Proverbios 7:1-27
Sabiduría en la pureza sexual II
Este sermón fue
predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la
Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede
compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos,
siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los
créditos respectivos a su autor.
Salomón ya ha hablado lo suficiente sobre la
necesidad de que los jóvenes, los simples, los que aún no han alcanzado la
madurez y la sabiduría, trabajen en evitar la inmoralidad sexual.
Una marca de la inmadurez es la simplicidad, la
poca capacidad de discernir las cosas y sus consecuencias.
Por eso el sabio instruye a su hijo joven para
que crezca en el discernimiento y se aparte del camino de los simples.
Los agentes del infierno no descansan y son
persistentes en arrastrar las almas de los jóvenes hacia el desenfreno en la
vida sexual. Inician conduciéndoles a perder todo sentido de vergüenza y de
interés propio, para luego ser conducidos a destruir sus vidas por satisfacer
un momento de pasión animal.
Salomón, hasta este capítulo, ya ha dicho todo lo
necesario para proteger de este peligro a cualquier hombre que no tenga un
corazón tan endurecido y cegado por el pecado de la inmoralidad. Pero el deseo
del sabio es penetrar con su enseñanza incluso el corazón de los hombres más
endurecidos, a los más irreflexivos.
Esto nos muestra que nunca podremos insistir
demasiado en un tema tan importante para todos nosotros.
Aprendamos del proverbista a evitar la
inmoralidad sexual a través de las enseñanzas de este capítulo.
1. Exhortación preventiva v. 1-5
2. Una ilustración instructiva v. 8-23
3. Una advertencia final v. 24-27
1. Exhortación preventiva. v. 1-5
“Hijo mío, guarda mis razones, y atesora
contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi ley como las
niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón.
Di a la sabiduría: Tú eres mi hermana, y a la inteligencia llama parienta; para
que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras”.
Con el fin de ayudar a su joven hijo a que no
tenga que aprender a guardarse en integridad sexual a través de la dolorosa
experiencia, y sus terribles consecuencias, continúa recordándole algunas
lecciones que ya le dio en los capítulos anteriores.
Primero. El hombre y la mujer sabios tienen en alta estima a la
Palabra de Dios. La guardan, la atesoran, la ligan a su vida y la aprecian
mucho más que como aprecian a sus familiares o amigos.
Las instrucciones que él ha dado están basadas en
la Palabra de Dios, en su santa ley, la cual es vida para que los que la
guardan y obedecen. Que así como guardamos una joya de mucho valor para que los
ladrones no tengan acceso a ella, igualmente el joven debe considerar a la
Palabra de Dios como infinitamente más preciosa que todos los diamantes, que la
atesore en su corazón y la guarde con diligencia.
Pues, si perdemos el tesoro de estos mandatos
seremos hombres muertos, desgraciados y miserables. Estas palabras santas son
el instrumento eficaz “con que Dios se complace en despertar a los hombres a
nueva vida y alimentar, fortalecer y guardar sus almas”[1].
Los seres humanos guardamos la niña de nuestro
ojo como una parte del cuerpo a la que no le debe caer ni un grano del más
minúsculo polvo, e igualmente los que no deseamos hacer ni recibir las maldades
de los simples, debemos escuchar, guardar y obedecer la Palabra, de tal manera,
que nada afecte su contenido en nosotros.
Y así como cuando nos comprometemos en matrimonio
usamos anillos que nos recuerdan esa relación, la Palabra debe estar tan atada
a nuestras vidas que siempre la estemos recordando, de manera que cuando venga
la tentación podamos acudir a sus sabios consejos que nos instruyen.
E igualmente, así como apreciamos estar en la
compañía de personas a las que amamos, si queremos ser sabios para conservar la
pureza sexual, tengamos a la sabiduría de la Palabra de Dios en una constante
conversación. Meditándola de noche y de día aprenderemos a ser sabios.
Y al admirar cada vez más la belleza de la
Palabra de Dios, ella nos guardará de la mujer extraña, o del hombre extraño en
el caso de las mujeres, y de todas sus lisonjas.
La belleza de la Palabra hará que la belleza de
la mujer extraña sea vista como deformidad. “La música de la voz de la
sabiduría nos hará sordos a la elocuencia más incitante con que la extraña
quiera tentarnos a olvidar el pacto que tenemos con nuestro Dios. Sus labios
destilan miel, pero la Sabiduría nos asegura que al final son amargos como el
ajenjo (cf. 5:3-4)”[2].
Por lo tanto, aquel que rechaza beber de la sabiduría
celestial, muy pronto comprobará que la Tentadora, la extraña es muy astuta
para ellos. De lo cual Salomón nos presenta a continuación, a través de una
ilustración, a modo de historia, la cruda realidad de cómo atrapa a los
incautos y los hace sus esclavos.
2. Una ilustración instructiva v. 6-23
Probablemente esta ilustración no es una historia
particular, sino una parábola producto de las observaciones que hizo el sabio
Salomón de cómo los simples caen en la inmoralidad sexual.
De manera que todas las personas, de todas las
edades, hombres o mujeres de todos los tiempos debemos aprender de esta
ilustración cómo el pecado de la inmoralidad seduce a los que están advertidos
por la sabiduría.
El joven de la historia cayó en las garras de la inmoralidad
porque no compensó su escasa experiencia con los consejos de los mayores ni con
la sabiduría de la Palabra de Dios. “Si se convence a los jóvenes de que lean y
estudien el libro de Proverbios, no merecerán que se les cuente entre los
simples; porque este libro da perspicacia al simple, y al joven, conocimiento y
discreción”[3].
Observemos los siguientes elementos que describen
cómo un simple cae fácilmente en las garras destructoras de la inmoralidad:
Primero, tal vez este joven no tenía la intención de contaminar su
cuerpo con la inmoralidad, pues, luego dice: “lo rindió con la suavidad de
sus palabras, le obligó con la zalamería de sus labios” (v. 21).
No obstante, esa tarde este joven simple deseaba
un poco de diversión y se fue a la calle del pecado, donde abundan los impíos,
y sus pies lo guiaron a la casa de la ramera. El muchacho mismo entró en la
calle, en la compañía y en la casa de la tentación.
Oremos a diario para ser librados de entrar en
tentación, y evitar buscar la compañía de los que nos ponen trampas en las que,
de seguro, caeremos.
Es legítimo tener tiempos de descanso luego de
una larga jornada laboral, pero las diversiones que nos llevan a estar en
compañía de los malvados son muy peligrosas.
Isaac salió a caminar en el atardecer, luego de
una jornada de trabajo, pero evitó visitar los lugares donde de seguro
encontraremos demonios en forma humana, sino que salió a caminar en el campo
meditando en Dios.
De manera que este simple, al salir al lugar de
los demonios, encontró lo que buscaba, una mujer ramera.
Por lo tanto, el proverbista, deseando advertir e
instruir a todos de cómo el pecado y la tentación obran para llevarnos a la
inmoralidad sexual, pasa a describir a esta mujer ramera, que representa la
tentación sexual.
Atavío de ramera. Su forma de vestir de mal gusto, sensual, vulgar, destapado
y seductor es como si portara un aviso que les indica a todos que hay en ella.
Prácticamente no deja nada sin descubrir, y lo que cubre lo hace de tal manera
que provoca a los hombres.
Seductora. Tiene intenciones
malignas, y usa sus encantos externos para atraer a los tontos incautos.
De corazón astuto, ya que ella lleva en sus venas el veneno de la serpiente
antigua que se arrastraba en el jardín del Edén.
Es alborotadora y rencillosa. Su lengua y su risa escandalosa es un signo claro de su
espíritu dominante y obstinado. “Le encanta reinar y no puede soportar
sujetarse al guía de su juventud; de ese modo es el prototipo de un espíritu
completamente opuesto al de esas santas mujeres que llamaban “señor” a sus
maridos (cf. 1 P. 3:5-6)”[4].
Sus pies no pueden estar en casa. El hogar y sus responsabilidades le es pesado, es feminista
hasta los tuétanos, y desea una vida libre, así esté casa. El cuidado de los hijos
y el del hogar no le va bien, prefiere estar en la calle y darse una vida de
deleites.
Unas veces está en la calle, otras veces en las
plazas, asechando por todas las esquinas. Ella odia a su marido, y detesta tener que cuidar la casa y
los hijos; por eso sale a deambular por los lugares donde puede encontrar
transeúntes incautos. Sale en búsqueda de presas fáciles.
Es una fiera al asecho, buscando hombres
superficiales y vacíos, disolutos y promiscuos como ella; pero cuando le
conviene, se viste como una mansa paloma para cazar a los jóvenes inexpertos y
simples, que se asustarían al ver una mujer de hablar escandaloso o vestir
vulgar.
A continuación el proverbista describe como cae
el joven incauto, el simple, el que no sigue las instrucciones piadosas de sus
padres, ni considera en serio los mandatos divinos.
Primero, este joven que salió a caminar por la calle del pecado,
encontró lo que buscaba. Pero no con una apariencia de mujer mala o viciosa,
sino de religiosa, de espiritual, de creyente.
Ella finge ser lo que la víctima es, por eso dice
con lengua mentirosa, siseante y astuta: “Sacrificios de paz había
prometido, hoy he pagado mis votos” (v. 14). Pero detrás de esa apariencia
de piedad está la serpiente antigua.
Igualmente el pecado de la inmoralidad, sea como
sea que se presente, primero trabaja en la mente de la víctima haciéndole creer
que es algo necesario hacer, que es bueno darse de vez en cuando una
satisfacción, que la Biblia es muy estricta, y los pastores no comprenden las
necesidades que tienen los hombres o las mujeres.
Segundo, ella le hace creer que lo ama, que tiene un sentimiento
profundo y especial por él, que ese encuentro “casual” es producto de la buena
providencia que preparó todo para el “amor”. “Por tanto, he salido a
encontrarte, buscando diligentemente tu rostro, y te he hallado. He adornado mi
cama con colchas recamadas con cordoncillo de Egipto; he perfumado mi cámara
con mirra, áloes y canela. Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana;
alegrémonos en amores. Porque el marido no está en casa; se ha ido a un largo
viaje. La bolsa de dinero llevó en su mano; el día señalado volverá a su casa”
(v. 15-20).
Los jóvenes son fácil presa de las palabras, aún
no han desarrollado la capacidad de discernir la vanidad en las palabras de
muchos. Sumado esto al deseo de sus pasiones, echan por tierra las
instrucciones piadosas, y como chivo al matadero, tras su verdugo su alma corre
presurosa.
Muy interesante es fijarnos en cómo la
inmoralidad apela a los sentidos, a la vista, al olfato. Ella le preparó todo
lo que le puede proporcionar algún placer a los sentidos, y buena comida.
Para colmo de males del tonto, ella le asegura
que no tendrán ningún problema, que las sombras de la noche los protegerán de
la vista de los vecinos, que no habrá reproche, y que no habrá problemas con el
marido de ella, pues, salió a un largo viaje.
Tercero, el joven simple no discierne la verdad más allá de las
apariencias y cede voluntariamente a entregarse a las manos de la muerte. “Lo
rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de
sus labios. Al punto ser marchó tras ella, como va el buen al degolladero, y
como el necio a las prisiones para ser castigado; como el ave que se apresura a
la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón”
(v. 21-23). El pobre y desdichado, que no controló sus pasiones meditando en la
Palabra de Dios, más temprano que tarde se dará cuenta que cayó en un foso
profundo, en una red enmarañada, de la cual es difícil salir.
¡Qué escena tan triste! “!Pobre criatura engañada! Esa maldita
hechicera le convenció de que ella le llevaría a un paraíso; pero el joven
enseguida siente los pies atrapados en el cepo y atados con grillos de hierro.
Es más necio que el buey, que no va al matadero sin resistencia, sino que es
preciso obligarlos y empujarlo para que avance. Es más tonto que el ave, que no
se queda quieta para que le disparen, sino que emprende el vuelo en cuanto
vislumbra el peligro, mientras que este joven se ofrece voluntariamente como
diana para las saetas de la Justicia”[5].
3. Una advertencia final v. 24-27
Luego de narrar esta triste historia, común a
todos los pueblos, tiempos y culturas; el proverbista concluya con unas
exhortaciones prácticas para su propio hijo, y para todos los jóvenes, varones
o mujeres, de todos los tiempos.
“Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a
las razones de mi boca. No se aparte tu corazón a sus caminos; no yerres en sus
veredas” (v. 24-25). Es como una súplica que le hace a su hijo. Cuita tu
corazón, cuida tus pensamientos, cuida lo que lees, cuida lo que escuchas. Un
solo descuido y estarás en las garras de la inmoralidad.
“Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun
los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que
conduce a las cámaras de la muerte” (v. 26-27). La historia de la humanidad
es testigo de cómo muchas personas que ocupaban lugares y puestos prominentes
en la sociedad, cayeron en la miseria moral, espiritual y económica a causa de
la inmoralidad.
Incluso, la Biblia, nos muestra como las artes de
la inmoralidad, ya sea a través de la mujer ramera o del hombre promiscuo,
llevaron a caer a muchos en sus garras, a pesar de que “parecían poseer la
resolución y la fortaleza suficientes para soportar los ataques más peligrosos.
David fue derribado; Sansón fue muerto…”[6]. Y si estos hombres contados entre los héroes de la fe no
fueron tan fuertes para no sucumbir ante los encantos de la inmoralidad, entonces,
temblemos.
Es “muy arriesgado confiar en nosotros mismo
hasta el punto de pensar que tenemos más fuerzas que Sansón o que estamos
dotados de una virtud más firme que la de David”[7].
Hermanos, temamos a este pecado mortal, si bien
es cierto que no es la blasfemia contra el Espíritu Santo, los que comienzan el
descenso en este pecado, cada vez se hunden más, y esta escalera profunda
conduce al infierno.
No te engañes, has pensado que cuando desees
salir de este pecado lo harás, pero te has dado cuento que esto no es tan
fácil. ¿Cuánto tiempo llevas luchando contra ella? Algunos cayeron en este
pecado por primera vez pensando que luego se arrepentirían y dejarían de
hacerlo; pero ya te diste cuenta que la inmoralidad es una hechicera experta; y
aunque cuando te entregas a sus brazos luego viene el remordimiento y el
llanto, y le pides a Dios perdón y prometes no caer más; muy pronto te
encuentras en sus garras.
Apreciado Joven, jovencito, en el amor de Cristo
te lo ruego: ¡Huye de la inmoralidad! ¡Huye de la pornografía! ¡Huye de las
conversaciones obscenas! ¡Aún estás a tiempo! Busca tu refugio en Cristo y su
palabra.
Si estás siendo tentado o ya caíste, busca a los
pastores. Te vamos a dar acompañamiento y te ayudaremos a mantenerte en la
libertad que solo se encuentra en Cristo.
[1] Lawson, George. Comentario a
Proverbios. Página 134
[2] Lawson, George. Comentario a
Proverbios. Página 135
[3] Lawson, George. Proverbios. Página
136
[4] Lawson, George. Proverbios. Página
137
[5] Lawson, George. Proverbios. Página
141
[6] Lawson, George. Proverbios. Página
142
[7] Lawson, George. Proverbios. Página
143
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