Proverbios de contraste
Proverbios 15
Este sermón fue
predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la
Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede
compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos,
siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los
créditos respectivos a su autor.
En la medida que continuamos con el estudio de
los proverbios de contraste nos damos cuenta que el libro de Proverbios es una
fuente inagotable de sabiduría de vida.
Los principios que encontramos aquí nos ayudan a
conducirnos en vidas tranquilas, fructíferas, llenas del bien, apacibles y
prósperas.
Los antiguos persiguieron la sabiduría de vida,
no solo en Israel sino en las grandes culturas del pasado, como los griegos y
los orientales.
Lamentablemente el hombre de hoy ha perdido el interés
por los asuntos de la sabiduría, pues, da más importancia a lo pragmático y lo
materialista. Ahora el interés es ser exitoso en los negocios, no en la vida.
Lo mediático está por encima de lo eterno o lo duradero.
Pero los cristianos, aunque vivimos en este
siglo, no amamos los valores del mundo, sino los divinos. Por esa razón
estudiamos el libro de los Proverbios. Queremos adornar nuestra salvación con
los más altos principios de vida, no porque seamos salvos al vivir así, sino
porque los salvos son sabios y aman la sabiduría de vida.
En esta oportunidad el proverbista nos da
consejos que se relacionan con 9 aspectos de la vida.
1. La lengua. 2, 4, 7, 23, 28
2. La mirada del Señor. 3, 11, 29
3. Los consejos. 5, 10, 12, 22, 31, 32
4. Riquezas. 6, 16, 27
5. La impiedad y la justicia. 8, 9, 25, 26
6. La alegría y la aflicción. 13, 15, 30
7. La sabiduría y la necedad. 14, 20, 21, 24, 33
8. La ira. 1, 18
9. La pereza. 19
1. La lengua. 2, 4, 7, 23, 28
El libro de Proverbios, y la Biblia en general,
tiene mucho que decirnos sobre la lengua, pues, ella es la puerta que expresa
la sabiduría o la necedad que hay en el interior.
Una persona que usa de manera descuidada su
lengua, podrá jactarse de mucha sabiduría, pero, en realidad, manifiesta la
necedad que le caracteriza.
En estos pasajes la lengua del sabio es
catalogada como: la lengua de los sabios, la lengua apacible, la palabra a
su tiempo, el corazón del justo.
Mientras que la lengua del necio es catalogada
como: la boca de los necios, la perversidad de la lengua, el corazón de los
necios, la boca de los impíos.
¿De qué manera crecemos en sabiduría en el uso de
la lengua?
v. 2. La lengua de los sabios adornará la
sabiduría. El sabio conoce el modo de expresar sus ideas en bellas frases,
las cuales deleitan y edifican a otros: Para que en todo adornen la doctrina
de Dios nuestro Salvador (Tito 2:10). Imitamos a Jesús, de quien se dice: Todos
daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia
que salían de su boca (Lc. 4:22).
Por el contrario, el necio hace que sus labios
expresen la necedad y suciedad que les caracteriza.
v. 4. La lengua apacible es árbol de vida.
El sabio medita en cada palabra, por eso no habla mucho ni es pronto para
responder, pues, procura que sus palabras lleven sanidad, sean curativas y
edificantes. La Palabra de Dios está siempre en sus labios, exhorta con
paciencia, invita al arrepentimiento con amor, y tiene un mensaje evangélico
que compartir.
Por el contrario, la lengua perversa hiere, hace
daño a los demás y a su poseedor.
v. 7. La boca de los sabios esparce sabiduría.
Aunque el sabio no presume de su conocimiento, no lo oculta ni lo guarda para
sí. Él comparte con otros el buen conocimiento que los ayudará. Sus labios
destilan la sabiduría, y en el momento oportuno la comparten, como semillas,
para que otros puedan crecer.
Pero el corazón de los necios hace lo contrario, acumula
para sí lo poco que sabe.
v. 23. El hombre se alegra con la respuesta de
su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! La sabiduría no consiste
solo en decir palabras o cosas correctas, sino en decirlas en el tiempo
oportuno y de la forma correcta; de lo contrario serán de poco valor o ayuda.
v. 28. El corazón del justo piensa para
responder. Hay personas que hablan sin pensar, y terminan haciendo daño;
mientras que el sabio medita en las cosas, y luego habla sabiduría.
2. La mirada del Señor. 3, 11, 29
Ya hemos aprendido que el principio de la
sabiduría es el temor del Señor, y este temor lo acrecentamos cuando vivimos
con la conciencia de que toda nuestra vida se desarrolla delante de los ojos
del Altísimo, vivir, Coram Deo.
v. 3. Los ojos de Jehová están en todo lugar.
Esto sirve de consuelo para los justos y terror para los impíos. Él lo ve todo
porque es Soberano, y porque está en todas partes. Ve lo bueno y lo malo que
hacemos, incluso lo que pensamos, deseamos o las intenciones reales del
corazón.
v. 11. El Seol y el Abadón están delante de
Jehová; ¡Cuánto más los corazones de los hombres! Nosotros no podemos dar
una mirada a los que están en el cielo o en el infierno. Nunca hemos mirado lo
que está más allá de la muerte. Pero Dios, en este momento, está viendo a los
que están en el reino de luz o en las más profundas tinieblas. ¡Cuánto más
conoce él lo profundo de nuestros corazones! Por lo tanto, el sabio busca
honrar a Dios haciendo, pensando, diciendo y sintiendo lo que le es agradable.
v. 29. Jehová está lejos de los impíos; pero
él oye la oración de los justos. Aunque Dios conoce todo, y está presente
en todo lugar, no lo está de la misma manera para todos. De los impíos está
lejos, pues, no tiene comunión con ellos. Pero es muy cercano a los justos, se
deleita escuchando sus oraciones y alabanzas.
3. Los consejos. 5, 10, 12, 22, 31, 32
El consejo es una opinión o recomendación que
alguien recibe respecto a una conducta o una decisión que debe tomar. Por lo
general, quien da el consejo tiene más experiencia que la persona aconsejada en
ese asunto.
La Biblia nos da muchos ejemplos del cómo seguir
los sabios consejos produce bienestar, mientras que desecharlos trae
calamidades. Solo basta con recordar a Roboam, el hijo del sabio Salomón, quien
no quiso escuchar los consejos de los ancianos consejeros de Salomón, sino que
prefirió seguir las torpes recomendaciones de otros jóvenes como él; y el
resultado fue perder diez tribus de Israel, la división del reino.
Por lo tanto, el sabio es aquel que busca el
consejo de personas más experimentadas que él, con más conocimiento, y el necio
es el que no escucha consejos, sino que, en su soberbia, cree saberlo todo.
v. 5. El necio menosprecia el consejo de su
padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. Es
responsabilidad de los padres, superiores o tutores dar instrucción y corrección,
amonestación y disciplina. Y esto tiene como objetivo que los hijos lleguen a
ser prudentes, que no tomen decisiones apresuradas, que midan las consecuencias
de sus acciones, y lleguen a ser sabios.
Pero el hijo que rechaza la instrucción o desprecia
la disciplina, es tonto, su fin no será bueno, y sufrirá muchos dolores.
v. 10. La reconvención es molesta al que deja
el camino; y el que aborrece la corrección morirá. Los que no soportan ser
corregidos deben esperar ser destruidos.
v. 12. El escarnecedor no ama al que le
reprende, ni se junta con los sabios. La necedad del hombre es tal que le
lleva a odiar a aquel que procura su bien, así como los hijos tontos hacen a un
lado a sus padres porque los aconsejan y los disciplinan; o, así como los
hombres se alejan de los piadosos para buscar la compañía de los necios. Su fin
no será de bienestar.
v. 22. Los pensamientos son frustrados donde
no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman. Los
gobernantes necesitan tener un cuerpo de consejeros de hombres sabios y
expertos, pues, de lo contrario, fracasarán en sus planes. Igualmente sucede
con los gobernantes de las iglesias, ellos requieren tener un grupo de
consejeros sabios, de lo contrario habrá muchos fracasos.
v. 31. El oído que escucha las amonestaciones
de la vida, entre los sabios morará. El que quiere enseñar debió y debe
estar dispuesto a aprender, el que quiere gobernar, debió aprender a obedecer.
El hijo que desea el bien debe aprender a obedecer a sus padres, y aprovechar
la disciplina correctiva. El que desea llevar una vida agradable debe aprender
a amar las correcciones que otros les hacen.
v. 32. El que tiene en poco la disciplina
menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. Aceptar
con agrado y atención las correcciones que nos hacen los superiores o amigos o
hermanos es muestra de humildad, el tal crecerá en conocimiento y le irá bien.
No así con el que rechaza, ridiculiza o desprecia la instrucción.
4. Riquezas. 6, 16, 17, 27
Si bien es cierto que Jehová enriquece y
empobrece a quien quiere, también es sabido que una de las formas de enriquecer
es dar sabiduría y buen sentido de administración. Por eso el libro contiene
sendos consejos respecto a las riquezas o los bienes materiales.
v. 6. En la casa del justo hay gran provisión;
pero turbación en las ganancias del impío. Dios mismo se encarga de dar
provisión a aquellos que en todos sus negocios actúan con justicia, con
rectitud, no quitándole nada a nadie, ni aprovechándose de los otros.
Tal vez nunca llegue a tener riquezas, pero su
conciencia estará tranquila, y disfrutará de la paz, que es un bien muy
preciado.
