domingo, 3 de julio de 2022

Proverbios 6 20-35

 

Proverbios 6:20-35

Sabiduría en la pureza sexual

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

El libro de Proverbios recoge las enseñanzas morales y espirituales que le dio Salomón a su hijo, el que iba a ser rey, con el fin, no solo de que fuera un rey justo y piadoso, sino para que fuera un hombre de Dios, recto, íntegro, apartado del mal, respetuoso para con todos, trabajador, sano en sus finanzas, equilibrado en sus decisiones, prudente en el uso de la lengua, sabio, benévolo, obediente, consagrado y lleno de gracia delante de Dios y de los hombres.

Por esa razón todos los creyentes estudiamos este maravilloso libro que contiene enseñanzas de vida para todos: niños, jóvenes, adultos, ancianos, hombres, mujeres, solteros, casados, padres, hijos, esposos, esposas, gobernantes, ciudadanos, jefes, empleados, entre otros.

De manera especial este libro tiene mucho que enseñarles a los jóvenes, los cuales, suelen dejarse llevar por el ímpetu de sus pasiones, sin medir las consecuencias desastrosas de ello.

Y uno de los aspectos en los cuales el padre rey instruye a su joven hijo es en el tema de la sexualidad. Él desea que su hijo lleve una vida de dominio propio, y que no gaste sus fuerzas, sus recursos y su honorabilidad en darle rienda suelta a las pasiones de la carne, sino que se guarde en integridad sexual para su futura esposa.

Ese es el tema de esta última sección del capítulo 6. Sabiduría en la pureza sexual.

1. Disciplina para la pureza sexual: las instrucciones de los padres v. 20-23

2. Desarrollando la inteligencia para la pureza sexual v. 24-25

3. Advertencias que promueven la pureza sexual v. 26-35

1. Disciplina para la pureza sexual: las instrucciones de los padres v. 20-23

Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen

Una vez más el sabio proverbista resalta la labor instructiva y correctiva de los padres, y exhorta a los niños y jóvenes a escuchar y obedecer las sabias instrucciones de ellos. De esta manera los jóvenes, no solo evitarán tomar decisiones equivocadas o caer en las trampas del pecado, sino que huirán de los lazos esclavizantes y destructores de la inmoralidad sexual.

Aprendamos las varias lecciones que se extraen de esta sección:

Primera lección, el proverbista rey presupone que los padres piadosos instruyen a sus hijos. Un hijo no puede seguir la enseñanza que sus padres no le dan. Un padre creyente es como Abraham, quien mandó a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio (Gén. 18:19).

Un padre creyente es como el piadoso padre judío, quien obedecía el mandato mosaico de instruir a sus hijos en la Ley santa del Señor: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes… y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deut. 6:7, 9).

La instrucción de los padres solo será piadosa si se fundamenta en la Palabra de Dios, y hacen lo que la madre y abuela de Timoteo practicaron diariamente con él: Enseñarle las Escrituras.

Segunda lección, Dios diseñó a la familia de tal manera que los hijos necesitan o dependen de los padres, no solo para su alimentación, la educación formal y el sustento físico, sino para saber el camino por el que deben andar.

Un hijo no solo tiene privilegios en casa, sino deberes que cumplir. Y uno de ellos es escuchar y obedecer las sabias instrucciones de sus padres. Debe atender a la disciplina, a la corrección y a la instrucción. “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Ef. 6:1-2).

El hijo sabio no infla su vano corazón pensando que sabe más de la vida que sus iletrados padres. El hijo sabio no confía en que maneja mejor la tecnología o las ciencias que sus padres para, torpemente, no obedecerlos en sus instrucciones morales y espirituales.

Tercera lección, el hijo sabio adorna su vida no tanto con alhajas o cadenas de oro o plata, sino con las diademas dignificantes que representan las instrucciones de sus padres. En todo lugar recuerda sus instrucciones y las obedece.

Cuarta lección, cuando un hijo medita y obedece los sabios consejos paternos, estos, al estar basados en la Palabra de Dios, son como una lámpara que alumbra en medio de la oscuridad moral que embarga a este mundo malo, de tal manera que, mientras sus compañeros mundanos corren presurosos a su destrucción, el hijo sabio da la vuelta y anda por el camino de la vida.

Quinta lección, el hijo sabio comprende que las reprensiones, castigos y disciplina no son maltrato, sino, por el contrario, camino de vida e instrucción.

2. Desarrollando la inteligencia para la pureza sexual v. 24-25

Para que te guarden de la mala mujer, de la blandura de la lengua de la mujer extraña. No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos”.

El rey proverbista afirma con convicción que las instrucciones piadosas, basadas en la Palabra de Dios, que los padres dan a sus hijos, la corrección y la disciplina, si se recibe como algo bueno y necesario; todo esto es usado por el Espíritu Santo para librar a los jóvenes de la inmoralidad sexual.

