viernes, 24 de junio de 2022

Salmo 14

 

La necedad de la incredulidad y sus nefastas consecuencias

Salmo 14

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

El Salmo 14 y el 53 son muy parecidos. Ambos describen la necedad del ateísmo y sus terribles consecuencias. En el caso del Salmo 14 el objetivo es afirmar a un pueblo que está enfrentando el pecado, y el objetivo del 53 es afirmar a un pueblo que enfrenta una calamidad nacional.

La diferencia entre los dos capítulos se encuentra en el verso 5 de ambos.

Ellos temblaron de espanto; porque Dios está con la generación de los justos. Del consejo del pobre se han burlado, pero Jehová es su esperanza” (Sal. 14:5-6)

Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo, porque Dios ha esparcido los huesos del que puso asedio contra ti; los avergonzaste, porque Dios los desechó” (Sal. 53:5).

El salmo 14 nos presenta una descripción de la necedad de la incredulidad, sus consecuencias y el camino para su solución.

Es una radiografía de la condición espiritual y moral de todo el género humano, tal y como es visto por Dios. David, en este salmo, presenta la realidad espiritual que caracteriza a los enemigos del pueblo de Dios, pero, también es una advertencia al autoexamen de todos los creyentes.

1. La condición espiritual del mundo incrédulo (v. 1, 4).

2. La perspectiva divina sobre el mundo incrédulo (v. 2, 3)

3. El juicio divino sobre el mundo incrédulo (v. 5-6)

4. La liberación del creyente en un mundo incrédulo (v. 7)

1. La condición espiritual del mundo incrédulo (v. 1, 4).

Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (v. 1a). En la década del 60 cientos de miles de cristianos fueron sorprendidos al escuchar a sus ministros y a teólogos en todo el mundo afirmar que Dios estaba muerto. Estos teólogos dijeron que en un mundo científico y tecnológico como el nuestro no había cabida para Dios, que Dios se había vuelto culturalmente irrelevante.

Al leer la primera declaración del verso 1 nos damos cuenta que esto no es nada nuevo. Mil años antes de Cristo, muchos, dentro del pueblo de Dios, se habían atrevido a afirmar que Dios estaba muerto.

En sus corazones, en el centro de su ser, estos necios negaban la existencia de Dios. Pero, ¿por qué la Biblia cataloga como “necios” a todos los que niegan la existencia de Dios? Porque aunque los hombres tienen las evidencias claras de que existe el Dios Soberano y Creador, se resisten a ello y prefieren creer que este mundo es resultado del dios “naturaleza”.

En algunas épocas se adoró al Sol, o la Luna, las Estrellas, las montañas, el agua, etc; como si ellos fueran la fuente de la creación; hoy día se adora a la naturaleza, la tierra, el big ban; como la fuente de toda existencia.

¿Por qué el hombre necio niega la existencia de Dios? Porque ellos quieren vivir como si Dios no existiera. El ateísmo filosófico siempre conduce al ateísmo práctico, y este se manifiesta en una vida disoluta y contraria a las leyes santas del Señor. “Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien” (1b).

De la misma manera como la verdadera fe en Dios va acompañada de buenas obras, la incredulidad va acompañada de toda clase de malas obras. El sabio es el que tiene temor de Dios, por lo tanto, el necio es aquel que no lo reconoce en sus caminos.

Cuando el hombre rompe su relación con Dios, va cayendo de maldad en maldad. Esta es la triste cadena de hundimiento en el pecado que nos describe (Ro. 1:18-23):

Primero, cambiaron la verdad de Dios por una mentira,

Luego, adoraron y sirvieron a las cosas creadas antes que al Creador

Luego, Dios los entregó a pasiones vergonzosas

Luego, se llenaron de todo tipo de maldad, codicia y depravación.

Luego, se llenaron de envidia, asesinato, contienda, engaño y malicia.

Luego, se volvieron chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, arrogantes y jactanciosos.

Luego, inventan formas para hacer el mal, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, despiadados.

Es solo por la gracia común de Dios que no todos los necios ateos terminan de esa manera.

Hoy día muy pocas personas afirman ser ateas, pues, la mayoría se identifica como cristianos, sean estos católicos o evangélicos. Sin embargo, la gran mayoría de ellos, como el necio ateo del Salmo 14, son ateos prácticos.

Ellos viven sin iglesia, sin lectura de la Biblia, sin oración, sin comunión cristiana, sin los sacramentos, sin obediencia a la Ley de Dios. Viven, respiran y planean sin pensar nunca en Dios ni en sus caminos. Ellos dicen que Dios existe, pero ciertamente no existe en sus vidas, ni en sus pensamientos, ni en sus corazones. Ellos también pueden ser llamados necios.

2. La perspectiva divina sobre el mundo incrédulo (v. 2, 3)

Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (v. 2-3).

En estos pasajes encontramos varias verdades duras pero realistas de la naturaleza humana, no solo de los ateos, sino de todas las personas que nacen de varón.

Primero, Dios está mirando a todos los hombres desde su Trono de justicia, santidad y autoridad.

La biblia nos describe a Dios mirando la maldad humana. En tiempos de Noé “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo el designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gén. 6:5).

En Babel se nos dice que “descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres” (Gén. 11:5).

Respecto a Sodoma y Gomorra Dios dijo: “descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí” (Gén. 18:21).

Este mirar de Dios desde lo cielos está relacionado con medir el avance de la maldad humana. Dios cuenta nuestros pecados y recoge en la copa de su santa ira nuestras iniquidades, de manera que cuando llega el colmo de la maldad, Dios desciende para enviar sus juicios destructores sobre el malvado.

Ninguna de las acciones malvadas de los hombres y de la sociedad en general pasan desapercibidas delante de Dios. En la Biblia encontramos con frecuencia que dice: E hizo lo malo ante los ojos de Jehová. Él lo escudriña todo y ninguna de nuestras acciones, pensamientos, intenciones u omisiones pasan desapercibidas delante de él.

Y, ¿qué es lo que Dios encuentra cuando mira a los hombres? Solo maldad, pecado, rebeldía, incredulidad, necedad, ignorancia de sus caminos. Nadie busca a Dios porque nos hemos vuelto tontos, nuestras mentes están nubladas y nuestro pensamiento está en tinieblas.

Y lo peor es que el pecado se extendió como una plaga mortal a todos los seres humanos, ninguno escapó de su contagio maligno, por lo tanto, todos los seres humanos nos hemos desviado del propósito por el cual Dios nos hizo, ninguno vive para Su gloria, y todos nos corrompimos en nuestra mente, en nuestro concepto sobre el bien y el mal, en lo que creemos de la vida, de la muerte, en nuestro actuar y en nuestro pensar. Somos corruptos desde la coronilla de la cabeza hasta la planta de nuestros pies.

Y a causa de esa corrupción que heredamos de nuestro primer padre, Adán, nos hemos vuelto inútiles para hacer lo bueno según Dios. Es decir, no podemos buscar a Dios ni agradarlo con nuestras propias fuerzas, porque nuestras mejores acciones no son buenas, ya que no cumplen con el estándar divino de una buena obra: Que sea hecha para la gloria de Dios, conforme a la Ley de Dios y de todo corazón.

Es por eso que requerimos de una obra de gracia especial en nuestros corazones si es que vamos a ser salvos, pues, si el Espíritu no nos regenera, jamás podríamos buscar a Dios, jamás podríamos creer en Cristo, jamás podríamos cumplir con su Ley santa.

3. El juicio divino sobre el mundo incrédulo (v. 5-6)

¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad, que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, y a Jehová no invocan? Ellos temblaron de espanto; porque Dios está con la generación de los justos. Del consejo del pobre se han burlado, pero Jehová es su esperanza” (v. 4-5).

¿Será que los necios ateos nunca se darán cuenta de las consecuencias de su necedad? ¿Nunca considerarán el terror o el pavor que les espera (v. 5)?

El profeta Isaías dice que Dios tiene reservado un día de terror para todos los soberbios y altivos: “Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido… y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra” (Is. 2:12, 19).

Tanto el salmista como Isaías están hablando del día del Señor, el día de su ira, el día del juicio final. Ese día el necio ateo intentará desesperadamente esconderse del Dios que dice que no existe.

¿Nunca aprenderán los malhechores? Nadie puede escapar de la realidad de Dios. Tarde o temprano llegará el momento en el cual se encontrarán con Dios cara a cara. Ese encuentro será espantoso para aquellos que vivieron como si Dios no existiera. Alguien dijo: Aquí en la tierra hay ateos, pero ninguno en el infierno.

Los ateos, los incrédulos, no solo son enemigos de Dios, sino de Su pueblo redimido por gracia. El incrédulo hace burla de nuestra fe, y se unen para promover el mal y restringir el avance del verdadero Evangelio; no obstante, Dios está con su pequeño pueblo, con el remanente escogido que, aunque muchos son pobres y no son considerados importantes para la sociedad, Dios no destruye al mundo malo en consideración a estos justos que aún viven entre ellos.

4. La liberación del creyente en un mundo incrédulo (v. 7)

!Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel! Cuando Jehová hiciere volver a los cautivos de su pueblo, se gozará Jacob, y se alegrará Israel”.

El creyente sufre aflicciones por causa de los incrédulos. Sufre al ver la perdición de ellos, sufre porque ellos lo persiguen y desprecian, sufre por el juicio que vendrá sobre ellos. Pero, a pesar de este cuadro tan desesperanzador que nos presenta el salmista sobre la condición espiritual y moral de buena parte de la humanidad, finaliza con un canto de esperanza: De Sion saldrá la salvación de Israel, del pueblo escogido.

Nosotros, los amados del Padre desde la eternidad, nacimos en la misma deplorable condición espiritual de los demás, éramos hijos de ira, vendidos al mal, totalmente depravados. Pero de Sion salió nuestra salvación: Jesús.

Él entregó su vida en la Cruz del Calvario, en la ciudad de Jerusalén, donde está ubicado el Monte de Sion, y desde esa cruz brotó una fuente inagotable de salvación para todo aquel que confía en él.

Antes éramos cautivos del pecado y del diablo, como los demás, pero ahora somos libres para andar en santidad, en justicia, en rectitud y en amor a Dios, a su Palabra, a su Cristo, a su evangelio.

Hermanos, que este salmo nos lleve a reflexionar en los siguientes asuntos:

Primero, no olvidar de donde nos rescató el Señor. Éramos por naturaleza sus enemigos. No podíamos hacer el bien. No queríamos buscarlo. Él nos buscó, él nos encontró, él nos capacitó para creer en el Señor, él nos ha convertido en sus hijos, miembros de Su pueblo. Alabemos al Señor todos los días por esa gran misericordia.

Segundo, no olvidemos que Dios mira todo lo que hacemos y pensamos. Sus ojos están sobre nosotros, así como lo están sobre los malos. Vivamos en el temor santo de saber que nuestra vida transcurre delante de su escrutadora mirada. Vivamos Coram Deo.

Tercero, ya sabemos que el incrédulo es necio, torpe, ciego. Él solo puede amar aquellas cosas que considera buenas para sí mismo, aunque sean contrarias a la Ley de Dios. Ellos aman el pecado. Por lo tanto, no esperemos de ellos el bien ni el reconocimiento por nuestra fe. Ellos nos odiarán y se burlarán.

Cuarto, vivamos con la esperanza de que, aunque somos pequeños, débiles e insignificantes para el mundo incrédulo, un día el Señor los juzgará, los castigará y derramará su ira sobre ellos. Más nosotros seremos exaltados en la gloria eterna. Por lo tanto, vivamos con gozo y confianza en medio de este mundo, viviendo en la integridad del justo, dependiendo en todo del Señor Jesucristo, nuestro Redentor.

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