domingo, 3 de julio de 2022

Proverbios 15

 

Proverbios de contraste

Proverbios 15

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.

En la medida que continuamos con el estudio de los proverbios de contraste nos damos cuenta que el libro de Proverbios es una fuente inagotable de sabiduría de vida.

Los principios que encontramos aquí nos ayudan a conducirnos en vidas tranquilas, fructíferas, llenas del bien, apacibles y prósperas.

Los antiguos persiguieron la sabiduría de vida, no solo en Israel sino en las grandes culturas del pasado, como los griegos y los orientales.

Lamentablemente el hombre de hoy ha perdido el interés por los asuntos de la sabiduría, pues, da más importancia a lo pragmático y lo materialista. Ahora el interés es ser exitoso en los negocios, no en la vida. Lo mediático está por encima de lo eterno o lo duradero.

Pero los cristianos, aunque vivimos en este siglo, no amamos los valores del mundo, sino los divinos. Por esa razón estudiamos el libro de los Proverbios. Queremos adornar nuestra salvación con los más altos principios de vida, no porque seamos salvos al vivir así, sino porque los salvos son sabios y aman la sabiduría de vida.

En esta oportunidad el proverbista nos da consejos que se relacionan con 9 aspectos de la vida.

1. La lengua. 2, 4, 7, 23, 28

2. La mirada del Señor. 3, 11, 29

3. Los consejos. 5, 10, 12, 22, 31, 32

4. Riquezas. 6, 16, 27

5. La impiedad y la justicia. 8, 9, 25, 26

6. La alegría y la aflicción. 13, 15, 30

7. La sabiduría y la necedad. 14, 20, 21, 24, 33

8. La ira. 1, 18

9. La pereza. 19

1. La lengua. 2, 4, 7, 23, 28

El libro de Proverbios, y la Biblia en general, tiene mucho que decirnos sobre la lengua, pues, ella es la puerta que expresa la sabiduría o la necedad que hay en el interior.

Una persona que usa de manera descuidada su lengua, podrá jactarse de mucha sabiduría, pero, en realidad, manifiesta la necedad que le caracteriza.

En estos pasajes la lengua del sabio es catalogada como: la lengua de los sabios, la lengua apacible, la palabra a su tiempo, el corazón del justo.

Mientras que la lengua del necio es catalogada como: la boca de los necios, la perversidad de la lengua, el corazón de los necios, la boca de los impíos.

¿De qué manera crecemos en sabiduría en el uso de la lengua?

v. 2. La lengua de los sabios adornará la sabiduría. El sabio conoce el modo de expresar sus ideas en bellas frases, las cuales deleitan y edifican a otros: Para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador (Tito 2:10). Imitamos a Jesús, de quien se dice: Todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca (Lc. 4:22).

Por el contrario, el necio hace que sus labios expresen la necedad y suciedad que les caracteriza.

v. 4. La lengua apacible es árbol de vida. El sabio medita en cada palabra, por eso no habla mucho ni es pronto para responder, pues, procura que sus palabras lleven sanidad, sean curativas y edificantes. La Palabra de Dios está siempre en sus labios, exhorta con paciencia, invita al arrepentimiento con amor, y tiene un mensaje evangélico que compartir.

Por el contrario, la lengua perversa hiere, hace daño a los demás y a su poseedor.

v. 7. La boca de los sabios esparce sabiduría. Aunque el sabio no presume de su conocimiento, no lo oculta ni lo guarda para sí. Él comparte con otros el buen conocimiento que los ayudará. Sus labios destilan la sabiduría, y en el momento oportuno la comparten, como semillas, para que otros puedan crecer.

Pero el corazón de los necios hace lo contrario, acumula para sí lo poco que sabe.

v. 23. El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! La sabiduría no consiste solo en decir palabras o cosas correctas, sino en decirlas en el tiempo oportuno y de la forma correcta; de lo contrario serán de poco valor o ayuda.

v. 28. El corazón del justo piensa para responder. Hay personas que hablan sin pensar, y terminan haciendo daño; mientras que el sabio medita en las cosas, y luego habla sabiduría.