En este caso, siendo que Salomón instruye a su hijo varón que será rey de Israel, le advierte sobre la adulación de la mujer, hermosa y atractiva en lo externo, pero astuta en sus palabras y gestos para atrapar en sus redes de pecado sexual al joven príncipe.

No obstante, el mismo principio es válido para nuestras hijas. Ellas deben oír los sabios consejos de los padres para que sean libradas de las garras malvadas de hombres que tratan de seducirlas hacia la inmoralidad sexual.

¿Cómo engaña la inmoralidad sexual a través de la mala mujer o del mal hombre?

Primero, con un lenguaje insinuante, adulando. “Profesa el amor más profundo, pero solo busca la satisfacción de sus propias pasiones detestables y sirve a sus intereses particulares a expensas de lo que resulta más valioso para su sincero admirador: Su lengua está llena de falsedad”[1].

Segundo, con el atractivo físico, la química. La belleza física no es mala en sí misma. Una mujer puede ser piadosa y hermosa físicamente. Pero ella sabe manejar, a la luz de la Palabra de Dios, su belleza, de tal manera que no se convierta en fuente de tentación para otros. Ella procura que la belleza espiritual y la piedad resalten por encima de lo externo, lo cual es efímero.

Pero la belleza de la mujer extraña (la impía que no tiene pudor ni recato) es fuente de tentación para los insensatos.

Un hombre piadoso, cuando ve a una mujer mala, con belleza externa y ojos seductores, solo ve a un hermoso vestido cubriendo las llagas virulentas de la lepra del pecado sexual. Lo mismo sucede con la mujer piadosa cuando ve a un hombre con cuerpo, cara y sonrisa seductora hacia el mal; es solo un vestido hermoso cubriendo los gusanos asquerosos del pecado de la inmoralidad.

Si aprendemos así a ver a todo aquel que es fuente de tentación, escaparemos de las garras de la inmoralidad sexual.

Tercero, no solo debemos evitar caer en las redes destructoras de quien seduce hacia el mal, sino en la codicia o el deseo de tu corazón. “Codiciar en el corazón es adulterio delante de Dios, y sería preferible sacarnos los ojos antes de que nuestros corazones se inflamaran con la codicia (cf. Mt. 5:29). Pero los pensamientos impuros no suelen descansar en paz. Empujan al hombre que los alberga a cometer actos pecaminosos”[2].

3. Advertencias que promueven la pureza sexual v. 26-35

Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón. ¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare. No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa. Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada. Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones”.

Con el fin de animar a su hijo a evitar la inmoralidad sexual, el proverbista le presenta las terribles consecuencias que acarrea cualquier pecado de inmoralidad sexual.

Estudiemos estas advertencias, de tal manera que seamos sacudidos por el poder del Espíritu, para que huyamos de este destructor pecado.

Primera advertencia, la inmoralidad sexual conduce a la pobreza. Todos le tememos a la pobreza. Los pobres desean salir de esa situación. Pero el adúltero e inmoral se apresura indefectiblemente a la pobreza. Cuando no frenamos nuestras pasiones con el poder santificante de la Palabra de Dios, la oración y la comunión con los santos; nos debocamos en una carrera desenfrenada hacia nuestra propia destrucción.

El inmoral deja que sus ojos sean cegados por la pasión, y su alma es tan poseída por la lujuria que debe satisfacerla siempre, así tenga que gastar todo su dinero.

Cuando la pasión doblega el alma del hombre no le importan las consecuencias desastrosas que eso traerá.

Segunda advertencia, el hombre que cede ante la lujuria no sólo dañará su economía, sino que será castigado.

Así como Sodoma y Gomorra sufrieron el fuego de la ira de Dios por su inmoralidad, igualmente la persona que cede ante el pecado sexual sufrirá muchos castigos de toda clase. Dios se desagrada de él, y al final sufrirá el eterno fuego de su ira.

Pero en esta vida será desdichado, su conciencia lo atormentará, no tendrá paz ni tranquilidad. Vivirá en el temor de ser descubierto en su maldad.

Tercera advertencia, no juguemos al fuerte en las relaciones con el sexo opuesto. El deseo sexual es algo intrínseco a la raza humana, Dios nos hizo así. De tal manera que un día un hombre y una mujer se unirán en sagrado matrimonio y tendrán relaciones íntimas. Pero cuando ese deseo surge antes del matrimonio debe ser apaciguado por medio de la lectura de la Ley de Dios, la oración, la vida comunitaria cristiana.

Los hombres y las mujeres debemos aprender que no podemos jugar a mantener comunión constante con una persona del sexo opuesto y que eso no desembocará en el deseo. Así funcionamos los humanos.

Por lo tanto, el consejo sabio es: No juguemos con fuego, porque nos vamos a quemar, y el resultado será desastroso. Amistades muy cercanas entre un hombre y una mujer, deben ser evitados, salvo que sean esposos.

Esto es algo tan serio que los pastores de la Iglesia de Cristo, en todas las épocas han advertido sobre los peligros de la cercanía entre un hombre y una mujer. Leandro de Sevilla (Siglo VI) escribió: “¿Quién guardará el fuego en su regazo y no se quemará? El fuego y la estopa, tan contrarios entre sí, juntos en uno, prenden las llamas. El sexo diverso del varón y la mujer, si se juntan, se excitan hacia donde les lleva la ley natural”[3].

Cuarta advertencia, el que cae en adulterio, el que tiene relaciones íntimas pecaminosas con la mujer de su prójimo, o con el marido de su prójimo, tarde que temprano sufrirá por ello. Cuando el otro cónyuge se dé cuenta, y se dará cuenta, pues, no hay nada oculto que no se haya de descubrir, vendrán los reproches, vendrá el dolor, vendrá el divorcio, el sufrimiento de los hijos, la vergüenza para la iglesia de Cristo, el reproche de la sociedad contra el evangelio, la venganza del cónyuge víctima.

Quinta advertencia, el que cae en inmoralidad sexual, especialmente en adulterio, llevará la vergüenza de su pecado mientras viva. Si bien es cierto que al proceder al arrepentimiento será perdonado por Dios, es probable que su cónyuge se divorcie de él o de ella; y el cónyuge de la persona con que adulteró también experimente hacia él o ella aborrecimiento y desagrado por mucho tiempo.

Sexta advertencia, el que cae en inmoralidad sexual o adulterio será considerado como un fatuo, un tonto, un estúpido que actúa sin pensar; pues, si al que roba un pan la justicia le caerá encima así lo haya hecho por la física necesidad que causa el hambre; peor le irá, delante de la justicia divina, a aquel que, teniendo su propio cónyuge, con quien puede satisfacer lícitamente el deseo íntimo, busca a otra persona para satisfacer su horrenda lujuria.

El que roba un pan por hambre lo hace para preservar la vida, aunque merece el castigo de la ley; pero el que cae en actos impuros destruye la vida al saciar los apetitos animales.

Sabemos que las actuales leyes castigarán duramente al que roba, pero no harán nada en contra del que cae en adulterio. No obstante, cuando los magistrados no castigan las infracciones que merecen la muerte, el Dios del cielo, el Juez de toda la tierra usa la Providencia, y con gran severidad envía sus juicios sobre los infractores.

Recordemos a Ofni y Finees, su padre Eli no los reprendió por sus malvados pecados, pero Dios les quitó la vida. Amnón y Absalón no ganaron nada con la indulgencia de su padre David. Pero, “si estos pecadores escapan del castigo terrenal, que recuerden lo terrible que es esa destrucción que Dios les ha preparado, y que sepan que les será imposible escapar del Juez de todas las cosas. Se quejan de que no pueden apagar el ardor de sus pasiones, pero es más fácil sofocar esos deseos pecaminosos que el fuego que nunca se apagará”[4].

Conclusiones

Estas instrucciones son para todos, incluso para los que somos padres, pues, somos hijos de nuestro Padre Dios. Y le hacemos un gran bien a nuestras almas si atendemos obedientemente a los mandatos de la Escritura, a sus reprensiones e instrucciones.

Las Escrituras son como un padre amoroso que reprende a su hijo, pero, aunque estas reprensiones nos alarmen y asusten, no debemos despreciarlas. “Las amenazas del infierno guardan el camino hacia el Cielo, y nos estimulan con fuerza a mantenernos en la calzada real: el único camino de seguridad. Las amonestaciones que se nos hacen contra el pecado tienen la poderosas virtud de guardarnos de los caminos del destructor”[5].

¿Has caído en la inmoralidad sexual? ¿Eres esclavo de un pecado de inmoralidad? Hoy te invito a que mires a Jesús, y recibas de él dos gracias que transformarán tu sufrida vida: Primera gracia, si miras a la cruz, y lo ves allí colgado en el madero, sufriendo los más indecibles dolores que merecía tu pecado, y te inclinas de corazón ante él, lloras de arrepentimiento ante él, y le suplicas perdone tu maldad; él lo hará. Te convertirá en una nueva persona y te dará el poder para andar en vida nueva.

Segunda gracia, él te demuestra que los hombres y mujeres podemos vivir libres del pecado de la inmoralidad sexual, puesto que él mismo vivió una vida libre de impurezas. En su calidad de hombre se sometió en todo al Padre, fue obediente a él, se sujetó a las instrucciones de sus padres como dice Lucas 2:51-52 “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos… Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”.

Además, de él dicen el autor de Hebreos que es nuestro sacerdote, el cual nos comprende, nos ayuda e intercede por nosotros, ya que conoce nuestras debilidades, y, además, “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15).

Llenémonos de Su gracia, recibamos de él el poder, y confesemos ante él nuestros pecados; él será nuestro amigo y nos ayudará a vencer cualquier vestigio de inmoralidad.

 

 



[1] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Pág. 128

[2] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Página 129

[3] Wright, J. Robert. La Biblia comentada por los padres de la iglesia. Páginas 108, 109

[4] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Pág. 132

[5] Lawson, George. Comentario a Proverbios. Pág. 128

No hay comentarios: