Proverbios 11:1-15
Proverbios de contraste II
Este sermón fue
predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la
Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede
compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos,
siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los
créditos respectivos a su autor.
En los primeros 9 capítulos Salomón identificó al
hombre verdaderamente sabio, pero a partir del 10 describe cómo este hombre
debe conducir su vida diariamente.
Es un principio general en la mayoría de los
libros de la Biblia iniciar con la doctrina o la enseñanza y luego pasar a una
sección práctica, es decir, cómo esa doctrina debe conducirnos a una vida
cristiana reflejada en los asuntos diarios y en todo lo que somos.
A partir del capítulo 10 iniciamos con los
proverbios propiamente dichos, es decir, máximas o refranes cargados de
sabiduría de vida, principios que contienen verdades comprobadas.
En los capítulos 10-15 hay 184 máximas, y del 16
al 22 hay 191, para un total de 375 máximas o dichos sabios. Pero en total se
cree que el libro contiene 930 proverbios.
La mayoría de los proverbios contenidos en esta
sección están escritos en forma de coplas o versos con dos líneas. La segunda
línea contrasta o compara o completa la idea expresada en la primera.
Aunque, la mayoría de estos proverbios son
contrastes, por esa razón titulamos esta sección: “Proverbios de contraste”, es
decir, Salomón contrasta la práctica del sabio y sus benéficas consecuencias,
con la práctica del necio o insensata y sus nefastas consecuencias.
A esto le llamamos el “paralelismo hebreo”, muy
común en su literatura sapiencial.
No obstante, también encontraremos algunos
paralelismos sinónimos marcados por la conjunción “y”. Pero también
encontraremos uno que otro proverbio que son oraciones continuas en la que la
segunda línea es una continuación del pensamiento de la primera, sin ofrecer
contraste.
Continuemos con el estudio del contraste en la
vida práctica de un sabio frente a la vida del necio o insensato.
1. Contrastes entre la economía sabia y la insensata
(v. 1, 4, 15)
2. Contrastes entre la justicia y la impiedad (v.
5, 6)
3. Contrastes entre la humildad y la soberbia (v.
2)
4. Contrastes entre la integridad y la
perversidad (v. 3, 10, 11)
5. Contraste entre la seguridad del justo y la temporalidad
del impío (7, 8, 14)
6. Contraste entre la sabiduría en el uso de la
lengua y la perversidad de ella (v. 9, 11, 12, 13)
Pasaje |
Sabiduría |
Necedad |
Síntesis |
11:1 |
Mas la pesa cabal le agrada. |
El peso falso es abominación a Jehová |
Dios detesta el engaño, pero ama la
rectitud |
11:4 |
Mas la justicia librará de la muerte |
No aprovecharán las riquezas en el día de la ira; |
Las riquezas, bien o mal adquiridas,
no son de ayuda cuando Dios manda juicios, no así con el justo, pues, él será
librado por el Señor |
11:15 |
Mas el que aborreciere las fianzas vivirá seguro |
Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; |
La indiscreción en los compromisos
económicos acarreará serios problemas. |
11:5 |
La justicia del perfecto enderezará su camino, |
Mas el impío por su impiedad caerá |
La destrucción vendrá sobre los
impíos porque en ellos no hay justicia alguna que los enderece en su caminar. |
11:6 |
La justicia de los rectos los librará; |
Mas los pecadores serán atrapados en su pecado |
Los justos caminan de forma
intachable, por lo tanto, serán librados de maldad, no así con los pecadores. |
11:2 |
Mas con los humildes está la sabiduría |
Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra |
La soberbia está aliada a la
insensatez, y su fruto es de vergüenza, pero los humildes serán exaltados. |
11:3 |
La integridad de los rectos los encaminará; |
Pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos |
|
11:10 |
En el bien de los justos la ciudad se alegra; |
Mas cuando los impíos perecen hay fiesta |
|
11:11 |
Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida; |
Mas por la boca de los impíos será trastornada |
|
11:7 |
|
Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; y la expectación de los malos perecerá |
|
11:8 |
El justo es librado de la tribulación; |
mas el impío entra en lugar suyo |
|
11:14 |
mas en la multitud de consejeros hay seguridad |
Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; |
|
11:9 |
mas los justos son librados con la sabiduría |
El hipócrita con la boca daña a su prójimo; |
|
11:11 |
Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida; |
mas por la boca de los impíos será trastornada |
|
11:12 |
mas el hombre prudente calla |
El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; |
|
11:13 |
mas el de espíritu fiel lo guarda todo |
El que ande en chismes descubre el secreto; |
|
1. Contrastes entre la economía sabia y la
insensata (v. 1, 4, 15)
v. 1 El sabio desarrolla una economía justa,
pues, él sabe que las riquezas de maldad serán fuente de dolor y juicio, pero
las riquezas que se hacen conforme a toda justicia y rectitud no añaden
tristeza con ella.
La pesa falsa caracteriza al comerciante
insensato, aquel que desea obtener más réditos de lo justo, por lo tanto,
engaña al cliente vendiéndole el producto en un valor superior al normal.
Por el contrario, el comerciante justo vende sus
productos al precio cabal. No oculta nada bajo la apariencia de justicia, lo
cual es la peor maldad, pues, la pesa falsa usaba piedras vanas, aunque
grandes, para engañar en su compra, pero cuando él era quien iba a vender,
usaba piedras más pequeñas pero muy pesadas. Daba la apariencia de justicia,
pero no era más que un engaño. A estos Dios los aborrece y nunca tendrán las
riquezas que no añaden tristezas.
v. 4 Las riquezas mal adquiridas no aprovechan de
nada, y son instrumento de juicio y maldición. Pero, las riquezas, aunque sean
bien adquiridas, no son un baluarte firme frente a los juicios divinos que
llegan a ciertas regiones, ya que, los ricos tienden a ser los primeros blancos
de los ladrones. Y, cuando la muerte llega, la conciencia atormenta aún más, a
causa del recuerdo de cómo usaron en cosas vanas las riquezas que Dios les dio.
El impío que no honró a Dios con sus riquezas escuchará las terribles palabras
de Cristo: “Tuve hambre, y no me disteis de comer” (Mt. 25:42).
No así con el justo, con el que confía en Dios y
vive para Él obedeciendo su Palabra, él, aunque no tenga bienes de este mundo,
estuvo fundado en la Roca, que es Cristo, y será librado de la condenación.
v. 15 Ser fiador de otra persona, ya sea un
amigo, familiar o extraño; siempre acarrea ciertos problemas y riesgos, pues,
tus bienes, los cuales son para el sustento tuyo y de tus hijos, los expones a
que otro los tome. La historia cercana es testigo de que a la mayoría de
fiadores no les ha ido bien, y han tenido que asumir el pago de la deuda de
otros.
Por tal razón, es más sabio quien huye de este
tipo de compromisos, al menos que tenga los suficientes bienes como para no
poner en riesgo el sustento de los suyos, en caso que le toque pagar lo
adeudado por el amigo o el extraño.
El manejo de los bienes económicos debe hacerse
con mucha sobriedad, pero, nunca con tal tacañería que no se ayude al prójimo.
Mas esta ayuda debe ser por la vía de la donación misericordiosa, de esa manera
das lo que has propuesto sin poner en riesgo el sustento de los tuyos, y no
esperas nada a cambio. Y si prestas, en tu corazón sabes que es probable que no
te lo reembolsen, por lo tanto, desde el comienzo te has desprendido de esos
bienes.
Pero “si la Escritura condena a aquellos que
arriesgan sus posesiones por culpa de una especie de prodigalidad con un tinte
de generosidad, ¡Cuán dignos de condenación son aquellos mayordomos infieles de
la Providencia que gastan los bienes de su Amo en el juego, en vidas
desenfrenadas y en rameras, empleando así la munificencia de Dios para servir
al diablo y para llevar a la ruina sus propias almas y las de los demás![1]”
2. Contrastes entre la justicia y la impiedad (v.
5, 6)
v. 5 Los justos son aquellos regenerados por el
Espíritu Santo, los cuales aman la Ley divina. Si ellos algún día decidieran
apartarse del camino de rectitud, no llegarán al punto de la destrucción, pues,
la justicia que les ha sido imputada actuará en ellos de tal manera que el
Espíritu Santo seguirá obrando en ellos para que regresen a la senda del deber
cristiano. “Cuando las ovejas de Cristo deambulan por los caminos del pecado y
el error, el ojo del Pastor no las pierde de vista, y su gracia las volverá a
llamar”[2].
Pero eso no sucede con el impío, con el no
regenerado. Su caminar siempre es inconstante, y cada vez se hunde más en el
lodo pantanoso de sus maldades, hasta que llega su completa destrucción.
v. 6 1 Pedro 3:13 dice “¿Y quién es aquel que
os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?” El justo camina de manera
intachable. Su pensar, su hablar, su juzgar, su actuar es inofensivo, es
correcto; por lo tanto, solo los salvajes serán capaces de hacerles el mal. Son
personas respetadas por todos, pues, se conducen con mucha sobriedad, ternura y
consideración hacia los demás. Ellos son guardados por el Señor, a quien imitan
con devoción. Estos claman a Dios y Él los libra, tanto de sus angustias como
de sus temores.
Pero los pecadores, los impíos, los insensatos,
los que andan por este mundo de manera desconsiderada para con los demás,
ofendiendo a los otros; ellos no son rectos, no viven para Cristo ni lo
reflejan en sus vidas; ellos se hundirán cada vez más en su soberbia y sus
pecados los alcanzarán.
3. Contrastes entre la humildad y la soberbia (v.
2)
v. 2 La soberbia se caracteriza por el amor
propio, por la centralidad en el ego, por pretender ser sabio en su propia
opinión y no escuchar consejos, por buscar su propia gloria. Ella va unida a la
insensatez, y su fruto es amargo, dañino y de vergüenza. Que los soberbios
recuerden al insensato Nabucodonosor, quien obtuvo como fruto ser convertido en
una bestia; o a Herodes, quien se jactó de sí mismo y murió vergonzosamente
comido de gusanos; o a Lucifer, quien se enorgulleció de sí mismo y fue
convertido en Beelzebú.
Pero el humilde, el que imita a Jesús y confía en
él, y da toda la gloria al Rey del universo por cualquier logro que alcance;
este será exaltado, aunque toda su vida en la tierra haya sido un desconocido.
Los humildes piensan de sí mismos con cordura, trabajan por la honra de Dios y
de los demás, así sea a expensas de su propia honra. Imitan a Cristo, quien se
humilló a sí mismo, pero fue exaltado hasta lo sumo. El humilde se identifica
con las palabras de Cristo, quien dijo: “Porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 14:11).
4. Contrastes entre la integridad y la
perversidad (v. 3, 10, 11)
v. 3 La integridad es esa cualidad que nos lleva
a ser fieles a la conciencia, y esa conciencia sana procurará siempre
instruirse en el bien, y ese bien procede de Dios y de su Palabra; por lo
tanto, el íntegro está instruido en el Evangelio, confía en Jesús y vive para
él. De esa manera, la integridad es guía segura y protección para el que la
tiene. Estos desean ardientemente ser “firmes, perfectos y completos en todo
lo que Dios quiere” (Col. 4:12).
Por el contrario, los pecadores, aquellos que no
se instruyen en el bien, que desprecian el Evangelio, así se hagan pasar por
cristianos; estos son guiados por sus propias pasiones, deseos e intereses
mundanos y carnales; por lo tanto, esta perversidad será la causa y el medio
para su propia destrucción, miseria y ruina.
v. 10 Siendo que los íntegros o los justos temen
a Dios y practican siempre la justicia y la misericordia, benefactores del
pueblo, aliados de todo bien, rectos y bondadosos; entonces, cuando a ellos les
va bien, el pueblo, los vecinos, incluso aquellos que aún no son regenerados,
se alegran y regocijan.
No así con el insensato, con el impío, con el que
usa su lengua para dañar a otros, con el malhechor, el violento, el egoísta, el
que usa sus bienes para satisfacer sus propias pasiones egoístas e injustas;
cuando muere, el pueblo no se entristece, antes, dan gracias a Dios, pues, un
impío menos significa menos maldades en este mundo.
v. 11 La prosperidad y el bienestar de los justos
es de gran bendición para los que lo rodean, pues, sus oraciones, sus
conversaciones santas, sus consejos, su generosidad, su ejemplo y su conducta,
promueven la justicia y la rectitud, la virtud y el repudio de los vicios. Y al
exaltarse así la justicia, las naciones son enaltecidas, serán libradas de la
ruina y de la ira divina.
No así sucede con las personas que rodean al
insensato o con las ciudades o naciones donde los insensatos ejercen más
influencia, pues, la boca de ellos es como pestilencia que infecta a sus
vecinos y amigos. De sus labios sale veneno mortal que promueve la impiedad,
los vicios, el egoísmo y la injusticia; por eso son causa de destrucción y
ruina para los pueblos.
“En lo que dependa de nosotros a la hora de
elegir nuestras relaciones, fundémoslas sobre esta máxima. Es bueno que tomemos
por esposos o esposas, por maestros o siervos por amigos o vecinos a aquellos
que han de heredar bendición y que imparten bendición a otros”[3].
5. Contraste entre la seguridad del justo y la
temporalidad del impío (7, 8, 14)
“Cuando muere el hombre impío, perece su
esperanza; y la expectación de los malos perecerá” (v. 7). Los hombres
extraen casi toda su felicidad de la esperanza. Tanto el justo como el impío
tienen esperanza. El justo espera en Dios, y se goza en la vida y gloria que
disfrutará en la eternidad. Tiene una esperanza segura, firme y duradera.
El impío tiene su esperanza en las cosas
pasajeras y temporales. Espera riquezas, espera placeres y la felicidad en los
bienes de este mundo. Pero cuando obtiene eso que deseaba, no se siente
satisfecho ni feliz, por lo tanto, espera un poco más de las cosas de este
mundo. Más nunca estas cosas satisfacen o dan felicidad plena. Por lo tanto,
continúa esperando aún más en cosas terrenas, y así lo encuentra la muerte;
pero como nunca anheló lo eterno ni trabajó por ello, la felicidad no le
esperará en la eternidad sino la condenación perpetua.
“El justo es librado de la tribulación; mas el
impío entra en lugar suyo” (v. 8). Aunque los justos deben pasar por muchas
tribulaciones y adversidades (Job, Jesús, Pablo, etc); el Señor los
reconfortará y les dará su bien, por lo tanto, para siempre olvidarán la
adversidad y vivirán agradecidos con el Señor. No así sucede con los impíos,
pues, ellos reciben, al principio, muchas riquezas, honores y placeres, pero
luego, cuando viene la tribulación, olvidan todo ese bien y entran en amargura
de espíritu. Además, el mal que traman contra los justos se vuelca contra
ellos, así como sucedió con Amán, quien hizo una horca para el judío Mardoqueo,
pero él fue colgado en ella. O como sucedió con algunos judíos en el tiempo
apostólico, los cuales querían destruir a los cristianos, pero el imperio
romano los destruyó a ellos.
“Donde no hay dirección sabia, caerá el
pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (v. 14). Confiar en
nuestra propia sabiduría nos conducirá a muchas aflicciones y equivocaciones,
necesitamos del consejo de otros con más experiencia y conocimiento.
Igualmente, cuando los Estados son guiados por hombres soberbios que no buscan
el consejo de hombres sabios, terminan destruyendo y haciendo mucho daño al
pueblo, como Roboan, quien prefirió escuchar el consejo de los jóvenes, los
inexpertos, y rechazó el consejo de los sabios que aconsejaron al sabio Salomón
(para notar: Salomón, uno de los hombres más sabios que ha vivido en la tierra
gobernó guiado por el consejo de sabios), causando la división del pueblo de
Israel.
6. Contraste entre la sabiduría en el uso de la
lengua y la perversidad de ella (v. 9, 11, 12, 13)
“El hipócrita con la boca daña a su prójimo;
mas los justos son librados con la sabiduría” (v. 9). El rey Antígono solía
pedir a Dios: “Líbrame de las manos de mis amigos”, y le preguntaron: ¿Por qué
no pides ser librado de los enemigos? A lo cual él dijo: “Yo me guardo de mis
enemigos, y estoy alerta contra ellos, pero me es difícil guardarme de los
falsos amigos”.
Estos falsos amigos son los hipócritas, los que
te muestran amistad y tienen largas conversaciones contigo, pero luego te
traicionan, y sacan a la luz todo lo que hablaste de ti, y te exponen al odio y
aborrecimiento. Además, los hipócritas tienen una lengua de doble filo, y
mientras con un filo te halagan con el otro te hieren. Santiago que dice que su
lengua es “un mundo de iniquidad” (Stg. 3:6).
El creyente no es hipócrita, cuando se muestra
amigo es un amigo, no tiene doble lengua. No dice una cosa con alguien y luego
afirma lo contrario con otro. Y como sabe usar su lengua, no hace daño a nadie,
por lo tanto, será librado de los muchos problemas por los que pasa el
hipócrita.
“El que carece de entendimiento menosprecia a
su prójimo; mas el hombre prudente calla” (v. 12). Menospreciar al prójimo,
aunque sea con nuestras palabras, es muestra de un entendimiento muy pobre e
insensato. Nuestras palabras deben ser para ayudar, para bendecir, no para
maldecir o burlarse de los demás. Algunas personas desprecian a su prójimo y no
saben que luego tendrán que acudir a ellos en ayuda, y tendrán que recoger sus
palabras. Todos los hombres portan la imagen de Dios, deteriorada por el
pecado, pero la portan; y al recordar esto debemos tener mucho cuidado de
burlarnos o hablar mal de ellos.
Incluso, cuando nos han hecho el mal, o nos
parece que se burlaron de nosotros, lo más sabio es callar. Cuando no somos
reaccionarios frente a las posibles ofensas de los demás, estamos dejando lugar
a la ira de Dios. Por lo tanto, lo más prudente es callar, imitar a Cristo,
quien cuando le maldecían o amenazaban callaba y encomendada su causa a Dios. Esto implica callar de manera completa, es
decir, no chismear con la situación, ni andar circulando murmuraciones.
Aclaración: Esto no significa que si hay un problema
serio con un hermano que tiene una conducta repetitiva de pecado y ofensas
contra otros no vayan donde los pastores para que medien en la situación, eso
no es chisme ni pecado.
“El que anda en chismes descubre el secreto;
mas el de espíritu fiel lo guarda todo” (v. 13). He aquí un principio a la
hora de escoger amistades: Aquel que se complace en decir todo lo que sabe de
otros debe ser evitado. Debes tener la seguridad que él también traicionará tus
confidencias, pues, aunque no lo haga con mala intención, siendo que está
acostumbrado a contarlo todo, sus ansias por ello lo llevarán a la tentación de
contar todo lo que sabe de ti.
Esto no significa que debemos ocultar todas las
cosas, pues, la justicia y el evangelio demandan que se revelen algunas cosas.
No obstante, podemos identificar a la persona con falta de dominio en la lengua
cuando cuenta cosas de otros que en nada contribuyen al bienestar, la paz, la
edificación o la santificación.
Pero debemos escoger amigos que se caractericen
por un espíritu sincero y fiel, alguien que sabes no divulgará tus penas cuando
las descargues delante de él, alguien que sabe dominar su lengua, pues, si el
espíritu es fiel, la lengua será prudente y amable. “La comunicación entre el
espíritu y la lengua es tan fluida que la una descubrirá con toda certeza la
calidad del otro”[4].
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