No así con el que obtiene ganancias a través del
pecado. El justo procura que ni un solo peso sea obtenido de manera injusta.
v. 16. Mejor es lo poco con el temor de
Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación. Es mejor tener unos pocos
centavos obtenidos de manera correcta que millones, a través de maldad. Es
mejor tener poco y vivir en paz que mucho y vivir en turbación.
El sabio experimenta contentamiento con lo que
tiene, y aprende a vivir agradecido con ello. No necesita de grandes riquezas
para disfrutar de las cosas que Dios le da. Es feliz con poco. No así con el
malo, pues, aunque logre amasar grandes riquezas, en su vida solo hay
turbación, problemas, temores.
v. 17. Mejor es la comida de legumbres donde
hay amor, que de buey engordado donde hay odio. La paz y la alegría son dos
valores que no tienen precio. Conocemos la casa del humilde, donde solo tienen
para comer cosas sencillas, pero se disfruta de un ambiente tranquilo, pacífico
y alegre. No así con la casa donde todos se esmeran por obtener lujos y
placeres, pues, aunque obtengan todo lo que el hombre necesita, al no tener
comunión con Dios, entre ellos mismos experimentan odios, rencores,
maledicencias e infelicidad.
v. 27. Alborota su casa el codicioso; mas el
que aborrece el soborno vivirá. Muchos se enriquecen a través de sobornos o
prebendas, pero una vez la justicia o la sociedad lo descubre, su casa vive en
constante alboroto. Es mejor tener poco, pero con el temor de Dios.
5. La impiedad y la justicia. 8, 9, 25, 26
Hay impíos que se engañan a sí mismo, pensando
que a pesar de ello podrán ser aceptos ante Dios, que el Señor es tan
misericordioso que no tendrá en cuenta su maldad. Pero se engañan vilmente,
pues, Dios los aborrece y su ira está sobre ellos.
v. 8. El sacrificio de los impíos es
abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo. Algunos
impíos desean alcanzar el favor del cielo trayendo grandes dones u ofrendas al
templo del Señor, o haciendo grandes obras benéficas, o cumpliendo ciertos
ritos; pero todo es despreciable ante el Señor.
Pero hay algo que alegra el corazón divino: La
oración de los que han sido justificados. Dios se agrada cuando escucha las
oraciones de Su pueblo. Alegremos constantemente el corazón de nuestro Dios.
v. 9. Abominación es a Jehová el camino del
impío; mas él ama al que sigue justicia. La aceptación ante Dios no trata
de actos aislados de devoción, sino de andar en el camino de la vida, en
Cristo, el camino de la justicia.
v. 25. Jehová asolará la casa de los
soberbios; pero afirmará la heredad de la viuda. Los soberbios oprimen,
desposeen a los más vulnerables, sacan provecho de los demás; Dios los
castigará duramente; pero Dios es el protector de los oprimidos y despojados,
se acordará de ellos.
v. 26. Abominación son a Jehová los
pensamientos del malo; mas las expresiones de los limpios son limpias. Los
malos creen que solo sus actos serán juzgados, pero Dios, quien mira el
corazón, juzga hasta sus pensamientos, y los haya despreciables. Pero no así
con el de corazón limpio, sus pensamientos son puros, por eso Dios se agrada en
él.
6. La alegría y la aflicción. 13, 15, 30
Los creyentes debemos pasar por momentos de
alegría y aflicción. El proverbista nos muestra los resultados de un momento o
del otro.
v. 13. El corazón alegre hermosea el rostro;
mas por el dolor del corazón el espíritu se abate. La alegría santa adorna
la vida del creyente, y este gozo es derivado de la justificación y la
reconciliación con Dios, saberse perdonado y aceptado en Cristo Jesús.
Pero el efecto de la tristeza suele ser
peligroso. Embota el entendimiento, daña la memoria, destruye el vigor del
alma.
Recordemos que el reino de Dios es un reino de “justicia
y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17).
v. 15. Todos los días del afligido son
difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo. Hay
personas que tienen un temperamento depresivo, para quienes es difícil ver algo
bueno en las cosas, debemos orar por ellos y no censurarlos. Mientras que hay
otras personas para quienes todo es color rosa, por lo tanto, siempre tienen un
banquete, y nada les roba ese gozo.
El gozo del Señor es nuestra fortaleza, por lo
tanto, alimentemos nuestra alma con aquellas verdades que incrementan ese gozo.
v. 30. La luz de los ojos alegra el corazón, y
la buena nueva conforta los huesos. El brillo de los ojos se acentúa cuando
escuchamos una buena nueva, la cual conforta los huesos. ¡Cuán agradable es ser
portadores de buenas nuevas! Los creyentes tenemos la mejor buena nueva para
compartir con los perdidos.
