Buenas tardes pastor,
tengo una pregunta. Yo estudio ingeniería
industrial y en la universidad me han enseñado que al vender un
producto debo ponerle un porcentaje de utilidad para que el negocio
sea rentable, y esto me preocupa porque he visto como se roba gracias
a la ambición, mi pregunta es: ¿Que dice la biblia con respecto del
porcentaje de utilidad que se le debe poner a un producto de tal forma
que reponga lo gastado en costos de fabricación, que gane utilidades y
que no se convierta en usura? ¿Puedo montar un negocio de préstamos al
interés?
También le escribo para que me suscriba al cheque del banco de la fe.
Dios le bendiga enormemente y le continue llenando de sabiduría.
Saludos cordiales a Usted, su familia y la iglesia donde sirve.
Giselle
industrial y en la universidad me han enseñado que al vender un
producto debo ponerle un porcentaje de utilidad para que el negocio
sea rentable, y esto me preocupa porque he visto como se roba gracias
a la ambición, mi pregunta es: ¿Que dice la biblia con respecto del
porcentaje de utilidad que se le debe poner a un producto de tal forma
que reponga lo gastado en costos de fabricación, que gane utilidades y
que no se convierta en usura? ¿Puedo montar un negocio de préstamos al
interés?
También le escribo para que me suscriba al cheque del banco de la fe.
Dios le bendiga enormemente y le continue llenando de sabiduría.
Saludos cordiales a Usted, su familia y la iglesia donde sirve.
Giselle
Apreciada Giselle,
Gracias por enviarnos su pregunta.
Creo que su inquietud es muy pertinente en
nuestros tiempos, pues, muchos cristianos, con el sincero deseo de agradar a
Dios, se limitan en algunos asuntos productivos o comerciales, o tienen dudas
respecto a la ética del trabajo que hacen, y la ganancia recibida.
Iniciemos la respuesta afirmando que el
trabajo y la producción, así como la ganancia que se reciben de él, son una
forma de glorificar a Dios y cumplir su voluntad en este mundo.
Dios hizo al hombre para que viviera para
Su gloria, y todo lo que Él le mandó hacer es bueno, santo y necesario.
Uno de los mandatos divinos dados en la
creación, los cuales tienen vigencia mientras exista la creación, es el deber
de trabajar: “Tomó, pues, Jehová Dios al
hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”
(Gén. 2:15).
Aunque el Señor pide que suspendamos nuestras
labores productivas un día a la semana para dedicarnos por completo a la
adoración a Él, no obstante, él nos manda a trabajar seis días para ganar
nuestro sustento: “Seis días trabajarás y
harás toda tu obra” (Éx. 20:9).
El apóstol Pablo ordena a todos los
creyentes que trabajen para ganar su sustento, proveer para su familia y ayudar
a los necesitados “El que hurtaba, no
hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga
qué compartir con el que padece necesidad” (Ef. 4:28). “Y que procuréis tener tranquilidad, y
ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que
os hemos mandando” (1 Tes. 4:11). “Ni
comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y
noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros” (2 Tes. 3:8). También se
debe leer: 2 Tes. 3:10, 11, 12.
De manera que todo cristiano tiene la
obligación de trabajar, aprender un arte o profesión y dedicarse a sus
negocios. Haciendo esto glorificamos al Señor.
Ahora, el trabajo o el sustento material
no lo es todo en la vida. Dios es el todo y él debe ser el centro de nuestro
existir, por lo tanto, aunque vamos a trabajar con gran intensidad y
procuraremos hacerlo de la mejor manera posible, debemos evitar toda tendencia
a la codicia, o el deseo de enriquecernos. Dios puede hacernos ricos, pero eso
no debe ser nuestra obsesión ni nuestro deseo, pues “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contecto con esto. Porque los
que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias
y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de
todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se
estraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim.
6:8-10).
Esto significa que en términos de nuestros
negocios, éstos no deben ser usados para buscar enriquecernos, sino para
procurar nuestro sustento, el de la familia y la ayuda a los necesitados. Por lo
tanto, el valor que vamos a ponerle a los productos que fabricamos o los
servicios que prestamos debe buscar compensar la inversión realizada (dinero,
materiales, personales, etc), y que quede un porcentaje para el sostenimiento
familiar y la ayuda a otros. “El que se
apresura a enriquecerse no será sin culpa” (Prov. 28:20).
Esto no significa que los empresarios
cristianos no puedan ser ricos, pues, si Dios así lo quiere, el negocio o la
empresa pueden crecer, y sin necesidad de cobrar valores despropocionadamente
altos, prosperarán mucho.
El valor que se le de a un producto o
servicio debe ser acorde con la calidad del mismo y la inversión realizada, pues,
aprovecharse de la necesidad (en esta caso, escaséz) para duplicar o triplicar
el valor de un producto, es algo que va contra la ética cristiana: “Pesas falsas y medidas falsas, ambas cosas
son abominación a Jehová” (Prov. 20:10).
Ahora, respecto a los préstamos, si éste
se hace a una persona amiga o hermano en la fe que está pasando por alguna
necesidad, no se le debiera cobrar ningún interés: “Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia…
que no prestare a interés” (Ez. 18:5, 8). “No exigirás de tu hermano interés de dinero, ni interés de comestibles,
ni de cosa alguna de que se suele exigir interés” (det. 23:19).
El creyente, cuando tiene los recursos, se
complace en prestarle al necesitado, sin esperar recibir interés alguno, y en
ocasiones, sin esperar a que le reembolse lo prestado: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando
de ello nada, y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo;
porque él es benigno para con los ingratos y malos” (Lc. 6:35).
Más, si es tu forma de sustento el
trabajar con dinero al préstamo (lo cual debe hacerse de acuerdo a las leyes de
cada nación), entonces sí podrás cobrar interés, pero éste nunca podrá ser
igual o superior a la tasa de usura permitida en cada nación. Se debe pedir un interés
justo que busque, no el enriquecimiento rápido, sino el recuperar los gastos en
que se incurren (seguros, pólizas, etc), la depreciación de la moneda, y una
ganancia que esté acorde con la posible rentabilidad que ese dinero iba a
recibir si se hubiese invertido en un negocio o título valor. Es común que, en
nuestras naciones latinoamericanas, los prestamistas de dinero (no bancarios)
cobrenn intereses diaros, semanales o mensuales que superan con creces los
cobrados por las entidades bancarias, pero esto no corresponde con los
principios escriturales y todo creyente debe evitarlo. Veamos lo que dice la
Palabra de Dios.
Éx. 22:25. Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que
está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura.
Prov. 28:8. El que aumenta sus riquezas
con usura y crecido interés, para aquel que se compadece de los pobres las
aumenta.
En
conclusión, los cristianos debemos ser los mejores trabajadores o empresarios,
pues, con esto glorificamos al Señor. Nuestros productos y servicios deben los
de mejor calidad, y los valores asignados deben ser justos. Haciendo esto,
veremos la bendición del Señor sobre nosotros.
Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez
Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras
preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/