El día del juicio vendrá
Judas 14-15
En
esta serie de predicaciones basadas en el libro de Judas hemos podido ver que
la falsa doctrina, con su consecuente práctica impía y pecaminosa, ha permeado
a la iglesia desde sus inicios. Hemos visto que los falsos profetas o falsos
maestros introducen sus doctrinas tergiversadas de una manera encubierta o
camuflada (v. 4), lo cual produce grandes estragos en el pueblo de Dios debido
a que, en un principio, pareciera ser la misma doctrina cristiana. Pero
realmente es doctrina nociva porque mezcla la verdad con la mentira.
Judas
dijo que la doctrina bíblica o la fe ha sido una vez dada a los santos (v. 3) y
es en esta doctrina en la cual la iglesia debe mantenerse firme. Pero la
realidad, desde los tiempos de Judas, es que los hombres no soportan mantenerse
firmes en la doctrina bíblica, sino que ansían una doctrina más humanista y
acorde con los deseos pecaminosos de cada generación. Es por eso que el apóstol
Pablo le dice a Timoteo que “vendrá
tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír,
se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de
la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4:3-4). En la media
que los tiempos avanzan la situación no mejora, sino que empeora, el hombre
cada vez se centra más en sí mismo, y prefiere una religión cristiana que tenga
como fin la satisfacción de sus deseos humanistas más profundos, y no les
requiera obediencia absoluta a mandamientos y principios absolutos del Dios
Santo.
Jesús
mismo predijo que en la medida que la humanidad se acerca al final de los
tiempos surgirán falsos profetas en medio de la iglesia, los cuales
confundirían a las gentes con su elocuente palabrería y supuestos actos
milagrosos: “Mirad que nadie os engañe… Y
muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos… Porque se levantarán
falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios de tal
manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt. 24:4, 11).
Pedro,
el apóstol, también predijo que los últimos tiempos estarían caracterizados por
el surgimiento abundante de falsos maestros o falsos profetas: “Pero hubo también falsos profetas entre el
pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente
herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre
sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa
de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán
mercadería de vosotros con palabras fingidas.” (2 Ped. 2:1-3).
Asimismo,
Juan, en el Apocalipsis, presenta la historia final de este mundo presente como
caracterizada por la presencia de las falsas doctrinas y falsos profetas, los
cuales tienen la facultad de hacer señales y obras milagrosas, con las cuales
engañarán a la mayoría de las personas. Juan nos deja ver que en la historia de
la iglesia, siempre la mayoría de las personas preferirán seguir la falsedad en
vez de la verdad bíblica: “También hace
grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la
tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las
señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia…” (Apo.
13:13-14). La fuerza de esta imagen presentada por Juan y el propósito de
prevenir a la iglesia de no seguir a los falsos profetas que surgirán con más
fuerza al final de la historia humana, ha sido opacada por las interpretaciones
pre-mileniales y dispensacionales de la iglesia de este tiempo. Pero Juan está
advirtiendo a los creyentes de no ser tan ingenuos de pensar que todos los que
hacen milagros en nombre de Cristo, realmente son profetas o ministros enviados
por él. Muchos falsos ministros podrán hacer milagros, pero el fin que ellos
tienen no es glorificar a Cristo, sino a sí mismos, a la vanidad humana, y en
últimas, al mismo Satanás, quien los dirige con sus astucias.
Desde
los tiempos de Judas, y aún desde el Antiguo Testamento, la falsa doctrina,
enseñada por falsos maestros, que pueden hacer milagros y señales, ha estado
presente entre el pueblo de Dios:
-
Moisés advirtió de los falsos profetas (que son falsos no porque no puedan
hacer cosas portentosas, sino porque ellos enseñan doctrinas erróneas) que
declarar o pronostican cosas, y estas se cumplen, pero están enseñando
doctrinas no bíblicas, los cuales deben ser evitados y considerados como una
plaga peligrosa para la Iglesia: “Cuando
se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal
o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo:
Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosle, no darás oído a
las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro
Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo
vuestro corazón, y con toda vuestra alma” (Deut. 13:1-3). El Señor permitió
que muchos falsos profetas hicieran milagros y señales, e incluso que algunas
de sus profecías se cumplieran, pero esto no era más que una prueba, para que
los miembros de su pueblo se dieran cuenta qué tanto amaban a Dios y a su
palabra revelada. Estos profetas, luego de ganar la confianza y la credibilidad
del pueblo, empezaron a enseñar doctrinas que se salían del tenor de las
Escrituras, y tergiversaban la verdadera doctrina de Dios, y se centraban más y
más en el hombre, de manera que ellos, al enseñar cosas falsas acerca de Dios,
estaban creando su propio dios. Pero esto solo fue característico de la época
del Antiguo Testamento, sino que también se está presentando hoy. Muchos
hombres o ministros evangélicos están conduciendo a la iglesia a volverse
materialista, humanista y centrada en la gloria humana, a través de sus
supuestos o reales milagros, los cuales no certifican que Dios está aprobando
su enseñanza, sino que está mostrando a los hombres quiénes realmente le siguen
por amor, y quienes por puro interés.