7. La sabiduría y la necedad. 14, 20, 21, 24, 33
Proverbios de manera constante presenta los
contrastes entre el sabio y el necio con el fin de animarnos a ser más sabios.
v. 14. El corazón entendido busca la
sabiduría; mas la boca de los necios se alimenta de necedades. Esta es la diferencia
entre el necio y el sabio: El sabio no se conforma con su sabiduría, sino que
busca incrementarla; mientras que el necio se satisface con sus necedades y no
busca remediarlas.
v. 20. El hijo sabio alegra al padre; mas el
hombre necio menosprecia a su madre. Esta es otra diferencia entre el sabio
y el necio. El sabio obedece la instrucción de sus padres, y endereza sus
pasos, por eso alegra a su padre. Pero el necio menosprecia la instrucción y el
consejo de sus padres, por eso es causa de desdicha y aflicción para ellos.
v. 21. La necedad es alegría al falto de
entendimiento; mas el hombre entendido endereza sus pasos. La maldad del
malo no consiste solo en que hace las cosas sin pensarlas, sino en que se
complace en hacer el mal. La peor maldad es cuando hay alegría en hacerle el
mal a otros. No así con el sabio, el cual, cuando se da cuenta que con su
actuar, pensar o sus palabras puede hacer daño a alguien, endereza con la
Palabra su caminar, pues, quiere agradar a Dios en todo.
v. 24. El camino de la vida es hacia arriba al
entendido, para apartarse del Seol abajo. El necio, en todo lo que hace,
muestra que está siendo inflamado por el infierno, y ese será su destino final
sino se aparta de tan perverso caminar. Por el contrario, el sabio, el que
tiene temor de Dios, alimenta con el cielo su pensar, su actuar; y su esperanza
está en ser cada vez más celestial.
v. 33. El temor de Jehová es enseñanza de
sabiduría; y a la honra precede la humildad. Algunos creen que para ser
sabios deben ser personas mayores en edad, o deben haber leído un sinfín de
libros, pero no, lo más importante que se requiere es tener el temor de Jehová.
Este es el principio de la sabiduría. Y aquel que teme al Señor se humilla a sí
mismo, no busca gloria de nadie, obedece y escucha los consejos; por lo tanto,
un día será honrado.
8. La ira. 1, 18
La ira del hombre no obra la justicia de Dios,
por tal razón, el sabio trabaja constantemente para mortificarla.
v. 1. La blanda respuesta quita la ira; mas la
palabra áspera hace subir el furor. El sabio siempre busca estar en paz con
todos, por eso, no atiza la discordia ni aviva el incendio de la discusión
usando palabras ásperas, hirientes u ofensivas. Esto incluye los gestos,
miradas y actitudes con las cuales también se suele ofender.
El sabio imita a Cristo quien cuando le maldecían
respondía con bendición. Spurgeon cuenta que tenía un vecino que no le ayudaba
mucho a cuidar el jardín. Además, el vecino tenía un perro que le hacía daños
al jardín de Spurgeon. Un día Spurgeon le lanzó un palo y le habló ásperamente,
pero el perro tomó el palo en la boca y se lo llevó a los pies de Spurgeon. Él
quedó totalmente desarmado y arrepentido por hablarle tan ásperamente.
v. 18. El hombre iracundo promueve contiendas;
mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla. El sabio procura
reconciliar a los que se han dividido, no así con el necio, a él le gusta echar
leña al fuego de la discordia con sus palabras y actitudes.
El sabio no es ligero en tomar las palabras o
acciones de los demás como ofensas, prefiere pasar por tonto que estar listo a
reaccionar.
9. La pereza. 19
v. 19. El camino del perezoso es como setos de
espinos; mas la vereda de los rectos, como una calzada. Para el perezoso
cualquier emprendimiento o labor está lleno de muchos problemas y riesgos, por
eso desiste, pero para el recto, el laborioso, todo trabajo es una oportunidad
de honrar al Señor con su esfuerzo, a pesar de que haya dificultades en el
camino.
Aplicaciones:
Sé que hemos estado lejos del camino del sabio.
Aún nos falta crecer mucho para usar sabiamente la lengua, para andar en el
temor del Señor todo el día, para aceptar con humildad los consejos de otros,
para administrar nuestros bienes y no poner la esperanza en ellos, para actuar
en justicia y alejarnos de la impiedad, para acrecentar la alegría en nuestros
corazones con el evangelio, para abandonar de manera completa la necedad y ser
más sabios, para dominar la ira y vencer la pereza.
Pero hay uno que es la Sabiduría encarnada,
Jesús, él vivió en este mundo de manera perfecta y sabia, y murió en la cruz
para reconciliarnos con Dios y darnos de su Espíritu, quien nos lleva a vivir
vidas sabias en este mundo.
Busquemos más y más de la gracia que solo está en
él, y así andaremos sabiamente en este mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario