Juicio de maldición sobre diferentes clases de
falsos maestros:
El Error de Balaam: Los que pervierten la doctrina
por su corazón codicioso
Judas 11 (Segunda parte)
Introducción:
Una
de las causas que condujeron a la gran explosión de la Reforma Evangélica en el
siglo XVI liderada por Martín Lutero fueron los abusos eclesiásticos
relacionados con el dinero y los bienes materiales. Muchas personas llegaron a
cansarse del afán puramente materialista que tenían los pastores de su tiempo:
El Papa, los cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes.
La
historia nos cuenta que la mayoría de los hombres que ocuparon estos cargos
eclesiásticos durante la Edad Media, no tenían como fin principal el servir a
la Iglesia, sino que la Iglesia les sirviera como medio para acumular riquezas
personales.
Algunas
de las prácticas mercantilistas mas repudiadas por la historia son:
Las anatas.
Era la práctica por la cual se requería que un obispo diera todas las entradas
económicas del primer año de su obispado a Roma. Los obispos hacían esto con
gusto, porque luego del primer año su cargo producía ganancias fabulosas.
Las colocaciones.
Era la práctica de Roma de cambiar obispos después de un tiempo a puestos que
estaban vacantes. De esta forma el Vaticano se aseguraba de recibir más
recursos por las anatas que debían pagar los obispos trasladados a un nuevo
sitio. No era extraño que los obispos fueran cambiados constantemente.
Las preservaciones.
Los Papas reservaban para sí mismos los mejores puestos eclesiásticos, los que
significaban mayores entradas económicas. Los Papas enviaban representantes
suyos para recibir los fondos recolectados en dichos cargos.
Las dispensaciones.
Era el pago que podía dar una persona a cambio de violar la ley canónica.
Ejemplo, si una persona quería ocupar un cargo eclesiástico, y no cumplía con
la edad, entonces pagaba a Roma una dispensación y ocupaba el cargo deseado.
La simonía.
Era la práctica de la venta y compra de cargos eclesiásticos. Cuando un puesto
quedaba vacante, el Papa le podía poner un precio y éste era entregado al mejor
postor.
El nepotismo.
Era la práctica de nombrar familiares para cargos eclesiásticos que en muchos
casos eran hereditarios. Se cuenta de un Papa que nombró a su sobrino de 14
años de edad para el puesto de cardenal.
El pluralismo.
Hace referencia a la práctica de ocupar más de un puesto eclesiástico
simultáneamente. Se cuenta del caso del hijo del Duque de Lorena que
simultáneamente ocupó 9 puestos de Abad, 9 de Obispo, 3 de arzobispo y 1 de
Cardenal.
Las indulgencias.
Esta fue la práctica que más indignó a Lutero y a mucha gente de su tiempo.
Consistía en vender el perdón de los pecados. La Iglesia afirmaba que ella era
la administradora del banco de méritos. Este banco guardaba todas las buenas
obras que les habían sobrado a los santos de toda la historia de la iglesia.
Ejemplo, el apóstol Pedro hizo tantas buenas obras, que le sirvieron para
salvarse él, y le sobraron muchísimos méritos. Estos méritos ahora eran
administrados por la iglesia y podían ser dispensados a todo aquel que la
Iglesia, en cabeza del Papa, quisiera dar. Pero la iglesia no los daba gratis,
sino que los vendía, a través de las indulgencias. Siendo que la mayoría de
católicos evidentemente pecaban, entonces muchos de ellos, sino todos, no tenían
la esperanza de entrar al cielo, por lo tanto, su salvo conducto podría ser el
adquirir algunas de estas indulgencias, que servían no solo para ellos mismos,
sino para comprar el cielo a favor de familiares que habían muerto y podían
estar sufriendo en el “purgatorio”.
Cuando
los cristianos de nuestro siglo post-moderno escuchamos lo que la historia nos
cuenta de los abusos eclesiásticos de la Edad Media, nos sorprendemos al ver el
espíritu egoísta y materialista que caracterizó a los que debían ser humildes
pastores que no buscaban su propio bien sino el de las almas.
