Jesús es
superior a Moisés
3: 1 – 4:13
Resumen:
Luego
de mostrar por las Escrituras del Antiguo Testamento que Jesús es superior a
los profetas y los ángeles, y por lo tanto superior a la Ley, pasa ahora en el
capítulo Tres a demostrar la superioridad de Jesús sobre Moisés.
Veamos
los distintos aspectos de la argumentación del autor:
Vs.
1 al 4. Jesús es superior a Moisés en obra, porque Él es un Sumo sacerdote
mayor que Moisés en la casa de Dios. A pesar de que Moisés fue fiel en esta
casa, Jesús es superior porque él hizo la casa e hizo todo lo que existe.
Vs.
5-6. Jesús es superior a Moisés en posición, porque aunque Moisés fue fiel en
la casa de Dios, lo hizo como siervo, pero Jesús es el Hijo unigénito del dueño
de la casa, se concluye entonces que así como en una casa el hijo del padre de
familia es superior al siervo, Jesús es superior a Moisés, por la posición de
hijo fiel. El autor no demerita la labor de Moisés, sino que reconoce su
fidelidad en la casa de Dios.
Vs.
3:7 al 4:13. Jesús es superior a Moisés en reposo. En estos pasajes el autor
mostrará a sus lectores judeo-cristianos que el verdadero reposo espiritual
prometido en el Antiguo Testamento encuentra cabal cumplimiento en la obra
redentora de Cristo. Primero habla de la historia del reposo (Vs. 7-11) tomando
una cita del Salmo 95 y 96, la cual adjudica al Espíritu Santo, reconociendo
que las Sagradas Escrituras fueron inspiradas por Dios.
Esta
cita contiene un llamado para que todos atendamos con fe y obediencia al
llamado del Evangelio, pues, todo acto de rebeldía es muestra de un corazón
endurecido a causa de la condición
humana rebelde, la cual se vio reflejada en un hecho histórico: la rebeldía
del pueblo de Israel en el desierto,
específicamente en Meriba y Masah (significan: rebelión y prueba
respectivamente). En Masha el pueblo contendió con Moisés porque les faltaba
agua, y Dios ordenó a Moisés golpear la piedra para que brotara el preciado
líquido (Ex. 17:7), luego, en Meriba el pueblo de Israel nuevamente contendió
con Moisés a causa de la escasez de agua. Fue en esta ocasión cuando Moisés
perdió los estribos y golpeó dos veces la roca en vez de hablarle a ella, como
le había instruido el Señor (Num. 20:13).
Vs.
9-10 presenta los resultados de la rebeldía contra la Palabra de Dios: El Señor
se disgustó con su pueblo, el resultado de este disgusto consistió en que Dios
nos les permitió disfrutar del reposo prometido (Vs. 11).
Luego
al autor da paso a una exhortación invitando a los lectores a revisar sus
corazones, pues, el reposo prometido está en serio peligro si nos mantenemos
con un corazón incrédulo. El autor habla de la posibilidad de tener corazones
rebeldes que nos lleven a apartarnos del Dios vivo, pues, la incredulidad
conduce a mayor incredulidad hasta que el corazón se aparta por completo de la
posibilidad de conocer al Dios salvador.
En
los Versos 16 al 19 encontramos las consecuencias de la incredulidad, las
mismas que sufrieron los antepasados judíos en el desierto: Provocaron a Dios
(16), disgustaron a Dios (v.17) y no entraron en el reposo prometido (Vs.
18-19)
Vs,
1-10 El autor muestra la oportunidad que tenemos para entrar al reposo. Es
nuestro deber aprovechar esta maravillosa oportunidad (Vs. 1-2), pero no basta
con solo escuchar el evangelio, sino que se requiere fe de los oyentes para
poder entrar al reposo.
En
los versos 3 al 8 se insiste en que la oportunidad para entrar al reposo es
verdadera. Algunos ya han entrado en este reposo (4:3), la promesa viene desde
la misma creación (Vs. 4-5), todavía hay cupo disponibles para entrar al reposo
(Vs. 6), David testificó que el tiempo para entrar al reposo es hoy (Vs. 7).
En
los Versos 9-10 el autor insiste en la urgencia de aprovechar la oportunidad
para entrar al reposo. Está disponible hoy (Vs. 9) y el reposo nos permitirá
descansar porque la obra ya está terminada (v. 10).
Por
último, el autor vuelve a exhortar a los oyentes para que entren al reposo.
(vs. 11-13). Deben entrar a causa del peligro de la incredulidad (v. 11), deben
entrar a causa de la eficacia de la Palabra de Dios (v. 12), deben entrar a
causa de la claridad de la Palabra de Dios que lo escudriña todo (v. 13).
Dificultades del
pasaje.
V. 1 ¿Cuál es el
llamamiento celestial del cual participan estos hermanos santos?
Este
llamamiento hace referencia al llamado del Evangelio. Todos los creyentes hemos
participado de este llamado que nos hace Cristo a través del Espíritu Santo. El
autor resalta aquí la dignidad del llamamiento: “celestial”, de manera que
descuidar o desatender este llamado de lo alto sería una gran ofensa para la
majestad de Dios. Todo aquel que escucha el llamado del Evangelio debiera
escucharlo con atención. Esta expresión también manifiesta la dignidad que
tiene el miembro de la familia, como dice: F. F. Bruce: “... los señala como ciudadanos de un reino no circunscripto a las
condiciones de la vida terrenal. Han sido apartados por Dios mismo, hechos
miembros de su familia y llamados a compartir su eterno reposo”[1]
La
iglesia es la comunidad de los llamados (este es el significado de la palabra
griega usada para iglesia = Eklessis).
2 Tim. 1:9; Fil. 3:14; Ef. 4:4; Col. 3:15)
v. 1b ¿Por qué a Jesús
se le llama apóstol?
El
término apóstol, en el idioma griego, significa “enviado”. En el sentido
bíblico es aquel que ha sido enviado por Dios. Pero en la Biblia tiene un
significado más profundo, pues se refiere al que es enviado como un embajador,
alguien que está revestido de la autoridad del que lo envió. Otra
particularidad del apóstol en la Biblia es que solo debe hablar las palabras del
que lo envía, no puede ir más allá de las instrucciones que recibió.
En
ese sentido Jesús es un apóstol de Dios, pues fue enviado por Él para
representarlo entre los hombres. El autor ya ha dicho que Jesús nos trae la
revelación completa y perfecta de Dios, él mismo dijo que hablaba las palabras
que escuchó de su Padre y venía a cumplir su voluntad.
Siendo
que en este pasaje Jesús es comparado con Moisés, es posible que el término
apóstol precisamente haga referencia al ministerio de Moisés, mientras que el
término sumo sacerdote haga referencia al ministerio de Aarón.
Jesús
es más grande que Moisés porque él tiene las funciones de ambos, de Aarón y
Moisés, es decir, apóstol y sacerdote.
Aunque
Moisés también fungió como sacerdote, al interceder por el pueblo (Ex. 32:11
ss), Aarón era el sumo sacerdote. Jesús tiene los dos oficios.
v. 2 ¿Cuál es la casa
de Dios en la que Moisés fue fiel? ¿Se refiere al tabernáculo?
En
las Sagradas Escrituras se le llama casa de Dios a la iglesia, a los creyentes
en Cristo. (1 Ped. 4:17; 1 Ped. 2:5; Heb. 10:21; 1 Tim. 3:15). Moisés ministró
fielmente al pueblo de Dios en el desierto, durante los 40 años del peregrinaje
a la tierra prometida.
Jesús
es comparado con Moisés, en el sentido que él también ha sido, o sigue siendo,
fiel a su Padre. Esto se refiere a su encarnación, su ministerio de
predicación, sus milagros que expresaron la misericordia de Dios, el llamar y
entrenar a los apóstoles, su pasión voluntaria en la cruz, su resurrección, su
exaltación y la obra mediadora e intercesora que ejerce ante el Padre en favor
de los suyos. Sobre todo esto Jesús ha sido fiel, así como Moisés lo fue en
todo lo relacionado con el guiar al pueblo de Israel en medio del desierto.
