una alabanza
principal. La iglesia antigua oriental lo ha entonado en los cultos de pascua y
de resurrección.
El salmista, de quien no sabemos su
identidad, nos da tres razones por las cuales todos los creyentes debemos
gozarnos exaltando a Dios:
1. Por las pruebas generales de su
poder soberano en toda la creación (v. 1-5)
2. Por las señales especiales de su
favor para con el pueblo (v. 6-12)
3. Por contestar nuestras oraciones
(v. 13-20)
1. Por las pruebas generales de su
poder soberano en toda la creación (v. 1-5)
“Al musico principal. Cántico.
Salmo. Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su
nombre; poned gloria en su alabanza. Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus
obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos. Toda la
tierra te adorará, y cantará a ti; cantarán a tu nombre. Selah. Venid, y ved
las obras de Dios, temible en hechos sobre los hijos de los hombres”.
En estos pasajes encontramos varias
verdades que serán de gran estímulo para que nosotros los creyentes adoremos a
Dios con más convicción y alegría:
Primero, ya desde el Antiguo Testamento
todas las naciones eran invitadas a someterse al señorío del verdadero Dios,
reconociendo que Él es digno de suprema adoración.
Aunque el judaísmo se volvió casi
exclusivista, Dios había abierto las puertas para que los gentiles también se
sometieran a la ley santa y fueran aceptados dentro del pueblo del pacto, a
través de la conversión.
En Génesis 3:15 Dios prometió un
salvador que rescataría a los hijos de la mujer, y Eva no solo fue madre de los
judíos.
Dios le había dicho a Abraham que en
su simiente, Cristo, serían benditas todas las naciones.
Éxodo 12 contiene instrucciones para
el extranjero que habitara en Israel y deseara celebrar la pascua.
El atrio de los gentiles era un
espacio muy grande en la entrada al templo donde los doctores de la Ley
respondían inquietudes que tenían los gentiles sobre el Dios de Israel.
Muchos gentiles fueron admitidos
dentro de la genealogía de Cristo, mostrando así que el gran propósito de Dios
es que todas las naciones lo conozcan y adoren, aun desde el AT.
Además, el salmista sabía que Dios había
creado al hombre para Su propia gloria, por lo tanto, él invita a todos los
hombres a cumplir con ese propósito.
Segundo, los creyentes tenemos el hermoso
privilegio de alabar a Dios con alegría, y de cantar la gloria de su nombre. Un
cristiano gris, aburrido, en el cual nunca se oye un canto de gozo de su lengua
es contradictorio con la vocación de adoradores que tenemos.
El cristiano es un adorador, es una
persona alegre, y alaba a Dios frecuentemente, tanto de forma privada como
pública, en el culto de adoración.
Tercero, El salmista nos dice cómo debemos
alabar a Dios, diciéndole: ¡Cuán asombrosas son tus obras! La
alabanza a Dios busca que la gloria de su nombre, la gloria de su ser sea
exaltada. Lo alabamos por lo que Él es. Él es el único ser glorioso y
majestuoso. Esto implica tener un profundo respeto por su nombre, de manera que
obedecemos con reverencia el tercer mandato de la ley de Dios: No usar el
nombre de Dios en vano. Tenemos un profundo respeto por su nombre, porque
indica quién es Él: Yo Soy el que Soy.
Cuarto, alabamos a Dios con alegría porque
Él hace obras maravillosas en todo el mundo. Creó todo lo que existe. Por lo
tanto, cuando veo el inmenso cielo azul, lo alabo. Cuando veo las oscuras nubes
que llenan el firmamento con sus potentes truenos, lo alabo con alegría. Cuando
veo la inmensidad del mar o la profundidad de los abismos, o lo encrespado de
las altas montañas, lo alabo con alegría.
Pero también cuando veo la diminuta
hormiga trabajando en equipo, cada una en su labor respectiva, le alabo con
alegría.
