Prueba y ve que el Señor es bueno
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
Este salmo contiene un encabezado
corto, a modo de introducción y contexto. “Salmo de David, cuando mudó su
semblante delante de Abimelec, y él lo echó, y se fue”.
Esta corta introducción nos remite al
capítulo 21 de 1 Samuel.
En esa ocasión David estaba huyendo
del rey Saúl, quien lo buscaba desesperadamente para aniquilarlo, pues, él
tenía temor de que David usurpara su trono, o que el mismo pueblo lo proclamara
rey; ya que unos días antes, David había vencido al campeón filisteo, el
gigante Goliat, y las mujeres de Israel cantaron unas alabanzas en las cuales
decían: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (1 Sam.
18:7).
Todo esto evidenciaba que Dios estaba
favoreciendo más a David y que el reino de Saúl iba rumbo al declive. Por lo
tanto, Saúl trata de enfrentar la voluntad de Dios haciendo lo prohibido en la
Ley santa: Perseguir y tratar de asesinar a un joven que había hecho tanto bien
al pueblo de Israel.
Pero, David, quien huye
angustiosamente, hace algo bastante difícil de comprender: En su huida escapa a
una ciudad filistea. ¿Qué? Pero David acaba de matar a un campeón del ejército
filisteo y junto con el ejército israelita causan una derrota apabullante a
este pueblo enemigo.
Para colmo, David se refugia dentro
de los muros de la ciudad de Gat. ¿Qué? ¿Gat? “David, esa es la ciudad del
gigante que acabas de matar? Allí vive su rey, allí vive su familia. ¿Te van a
recibir con los brazos abiertos?
Entonces David entra y mientras está
con algunos de los asesores del rey Aquis, el rey de Gat, le dicen: "¿No
es este el tipo que mató a nuestro campeón, Goliat? " Y el rey dice:
"¡Has perdido la cabeza! Él nunca vendría aquí, pero tráelo de todos modos
". Agarran a David, lo llevan a la presencia del rey, y David se da
cuenta: "Hombre, he pasado de la sartén al fuego. ¡Esto es muy, muy malo!
"
Y piensa rápidamente y se le ocurre
un plan. Le pido disculpas si ofende su sensibilidad, pero él comienza a
babear, le cae saliva por la barba y comienza a dar arañazos a las paredes, y
actúa como un loco. Y en el antiguo mundo del Cercano Oriente era mala suerte
meterse con un loco. No te metas con ellos; simplemente déjalos ser.
Y el rey mira a sus consejeros y
dice: "¿No tengo suficientes locos en Gat para que me traigan otro? ¡Deja
a este chico en paz! ¡Déjalo ser!" Entre paréntesis, "Este no es el
tipo que mató a nuestro campeón". Y David huye de Gat al desierto.
Y al reflexionar sobre esa crisis
escribe este salmo.
Este es uno de los nueve salmos
acrósticos alfabéticos, diseñados así con el fin de ser más fáciles de
memorizar por los niños, y, especialmente, por los creyentes. Pues, su
contenido es muy instructivo para toda persona que desee vivir una vida
cristiana de cantidad y calidad.
El pasaje central es el verso 12: “¿Quién
es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?”. Esta
es la idea central, de qué manera una persona puede tener cantidad de vida,
viviendo muchos años, y calidad de vida, viendo el bien.
Y la respuesta se encuentra en las
dos líneas de pensamiento que corren a lo largo del salmo: Uno es el temor, y
otro es el deseo. Lo que el creyente más teme y lo que más desea es lo que marcará
el nivel de su crecimiento en la gracia.
Prueba y ve que el Señor es bueno
I. Examinando nuestros temores
En primer lugar, vamos a examinar
nuestros temores.
Y en este salmo, David analiza los
temores incorrectos y los temores correctos. Se nos detallan los miedos
equivocados. Son miedos engañosos, son miedos descarriladores,
paralizantes; miedos que nos aprisionan,
derrotan, confunden, avergüenzan.
Dios quiera que esto nos ayude a
arrepentirnos de estos temores equivocados.
Identifiquemos nuestros propios
miedos revisando los temores del salmista.
En el versículo 4 dice: "Busqué
a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores".
El versículo 6, “Este pobre clamó”
- el miedo a la pobreza.
En el versículo 6 habla de estar atribulado,
"Y lo libró de todas sus angustias".
Incluso el versículo 17, "Y
los libra de todas sus angustias".
En el versículo 19 habla del "afligido",
en el versículo 18 del "quebrantado de corazón", del "abatido
o contrito de espíritu".
Todas estas son categorías de miedo.
Tememos esa experiencia, hacemos todo lo posible para evitar que experimentemos
estos miedos.
A veces pensamos que los cristianos
no le tememos a nada, pero, entre más viejos, nos damos cuenta que todavía le
tememos a muchas cosas.
Permítanme enumerar algunos miedos
con los cuales luchamos.
Miedo al fracaso, miedo al rechazo,
miedo a no ser lo suficientemente bueno, miedo a no estar a la altura, miedo a
no ser amado o no ser valorado, miedo a la culpa, miedo a lo desconocido, miedo
al dolor, miedo a perder el control, miedo a perder a alguien que amas, miedo a
la muerte, miedo a estar solo, miedo a la angustia, y la lista sigue y sigue y
sigue. Estos son miedos debilitantes, descarrilantes, paralizantes.
Y lo que descubrimos a lo largo del
Salterio es que debido a que este es un mundo caído, hasta que Jesús haga
nuevas todas las cosas, seguirá siendo un mundo desgarrador. Pedro dice que no
nos sorprendamos de esto. Esa es la realidad en la que vivimos.
¿Será que en nuestro temor a la
angustia correremos y nos esconderemos continuamente, y como David terminaremos
con consecuencias desastrosas? Tal vez ya lo hemos hecho muchas veces, y lo
volveremos a hacer, pero que el Señor nos ayude a cultivar los temores
correctos.
Explicación del temor del Señor
En este salmo David nos indica cuál
es el temor santo y recto que debemos cultivar.
En el versículo 9 dice esto: "Temed
a Jehová vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen”.
Versículo 11, “Venid, hijos,
oídme; el temor de Jehová os enseñaré”.
Luego, en el versículo 7, "El
ángel de Jehová acampa alrededor acampa alrededor de los que le temen, y los
defiende".
En realidad, este salmo contiene una
serie de sermones sobre el temor del Señor.
Permítanme mencionar solo un par de
cosas que surgen de este salmo, que deben moldear lo que entendemos sobre el
temor del Señor.
En primer lugar, David nos explica el
temor de Dios. Este temor se desarrolla y manifiesta de la siguiente manera:
El versículo 1 dice: "Bendeciré
a Jehová en todo tiempo". Al adorarlo y bendecirlo siempre por sus
muchas misericordias.
El versículo 2 dice: "En
Jehová se gloriará mi alma". Solo la gloria para él, nada para
nosotros.
Versículo 3, "Engrandeced a
Jehová conmigo". Sólo él es digno de ser reconocido, exaltado,
magnificado.
Versículos 4 y 5, "Busqué a
Jehová". Acudimos a él constantemente en búsqueda de socorro.
Versículos 13 y 14, "Guarda
tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el
bien; busca la paz y síguela". Sé que Dios manifiesta su ira contra
aquellos creyentes que usan de manera irresponsable sus lenguas, por lo tanto,
pongo freno a mis labios, y procuro siempre hacer el bien y estar en paz con
todos.
Versículo 22, "Jehová redime
el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en él confían". La
confianza única que tenemos en Él, dependo solo de Él.
En esencia, temer al Señor es cambiar
nuestro enfoque, de las cosas que nos preocupan o aterrorizan hacia una
preocupación por el único que puede rescatarnos.