-
En toda la historia del Antiguo Testamento los verdaderos profetas tuvieron que
denunciar a los falsos, los que entraban sigilosamente y engañaban al pueblo de
Dios, causando destrucción espiritual. Estos falsos profetas, que pasaban por
verdaderos siervos de Dios, se especializaron en hablar a la gente lo que ellos
querían oír, conforme a sus deseos materialistas y humanistas: “Porque este pueblo es rebelde, hijos
mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los
videntes: No veáis; y a los profetas: no nos profeticéis lo recto, decidnos
cosas halagüeñas, protetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda,
quitad de nuestra presencia al Santo de Israel” (Is. 30:9-11). Una de las
doctrinas que primero atacan, tanto los falsos profetas como el pueblo que
sigue la doctrina errada, es la doctrina de la santidad de Dios.
-
En tiempos de Jeremías los falsos profetas abundaron por doquier, al parecer
solo él se mantuvo fiel a las Sagradas Escrituras, el resto de profetas
engañaban al pueblo prometiéndoles bendición, paz y prosperidad, a pesar de que
no había un arrepentimiento verdadero. A cambio de ofrendas y dinero, estos
falsos profetas llenaban los lugares de culto con centenares de ingenuos
creyentes para hablarles cosas agradables a sus oídos. Ellos les hablaban del
Dios de amor y riquezas, que dará bendición a sus hijos, así no haya una
verdadera conversión y arrepentimiento, de manera que Dios dice: “No escuchéis las palabras de los profetas
que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas, hablan visión de su
propio corazón, no de la boca de Jehová. Dicen atrevidamente a los que me
irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación
de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros” (Jer. 23:16-17).
-
La iglesia primitiva, en el siglo primero de nuestra era, tuvo que luchar
seriamente en contra de los falsos maestros que enseñaban las doctrinas
gnósticas dentro de las iglesias. Muchos corrieron detrás de estas falsas
doctrinas. Luego, en los siglos siguientes surgieron diferentes falsos
profetas: Arrio (Siglo IV), enseñando que Jesús era un ser creado. Su falsa
doctrina alcanzó a afectar a un alto porcentaje de cristianos en su tiempo.
Montano (siglo II), quien enseñaba que había empezado la era del Espíritu Santo
o de un nuevo pentecostés, y al lado de las profetisas Prisca y Maximila, daban
profecías, al estilo del tiempo en el cual se estaban escribiendo las Sagradas
Escrituras, y anunciaron el inminente fin del mundo y el regreso de Jesús
estableciendo una nueva Jerusalén en un lugar determinado por ellos. Esta falsa
doctrina del montanismo invadió a un buen número de iglesias orientales. Junto
con ellos, la historia nos muestra a numerosos falsos maestros que inundaron a
la iglesia de los primeros siglos, hasta que la iglesia perdió su pureza y esta
llegó a convertirse en un gran centro de negocios y mercadería en todo lo que
sería la Edad Media. Pero luego de la reforma surgieron nuevos falsos profetas
dentro de la iglesia evangélica: unos maestros enseñaban la poligamia, otros el
legalismo, otros el racionalismo teológico, otros negaron la divinidad de
Jesús, otros cuestionaron los milagros en la Biblia y trataron de desmitificar
a las Sagradas Escrituras quitando lo que sonaba a sobrenatural o mitológico en
ellas, otros se volvieron liberales y enseñaron que la Biblia no es palabra
inspirada, que algunas de sus partes no son verdaderas, otros enseñaron que los
sacramentos no son necesarios, otros que Cristo no regresará, que él realmente
no murió en una cruz y que tampoco resucitó, otros falsos maestros enseñaron
que el cielo y el infierno no son lugares a donde irán las personas a pasar la
eternidad, otros enseñaron que las almas condenadas no sufrirán para siempre en
el infierno sino que serán aniquiladas, otros enseñaron que los cristianos
pueden pecar a su antojo y ellos serán salvos, otros enseñaron que además de
las Sagradas Escrituras podemos confiar en las revelaciones que algunas
personas están recibiendo directamente de Dios, otros enseñaron que la obra de
Cristo en la cruz no tiene como fin especial reconciliarnos con Dios y darnos
la libre entrada a su presencia en los cielos, sino que tiene como propósito el
que construyamos un cielo en la tierra, y que ahora mismo podemos disfrutar de
manera plena de la glorificación de nuestros cuerpos y tenemos en nosotros el
poder para hacer que nuestros cuerpos no se enfermen nunca, otros dijeron que
nosotros somos como pequeños dioses que tenemos poder en lo que hablamos para
traer a la realidad cosas que no existen, otros enseñaron que el evangelio nos
fue dado para que seamos ricos y tengamos muchas posesiones; en fin, no terminaría
de escribir en un libro completo todas las falsas doctrinas que durante siglos
han entrado y dañado a los cristianos.
