viernes, 24 de junio de 2022

Salmo 16

 

Salmo 16

Una herencia escogida para el Siervo del Señor: ¿Quién es Dios para ti?

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

El Salmo 16 presenta la vida de gozo y confianza del creyente resultante de una vida centrada en Dios (salmo 15).

Es un mictam de David. No sabemos el significado de esta palabra. Es probable que se refiera a esas oraciones o súplicas que se hacen de manera silenciosa.

El objetivo principal de este salmo es la confianza que tiene el creyente en que Dios lo conducirá seguro, en cuerpo y alma, a través de la vida y la muerte al gozo pleno, perfecto y eterno, siendo Dios nuestro refugio más seguro, nuestro tesoro supremo, nuestro Señor soberano y nuestro consejero de confianza.

Es posible que alguien pregunte: Pero, en este objetivo no veo una referencia centrada en la resurrección de Cristo, pues, Pedro, en Hechos 2 usa este pasaje como una profecía de que el Señor no se quedaría para siempre en la tumba, sino que resucitaría victorioso.

Indudablemente, siempre que analizamos este salmo debemos llegar a la resurrección del Señor, no obstante, creo que la resurrección de Cristo es un argumento para llegar al punto principal que hemos anunciado.

El creyente tiene una herencia escogida para toda la eternidad, y disfrutará por siempre del Bien Supremo: Dios mismo, debido a que Jesús resucitó.

Ahora, el gran principio universal que nos brinda este cántico es este: Lo que Dios es para ti tendrá repercusiones en tu forma de orar y confiar.

Revisemos las hermosas declaraciones que el salmista hace sobre Dios y cómo luego las usa para confiar en él. Esta es otra forma maravillosa de alimentar nuestras súplicas ante el Trono de la gracia y fortalecer la fe.

En todo el salmo 16 vamos a encontrar que el autor declara y se regocija en lo que Dios es para él como una forma de fortalecer su esperanza al acudir con confianza a la protección de ese Dios maravilloso.

Hoy estaremos viendo: Una herencia escogida para el Siervo del Señor: ¿Quién es Dios para ti?

1. La confianza del siervo en Dios (v. 1-4)

a. Su confianza en Dios (v. 1) “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado

Observemos la relación estrecha que existe entre lo que creemos de Dios y lo que le pedimos. El salmista dice que confía en Dios, que Dios es un refugio para el creyente, por lo tanto, le pide que lo guarde. Eres un refugio seguro, entonces te ruego que me guardes, que me protejas, vengo a vivir bajo tu protección.

De allí la importancia de leer la Biblia de manera inductiva en nuestros devocionales diarios, preguntándole siempre a todo pasaje: Qué me enseñas sobre Dios, qué atributos de Dios me muestras. Solo así le conoceremos más. Y mientras más le conocemos, más razones tendremos para orar y confiar en él en medio de toda tribulación.

Literalmente el salmista ruega diciendo: “Vela sobre mí, oh Dios, porque en ti me he refugiado… Presérvame de todo mal, especialmente de la muerte y del pecado, al que estoy continuamente expuesto, porque en ti, y en ti sólo, me refugio como en el único que me da confianza y seguridad”[1].

El salmista conocía a Dios, y él sabía que si deseaba que su vida llegara a feliz término, y que toda ella fuera para Su gloria, entonces debía acudir confiadamente al Trono de la gracia.

El Señor Jesús, de quien, indudablemente habla este salmo, confió siempre en Su Padre, e, incluso, en el momento de más dolor y adversidad, pudo orar: Ahora está turbada mi alma; y ¿qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? (Jn. 12:27).

Por eso Hebreos 5:7 afirma: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”.

b. Su contentamiento en Dios (v. 2) “Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti”.

El salmista se ha dedicado por completo a Dios, Dios es suyo, esa es la razón por la cual él se acoge a Jehová, y ahora le enseña a su alma para que diga: no hay para mí bien fuera de ti, es decir, todo verdadero bien solo viene de tu parte y está centrado en ti.

Observen el juego de nombres que usa para Dios: Tú dijiste a Yahweh, al que es y siempre será, al que existe por sí mismo, al Dios de Abraham, de Isaac, al Dios de Moisés; tú eres Adonai, mi Señor, mi Soberano, mi todo.

El salmista se regocija en el gobierno soberano de Dios sobre su vida, es por esa razón que luego le dice: No hay para mí bien fuera de ti. Si tú eres mi Rey y mi todo, entonces lo que quiero eres tú, y te agradezco por todas las cosas que me das, porque ellas me hablan de ti. Y no quiero nada en esta vida sino resultará en contemplar tu gloria, tu amor, tu misericordia.

En este mundo todo lo tengo teniéndote a ti, y todas las cosas que vienen a mí gozoso las acepto si me llevan a amarte, sabiendo que no hay ningún bien en nada, por muy valioso que parezca, sino me llevan a ti. Tú eres mi tesoro supremo.

Siendo que Dios es el supremo bien del salmista, entonces, lo que le pertenece a Dios, es de gran valor para él.

c. Su afecto por el pueblo de Dios (v. 3) “Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia”.

Si Dios es nuestra herencia, y somos de él, entonces debemos prolongar nuestro afecto y agrado hacia todos los que son de él. Es imposible amar a Dios sin amar a Su pueblo.

Dios espera que los que le aman a él amen a sus hijos. Todo bien que hacemos a los santos Dios lo toma como hecho a él. Todo mal que causemos a sus hijos, es como si se lo hiciéramos a Él.

El salmista se deleita y complace en los santos porque ellos le llevan a contemplar la obra del Señor en sus corazones, y esto le conduce a deleitarse más en Dios.

“Quienes han sido renovados por la gracia de Dios y dedicados a la gloria de Dios, son santos en la tierra. Cristo se deleita en estos santos en la tierra, a pesar de las debilidades de ellos, la cual es una buena razón para que también nosotros tengamos en ellos nuestra complacencia”[2].

Ahora, siendo que Dios es todo para el creyente, nunca participará de la adoración falsa, él prefiere radicalmente al verdadero Dios.

d. Su adhesión al verdadero culto a Dios (v. 4) “Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en mis labios tomaré sus nombres”.

Es una locura apartarse del Dios que todo lo satisface solo para abrazar dioses que al final te dejan triste. El salmista nunca hará eso, ni siquiera pondrá sus nombres en sus labios.

El Señor Jesús, el verdadero Siervo de Dios, rechazó la falsa adoración cuando Satanás le ofreció todas las glorias de este mundo a cambio de adorarlo. “Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está. Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mt. 4:10).

2. La suerte del siervo del Señor que Dios le ha designado (v. 5-7)

a. Jehová es su porción (v. 5-6) “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado”.

Esta maravillosa declaración nos lleva al momento cuando el Señor le dice al Sumosacerdote Aarón que él y toda la tribu de Leví no recibirán herencia de la tierra de Israel. Esto parecía no ser una buena noticia, pero miren lo que Dios dice luego, esto es lo más maravilloso que se puede oír: “Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel” (Núm. 18:20).

De manera que David, aunque era rey y tenía todo lo que materialmente se puede tener, le dice al Señor: Si hay cien porciones de la más deliciosa comida y bebida en mi mesa, y una de ellas eres Tú mi Señor, esa será mi elección. Nade me satisface, nada me nutre y sostiene, como solo tú lo haces. Mi tesoro entre todos los tesoros. Tú eres mi mayor placer. Tú eres mi ración más apetitosa y nutritiva. Tú eres la copa de mejor vino.

Pero no sólo eso, hay otra verdad sobre Dios que suministra constante confianza al salmista: Tú sustentas mi suerte. Es decir, cuando se lanzan los dados y se gira la rueda, cualquiera sea el resultado, será bueno para mí, porque es Dios quien elige todo lo que ha de acontecer en mi vida, y como soy su hijo, todo será para un bien mayor, para conocerlo y amarlo.

