domingo, 3 de julio de 2022

Lucas 13 22-30

 

La importancia de entrar por la puerta estrecha

Lucas 13:22-30

Introducción:

Todos los hombres, en una u otra ocasión, hemos sido llevados a pensar en qué será de nosotros después de la muerte. ¿Será que existe algo más allá luego de morir? ¿Será que hay premios y castigos por la forma en que uno vive en esta tierra? ¿Serán estos castigos muy terribles o serán pasajeros?

Es imposible no pensar en estos asuntos, especialmente cuando estamos pasando por un momento trágico, de enfermedad o cuando estamos pecando a nuestras anchas y nuestra curtida conciencia todavía nos molesta y nos hace sentir culpables.

Este pensamiento acerca de la eternidad o lo que nos espera luego de la muerte, ha motivado a millones de hombres y mujeres, en todo el mundo, a tratar de encontrar maneras a través de las cuales garanticen paz para sus almas y un estado eterno tranquilo, libre de castigos y sufrimientos. La mayoría de las religiones del mundo han surgido en torno a esta inquietud espiritual.

Los judíos pensaban que cumpliendo con los mandamientos de la Ley de Dios, pero especialmente por el hecho de nacer dentro del pueblo del pacto, tenían asegurado un futuro libre de sufrimientos en la eternidad. Y es así que se esforzaban en cumplir con las ceremonias religiosas de la ley mosaica, aunque realmente sus corazones estaban lejos de Dios.

De la misma manera, cientos de miles de cristianos han tratado de cumplir con ciertas ceremonias con el fin de aliviar sus culpables conciencias y garantizar para sí la tranquilidad y el gozo, o al menos, librarse del sufrimiento eterno después de la muerte.

Pero ¿será posible que a través del cumplimiento de ciertas ceremonias logremos evitar el castigo eterno? ¿Será posible que a través de ciertos pasos sencillos logremos garantizar que luego de morir evitaremos la ira de Dios y gozaremos para siempre de su favor? ¿No será que miles de personas que se llaman cristianas están engañadas y realmente el futuro que les espera no es nada halagüeño? ¿Cómo saber si realmente estamos camino a la felicidad o al sufrimiento eterno?

En Lucas 13:22-30 el Señor Jesús responde esta vital inquietud y nos presenta un cuadro completo de lo que pasará con aquellos que logran entrar a la salvación, pero también nos presenta la situación terrible de aquellos que quedarán fuera del reino de Dios.

Analicemos estas palabras poderosas de nuestro salvador, y quiera Dios usarlas para conducirnos a pensar en serio si realmente formamos parte de los que gozarán para siempre de la gloria de Dios, o si somos de aquellos que crujiremos nuestros dientes cuando seamos invadidos del furor de la ira de Dios, que arderá para siempre.

Con el fin de estudiar expositivamente este pasaje tomaremos sus partes naturales:

1. Cómo se entra a la salvación v. 22-24

2.  Una búsqueda sincera pero infructuosa para entrar a la salvación v. 25-26

3. Un terrible destino para los que no entran a la salvación v. 27-28

4. Una solemne advertencia para entrar a la salvación v. 30

 

1. Cómo se entra a la salvación v. 22-24

Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán

Lucas nos presenta al Salvador encaminándose al ineludible destino que le espera en Jerusalén. Es necesario que él sea despreciado por la gente, por los líderes religiosos y por el poder político de su tiempo. Es necesario que él sea crucificado y muerto por los pecados de su pueblo. Pero antes de que esto acontezca es preciso que él mismo anuncie el reino de Dios en toda Judea y sus alrededores. El ministerio de Jesús se enfocaba principalmente en enseñar. Él instruía a sus discípulos y enseñaba las verdades fundamentales que identifican al reino de Dios. Los milagros y las liberaciones de los endemoniados eran solo señales que respaldaban su Palabra.

Su mensaje principal se enfocaba en el reino de Dios, es decir, en la salvación. Ser salvado significa entrar al Reino de Dios y a este reino solo entran los salvados.

Las más recientes enseñanzas de Jesús, presentadas por Lucas, han estado enfocadas en el Reino de Dios:

- Jesús les dijo a sus discípulos que ellos eran una manada pequeña que ha recibido de Dios el Reino (es decir, la salvación), y por lo tanto deben vender lo que tienen para darlo a los pobres, demostrando así que lo más preciado para ello no se encuentra en esta tierra sino en los cielos. (12:32-34)

- También les enseñó que los que entran al Reino de Dios son como siervos que anhelan la venida de su señor, y le esperan con suma expectación, y así el Señor se tarde en regresar, ellos le esperan velando y no desmayan. (12:35-40). Pero si este siervo es descuidado y no está esperando la venida de su Señor, entonces recibirá muchos azotes y castigos (12:41-48)

- También les dijo a sus discípulos que su Reino, es decir, la salvación, traería divisiones familiares y sociales. Los padres se levantarían contra los hijos y viceversa, a causa de la fe en él. (12:49-53)

- El mensaje del Reino siempre inicia con el arrepentimiento, pues, sin él, no podemos entrar al Reino de Dios. Aquellos que no se arrepienten no solo no entrarán al Reino de Dios, sino que morirán eternamente en el castigo de la ira de Dios que los consume pero no los destruye por completo. (13:1-5)

- Las parábolas de la semilla de mostaza y la levadura resaltan la acción cada vez más creciente del Reino de Dios, el cual se extenderá hasta los confines de la tierra y salvará a personas de todas las naciones y lenguas. (13:18-20).

Estas enseñanzas sobre el Reino de Dios crearon profundas inquietudes en muchos de los oyentes y discípulos de Jesús, pues, aunque él dijo que este permearía todo, así como la levadura hace con la harina, no obstante, sus exigencias son tan altas que muy pocos lograrán alcanzar la salvación. Es así que un oyente, del cual no se da el nombre, pregunta a Jesús: ¿Son pocos los que se salvan?

La tradición judía enseñaba que todos los miembros de Israel, exceptuando a pocas personas, serían salvas. Pero la predicación de Jesús parece dar a entender lo contrario, pues, él requiere un verdadero arrepentimiento, una justicia superior a la de los fariseos, la negación de sí mismo, amar a los enemigos y aborrecer a padre y madre. En el sermón del monte Jesús elevó a un grado muy superior la obediencia a la Ley y estipuló principios espirituales altos.

De manera que algunos de los seguidores de Jesús, luego de escuchar estas declaraciones, quedaron preocupados acerca de quiénes serían salvos, el número de los salvos, y el número de los que se pierden.

Pero Jesús, como hizo en otras oportunidades, no responde de manera directa la pregunta, sino que exhorta a todos los oyentes a que se pregunten a sí mismos si ellos son salvos. No es tanto preguntarnos si fulanito de tal es salvo, sino ¿Soy yo salvo? Jesús aprovecha la ocasión y les indica de qué manera entramos a la salvación o al Reino de Dios. Él les dice: “…esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán

No hay otra forma de estar seguros de la salvación o de pertenecer al Reino de Dios, sino es entrando por la puerta angosta. Siendo que la puerta es angosta, entonces la entrada no es fácil, sino que requiere esfuerzo. La palabra griega utilizada por Lucas para esforzaos es la que da origen al verbo agonizar. De manera que al Reino de Dios solo se puede entrar agonizando. Si no agonizamos por entrar al Reino, entonces no entraremos, pues, la puerta es angosta. Solo entramos al Reino cuando viendo la terrible pecaminosidad de nuestros pecados exclamamos con todo el corazón “!Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). La puerta es estrecha porque sin un verdadero arrepentimiento es imposible entrar. Cuando los judíos le preguntaron a Pedro de qué manera podían ellos ser salvos, él les respondió: “Arrepentíos” (Hch. 2:37).

El arrepentimiento es aquella acción del alma que viéndose totalmente sucia y despreciable delante del santo y majestuoso Dios, se desprecia a sí misma y exclama con el apóstol Pablo “Miserable de mí” (Ro. 7:24), pues, sabe que sus mejores obras no son más que “trapos de inmundicia” y que “todos nosotros somos como suciedad” (Is. 64:6). El arrepentimiento verdadero no consiste meramente en repetir una oración, en levantar la mano cuando el predicador hace la invitación para los que quieren convertirse, o en firmar una tarjeta. No, el arrepentimiento es una condición del alma y de todo el ser en el cual experimentamos un profundo asco hacia nosotros mismos y nos abatimos hasta el polvo sabiendo que hemos ofendido al Dios maravilloso que hizo los cielos y la tierra.

La puerta es estrecha porque para entrar es necesario tomar nuestra cruz: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:27). Llevar la cruz es identificarnos con Cristo en que no amamos a este mundo ni anhelamos sus gozos o glorias, sino que ellas nos parecen insignificantes y de poco valor comparado con el gozo y la gloria eterna. Llevar la cruz consiste en negarnos a nosotros mismos, y entregar nuestras vidas para el Reino de Dios. No reclamamos nuestros derechos ante los que nos hacen daño por causa del Evangelio sino que estamos dispuestos a sufrir oprobios por el Salvador.

Si una persona no entra al Reino por esta puerta estrecha, sino que entró por la puerta amplia de la felicidad personal, de las glorias humanas, del evangelio de la prosperidad y las riquezas materiales, de la autoestima y las emociones agradables, entonces no entró al Reino de Dios, sino al reino del humanismo, el cual conduce a la muerte eterna y a la condenación de la ira de Dios: “…porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella” (Mt. 7:13).

Jesús dijo que muchos procurarán entrar por la puerta que conduce al Reino y a la salvación, pero no podrán entrar. Es posible que en esta declaración incluyera a aquellos religiosos que sinceramente están interesados en la salvación de sus almas, pero usando sus propios métodos, poniendo sus reglas, o creyendo que esto se puede hacer sin necesidad de la humillación a través del arrepentimiento. Muchos sentirán agrado hacia la fe cristiana, se deleitarán con nuestros cánticos y tendrán en gran estima nuestra predicación y nuestro estilo de vida. Algunos incluso llegarán a bautizarse, hacerse miembros de una iglesia bíblica, participar de la Cena del Señor, cantar en el coro, ser maestros de escuela dominical, e incluso algunos llegarán a ser pastores; pero nunca habrán entrado por la puerta angosta, porque siempre les pareció que el evangelio debía ser más amplio.

 

 2.  Una búsqueda sincera pero infructuosa para entrar a la salvación v. 25-26

Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, señor ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de donde sois. Entonces comenzaréis a decir: delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste

Un día, tal vez no muy lejano, la puerta que conduce a la salvación se cerrará definitivamente. El mismo que la abrió a través de su carne sacrificada en la cruz, cerrará la puerta y ya no habrá más oportunidad. Este día será aquel en el cual todas las tribus y naciones verán al Hijo de Dios viniendo en las nubes con gran poder: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí. Amén” (Ap. 1:7). Este será un día de llanto y dolor para todos los que no reconocieron de corazón a Jesús como su Salvador y Señor. Será un día de espanto para los que tuvieron una fe superficial y vivieron un cristianismo sin cruz y sin negación de sí mismos. Entonces, aquellos que solo creyeron superficialmente, creerán verdaderamente y se lamentarán de corazón por sus pecados, y reconocerán cuánto ofendieron con sus pecados al Santo Dios, será un tiempo de sincera búsqueda espiritual, pero la puerta de la salvación se habrá cerrado y el día aceptable habrá pasado. El Dios de gracia será ahora el Dios de juicio. El Cordero que una vez murió por la salvación de su pueblo, ahora no será misericordioso sino que derramará su ira sobre los incrédulos: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y en las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Ap. 6:15-16).

Muchos en ese día, que se negaron a someterse a la autoridad de Cristo y de su Palabra, le llamarán Señor, señor. Ese día reconocerán y aceptarán que Jesús sea el Señor de sus vidas, ese día muchos querrán someterse sin restricciones a la Palabra de Cristo, pero será demasiado tarde, ya solo podrán experimentar a Cristo como Juez airado que los condenará para siempre.

La frase “No sé de dónde sois”, indica que Dios nunca los vio como sus hijos, pues, ellos se rehusaron a aceptarlo como Padre, no haciendo su voluntad; sino que vivieron como hijos de Satanás, de manera que ahora no pueden entrar a la casa, pues, son extraños en el reino de Dios. Pero ellos estuvieron muy cerca del Reino de Dios, ellos estuvieron a solo unos pasos de la salvación. Ellos escucharon el evangelio, vieron los milagros de Cristo, experimentaron en cierta medida la gracia de Dios, pero se quedaron allí, no avanzaron más. Ellos se conformaron con lo superficial, pero el amor a este mundo y el amor a sí mismos fue más fuerte, de manera que nunca se comprometieron realmente con Cristo. Algunos buscaron lo milagroso, lo espectacular, lo sensacional y se fascinaron con las sanaciones, las lenguas, la expulsión de demonios, y creyeron que eso los convertía en miembros del pueblo del pacto, pero grande será la sorpresa que recibirán en el día del juicio, pues, ellos nunca entraron por la puerta estrecha, siempre quisieron las delicias del Reino sin tomar la cruz. En un pasaje paralelo Jesús nos presenta el cuadro completo: “No todo el que me dice Señor, señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad  (Mt. 7:21-23).

Delante de ti hemos comido y bebido y en nuestras plazas enseñaste”. Muchas de las personas que en el día del juicio saldrán avergonzadas porque no podrán entrar a la casa del Padre celestial, estuvieron muy cercanas a Jesús. Algunos le conocieron en persona y otros le tenían en gran estima. Jesús estuvo dispuesto a recibirlos, pero ellos no le buscaron de corazón.  

3. Un terrible destino para los que no entran a la salvación v. 27-29

Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estés excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”.

Jesús no responde directamente la pregunta de si son muchos o pocos los que se salvan, pero sí lleva a sus oyentes, y a nosotros hoy, a pensar en nuestro estado espiritual. La salvación se ofrece gratuitamente a todos los pecadores, pero algunos prefieren continuar a sus anchas, viviendo en el pecado, amando a este mundo, y considerando su estado eterno como algo insignificante o no apremiante en la actualidad. Pero vendrá el día terrible en el cual no habrá esperanza alguna de ser aceptado por el Padre. Ese día será de gran tribulación. Todos llorarán de vergüenza y angustia al saber que fueron dejados fuera. “El lloro es el de la miseria inconsolable y sin fin y la desesperanza completa y eterna.  Pero no solo llorarán sino que crujirán sus dientes de rabia al saber que tuvieron la oportunidad de entrar por la puerta estrecha, y la despreciaron al tratar de llevar un cristianismo amplio y cómodo. Su lloro y su crujir de dientes tienen tres causas directas:

- Ellos pueden ver o son conscientes de la presencia de todos los santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, los cuales forman parte de la iglesia.

- Pero no solo forman parte de este Reino los santos de la biblia, sino muchos gentiles que fueron tomados de los cuatro puntos cardinales de la tierra.

- En cambio ellos no son recibidos en el Reino consumado de Dios, y para completar el cuadro trágico, ellos son expulsados forzosamente.

4. Una solemne advertencia para entrar a la salvación v. 30

Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros

El hombre que hizo la pregunta de si son pocos los que salvan habrá quedado terriblemente impactado por la respuesta de Jesús, y el llamamiento que hizo de entrar por la puerta estrecha. Pero, Jesús no solo llama a las personas a esforzarse para entrar por la puerta estrecha, sino que concluye su enseñanza advirtiéndonos de que muchos  de los que ahora tenemos a nuestra disposición los medios de gracia, y que Domingo tras Domingo estamos escuchando la predicación del evangelio, siendo que somos perezosos en los asuntos del reino, y vivimos un cristianismo de poca negación personal, seremos sobrepasados por algunas personas que, cuando reciben las verdades del evangelio las abrazan con gozo y caminan firmes en la fe.

Tremendas sorpresas nos llevaremos cuando encontremos en el Reino de Dios a muchas personas que no pensábamos ver, y extrañaremos a muchos que pensábamos estarían disfrutando de la gloria. Será un día de muchas sorpresas.

Pero el mensaje de Jesús para estos hombres y para nosotros es una advertencia para que aprovechemos los medios de gracia que nos han sido dados. Para que atendamos a la predicación, para que obedezcamos los mandamientos de Cristo, para que crezcamos en santificación, para que tomemos nuestra cruz, para que mortifiquemos el pecado, para que cada día nos neguemos a nosotros mismos, para que seamos valientes y arrebatemos el Reino de Dios, para que no seamos cobardes en el Evangelio.

Conclusiones:

- “Independientemente de la religiosidad de otros, el Señor Jesús quería comunicarnos que nuestra tarea es clara. La puerta es estrecha. La obra es ingente. Los enemigos de nuestras almas son muchos. Debemos levantarnos y hacer. No debemos esperar a nadie. No debemos preguntarnos lo que otros están haciendo o si muchos de nuestros vecinos, parientes y amigos están sirviendo a Cristo. La incredulidad y la indecisión de los demás no nos servirán de excusa en el día final. Nunca debemos seguir a la multitud en hacer el mal. Aunque vayamos al cielo solos, debemos decidir ir por la gracia de Dios. Tanto si tenemos a muchos junto a nosotros como si somos pocos, el mandamiento que tenemos delante es claro: <esforzaos a entrar>”[1].

- Independientemente de la religiosidad de otros, el Señor Jesús desea que sepamos que somos responsables de esforzarnos. No debemos quedarnos anclados en el pecado y la mundanalidad esperando la gracia de Dios. No debemos continuar en nuestra maldad amparándonos bajo el vano pretexto de que no podemos hacer  nada <para entrar al Reino de la salvación>  si Dios no nos dirige. Debemos acercarnos a Él en el uso de los medios de gracia (la Palabra, la oración, la iglesia). Sabemos que nadie podrá venir a Cristo si el Padre no le trae, y que la salvación es solo por gracia, pero el mandamiento de Jesús en este pasaje es claro, expreso e inconfundible: “esforzaos por entrar”.

- No esperemos a que sea demasiado tarde para tratar de entrar al Reino de Dios por la puerta estrecha. “Hay un tiempo futuro cuando muchos se arrepentirán demasiado tarde y creerán demasiado tarde, se arrepentirán del pecado demasiado tarde y empezarán a orar demasiado tarde, se preocuparán de la salvación demasiado tarde y anhelarán el cielo demasiado tarde. Miles despertarán en otro mundo y estarán convencidos de verdades que rehusaron creer en la tierra. La tierra es el único lugar de la creación de Dios donde hay infidelidad. El infierno en sí no es más que la Verdad conocida demasiado tarde”[2]. No esperes más en entrar por la puerta estrecha. Suplica a Dios que tenga misericordia de ti, pues, has pecado mucho contra él. Humilla tu corazón y mira la cruz de Cristo, sabiendo que solo allí encontrarás el perdón de tus pecados y la reconciliación con Dios.

- La instrucción de Cristo en estos pasajes debe ayudarnos a dar el aprecio adecuado a las cosas que nos rodean, a priorizar bíblicamente las cosas. “El dinero y el placer, el rango y la grandeza ocupan el primer lugar ahora en el mundo. La oración, la fe, la vida santa y el conocimiento de Cristo son despreciados, ridiculizados y considerados muy baratos. ¡Pero un día las cosas cambiarán! Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos. Debemos estar preparados para ese día”[3].

- “Y ahora, preguntémonos si estamos entre los muchos o entre los pocos. ¿Sabemos algo del esfuerzo y la lucha contra el pecado, el mundo y el diablo? ¿Estamos preparados para la venida del Padre de familia a cerrar la puerta? El hombre que puede responder a estas preguntas satisfactoriamente es un verdadero cristiano”[4].

 

 

 

 

 



[1] Ryle, J. C. Meditaciones sobre los evangelios. Lucas 11-24. Página 162

[2] Ryle, J. C. Los evangelios explicados. Lucas 11-24. Página 163

[3] Ryle, J. C. Los evangelios explicados. Lucas 11-24. Página 163

[4] Ryle, J. C. Los evangelios explicados. Lucas 11-24. Página 163

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