¿No
es esto abrumador? ¿No nos deja esto una sensación de frustración, tristeza y
angustia al ver cómo los falsos profetas han hecho y siguen haciendo de las
suyas? ¿No nos deja esta realidad con un sentimiento de impotencia? ¿Por qué
Dios no destruye a los falsos profetas e impide que las doctrinas erróneas
ingresen a la Iglesia? ¿Por qué pareciera que la falsedad avanza con más fuerza
dentro de la iglesia cristiana? ¿Por qué si la Iglesia es de Cristo, y él la
cuida, permite que los falsos pastores hagan de las suyas, y aparentemente
prosperen en medio de su impiedad?
Es
muy posible que los lectores de la carta de Judas estuvieran haciéndose estas
preguntas, y Judas como buen pastor bíblico, les ofrece un consuelo en los
versos 14 al 16, afirmando, a través de una profecía del patriarca Enoc, que el
día del juicio vendrá con total seguridad sobre todos los impíos, incluyendo a
los falsos profetas. Ellos podrán estar confiados ahora, y seguir en su deseo
de hacer daño a la iglesia, estafando a través de la fe, pero el juicio sobre
ellos se acerca.
Analicemos
brevemente estos versos, conforme a la estructura natural que nos presenta el
pasaje:
1.
Es un juicio seguro
2.
Es un juicio total o universal
3.
Es un juicio contra la impiedad
4.
Es un juicio basado en la verdad
1.
Es un juicio seguro. “De éstos también
profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí vino el Señor con sus santas
decenas de millares para hacer juicio…” (v. 14).
Judas
consuela a la iglesia que llora, sufre y se angustia al ver cómo los falsos
profetas invaden a la cristiandad, afirmando que las cosas no se quedarán así.
Que Dios vindicará su causa y hará un juicio condenatorio sobre los impíos.
Para afirmar esto, aunque pudo haber utilizado muchas profecías del Antiguo
Testamento, nuestro autor acude a una profecía o proclamación que hiciera el
patriarca Enoc, aunque no aparece en ninguno de los libros canónicos del
Antiguo Testamento. Si bien es cierto que la profecía fue tomada de un libro
apócrifo, la verdad es que esta porción, una vez fue incluida por Judas en su
carta, se convirtió en Escritura inspirada. No que todo el libro apócrifo de
las profecías de Enoc sea inspirado, sino que solo esta parte, por el hecho de
haber sido considera por Judas en su carta, se convierte en inspirada.
Es
muy probable que Judas haya utilizado esta profecía de Enoc, debido a tres
razones fundamentales: Primero, al parecer en el siglo primero este libro era
muy apreciado por los judíos y muchos tenían conocimiento de estas profecías,
de manera que para los lectores iba a ser fácil entender el juicio a que se
refería Judas. Segundo, es muy probable que los falsos profetas, los cuales
estaban diciendo que recibían sueños y nuevas revelaciones de parte de Dios,
también estuvieran familiarizados con la literatura mística de su tiempo,
siendo para ellos conocido el contenido de las “profecías de Enoc” y tal vez lo
recibían como literatura apta para sus fines dañinos. De manera que Judas
utiliza su propia literatura para anunciarles que sobre ellos vendrá un
terrible juicio. Tercero, al parecer el contenido de la profecía que Judas cita
en su carta se había transmitido en forma oral de una generación a otra, y
posiblemente fue una proclamación que realmente hiciera Enoc en su tiempo, lo
cual le daba gran honorabilidad y respeto debido a lo antiguo del mensaje. La
expresión séptimo desde Adán, quiere
decir que este Enoc no es el hijo de Caín (Gén. 4:17), sino el descendiente de
Set, el cual es ubicado en la séptima generación, contando desde Adán (Gén.
5:1-23). Enoc fue considerado un gran hombre de Dios, debido a que la Biblia
dice que caminó con él (Gén. 5:24) y fue traspuesto a los cielos.
De
manera que Judas acude a esta antigua declaración para mostrarle a la iglesia
bíblica, que aunque ahora somos pocos, y estamos siendo despreciados por los
falsos profetas y las multitudes que siguen sus nefastas doctrinas, no obstante
un día veremos como Dios nos exalta y como derrama sus juicios sobre los que
pervierten la fe.
Y
que este es un juicio cierto se deja ver al inicio de la profecía: “He aquí, vino el Señor”. Es decir,
aunque habrá un juicio final y definitivo, ya Dios está obrando y avanzando
todas las cosas para la llegada de ese juicio. Muchos de sus juicios ya están
derramándose sobre los impíos, aunque esto sea solo un adelanto del gran juicio
final. Este juicio será obrado por el Señor, pero utilizará a millares de
ángeles, los cuales están prestos para ejecutar los castigos divinos. “De manera que como se arranca la cizaña, y
se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del
hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de
tropiezo y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí
será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:40-42). También Pablo consoló
a los verdaderos creyentes que sufrían a causa de las persecuciones y
tribulaciones de este mundo impío, diciéndoles: “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os
atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando
se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en
llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni
obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:6-8).
2.
Es un juicio total o universal. “…para
hacer juicio contra todos” (v. 15).
Nadie
quedará excluido de este juicio. Así algunos se engañen con la vanas
imaginaciones de su mentes, pensando que Dios enviará sus juicios sobre otros,
pero no sobre ellos; como si en ese día ellos pudieran encontrar alguna
justificación que presentar ante Dios y de esa manera quedar libres, pero la
verdad es lo contrario. Todos los impíos, todos los que rechazaron a Jesús,
todos los que pervirtieron el Evangelio de Jesús, todos los que siguieron a los
falsos profetas, serán juzgados por el Juez de toda la tierra. La posición
social, eclesiástica o económica no valdrá de nada. “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios, y los libros
fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y
fueron juzgados los muertos…” (Ap. 20:12).
Nadie
podrá esconderse del Juez Universal y Supremo. Él conoce todas las obras que
cada uno hizo: “Porque los caminos del
hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas”
(Prov. 5:21). “Los ojos de Jehová están
en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Prov. 15:3). Aunque algunos
líderes religiosos falsos se encubren en el poder de sus denominaciones o
mega-iglesias, o en su poderío económico y fama mundial, Dios no se deja
deslumbrar por la gloria humana, y ellos también serán encontrados por la
justicia divina y la sangre de todos los que fueron condenados por creer en el
evangelio erróneo que ellos predicaban caerá sobre ellos. Estos malos hombres
creen que la destrucción nunca vendrá sobre ellos, y son como los impíos
mencionados en el Salmo 10, los cuales dicen en su corazón “No seré movido jamás; nunca me alcanzará el
infortunio” (v. 6), o, “Dios ha
olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo verá” (v. 11).
Los
impíos no solo rechazan a Dios en sus caminos, sino que hablan insolentemente
en contra de él y Su palabra. Cuando algunos son reprendidos a causa de sus
pecados, entonces usan las Sagradas Escrituras para justificar su impiedad.
Recuerdo de un líder cristiano en determinada región de Colombia el cual
expresó que no tenía problemas en recibir dineros o “diezmos” de los
narcotraficantes o paramilitares, pues, la Biblia decía que las riquezas de los
impíos serían para los justos. Esta es una manera blasfema de usar la Palabra,
lo cual redundará en su propia condenación. Muchos impíos, cuando son
amonestados, cuestionan a Dios y ellos lanzan ofensas contra el Creador y hasta
llegan a afirmar que no temen a la ira de Dios. Pero todas estas palabras serán
tomadas en cuenta en el día del juicio, y muchos lamentarán en aquel día por
haberse expresado así: “Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y gran gloria” (Mt. 24:30). Los teólogos liberales,
aquellos que pervertían el evangelio y hacían extraviar a la gente del camino,
y los conducían a vivir en el pecado, negando muchas de las verdades
Escriturales, ellos en ese gran día buscarán esconderse de la mirada
escrutadora del juez de toda la tierra, pero no habrá para ellos ningún rincón
oculto, sino que la Palabra de Dios, aquella contra la cual lucharon,
tergiversándola y haciéndola decir lo que no decía, esa Palabra los condenará:
“El que me rechaza y no recibe mis
palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en
el día postrero” (Jn. 12:48).
3.
Es un juicio contra la impiedad. “y dejar
convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho
impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado
contra él” (v. 15).
La
impiedad consiste en vivir sin Dios, o vivir como si Dios no existiera. El
impío dice en su corazón “no hay Dios”
y por lo tanto “se han corrompido, hacen
obras abominables” (Sal. 14:1). “El
malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de
sus pensamientos” (Sal. 10:4). El impío, que es falso profeta, cree que el
Dios vengativo que ejecutará sus juicios sobre los que engañaban a su pueblo no
existe. Que solo hay un Dios de amor, que al final les perdonará por sus
fechorías y no les condenará. Pero el Dios Santo que se revela en las Sagradas
Escrituras mira a los pecados como impiedades, porque son rebeldía delante de
él. El impío no se preocupa nunca del juicio venidero porque, en últimas, ellos
creen que Dios no existe, que es solo la invención del hombre primitivo y
temeroso ante los fenómenos naturales y la grandeza del cosmos. Ellos creen que
la religión es solo un medio de opresión y lucro personal, de manera que ahora
se hacen pasar por religiosos, por muy espirituales e interesados en los
asuntos bíblicos, pero ellos mismos no creen lo que la Biblia dice, y así viven
desordenadamente y de manera hipócrita, sacando provecho de su posición
privilegiada. Pero la ira de Dios los alcanzará repentinamente y no habrá para
ellos misericordia.
Este
pasaje también es una advertencia para todos los moralistas de nuestro tiempo.
Ellos, aunque sean muy admirados por la sociedad y se les tenga como gente con
una espiritualidad muy alta, si ellos no ponen su confianza solamente en Jesús,
entonces son impíos, porque no tienen a Dios en sus vidas.
4.
Es un juicio basado en la verdad. “para
hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos…” (v. 15).
Los
impíos, los que viven como si Dios no existiera, todos ellos no solo serán juzgados
sino que serán dejados convictos. Sobre todos ellos el veredicto del Gran Juez
será: Culpable. Y entonces se escucharan los ¡Ay! y los lamentos, porque ya no
habrá oportunidad para rectificar el mal causado. “Cuando venga el Señor, toda
la verdad será revelada. Todo saldrá a la luz; todo engaño será descubierto y
visto como lo que es. Uno de los mayores problemas de los pecadores es que nos
engañamos a nosotros mismos. Detenemos la verdad (cf. Romanos 1:18). Una de
nuestras estrategias favoritas para lograrlo es compararnos con otros. Aunque
nuestra conciencia proclama nuestro pecado, apagamos su voz mirando a los demás
y argumentando que no somos tan malos como ellos. Neciamente, por supuesto,
olvidamos que ellos también son pecadores, por lo que nuestra comparación no
significa nada. Es como el lodo diciendo que el barro está sucio. Es engañarse
a sí mismo”[1].
En
este mundo podemos engañar a los demás sobre nuestras intenciones, pero en ese
día no podremos engañar al que todo lo escudriña. Somos muy hábiles para
ocultar nuestro pecado y disfrazarlo de piedad, pero ese día todas las máscaras
y vestidos legalistas serán quitados, y desnudos nos presentaremos ante el Gran
Juez. Todos los culpables, los que no se refugiaron de todo corazón en Cristo,
y todos los que no lo buscaron con sinceridad, buscando en él la salvación de
sus almas, sino que vinieron a la iglesia por puro interés material,
egocéntrico y humanista, todos ellos serán declarados culpables y la ira de
Dios arderá para siempre sobre ellos.
Aplicaciones:
-
Primero quiero dirigirme a las personas que aún no son cristianas. Que no han
reconocido su necesidad de Jesucristo. Amigo y amiga, ¿Estás preparado para
presentarte ante el juez de toda la tierra? ¿Estás preparado para presentarte
ante aquel que juzga lo más profundo del corazón y ante aquel donde las cosas
se presentan desnudas? ¿Estás preparado para ser escudriñado por aquel a quien
no puedes engañar y que revisará cada una de tus obras, de tus pecados y de las
malvadas intenciones de tu corazón? Ese sería un día de tormento y tribulación
para todos los que no confiaron en Cristo Jesús, porque ellos no tendrán
ninguna escapatoria, y cuando se vean perseguidos por la mirada escrutadora del
Dios que se sienta en el Trono, tratarán de esconderse debajo de las piedras,
querrán morir porque no soportan la ira de Dios, pero todo será en vano. “Y el cielo se desvaneció como un pergamino
que se enrolla, y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de
la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo
siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los
montes, y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos
del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”
(Ap. 6:14-17). Amigo, ¿estarás tú entre las personas que huyen despavoridas de
la presencia de Dios, buscando refugio entre las peñas sin hallarlo? No es
necesario que esto sea así. Muchas personas, en ese gran día, aunque también
pecaron, no tendrán temor, porque habrá algo que realmente cubre sus pecados
delante de los ojos de Dios, algo que es una cubierta protectora, la cual
impide que la justicia divina reclame por esos pecados, esa coraza es la sangre
de Cristo. Todos los que realmente confiaron en Cristo como su único medio de
salvación, y vivieron sus vidas para él, consagrados a él enteramente, esos y
solo esos, no tendrán temor en el día del juicio, porque la ira de Dios no se
derramará sobre ellos, puesto que alguien ya recibió la ira por esos pecados y
sufrió la condenación por nosotros: Jesús de Nazaret. En ese terrible día,
todos los que creyeron en él, serán vistos como limpios y santos por la justicia
divina, de manera que serán amados por el Padre y se les permitirá la entrada a
la Eterna Ciudad donde para siempre se gozará de eterno bien. “Entonces uno de los ancianos habló,
diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde
han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han
salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido
en la sangre del Cordero. Por esto están delante del Trono de Dios, y le sirven
día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su
tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más
sobre ellos, ni calor alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los
pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida, y Dios enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos” (Ap. 7:13-17).
-
Ahora quiero dirigirme a los creyentes: hermano
y hermana, tal vez has estado sufriendo por la causa de Cristo. De parte de tus
familiares incrédulos es muy probable que recibas desprecios, ultrajes,
vejaciones, improperios, y palabras ignominiosas; es muy probable que tus
antiguas amistades hagan burla de ti, a causa de tu nueva fe; es probable que
tus compañeros de trabajo hagan mofa de tu vida espiritual y te ridiculicen
porque no participas más de sus malas acciones. Es probable que experimentes el
sufrir por la causa de Cristo y tu corazón se angustie al ver cómo los malos
prosperan, y las doctrinas erróneas corroen a buena parte de la cristiandad, de
manera que ahora recibimos desprecios de los que se llaman cristianos y no se
sujetan en todo a la Palabra. Pero quiero decirte que ahora nos toca sufrir,
pero un día recibiremos la corona de victoria. Ahora nos toca pasar por un leve
momento de tribulación, pero pronto, más rápido de lo que uno piensa, estaremos
disfrutando de la dicha inmensa e inefable de gozar para siempre en la
presencia del verdadero pastor que nos guiará a pastos verdes y aguas
cristalinas. Muy pronto, estaremos en el regazo de nuestro amado Salvador, y él
se encargará de aliviar para siempre nuestro dolor. Es Jesús, quien le dijo a
su pequeño grupo de discípulos: “No
temáis, manada pequeña, porque ha vuestro Padre le ha placido daros el reino”
(Luc. 12:32). “Yo conozco tus obras, y tu
tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser judíos (o cristianos), y no
lo son, sino sinagoga (o iglesia) de
Satanás. No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo, echará a
algunos de vosotros en la cárcel (les causará gran dolor a través de sus
hijos), para que seáis probados, y
tendréis tribulación por diez días (por un poco de tiempo). Se fiel hasta la muerte y yo te daré la
corona de la vida” (Ap. 2:9-11). No te aflijas en medio de las
tribulaciones que te vienen por ser un creyente verdadero que te congregas en
iglesias bíblicas, pronto el juicio del Señor vendrá sobre los malvados e
impíos, y nosotros disfrutaremos del verdadero reposo que nos dará el Cordero
que fue inmolado: “Debemos siempre dar
gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va
creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás;
tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios,
por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que
soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis
tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es
justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a
vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste
el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder” ( 2 Tim. 1:3-7).
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