Todas las obras de la creación nos
invitan a alabarlo alegremente, y siendo que todas las personas pueden
contemplar las obras de la creación, entonces todos somos llamados a aclamarle
con exaltación. No le alabamos como debe ser porque no observamos con
detenimiento sus obras. Hemos perdido el arte de la meditación.
Quinto, el salmista, inspirado por el
Espíritu Santo, se anticipó a la era del Evangelio, cuando personas de todos
los pueblos y lenguas alabarían a Dios a través de Jesucristo por la gracia
Salvadora de la cruz que los reconcilió con Dios y con el pueblo del pacto,
conformado uno solo, la iglesia.
Incluso los enemigos lo alabarán
cuando sean vencidos por su poder, ya sea por el poder del Evangelio que, como
en el caso de Saulo, derribó su orgullo y lo convirtió en un fiel servidor de
Jesucristo, o ya sea por el poder del juicio, del terror y del miedo, en el día
final.
2. Por las señales especiales de su
favor para con el pueblo (v. 6-12)
“Volvió el mar en seco, por el río
pasaron a pie, allí en él nos alegramos. Él señorea con su poder para siempre;
sus ojos atalayan sobre las naciones; los rebeldes no serán enaltecidos. Selah.
Bendecid pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza. Él es
quien preservó la vida a nuestra alma, y no permitió que nuestros pies
resbalasen. Porque tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la
plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga.
Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por el
agua, y nos sacaste a abundancia”.
Dios es digno de alabanza, exaltación
y gozosa aclamación también porque ha hecho muchas obras o señales especiales
para la salvación de Su pueblo.
Primero, el antiguo pueblo de Israel recibió
muchas señales de su amor al ser rescatados de la esclavitud como prueba de que
eran su pueblo, y de que a través de ellos vendría la verdadera salvación para
el hombre hundido en la esclavitud del pecado: a través de Jesucristo.
El ser humano no podía atravesar el
inmenso y profundo abismo, representado por el mar, que existe entre el Creador
y la criatura, el Juez y el hombre pecador. Pero el poder de Dios no sólo actuó
para usar a Moisés para que las aguas se abrieran y dejaran pasar a Israel en
seco, sino que obró aún más maravillosamente enviando al verdadero Moisés, al
verdadero libertador, a Jesucristo, quien a través de sus manos levantadas en
la cruenta cruz abrió el mar del abismo de la separación entre Dios y el
hombre, proveyendo un camino seco para que camináramos hacia la verdadera
tierra de reposo, la Jerusalén celestial.
Los domingos recordamos este hecho
redentor y alabamos a nuestro Rey Jesucristo porque con su muerte en cruz abrió
el camino que nos lleva a la verdadera felicidad, a la verdadera Canaán, a la verdadera
tierra prometida, al cielo, a la nueva Jerusalén.
Segundo, el mar abierto no solo permitió el
paso del pueblo escogido, sino que cuando los esclavistas egipcios decidieron
hacer lo mismo, ese mismo mar los mató. Dios señorea con su poder para siempre,
y sus ojos miran sobre todos los pueblos, y aquellos que no cruzan el mar en
seco por medio de la fe en Jesucristo, y que se oponen al Evangelio, serán
destruidos, serán avergonzados.
Por todo esto alabaremos un día la
justicia retributiva de Dios.
Tercero, cuando el pueblo de Israel había
entrado a los límites de la tierra prometida, surgió un leve obstáculo, ya no
un mar profundo, sino un río con creciente de aguas. Representando los
distintos obstáculos que encontraremos en nuestro caminar de fe. Pero
nuevamente se manifestó la bondad y el poder divinos, facilitando aún más el
ingreso a la tierra de Beulah, de la felicidad.
Por eso los creyentes bendecimos a
Dios y hacemos oír la voz de alabanza en nuestros cultos congregacionales, y
también en nuestras casas.
Cuarto, pero el pueblo santo también alaba a
Dios alegremente por las pruebas que nos envía, por las adversidades que
permite en nuestro caminar, por las enfermedades y las crisis; pues, a través
de todo eso prueba nuestra fe, la cual es robustecida por la gracia de Dios.