El temor del Señor, entonces, es
vivir entre la tensión del: ¡Ay de mí!, de Isaías, cuando se vio como un
mísero pecador, digno de recibir la ira destructiva de Dios, reconociendo que
sus labios, el mejor instrumento que tenía, pues, era predicador de la Palabra,
eran inmundos; y el asombro que expresa cuando se da cuenta que Dios lo ha
perdonado y está decidido a usarlo a pesar de sus imperfecciones, ante lo cual
exclama: Heme aquí.
El temor del Señor, entonces, nos
lleva a decir: “Por encima, y más allá de cualquier cosa te temo, y anhelo
deleitarte, quiero tomar tu Palabra en serio y edificar mi vida en ella y solo
en ella”.
El temor de Dios se aprende
En segundo lugar, el temor de Dios se
aprende. Versículo 11, "Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os
enseñaré".
El temor de Dios no surge de forma
natural. Francamente, va en contra de todo lo que llevamos dentro, pero es algo
que se aprende.
No solo los niños necesitan
aprenderlo, los adultos también podemos crecer en el conocimiento de este temor
del Señor.
El temor de Dios es nuestra seguridad
En tercer lugar, el temor de Dios es
nuestra seguridad.
Una y otra vez el salmista habla de
que Dios lo liberó, lo escuchó y lo rescató.
“Los ojos de Jehová están sobre
los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos” (v. 15)
“Claman los justos, y Jehová oye,
y los libra de todas sus angustias” (v. 17)
“Jehová redime el alma de sus
siervos” (v. 17).
El Señor escucha, rescata y libera a
los que le temen.
El temor de Dios es nuestra paciencia
Y cuarto, el temor de Dios es nuestra
paciencia.
El salmista dice: “Él guarda todos
sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado" (v. 20). Por supuesto,
sabemos a qué se refiere esto.
El apóstol Juan cita este salmo en
Juan 19:36 donde, con el fin de apresurar su muerte, los soldados romanos les
rompen las piernas a los dos ladrones crucificados al lado de Jesús, luego se
acercan a él, y se dan cuenta que Jesús ya está muerto.
Juan dice: “Porque estas cosas
sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo”.
Sí, la Escritura se cumplió, pero Él
murió. Fue crucificado, brutalmente ejecutado.
Y el verdadero cumplimiento de la
Palabra de Dios estaba esperando el domingo de resurrección, la realidad de que
todo el quebrantamiento sería superado por el poder de Dios desatado para
resucitar a Su Hijo de entre los muertos.
Como podrá ver, el temor de Dios es
nuestra paciencia.
Hay promesas. Algunas cosas que se
rompen en esta vida que no serán sanadas hasta que Jesús regrese.
El capítulo 11 del libro de Hebreos
habla de algunos que esperaban con ansias lo que no experimentaron. Hebreos
11:35, “mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de
obtener mejor resurrección”.
El punto es este: algunas liberaciones
no vendrán hasta que Jesús haga todas las cosas nuevas y, sin embargo, el temor
de Dios es nuestra paciencia. Es lo que nos sustenta mientras esperamos la
renovación de todas las cosas.
II. Examinando nuestros deseos
Comenzamos diciendo que usted y yo
seremos moldeados por lo que más tememos y lo que más deseamos. Al igual que
con el temor, el salmista habla sobre lo
que más deseaba.
Nuevamente, encontramos dos
subconjuntos: deseos incorrectos y deseos correctos o deseos bíblicos.
Los deseos incorrectos no son solo
desear lo malo. Pocos de nosotros diríamos: "Deseo que las cosas
destructivas estén presentes en mi vida".
Pero los deseos incorrectos toman,
incluso, lo que es bueno y lo desean hasta tal punto que se convierten en
deseos excesivos, deseos controladores, cosas sobre las que decimos: “A menos
que tenga esto, no puedo ser feliz, y me enojaré, me volveré controlador, haré
lo que sea necesario para conseguir esto que quiero porque ¡es algo
bueno!"
Pero cuando estamos molestos porque
no tenemos algo, entonces, eso muestra que tenemos un deseo pecaminoso,
excesivo. Algo bueno se convirtió en algo extremo. Es algo que se convierte en
idolatría.
Deseos para los que fuimos hechos
Ellen Davis, profesora de la
Universidad de Duke, lo expresó de esta manera: “El deseo es una parte profunda
de nuestra humanidad”, obvio, ¿verdad? “Y, sin embargo, el deseo se descarrila
con tanta facilidad, se desperdicia, se envenena fácilmente, de modo que destruye
lo que es bueno en uno mismo y en los demás. Debido a que somos humanos,
debemos desear y, sin embargo, debido a que somos simplemente humanos, a menudo
deseamos lo incorrecto o el deseo de lo mejor es tibio o deseamos una cosa
buena y luego otra y luego otra, pero nunca nos mantenemos firmes y así, nada
bueno viene de nuestro deseo sin rumbo. "
Podríamos pasar mucho tiempo hablando
de los deseos descarriladores, deseos que nos alejan de lo que en última
instancia es bueno para nosotros. Pero veamos lo que señala el salmista en
cuanto a los deseos correctos, deseos para los que fuimos hechos.
Volvamos a la pregunta del versículo
12: ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el
bien?" Observemos, fuimos hechos para el deseo.
Regresemos al principio: Adán y Eva
tenían deseos profundos y se cumplieron perfectamente.
Antes de la Caída, se cumplieron
maravillosamente, tenían deseos perfectos. La pregunta es: "¿Qué sucedió
cuando intentaron satisfacerlos de la manera incorrecta?"
La invitación del salmo se encuentra
en el versículo 8. “Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que
confía en él"
Gustad, y ved que Jehová es bueno.
Quiero que pensemos por un momento en lo que el salmista está diciendo aquí.
Permítanme comenzar con lo que no está diciendo.
Este probar no es como catar vinos,
donde la persona mira, olfatea, saborea, escupe; y luego hace un comentario
crítico, pero, en realidad, no lo tomó, solo lo probó.
Pero, lamentablemente, así es como muchos
de nosotros experimentamos la bondad del Señor.
A lo que realmente se refiere el
salmista es a todo aquello que se encuentra en el Antiguo y Nuevo Testamento. Venir
a la Palabra con nuestra hambre, nuestros apetitos profundos, nuestro anhelo
por el único que finalmente nos puede satisfacer.
Venir al Señor Jesús quien dice: “Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agra viva" (Jn. 7:37-38).
Gustad, es la invitación a venir con
nuestra hambre más profunda, nuestros mayores anhelos, nuestros deseos más
apasionados y llegar al único que finalmente puede satisfacer esos deseos.
Es una disposición a dejar en las
manos del Señor y a desprendernos de esas cosas de las cuales hemos dicho:
"Tengo que tener esto. Tengo que estar casado. Tengo que tener hijos a los
que les vaya bien en la escuela. Debo tener el respeto de mi esposa o mi
esposo. Tengo que tener este puesto en mi lugar de trabajo. Tengo que tener
este tipo de relación. Tengo que tener esto o no seré feliz ".
Es un arrepentimiento de todos estos
deseos, diciendo: "Señor Jesús, vengo a ti con el deseo que creaste dentro
de mí de que satisfarías lo que solo tú puedes satisfacer". Esa es la
invitación en este salmo.
David habla de ello de esta manera en
el versículo 10: "Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los
que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien".
Esta imagen es bien simple. Los
leones son tan capaces y competentes que, si desean algo, simplemente lo toman.
¿Quién le dice "No" a un león?, ¿verdad?
Pero David dice: "Incluso ellos,
aquellos de quienes esperarías que fueran los más competentes y capaces,
incluso ellos sufren miseria y hambre, pero los que buscan al Señor no carecen
de nada bueno".