2. La mirada del Señor. 3, 11, 29

Ya hemos aprendido que el principio de la sabiduría es el temor del Señor, y este temor lo acrecentamos cuando vivimos con la conciencia de que toda nuestra vida se desarrolla delante de los ojos del Altísimo, vivir, Coram Deo.

v. 3. Los ojos de Jehová están en todo lugar. Esto sirve de consuelo para los justos y terror para los impíos. Él lo ve todo porque es Soberano, y porque está en todas partes. Ve lo bueno y lo malo que hacemos, incluso lo que pensamos, deseamos o las intenciones reales del corazón.

v. 11. El Seol y el Abadón están delante de Jehová; ¡Cuánto más los corazones de los hombres! Nosotros no podemos dar una mirada a los que están en el cielo o en el infierno. Nunca hemos mirado lo que está más allá de la muerte. Pero Dios, en este momento, está viendo a los que están en el reino de luz o en las más profundas tinieblas. ¡Cuánto más conoce él lo profundo de nuestros corazones! Por lo tanto, el sabio busca honrar a Dios haciendo, pensando, diciendo y sintiendo lo que le es agradable.

v. 29. Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos. Aunque Dios conoce todo, y está presente en todo lugar, no lo está de la misma manera para todos. De los impíos está lejos, pues, no tiene comunión con ellos. Pero es muy cercano a los justos, se deleita escuchando sus oraciones y alabanzas.

3. Los consejos. 5, 10, 12, 22, 31, 32

El consejo es una opinión o recomendación que alguien recibe respecto a una conducta o una decisión que debe tomar. Por lo general, quien da el consejo tiene más experiencia que la persona aconsejada en ese asunto.

La Biblia nos da muchos ejemplos del cómo seguir los sabios consejos produce bienestar, mientras que desecharlos trae calamidades. Solo basta con recordar a Roboam, el hijo del sabio Salomón, quien no quiso escuchar los consejos de los ancianos consejeros de Salomón, sino que prefirió seguir las torpes recomendaciones de otros jóvenes como él; y el resultado fue perder diez tribus de Israel, la división del reino.

Por lo tanto, el sabio es aquel que busca el consejo de personas más experimentadas que él, con más conocimiento, y el necio es el que no escucha consejos, sino que, en su soberbia, cree saberlo todo.

v. 5. El necio menosprecia el consejo de su padre; mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. Es responsabilidad de los padres, superiores o tutores dar instrucción y corrección, amonestación y disciplina. Y esto tiene como objetivo que los hijos lleguen a ser prudentes, que no tomen decisiones apresuradas, que midan las consecuencias de sus acciones, y lleguen a ser sabios.

Pero el hijo que rechaza la instrucción o desprecia la disciplina, es tonto, su fin no será bueno, y sufrirá muchos dolores.

v. 10. La reconvención es molesta al que deja el camino; y el que aborrece la corrección morirá. Los que no soportan ser corregidos deben esperar ser destruidos.

v. 12. El escarnecedor no ama al que le reprende, ni se junta con los sabios. La necedad del hombre es tal que le lleva a odiar a aquel que procura su bien, así como los hijos tontos hacen a un lado a sus padres porque los aconsejan y los disciplinan; o, así como los hombres se alejan de los piadosos para buscar la compañía de los necios. Su fin no será de bienestar.

v. 22. Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman. Los gobernantes necesitan tener un cuerpo de consejeros de hombres sabios y expertos, pues, de lo contrario, fracasarán en sus planes. Igualmente sucede con los gobernantes de las iglesias, ellos requieren tener un grupo de consejeros sabios, de lo contrario habrá muchos fracasos.

v. 31. El oído que escucha las amonestaciones de la vida, entre los sabios morará. El que quiere enseñar debió y debe estar dispuesto a aprender, el que quiere gobernar, debió aprender a obedecer. El hijo que desea el bien debe aprender a obedecer a sus padres, y aprovechar la disciplina correctiva. El que desea llevar una vida agradable debe aprender a amar las correcciones que otros les hacen.

v. 32. El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. Aceptar con agrado y atención las correcciones que nos hacen los superiores o amigos o hermanos es muestra de humildad, el tal crecerá en conocimiento y le irá bien. No así con el que rechaza, ridiculiza o desprecia la instrucción.

4. Riquezas. 6, 16, 17, 27

Si bien es cierto que Jehová enriquece y empobrece a quien quiere, también es sabido que una de las formas de enriquecer es dar sabiduría y buen sentido de administración. Por eso el libro contiene sendos consejos respecto a las riquezas o los bienes materiales.

v. 6. En la casa del justo hay gran provisión; pero turbación en las ganancias del impío. Dios mismo se encarga de dar provisión a aquellos que en todos sus negocios actúan con justicia, con rectitud, no quitándole nada a nadie, ni aprovechándose de los otros.

Tal vez nunca llegue a tener riquezas, pero su conciencia estará tranquila, y disfrutará de la paz, que es un bien muy preciado.

No así con el que obtiene ganancias a través del pecado. El justo procura que ni un solo peso sea obtenido de manera injusta.

v. 16. Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación. Es mejor tener unos pocos centavos obtenidos de manera correcta que millones, a través de maldad. Es mejor tener poco y vivir en paz que mucho y vivir en turbación.

El sabio experimenta contentamiento con lo que tiene, y aprende a vivir agradecido con ello. No necesita de grandes riquezas para disfrutar de las cosas que Dios le da. Es feliz con poco. No así con el malo, pues, aunque logre amasar grandes riquezas, en su vida solo hay turbación, problemas, temores.

v. 17. Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio. La paz y la alegría son dos valores que no tienen precio. Conocemos la casa del humilde, donde solo tienen para comer cosas sencillas, pero se disfruta de un ambiente tranquilo, pacífico y alegre. No así con la casa donde todos se esmeran por obtener lujos y placeres, pues, aunque obtengan todo lo que el hombre necesita, al no tener comunión con Dios, entre ellos mismos experimentan odios, rencores, maledicencias e infelicidad.

v. 27. Alborota su casa el codicioso; mas el que aborrece el soborno vivirá. Muchos se enriquecen a través de sobornos o prebendas, pero una vez la justicia o la sociedad lo descubre, su casa vive en constante alboroto. Es mejor tener poco, pero con el temor de Dios.

5. La impiedad y la justicia. 8, 9, 25, 26

Hay impíos que se engañan a sí mismo, pensando que a pesar de ello podrán ser aceptos ante Dios, que el Señor es tan misericordioso que no tendrá en cuenta su maldad. Pero se engañan vilmente, pues, Dios los aborrece y su ira está sobre ellos.

v. 8. El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo. Algunos impíos desean alcanzar el favor del cielo trayendo grandes dones u ofrendas al templo del Señor, o haciendo grandes obras benéficas, o cumpliendo ciertos ritos; pero todo es despreciable ante el Señor.

Pero hay algo que alegra el corazón divino: La oración de los que han sido justificados. Dios se agrada cuando escucha las oraciones de Su pueblo. Alegremos constantemente el corazón de nuestro Dios.

v. 9. Abominación es a Jehová el camino del impío; mas él ama al que sigue justicia. La aceptación ante Dios no trata de actos aislados de devoción, sino de andar en el camino de la vida, en Cristo, el camino de la justicia.

v. 25. Jehová asolará la casa de los soberbios; pero afirmará la heredad de la viuda. Los soberbios oprimen, desposeen a los más vulnerables, sacan provecho de los demás; Dios los castigará duramente; pero Dios es el protector de los oprimidos y despojados, se acordará de ellos.

v. 26. Abominación son a Jehová los pensamientos del malo; mas las expresiones de los limpios son limpias. Los malos creen que solo sus actos serán juzgados, pero Dios, quien mira el corazón, juzga hasta sus pensamientos, y los haya despreciables. Pero no así con el de corazón limpio, sus pensamientos son puros, por eso Dios se agrada en él.

6. La alegría y la aflicción. 13, 15, 30

Los creyentes debemos pasar por momentos de alegría y aflicción. El proverbista nos muestra los resultados de un momento o del otro.

v. 13. El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate. La alegría santa adorna la vida del creyente, y este gozo es derivado de la justificación y la reconciliación con Dios, saberse perdonado y aceptado en Cristo Jesús.

Pero el efecto de la tristeza suele ser peligroso. Embota el entendimiento, daña la memoria, destruye el vigor del alma.

Recordemos que el reino de Dios es un reino de “justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17).

v. 15. Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo. Hay personas que tienen un temperamento depresivo, para quienes es difícil ver algo bueno en las cosas, debemos orar por ellos y no censurarlos. Mientras que hay otras personas para quienes todo es color rosa, por lo tanto, siempre tienen un banquete, y nada les roba ese gozo.

El gozo del Señor es nuestra fortaleza, por lo tanto, alimentemos nuestra alma con aquellas verdades que incrementan ese gozo.

v. 30. La luz de los ojos alegra el corazón, y la buena nueva conforta los huesos. El brillo de los ojos se acentúa cuando escuchamos una buena nueva, la cual conforta los huesos. ¡Cuán agradable es ser portadores de buenas nuevas! Los creyentes tenemos la mejor buena nueva para compartir con los perdidos.

7. La sabiduría y la necedad. 14, 20, 21, 24, 33

Proverbios de manera constante presenta los contrastes entre el sabio y el necio con el fin de animarnos a ser más sabios.

v. 14. El corazón entendido busca la sabiduría; mas la boca de los necios se alimenta de necedades. Esta es la diferencia entre el necio y el sabio: El sabio no se conforma con su sabiduría, sino que busca incrementarla; mientras que el necio se satisface con sus necedades y no busca remediarlas.

v. 20. El hijo sabio alegra al padre; mas el hombre necio menosprecia a su madre. Esta es otra diferencia entre el sabio y el necio. El sabio obedece la instrucción de sus padres, y endereza sus pasos, por eso alegra a su padre. Pero el necio menosprecia la instrucción y el consejo de sus padres, por eso es causa de desdicha y aflicción para ellos.

v. 21. La necedad es alegría al falto de entendimiento; mas el hombre entendido endereza sus pasos. La maldad del malo no consiste solo en que hace las cosas sin pensarlas, sino en que se complace en hacer el mal. La peor maldad es cuando hay alegría en hacerle el mal a otros. No así con el sabio, el cual, cuando se da cuenta que con su actuar, pensar o sus palabras puede hacer daño a alguien, endereza con la Palabra su caminar, pues, quiere agradar a Dios en todo.

v. 24. El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol abajo. El necio, en todo lo que hace, muestra que está siendo inflamado por el infierno, y ese será su destino final sino se aparta de tan perverso caminar. Por el contrario, el sabio, el que tiene temor de Dios, alimenta con el cielo su pensar, su actuar; y su esperanza está en ser cada vez más celestial.

v. 33. El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad. Algunos creen que para ser sabios deben ser personas mayores en edad, o deben haber leído un sinfín de libros, pero no, lo más importante que se requiere es tener el temor de Jehová. Este es el principio de la sabiduría. Y aquel que teme al Señor se humilla a sí mismo, no busca gloria de nadie, obedece y escucha los consejos; por lo tanto, un día será honrado.

8. La ira. 1, 18

La ira del hombre no obra la justicia de Dios, por tal razón, el sabio trabaja constantemente para mortificarla.

v. 1. La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. El sabio siempre busca estar en paz con todos, por eso, no atiza la discordia ni aviva el incendio de la discusión usando palabras ásperas, hirientes u ofensivas. Esto incluye los gestos, miradas y actitudes con las cuales también se suele ofender.

El sabio imita a Cristo quien cuando le maldecían respondía con bendición. Spurgeon cuenta que tenía un vecino que no le ayudaba mucho a cuidar el jardín. Además, el vecino tenía un perro que le hacía daños al jardín de Spurgeon. Un día Spurgeon le lanzó un palo y le habló ásperamente, pero el perro tomó el palo en la boca y se lo llevó a los pies de Spurgeon. Él quedó totalmente desarmado y arrepentido por hablarle tan ásperamente.

v. 18. El hombre iracundo promueve contiendas; mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla. El sabio procura reconciliar a los que se han dividido, no así con el necio, a él le gusta echar leña al fuego de la discordia con sus palabras y actitudes.

El sabio no es ligero en tomar las palabras o acciones de los demás como ofensas, prefiere pasar por tonto que estar listo a reaccionar.

9. La pereza. 19

v. 19. El camino del perezoso es como setos de espinos; mas la vereda de los rectos, como una calzada. Para el perezoso cualquier emprendimiento o labor está lleno de muchos problemas y riesgos, por eso desiste, pero para el recto, el laborioso, todo trabajo es una oportunidad de honrar al Señor con su esfuerzo, a pesar de que haya dificultades en el camino.

 

Aplicaciones:

Sé que hemos estado lejos del camino del sabio. Aún nos falta crecer mucho para usar sabiamente la lengua, para andar en el temor del Señor todo el día, para aceptar con humildad los consejos de otros, para administrar nuestros bienes y no poner la esperanza en ellos, para actuar en justicia y alejarnos de la impiedad, para acrecentar la alegría en nuestros corazones con el evangelio, para abandonar de manera completa la necedad y ser más sabios, para dominar la ira y vencer la pereza.

Pero hay uno que es la Sabiduría encarnada, Jesús, él vivió en este mundo de manera perfecta y sabia, y murió en la cruz para reconciliarnos con Dios y darnos de su Espíritu, quien nos lleva a vivir vidas sabias en este mundo.

Busquemos más y más de la gracia que solo está en él, y así andaremos sabiamente en este mundo.

 

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