Salmo
37
¿Qué
hacer cuando los malos van ganando?
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
¿Qué
debe hacer el cristiano cuando la maldad es premiada, y parece que a los malos
todo le sale bien, y, a la misma vez, los justos son condenados y las cosas les
salen mal?
Tienes
un vecino tramposo a la hora de pagar los impuestos, usa sus conexiones para
recibir del Estado algún beneficio destinado para personas más pobres que él,
realmente es un hombre malo y deshonesto.
Pero,
él tiene una casa hermosa y grande, llena de muebles costosos, varios autos
último modelo, la pandemia no los ha tocado, tienen muchos amigos, sus hijos e
hijas se han casado con buenos partidos.
Pero,
en tu caso, andas conforme a los principios bíblicos, no cometes fraude, ni al
Estado ni a nadie, cumples con tus ofrendas al Señor, socorres a los más
necesitados, llevas a tus hijos por la senda del bien; no obstante, las cosas
parecen andar mal.
La
pandemia les dio duro, se quedaron sin empleo, tuvieron que cambiarse para una
casa más pequeña, tuvieron que vender la bicicleta que tenían, y los hijos ya
están pasando la edad matrimonial y nadie se les acerca.
Cuando
vemos que los malos prosperan se nos vienen pensamientos como: No vale la pena ser
bueno, no vale la pena ser un justo, olvidémonos de todos estos principios
bíblicos, y unámonos a los malhechores.
David
fue un hombre que tuvo mucho tiempo para meditar sobre el problema de las
injusticias, de cómo los malos
prosperan, mientras los justos sufren.
Cuando
aún era muy joven, a pesar de haber sido ungido como el futuro rey, se la pasó
huyendo del malvado Saúl. Muchas veces le perdonó la vida, pero en respuesta
Saúl lo continuó persiguiendo para matarlo. Siempre que lo perdonó, Saúl
regresó a la comodidad de su palacio, mientras que David regresaba a las
oscuras y frías cuevas.
Siendo
ya David un anciano escribe este salmo (Joven fui, y he envejecido v.
25), para aconsejar a los creyentes que sufren, los cuales son tentados a abandonar
el camino de la justicia, al ver cómo los injustos prosperan en sus caminos.
El
anciano David nos da algunos principios sobre cómo debe responder el creyente
frente a las injusticias de la vida: Cuando los malos ganen, sométete a
Dios, gózate en Él y haz lo correcto, confiando en que el Señor juzgará con
rectitud.
Este
es un salmo acróstico o alfabético (en hebreo), pues, los creyentes deben
procurar memorizar su contenido tan profundamente consolador.
¿Qué
hacer cuando los malos van ganando?
1.
Cuando los malos ganen, sométete a Dios (1-11).
Aunque
la palabra "someterse" no aparece en estos versículos, es la idea
detrás de los mandatos negativos y positivos que se dan aquí. Negativamente,
A.
Someterse a Dios significa mortificar la irritación, la envidia y la ira
David
nos manda tres veces a no preocuparnos: No te impacientes a causa de los
malignos (v1); no te alteres con motivo del que prospera en su camino
(v. 7); no te excites en manera alguna a hacer lo malo (v. 8).
La
palabra hebrea para irritar significa quemar.
No
ardas lentamente cuando veas que los malos prosperan. No dejes que este ardor
se meta debajo de tu piel, pues sólo te conducirá al mal: Deja la ira, y
desecha el enojo (v. 8).
Una
de las razones por las cuales nos irritamos, cuando vemos que los malvados se
salen con las suyas, es que asumimos que nosotros somos más sabios que Dios, y
podemos manejar el mundo mejor que lo que Él lo hace.
Por
lo tanto, un aspecto de la sumisión a Dios es mortificar dicha irritación,
darle a Dios el derecho soberano de que trate a los malhechores en su tiempo y
a su manera.
Se
nos ordena a no envidiar a los malhechores (v. 1). Lo cual confronta el egoísmo
y los motivos malignos de nuestros corazones.
En
ocasiones no queremos que los malhechores prosperen, no tanto porque
aborrecemos su pecado, sino porque en secreto deseamos hacer lo mismo. Queremos
los placeres del pecado que ellos disfrutan. Pero el mandato es someternos a
Dios al juzgar nuestra envidia.
También
se nos ordena a no enojarnos (v. 8). La palabra ira proviene de
una palabra hebrea que significa fosas nasales. Cuando alguien se enoja,
sus fosas nasales se dilatan.
La
Biblia enseña que la mayor parte de la ira que expresamos es pecaminosa, y que
podemos contralarla, pues, de lo contrario no se nos mandaría a mortificarla.