Él nos prueba en el horno de la
aflicción porque somos como la plata, para quitar la escoria y lo que no sirve.
Y hace que sobre nosotros pasen muchas adversidades, inundaciones y ataques,
pero todo tiene como fin llevarnos a la tierra de la abundancia.
Alabamos a Dios cuando somos
afligidos porque sabemos que esto redundará en bien de nuestras almas.
3. Por contestar nuestras oraciones
(v. 13-20)
“Entraré en tu casa con
holocaustos; te pagaré mis votos, que pronunciaron mis labios y habló mi boca,
cuando estaba angustiado. Holocaustos de animales engordados te ofreceré, con
sahumerio de carneros; te ofreceré en sacrificio bueyes y machos cabríos.
Selah. Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma.
A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese
yo mirado la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me
escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. Bendito sea Dios, que no echó de
sí mi oración, ni de mí su misericordia.”
Otra razón de gran peso para alabar
con alegría al Todopoderoso es porque responde nuestras oraciones.
El salmista había prometido, como era
la costumbre antiguotestamentaria, unos votos al Señor en medio de la situación
angustiaste por la que estaba pasando, algo así como lo que hizo Ana cuando le
pidió un hijo al Señor y prometió darlo para el servicio al Señor.
Además, los judíos ofrecían al Señor
sacrificios y ofrendas de paz y agradecimiento por haberles librado de una
situación difícil.
Y el salmista lo hará, cumplirá su
palabra al Señor. Además, aprovechará esta oportunidad de adorar en el templo
al Señor para dar testimonio de las maravillas que Dios hizo en él. Les dirá
que él clamó a Dios cuando estaba pasando por una terrible angustia, y Dios lo
miró con sus ojos de amor y lo libró.
Que, aunque en medio de la prueba fue
tentado a hacer lo malo, él sabía que, entonces, Dios no lo escucharía; por lo
tanto, confió en él, vivió para él en santidad, Dios lo escuchó, atendió sus
ruegos, y fue librado; y todo esto porque Dios es misericordioso, mas no por
algún mérito en la oración del salmista.
Una de las mejores formas de
incrementar nuestra alabanza gozosa a Dios es recordar constantemente sus
misericordias al responder nuestras oraciones. De esta forma animamos al alma a
confiar más en Dios y a exaltarle con regocijo.
Conclusiones:
Jesús fue el hombre que pasó por
todas las tribulaciones y angustias que se mencionan en este salmo. Él sufrió el
oprobio de los hombres. Cuando la aflicción tenía su mayor peso sobre él los
enemigos lo pisotearon. Pero todo eso fue el camino de la gloria. Jesús se
levantó de la tumba para reinar como Dios-hombre, lleno de gloria y poder sobre
la iglesia; y un día juzgará al mundo con vara de hierro. El camino de la
gloria siempre pasa por el de la congoja. No hay cielo sin cruz, y no hay
triunfo sin guerra.
Pero sin importar lo cruel de la
tormenta, apoyemos nuestra confianza en Aquel que la sufrió y la venció, y ahora
nos da las fuerzas no solo para soportarla, sino para aclamar con alegría al
Dios Todopoderoso en medio de ella.
Convirtamos nuestra vida cristiana en
una constante alabanza. No se trata solo de cantar, sino de agradecer a Dios
todos los días, todo el día, por todas las cosas y en medio de todas las cosas.
Un corazón alegre en el Señor es fuente de vida, salud y fortaleza.
Adoremos al Señor en espíritu y en
verdad en nuestras asambleas solemnes del día domingo. Primero, meditando en
los grandes actos redentores de Dios. El domingo, al levantarnos y al venir
para el culto, meditemos en su gran obra de redención a través de Jesucristo, y
permitamos que el Espíritu inflame nuestros corazones con agradecimientos
sinceros.
Segundo, cantando con gozo. No se trata
de ruido ni de expresiones corporales que tienden a distraer a los demás, pero
si de cantar con convicción, gozo y fuerza sin gritar. El canto cristiano debe
ser alegre. Tenemos razones para cantar con alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario