domingo, 3 de julio de 2022

Lucas 4 1-13 Segunda parte

 

El Rey fue tentado en todo:

Cuando la confianza se convierte en presunción

Lucas 4:1-13

Este sermón fue predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor. 

Introducción:

La presunción es actuar con vanagloria y jactancia. Una persona presuntuosa es aquella que con vana confianza actúa, presumiendo de lo que no es o no tiene.

Pero la presunción también se da cuando, como creyentes, tomamos las promesas divinas, y, no teniendo en cuenta el resto de las Sagradas Escrituras, nos apoyamos en alguna de ellas, aunque esta confianza implique violar algunos mandamientos del Señor.

Analicemos hoy como Satanás, en la tercera tentación, pretende llevar a Cristo a confiar presuntuosamente en una promesa divina, violando un mandato de la Ley del Señor.

v. 9-13Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Respondiendo Jesús, le dijo. Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo”

Ha llegado un momento crucial en la tentación. Satanás se encuentra bastante desesperado pues, luego de tanto insistir y de buscar sus mejores armas no ha logrado conseguir su fin preciado: que Jesús, el nuevo Adán fracase en su misión.

Jesús  rechazó la oferta de obtener un reino de forma fácil, ya que el plan divino incluye el tormento de la cruz. Pero Satanás cree haber detectado un área de debilidad en Jesús. Él se dio cuenta que el Hijo de Dios siempre recurre a las Escrituras. En las anteriores tentaciones dejó ver su apego y fidelidad a la Palabra escrita, de manera que aquí Satanás cree poder encontrar un punto de flaqueza en Jesús. Si quiere conseguir que Jesús cometa pecado, entonces tendrá que ser sobre la base de algo que Dios diga en las Escrituras.

Así que con su astucia diabólica Satanás llevó a Jesús al pináculo del templo. No se sabe exactamente cuál fue ese sitio, pero “podría haber sido la corniza del pórtico real de Herodes que se proyecta hacia el valle del Cedrón, una altura de unos ciento cincuenta metros, altura que daba vértigo, según señala Josefo (Antigüedades XV. 412)”[1].

Estando en la parte más alta del templo, Satanás acude a la palabra de Dios para que Jesús se lance al vacío en confianza de que el Padre enviará a los ángeles para socorrerle.

El tentador usa una cita del Salmo 91:11-12 para hacerle esta interesante propuesta. Que Satanás conoce las Escrituras es evidente en este episodio bíblico. La sabe en hebreo y la conoce en griego, ya que la cita es tomada de la versión septuaginta. No podemos fiarnos de todo aquel que demuestra un manejo técnico de las Escrituras y la conoce aún en sus lenguas originales, sino que debemos mirar su doctrina y su vida. Aunque todos los creyentes tenemos la responsabilidad de conocer las Escrituras, y los pastores y maestros debemos procurar conocerla en sus lenguas originales con el fin de hacer exégesis claras que conduzcan a una exposición fiel de las mismas, no obstante, insisto, no nos podemos fiar de todo aquel que tiene un manejo académico de ella. Satanás es experto en las Escrituras, pero solo las usa para fines malvados, de acuerdo a su diabólica naturaleza.

Hoy día, expertos teólogos y biblicistas están usando las Escrituras en sus lenguas originales para darle un sentido diferente al que sus autores  quisieron darle, con el fin de apoyar las aberraciones pecaminosas que algunos hombres depravados están reclamando hoy: el aborto, el divorcio, la eutanasia, uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo, todo esto es claramente desaprobado por las santas leyes del Señor, de manera que no es posible considerarse cristiano y apoyar estas perversiones. Pero algunos hombres, queriendo mantenerse dentro del seno de la cristiandad, y a la misma vez apoyar o practicar estos pecados, recurren a maniobras intelectuales para desdibujar la Palabra de Dios y hacerla decir lo que no dice.

Otro error común en esta época, no ya cometido por los liberales que acabo de mencionar, sino por algunas iglesias de corte conservador es lo que algunos llaman “biblicismo”. Este error consiste en tomar un versículo bíblico, descontextualizado de la teología del resto de las Escrituras, y convertirlo en caballo de batalla para mantener alguna doctrina de su particular agrado. Los textos bíblicos no deben ser tomados de manera aislada, ellos deben ser analizados a la luz del resto de las doctrinas que la Biblia enseña.

Satanás se muestra aquí como un biblicista. Él está acudiendo a un verso de la Biblia y reta a Cristo a creer de todo corazón en lo que ese texto dice. Dios le promete al Mesías que sus ángeles le cuidarán y le sostendrán para que ni siquiera tropiece contra las piedras sobre las cuales camina.

Satanás se presenta aquí como un maestro de la super-fe. Él quiere llevar a Jesús a un nivel superior de fe. Y le dice que si es Hijo de Dios entonces debe creer en todo lo que el Padre dice, y siendo que Dios le promete cuidarlo, entonces es el momento para dar un salto de fe y lanzarse en las promesas escriturales.

Lánzate al vacío y verifiquemos tu confianza en aquel al cual tú llamas Padre. ¡Qué astucia la de Satanás! Usar la Palabra de Dios para hacer que Jesús presuma de su fe en la Palabra y tiente a Dios.

Esta tentación consiste en poner a prueba a Dios. Lo que Satanás propone realmente es espectacular. Pero, aunque está citando un texto de las Escrituras, su propuesta no es bíblica.

Es por eso que Jesús le responde citando otra Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios” (Det 6:16). No es que la Biblia se contradiga a sí misma, como algunos pueden suponer, sino que Jesús aplica el principio de interpretación bíblica denominado “la analogía de la fe”, es decir, la Biblia se interpreta a sí misma. No podemos armar doctrinas de uno o dos textos bíblicos. Cuando vamos a interpretar un versículo de la biblia debemos tener en cuenta lo que enseña el resto de las Escrituras.

Es cierto que el Padre prometió cuidar del Mesías, así como de sus hijos, pero no es cierto que podemos meternos en situaciones de muerte y esperar a que Dios cumpla su promesa en esa situación, eso es presunción, eso es tentar a Dios. Confiamos en las promesas divinas, pero nunca estaremos dispuestos a tentarle.

Jesús no cayó en la trampa de Satanás. “Él se da cuenta de que hacer lo que Satanás le propone equivaldría a sustituir la fe por la conjetura, y la sumisión a la dirección de Dios por la insolencia. Hubiera significado nada menos que exponerse a la autodestrucción. La falsa confianza en el Padre que el diablo pedía de Jesús en esta tentación no era mejor que la desconfianza que había prometido en la primera. Equivalía a experimentar con el Padre.

Satanás insiste en llevar a Jesús a obviar la cruz, actuando con soberbia y confianza pecaminosa, obrando o esperando un milagro portentoso que le haría famoso en poco tiempo delante de la multitud. Lanzarse al vacío desde el pináculo del templo y caer ileso delante de ellos, hubiera sido un milagro espectacular, y muchos judíos le hubieran reconocido como el Mesías, más cuando ellos tenían una tradición que decía que el Cristo se revelaría desde el techo del lugar santo. Pero el camino trazado por el Padre para que Jesús llegara a ser el Salvador de su pueblo no era tan sencillo, este incluía la cruz y el sufrimiento.

No tentarás al Señor tu Dios”. “Esta es una referencia a Dt. 6:16, que trae a colación la situación de los israelitas descritas en Ex. 17:1-7, de cómo en un lugar llamado Masah y Meriba ellos tentaron a Jehová y se rebelaron contra Moisés a causa de la falta de agua. Ellos acusaron a Moisés de haberlos sacado cruelmente de Egipto, junto con sus niños y ganados, y haberlos llevado al desierto para destruirlos. Ellos estuvieron a punto de apedrearle y, en vez de hacer presente sus deseos y peticiones al Trono de la Dios del modo como lo hubiera hecho un niño, desafiaron en forma insolente y provocativa a Dios diciendo, “¿Está Jehová entre nosotros o no?” Jesús sabía que semejante mala actitud de su parte, exponiéndose innecesariamente al peligro sólo para observar la reacción de Su Padre, de si estaría o no con él, equivaldría a un grave pecado. El sabe que la sugerencia del diablo no tiene que ver con confiar humildemente en el cuidado protector prometido en el Sal. 91”[2].

Existe una diferencia muy grande entre la fe y la presunción. El creyente confía plenamente en las promesas divinas, pero no está dispuesto a ser presuntuoso con su fe.

Jesús sabía que el Padre le cuidaría en todos sus caminos, tal y como el Salmo dice. Y esto se evidencia en muchos episodios de su vida. Los judíos muchas veces intentaron matarlo y el Padre le cuidó librándole de la mano de sus adversarios:

- “Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanecerá allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” Mateo 2:13.

- “Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina. Pero al llegar la noche Jesús salió de la ciudad” Mt. 11:18-19.

- “Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos” Jn. 10:39

- “Y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Más él pasó por en medio de ellos, y se fue” Lc. 4:29-30.

Cuando llegó el tiempo de morir, el Padre permitió que los judíos le tomaran y lo entregaran a los romanos para ser crucificado. Lo mismo sucedió con el resto de personajes bíblicos. El apóstol Pablo fue cuidado por Dios, y muchas veces escapó de manos de sus adversarios, pero el día que Dios estableció para que él muriera martirizado, lo apresaron y lo mataron.

Los héroes de la fe confiaron en Dios, dependieron de él, pero no tentaron a Dios confiando presuntuosamente en las promesas, sino que hicieron todas las cosas conforme la Ley de Dios y el sentido común lo indicaban.

El pecado de la presunción es muy común hoy día en la cristiandad. He sabido de predicadores y creyentes que se meten en las discotecas, bares y sitios donde el pecado abunda de manera especial, porque ellos confían en que Dios les guardará para no caer en el pecado. Pero exponerse ante esas situaciones es tentar a Dios, lo cual está prohibido en las Escrituras. Si eres débil frente al alcohol, entonces no tientes a Dios estando en lugares donde las bebidas alcohólicas son abundantes. Eres débil ante las drogas, aléjate de todo aquel que las consume o las vende, eres débil frente al sexo, entonces evita ver películas o revistas con contenido erótico.

Otra forma de cometer este terrible pecado de la presunción consiste en exponerse innecesariamente a peligros, cuando estos se pueden evitar, con la argumentación que somos hijos de Dios y él nos cuidará.

Cuando estamos enfermos y el médico nos manda un tratamiento, es nuestro deber seguir sus instrucciones, pues, la verdadera ciencia es un don de la gracia común, para el bienestar de la humanidad. Si yo digo “confío en la Palabra de Dios y creo que mis enfermedades fueron llevadas por Jesús en la cruz, y por lo tanto no tomo los medicamentos, pues, confieso y me declaro sano”, están cometiendo un terrible pecado. Debes arrepentirte por atreverte a hacer lo que ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, quiso hacer.

Él tenía todo el derecho para reclamar las promesas del Padre. En su bautismo Dios le había dicho que él era su hijo y en él estaba su complacencia. Si alguien tenía derecho para confesar y reclamar el cuidado divino, este era Jesús. Pero él sabía que ostentar con estas promesas y lanzarse a la muerte de manera innecesaria, era un pecado terrible. Era tentar a Dios.

Cuánto error comenten hoy algunas comunidades cristianas donde llevan a los creyentes a profesar una fe presuntuosa. Les llevan a dar todos los bienes que tienen porque Dios les va a recompensar, en poco tiempo, diez o cien veces multiplicados lo que dieron. Pero esto es condenado por Jesús. Él criticó a los fariseos por hacer que la gente descuide el sustento de su familia llevándoles a dar todo lo que tienen al templo.

 

Satanás quiere conseguir que Jesús obedezca algunas de sus sugerencias, para luego, mostrar la verdadera cara de su aparente preocupación por Jesús: acusarlo delante del Padre y pedir que sobre él se cumpla el juicio de la ley divina. Esto fue lo que hizo con Adán y Eva. Primero se acerca a ellos con astucia e interés. Satanás exalta las necesidades del hombre y se muestra interesado por su psicología, su religión y sus necesidades físicas. El adversario utiliza toda su astucia para atrapar al hombre en su trampa y se presenta con un humanismo tan alto, que parece sobrepasar la bondad divina. En Edén, él aboga, en apariencia, para que los hombres tengan más derechos de los que Dios le había dado. Según Satanás Dios había prohibido que comieran de todo árbol del huerto, esto era muy injusto, pues, de qué entonces iba a vivir el hombre. Aunque Dios no había dicho eso,  Satanás lo hace parecer como cierto.

El adversario es especialista en tomar las palabras de Dios para tergiversarlas y ponerlas en un sentido que parece cruel para con el hombre. Y esto no lo hizo solo en Edén o en el desierto de la tentación, no, lo ha estado haciendo en todos los períodos de la historia humana.

Y hoy, en nuestro siglo que se jacta de ser tan civilizado, vuelve a usar su humanismo y ataca de nuevo la gloria de Dios. Hoy lo hace a través de filósofos, sociólogos, psicólogos, pedagogos, abogados, biólogos, religiosos, políticos, y defensores de los “derechos humanos”.

A través de estas personas Satanás tergiversa las enseñanzas de la Sagrada Escritura y las presenta como muy abusivas, injustas y dañinas para con el hombre. Ejemplos:

- Hoy día Satanás afirma que Dios es injusto para con el hombre porque no le permite el libre desarrollo de la personalidad dejándoles escoger la orientación sexual que ellos prefieren. Satanás dice que esto es injusto, es cruel, porque esta prohibición bíblica no tiene en cuenta la dignidad de los homosexuales o las lesbianas. Pero Dios no está en contra de la dignidad que el ser humano tiene, por cierto, dignidad que procede del hecho de haber sido creados a la imagen de Dios. Pero Dios los hizo varón y hembra. Si un hombre o una mujer deciden cambiar el orden establecido por Dios en la creación, ellos mismos son los que están atentando contra su dignidad, no están conformes con el plan de Dios para ellos, y acarrearán las consecuencias de su desvío, de su pecado. Dios no es injusto. No podemos creer lo que Satanás está diciendo, sus palabras son mentirosas. Dios ama a su creación y él quiere que los hombres sean hombres y las mujeres, mujeres.

- Hoy día el humanismo satánico ha entrado a la psicología y la pedagogía. Las modernas teorías que estas ciencias humanas proponen rechazan los principios divinos de la disciplina, el castigo y la corrección con autoridad como un instrumento para que los niños lleguen a ser buenos ciudadanos. Satanás ha metido en la cabeza de estas personas la idea de que Dios es injusto con los niños cuando les ordena a los padres que los disciplinen y que usen la vara cuando sea necesaria. Satanás dice esto es cruel, inhumano y trunca el desarrollo de la personalidad de los niños. Pero como lo que procede de su tenebrosa boca, esto es mentira. Dios no está en contra de los niños. Jesús mismo manifestó un amor especial hacia ellos. Cuando Dios ordena a los padres que disciplinen a sus hijos y los críen en el temor de Dios y apliquen la vara de la corrección, lo que él busca es su bienestar. La vara y la corrección alejarán al niño de la necedad, de esa necedad que luego los convertirá en personas problemáticas para sus padres, en su escuela, para las autoridades, para la sociedad y para ellos mismos.

Aplicaciones:

- “Toda la vida diaria alrededor nuestro nos da abundantes muestras de falsa confianza, semejante a la que el diablo insta a Jesús a ejercer. Una persona suplica ardientemente al Señor que le otorgue la bendición de estar sano; sin embargo, no hace caso de las reglas de salud. O, pide a Dios que salve su alma; sin embargo, descuida el uso de los medios de gracia como el estudio bíblico, la asistencia a la iglesia, los sacramentos, el vivir una vida que beneficie a otros para la gloria de Dios. Por otra parte, alguien ruega al Señor que le conceda el bienestar tanto espiritual como físico de sus hijos, pero no se preocupa de criarlos en el camino del Señor”[3]. Somos tentados diariamente a confiar presuntuosamente en las promesas y el cuidado divino. Como cuando pecamos, y siendo que anteriormente no hemos recibido las consecuencias temporales de nuestro pecado, entonces continuamos pecando confiados en que Dios no traerá sobre nosotros los juicios temporales de nuestra maldad. Hermanos y hermanas, tengamos cuidado con nuestra presunción. Ella se deja ver en nosotros más de lo que pensábamos. Así sea algo insignificante en lo que estamos pensando tentar a Dios, no lo hagamos, porque es un terrible pecado. Recuerda, las tentaciones que Satanás escogió para Cristo parecían insignificantes, pero sus consecuencias hubieran sido terribles, por eso Jesús acudió a la Palabra de Dios para hacer frente al tentador. Cuando Satanás te tiente diciendo que puedes cometer tal o cual pecadillo, que por ser tan pequeño no tendrá muchas consecuencias, no te olvides por comer una sencilla fruta prohibida, Dios destituyó al hombre del jardín del Edén, de un ser inmortal pasó a ser mortal y toda la creación fue sujetada a maldición.

- No nos olvidemos que Satanás es nuestro gran enemigo y cuando se trata de conducirnos al pecado actúa con total sutileza. Él es un maestro en el arte de la tentación. Él conoce cada debilidad de la naturaleza humana. Él usará contra nosotros sus tres armas favoritas, las cuales usó contra Cristo: la incredulidad, la mundanalidad y la presunción. Recordemos esto y estemos en guardia. Los actos a los que Satanás nos incita suelen ser en apariencia insignificantes o poco importantes, pero no olvides que ellos se constituyen en una gran rebeldía. No nos dejemos engañar por sus estratagemas. (J. C. Ryle)

- Recordemos las armas que usó Jesús para combatir las tentaciones del diablo. Él usó la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. Aquel que estaba lleno del Espíritu Santo no se avergonzaba de hacer de la Santa Escritura su arma defensiva y su regla de conducta. Aprendamos hoy de la excelsa autoridad de la Biblia y el inmenso valor de un conocimiento de su contenido. Leámosla, investiguemos en ella, oremos con ella con diligencia, perseverancia y sin desmayar. Esforcémonos por estar tan familiarizados con sus páginas que sus textos vengan a nuestra memoria y los tengamos a punto en nuestra mano cuando los necesitemos. (J. C. Ryle)

- Siendo que Jesús fue tentado de una manera real y poderosa, entonces él tiene toda la capacidad para comprender a aquellos que son tentados. Él vino para deshacer las obras del diablo, y como tal comenzó su ministerio con un conflicto especial con Satanás. Jesús es el mejor intercesor y abogado a favor de los pecadores ya que él fue experimentado de manera personal en el conflicto y supo lo que es estar en medio del fuego de las tentaciones. Siempre que nos veamos acechados por las tentaciones no temamos en acudir a nuestro salvador, y descarguemos delante de él nuestro corazón, contémosle lo que nos asecha, hablémosle de nuestras debilidades, de nuestros pecados, él no se aterrará ni correrá asustado al saber de nuestras inclinaciones pecaminosas, ni de las quejas bajo las cargas que diariamente nos atormentan,  sino que comprenderá nuestra situación y nos dará las fuerzas necesarias para salir victoriosos en medio de los ataques el maligno. Él puede compadecerse de nuestras debilidades (Heb. 4:15). Tengamos ánimo. El Señor Jesús no es un hombre severo (Luc. 19:21). Sabe lo que queremos decir cuando nos quejamos de tentación y puede y está dispuesto a prestarnos ayuda. (J. C. Ryle) 

 



[1] Hendriksen, William. Lucas. Página 242

[2] Hendriksen, William. Lucas. Página 244

[3] Hendriksen, William. Lucas. Página 244

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