La
ira evidencia que no estamos sometidos a la Soberanía de Dios. De hecho, a
través de la ira estamos diciendo: “Dios, no me gusta la forma en que estás
manejando las cosas. ¡No es justo! No merezco este tipo de trato por parte de
esta gente malvada”.
La
conclusión es que no nos estamos sometiendo a Dios.
¿Cómo podemos distinguir en nosotros la ira justa de la ira
pecaminosa? Si estoy enojado por la injusticia cometida hacia otros, entonces,
puede ser ira justa. Si estoy enojado contra la injusticia cometida contra mí,
puede ser ira pecaminosa.
Buena parta de la ira que sentimos es egoísta, y, por lo tanto,
pecaminosa. Someterme a Dios cuando veo que los malos ganan significa dejar de
lado la irritación, la envidia y la ira.
B.
Someterse a Dios significa poner en Él la confianza, la obediencia, la
paciencia y la humildad, mientras nos deleitamos en el Señor
El
salmista nos enseña que cuando estamos turbados a causa del aparente triunfo de
los malos, el remedio se encuentra en poner nuestra mirada en el Señor, y no en
los malos o en su prosperidad.
En
los versos 3 al 9 David menciona el nombre del Señor cinco veces, y cinco veces
usa un pronombre para referirse a Él:
Confía
en Jehová… deléitate así mismo en Jehová… Encomienda a Jehová tu camino… confía
en Él… Él hará… Él exhibirá tu justicia… Guarda silencio ante Jehová… espera en
Él… Los que esperan en Jehová.
Este
antídoto envuelve varias cualidades:
Confía
en el Señor. Este no es un mero lema vacío, sino que
indica un curso de acción.
Confía
en Jehová y haz el bien (v. 3); Encomienda a Jehová tu
camino, y confía en Él; y él hará (v. 5). Significa que cuando los
malhechores parecen estar ganando mientras que tú estás perdiendo, tomas todo
el problema y lo trasladas al Señor y esperas en cómo Él te vindica en su
tiempo. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el medio día
(v. 6).
Vístete
de obediencia. Y haz el bien, y habitarás en la
tierra, y te apacentarás de la verdad (v. 3b). Deja las cosas en las manos
de Dios (confianza) y continúa con tus deberes habituales en obediencia ante el
Señor.
No
dejes que el pecado de la otra persona te lleve a pecar. Haz lo que Dios te
manda hacer en obediencia a Él.
Ten
paciencia. Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No
te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace
maldades… porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová,
ellos heredarán la tierra (v. 7 y 9). Esta es la parte más difícil de la
sumisión, pues, puede que la vindicación tome semanas, meses o años. Pero si
confías en que Él es un Dios justo y recto, y te sometes a Él, esperarás
pacientemente.
Vístete
con humildad. Pero los mansos heredarán la tierra,
y se recrearán con abundancia de paz (v. 11). Ser mansos significa darnos
cuenta de nuestra propia debilidad y pecado para que podamos confiar en el
Señor, y no en nosotros mismos.
Esta
conciencia de nuestra pecaminosidad implica que no juzgaremos a los malvados
con la justicia propia. Pues, sino fuera por la misericordia de Dios,
actuaríamos y seríamos como ellos.
La
humildad significa reconocer nuestra insuficiencia sin la gracia del Señor,
pero, a la misma vez, nuestra suficiencia en Él (2 Cor. 3:5). La mansedumbre no
significa debilidad, sino más bien quebrantamiento.
Una
persona humilde o mansa es como un caballo fuerte pero sumiso al toque de su
amo.
Jesús
tomó el salmo 37:11 como su tercera bienaventuranza: “Bienaventurados los
mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mt. 5:5).
El
mundo dice todo lo contrario: Bienaventurados todos los que reclaman y
defienden sus derechos. Pero David y Jesús no están de acuerdo con el
mundo. Solo los mansos serán victoriosos y ganadores finalmente.
y
se recrearán con abundancia de paz (v. 11). Se refiere a la
prosperidad del alma. La persona que encuentra su suficiencia en el Señor, más
que en sí mismos o en sus posesiones, tiene una abundante e indestructible fuente
de paz.
Deléitate
en el Señor (v. 4). Deléitate asimismo en Jehová,
y él te concederá las peticiones de tu corazón”. La confianza, la
obediencia, la paciencia y la humildad se pueden resumir en la frase: Deléitate
en el Señor. Déjate cautivar por el Señor y por todo lo que Él es.
En
lugar de enfocarte en las cosas que el mundo busca, enfócate en el Señor.
Si
ganas al Señor, entonces obtendrás todo lo que necesitas: Y él te concederá
las peticiones de tu corazón. Esto no significa que Él te dará todo lo que
tu corazón egoísta desee.
Si
te estás deleitando en el Señor, entonces tus deseos estarán alineados con Sus
deseos.
Este
pasaje es el equivalente en el Antiguo Testamento a Mateo 6:33: “Más buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Estos principios se pueden aplicar, también, a cualquier relación,
como la matrimonial. Pensemos en el caso de una esposa cuyo esposo le hace
daño. Ya sea por insensibilidad, abuso verbal, adulterio, etc. Ella será
tentada a irritarse, a tener envidia (él hace lo que le place, pero yo no
puedo). Pero, si ella responde de manera egoísta, al tratar de vengarse o
defender sus derechos, sólo causará mas daño a la relación.
Pero si ella responde al mal que le han hecho, quitando la
irritación, la envidia y la ira; poniendo la confianza en el Señor, la
obediencia, esperando pacientemente en Él, con humildad (la conciencia de su
propia insuficiencia, pero la plena suficiencia en Cristo), no en un espíritu
de autoconmiseración, sino de deleite en el Señor. Su esposo, tarde que
temprano dirá: Ella tiene algo que necesito. Esto lo puede conducir al
arrepentimiento, a la conversión. Pero independientemente del resultado ella
disfruta de la abundante paz que viene del Señor.
Entonces,
el primer principio es: cuando los malos ganan, sométete al Señor.
2.
Cuando los malos ganen, estés contento en el Señor (12-26).
Este
salmo no proviene de alguien sentado en una torre de marfil, sino de un hombre
que conoció en su vida el conflicto entre los impíos y los justos.
Es
posible que enfrentemos momentos difíciles que pongan a prueba nuestra fe.
Puede que estemos afligidos o necesitados. Pero sea cual sea la prueba, podemos
aprender a estar contentos con en el Señor.
Estos
versículos nos presentan dos áreas de contentamiento:
A.
Esté contento con el juicio que el Señor hará (12-15).
Dios
no está preocupado por los orgullosos planes de los malvados: “El Señor se
reirá de él; porque ve que viene su día” (v. 13).
Él
sabe que las aparentes victorias de los malvados son temporales, y luego sus
propios planes caerán sobre sus cabezas.
Un
agricultor ateo se burló de los creyentes. Él escribió una carta a un periódico
local en el cual se jactaba: “Aré la tierra un domingo, planté un domingo,
aboné y limpié el domingo, y recogí la cosecha en domingo; y nunca fui a la
iglesia los domingos. Sin embargo, recogí más frutos por hectárea que
cualquiera de los que creen en Dios y van a la iglesia”. El editor imprimió la
carta y luego agregó este solemne comentario: “El Señor no siempre ajusta sus
cuentas en octubre”.
Como
cristianos podemos estar seguros de que si Dios no ajusta cuentas en esta vida,
lo hará en el juicio que vendrá al fin de los tiempos (Ap. 6:10-11).
Podemos
dejar la venganza a Dios, estando contentos con Él (Ro. 12:19-21).
B.
Esté contento de que el Señor proveerá (16-26).
La
injusticia a menudo nos golpea en el bolsillo. Pero en este salmo hay grandes
lecciones que podemos aprender cuando los malos ganan robando tu dinero o tus
bienes.
(1)
El Señor proveerá para tus necesidades, pero ellas pueden ser menores de lo que
piensas: Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores
(v. 16). Puede que solo tengas un poco, pero esto puede ser suficiente.
El
creyente puede caer, financiera o materialmente, pero no fracasará totalmente. Cuando
el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano (v.
24).
El
Señor te sostendrá: Porque los brazos de los impíos serán quebrados; mas el
que sostiene a los justos es Jehová (v. 17); Joven fui, y he envejecido,
y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan (v.
25).
A
veces el Señor tiene que quitarnos nuestras cosas para revelarnos cuánto nos
deleitamos aún en las cosas de este mundo, y cuán poco nos complacemos en Él. Necesitamos
aprender que, teniendo sustento y abrigo, estemos contento con esto (1
Tim. 6:8).
(2)
Si tienes la fe de que el Señor proveerá, entonces debes confiar en él, dando.
David
dice que “el que sostiene a los justos es Jehová” (v. 17), pero si
sigues leyendo te darás cuenta que estos justos con reconocidos por su
generosidad: El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene
misericordia, y da… En todo tiempo tiene misericordia, y presta; y su
descendencia es para bendición… (v. 21, 26).
Para
poder esperar en las promesas de Dios para los justos, tienes que vivir como un
justo. Tienes que ser un donante generoso.
Hace
muchos años una secretaria de una sociedad misionera británica pidió una
donación a un comerciante de Calcuta. Él le expidió un cheque por US 250, una
cantidad considerable en aquellos días. Apenas entregó el cheque recibió un
telegrama urgente en el cual le decían que uno de sus barcos lleno de mercancía
se había hundido en el mar. El comerciante le pidió el cheque a la secretaria
de la sociedad misionera, y le dijo que tenía que escribir otro cheque. La
secretaria comprendió la situación y lo devolvió. El comerciante expidió otro cheque y lo
entregó a la secretaria, la cual se sorprendió al ver que estaba escrito por US
1.000. Ella le dijo: ¿no cometió usted un error? Él respondió: no, ese
telegrama era un mensaje de mi Padre celestial diciéndome: No acumules tesoros
en la tierra.
Si
estás caminando con rectitud delante de Dios y dando generosamente para apoyar
la obra del Señor, y alguien te estafa, o pierdes tu dinero, puedes estar
contento de que Dios proveerá para tus necesidades.
Entonces,
cuando los malos ganen, sométete a Dios, y aprende a estar contento con Él.
3.
Cuando ganen los malos, haga el bien (27-40)
El
salmista habló de esto en el verso 3, confía en Jehová, y haz el bien,
pero es más prominente entre los versos 27-40.
Cuando
te hacen daño, la tentación es a tomar represalias con el mal. Pero nuestro
enfoque debe estar en agradar al Señor a pesar de que otros nos hagan daño.
David
nos menciona tres áreas en las cuales se caracterizan las vidas rectas:
Acciones rectas (v. 27); discurso recto (v. 30) y pensamiento recto (v. 31). Considerémoslos
en orden inverso.
La
justicia comienza en el corazón, en nuestro pensamiento. Dios nos cambia
renovando nuestras mentes (Ro. 12:1-2) a través de su Palabra (Sal. 37:31;
119:11).
Si
no sumergimos constantemente nuestras mentes en las Sagradas Escrituras para
que moldeen nuestro pensamiento frente a cada situación, no responderemos de
manera agradable al Señor cuando alguien nos haga daño.
Si
nuestro pensamiento está siendo moldeado por las Escrituras, entonces nuestras
palabras serán cada vez más justas. Cuando alguien nos haga daño, en lugar de
arremeter con un discurso abusivo, hablaremos palabras de sabiduría (La boca
del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia v. 30); palabras de
edificación y bendición (Ef. 4:29).
Si
nuestros pensamientos son moldeados por las Escrituras, no tomaremos
represalias con acciones incorrectas (Apártate del mal, y haz el bien, y
vivirás para siempre v. 27). En lugar de responder al mal con mal,
buscaremos vencer el mal con el bien (Ro. 12:21).
Hasta
aquí David nos ha dicho que cuando los malos ganan debemos someternos a Dios,
estar contentos y hacer lo correcto.
4.
Cuando los malos ganan, confía en que el Señor juzgará con rectitud (2, 9, 10,
12-15, 17, 20, 22, 28, 34, 35-36, 38).
Si
fuiste agraviado, obtén una imagen de largo alcance. Dios es un Dios de
justicia: Porque Jehová ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para
siempre serán guardados; mas la descendencia de los impíos será destruida
(v. 28). Un día él corregirá todos los errores.
¿Te
has dado cuenta cómo en Apocalipsis Dios permite que la malvada Babilonia
continúe con su sensualidad y riqueza hasta el último tiempo? Luego, en un día,
en una hora, cayó el juicio sobre ella (Ap. 18:8, 10, 17, 19). Hasta la hora
undécima parece que la maldad triunfará. ¡No te dejes engañar! En esa hora
final, Dios actuará en nombre de sus santos (Ap. 18:20, 24).
Así
que la esperanza y el consuelo del salmista debe ser también la nuestra: Pero
la salvación de los justos es de Jehová, y él es su fortaleza en el tiempo de
la angustia. Jehová los ayudará y los librará; los libertará de los impíos, y
lo salvará, por cuanto en él esperaron” (v. 39-40).
Si
te refugias en Dios puedes confiar en que Él juzgará y te reinvindicará.
Conclusión
Jesucristo
es el hombre justo, quien sufrió las injusticias del mal. Satanás lo persiguió
desde antes de nacer, a través de la persecución de la simiente santa. Caín
contra Abel, los incrédulos contra Noé, Ismael contra Isaac, los filisteos
contra Israel, Herodes contra el niño Jesús, los fariseos contra el Salvador.
La
serpiente antigua parecía estar ganando, y le propinó una mordida mortal al
Redentor; pero Jesús esperó pacientemente en Dios, se sometió a Él, se deleitó
en él, hizo lo correcto al hacer Su voluntad, y esperó en el juicio divino.
Salió victorioso, venció a Satanás, y conquistó la salvación para Su pueblo.
Este
mismo Jesús, prometió a los suyos estar con ellos en medio de las más terribles
adversidades y aflicciones que padecerían en este mundo. Si estamos en Él,
entonces, tendremos la victoria de este salmo a través de una vida de justicia
en medio de cualquier ataque de los malos.
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