La fe
perseverante
Descripción
general de la fe
Hebreos
11:1-3
Introducción:
La carta o el libro a los Hebreos
contiene fuertes llamados de atención para que los creyentes perseveren en la
fe en Cristo y no desmayen ante los diversos ataques y persecuciones que les
vendrán como consecuencia de creer en Jesús como su único y suficiente
Salvador.
Es muy probable que los creyentes a los
cuales se dirige la carta a los Hebreos, estuvieran siendo tentados a abandonar
la fe cristiana y retornar al judaísmo. Las persecuciones, los sufrimientos,
las falsas enseñanzas de algunos maestros judíos y otros elementos adversos se
habían convertido como en una especie de caldo de cultivo que estaba llevando a
estos creyentes a considerar la posibilidad de retroceder en la vida cristiana.
De allí las constantes exhortaciones que
nuestro autor hace a sus lectores:
“Por tanto, es necesario que con más
diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos
¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? (2:1,
3).
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de
vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (3:12).
“Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún
la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo
alcanzado” (4:1)
“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote
que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.”
4:14).
“Porque es imposible que los que una vez
fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del
Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la Palabra de Dios y los poderes del
siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento,
crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”
(6:4-6).
“Porque si pecáremos voluntariamente después
de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por
los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que
ha de devorar a los adversarios” (10:26-27).
Si hacemos una revisión minuciosa de
todas estas advertencias, y las miramos en su contexto inmediato, encontramos
que todas se enfocan en el asunto de la fe en Jesús como el único medio de
salvación. Toda la exposición del autor de la carta se centra en demostrar que
Jesús es superior a todo el sistema religioso judaico: Jesús es superior a los
ángeles, Jesús es superior a Moisés, Jesús es el gran sumo sacerdote superior a
Aarón y toda la casta sacerdotal, pues, él es sacerdote de la clase de
Melquisedec. Toda la exposición ha demostrado la exclusividad del sacrificio de
Cristo como único medio de efectiva salvación para los creyentes.
Al finalizar el capítulo 10, el autor de
la carta, animó a los creyentes para que se mantuvieran firmes en la fe,
sabiendo que “el justo vivirá por fe, y
si retrocediere, no agradará a mi alma” (10:38). El justo, es decir, el
salvo, depende totalmente de la fe, pues, sin ella, es imposible que agrade a
Dios. La fe en Cristo se apropia de su justicia y esta le es imputada, de
manera que goza del favor divino y Dios lo ama, así como ama al Hijo en el cual
tiene complacencia, pues, al creer en Cristo, la santidad de Cristo lo reviste.
Por lo tanto, y con el ánimo de ayudar a
estos creyentes afligidos, temerosos y tambaleantes, el autor hace un
paréntesis en su exhortación y en todo el capítulo 11 les muestra ejemplos,
tomados del Antiguo Testamento, de personas que tuvieron una fe perseverante, y
que a pesar de no haber recibido lo prometido, mientras estuvieron en esta
tierra, tomaron tan en serio la Palabra y la promesa de Dios, que vivieron y
actuaron basados en esas maravillosas promesas.
Todo el capítulo 11 nos presenta la fe
que persevera hasta el fin, por medio de la cual se alcanza la salvación del
alma.
La estructura de este capítulo es muy
sencilla, y, siguiendo la división del puritano William Perkins, considero que
consta de dos partes:
1. Una descripción general de la fe
perseverante (v. 1-3)
2. Ilustración de esta fe perseverante a
través de testimonios y ejemplos tomados del Antiguo Testamento. (v. 4-39)
Empecemos con la primera parte del
capítulo. Una descripción general de la
fe perseverante (v. 1-3).
“Es
pues, la fe[1] la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se ve”. Es importante notar que la
expresión “Es pues”(RV) o “ahora” (KJV), o “ahora bien” (NVI) indica que lo que sigue en este pasaje es la
continuación o que guarda estrecha relación con lo que se acaba de decir. Para
entender bien a qué se refiere el autor de la carta con la fe de que habla en todo el capítulo 11, entonces es necesario
tener en cuenta lo que precede
inmediatamente al versículo 1 y que se encuentra unido con la expresión ahora pues.
En la última parte del capítulo 10, el
autor ha exhortado a los lectores para que no dejen de congregarse, para que se
ayuden mutuamente con el fin de mantenerse firmes en la fe cristiana, para que
eviten cualquier postura que los inicie en el camino de la apostasía, para que
miren las terribles consecuencias que vendrán sobre los que abandonan la fe en
Cristo. Luego les dijo que recordaran las tribulaciones y angustias que ya han
sufrido por causa de Cristo, y les anima a seguir sufriendo con paciencia,
pues, la promesa se alcanza solo por aquellos que perseveran hasta el fin. Al
final del capítulo 10 les animó aún más para que se mantuvieran firmes en la fe,
a pesar de las tribulaciones que esto conlleva, porque la promesa del retorno
de Cristo para dar la completa salvación a los que confían en él, está muy
cercana. Si han esperado tanto, entonces deben esperar pacientemente un poco
más. Y luego concluye su exhortación diciéndoles que los justos viven por fe, y
a través de esa fe ellos no retrocederán para perdición sino que perseverarán
para preservación de sus almas.
Luego, en el capítulo 11, el autor
describe cómo es esa fe que persevera hasta el fin para salvación del alma,
dando una serie de ejemplos tomados del Antiguo Testamento. El capítulo 11
puede ser considerado como un paréntesis, ya que, luego, en el capítulo 12, el
autor de la carta continúa con su exhortación y anima a los creyentes para que sigan
corriendo con paciencia la carrera que tienen por delante (v. 1) “puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe” (v. 2).
El autor empieza diciendo “Es, pues, la fe la certeza de lo que se
espera”. La palabra fe, en el Nuevo Testamento, es polisémica, es decir,
tiene varias acepciones:
1. En algunas ocasiones significa una
declaración o confesión doctrinal. “Aquel
que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo
asolaba” (Gal. 1:23).
2. En otras ocasiones la fe significa
creer de manera personal y sincera en Jesús. “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31).
3. También en el Nuevo Testamento la fe
puede significar confianza en que Dios hará un milagro, esperanza de que algo
futuro vendrá, entre otros.
Ahora, el autor de Hebreos, en este
capítulo, da a la fe el significado de
una total confianza que es depositada en Dios, en sus promesas, en su Palabra,
y de manera especial, en Jesucristo como el Hijo de Dios y el único medio
suficiente para dar salvación eterna al hombre.
El autor, contrapone dos elementos
adversos en esta carta: La fe versus la incredulidad o la apostasía. Lo opuesto
de la incredulidad es la fe, lo opuesto del pecado de la apostasía es la virtud
de la fe. Lo opuesto de rechazar a Cristo de manera consciente (apostasía) es
la fe perseverante en él como Salvador.
Y esta fe perseverante no es cualidad de
unos pocos creyentes, los múltiples ejemplos que el autor presenta en este
capítulo 11 evidencian que esta es una característica de los que verdaderamente
han conocido al Señor.
El autor de la carta dice que esta fe
perseverante es la plena certeza de lo que se espera. El Catecismo de
Heidelberg, redactado por Zacarías Ursino, define así la fe de que habla
nuestro autor sagrado:
“La
verdadera fe, creada en mí por el Espíritu Santo por medio del Evangelio – no
es solamente un firme conocimiento y convicción de que todo lo que Dios revela
en su Palabra es cierto, sino también una certeza profundamente enraizada de
que no solamente a otro, sino también a mí, me han sido perdonados los pecados,
que he sido reconciliado por siempre con Dios, y que se me ha concedido la
salvación. Estos son dones de pura gracia obtenidos para nosotros por Cristo”[2].
La palabra “certeza” que se usa en la
Reina Valera, también puede ser traducido “estar
seguro” (es, pues, la fe el estar seguro de lo que se espera), y en algunas
versiones se le traduce como “sustancia[3]”
(Es pues, la fe, la sustancia de lo que
se espera), tomada de la palabra griega hypostasis[4]
que usa el autor en este versículo. Si usamos la palabra certeza, hablamos de
la confianza subjetiva del creyente. Es como decir: Si estoy seguro de algo,
entonces tengo certeza en mi corazón. Esto es algo que está arraigado en el
creyente. Pero si usamos la palabra “sustancia”, entonces estamos hablando de
la certeza como algo objetivo, que está fuera del creyente. La sustancia es
algo con lo que el creyente puede contar. “Una traducción lo formula así: <la fe es el título de propiedad de las cosas
esperadas>”[5].
“Es,
pues, la fe la certeza[6]
de lo que se espera”. La fe verdadera está segura y confiada en lo que
esperamos, es decir, en la esperanza. Y ¿qué es lo que esperamos los creyentes?
Todas las cosas que la gracia de Dios ha prometido para sus hijos, todas las
promesas del Evangelio, que nos llevarán a la completa redención y la
glorificación futura. La fe es como un ancla que se afirma con seguridad
inamovible en la esperanza de la salvación completa que recibiremos por los
méritos de Cristo y gozaremos para siempre en la comunión perfecta con Dios. La
fe genuina no se angustia o desespera porque no puede ver lo que se le ha
prometido, pues, de lo contrario no sería fe. La fe no puede separarse de la
paciencia. “No alcanzaremos la meta de la salvación sin paciencia, pues el
profeta declara que el justo vive por fe; empero la fe nos dirige a las cosas
que están lejos y que aún no disfrutamos; entonces ésta necesariamente incluye
paciencia”[7].
En esta vida el creyente recibe muy poco de lo que espera, porque su fe debe
ser ejercitada, y de la única manera que ella se desarrolla, es no recibiendo
de inmediato todo lo que espera, sino, aguardando confiadamente y sin desmayar,
a pesar de no recibir, en esta vida, lo prometido. Esto es lo que dice Pablo al
respecto: “… nosotros también gemimos
dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro
cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es
esperanza; porque lo que alguno ve ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que
no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Ro. 8:23-25).
“Es,
pues, la fe… la convicción de lo que no se ve”. Las palabras certeza y
convicción son sinónimos en este pasaje. Lo que en suma nos dejan ver, estas
dos palabras, es que la fe tiene una plena certidumbre en la esperanza. Es una
profunda convicción interna que no será quitada o suprimida por nada. Ni por
las pruebas, ni por los sufrimientos, ni porque no llega lo que se espera. “El
creyente está convencido de que las cosas que no puede ver son reales. Sin
embargo, no toda convicción es igual a la fe. La convicción es equivalente a la
fe cuando prevalece la certidumbre, aunque la evidencia esté ausente. Las cosas
que no vemos son aquellas que tienen que ver con el futuro, el cual a su tiempo
se transformará en presente. Aun aquellas cosas del presente, y ciertamente las
del pasado, que están más allá de nuestro alcance corresponden a la categoría
de lo que no vemos”[8].
¿Qué es lo que no vemos, a lo cual se
aferra la fe del creyente? La completa redención, la glorificación futura. Pero
la fe verdadera está tan convencida de que esto es algo seguro para el
creyente, que ahora, en nuestro caminar por el desierto de este mundo y en
medio de las aflicciones que nos produce el pecado, Satanás y el mundo, vivimos
como si ya tuviéramos lo que esperamos, y por eso nada puede quitarnos de
manera definitiva el gozo que produce sabernos glorificados, en fe, y viviendo
para siempre en la misma presencia del Soberano Dios. Como dijo F. F. Bruce “…
en la época del Antiguo Testamento, hubo muchos hombres y mujeres que no tenían
nada más que las promesas de Dios sobre las cuales descansar, sin ninguna
evidencia visible de que estas promesas tuvieran cumplimiento alguna vez; sin
embargo, estas promesas significaban tanto para ellos que regularon el curso
entero de sus vidas a la luz de ellas. Las promesas estaban relacionadas con un
estado de cosas pertenecientes al futuro; pero esta gente actuó como si ese
estado de cosas ya estuviera presente, porque estaban muy convencidos de que
Dios podía y quería cumplir lo que había prometido. En otras palabras: ellos
fueron hombres y mujeres de fe. Su fe consistió simplemente en confiar en la
Palabra de Dios y dirigir sus vidas de acuerdo a ella; por lo tanto, las cosas
futuras en cuanto a su propia experiencia, eran presentes para la fe, y cosas
que no se veían externamente eran visibles para los ojos interiores”[9].
La fe son los ojos espirituales del
creyente, y así como somos convencidos de lo terreno por las cosas que nuestros
ojos físicos ven, a través de los ojos de la fe, que miran las promesas de la
gracia, somos convencidos de las verdades espirituales, las cuales son
invisibles. Los ojos físicos nos convencen de las cosas que pertenecen a lo
visible, pero la fe nos capacita para ver el orden de lo invisible. Como dice
Calvino, la fe se afirma o planta su pie con confianza en las cosas ausentes,
que casi están fuera del alcance de nuestra comprensión. La fe es la
convicción, ala videncia o la demostración de las cosas que no se ven, esto es
lo mismo que decir, que la fe hace aparecer o ver las cosas invisibles, las que
esperamos, las que todavía no son, pero son tan ciertas para nosotros, que ya las
vemos como en nuestra posesión total. Es en este sentido que el apóstol Pablo,
hablando de la completa salvación del creyente, desde el principio hasta el
fin, él dice que “a los que predestinó, a
éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a estos también glorificó” (Ro. 8:30). Aunque ya hemos sido
predestinados, llamados y justificados, la glorificación es aún futura, no la
estamos viendo. Nuestros cuerpos aún llevan la semilla de la muerte, y más
pronto de lo que pensamos, estarán sepultados en la fría tierra. Pero la fe se
apropia a tal punto de las promesas, que el apóstol nos ve como si ya
estuviésemos glorificados.
La fe perseverante anticipa como propio
lo que aún no vemos. “La fe es una actualización del anticipo del alma. Es el
ojo del alma que nos permitirá vivir en el disfrute presente de las cosas que
no se ven. Penetra el velo de los sentidos y hace que las cosas invisibles se
hagan reales y tangibles; pasa más allá de las vicisitudes del tiempo y se
aferra a las bendiciones del futuro eterno. Es una activa convicción que mueve
y moldea la conducta humana. La fe bíblica es la obediencia confiada a la
palabra de Dios a pesar de las circunstancias…”[10]
Aplicaciones:
- La fe no se arraiga en lo que vemos,
sino en lo que no vemos. La fe tiene la plena certidumbre de que lo prometido
por Dios para nuestras almas es inamoviblemente seguro. La fe tiene una
confiada seguridad en las promesas divinas. Aunque a veces no sintamos que
estamos perdonados, o que somos nuevas criaturas, o que el Espíritu de Dios
está en nosotros, o que vamos camino al cielo, o que gozamos del favor divino,
la fe toma como suyo propio lo que Aquel en el cual ella está puesta ha
prometido. Pero no se trata de una fe superficial, no, la fe verdadera es
interna, profunda, arraigada en Cristo. Ella no mira ningún mérito alguno en el
individuo, sino que se despoja de toda autoconfianza y mira con total
dependencia a Cristo, sabiendo que solo de él procede toda esperanza. ¿Tienes
esta clase de fe? Si no puedes responder afirmativamente con plena convicción,
entonces clama al Señor para que te el don de la fe. Recuerda que esta clase de
fe perseverante no es producida por el hombre, no puede gestarse a través de
técnicas o meditación especial. No, esta clase de fe es un don sobrenatural del
Espíritu Santo, que nos es dado solo por Gracia. Esta fe que procede del cielo,
es la que nos lleva a apropiarnos de Cristo como nuestro único y suficiente
Salvador. Si has acudido así a Cristo, entonces tiene la fe sobrenatural que
procede del Altísimo, y solo te quede continuar alimentado esta fe por medio de
la Palabra de Dios, sus promesas y los ejemplos que encontramos en ella, y que
estaremos estudiando en todo el capítulo 11 de Hebreos.
- Aunque la fe no es irracional, y no es
un paso en la oscuridad o en el vacío, sino que ella se posa sobre las promesas
seguras de la Palabra de Gracia, no obstante, ella es misteriosa y
sobrenatural, pues, está convencida de cosas que aún no podemos ver con nuestros
ojos físicos, de cosas que parecieran ser contradictorias, “porque el Espíritu
de Dios nos muestra las cosas ocultas, cuyo conocimiento nuestros sentidos no
pueden alcanzar: se nos promete la vida eterna, pero dicha promesa se hace a
los muertos; se nos asegura una radiante resurrección, pero todavía estamos
envueltos en podredumbre; somos declarados justos y sin embargo el pecado mora
en nosotros; se nos dice que somos dichosos, y no obstante, estamos aún entre
muchas aflicciones: se nos promete abundancia de todas las cosas buenas, y a
pesar de ello padecemos hambre y sed; Dios declara que vendrá pronto (a
nosotros), y no obstante parece sordo cuando clamamos a él”[11].
De manera que la fe, alimenta nuestra esperanza, conduciéndonos a ser pacientes
en medio de las pruebas y el caminar por el desierto de este mundo,
nutriéndonos con la Palabra de Dios, la cual nos asegura que pronto reinaremos
con él. Por lo tanto hermanos, no desmayemos en medio de las tribulaciones,
dudas, confusiones y angustias de la vida terrena. Mantengamos la mirada puesta
en aquel que nos ha hecho preciosas promesas y que con total seguridad un día
nos dará lo que prometió.
[1] El autor de la carta
no trata de presentar una definición concisa y completa de lo que es la fe. Ese
no es su propósito. El autor afirma aquí lo que es la fe. En especial, él
quiere presentar ciertas características de la fe relacionadas con la paciencia
que espera confiadamente en lo prometido.
[3] “Esta palabra griega, que etimológicamente quiere decir
sub-stantia, lo que está debajo, lo que sirve de base y fundamento, significa
lo que da base y realidad subsistente a las cosas que esperamos. Si en geología
puede significar “sedimento”, y en filosofía el sujeto de los accidentes, o sea
la substancia, la naturaleza de los individuos, en esta carta a los Hebreos
(3:14) ha adoptado el significado de lo que está en el fondo del alma, con el
sentido de seguridad, confianza y garantía de las cosas que se esperan. En el
Griego clásico, y también frecuentemente en el griego de los LXX, significa
asimismo lo que en latín quiere decir “substancia”, entendido este término por
hacienda, posesión y por derecho de posesión. Por esto algunos entienden por hypostasis, la posesión anticipada y garantía
de lo que va a venir. No pocos traducen “expectación firme” o “confianza
anticipada”. Otros, siguiendo a los padres griegos, entienden que la fe es lo
que da subsistencia a los bienes celestes en nuestra alma, lo que nos da
seguridad de su existencia, y como que ya nos los hace ver. Por esto algunos
han traducido “actualización” de los bienes celestes. Para Santo Tomás, como
“substancia” es el primer principio de la cosas, la fe “substantia rerum
spedarum” es su primer principio o “prima inchoatio rerum speradarum”, es
decir, el primer principio de la vida eterna”. Pérez, Samuel. Comentario
exegético al texto griego del Nuevo Testamento. Hebreos. Página 612
[4] La mayoría de
comentaristas prefieren traducir la palabra Hypostasis,
en este pasaje, como certeza o confianza, tomando como ejemplo el sentido de la
traducción de la misma palabra en 3:14
[6] La palabra griega que
se traduce como certeza también se empleaba en un sentido técnico, significando
“título de propiedad”.
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