Pero
esto no solo sucedió en el Catolicismo Romano o en la Edad Media, no. Esto ha
pasado en muchas épocas de la historia de la iglesia, y hoy día es el común en
numerosas iglesias que se llaman cristianas o evangélicas.
Analicemos
hoy, con el maestro Judas, en qué consiste “el
error de Balaam” como modelo de un falso maestro o de un falso pastor, el
cual recibirá la justa condenación de la ira de Dios, de manera que no sigamos
a esos maestros del error.
“!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín,
y se lanzaron por lucro en el error de Balaam…”
(Judas 11).
Los
falsos maestros que denuncia Judas no solo se caracterizan por pervertir la
verdadera adoración (como fue el caso de Caín), por su falta de amor, por su
desinterés en la salvación de las personas, su egoísmo e iniquidad; sino que
otros falsos maestros se visten de diferente ropaje.
La
segunda clase de falsos profetas que nos presenta Judas, se visten con un
ropaje de espiritualidad, y hasta tienen la capacidad de hacer algunos
milagros. En un tiempo pudieron escuchar la voz de Dios y hasta podían bendecir
en su nombre. Eran tenidos por profetas del Dios vivo, pero, a causa de la
avaricia de sus corazones, decidieron usar estas facultades espirituales para
sacar el máximo provecho personal, y recibir, a cambio de ministrar estos
dones, grandes ganancias económicas.
Con
el fin de detectar a estos falsos maestros que han hecho y hacen daño a la
iglesia, analicemos quién era este Balaam en lo que tiene que ver con su
actividad lucrativa.
La
historia de este misterioso hombre que era tenido por adivino entre las tribus
de Moab, y al parecer Dios le había otorgado algunas gracias proféticas, y
tenía cierta comunicación directa con él, se encuentra en números capítulos 22
al 25.
Cuando
Israel recién salía victorioso de Egipto, y luego que Dios destruyera al
poderoso ejército de Faraón, las naciones y pueblos que estaban ubicadas en la
ruta escogida por Dios para que el pueblo llegara a la tierra prometida,
estaban atemorizadas ante el paso de Israel, porque Dios estaba con ellos y no
había ejército alguno que pudiera hacerles frente. En esta angustia se
encontraba el pueblo de Moab, quien en cabeza de Balac estaba tratando de
evitar la destrucción que con seguridad se cernía sobre ellos.
Los
príncipes y sabios que acompañaban a Balac le aconsejaron que no hiciera guerra
contra Israel porque de seguro serían destruidos, sino que más bien acudiera a
algún poderoso hechicero o adivino que pudiera maldecir a esa nación. En esa
búsqueda encontraron a un adivino o profeta llamado Balaam, quien tenía la fama
de poder bendecir o maldecir de manera efectiva.
No
sabemos cómo Balaam conoció del Dios verdadero, pero, según el relato bíblico,
en algunas ocasiones Dios le habló directamente, y este hombre tenía cierto
temor hacia Jehová, el Dios de Israel. Así como Abraham, en medio de una nación
idólatra y pagana, pudo escuchar la voz de Jehová Dios que lo llamó para
servirle, este Balaam también había recibido alguna revelación del Dios
verdadero en medio de un pueblo pagano.
La
fama de Balaam, como profeta o adivino, se había extendido por esas tierras, y
hasta los reyes querían usar sus servicios.
Balac
envió emisarios para que le pidieran a Balaam que fuera a maldecir a la nación
de Israel, y éste, luego de consultar con Dios, decidió no ir porque el Señor
le había dicho que Israel era una nación bendecida por él y nadie podría
maldecirla, ni ningún agüero o hechicería podría hacerle daño (Num. 23:23). Luego
de esta negativa, el gobernante Balac decide seducir al profeta con algo que
tiene el poder de corromper los más piadosos corazones: El dinero, las riquezas
y el honor mundano.
Así
que Balac le envía a príncipes (pocos hombres no se dejan atrapar por la
atractiva personalidad que tienen los príncipes o poderosos), para ofrecerle,
no solo dádivas económicas, sino la honra de este mundo: Tal vez cargos
políticos y reconocimientos nacionales.
En
vista de este atractivo ofrecimiento, Balaam, sabiendo cuál es la respuesta de
Dios, pues, ya se la ha dicho “No vayas
con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es” (Num. 22:12), decide
tratar de persuadir a Dios, tal vez pensando que Dios se deja deslumbrar por el
atractivo, el poder y el dinero de los hombres. En vista de que el corazón de
este profeta ha sido movido por los ofrecimientos terrenos de los príncipes,
entonces el Señor decide dejarlo ir, no con su consentimiento, sino para
llevarlo a su destrucción, pues, todo aquel que conociendo la voluntad revelada
de Dios, persiste en querer hacer lo contrario a ella, entonces está cavando el
pozo de su propia miseria y ruina espiritual.
Balaam
tenía ciertas facultades proféticas que Dios en su gracia quiso concederle, y
estos dones debían ser usados para el servicio a los propósitos divinos. Dios
no se los dio con el fin de que él alcanzara cierto estatus económico, social o
político, pero él prefirió el premio de la maldad. (2 Pedro 2:15).
Este
premio de la maldad del cual habla Pedro, hace referencia al uso que los
profetas o maestros espirituales le dan a sus capacidades dadas por Dios para
sacar provecho personal. De Balaam no se nos dice que estuviera pasando grandes
necesidades económicas cuando Balac envió a sus emisarios para que lo sedujeran
con dádivas y honores políticos. No. Él debía aprender a confiar en el Señor y
depender de él para su sustento. Pero su corazón avaro lo llevó a contemplar
con agrado la posibilidad de sacar provecho económico, personal y social de sus
facultades espirituales.
Esto
es un gran pecado que Dios castigará con el furor de su ira. Porque su palabra
es clara al respecto: “De gracia
recibisteis, dad de gracia” (Mt. 10:8). Pero no solo en tiempos de Israel
en el desierto habían profetas y maestros espirituales que se desviaban del
camino recto para tergiversar la doctrina y convertir la religión en una fuente
de lucro personal; mucho tiempo después, dentro del pueblo de Dios, se
levantaron falsos profetas y maestros a los cuales no les importaban las almas
de las personas, o el avance del Reino de Dios, sino la satisfacción de sus
propios apetitos. El profeta Isaías dijo: “Sus
atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no
pueden ladrar; soñolientos, aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables;
y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios
caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado” (Is.
56:10-11).
Luego,
en tiempos de Miqueas, los falsos profetas abundaban entre el pueblo de Dios y
ya no predicaban lo que Dios quería decir al pueblo, que casi siempre los
estaba reprendiendo por su desobediencia a la Santa Ley, sino que hablaban al
pueblo lo que ellos querían escuchar, lo que satisfacía a sus mundanos y
terrenos placeres, todo con el fin de sacar provecho económico de su actividad
espiritual: “…sus sacerdotes enseñan por
precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo:
¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre vosotros.” (Miq. 3:11).
Pero
en tiempos de la iglesia en el Nuevo Testamento no cesaría el actuar de los
maestros, profetas y pastores que, habiendo recibido facultades espirituales de
la gracia de Dios, usarían estas facultades, no para servir con humildad a los
demás, sino como un medio para obtener lucro de manera que puedan darse una
vida de lujos, privilegios, comodidades y de honor frente al mundo. El apóstol
Pablo, al despedirse de los ancianos o pastores de la iglesia de Éfeso, les
advierte que deben tener mucho cuidado por ellos mismos y por el rebaño, pues,
de entre los pastores se levantarían algunos que no tendrían ningún interés en
la salvación de las almas, sino en usar la religión como un medio para alcanzar
sus intereses egoístas. Estos pastores no tendrían piedad de las ovejas, sino que
se comerían sus carnes y las destruirían, todo, para satisfacer sus propios
deseos. Estos falsos pastores cambiarían la doctrina bíblica por una sarta de
mentiras y perversiones doctrinales, todo con el fin de atraer tras sí a los
creyentes y contar con un buen número de seguidores que satisfagan sus deseos
materialistas y pecaminosos: “Por tanto,
mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros
lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán
hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”
(Hch. 20:28-30).
Pero
no solo en tiempos apostólicos surgieron los falsos profetas que, así como
Balaam, estuvieron dispuestos a usar la fe como medio de lucro. El apóstol
Pedro, en un pasaje paralelo al que estamos estudiando en Judas, advierte que
vendrían tiempos en los cuales se levantarían falsos profetas y faltos pastores
que no tendrían misericordia de la gente, sino que como Balaam estarían
dispuestos a cambiar la pureza de la doctrina bíblica, con el fin de hablar
palabras lisonjeras y agradables al pecaminoso oído de sus oyentes, de manera
que cultivarían grandes masas de seguidores, de los cuales no tendrían piedad,
sino que los explotarían económicamente a cambio de los supuestos servicios
espirituales que ellos les dan. “Pero
hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos
maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán
al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y
muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la
verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con
palabras fingidas” (2 Ped. 2:1-3).
Ejercer
ciertas funciones dentro del reino de Dios, sino se hace con humildad y en
dependencia total de la Gracia divina, puede conducir a un desvío peligroso,
pues, la naturaleza pecaminosa del ser humano siempre le lleva a buscar el bien
propio, y olvidarse del bien común. Nuestro pecado residual aún busca la
gloria, el poder y las riquezas. Y cuánto peligro asedia a los pastores o
maestros cristianos cuando bajo su liderazgo espiritual hay muchas personas,
las cuales se someten a su dirección. No es fácil mantenerse en la lucha y
evitar a toda costa ceder ante la tentación de aprovecharse de ese lugar de
liderazgo para crecer en el poder, el ego, el honor mundano y las riquezas. Por
eso el apóstol Pedro, dando instrucciones a los pastores les dice: “Ruego a los ancianos que están entre
vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de
Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad
la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como
teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de
la grey” (1 Pe. 5:1-3).
De
la misma manera, el apóstol Pablo instruye a las iglesias para que, cuando
vayan a escoger a un varón para ejercer el pastorado, se cercioren que este no
sea “… codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro” (1 Ti. 3:3).
Balaam
también representa a todo los líderes cristianos que, habiendo sido bendecidos
por Dios con algunas gracias espirituales, y poniendo Dios bajo su servicio a
un buen número de personas, son tentados por el Diablo para que busquen honores
y poder mundano, y aprovechándose de la iglesia, se involucran en asuntos a los
cuales no fueron llamados, y buscan puestos o favores políticos, patrocinando
así la corrupción que normalmente les identifica. Balac le ofreció a Balaam
honores políticos: “Te ruego que no dejes
de venir a mí; porque sin duda te honraré mucho, y haré todo lo que me digas”
( Num. 22:16-17).
El
Señor Jesús también fue tentado para recibir los honores de las naciones, de la
política, pero su respuesta fue enfática, y ésta debiera ser la respuesta de
los pastores bíblicos: “Vete, Satanás,
porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mt.
4:10).
Se
cuenta que en alguna ocasión le propusieron al reconocido evangelista americano
Billy Graham que se lanzara como candidato a la presidencia del país más
poderoso del mundo, y que de seguro ganaría debido a la cantidad de personas
que lo admiraban; pero la sabia respuesta de este hombre evidencia la actitud
correcta que debe mantener siempre un siervo del Señor frente a los
ofrecimientos de poder, honor y gloria que ofrece el mundo, él dijo: No puedo
aceptar este ofrecimiento, porque a servicios más honrosos me la llamado Dios.
El Señor me ha llamado para ser evangelista, no me inclinaría para ser rey.
Los
verdaderos pastores no buscan gloria, honra mundana o lucro personal. En la
Biblia tenemos numerosos ejemplos de hombres que son verdaderos siervos y
rechazan las tentaciones del poder y las riquezas y persisten en su fidelidad y
servicio al Señor.
Hubo
en tiempos del Antiguo Testamento un profeta llamado Eliseo, al cual el Señor
usó poderosamente en poderosos milagros y profecías. Este profeta fue visitado
por un arrogante general del poderoso ejército sirio, que sufría de la terrible
enfermedad de la lepra, el cual le pidió le sanara de dicha enfermedad. El
general fue limpiado de su lepra luego de seguir las instrucciones del profeta
y zambullirse siete veces en las aguas del río Jordán. Al ver semejante
milagro, el general decide ofrecer al profeta una gran cantidad de bienes
materiales, que, según palabras de los modernos falsos profetas que inundan la
televisión, la radio y los púlpitos de un gran número de iglesias, sería una
gran siembra para el ministerio, de manera que el profeta ya no tenga que andar
en un humilde asno sino en un caballo fuerte y rápido lo cual le permitiría
llegar a muchas personas con su mensaje profético. Pero esta no es la
perspectiva de un siervo del Señor. Su interés no es lo material. Él siervo del
Señor aprende a vivir de lo necesario y no anhela riquezas. Pero el ayudante
ministerial del profeta, Giezi, no pensaba de la misma manera. Este había
seguido el ejemplo de Balaam, y, decidió recibir las grandes ofertas económicas
del agradecido general Sirio a escondidas del profeta. Cuando Giezi regresa con
todas las riquezas recibidas de Naamán, en contra de la voluntad del profeta
del Señor, éste le reprende y le dice, como dice hoy a todos los pastores
cristianos: “¿Es tiempo de tomar plata, y
de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? (2
Re. 5:26).
Pero
podemos encontrar más ejemplos de verdaderos siervos del Señor que nunca se
atreverían a usar la fe cristiana, sus dones o ministerios, para recibir
siembras a cambio de oraciones, bendiciones, favores, sanaciones o milagros.
Los pastores bíblicos no siguen el ejemplo de Balaam, sino que hacen lo
contrario. Luego de la predicación de Felipe en Samaria muchas personas
llegaron a creer en el evangelio y fueron bautizadas. Una de esas personas fue
Simón, un mago que había engañado a la gente de Samaria por mucho tiempo. Luego
de este crecimiento de la iglesia en Samaria, los apóstoles que estaban en
Jerusalén enviaron a unos emisarios con el fin de confirmar la fe de los nuevos
creyentes. Uno de estos emisarios fue el apóstol Pedro, quien, lleno del poder
del Espíritu Santo imponía las manos sobre los creyentes y éstos recibían el
Espíritu Santo. La Biblia dice que cuando Simón el mago vio este poder que el
Señor obraba a través de Pedro, él quiso recibir también esa unción poderosa y
ofreció al apóstol una siembra económica. Pero el apóstol Pedro, un verdadero
siervo del Señor, no aprovechó la ocasión para aumentar las cifras en su cuenta
bancaria, ni tampoco justificó el recibir la siembra económica como una
bendición del cielo, sino que reaccionó de la misma manera que el profeta
Eliseo, y rechazó el ofrecimiento diciendo a Simón: “Tu dinero perezca contigo porque has pensado que el don de Dios se
obtiene con dinero” (Hch. 8:20).
El
error de Balaam no fue una falta involuntaria, como algunos pueden entender al
escuchar la palabra error, ni fue
algo pasivo. Balaam, con el ánimo de recibir la recompensa económica ofrecida
por Balac trató de maldecir al pueblo, pero Dios no lo permitió, sino que, aún
obrando el don divino en un hombre cuyo corazón era avaro y materialista,
bendijo tres veces a Israel. Pero luego, persistiendo en recibir el honor
mundano y las riquezas materiales, enseño a Balac cómo poner tropiezo a los
Israelitas de modo que el pueblo pecara contra Dios y así recibirían el pago
del a ira de Dios y estos Madianitas no sufrirían la derrota final. “Pero tengo unas pocas cosas contra ti; que
tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a
poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los
ídolos, y a cometer fornicación” Ap. 2:14.
Pero
el final de Balaam no fue el mejor. Sobre él también cayó un ¡Ay! Así como
también sus juicios caerán sobre todos aquellos que engañan sus corazones y
engañan al pueblo que el Señor compró con su preciosa sangre, explotándolos y
sacando provecho económico o personal de ellos, debido a sus corazones avaros y
codiciosos. El Señor se vengó de este falso profeta y del pueblo madianita, y
envió a un ejército de Israelitas para que traspasaran a espada a todos los
hombres, dentro de los cuales también cayó Balaam hijo de Beor. Números 31:8.
Aplicaciones:
El
error de Balaam vuelve a repetirse frecuentemente dentro del pueblo de Dios.
Pues, algunos hombres empiezan bien la carrera ministerial, son usados
poderosamente por el Señor, una maravillosa unción les acompaña, pero, en el
camino, se desvían a causa del amor al poder, al dinero y a la fama. Poco a
poco el corazón de estos hombres, que empezaron bien, empieza a engañarlos y
les lleva a encontrar justificaciones supuestamente bíblicas para aumentar sus
riquezas, para buscar la gloria del mundo, para anhelar la fama y el poder
político, encuentran razones erradas para justificar el recibir grandes
“siembras” económicas y buscar vivir en los mejores y más costosos sectores de
las ciudades; de manera que ellos terminan sirviendo a las riquezas, y
pretenden, como Balaam, servir a Dios y a Mammon, pero Jesús advirtió que esto
es imposible: “Ninguno puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro. No podéis servir a Dios y
a las riquezas” (Mt. 6:24). Miremos cuál fue el final de la vida de este
falso profeta, miremos cuál fue el fin de Judas, quien también tenía un corazón
codicioso y cambió su doctrina de Cristo para abandonarlo e irse con los
líderes religiosos falsos que le ofrecieron una gran recompensa económica,
miremos lo que le pasó a Giezi por recibir siembras económicas. Nuestros
corazones también son engañosos. Por eso debemos cuidarnos siempre y cuando
veamos que nos empieza a gustar el poder, la honra humana y el dinero, entonces
debemos humillarnos ante Dios, confesar nuestro pecado y buscar ayuda en otros
siervos de Dios que sean ejemplo de piedad, abnegación, entrega y negación de
sí mismos.
Hermanos,
cuántas personas han sido explotadas, exprimidas y maltratadas por estos falsos
profetas o falsos pastores que hoy día inundan a muchas comunidades que se
llaman cristianas, los cuales, en nombre de Cristo, están enriqueciéndose y aumentando
su fama y poder mundanal. No seamos ingenuos en pensar que porque una persona o
un ministro puede hacer milagros en el nombre de Cristo, entonces ya es un
siervo de Dios. No. Moisés advirtió a la iglesia del Antiguo Testamento de los
profetas que anuncian cosas las cuales se cumplen, pero que luego llevan al
pueblo a apartarse del Dios vivo, de la sana doctrina. Un ministro que hace
obras milagrosas en nombre de Cristo, no necesariamente es un verdadero
profeta. Balaam pudo escuchar la voz audible de Dios y bendecir a Israel a
través del don de la profecía, pero era un falso profeta y sus obras lo
demostraron. Un verdadero siervo del Señor debe ser reconocido por:
-
El sufrimiento. “Tú, pues, sufre penalidades como buen
soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida,
a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” 2 Tim. 2:3-4.
-
El servicio humilde. “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y
decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado
vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también
hagáis. (Jn. 13:13-15). “Apacentad la
grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como
teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de
la grey” (1 Ped. 5:2-3).
-
Fidelidad a la Palabra
de Dios, tanto en su vida práctica, como en la predicación. Él no está
dispuesto a negociar o ceder en los principios bíblicos, sino que como un
profeta fiel se mantiene firme en la doctrina apostólica, sea que esto guste o
no a la gente, sea que esto atraiga o retire a los feligreses. “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la
sana doctrina” (Tito 2:1). “Porque es
necesario que obispo sea… retenedor de la Palabra fiel tal como ha sido
enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los
que contradicen” (Tito 1:7, 9).
No hay comentarios:
Publicar un comentario