Aunque
como dice Calvino “Las palabras sobre
toda su casa, pueden aplicarse a Moisés; pero yo prefiero aplicarlas a
Cristo, pues de él puede decirse que es fiel a su Padre al gobernar toda su
casa, de esto se deduce, que nadie pertenece a la iglesia de Dios salvo los que
reconocen a Cristo.
v.3 Si Moisés y Jesús
fueron fieles en la casa de Dios, entonces ¿En qué consiste la superioridad de
Jesús sobre Moisés?
La
diferencia que el autor de Hebreos establece entre Moisés y Jesús trasciende el
tema de la fidelidad. Considero que el autor no quiso introducir el tema de la
superior de Jesús de una forma abrupta o directa, posiblemente, para que los
oyentes no quedaran con la impresión que la fe cristiana desestima o desecha el
trabajo que Moisés hizo en la historia del pueblo de Dios. Moisés fue un
profeta especial y su ministerio ha redundando para el bienestar del pueblo del
Señor de todas las épocas.
Como
dice en el versículo 5 “fue fiel en toda
la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir”. Es
decir, Moisés fue un profeta que Dios usó para conducir al pueblo hacia Cristo,
él mismo prefigura a Cristo. La Ley dada a través de Moisés se convierte en una
nodriza o niñera, o guía que nos conduce
a Cristo. (Gál. 3:24)
Los
escritos de Moisés son tan necesarios para el creyente, que sin la Ley es
imposible ver la gloria de la obra de Cristo, sin la Ley no podemos ser
conscientes de la necesidad de Cristo.
Pero
a pesar de la gran fidelidad de Moisés y su eminente trabajo en la casa o el
reino de Dios, Jesús es superior a él porque así como el arquitecto constructor
de una casa recibe mayor gloria o reconocimiento por el ingenio para construir
un magnífico edificio, que la gloria que se le puede dar al edificio mismo,
Jesús recibe mayor reconocimiento que la casa en la cual trabajó Moisés, porque
Jesús es el ingeniero constructor.
Siendo
que la casa de Dios es una metáfora la cual apunta al pueblo del Señor,
entonces podemos decir que el pueblo de Dios inició en el Edén, por lo tanto
solo Jesús, el eterno creador de todo, es constructor de esta casa. Moisés
trabajó en ella por un tiempo, y aunque aún su ministerio sigue beneficiando al
pueblo del Señor, él lo hizo como siervo, pero Jesús es el dueño de la casa, y
por lo tanto más grande que los trabajadores de ella.
v. 4 Si Jesús es
superior a Moisés porque él es el constructor o edificador de la casa, entonces
¿por qué ahora dice que el que hizo todas las cosas es Dios? ¿Quién hizo la
casa: Dios o Jesús?
Evidentemente
el autor de Hebreos no hace una distinción entre Dios y el Hijo. Ya ha presentado
en el capítulo 1 al Hijo como el creador, el que sostiene todas las cosas
creadas, y ahora presenta a Jesús en el capítulo 3 como el constructor de la
casa de Dios, pero a la misma vez, continuando con el mismo argumento, presenta
a Dios como el constructor de todo, lo cual incluye a la casa de la que viene
hablando.
Para
los autores del antiguo y del nuevo testamento no hay problemas en reconocer al
Padre y al Mesías como Dios, no son dos dioses, sino uno solo, pero no son una
persona, sino dos. Se les presenta en su unidad perfecta, pero también en sus
personas y obras. Hebreos no apoya la postura de los arrianos, que niegan la
divinidad de Jesús, pero tampoco apoya la posición de los modalistas que
confunden la persona de Jesús con la persona del Padre.
Ahora,
en el versículo 6 Jesús es el Hijo sobre su casa, sobre la casa del Padre. Él
no solo la construye, sino que como Hijo, también gobierna sobre la casa de su
Padre.
v.6 ¿Qué significa
retener firmes hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza, para
que entonces si podamos ser casa de Dios?
En
las Sagradas Escrituras se describe a los creyentes como la casa o edificio de
Dios. Es una metáfora común entre los autores del Nuevo Testamento (1 Co. 3:16;
6:19; 2 Co. 6:16; 1 Pe. 2:5), Jesús mismo habla de la iglesia como un edificio
o casa que él edifica (Mt. 16:18).
De
la misma manera que Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, se requiere de los
creyentes que se mantengan fieles en la confianza que han depositado en el
Salvador.
Muchos
de los lectores estaban siendo fuertemente atacados por los judíos, con el fin
de hacerlos abandonar la fe en Cristo y regresar al sistema judaico. Si estos
creyentes abandonaban esa confianza en Cristo, mostraban que eran infieles y no
pertenecían al pueblo del Señor, no eran casa del Señor.
Se
requiere que esta fidelidad sea hasta el
fin. El verdadero creyente, que es parte del edificio de Dios, se
caracteriza porque perseverará hasta el fin en esta confianza.
El
Señor Jesús en Mateo 10, hablando de las persecuciones venideras contra los
cristianos, les advierte que solo los salvos, los que verdaderamente son casa
de Dios, soportarán las adversidades y lucharán enérgicamente para mantenerse
firmes en la confianza. Los creyentes son probados por las persecuciones y
atractivos de las filosofías mundanales, de manera que los fieles perseverarán
en medio de las tormentas, es en ese contexto que Jesús dice: y seréis aborrecidos por causa de mi nombre;
mas el que persevere hasta el fin este será salvo” (Mt. 10:22)
Muchos
de los judíos cristianos, lectores de la carta de Hebreos estaban a punto de
deslizarse y abandonar la fe en Cristo, lo cual mostraría que no son casa de
Dios. El Señor Jesús explicó bien este asunto en la parábola del sembrador. Los
verdaderos creyentes son representados como la buena tierra, la que produce
fruto duradero, pero los falsos creyentes son representados por la mala tierra:
la del camino, la de los pedregales y la que está llena de espinos. Una persona
que empieza el camino del cristianismo, y habiendo escuchado el Evangelio lo
acepta con gozo, pero luego de venir las pruebas y las persecuciones abandona
la fe, entonces se manifiesta que este era una tierra mala, que en él no hubo
fruto real. Y el que fue sembrado en
pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la
aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza (Mt.
13:20-21).
v. 8 ¿Puede un creyente
endurecer su corazón contra Dios?
El
autor cita el Salmo 95, como palabra del Espíritu Santo a través de David, para
decir que esa palabra no solo aplicó al Antiguo Testamento sino que también
tiene validez para los cristianos. Los escritores de la Biblia no son
dispensacionalistas, para ellos toda la Palabra es útil y necesaria para que el
hombre de Dios (hoy) sea perfecto. El autor mismo dirá que la Palabra (toda
ella) es viva y eficaz (v. 12)
El
autor de Hebreos hace una distinción entre dos clases de personas, que pueden
estar en las iglesias: Los que creen verdaderamente y los desobedientes o los
que no perseveran.
En
el 4:1 habla de los que parecen no haber alcanzado la promesa, por su
incredulidad, pero luego en el 4:3 habla de los que hemos creído y ya estamos
en el reposo.
Hay
dos clases de lectores, indudablemente. Así como en toda iglesia hay miembros
en cuyos corazones hay verdadera regeneración y aquellos que a pesar de llevar
mucho tiempo escuchando la Palabra del Señor, se mantienen con un corazón
incrédulo.
De
todas maneras la advertencia del autor de Hebreos es muy clara: “Si llegáis a oír
la voz de Dios, escuchad lo que él tiene que deciros. No seáis como vuestros
antepasados que hicieron oídos sordos a la voz de Dios. Por lo tanto, Dios os
está diciendo: no os endurezcáis vuestros corazones. Es decir, nunca dejen de
hacer caso a mi voz, ya que ello ocasiona dificultades”[2].
El
autor advierte a los lectores y oyentes que la Palabra de Dios es viva y
eficaz, por lo tanto nadie que la escuche puede hacer oídos sordos sin recibir
las consecuencias terribles de su dureza de corazón, una frase semítica que
significa “aquel que se rehúsa escuchar”, como dice nuestro refrán “no hay peor
sordo que el que no quiere oír”.
Los
verdaderos creyentes hemos escuchado el llamado del evangelio y hemos
respondido positivamente, abrazándolo y acogiéndolo, obviamente, por la gracia
del Señor. Pero algunos asistentes o miembros de iglesias bíblicas locales, a
pesar de llevar mucho tiempo escuchando las buenas nuevas de Salvación y las
serias advertencias y consecuencias terribles que vendrán sobre los que rehúsan
escuchar y atender al Evangelio, se siguen haciendo los sordos, no quieren
escuchar. Desean disfrutar de algunas bendiciones de su relación con la
iglesia, sin hacer caso al Evangelio.
Los
creyentes estamos siendo tentados constantemente a cerrar nuestros oídos a la
Palabra del Señor, por eso al autor en el versículo 13 nos manda a exhortarnos
los unos a los otros. Si realmente hemos nacido de nuevo nunca vamos a
apartarnos de manera definitiva de Cristo, pero si podemos menguar en la
obediencia, lo cual acarreará grandes sufrimientos y derrotas en nuestro
transitar. Llegaremos al cielo, pero con pocos frutos que presentar ante
nuestro Soberano Salvador.
El
apóstol Pablo también advierte a los miembros de la iglesia de Corinto respecto
a la obediencia, tomando como ejemplo a los Israelitas que salieron de Egipto,
los cuales recibieron algunas bendiciones de parte del Señor, como pasar el Mar
Rojo en seco, tomar agua de la roca, comer el maná, entre otros. Pero muchos de
ellos fueron desobedientes, cerraron su corazón, es decir, no quisieron oír la
voz de Dios, y las consecuencias fueron terribles. 1 Co. 10:1-12:
Porque no quiero, hermanos,
que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la
nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida
espiritual; porque bebían de la roca
espiritual que los seguía, y la roca era
Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el
desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis
idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis,
como algunos de ellos murmuraron,
y perecieron por el destructor. Y
estas cosas les acontecieron como ejemplo,
y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los
siglos. Así que, el que piensa estar
firme, mire que no caiga.
En
este pasaje de Corintios el apóstol Pablo advierte que los verdaderos
creyentes, los que han nacido de nuevo, no quedarán para siempre hundidos en el
pecado o la desobediencia, sino que Dios les dará la salida y los socorrerá.
(10:13), no obstante, somos llamados a huir de la incredulidad y la
desobediencia (10:14)
En
la Biblia las exhortaciones a escuchar y obedecer son constantes, y estas
exhortaciones son para los creyentes:
Romanos
2:13; Santiago 4:4; 1 Samuel 15:22; Jeremías 35:13; Gálatas 3:1; Gálatas 5:7
v. 9 ¿Si la Biblia dice
que Dios no tienta a nadie ni puede ser tentado, entonces porqué aquí Dios dice
que fue tentado y probado por los padres de la nación Israelí?
Santiago
1:13 “Cuando alguno es tentado, no diga
que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal,
ni él tienta a nadie”
Siendo
Dios santo en su esencia, entonces nunca existirá la posibilidad de que el mal
pueda ser una tentación para él, de él no procede nunca el mal ni el pecado.
Los
versículos 8 y 9 del capítulo 3 de Hebreos hacen referencia al transitar del
pueblo de Israel por en medio del desierto, durante cuarenta años.
Durante
todo este tiempo el pueblo se quejó muchas veces del cuidado divino, poniendo a
prueba la paciencia del Señor, no obstante, milagros tras milagros fueron
obrados por el providente Dios para sostenerlos en medio de este peregrinaje.
El
autor de Hebreos hace mención a dos lugares: Meriba (rebelión) y Masah
(prueba).
Mériba
y Masah: Éxodo 17:7. El pueblo contendió con el Señor porque les faltaba el
agua, entonces Dios ordenó a Moisés que golpease la piedra y brotó el agua.
Nuevamente,
casi al final del viaje a través del desierto volvió a faltarles el agua y
nuevamente contendieron con el Señor, allí fue cuando Moisés en vez de hablarle
a la roca, conforme al mandato divino, la golpeó y perdió el privilegio de
entrar a la tierra prometida. Números 20:13
No
solamente en estas dos ocasiones, sino en muchas más, el pueblo “tentó a Dios”,
es decir, puso a prueba su paciencia.
v. 11 ¿A cuál reposo no
entraron los Israelíes que tentaron al Señor?
Debido
a la constante rebeldía, Dios le dijo a Moisés que barrería o destruiría ese
pueblo, pero Moisés intercedió por ellos y el Señor desistió de ese plan; no
obstante, debido a la continua dureza de corazón y el deseo de regresar a
Egipto el Dios de Israel les dijo que “todos
los que vieron mi gloria y mis señales
que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no
han oído mi voz, no verán la tierra de la cual juré a sus padres, no, ninguno
de los que me han irritado la verá” Números 14:22-23
Entrar
a la tierra prometida, Canaán, significaba para los Israelitas descansar de
este peregrinar en el cual llevaban más de 400 años, sin una tierra propia. A
este reposo el Señor no les permitiría entrar, excepto a Josué y Caleb, los
cuales confiaron plenamente en sus promesas.
Como
resultado de este castigo, ellos tuvieron que esperar cuarenta años para entrar
a la tierra prometida, en vez de hacerlo inmediatamente, hasta que hubiesen
muerte todos los que dudaron del Señor y se rebelaron contra él.
v. 12 ¿El autor está
afirmando que un hermano, un creyente, puede apartarse de Dios a causa de
incredulidad, después de haberle conocido?
Siendo
que el autor ha demostrado la superioridad de Cristo en su gloria sobre Moisés,
entonces procede a dar una conclusión lógica: Si las consecuencias de desacatar
o rechazar las instrucciones de Moisés fueron terribles, mucho más terribles
serán las consecuencias de rechazar el mensaje que hoy nos trae Cristo.
La pérdida para el pueblo de Israel fue
grande, no pudieron entrar a la Canaán terrenal “pero la rebelión de este
último tiempo impedirá las bendiciones más grandes de la nueva era”[3].
Esta
carta está dirigida, en primera instancia a una iglesia compuesta por judíos
convertidos al cristianismo. El autor les recuerda lo que pasó con sus padres
como consecuencia de su dureza de corazón, de rechazar abiertamente la voz del
Señor y no creer en su Palabra.
En
el tiempo de David nuevamente se hace necesario recordar al pueblo que muchos
de ellos no entrarían en el verdadero reposo, así como sus antepasados, porque
tuvieron corazones incrédulos.
Nuevamente
en el tiempo del primer siglo el Espíritu Santo advierte a estos judíos que han
conocido la fe cristiana, que ellos no tendrán escapatoria si sus corazones son
incrédulos.
Ahora,
como en el resto de las exhortaciones del libro, estas palabras están dirigidas
a todos los miembros de la iglesia. Somos responsables de evaluar si realmente
estamos en la fe, si realmente estamos creyendo en la palabra del Señor, o nos
engañamos a nosotros mismos, cumpliendo con los rituales cristianos, pero
manteniendo un corazón duro frente a las instrucciones de la Palabra del Señor.
En
la primera Iglesia cristiana, pastoreada directamente por el Señor Jesús,
durante su ministerio terreno, todos los
miembros fueron llamados por Cristo. Todos predicaron el Evangelio, a lo
mejor todos hicieron milagros, pero Jesús dijo de ellos: “Pero hay algunos de vosotros que no creen” Juan 6:64. Pero los que
no creen no son salvos, puesto que la Biblia también afirma Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12
Algunos
miembros de las iglesias locales piensan que creen, porque por un tiempo, el
cual puede ser largo, profesan las doctrinas cristianas y les gusta el
evangelio, pero su corazón se mantiene, desde el principio, duro e incrédulo. Esta
gente nunca ha sido salva, y si no procuran con diligencia escuchar de manera
atenta la Palabra del Señor, suplicando a él tenga misericordia de sus almas,
no entrarán en el reposo del cual tanto escuchan en la Biblia.
Ahora,
el creer en Cristo, es mucho más que hacer una oración de conversión o
arrepentimiento, es vivir conforme a los mandatos de Cristo y depositar toda
confianza en él. Lo que muchos hoy día llaman creer solo los capacita para ser
diablos, como dice Santiago 2:19 “Tú
crees que Dios es uno, bien haces. También los demonios creen y tiemblan”
Los
verdaderos creyentes somos llamados a mantenernos firmes en la fe. No debemos
descuidarla, puesto que la incredulidad es como una pequeña semilla que cuando
empieza a germinar crece y crece hasta llegar a hacer mucho daño. Aunque nunca
vamos a caer de manera completa y definitiva en una incredulidad irreversible,
puesto que Dios obra en nosotros para completar o perfeccionar la obra que
inició en nosotros, todos los creyentes somos responsables de evaluar
constantemente nuestra fe, que si sea real, y que no demos cabida a la
incredulidad en ningún aspecto.
Las
Sagradas Escrituras contienen muchas exhortaciones para que nosotros
permanezcamos en la fe:
- 2Co
13:5 Examinaos
a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos. ¿O no
os conocéis a vosotros mismos, que
Jesucristo está en vosotros, a menos que
estéis reprobados? Todos los que nos consideramos creyentes debemos
evaluarnos a nosotros mismos, que verdaderamente tengamos la fe en Cristo, que
no nos estemos engañando a nosotros mismos, que no seamos de los réprobos, sino
de los escogidos para salvación.
- 1Ts
3:2 y
enviamos a Timoteo nuestro hermano,
servidor de Dios y colaborador nuestro en el evangelio de Cristo, para confirmaros y exhortaros respecto a
vuestra fe. La fe de los creyentes debe ser confirmada por los pastores o
ancianos, los cuales, en medio de las adversidades se ven tentados a claudicar.
El verdadero creyente no retrocederá de manera definitiva como dice Hebreos
10:39, pero su fe debe ser probada. Algunos que están empezando en el caminar
cristiano pueden sufrir grandes ataques de parte de los enemigos de la Iglesia,
lo cual puede causar que retrocedan en la fe, esto se debe evitar a toda costa.
- 1Ts
3:5 Por
lo cual también yo, no pudiendo soportar
más, envié para informarme de vuestra
fe, no sea que os hubiese tentado el
tentador, y que nuestro trabajo
resultase en vano. El apóstol estaba preocupado de los nuevos creyentes en
Tesalónica, los cuales estaban sufriendo una cruel persecución, como
probablemente sucedía con los creyentes hebreos, y él tiene el temor que la fe
de estas personas haya sido muy entusiasta, pero solamente externa (ver la
parábola del Sembrador). Por eso manda a Timoteo quien verificará que la fe de
estos hombres permanezca. Si permanece es porque la fe entusiasta fue obra del
Espíritu Santo.
Ningún
misionero o pastor quiere que el trabajo realizado en la labor evangelizadora
fracase, por eso exhortamos a los creyentes a verificar si su fe es genuina o
no.
v. 13 ¿Cómo nos
exhortamos los unos a los otros para no endurecer nuestros corazones a causa
del pecado?
Los
creyentes, de manera individual o aislada, tendrán que luchar con mas fuerzas
frente a los ataques de los enemigos de la fe, pero si estamos unidos en la
común fe, hablándonos las palabras de Cristo y exhortándonos los unos a los
otros, tendremos mas fortaleza para no caer o desmayar.
En
la Biblia se usa mucho la metáfora de una casa o construcción para referirse a
la iglesia. Esta edificación está constituida por piedras vivas (1 Pedro), las
cuales se sostienen unas a las otras. Todos en esta casa ejercen una función
especial, y todas las partes deben demostrar preocupación por el resto.
El
apóstol Pablo en Efesios 4, I Corintios 12 y Romanos 12, muestra la ayuda que
cada miembro de la iglesia puede dar para el crecimiento de la misma, usando
los diferentes dones que se recibieron del Espíritu Santo. No solo los pastores
animan y fortalecen la fe de los creyentes, sino que todos, ejerciendo los
dones recibidos, somos instrumentos para que otros no desmayen frente a las
acechanzas del maligno o las adversidades o las tentaciones de la carne.
Si
todos comprendiéramos la importancia de mantenernos unidos, sirviéndonos los unos
a los otros, la apostasía sería frenada en el seno de la cristiandad.
Como
dijo Kistemaker “podríamos decir que
nosotros, como creyentes individuales, unidos por la fe, tenemos la obligación
de expulsar a las fuerzas de la incredulidad del sagrado recinto de la iglesia,
el cuerpo de Cristo”[4].
v. 14 ¿Debemos esperar
hasta el final para saber si realmente participamos de Cristo? ¿En este momento
no somos participes de Cristo?
Pensemos
en un caso, que puede ser común: Una persona inicia su vida cristiana. Escucha
el evangelio, profesa creer en el evangelio, se bautiza, se hace miembro de una
iglesia, pero en determinado tiempo se aparta de la fe, deja de confiar en
Cristo para siempre y empieza a confiar en sus buenas obras o en otra religión,
o ya no confía en nada para su salvación ¿Será que la fe inicial podrá
salvarle? ¿Será que al final el Señor le recibirá en gloria por la fe inicial
que esta persona expresó?
De
ninguna manera, puesto que la fe real, la fe que es un don del Señor, permanece
para siempre.
En
esto se diferencian los verdaderos creyentes de los falsos.
Eso
pasó con Judas (Juan 6:64), con Demas (Col. 4:14; Fil. 24; 2 Tim. 2:10), con
los que cayeron en el desierto, con Saul y otros personajes en las Sagradas
Escrituras. Ellos profesaron inicialmente fe en Cristo, pero fue una fe
efímera, volátil, pasajera, emocional; así como fue la fe de los corazones
representados por la tierra entre los pedregales y entre los espinos (Mt.
13:20-22). Ellos profesaron fe con gran entusiasmo, pero cuando la fe fue
probada, se halló falsa. No permaneció.
Esta
será la prueba de fuego para todos los que se llaman creyentes, si su fe
permanece en el tiempo, hasta el fin, entonces es una fe firme y la persona
está ligada verdaderamente a Cristo.
El
Señor probó la fe o la confianza de muchos que profesaron fe en él, en algunos
se encontró una confianza inquebrantable y en otros lo contrario.
Dios
probó la fe de Abraham en el Monte Moriah, pidiéndole que sacrificara a su hijo
(Gn. 22:1-19), lo mismo con el santo Job.
Por
ejemplo, la confianza o fe de David fue probada con el asunto de sus deseos
sexuales concupiscentes. Él cayó en el pecado, y las consecuencias fueron
dolorosas para él, puesto que el hijo engendrado a través del adulterio murió y
sus mujeres fueron víctimas del asedio sexual de uno de sus propios hijos, pero
David no quedó hundido en el pecado, sino que
fue levantado y restaurado, permaneciendo fiel al Señor.
El
apóstol Pedro también fue probado en su fe y confianza. El Señor le había dicho
que Satanás lo quería zarandear (probar en la fe de una manera fuerte, como
cuando el trigo es sacudido de una manera rápida, violenta y repetida, con el
fin de limpiarlo de la paja) y el permiso le había sido dado. El apóstol cayó
en el pecado, negando a su Señor, pero él no permaneció en ese estado de
miseria, sino que fue conducido al arrepentimiento. Por cierto, el Señor guarda
a los suyos y les ayuda a mantenerse en la fe, en medio de las mas grandes
turbulencias del pecado, pues, Jesús le había dicho “pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte...” Lucas 22:31
Pero
Pedro no se quedó en la prueba, como si pasó con la semilla que nació en medio
de los pedregales “y el que fue sembrado
en pedregales, este es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo,
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la
aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza”
Los
lectores de la carta a los Hebreos se encontraban en una profunda prueba, sus
hermanos judíos los estaban amedrentando con grandes sufrimientos y les
alentaban con discursos bien elaborados, para que abandonaran la confianza en
Cristo y la volvieran a depositar en el sistema Mosaico. Si ellos hacían eso,
entonces no eran participantes de Cristo.
Si
volvían su mirada hacia el sistema judaico, ya no agradaban al Señor. “Más el justo vivirá por la fe y si
retrocediere no agradará a mi alma” Heb. 10:38.
El
tema de la fe o la confianza es crucial en Hebreos. Por cierto el capítulo 11
es un testimonio de aquellos que mantuvieron su confianza hasta el final y
mostraron así que eran participantes de Cristo.
Hebreos
trata el tema de la perseverancia en la fe y la confianza que hemos depositado
en Cristo.
Otros
pasajes en la Escritura resaltan la importancia de permanecer y crecer en la
fe:
1
Cor. 16:13 “Velad, estad firmes en la fe”
Ef.
4:13 “Hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo.”
Col.
1:21-23 “Y a vosotros también, que erais
en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras,
ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para
presentaros santos y sin mancha delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la
esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación
que está debajo del cielo...”
2
Tes. 1:3 “Debemos siempre dar gracias a
Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo”
1
Tim. 5:8 “Porque si alguno no provee para
los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un
incrédulo”
2
ti. 4:7 “He peleado la buena batalla...
he guardado la fe”
Stg.
1:3 “ Sabiendo que la prueba de vuestra fe
produce paciencia”
Esto
no significa que los cristianos no podemos estar seguros de nuestra unión con
Cristo sino solo hasta el final de los tiempos. Esto sería una condición de
intranquilidad, angustia e inseguridad, lo cual es opuesto a lo que el resto de
las Sagradas Escrituras nos enseñan.
La
Biblia nos enseña de la seguridad que tenemos en Cristo, la cual podemos
disfrutar desde el momento en el cual somos regenerados.
Juan
20:31 “Pero éstas se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis
vida en su nombre” Creer verdaderamente en Cristo es garantía de salvación.
Pero esta fe debe ser real, es decir, hasta el fin.
Rom.
6:11 “Así también vosotros consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”
Estamos vivos para Dios, porque la vida de Cristo nos ha sido dada, esto lo
podemos disfrutar desde ahora.
Nuestra
fe y confianza en Cristo será probada hasta el final, como dice 1 Ped. 1:7 “Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho
más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”
Siempre
será probada nuestra confianza, pero al final, cuando entremos a las mansiones
de gloria, nuestra fe será para dar alabanza, gloria y honra el Señor.
Esta
es la esperanza del autor de Hebreos, que ninguno de los miembros de la iglesia
se aparte de la fe, porque entonces no podrá glorificar al Señor, a quien están
unidos los verdaderos creyentes.
v. 4:1 ¿En qué sentido
los lectores cristianos no pudieron haber alcanzado la promesa de entrar al
reposo?
Para
entender este pasaje es necesario tener en cuenta tres términos básicos usados
por el autor, y en esto sigo al comentario de Simón Kistemaker:
a. Temor.
El escritor de la carta es un pastor que está preocupado por todas y cada una
de las personas miembros de la iglesia local. Él no quiere que ninguno de ellos
sea encontrado en el mismo pecado de incredulidad, como pasó con muchos
israelitas en el desierto. Por eso dice temamos.
Está preocupado por las personas que están bajo su cuidado y supervisión.
Cuando
el autor dice Temamos o tengamos cuidado lo hace en plural, lo
cual también puede indicar que es responsabilidad de todos los miembros estar vigilantes,
exhortándonos los unos a los otros, orando los unos por los otros, de manera
que este asunto de la salvación sea algo comunitario. Como dice Kistemaker “Debiéramos tener presentes a aquellos
miembros que pudieran estarse alejando de la verdad en doctrina o conducta, y
luego orar con ellos y por ellos. Siempre estando atentos en la búsqueda de los
rezagados”[5].
b. Promesa.
Algunos eruditos bíblicos consideran que esta frase debe ser traducida “dado que la promesa de entrar en su reposo
todavía permanece”[6]
lo cual indica que la promesa de entrar al reposo no era solo para los
israelitas, sino que sigue vigente hoy. Hasta que el último de los elegidos no
haya entrado al reposo, no cesará esta promesa.
c. Fracaso.
La promesa de entrar en el reposo fue para los Israelitas en el desierto, para
los creyentes en el tiempo de David y para nosotros hoy. No obstante, esta
promesa solo se cumple en aquellos que tienen fe en la Palabra de Señor, pero
se convierte en maldición para los incrédulos.
El
reposo llegó a tener un concepto más amplio que la simple entrada al disfrute
de la Canaán terrenal. También incluía el “...reposo
del hostigamiento de parte de los enemigos de Israel que moraban en países
circundantes; en lo espiritual tenía que ver con una vida bienaventurada vivida
en armonía con la Ley de Dios.”[7]
Es
posible que en la iglesia local a la cual escribe el autor de Hebreo, así como
en la mayoría de asambleas cristianos, algunos creyentes no habían llegado a
apropiarse de la promesa del Señor. Habían sido negligentes. Aparentaban llegar
a la meta del reposo, cuando realmente aún no habían llegado.
La
exhortación del autor indica que en la iglesia no debieran encontrarse personas
que Son indolentes en buscar apropiarse de la promesa del reposo, es decir, de
la vida bienaventurada vivida confirme a la Santa Ley de Dios.
Nuestros
pecados se convierten en un obstáculo para disfrutar de la promesa del reposo,
ya que esto muestra nuestra desobediencia y falta de acoplamiento con la santa
ley del Señor.
Ahora,
el versículo 2 nos aclara que la incredulidad, el no escuchar con fe el
evangelio, es causal para no entrar en el reposo. Toda vez que el evangelio
(buena nueva) es la Palabra que nos conduce de manera efectiva al verdadero
reposo que disfrutamos en Cristo, entonces, si este no es recibido con fe, no
sirve de nada el haberlo escuchado una y otra vez. Ahora, esta fe no es una fe
muerta, como bien lo enseña Santiago. No es la fe histórica, es decir aquella
que acepta como verdadero lo que nos cuentan los historiadores, no es la fe
emocional que resulta de un momento de profundo miedo al infierno, o la fe
verbal que manifiesta el que hace una oración de conversión como lo practican
los modernos movimientos evangelicalistas, no, la fe que nos permite entrar en el
reposo, es aquella plena confianza, que emana de un corazón regenerado, puesta
en el único y suficiente salvador: Jesús, aceptando y recibiendo con total
sumisión su promesa, su Palabra y su Ley.
Nadie
que no obedezca a Cristo, podrá decir que tiene fe en él. Si sus mandamientos
no me son agradables ni busco sujetarme a ellos, entonces no he oído la Palabra
con fe. Y esta clase de personas se pueden encontrar en nuestras iglesias, de
allí nuestro deber cristiano de orar por todos y exhortarnos constantemente.
v. 4:3. ¿Las obras que
estaban acabadas desde la fundación del mundo son las obras de Dios o de los
Israelitas? ¿En qué sentido?
El
versículo 4 nos da la respuesta. Se trata de las obras de Dios, en especial su
obra de creación. El Señor reposó el séptimo día. Por lo tanto, él puede
ofrecer un reposo, del cual ya está disfrutando. Este reposo se encuentra
disponible para su pueblo, pero solo pueden entrar en él los que creen.
Solo
los que han escuchado la palabra con fe, y la continúan escuchando con confianza,
comparten el disfrute del reposo con Dios.
Es
importante hacer notar que el autor de Hebreos no tiene dudas respecto al
momento en el cual los verdaderos creyentes entran al reposo, él dice “porque los que hemos creído entramos en el
reposo”, esto es algo presente y cierto.
v. 6 ¿Quiénes son los
que aún faltan por entrar al reposo?
La
incredulidad impidió que muchos israelitas entraran al reposo prometido y
murieron en el desierto, pero varios siglos después, en el Salterio (Sal. 95),
el Señor nuevamente invita a la gente a entrar al reposo, el cual todavía
seguía vigente. En la época de David, así como en el tiempo del peregrinaje por
el desierto, las personas podían entrar al reposo por medio de la fe. El autor
de Hebreos, inspirado por el Espíritu Santo, dice nuevamente a las personas en
la época del Nuevo Testamento y a nosotros hoy “todavía la puerta está abierta
para entrar al reposo”. Aún el número de los que creerán y entrarán por la
puerta de la fe al reposo no está completo”. Todavía falta que muchos entren.
La
puerta para entrar al reposo es la fe, así lo ha sido siempre.
Hab.
2:4 “Más el justo vivirá por su fe”
Juan
1:12 “Mas a todos los que le recibieron,
a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”
Roomanos
3:22 “La justicia de Dios por medio de la
fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”
Romanos
3:28 “Concluimos, pues, que el hombre es
justificado por fe sin las obras de la ley”
Romanos
4:5 “Mas al que no obra, sino cree en
aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”
Romanos
5:1 “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
Romanos
5:2 “Por quien también tenemos entrada
por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios”
Gálatas
2:16 “Sabiendo que el hombre no es
justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros
también hemos creído en Jesucristo, para ser justificado por la fe de Cristo, y
no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será
justificado”
Gálatas
3:7 “Sabed, por tanto, que los que son de
fe, éstos son hijos de Abraham”
Los
que faltan por entrar, son los hombres y mujeres de la línea de la fe, los que
no son incrédulos como los israelitas en el desierto, sino que escuchan con
avidez la Palabra de Dios. Palabra que tiene vigencia para todas las edades,
como dice Kistemaker “...la frase “como
Dios ha dicho”, que en el original griego aparece en tiempo perfecto,
significa que lo que Dios dice tiene validez permanente (Heb. 1:13; 10:9;
13:5). No importa cuántos siglos pasen, la Palabra de Dios abarca todas las
edades; su mensaje es tan claro, firme y seguro hoy como lo fuera cuando lo
pronunciara por vez primera. La Palabra de Dios es divinamente inspirada y,
como dice Pablo: “útil para enseñar, redargüir, corregir y adiestrar en
justicia” (2 Ti. 3:16)”[8].
v. 8 ¿Cuál es el reposo que Josué no les pudo
dar a los Israelitas? v.8, 9, 10 ¿Cuál es el reposo que aún queda para el
pueblo de Dios? v. 10 ¿De cuáles obras reposamos los creyentes?
Josué
logró introducir a la nueva generación de israelitas a la tierra prometida, al
reposo prometido. (Lea Josué 23:1; 22:4).
Pero
el reposo del Señor va más allá de la mera posesión de una tierra fructífera.
El verdadero y completo reposo es eterno, por lo tanto de índole espiritual o
celestial. Pues, lo terreno y material es pasajero, perece, pero lo espiritual
es eterno.
Col.
3:1-2 “Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios. Poned la mira en las cosas de
arriba, no en las de la tierra”
Ahora,
el Antiguo Testamento, en el Salmo 95, habla de la posibilidad de entrar al
reposo en el tiempo de David, lo cual significa que el reposo verdadero o
completo no era el entrar a la Canaán terrena, sino algo mejor.
Este
reposo mejor solo puede ser producido por el Evangelio, tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento. Muchos israelitas lograron disfrutar de la Canaán
material, pero no disfrutaron el reposo, de allí que David insista en llamar a
los judíos al arrepentimiento, a la fe, por medio de la cual se entra al
verdadero reposo. Es por la fe que reposamos del pecado y del mal. Solo por
medio de la fe llegamos a confiar plenamente en la obra acaba de Cristo, y por
esta obra perfecta nosotros descansamos de
nuestras obras.
El
obrar humano es pecaminoso, siempre hacemos lo opuesto a la Ley santa del
Señor, pero esta Ley nos condena y no permite que disfrutemos de la comunión
con Dios. El hombre siempre está cargado de sus pecados, pero cuando por la fe
somos lavados por la sangre del cordero eterno, entonces nuestro pecado es
lavado, nuestra carga es quitada y solo desde ese momento podemos descansar
plenamente de nuestras obras, sabiendo que Dios nos ha aceptado como hijos
adoptados por medio de Jesucristo.
Los
judíos que estaban llegando al cristianismo estaban siendo tentados para
abandonar la fe en Cristo, lo cual les conduciría a volver a confiar en sus
obras, en la obediencia a la Ley como un camino de salvación, pero volver a
confiar de esa manera en la Ley, era volver a trabajar y llenarse de cargas
pesadas, como hacían los fariseos, tratando de ser aceptados por Dios a través
de las obras. Pero siendo que nuestras mejores obras son como trapos de
inmundicia (Is. 64:6), entonces no hay posibilidad de reposar o descansar.
El
autor escribe a estos creyentes judíos y les insiste en mirar cuál es el
verdadero reposo. Jesucristo viene a dar un mejor reposo que el que dio Josué.
Porque la obra de Cristo en la cruz es completa, perfecta y no se necesitan más
obras. Ahora los creyentes podemos descansar y saber plenamente que la culpa y
la condenación resultantes de nuestras malas obras, fueron llevadas por Cristo
y nosotros podemos saber que estamos reconciliados con Dios.
Que todos los
días de mi vida
descanse de mis
malas obras,
deje el Señor
obrar en mí mediante su Espíritu
y comience así
en esta vida
el eterno día
del reposo[9]
El
autor de Hebreos habla del “reposo
sabático” (v.10) como lo traducen algunos eruditos bíblicos. El sábado era
un símbolo externo del descanso eterno y espiritual que Dios dará de manera
definitiva a su pueblo. Los judíos entraron a la tierra de Canaán donde
descansaron de sus enemigos y del peregrinaje. Pero ellos aún allí debían
seguir trabajando. Pero el día sábado ellos descansaban de sus labores diarias,
y se dedicaban todo el día a la adoración y el reposo del cuerpo.
Por
cierto, este día de manera especial ellos eran animados a obedecer la santa ley
del Señor, a evitar todo pecado, a no hablar sus propias palabras pecaminosas,
a no pensar sus propios pensamientos pecaminosos, (Is. 58:14) debido a que este
día representaba ese estado final de reposo que Dios les iba a dar, a través de
la obra perfecta del Mesías.
Los
cristianos también tenemos nuestro sabath, el día Domingo. Ese día es un
anticipo del reposo celestial que disfrutaremos por la eternidad. El domingo
(el sábado cristiano) descansamos de nuestras labores diarias y lo dedicamos
por entero a la adoración, al conocimiento de Dios, a las obras de
misericordia. Si queremos saber cómo será la vida en la eternidad, miremos como
los santos en la Biblia guardan el Domingo. La Biblia nos dice que el primer
día de la semana (Domingo) los discípulos se reunían para leer las Escrituras y
exponerlas, cantar himnos, ofrendar al Señor, entre otras cosas. (Hch. 20:7; 1
Cor. 16:2) Los creyentes que no guardan el Domingo como día santo, están
perdiendo de disfrutar en esta vida una imagen vívida del verdadero y final
reposo que disfrutaremos para siempre en la presencia del Señor.
Aunque
aún continuamos pecando, no obstante el autor de Hebreos habla de que podemos
disfrutar el reposo de nuestras obras en esta tierra por la fe en Cristo, pero el
reposo final y perfecto lo disfrutaremos en la vida eterna, donde ya no habrá más
muerte, ni dolor, ni pecado.
v. 11 ¿Podemos nosotros
esforzarnos para entrar al reposo (sabbatismos)
de Dios? ¿Cómo se hace este esfuerzo?
Procuremos
(spoudasömen), es decir, apresurémonos (2 Ti.
4:9, estemos anhelantes y vigilantes (1 Ts. 2:17). No sea que imitemos el mal
ejemplo de los israelitas en el desierto, pues, siempre nos es más fácil copiar
los malos ejemplos.
La
meta final del reposo aún no se ha alcanzado completamente, ya hemos empezado
el camino, por el llamamiento que nos hace el evangelio, aunque por la fe ya
estamos en el reposo.
Así
como el Señor llamó a todos los israelitas que estaban como esclavos en Egipto
para que iniciaran su peregrinar hacia la tierra prometida, donde encontrarían
el reposo, el Señor llama hoy por la predicación del evangelio a los hombres
para que inicien este peregrinaje a la nueva Sión, donde disfrutaremos
eternamente el final reposo que Dios ha preparado para los que le aman.
El
autor les recuerda a sus lectores que así como muchos de sus ancestros quedaron
postrados en el desierto y no pudieron completar con éxito la meta a la cual el
Señor les llamaba, a causa de su corazón incrédulo hacia la Palabra del Señor,
procuremos hoy revisar que no seamos desobedientes al llamado del Evangelio,
porque entonces no entraremos al reposo.
Procurar
entrar en el reposo significa que nos esforcemos por obedecer la Palabra del
Señor. Si somos creyentes, entonces el Espíritu del Señor habita en nosotros y
nos habilita para obedecer con amor las instrucciones del Señor.
Porque
las consecuencias de la desobediencia son terribles. Los israelitas
desobedientes murieron en el desierto y no entraron a la Canaán terrenal. Los
que escuchan el evangelio y no lo obedecen o lo abandonan tendrán una pérdida
superior, porque no podrán entrar a la Canaán celestial, a la Santa Sión donde
reina el Cordero que fue inmolado.
Y
es que la Palabra de Dios no puede ser desatendida o desobedecida sin recibir
la justa retribución que semejante pecado merece. Cuando Dios habla, el pueblo
debe escuchar con mucha atención, porque las Palabras de Dios pueden ser vida
para el que las cree y las obedece, pero puede ser muerte y destrucción para el
que es incrédulo.
Porque la Palabra de
Dios es viva y eficaz. (v. 12) Ella cumple
el propósito para el cual el Señor la envía. Ella tiene la capacidad de mostrar
las minucias de los más recónditos pecados del hombre, y si la Palabra del
Señor tiene esa capacidad de discernir y mostrar los pecados más escondidos e
íntimos que el hombre tiene, entonces es un grave pecado rechazar esa luz,
pues, entonces quedaríamos en la más oscura miseria espiritual y nada podrá
ayudarnos para salir de ella, pues, solo la Palabra del Señor, aplicada por el
Espíritu Santo tiene la capacidad de hacer manifiesta todas las cosas del
hombre delante de su santo creador.
Un
día, esa misma Palabra testificará en contra de los que no creyeron y la
destrucción será grande (Juan 12:48).
En
el versículo 12 se describe a la Palabra de Dios como viva y activa. En otras
partes también se nos habla de esta cualidad. Esteban dice que Moisés recibió
palabras vivas de parte del Señor (Hch. 7:38), Pedro dice que hemos renacido
por la palabra viva (1 Ped. 1:23). Ella tiene la capacidad de producir vida en
el hombre (Jn. 6:63). Pero también es activa, es decir, efectiva y poderosa. La
palabra usada en el idioma griego se deriva de la palabra energía (energës), ella es enérgica, poderosa
(Jn. 1:12; Fil. 3:21; Col. 1:29). Ella no solo puede producir vida en el hombre
que estaba muerto en sus delitos y pecados (Ef. 2:1-5), sino que el
desobedecerla conduce a serios e inminentes peligros.
La
Palabra del Señor tiene la capacidad de discernir (kritikos), es decir, es diestra para juzgar, “como el cirujano
tiene que serlo, y capaz de decidir sobre la marcha qué decisiones adoptar.
Así, la Palabra de Dios, como su mirada, ve las secretas dudas y la agazapada
incredulidad, . El
cirujano tiene una intensa luz para ver dentro de cada oscuro rincón y un
afilado bisturí para eliminar todo el pus revelado por la luz.”[10]
v. 13 ¿Cuándo y quiénes
tendrán que rendir cuenta?
Y no hay cosa creada
que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están abiertas y
desnudas... La Palabra de Dios es como un
microscopio que puede poner en evidencia al más diminuto microbio de duda y
pecado. Tanto el cuerpo como el alma están desnudos ante la mirada de Dios. Los
ojos de Dios ven todos los hechos en lo más profundo de nuestro corazón. No hay
reservas mentales delante de Dios (Robertson).
En
el día postrero Dios juzgará las obras de cada hombre. Dios revisará todos los
libros, toda conciencia, todos los actos de los hombres. Nadie podrá escapar de
este escrutinio cósmico. Por eso los pecadores que no acudieron a Cristo
pedirán a las montañas que vengan sobre ellos Ap. 6:16. Este será el juicio
final donde muchos escucharán la declaración final e irrevocable del juez
¡Culpable! Y serán lanzados al infierno de fuego y azufre, pero otros,
escucharán la declaración final del juez ¡Absuelto! Y entrarán al reino del
Padre de nuestro salvador, el Señor Jesucristo. Apoc. 20:11-15. Mateo 25:31-46.
Enseñanzas:
Sobre Cristo:
-
Jesús es nuestro apóstol. Es el enviado que bajó del cielo “Nadie subió al cielo, sino el que descendió
del cielo: el Hijo del hombre que está en el cielo” Juan 3:13. Solo él nos
revela al Padre de manera clara y perfecta “…
el que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Juan 14:9
-
Jesús es el verdadero Josué del nuevo pacto que puede, con seguridad,
introducirnos en el verdadero descanso, en la Sión celestial. Su obra acabada
en la cruz (consumado es), es el camino para entrar al descanso de nuestras
obras (pecados), por eso él debe ser el objeto eterno de nuestra mirada, de
nuestra confianza. Sin Jesús no tenemos reposo verdadero. “Jesús guía a su
pueblo ante la presencia de Dios y les concede el eterno reposo sabático.”[11]
Sobre Dios:
-
Dios no solo es el creador de todo, sino que siempre ha estado interesado en
construir un pueblo de creyentes para sí, una casa o morada en medio de los
hombres. Esto nos habla de su inmensa gracia, pues, ¿De qué otra forma los
pecadores hombres podrán ser constituidos en pueblo santo del Señor?
-
Dios cumple su Palabra. Él prometió a los israelitas entrarlos a Canaán si
confiaban en su Palabra. Josué y Caleb confiaron en la Palabra del Señor y
ellos entraron, porque Dios cumplió lo prometido. Dios promete entrarnos a la
verdadera Sión si creemos en Cristo, si estamos confiando en él, entonces
tenemos la seguridad que el Señor cumplirá su propósito en nosotros.
-
Dios es justo. Él no hace acepción de personas. El da justas recompensas. A
algunos no se les permite la entrada en el reposo de Dios porque habiendo
escuchado el evangelio (la buena nueva), en vez de obedecerlo, fueron
desobedientes. Dios les da el pago de su desobediencia. La incredulidad de
ellos se convirtió en desobediencia, y así tanto la mano como el corazón
estaban en oposición a Dios y Su palabra.
-
Dios tiene el control de todo y vive en un eterno presente. El “Hoy” para
entrar al reposo, es el hoy de Dios, por eso esta promesa sigue vigente en la
época actual, este hoy no se ha convertido en el ayer. “Dios atraviesa los
siglos que van desde la vida en el desierto hasta el gobierno davídico; desde
Moisés, que registra la historia de Israel en el Pentateuco, hasta David que
compone sus cantos para el Salterio. Él hace que su promesa esté disponible hoy, que es el momento de abrazar la
misericordiosa oferta de salvación.”[12]
-
La palabra del Señor es para todas las edades. No importa cuánto tiempo pase,
ella sigue siendo vigente. Su mensaje sigue siendo relevante para todas las
generaciones. Ella es totalmente inspirada y útil para que el hombre de Dios,
en todos los tiempos, sea perfecto y enteramente preparado para toda buena
obra. 2 Ti. 3:16
-
Dios es omnisciente, él todo lo conoce. Por eso su palabra tiene el poder de
escudriñar hasta lo más profundo e íntimo del ser humano, nada se escapa de su
escrutinio.
Aplicaciones:
-
Siendo que tenemos un llamado celestial, entonces somos llamados a tener
nuestros pensamientos en aquel que gobierna los cielos: En Jesús.
-
Los que deseen entrar en el reino de Dios deben seguir a Cristo con resolución,
porque él es el único apóstol enviado de lo alto, el único Maestro que vino
directamente del cielo para hablarnos las palabras de Dios.
-
Aunque Jesús cumplió la Ley ceremonial establecida a través de Moisés, no
obstante debemos conocerla porque ella nos muestra lo sublime de la santidad de
Dios, lo terrible de nuestro pecado, y lo grandioso de la obra redentiva
efectuada por Jesucristo. El verdadero evangelio puede disfrutarse solo en
conexión con el conocimiento de la Ley.
-
En nuestro caminar cristiano seremos confrontados por las persecuciones y
dificultades resultantes de identificarnos con Cristo, pero a pesar de estas
adversidades, somos llamados a mantenernos firmes en la confianza, firmes en la
esperanza, sin fluctuar, sino que debemos mantenernos con férrea confianza en aquel
que dijo no temáis, manada pequeña,
porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino (Luc. 12:32), y “…he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mt. 28:20)
-
El apóstol Pablo se presenta como embajador de Cristo (apóstol) (2 Cor. 5:20;
Ef. 6:20), a través del cual Dios llama a los hombres a reconciliarse con Él,
en cierto sentido todos los creyentes somos embajadores de Cristo, y tenemos el
mejor ejemplo de lo que hace un embajador espiritual: “No puede el hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al
Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”
Juan: 5:19. Un seguidor fiel procurará hacer lo que aprendimos de Cristo.
-
Hay una manera clara de saber si realmente formamos parte de la casa de Dios:
La perseverancia en la fe. Si caminamos por un tiempo pero luego abandonamos la
fe por los placeres de este mundo, o las dificultades que acarrea el servir al
Señor, entonces evidenciamos que no formamos parte de la casa de Dios.
-
Ninguno de nosotros podrá perseverar en la fe sin la gracia del Señor, porque Dios es el que en vosotros produce el
querer como el hacer, por su buena voluntad. Fil. 2:13, roguemos al señor
para que nos ayude a mantenernos firmes, sin fluctuar, que cada día afirme en
nosotros la fe.
-
El Espíritu Santo es que el que convence al mundo de pecado, de juicio y de
justicia. Él nos convence a través de Su Palabra. El autor de Hebreos ha dicho
que lo escrito por David es la voz del Espíritu Santo para nosotros hoy. Por lo
tanto, si rechazamos, descuidamos o no obedecemos el llamamiento y la
exhortación que se nos da por el Evangelio y las Sagradas Escrituras, estamos
afrentando al Espíritu Santo y corremos el peligro de cometer el pecado más
terrible que ser humano puede hacer: “Blasfemar
contra el Espíritu Santo”, recordemos las palabras de Cristo: “A todo aquel que dijere una palabra contra
el Hijo del hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el
Espíritu Santo, no le será perdonado” Lucas 12:10
-
¿Cuánto tiempo llevas asistiendo a la iglesia y escuchando la predicación de la
Palabra del Señor? ¿Será que eres un oidor atento y de fe? o ¿Eres un oidor
olvidadizo? Descuidando así la voz del Espíritu Santo. No creas que recibirás
mayor misericordia por haber escuchado la Palabra, pues, tu condenación será más
terrible, ya que tenías conocimiento de las consecuencias de desobedecer el
llamamiento del Señor, y a pesar de ello cerraste tus oídos espirituales para
no escuchar con atención. El asistir a la iglesia, cumplir con los diezmos,
cantar, orar, saltar, llorar y hablar en lenguas o recibir milagros de parte
del Señor no te garantizan la salvación, solo el escuchar con fe y obedecer al
llamado del Evangelio.
-
Nosotros no tenemos la capacidad natural para escuchar y obedecer la Palabra
del Señor. Nuestra naturaleza depravada y pecaminosa se resiste a escuchar, por
eso debemos suplicar al Señor que en su misericordia nos dé oídos para oír. “Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón
para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír” Deut. 29:4
-
En nuestro transitar por el desierto de este mundo vamos a sufrir muchas
necesidades, las cuales son una prueba para fortalecer nuestra fe y dependencia
del Señor. Esos momentos difíciles debieran conducirnos a aferrarnos mas a la
gracia del Señor, pero muchas veces actuamos como lo hizo el pueblo antiguo del
Señor y en vez de confiar plenamente en su cuidado nos quejamos y contendemos
con él. No obstante, su misericordia y su paciencia no se han agotado porque tenemos
un Dios sumamente misericordioso: “...
Jehová, fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en
misericordia y verdad” Éxodo 34:6 Pero no probemos su paciencia, mejor
confiemos en su sabio cuidado.
-
¡Qué salvación, qué alegría en los cielos por un pecador que se arrepiente, qué
victoria sobre Satanás si cada día nos alentamos los unos a los otros y nos
sostenemos mutuamente en la fe! (Kistemaker)[13].
-
Los creyentes somos constantemente tentados para volver nuestra mirada del
Señor y ponerla en nuestras buenas obras, en los hombres, en la psicología, en
las emociones, en los milagreros, en el Catolicismo Romano, pero recordemos las
palabras del Señor: “... Ninguno que
poniendo su mano en el arado mira hacia atrás es apto para el reino de Dios”
Luc. 9:62 Oremos al Señor para que seamos hallados dignos del Reino de Dios, a
través de la perseverancia en la fe.
-
“El cristiano, hasta no haber sido perfeccionado, se considera un principiante.
Mientras nuestra fe en Cristo sea el fundamento de todo estamos a salvo y
seguros como miembros de la casa de Dios”[14]
-
“Nuestra salvación es de suma importancia y no debe tomarse nunca a la ligera”
por eso es necesario escuchar y hacer caso a las exhortaciones que se nos hacen
en el libro de Hebreos. No se trata de perder la salvación, sino de verificar
si realmente somos salvos y andar como salvos.
-
Los Israelitas que no entraron al reposo se caracterizaron por un corazón
perverso e incrédulo. A pesar de haber visto la poderosa misericordia del
Señor, escogieron deliberadamente pecar, es decir, desviarse de la santa Ley
del Señor, andando en sus propios deseos y apetitos. Quiera el Señor ayudarnos
para no seguir ese ejemplo, sino que permanezcamos firmes hasta el fin,
creciendo en el carácter de Cristo.
-
Sabemos que participamos de Cristo cuando hemos escuchado y aceptado de corazón
el mensaje del Evangelio, de manera que los frutos de la regeneración se dejan
ver en nosotros, y no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu.
(Rom. 8:12-13)
-
“Si aceptamos la Palabra de Dios en fe y hacemos su voluntad obedientemente, la
promesa de reposo también se cumplirá en nosotros. Tal hecho es incuestionable”[15].
-
El verdadero reposo que Dios ofrece a su pueblo es espiritual, y este reposo
solo puede ser producido por el Evangelio de Jesucristo. Si aún no hemos puesto
nuestra mirada de confianza en el Salvador, volvamos nuestros ojos a la cruz,
miremos allí la ira de Dios que descenderá sobre los incrédulos, pero también
miremos allí la esperanza de salvación para todo el que cree en él. Pidamos a
Dios misericordia y que nos conceda un corazón creyente para que fijemos la
mirada solo en él.
-
Para el creyente el día de reposo (el domingo) no es solo un día en el cual se
deja de trabajar, sino que este día es un reposo espiritual, en el cual
debiéramos cesar de nuestros pecados, pues estamos ante la presencia santa y
sagrada del Dios soberano, junto con su pueblo en un servicio de adoración y
alabanza, donde nos deleitamos en escuchar Su Palabra, a través de los pastores
y predicadores que él ha llamado.
-
Esforcémonos cada día para entrar en el reposo de Dios. “No demos ya por ganado
dicho reposo, sino que con esfuerzo luchemos por vivir en armonía con Dios, por
hacer su voluntad y por obedecer su Ley”[16]
El sello distintivo de todo creyente y la consigna de toda iglesia bíblica
debiera ser “continuemos ocupándonos en
nuestra salvación con temor y temblor” Fil. 2:12.
-
Los creyentes, como comunidad local, debemos ayudarnos los unos a los otros,
debemos cuidarnos espiritualmente los unos a los otros. Cuando el autor dice “procuremos” está hablando de que todos
somos responsables de ayudarnos mutuamente, para que no luchemos con nuestras
fuerzas individuales, sino que todos juntos corramos esta carrera, y ayudemos
al que se queda atrás.
-
Caminemos con paso firme en este peregrinaje, no cedamos ante el mal, ni seamos
incrédulos, porque no solo estamos haciéndonos daño, sino que se lo hacemos a
otros, pues, nuestro mal testimonio muy pronto será imitado por otros, así como
los judíos imitaron el mal ejemplo de los israelitas incrédulos en el desierto.
Debemos caminar por el sendero de la obediencia, y así podremos exhortar a los
hermanos y hermanas para que hagan lo mismo.
[1] Bruce, F. F. Hebreos. Página 56
[2] Kistemaker, Simon. Hebreos. Página 114
[3] Bruce, F. F. Hebreos. Página 67
[4] Kistemaker, Simón. Hebreos. Página 118
[5] Kistemaker. Página 128
[6] Kistemaker. Página 129
[7] Kistemaker. Página 129
[8] Kistemaker, Hebreos. Página 136
[9] Catecismo de Heidelberg, respuesta 103, ed. Juan de publicaciones
de las Iglesias Reformadas (Buenos Aires, 1967)
[10] Robertson, A. T. Comentario al Texto Griego el Nuevo Testamento.
Clie. Página 613
[11] Kistemaker. Página 140
[12] Kistemaker. Página 136
[13] Kistemaker, Simón. Hebreos. Página 118
[14] Kistemaker, Simón. Hebreos. Página 120
[15] Kistemaker, Simón. Página 135
[16] Kistemaker, página 138
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