Salmo 16
Una herencia escogida para el Siervo
del Señor: ¿Quién es Dios para ti?
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
El Salmo 16 presenta la vida de gozo
y confianza del creyente resultante de una vida centrada en Dios (salmo 15).
Es un mictam de David. No sabemos el
significado de esta palabra. Es probable que se refiera a esas oraciones o
súplicas que se hacen de manera silenciosa.
El objetivo principal de este salmo
es la confianza que tiene el creyente en que Dios lo conducirá seguro, en
cuerpo y alma, a través de la vida y la muerte al gozo pleno, perfecto y
eterno, siendo Dios nuestro refugio más seguro, nuestro tesoro supremo, nuestro
Señor soberano y nuestro consejero de confianza.
Es posible que alguien pregunte:
Pero, en este objetivo no veo una referencia centrada en la resurrección de Cristo,
pues, Pedro, en Hechos 2 usa este pasaje como una profecía de que el Señor no
se quedaría para siempre en la tumba, sino que resucitaría victorioso.
Indudablemente, siempre que
analizamos este salmo debemos llegar a la resurrección del Señor, no obstante,
creo que la resurrección de Cristo es un argumento para llegar al punto
principal que hemos anunciado.
El creyente tiene una herencia
escogida para toda la eternidad, y disfrutará por siempre del Bien Supremo:
Dios mismo, debido a que Jesús resucitó.
Ahora, el gran principio universal
que nos brinda este cántico es este: Lo que Dios es para ti tendrá
repercusiones en tu forma de orar y confiar.
Revisemos las hermosas declaraciones
que el salmista hace sobre Dios y cómo luego las usa para confiar en él. Esta
es otra forma maravillosa de alimentar nuestras súplicas ante el Trono de la
gracia y fortalecer la fe.
En todo el salmo 16 vamos a encontrar
que el autor declara y se regocija en lo que Dios es para él como una forma de
fortalecer su esperanza al acudir con confianza a la protección de ese Dios
maravilloso.
Hoy estaremos viendo: Una herencia
escogida para el Siervo del Señor: ¿Quién es Dios para ti?
1. La confianza del siervo en Dios
(v. 1-4)
a. Su confianza en Dios (v. 1) “Guárdame,
oh Dios, porque en ti he confiado”
Observemos la relación estrecha que
existe entre lo que creemos de Dios y lo que le pedimos. El salmista dice que
confía en Dios, que Dios es un refugio para el creyente, por lo tanto, le pide
que lo guarde. Eres un refugio seguro, entonces te ruego que me guardes, que me
protejas, vengo a vivir bajo tu protección.
De allí la importancia de leer la
Biblia de manera inductiva en nuestros devocionales diarios, preguntándole
siempre a todo pasaje: Qué me enseñas sobre Dios, qué atributos de Dios me
muestras. Solo así le conoceremos más. Y mientras más le conocemos, más razones
tendremos para orar y confiar en él en medio de toda tribulación.
Literalmente el salmista ruega
diciendo: “Vela sobre mí, oh Dios, porque en ti me he refugiado… Presérvame de
todo mal, especialmente de la muerte y del pecado, al que estoy continuamente
expuesto, porque en ti, y en ti sólo, me refugio como en el único que me da
confianza y seguridad”[1].
El salmista conocía a Dios, y él
sabía que si deseaba que su vida llegara a feliz término, y que toda ella fuera
para Su gloria, entonces debía acudir confiadamente al Trono de la gracia.
El Señor Jesús, de quien,
indudablemente habla este salmo, confió siempre en Su Padre, e, incluso, en el
momento de más dolor y adversidad, pudo orar: Ahora está turbada mi alma; y
¿qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? (Jn. 12:27).
Por eso Hebreos 5:7 afirma: “Y
Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y
lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor
reverente”.
b. Su contentamiento en Dios (v. 2) “Oh
alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti”.
El salmista se ha dedicado por
completo a Dios, Dios es suyo, esa es la razón por la cual él se acoge a
Jehová, y ahora le enseña a su alma para que diga: no hay para mí bien fuera
de ti, es decir, todo verdadero bien solo viene de tu parte y está centrado
en ti.
Observen el juego de nombres que usa
para Dios: Tú dijiste a Yahweh, al que es y siempre será, al que existe por sí
mismo, al Dios de Abraham, de Isaac, al Dios de Moisés; tú eres Adonai, mi
Señor, mi Soberano, mi todo.
El salmista se regocija en el
gobierno soberano de Dios sobre su vida, es por esa razón que luego le dice: No
hay para mí bien fuera de ti. Si tú eres mi Rey y mi todo, entonces lo que
quiero eres tú, y te agradezco por todas las cosas que me das, porque ellas me
hablan de ti. Y no quiero nada en esta vida sino resultará en contemplar tu
gloria, tu amor, tu misericordia.
En este mundo todo lo tengo
teniéndote a ti, y todas las cosas que vienen a mí gozoso las acepto si me
llevan a amarte, sabiendo que no hay ningún bien en nada, por muy valioso que
parezca, sino me llevan a ti. Tú eres mi tesoro supremo.
Siendo que Dios es el supremo bien
del salmista, entonces, lo que le pertenece a Dios, es de gran valor para él.
c. Su afecto por el pueblo de Dios
(v. 3) “Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda
mi complacencia”.
Si Dios es nuestra herencia, y somos
de él, entonces debemos prolongar nuestro afecto y agrado hacia todos los que
son de él. Es imposible amar a Dios sin amar a Su pueblo.
Dios espera que los que le aman a él
amen a sus hijos. Todo bien que hacemos a los santos Dios lo toma como hecho a
él. Todo mal que causemos a sus hijos, es como si se lo hiciéramos a Él.
El salmista se deleita y complace en
los santos porque ellos le llevan a contemplar la obra del Señor en sus
corazones, y esto le conduce a deleitarse más en Dios.
“Quienes han sido renovados por la
gracia de Dios y dedicados a la gloria de Dios, son santos en la tierra. Cristo
se deleita en estos santos en la tierra, a pesar de las debilidades de ellos,
la cual es una buena razón para que también nosotros tengamos en ellos nuestra complacencia”[2].
Ahora, siendo que Dios es todo para
el creyente, nunca participará de la adoración falsa, él prefiere radicalmente
al verdadero Dios.
d. Su adhesión al verdadero culto a
Dios (v. 4) “Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes
a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en mis labios tomaré
sus nombres”.
Es una locura apartarse del Dios que
todo lo satisface solo para abrazar dioses que al final te dejan triste. El
salmista nunca hará eso, ni siquiera pondrá sus nombres en sus labios.
El Señor Jesús, el verdadero Siervo
de Dios, rechazó la falsa adoración cuando Satanás le ofreció todas las glorias
de este mundo a cambio de adorarlo. “Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás,
porque escrito está. Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mt.
4:10).
2. La suerte del siervo del Señor que
Dios le ha designado (v. 5-7)
a. Jehová es su porción (v. 5-6) “Jehová
es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas
me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado”.
Esta maravillosa declaración nos
lleva al momento cuando el Señor le dice al Sumosacerdote Aarón que él y toda
la tribu de Leví no recibirán herencia de la tierra de Israel. Esto parecía no
ser una buena noticia, pero miren lo que Dios dice luego, esto es lo más
maravilloso que se puede oír: “Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de ellos
no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad
en medio de los hijos de Israel” (Núm. 18:20).
De manera que David, aunque era rey y
tenía todo lo que materialmente se puede tener, le dice al Señor: Si hay cien porciones
de la más deliciosa comida y bebida en mi mesa, y una de ellas eres Tú mi
Señor, esa será mi elección. Nade me satisface, nada me nutre y sostiene, como
solo tú lo haces. Mi tesoro entre todos los tesoros. Tú eres mi mayor placer.
Tú eres mi ración más apetitosa y nutritiva. Tú eres la copa de mejor vino.
Pero no sólo eso, hay otra verdad
sobre Dios que suministra constante confianza al salmista: Tú sustentas mi
suerte. Es decir, cuando se lanzan los dados y se gira la rueda, cualquiera sea
el resultado, será bueno para mí, porque es Dios quien elige todo lo que ha de
acontecer en mi vida, y como soy su hijo, todo será para un bien mayor, para
conocerlo y amarlo.
Dios tiene mi suerte. Dios lo decide.
Dios lo gobierna. Dios es mi soberano y me alegro de que así sea. No se trata
de una simple declaración estoica o de resiliencia. Realmente me regocijo en
esta preciosa y consoladora verdad.
b. Jehová es su consejero (v. 7) “Bendeciré
a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia”.
El siervo del Señor no solo se
regocija porque Dios es su refugio, su tesoro, su soberano, su herencia, sino
que también es su consejero.
Y esta es una declaración simple, es
el centro de todo. Dios es nuestro refugio, en parte, por la forma cómo nos instruye,
nos guía y aconseja llevándonos a Él, a su refugio, a su seguridad.
El refugio no es automático, es
interactivo. Si estamos en peligros – de daño, pecado, locura – Dios nos
aconseja en cómo escapar. Él nos habla por su palabra revelada: “Pues tus
testimonios son mis delicias y mis consejeros” (Sal. 119:24).
Él es nuestro tesoro porque es
nuestro consejero. Lo amamos por la belleza de sus consejos. Por cierto, la
Biblia nos dice que el Mesías, Jesús, el verdadero Siervo de Dios, sería
llamado: “Admirable, Consejero, Dios fuerte” (Is. 9:6).
Y luego de dedicar siete versículos
para exaltar lo que Dios es para él, ahora vuelve a la petición del versículo
1, guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Pero esta vez para
afirmar con convicción de qué manera Dios lo guardará.
3. La escatología del siervo del
Señor que confía en Dios (v. 8-11)
“A Jehová he puesto siempre
delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (v. 8). Porque
Dios es refugio seguro, el especial tesoro, la herencia, el Soberano, el
Consejero, entonces, sin titubear el creyente puede decir con convicción: Él
está siempre delante de mí para cuidarme, para aconsejarme, para guiarme.
Él me fortalece con su diestra para
que yo haga su voluntad; y como estoy cimentado en sus preceptos, entonces, no
temeré, nunca seré sacudido por nada al punto de desmayar. No seré conmovido,
es decir, seré preservado.
“Se alegró por tanto mi corazón, y
se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi
alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción”. (v. 9-10). Siendo
que Dios con seguridad me preservará debido a que él es refugio, tesoro,
herencia, soberano, consejero; entonces, mi corazón ahora vive alegre, lleno
del verdadero gozo.
Y tengo la convicción que, aunque
pase por el valle de la sombra y la muerte, no tendré temor alguno, pues, ese
no será mi fin. La muerte no terminará la hermosa relación que tiene con Dios.
La muerte no anulará todo lo que ha conocido y amado de Dios
Dios no es Dios de muertos, sino de
vivos (Mr. 12:27), por lo tanto, él sabe que por siempre estará en su
presencia, y gozará de él sin límites: “Me mostrarás la senda de la vida; en
tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (v.
11).
El valle de la sombra y de muerte se
convertirá en senda de vida, pues, llevará al creyente a la directa presencia
del Señor, y al contemplarlo en gloria hallará la plenitud del gozo, las delicias
inimaginables que no pudo disfrutar a perfección debido a su condición
imperfecta en esta tierra.
Entonces se cumplirá lo que dijera el
Señor: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”
(Mt. 5:8).
Aplicaciones:
Hermano en la fe, de todo lo
aprendido podemos concluir, a manera de aplicación: Dios te llevará, en cuerpo
y alma, a través de la vida y la muerte al placer pleno y eterno, si Él es tu
refugio más seguro, tu tesoro supremo, tu Señor soberano, tu herencia bendita y
tu consejero de confianza.
Pero, ¿cuál es la base o el
fundamento para que tengamos la seguridad de que viviremos para siempre en el
gozo de Dios? La respuesta es: Por la resurrección de Aquel que es más grande
que David. Por la resurrección de Aquel que, aunque era del linaje de David, es
más grande que él. Por la resurrección de Aquel que aunque era rey de la línea
de David, después de él no habría un sucesor, porque Él reinaría para siempre,
pues, moriría una vez, su cuerpo no vería corrupción, pues, resucitaría al
tercer día, y viviría para siempre gobernando a la diestra del Padre.
“Varones hermanos, se os puede
decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro
está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con
juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne,
levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de
la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne
vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos” (Hch. 2:29-33).
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