Tres veces el salmista dice: A los
que buscan al Señor no les falta ningún bien. Dios no les niega nada bueno a
los que le temen. Él no retendrá ningún bien para con aquel cuyo andar es
perfecto.
Y aquí hay una aplicación desafiante
para ti. Primero, si es bueno para ti tenerlo ahora, Él de ninguna manera te lo
negará.
Pero también significa esto, si eso
que buscas se te niega, significa que ahora mismo no es algo bueno para ti. Ambas
son verdaderas. Incluso "Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien ". Esa es
una hermosa realidad.
“Gustad, y ved que es bueno
Jehová; dichoso el hombre que confía en él". Esta no es la primera vez
que se ofrece la invitación a "gustar y ver" a personas que estaban
en relación con Dios, quien las creó a su imagen.
La primera vez que se hizo esta
invitación fue en el Jardín del Edén, Génesis capítulo 3, donde la serpiente
estaba hablando con la mujer y dijo, después de que ella se rehusara a comer del
fruto: "Debes gustar eso". La serpiente. le dijo a la mujer: “No
moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer
que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol
codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos
los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas
de higuera, y se hicieron delantales” Gén. 3:4-7)". Probaron y vieron,
se avergonzaron y culparon, se taparon y se escondieron. Y ese ha sido el
patrón desde entonces.
Lo bueno que buscas en última
instancia
La invitación todavía está ante
usted. La pregunta es: "¿Qué gustarás y verás con el fin de encontrar lo
bueno que deseas?"
Efesios 3 hace eco de lo que hay en
este pasaje.
La oración del apóstol Pablo fue que
Dios, por su Espíritu, nos fortaleciera en el ser interior para que pudiéramos
gustar y ver que el Señor es bueno, para que podamos experimentar cuán ancho,
largo, alto y profundo es el amor. de Cristo y conocer este amor que sobrepasa todo
conocimiento, que estemos llenos de toda la plenitud y toda la bondad y toda la
hermosura del Señor Jesucristo. Que podamos probar y ver realmente que Él es
bueno.
Una última pregunta. ¿Quién vendrá y
probará, beberá profundamente y descubrirá que el Señor es bueno? Bueno, el
salmo también responde a eso.
En el versículo 2 dice: "Lo
oirán los mansos y se alegrarán". Versículo 11: “Venid, hijos,
oídme”. Solo aquellos que vienen con humildad y como niños pueden saborear
y ver que Él es bueno.
El versículo 9 habla de aquellos que
son santos. “Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que
le temen”. Nuevamente, el versículo 15 y el versículo 17 hablan de los
justos. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al
clamor de ellos… Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus
angustias”.
Solo aquellos que son hechos santos y
justos por la obra consumada del Señor Jesucristo llegan a ser suyos.
¿Quién vendrá? Aquellos que han sido declarados
justos por la fe en Cristo, los cuales se humillan y vienen a Él como niños, quienes
escuchan al Señor Jesús decir: “Yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia" Jn. 10:10.
Aquellos que lo escuchan decir en
Mateo 11:28: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar".
La invitación sigue en pie. "Venga.
Ven con tu hambre, ven con tu apetito, ven con tu sed, pero ven a Mí”, dice el
Señor Jesús. Ese es el único lugar en el que te sentirás lleno y satisfecho.
Terminamos donde comenzamos. El Salmo
34 fue escrito por el rey ungido que fingió estar loco para salvarse de la
muerte. Mil años después de que se escribió este salmo, el verdadero Rey ungido
no llegó a fingir ser algo que no era, sino a convertirse en lo que no era:
nuestro pecado.
No para salvarse de una muerte
segura, sino para llevar sobre él nuestra vergüenza y nuestra muerte, nuestro
pecado.
No para salvarse a sí mismo, sino
para salvarnos eternamente, para que hoy Él pueda invitarnos a dejar de fingir
y regresar y permitir que Él nos llene como solo Él lo puede hacer.
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