Salmo 1. El Rey de los salmos: Dos hombres, dos caminos dos destinos
Este sermón fue predicado por el hermano Julio C.
Benítez, quien es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Reformada la
Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede compartir este sermón con
otros a través de medios digitales e impresos, siempre y cuando no sea para la
venta, siempre reconociendo y dando los créditos respectivos a su autor.
Este salmo forma parte de los salmos
denominados “Salmos de la Torah o de la Ley”.
Al momento de interpretar un salmo
debemos tener presente el título prefijado, pero este no tiene. Saber quién es
su autor, pero tampoco aparece en la Biblia. Conocer el contexto o la situación
en el cual se escribe o alguna referencia histórica que nos entregue el mismo
salmo, pero este no es el caso.
Pero, al observar más
detenidamente este salmo, nos damos cuenta que los términos empleados son de
carácter más general y los sentimientos son aplicables a todos los tiempos y a
todos los lugares.
Tiene todas las características de
ser una introducción general al libro de los Salmos y de haber sido diseñado
para expresar en unas pocas frases la sustancia de toda la colección, o para
enunciar el gran principio que se encuentra en todo el libro: Que una vida justa
irá acompañada de prosperidad y felicidad espiritual, y que la vida de los
malvados será seguida por la tristeza y la ruina.
Este fue el gran principio de la
teocracia judía; y fue tan importante que se consideró necesario expresarlo al
comienzo de un libro que fue escrito con el fin de ilustrar la naturaleza y el
valor de la verdadera religión, de la verdadera piedad.
Y esta consiste en dos partes:
1. Una descripción del hombre que es
verdaderamente feliz (v. 1-3)
2. Una descripción del hombre miserable
(v. 4-6)
1. Una descripción del hombre que es verdaderamente feliz (v. 1-3)
“Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está
su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y
todo lo que hace, prosperará”
El libro de los salmos nos presenta
los cantos del alma piadosa, es decir, del hombre santo que tiene comunión con
Dios, el cual sufre y llora al ver su propio pecado y la maldad reinante en
este mundo.
Por eso, en este salmo introductorio
presenta en su primer canto piadoso lo que distingue al santo que canta los
cánticos de Sión frente al impío y malvado que es objeto de imprecaciones en
todo el libro.
Bienaventurado el varón. Esher. Significa:
Feliz, dichoso, pletórico de gozo.
En la Biblia se habla mucho del
hombre (genérico que abarca al varón y a la mujer de todos los tiempos y de
todos los lugares) feliz o bienaventurado.
“Bienaventurado
tú, oh Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvo por Jehová…?” (Dt. 33:29).
“Bienaventurados
tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti”
(1 R. 10:8).
Así que, en el lenguaje bíblico, esta
palabra incluye todo lo que es la verdadera felicidad.
Felicidad que no depende de algunos
factores externos favorables, sino de un carácter íntegro. Por eso, el salmista
pasa a describir cuál es el carácter de este hombre dichoso.
La primera característica de la
persona bienaventurada o feliz es que no anda en consejo de malos. Evita
la compañía de los malvados. No toma consejo de ellos en cuanto a la forma en
que debe vivir (no es como Absalón que siguió el consejo del malo Ahitofel,
quien le aconsejó tener relaciones íntimas con las concubinas de su padre
David, sino que lo toma de la Ley del Señor (v. 2).
No ejecuta los propósitos o
planes de los pecadores. No enmarca su vida de acuerdo con las opiniones y
sugerencias de los malvados (como hizo Roboán quien buscó el consejo de los
jóvenes incrédulos y terminó causando un gran daño al reino unido de Israel).
La segunda característica de la
persona feliz es que no anda en camino de pecadores. No
se trata solo de que en el pesado no anduvo por ese camino malo, sino ahora y
siempre lo evita.
No anda,
denota también, no se paró en el camino de los malos, como quien a propósito
sale a un lugar por donde sabe que pasarán los impíos, para luego caminar con
ellos. Realmente deseaba estar con ellos.
“Caminar” denota una forma de vida o
conducta, ya que la vida en esta tierra es como un viaje, y el hombre es un
viajero. David luego describe esta verdad en el Salmo 15:2 presentándolo como “el que anda en integridad”.
Los pecadores son aquellos que
hierran al blanco, los que se desvían del camino del deber o de la rectitud,
aquellos que fracasan respecto al propósito final de la vida.
La tercera característica de la
persona feliz es que no se sienta en silla de escarnecedores. Sentarse denota
mayor deliberación y determinación de carácter que las anteriores
características.
Aquí se trata de alguien que ya no
sólo camina casual y accidentalmente con los pecadores, ni es aquel que se para
en el cruce o en la esquina donde se hacen los pecadores, sino que se ha
convertido en uno de ellos al ocupar un asiento con ellos, se asocia deliberadamente con ellos. Ha establecido su
residente entre los impíos, ya es uno de ellos, no por
temporadas, sino siempre.
Sentarse en silla, es estar en el lugar donde ellos se reúnen para sus fines malvados.
De escarnecedores. La palabra escarnecer significa: Burlarse de una persona de manera
cruel con la finalidad de humillarla o despreciarla.
Estos convierten a la verdadera
religión y a la virtud en un motivo de burla y desprecio.
Han llegado a un grado de maldad más
alto y determinado que las características anteriores. Se
refiere a la consumación de un carácter depravado. Es la última etapa en
el camino de la maldad, pues, ellos tratan con desprecio y burla a Dios y las
cosas sagradas.
Hay esperanza para aquellos que,
aunque andan en su maldad, todavía tienen alguna consideración hacia lo
religioso o divino; pero cuando han llegado al punto de convertir lo virtuoso y
lo piadoso en objeto de burla y desprecio, han llegado a un punto de
degradación moral muy profundo.
Así que el salmista nos presenta aquí
tres etapas en la degradación de los pecadores: Primero, empiezan en un caminar
casual con los pecadores, accidentalmente se encuentran con ellos.
Luego se despierta un deseo creciente
de andar con ellos, busca los lugares por donde ellos pasan. Y, luego, hay un
propósito deliberado y establecido de asociarse con ellos, de convertirse
permanentemente en uno de ellos, y se sienta definitivamente con ellos.
Esto sucede con el camino de la
apostasía: Se inicia asociándose con personas irreligiosas, con conversaciones
casuales donde estos impíos denigran de la religión.
Luego, se van olvidando poco a poco
de los mandatos del Señor y caen en pecados escandalosos esporádicos; y por
último, se vuelven totalmente infieles, y terminan dando las espaldas de manera
completa a la fe, burlándose del Señor de y la fe cristiana, y de la virtud y
la piedad.
Pero el hombre feliz no hace ninguna
de estas cosas.
Antes, él ha encontrado su máximo
gozo en meditar de día y de noche en la Ley (Torá) del Señor.
La ley o la verdad de la Palabra de
Yahweh no le desagrada, sino que se deleita tanto en ella que desea familiarizarse
cada vez más con ella, y que sus verdades se graven cada vez más en su corazón.
La palabra Toráh, usada en este
pasaje, significa, instrucción, precepto, mandato, ley. Se aplicó inicialmente
al Pentateuco, ya que contiene las primeras leyes de Dios escritas o
registradas. Y más tarde pasó a referirse a todos los libros del Antiguo
Testamento.
Por ende, un hombre verdaderamente
piadoso, verdaderamente feliz, es aquel que encuentra su deleite máximo en
meditar constantemente, y obedecer, la voluntad revelada de Dios en las
Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Este hombre hace suyas, en la
práctica, las palabras del Salmo 19:10 “Deseables
son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que
la que destila del panal”.
Este creyente feliz sabe que su
felicidad está incompleta si solo lee las promesas de la Palabra, por eso,
prefiere leer y meditar en la Ley del Señor, en sus mandatos; pues, él quiere
crecer en el amor a su Señor, y sabe que Jesús dijo: Si me amáis, guardad mis mandamientos. Juan 14:15.
Meditar,
rumiar, pensar en voz baja, musitar palabras para mí mismo, hacer mías las
Palabras de Yahweh. Piensa en las palabras de la Biblia, se esfuerza por
comprender su significado, reflexiona en ellas y las lleva a su vida práctica;
él no olvida ese tema, siempre lo tiene presente, y lo hace con alegría de
corazón.
Este meditar caracteriza al hombre
exitoso según Dios, aquel a quien Dios le da la tarea de hacer conquistas para
su reino, como Josué, a quien Dios le dijo: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de
noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él
está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”
(Jos. 1:8).
Día y noche.
Se refiere a la totalidad del tiempo, es decir, medita constantemente en la Ley
del Señor. Forma un hábito en torno a ello. Disciplina su mente para que se
acostumbre a meditar en la Palabra. Es algo que ya no puede dejar de hacer. Ha
estructurado su mente y la ha ejercitado de tal manera que no puede pasar un
solo día sin leerla, sin buscar en ella el consejo divino.
Pero no la lee de cualquier
manera, sino que convierte en un hábito procurar leerla toda, quiere todo el
consejo de Dios. La lee sistemáticamente, pues, no quiere perder ni una letra
de su vivificante contenido.
Descripción de la felicidad y el destino de los que son justos
“Será
como árbol plantado junto a corrientes de aguas” (v. 3). El salmista usa la figura de un árbol plantado junto a corrientes
de aguas para describir la dicha y el destino de los justos.
No se trata de un árbol que nació
espontáneamente en el campo, sino que fue sembrado por Dios. Esto habla de
elección. Solo los elegidos por gracia llegan a ser justos. En un momento de
sus vidas son regenerados por el Espíritu y vienen a la fe en Jesucristo. Son
plantados por Dios en su huerto.
En Israel abundan las tierras
desérticas y resecas, pero hay manantiales de aguas cristalinas y frescas que
bajan de las altas montañas; por lo tanto, mientras en los largos períodos de
sequías muchos árboles se secan y sus hojas se caen; eso no sucede con este
árbol, pues, siempre está recibiendo la vitalidad del agua pura.
En nuestro salmo esta agua es la
Palabra de Dios, la Ley del Señor. Aplicada por el Espíritu al alma piadosa, la
refresca y le da vitalidad espiritual.
Que da su fruto en su tiempo. No se adelanta ni atrasa en su producción. Siempre produce
el fruto en el tiempo indicado. Sus frutos no se caen antes de madurar, ni les
cae plaga. Y siempre produce una cosecha abundante.
Este árbol plantado por el Señor en
su huerto santo deleita a su Salvador ofreciendo flores y frutos de santidad
agradables al dueño de la viña sagrada. No es como la planta infructuosa a la
cual el Señor ordena cortar, sino que es como el justo descrito en el 92:12-14
“El justo florecerá como la palmera;
crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios
de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y
verdes”.
Todas estas metáforas describen la
completa, abundante, creciente y siempre oportuna y benéfica felicidad de los
justos, de los que andan conforme a la Ley del Señor.
Y todo lo que hace prosperará. Toda su vida rinde gloria al Señor. Todo lo que hace es
conforme a la voluntad revelada del Señor.
Esta es la consecuencia natural y
propia de la verdadera religión en el corazón, de la piedad. Tal como dijo
Pablo en 1 Timoteo 4:8 “Porque el
ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha,
pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”.
Si un hombre desea prosperidad y
felicidad permanentes solo puede encontrarlas en los caminos de la virtud y la
religión verdadera. No significa que este hombre no se enfermará, o no tendrá
dificultades, o no pasará por necesidades; pero sí que siempre se alcanza el
objetivo relacionado con el propósito de Dios para la vida del justo. Este
hombre usa todas las providencias que vengan a su vida para cumplir la voluntad
de Dios.
Descripción de la vida y destino de los malos
“No
así los malos” (v. 4). Los impíos, los que andan en la senda del pecado,
los que no meditan ni obedecen la Palabra del Señor; ellos son todo lo contrario
de la felicidad, de una vida con propósito, de un árbol frondoso y productivo.
Que son como el tamo que arrebata el viento. Los malos son tan volátiles, vanos,
efímeros, inútiles e improductivos en los asuntos espirituales y en cumplir el
propósito de Dios para el hombre, que son como la pajilla o la cáscara del
arroz o del trigo, la cual, cuando se trilla, es levantada al aire para que el
viento se la lleve y solo quede el grano.
Por lo tanto, en
consecuencia de su estado de muerte espiritual, no se levantarán los malos en el juicio, es decir, no serán
absueltos por el Juez de toda la tierra, serán encontrados culpables de gran
maldad, no fueron justificados por la gracia del Señor. Ellos serán hallados
culpables en el juicio delante de los hombres y en el juicio final. La justicia
los perseguirá en esta tierra y en la eternidad.
El carácter de estas personas no
pasará la prueba en ningún lugar donde impere la justicia.
Como ellos se sientan con los
pecadores, no podrán se contados en la asamblea de los justos. No podrán
pertenecer a la iglesia universal y espiritual de Jesucristo. No podrán adorar
al Señor con manos limpias. Y no serán nombrados cuando se pase lista en la
asamblea celestial.
Conclusión:
“Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos
perecerá” (v. 6).
La vida de los justos en esta tierra es de
confianza y seguridad, y tendrán un destino de felicidad eterna porque Jehová
los conoce de cerca, los ama, ellos tienen su carácter santo en sus vidas.
Pero no así sucede con los malos, con
los incrédulos. Ellos no son amados por el Señor, él no los conoce como sus
hijos. En consecuencia, la senda de los
malos perecerá. Ellos no soportarán el escrutinio del Cielo, serán
rechazados por Dios.
Contrario al camino y recompensa de
los justos, los malos perecerán, serán condenados eternamente, serán arrojados
a la condenación. Sufrirán las consecuencias de sus hechos malvados. Además,
serán objeto de las muchas oraciones imprecatorias de los salmistas y de los
creyentes.
Aplicaciones:
Como siempre hacemos con los pasajes
del Antiguo Testamento, es necesario aplicar el principio cristológico. ¿Dónde
está Cristo en el pasaje? Evidentemente Él es el hombre justo y feliz, por lo
tanto, es el modelo para todo aquel que desea andar en justicia y rectitud.
Él se gozó en la Ley divina, la
obedeció a perfección. Su máximo placer fue hacer la voluntad del Padre y
mantener una constante comunicación con él. Por lo tanto, Él amó la justicia y aborreció la maldad “por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con
óleo de alegría, más que a tus compañeros” Sal. 45:7
Jesús es el que dijo: Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la
de ellos cuando abundaba su grano y su mosto (Sal. 4:7).
Jesús fue quien pudo decir, luego de
vencer al diablo, el pecado y la muerte en la cruz: has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de
alegría. 30:11
Y en muchos salmos expresó su alegría
por estar en la casa de Dios, su gozo por experimentar la presencia del Padre.
Por lo tanto, la verdadera felicidad
que caracteriza al justo, solo se encuentra perfecta y plenamente en Jesús, y
todos aquellos que han confiado en su obra sustitutiva ahora son vistos como
justos y perfectos en Cristo, por lo tanto, dichosos y bienaventurados.
En consecuencia, andemos en el Justo,
vivamos en el Justo, imitemos al Justo, y gozaremos para siempre de la
verdadera felicidad.
Es necesario que a la luz de las
descripciones del carácter que se hace en este pasaje revisemos en cuál de las
dos categorías estamos: En la de los justos, o en la de los malos. Recordemos
cuál es el destino de cada uno de los dos. Si descubrimos que andamos por la
senda de los malos, entonces, aún hay
tiempo para cambiar ese rumbo. Acudamos a la gracia del Señor, la cual
nos dará las fuerzas para interrumpir ese caminar malvado. No sé en cuál de los
tres pasos estás: No sé si apenas estás en la fase de los encuentros casuales
con los malos, o si ya te paras en el camino para esperarlos, o si ya estás
sentado con ellos, burlándote de las cosas santas, de Dios y de todo lo bueno.
Recuerda que el Justo, el Hijo de Dios, el hombre verdaderamente feliz; vino a
esta tierra y se convirtió en varón de dolores para darte su felicidad, la
dicha del perdón, y la dicha de la justificación, y de la santificación. Ven a
Jesús y entrégale todo tu ser.
Hermano, ¿cómo estás en la meditación
diaria y constante de la Palabra del Señor? Esta es una disciplina que todo
creyente debe cultivar. Quisiera darte algunas recomendaciones:
Primero, inicia apartando un tiempo
diariamente para leerla y meditarla. Escoge una hora en la cual puedas estar
más tranquilo, sin tantas interrupciones. Las primeras horas de la mañana es un
buen tiempo.
Segundo, no pretendas leer en un solo
día lo que has dejado de hacer durante meses o años. Inicia leyendo uno o dos
capítulos de la Biblia, si es posible, en la mañana, al medio día y en la
noche.
Tercero, lee la Palabra
sistemáticamente. Si es la primera vez, empieza en los evangelios, lee todo el
Nuevo Testamento, y después lees todo el Antiguo.
Cuarto, para meditar en la Palabra
inicia con oración, pidiendo la iluminación del Espíritu. Luego busca qué dice
ese pasaje sobre Dios, cómo lo presenta, qué atributos divinos se despliegan en
Él. Luego busca los mandatos del Señor, qué pide él en ese pasaje. Cómo
confronta tu vida. Qué pide que cambies o dejes, qué te ordena buscar o
cultivar. Luego medita en cómo Cristo cumplió eso que se pide allí. Cómo ese
pasaje guarda relación con la historia de la redención. Concluye orando nuevamente,
con base en lo nuevo aprendido en el pasaje.
Quinto, trata de crear hábitos en
torno a la Palabra. Todos los días trata de hacerlo a las mismas horas, en el
mismo lugar.
Sexto, aprovecha los momentos de ocio
para meditar en las verdades aprendidas ese día, eso te ayudará a refrescar
constantemente tu alma en medio de las actividades diarias. Si vas en el bus,
el metro o el auto, puedes ir escuchando la Palabra en tu celular. Trata de
relacionar las cosas de la vida diaria con lo aprendido ese día. Aprovecha los
tiempos de insomnio para meditar en lo aprendido. Si te da alguna enfermedad,
como la Covid-19, aprovecha el tiempo para meditar en su Ley divina.
Amigo, tú estás caminando en la ruta
del pecador, y pronto te estarás burlando de lo sagrado y piadoso; con las
consecuencias destructivas que eso trae. Amigo, cree en el Justo, en Jesús, y
serás un hombre o una mujer feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario