Salmo
44: Un lamento nacional y una esperanza para el pueblo piadoso
Introducción:
Este
salmo, al igual que el 42, tiene el mismo título: Al músico principal,
masquil de los hijos de Coré.
Masquil
puede significar: un salmo para meditar por el remanente santo que tendrá corazón
renovado y dispuesto para ello.
Músico
principal se puede referir al director del coro o de música, y, los hijos de
Coré hace referencia a los coreitas, los cuales hacían los arreglos musicales
para la entonación de los salmos, o ellos mismos eran sus compositores.
No
se sabe con certeza quién fue el autor del salmo, ni la ocasión en la que fue
escrita.
Pero,
por el contenido del mismo salmo entendemos que se compone en un momento de
turbación nacional: invasiones, derrota militar, deportaciones, ofensas al
culto divino, desprecio hacia el pueblo de Dios.
Algunos
lo ubican en el tiempo de las distintas invasiones babilónicas, o, incluso,
bajo el reinado heleno de Antíoco Epífanes, quien sacrificó un cerdo en el
templo de Jerusalén y puso una estatua de Júpiter en el lugar santísimo.
Lo
cierto es que este salmo refleja los muchos sufrimientos que padecen los justos
en medio de un mundo malo y enemigo de Dios y de todo lo bueno.
Por
lo tanto, cuando el creyente vive conforme a los mandatos y principios de la
Palabra, sufrirá persecución, pues, en el mundo tendréis aflicción,
así como nuestro Maestro los sufrió, pero debemos confiar y hacer nuestro este
salmo, pues, Aquel que estaba prefigurado en este salmo mesiánico, venció al
mundo.
Un
lamento nacional y una esperanza para el pueblo piadoso
1.
En momentos difíciles recordemos las misericordias divinas (v. 1-3)
2.
En momentos difíciles renovemos la fe (v. 4-8)
3.
En momentos difíciles presentemos al Señor nuestro dolor (v. 9-16)
4.
En momentos difíciles revisemos nuestra fidelidad al Señor (v. 17-21)
5.
En momentos difíciles pidamos el socorro del Señor (v. 22-26)
1.
En momentos difíciles recordemos sus misericordias (v. 1-3)
Los
salmistas hacen un recuento de los grandes actos redentores y salvíficos del
Señor en favor de Su pueblo escogido con el fin de alimentar su fe y presentar
argumentos delante de Dios para que los vuelva a salvar de sus enemigos.
Ellos
recordaban que Dios salvó a Su pueblo elegido de la esclavitud egipcia, los
pasó por el Mar Rojo, los alimentó en el desierto, venció y expulsó a naciones
más poderosas y antiguas que el débil Israel.
Los
padres en Israel habían asumido con responsabilidad lo que Dios mismo dijo de
Abraham, y luego Moisés mandó:
“Porque
yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino
de Jehová, haciendo justicia y juicio…” (Gén. 18:19).
“Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a
tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y
al acostarte, y cuando te levantes” (Deut. 6:6-7).
Cuando
los padres creyentes le hablan el evangelio (los grandes actos redentores) a
sus hijos, formarán una nueva generación de creyentes que, a pesar de sus
propias debilidades y retos, recordarán que hay un Dios maravilloso quien ha
obrado salvación en las generaciones anteriores.
Al
recordar las misericordias divinas, renovamos la fe.
2.
En momentos difíciles renovemos la fe (v. 4-8)
La
nueva generación de creyentes está atravesando situaciones difíciles, donde los
enemigos se levantan contra ellos.
Por
lo tanto, habiendo alimentado su fe con la Palabra de Dios que les contaba los
grandes actos redentores del pasado, se acercan al Trono de la Gracia confiados
en que Dios nuevamente obrará para bien de su pueblo amado.
Su
fe es tan robusta que con confianza declaran la victoria que el Señor les dará
sobre los adversarios del pueblo del pacto.
A
través de la misericordia y el poder divino ellos sacudirán a sus
enemigos (v. 5), Hollarán a los adversarios (v. 5), serán guardados
de los enemigos (v. 7) y los avergonzarán (v. 7).
Y
todo esto lo hará el Señor Soberano, por lo tanto, ellos no confían en su arco
o en su espada (v. 6), pues, las fuerzas del hombre no son nada: “Estos
confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová
nuestro Dios tendremos memoria” (Sal. 20:7).
De
igual manera el pueblo del pacto en el Nuevo Testamento tiene poderosos
enemigos a los cuales vencer, pero estos, siendo que no son de carne y hueso,
son vencidos constantemente por el poder Divino de Su Espíritu, de manera que
la iglesia sigue avante y victoriosa llevando el evangelio de salvación a todo
lugar: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6).
“Entonces
oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder,
y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado
fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro
Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y
de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte” (Ap. 12:10-11).
El
resultado de estas nuevas liberaciones que Dios concede a cada generación de
creyentes es la alabanza de Su nombre (v. 8).
Por
esa razón Dios permite que los enemigos se levanten, para Él mostrar su poder y
salvación, llevándonos a una constante alabanza de Su nombre.
¡Benditas
situaciones adversas que a Dios alabarle nos llevas!
Habiendo
renovado por la fe al recordar las misericordias de Dios en el pasado, ahora
presentemos al Señor nuestro dolor.
3.
En momentos difíciles presentemos al Señor nuestro dolor (v. 9-16)
En
esta sección los salmistas presentan la situación actual de confusión, tristeza
y desolación en la que se encuentran los fieles creyentes:
V.
9. Se sienten abandonados por Dios.
v.
10. Han sufrido vergüenza porque fueron derrotados por los enemigos del Reino.
v.
11. Son víctimas de los malvados y ahora son expatriados
v.
12. Dios no hizo nada para librar al pueblo de los enemigos, y fueron vendidos
gratuitamente a las naciones poderosas.
v.
13-14. El pueblo de los elegidos de Dios ha sido tan humillado por los malos
que los demás pueblos se mofan de ellos.
v.
15-16. El resultado de este aparente abandono del Padre es la confusión de
rostro y la vergüenza, pues los enemigos levantan su soberbia voz en contra del
pueblo santo.
Pero
todo esto nos lleva a revisar nuestra fidelidad al Señor.
4.
En momentos difíciles revisemos nuestra fidelidad al Señor (v. 17-21)
Versos
17 al 21. Los salmistas están confundidos, pues, ellos no han actuado como sus
padres, los cuales se rebelaron contra Dios y fueron, en consecuencia,
castigados fuertemente. Pero ellos aprendieron la lección, y ahora siguen al
Señor con firmeza y convicción: no nos hemos olvidado de ti, no hemos
faltado a tu pacto, no se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni se han apartado
de tus caminos nuestros pasos. (v.
17-18).
Estos
juicios parecieran estar relacionados con el pecado de un pueblo que se olvida
de Dios (v. 20), adorando a otros dioses, practicando la idolatría. Pero este
no es el caso de ellos. Sus manos solo se levantan para adorar a Dios. Ellos
han sido íntegros, por eso dicen con sinceridad que Dios conoce sus corazones,
incluso en lo más secreto, y ellos no le han fallado a Dios ni a Su palabra.
5.
En momentos difíciles pidamos el socorro del Señor (v. 22-26)
El
verso 22 afirma que por causa de Dios o de la fe en él o de Su Palabra los
paganos los consideran dignos de muerte.
Esto
nos recuerda al apóstol Pablo diciéndole a los creyentes perseguidos de su
tiempo: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús
padecerán persecución” (2 Tim. 3:12).
Por lo tanto, siendo que los impíos masacran
así a los verdaderos creyentes, a partir del 23 el salmista eleva una súplica
muy diciente: Despierta Señor, es decir, está atento a nuestro dolor y actúa a
nuestro favor.
¿Por
qué escondes tu rostro? (v. 24), no te olvides de nuestras aflicciones que nos
vienen por ser fieles a tu Palabra.
Ya
no soportamos más los inmensos dolores que nos causan tus enemigos, nuestro
cuerpo se ha doblegado hasta el polvo del peso horrendo del dolor (v. 25).
Por
lo tanto, Señor de toda misericordia, levántate con tu poder y ayúdanos,
acuérdate que somos tu pueblo, y redímenos, libéranos o sálvanos de estos
dolores.
Enseñanzas
y aplicaciones
¿Dónde
está Cristo en el pasaje? Como en todo el Antiguo Testamento, allí encontramos
la historia de la redención, la cual apunta a Cristo.
De
manera especial este salmo describe algunos de los sufrimientos de Cristo,
quien siempre vivió conforme a la Voluntad revelada de Dios, le fue fiel, vivió
para él, se deleitó en él, pero Dios lo sujetó a padecimientos, y permitió que
los enemigos se levantaran contra él, que lo llevaran como oveja al matadero.
No
obstante, esta aparente derrota fue convertida en la victoria más grande que ha
obtenido el pueblo de Dios: La redención, la salvación, la liberación del poder
del pecado, de la muerte, del diablo y del infierno.
Por
esa razón Cristo le dice a Su pueblo que, así como sucedió con el Maestro, con
el árbol verde; los creyentes también seremos perseguidos por la generación
maligna y perversa; no tengamos temor, pues, él nos garantiza la victoria final
a causa de su victoria en la cruz.
El
apóstol Pablo usa este salmo para animar a los creyentes desconsolados y
afligidos por las muchas aflicciones que el mundo nos inflige por causa de
nuestra fe en Cristo, y nos lleva a las siguientes aplicaciones consoladoras:
“¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que
no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que
murió; mas aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el
tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas
somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:31-39).
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