Dios tiene mi suerte. Dios lo decide. Dios lo gobierna. Dios es mi soberano y me alegro de que así sea. No se trata de una simple declaración estoica o de resiliencia. Realmente me regocijo en esta preciosa y consoladora verdad.

b. Jehová es su consejero (v. 7) “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia”.

El siervo del Señor no solo se regocija porque Dios es su refugio, su tesoro, su soberano, su herencia, sino que también es su consejero. 

Y esta es una declaración simple, es el centro de todo. Dios es nuestro refugio, en parte, por la forma cómo nos instruye, nos guía y aconseja llevándonos a Él, a su refugio, a su seguridad.

El refugio no es automático, es interactivo. Si estamos en peligros – de daño, pecado, locura – Dios nos aconseja en cómo escapar. Él nos habla por su palabra revelada: “Pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros” (Sal. 119:24).

Él es nuestro tesoro porque es nuestro consejero. Lo amamos por la belleza de sus consejos. Por cierto, la Biblia nos dice que el Mesías, Jesús, el verdadero Siervo de Dios, sería llamado: “Admirable, Consejero, Dios fuerte” (Is. 9:6).

Y luego de dedicar siete versículos para exaltar lo que Dios es para él, ahora vuelve a la petición del versículo 1, guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Pero esta vez para afirmar con convicción de qué manera Dios lo guardará.

3. La escatología del siervo del Señor que confía en Dios (v. 8-11)

A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (v. 8). Porque Dios es refugio seguro, el especial tesoro, la herencia, el Soberano, el Consejero, entonces, sin titubear el creyente puede decir con convicción: Él está siempre delante de mí para cuidarme, para aconsejarme, para guiarme.

Él me fortalece con su diestra para que yo haga su voluntad; y como estoy cimentado en sus preceptos, entonces, no temeré, nunca seré sacudido por nada al punto de desmayar. No seré conmovido, es decir, seré preservado.

Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción”. (v. 9-10). Siendo que Dios con seguridad me preservará debido a que él es refugio, tesoro, herencia, soberano, consejero; entonces, mi corazón ahora vive alegre, lleno del verdadero gozo.

Y tengo la convicción que, aunque pase por el valle de la sombra y la muerte, no tendré temor alguno, pues, ese no será mi fin. La muerte no terminará la hermosa relación que tiene con Dios. La muerte no anulará todo lo que ha conocido y amado de Dios

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mr. 12:27), por lo tanto, él sabe que por siempre estará en su presencia, y gozará de él sin límites: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (v. 11).

El valle de la sombra y de muerte se convertirá en senda de vida, pues, llevará al creyente a la directa presencia del Señor, y al contemplarlo en gloria hallará la plenitud del gozo, las delicias inimaginables que no pudo disfrutar a perfección debido a su condición imperfecta en esta tierra.

Entonces se cumplirá lo que dijera el Señor: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8).

Aplicaciones:

Hermano en la fe, de todo lo aprendido podemos concluir, a manera de aplicación: Dios te llevará, en cuerpo y alma, a través de la vida y la muerte al placer pleno y eterno, si Él es tu refugio más seguro, tu tesoro supremo, tu Señor soberano, tu herencia bendita y tu consejero de confianza.

Pero, ¿cuál es la base o el fundamento para que tengamos la seguridad de que viviremos para siempre en el gozo de Dios? La respuesta es: Por la resurrección de Aquel que es más grande que David. Por la resurrección de Aquel que, aunque era del linaje de David, es más grande que él. Por la resurrección de Aquel que aunque era rey de la línea de David, después de él no habría un sucesor, porque Él reinaría para siempre, pues, moriría una vez, su cuerpo no vería corrupción, pues, resucitaría al tercer día, y viviría para siempre gobernando a la diestra del Padre.

Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hch. 2:29-33).



[1] Henry, Matthew. Comentario Bíblico. Página 559

[2] Henry, Mathhew. Comentario Bíblico. Página 559

No hay comentarios: