Proverbios 6:20-35
Sabiduría en la pureza sexual
Este sermón fue
predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la
Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede
compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos,
siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los
créditos respectivos a su autor.
El libro de Proverbios recoge las enseñanzas
morales y espirituales que le dio Salomón a su hijo, el que iba a ser rey, con
el fin, no solo de que fuera un rey justo y piadoso, sino para que fuera un
hombre de Dios, recto, íntegro, apartado del mal, respetuoso para con todos,
trabajador, sano en sus finanzas, equilibrado en sus decisiones, prudente en el
uso de la lengua, sabio, benévolo, obediente, consagrado y lleno de gracia
delante de Dios y de los hombres.
Por esa razón todos los creyentes estudiamos este
maravilloso libro que contiene enseñanzas de vida para todos: niños, jóvenes,
adultos, ancianos, hombres, mujeres, solteros, casados, padres, hijos, esposos,
esposas, gobernantes, ciudadanos, jefes, empleados, entre otros.
De manera especial este libro tiene mucho que
enseñarles a los jóvenes, los cuales, suelen dejarse llevar por el ímpetu de
sus pasiones, sin medir las consecuencias desastrosas de ello.
Y uno de los aspectos en los cuales el padre rey
instruye a su joven hijo es en el tema de la sexualidad. Él desea que su hijo
lleve una vida de dominio propio, y que no gaste sus fuerzas, sus recursos y su
honorabilidad en darle rienda suelta a las pasiones de la carne, sino que se
guarde en integridad sexual para su futura esposa.
Ese es el tema de esta última sección del
capítulo 6. Sabiduría en la pureza sexual.
1. Disciplina para la pureza sexual: las
instrucciones de los padres v. 20-23
2. Desarrollando la inteligencia para la pureza
sexual v. 24-25
3. Advertencias que promueven la pureza sexual v.
26-35
1. Disciplina para la pureza sexual: las
instrucciones de los padres v. 20-23
“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre,
y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón, enlázalos a
tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán
contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es
luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen”
Una vez más el sabio proverbista resalta la labor
instructiva y correctiva de los padres, y exhorta a los niños y jóvenes a
escuchar y obedecer las sabias instrucciones de ellos. De esta manera los
jóvenes, no solo evitarán tomar decisiones equivocadas o caer en las trampas
del pecado, sino que huirán de los lazos esclavizantes y destructores de la
inmoralidad sexual.
Aprendamos las varias lecciones que se extraen de
esta sección:
Primera lección, el proverbista rey presupone que los padres piadosos
instruyen a sus hijos. Un hijo no puede seguir la enseñanza que sus padres no
le dan. Un padre creyente es como Abraham, quien mandó a sus hijos y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio
(Gén. 18:19).
Un padre creyente es como el piadoso padre judío,
quien obedecía el mandato mosaico de instruir a sus hijos en la Ley santa del
Señor: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y
las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando
por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes… y las escribirás en los
postes de tu casa, y en tus puertas” (Deut. 6:7, 9).
La instrucción de los padres solo será piadosa si
se fundamenta en la Palabra de Dios, y hacen lo que la madre y abuela de
Timoteo practicaron diariamente con él: Enseñarle las Escrituras.
Segunda lección, Dios diseñó a la familia de tal manera que los hijos
necesitan o dependen de los padres, no solo para su alimentación, la educación
formal y el sustento físico, sino para saber el camino por el que deben andar.
Un hijo no solo tiene privilegios en casa, sino
deberes que cumplir. Y uno de ellos es escuchar y obedecer las sabias
instrucciones de sus padres. Debe atender a la disciplina, a la corrección y a
la instrucción. “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto
es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con
promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Ef.
6:1-2).
El hijo sabio no infla su vano corazón pensando
que sabe más de la vida que sus iletrados padres. El hijo sabio no confía en
que maneja mejor la tecnología o las ciencias que sus padres para, torpemente,
no obedecerlos en sus instrucciones morales y espirituales.
Tercera lección, el hijo sabio adorna su vida no tanto con alhajas o cadenas
de oro o plata, sino con las diademas dignificantes que representan las
instrucciones de sus padres. En todo lugar recuerda sus instrucciones y las
obedece.
Cuarta lección, cuando un hijo medita y obedece los sabios consejos
paternos, estos, al estar basados en la Palabra de Dios, son como una lámpara
que alumbra en medio de la oscuridad moral que embarga a este mundo malo, de
tal manera que, mientras sus compañeros mundanos corren presurosos a su
destrucción, el hijo sabio da la vuelta y anda por el camino de la vida.
Quinta lección, el hijo sabio comprende que las reprensiones, castigos y
disciplina no son maltrato, sino, por el contrario, camino de vida e
instrucción.
2. Desarrollando la inteligencia para la pureza
sexual v. 24-25
“Para que te guarden de la mala mujer, de la
blandura de la lengua de la mujer extraña. No codicies su hermosura en tu
corazón, ni ella te prenda con sus ojos”.
El rey proverbista afirma con convicción que las
instrucciones piadosas, basadas en la Palabra de Dios, que los padres dan a sus
hijos, la corrección y la disciplina, si se recibe como algo bueno y necesario;
todo esto es usado por el Espíritu Santo para librar a los jóvenes de la
inmoralidad sexual.
En este caso, siendo que Salomón instruye a su
hijo varón que será rey de Israel, le advierte sobre la adulación de la mujer,
hermosa y atractiva en lo externo, pero astuta en sus palabras y gestos para
atrapar en sus redes de pecado sexual al joven príncipe.
No obstante, el mismo principio es válido para
nuestras hijas. Ellas deben oír los sabios consejos de los padres para que sean
libradas de las garras malvadas de hombres que tratan de seducirlas hacia la
inmoralidad sexual.
¿Cómo engaña la inmoralidad sexual a través de la
mala mujer o del mal hombre?
Primero, con un lenguaje insinuante, adulando. “Profesa el amor más
profundo, pero solo busca la satisfacción de sus propias pasiones detestables y
sirve a sus intereses particulares a expensas de lo que resulta más valioso
para su sincero admirador: Su lengua está llena de falsedad”[1].
Segundo, con el atractivo físico, la química. La belleza física no
es mala en sí misma. Una mujer puede ser piadosa y hermosa físicamente. Pero
ella sabe manejar, a la luz de la Palabra de Dios, su belleza, de tal manera
que no se convierta en fuente de tentación para otros. Ella procura que la belleza
espiritual y la piedad resalten por encima de lo externo, lo cual es efímero.
Pero la belleza de la mujer extraña (la impía que
no tiene pudor ni recato) es fuente de tentación para los insensatos.
Un hombre piadoso, cuando ve a una mujer mala,
con belleza externa y ojos seductores, solo ve a un hermoso vestido cubriendo
las llagas virulentas de la lepra del pecado sexual. Lo mismo sucede con la
mujer piadosa cuando ve a un hombre con cuerpo, cara y sonrisa seductora hacia
el mal; es solo un vestido hermoso cubriendo los gusanos asquerosos del pecado
de la inmoralidad.
Si aprendemos así a ver a todo aquel que es
fuente de tentación, escaparemos de las garras de la inmoralidad sexual.
Tercero, no solo debemos evitar caer en las redes destructoras de
quien seduce hacia el mal, sino en la codicia o el deseo de tu corazón.
“Codiciar en el corazón es adulterio delante de Dios, y sería preferible
sacarnos los ojos antes de que nuestros corazones se inflamaran con la codicia
(cf. Mt. 5:29). Pero los pensamientos impuros no suelen descansar en
paz. Empujan al hombre que los alberga a cometer actos pecaminosos”[2].
3. Advertencias que promueven la pureza sexual v.
26-35
“Porque a causa de la mujer ramera el hombre
es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón.
¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el
hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la
mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare. No tienen en poco
al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es
sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa. Mas el que
comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace.
Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada. Porque los celos
son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará
ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones”.
Con el fin de animar a su hijo a evitar la
inmoralidad sexual, el proverbista le presenta las terribles consecuencias que
acarrea cualquier pecado de inmoralidad sexual.
Estudiemos estas advertencias, de tal manera que
seamos sacudidos por el poder del Espíritu, para que huyamos de este destructor
pecado.
Primera advertencia, la inmoralidad sexual conduce a la pobreza. Todos le
tememos a la pobreza. Los pobres desean salir de esa situación. Pero el
adúltero e inmoral se apresura indefectiblemente a la pobreza. Cuando no
frenamos nuestras pasiones con el poder santificante de la Palabra de Dios, la
oración y la comunión con los santos; nos debocamos en una carrera desenfrenada
hacia nuestra propia destrucción.
El inmoral deja que sus ojos sean cegados por la
pasión, y su alma es tan poseída por la lujuria que debe satisfacerla siempre,
así tenga que gastar todo su dinero.
Cuando la pasión doblega el alma del hombre no le
importan las consecuencias desastrosas que eso traerá.
Segunda advertencia, el hombre que cede ante la lujuria no sólo dañará su
economía, sino que será castigado.
Así como Sodoma y Gomorra sufrieron el fuego de
la ira de Dios por su inmoralidad, igualmente la persona que cede ante el
pecado sexual sufrirá muchos castigos de toda clase. Dios se desagrada de él, y
al final sufrirá el eterno fuego de su ira.
Pero en esta vida será desdichado, su conciencia
lo atormentará, no tendrá paz ni tranquilidad. Vivirá en el temor de ser
descubierto en su maldad.
Tercera advertencia, no juguemos al fuerte en las relaciones con el sexo
opuesto. El deseo sexual es algo intrínseco a la raza humana, Dios nos hizo
así. De tal manera que un día un hombre y una mujer se unirán en sagrado
matrimonio y tendrán relaciones íntimas. Pero cuando ese deseo surge antes del
matrimonio debe ser apaciguado por medio de la lectura de la Ley de Dios, la
oración, la vida comunitaria cristiana.
Los hombres y las mujeres debemos aprender que no
podemos jugar a mantener comunión constante con una persona del sexo opuesto y
que eso no desembocará en el deseo. Así funcionamos los humanos.
Por lo tanto, el consejo sabio es: No juguemos
con fuego, porque nos vamos a quemar, y el resultado será desastroso. Amistades
muy cercanas entre un hombre y una mujer, deben ser evitados, salvo que sean
esposos.
Esto es algo tan serio que los pastores de la
Iglesia de Cristo, en todas las épocas han advertido sobre los peligros de la cercanía
entre un hombre y una mujer. Leandro de Sevilla (Siglo VI) escribió: “¿Quién
guardará el fuego en su regazo y no se quemará? El fuego y la estopa, tan
contrarios entre sí, juntos en uno, prenden las llamas. El sexo diverso del
varón y la mujer, si se juntan, se excitan hacia donde les lleva la ley
natural”[3].
Cuarta advertencia, el que cae en adulterio, el que tiene relaciones íntimas
pecaminosas con la mujer de su prójimo, o con el marido de su prójimo, tarde
que temprano sufrirá por ello. Cuando el otro cónyuge se dé cuenta, y se dará
cuenta, pues, no hay nada oculto que no se haya de descubrir, vendrán los
reproches, vendrá el dolor, vendrá el divorcio, el sufrimiento de los hijos, la
vergüenza para la iglesia de Cristo, el reproche de la sociedad contra el
evangelio, la venganza del cónyuge víctima.
Quinta advertencia, el que cae en inmoralidad sexual, especialmente en
adulterio, llevará la vergüenza de su pecado mientras viva. Si bien es cierto
que al proceder al arrepentimiento será perdonado por Dios, es probable que su
cónyuge se divorcie de él o de ella; y el cónyuge de la persona con que
adulteró también experimente hacia él o ella aborrecimiento y desagrado por
mucho tiempo.
Sexta advertencia, el que cae en inmoralidad sexual o adulterio será
considerado como un fatuo, un tonto, un estúpido que actúa sin pensar; pues, si
al que roba un pan la justicia le caerá encima así lo haya hecho por la física
necesidad que causa el hambre; peor le irá, delante de la justicia divina, a
aquel que, teniendo su propio cónyuge, con quien puede satisfacer lícitamente
el deseo íntimo, busca a otra persona para satisfacer su horrenda lujuria.
El que roba un pan por hambre lo hace para
preservar la vida, aunque merece el castigo de la ley; pero el que cae en actos
impuros destruye la vida al saciar los apetitos animales.
Sabemos que las actuales leyes castigarán
duramente al que roba, pero no harán nada en contra del que cae en adulterio.
No obstante, cuando los magistrados no castigan las infracciones que merecen la
muerte, el Dios del cielo, el Juez de toda la tierra usa la Providencia, y con
gran severidad envía sus juicios sobre los infractores.
Recordemos a Ofni y Finees, su padre Eli no los
reprendió por sus malvados pecados, pero Dios les quitó la vida. Amnón y
Absalón no ganaron nada con la indulgencia de su padre David. Pero, “si estos
pecadores escapan del castigo terrenal, que recuerden lo terrible que es esa
destrucción que Dios les ha preparado, y que sepan que les será imposible
escapar del Juez de todas las cosas. Se quejan de que no pueden apagar el ardor
de sus pasiones, pero es más fácil sofocar esos deseos pecaminosos que el fuego
que nunca se apagará”[4].
Conclusiones
Estas instrucciones son para todos, incluso para
los que somos padres, pues, somos hijos de nuestro Padre Dios. Y le hacemos un
gran bien a nuestras almas si atendemos obedientemente a los mandatos de la
Escritura, a sus reprensiones e instrucciones.
Las Escrituras son como un padre amoroso que
reprende a su hijo, pero, aunque estas reprensiones nos alarmen y asusten, no
debemos despreciarlas. “Las amenazas del infierno guardan el camino hacia el
Cielo, y nos estimulan con fuerza a mantenernos en la calzada real: el único
camino de seguridad. Las amonestaciones que se nos hacen contra el pecado
tienen la poderosas virtud de guardarnos de los caminos del destructor”[5].
¿Has caído en la inmoralidad sexual? ¿Eres
esclavo de un pecado de inmoralidad? Hoy te invito a que mires a Jesús, y
recibas de él dos gracias que transformarán tu sufrida vida: Primera gracia, si
miras a la cruz, y lo ves allí colgado en el madero, sufriendo los más
indecibles dolores que merecía tu pecado, y te inclinas de corazón ante él, lloras
de arrepentimiento ante él, y le suplicas perdone tu maldad; él lo hará. Te
convertirá en una nueva persona y te dará el poder para andar en vida nueva.
Segunda gracia, él te demuestra que los hombres y
mujeres podemos vivir libres del pecado de la inmoralidad sexual, puesto que él
mismo vivió una vida libre de impurezas. En su calidad de hombre se sometió en
todo al Padre, fue obediente a él, se sujetó a las instrucciones de sus padres
como dice Lucas 2:51-52 “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba
sujeto a ellos… Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con
Dios y los hombres”.
Además, de él dicen el autor de Hebreos que es
nuestro sacerdote, el cual nos comprende, nos ayuda e intercede por nosotros,
ya que conoce nuestras debilidades, y, además, “fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15).
Llenémonos de Su gracia, recibamos de él el
poder, y confesemos ante él nuestros pecados; él será nuestro amigo y nos
ayudará a vencer cualquier vestigio de inmoralidad.
[1] Lawson, George. Comentario a
Proverbios. Pág. 128
[2] Lawson, George. Comentario a
Proverbios. Página 129
[3] Wright, J. Robert. La Biblia
comentada por los padres de la iglesia. Páginas 108, 109
[4] Lawson, George. Comentario a
Proverbios. Pág. 132
[5] Lawson, George. Comentario a
Proverbios. Pág. 128
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