El
Rey fue tentado en todo
Lucas
4:1-13
Introducción:
El poderoso Salvador que Dios
envió al mundo, desde su nacimiento, ha tenido que soportar terribles
humillaciones, pues, la salvación perfecta que dará a su pueblo no se logra
conseguir sino por el camino del dolor, el sufrimiento y la obediencia.
Jesús, el Rey glorioso, no
tendrá una vida cómoda en esta tierra, sino que aprenderá la obediencia por
medio del sufrimiento, y luego de soportar las aflicciones de la vida humana, y
recibir el juicio de Dios sobre él en la cruz, será levantado como el Rey
eterno y el Salvador majestuoso de su pueblo.
Pero para llegar a ser el
salvador es necesario que primero se identifique en todo con los hombres, en el
nacimiento, en el crecimiento, en la obediencia, en el dolor, las necesidades
físicas, y de manera especial: en las tentaciones de la vida.
Las religiones del mundo y las
distintas mitologías presentan a sus dioses, o como seres totalmente aislados
de la realidad humana, o como seres tan humanizados que en poco difieren del
género humano participando de sus pecados y bajas pasiones.
Pero el cristianismo no es una
religión nacida en el corazón del ser humano, sino que es la fe verdadera, la
cual nos presenta a un Dios trascendente y totalmente otro, santo, apartado,
pero a la misma vez como un ser inmanente, que se relaciona con el hombre y se
inmiscuye en sus asuntos, pero sin identificarse con su maldad y su pecado.
El Dios-hombre, Jesús, vino a
esta tierra para hacerse como uno de nosotros, él participó de carne y sangre,
y como ya hemos visto en las predicaciones anteriores, él fue un hombre en todo
el sentido de la palabra. Experimentó lo mismo que los demás. Pero él no vino
solo para vivir como hombre, sino que con su vida, muerte y resurrección,
iniciaría una nueva era para la humanidad: la era del nuevo hombre. Él sería el
primer hombre de una nueva raza, superior en todo al resto de las razas. Él
restauraría al hombre a su condición original, como salió de la mano del
creador. Él sería un nuevo Adán, que da inicio a una raza de hombres y mujeres
restaurados en su comunión con Dios, y con nuevas capacidades para hacer el
bien y agradar en todo al Santo creador.
Pero para lograr este
acometido, también era necesario que este Jesús fuera probado en su fidelidad a
Dios, en su obediencia a los mandatos divinos y en su amor al Padre. De la
misma manera como Adán fue probado en su obediencia cuando estaba en el jardín
del Edén, este nuevo Adán debía ser probado. Ya no en un jardín, porque siendo
que Adán pecó contra Dios, trajo con su maldad la ruina de la creación. Así que
este nuevo Adán sería probado en el desierto de este mundo.
Veamos hoy como Lucas nos
cuenta un relato, que necesariamente tuvo que ser contado por Jesús a sus
discípulos, ya que solo él fue testigo de tal evento, en el cual Jesús, el Rey
y salvador, la cabeza de un nuevo hombre, es tentado por Satanás y, distinto a
lo que pasó con el primer Adán, no cede a la tentación sino que permanece
incólume en su obediencia y amor al Padre eterno, consiguiendo así derrotar al
tentador y conquistando la libertad del poder del pecado para su pueblo.
Dividiremos nuestro estudio en
tres secciones, con una introducción:
1. Introducción: Preparado
para la tentación
2. La tentación que apela a la
concupiscencia de la carne
3. La tentación que apela a la
concupiscencia de los ojos
4. La tentación que apela a la
soberbia de la vida
1. Introducción: Preparado
para la tentación v. 1-2
Aunque Jesús fue lleno del
Espíritu Santo desde su gestación en el vientre de María, no obstante, en
preparación para su ministerio, cuando fue bautizado por Juan el Bautista, de
una forma especial el Espíritu Santo vino sobre Él, llenándole con el fin de
que fuera ese profeta ungido del que hablaban las Escrituras.
“Estar lleno del Espíritu
Santo significa estar totalmente entregado a Él y ser totalmente obediente a
cada palabra de Dios. Una persona llena del Espíritu está vacía de pecado
conocido y del “yo” y en ella habita ricamente la Palabra de Dios”[1].
Luego de su bautismo, el
Espíritu Santo le conduce para que vaya al desierto y se prepare
espiritualmente para esos tres trajinados y sufridos años de ministerio.
Es interesante ver que Lucas
presenta la tentación en el desierto como el primer suceso en la vida de Jesús
luego de su bautismo, en el cual había recibido el testimonio del Padre
hablando desde el cielo, y el Espíritu Santo había descendido sobre él en forma
de paloma. Fue un momento de gloria para el Salvador, pero muy pronto vendría
un tiempo de conflicto y sufrimiento. En la vida cristiana es muy fácil pasar
de momentos de gloria a tiempos de prueba y sufrimiento. Cuando estamos
vibrando con la llenura del Espíritu Santo, es muy probable que los ataques del
maligno se tornen mas agresivos.
Debemos tener en cuenta que la
división entre el versículo 1 y 2 puede confundirnos en lo que el autor está
diciendo: es decir, por cuarenta días Jesús fue conducido por el Espíritu al
desierto y en el desierto.
La vida de Jesús fue una vida
de sumisión al Padre, quien envió al Espíritu Santo para que le guiara en todas
las cosas.
Ir al desierto no era algo
agradable y mucho menos estar allí cuarenta días en ayuno total. Pero Jesús no
vino a vivir una vida agradable para sí mismo, sino una vida de obediencia y
sufrimiento. Este tiempo de ayuno y consagración se convirtió en un espacio de
preparación para los tres años de arduo ministerio que le esperaban. Las
grandes empresas en el reino de Dios requieren de intensos tiempos de
preparación espiritual.
En el transcurso de estos 40
días en el desierto, Satanás vino personalmente para tentarle. No que durante
cada uno de los 40 días fue tentado, pero si en medio, y especialmente al
final, de estos días de ayuno.
De seguro que así como Satanás
se presentó en el jardín del Edén a través de una serpiente, en esta ocasión él
se hace visible a los ojos humanos de Jesús. Así como él logró convencer al
primer Adán de que es mejor desobedecer a Dios, se propuso dañar al nuevo
hombre que inauguraría Jesús, y de esa manera frustraría le plan de salvación
que había sido diseñado desde la eternidad. El propósito de Satanás con esta
tentación consiste en llevar a Jesús a desconfiar del Dios Padre, a dudar de su
Palabra y a buscar su provecho personal. Lo mismo que había hecho con Adán y
Eva cuando los llevó a desconfiar del mandamiento divino y a buscar un camino
más fácil para que alcanzasen sus metas.
2. La tentación que apela a la
concupiscencia de la carne
“Jesús fue tentado en todo, según nuestra semejanza” (Heb. 4:15).
Las tentaciones que trajo Satanás sobre él no fueron un remedo de tentación,
sino que realmente fueron poderosas tentaciones. Satanás acudió a las
debilidades naturales del ser humano: a los deseos de la carne, a los deseos de
los ojos y a la vanagloria de la vida.
El apóstol Juan resume en estos
tres elementos lo que más aleja al hombre de la voluntad del Padre celestial. 1
Juan 2:16 “Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo”.
La primera tentación apela a
la carne. Jesús, luego de cuarenta días de ayuno, experimentó, como es natural,
hambre. Aquí vemos su humanidad. Jesús fue un hombre en todo el sentido de la
palabra.
En medio de la fuerte hambre
que experimenta, Satanás se le presenta, y de la misma manera que hizo con Adán
y Eva, incita a Jesús para que haga algo que aparentemente era legítimo.
Primero le lleva a dudar de la
Palabra que Dios le dicho en el bautismo “Tú
eres mi Hijo amado”. Satanás dice “Si
eres Hijo de Dios”, es decir, “no estoy convencido de lo que seas”,
obedéceme y así tú y yo estaremos seguros.
Satanás quiere llevar a Jesús
a dudar de la Palabra de Dios. Lo mismo hizo con Eva. Él le llevó a dudar de la
bondad de Dios y de sus propósitos. (Gén. 3:1-6).
Jesús esperaba en el Padre,
quien en medio de esta situación en la que fue puesto por el Espíritu Santo,
luego de 40 días de ayuno y estando en un árido desierto, daría la provisión
para su sustento.
Jesús no vino a la tierra para
usar su poder divino con el fin de sacar provecho personal, él no vino para
hacer un derroche de milagros en su propio bien. Siempre que Jesús fue tentado
por los fariseos para que hiciera milagros que le favorecieran en su
credibilidad delante de los incrédulos, él no los quiso hacer.
Los milagros estaban
destinados a respaldar su predicación, a mostrar a las ovejas de Israel que él
era el Mesías. Pero Jesús no procuraba hacer milagros ante incrédulos. Los
fariseos habían endurecido su corazón, y por eso Jesús no les dio señales:
Mateo
12:39, Mateo 16:4 “Él respondió y les
dijo: la generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada,
sino la señal del profeta Jonás”
Matero
13:58 “Y no hizo allí muchos milagros, a
causa de la incredulidad de ellos”
De la misma manera, Satanás no
estaba interesado en ver señales para creer en Cristo. No, toda su naturaleza
es de incredulidad voluntaria. Ahora, la incredulidad no es rechazar por
completo la existencia de Dios, como hace el ateo, sino, también, saber que
existe Dios, pero vivir la vida como si él no existiera. Muchas personas creen
que existe Dios, pero no se interesan en conocerle y mucho menos en obedecerle.
Esta gente que dice creer en Dios, pero vive de esa manera, realmente tienen la
misma fe de los demonios: “Tú crees que
Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan” Stgo. 2:19
Comer cuando se tiene hambre
no es pecaminoso. Pero la tentación consiste en incitar a Jesús para que use su
poder buscando el bien personal en obediencia a Satanás. Jesús debía esperar en
el cuidado providencial del Padre. Y efectivamente así sucedió. Él esperó
pacientemente y vio la respuesta divina: “…
y, he aquí, vinieron ángeles y le servían” (Mt. 4:11).
Pero Satanás quiere convencer
a Jesús de que el Padre no cumplirá su palabra, que es mejor buscar la
satisfacción de sus apetitos a través de otros medios, además ¿qué de malo hay
en que él se salga un poquito de sus propósitos, y desobedezca un “tantito” las
instrucciones del Padre, quien debe estar ocupado en otros asuntos, y haga un
milagro convirtiendo las piedras en pan, y satisfaga esta tremenda necesidad
física?
Si Jesús hubiera convertido
las piedras en pan para satisfacer su hambre, las consecuencias hubieran sido
desastrosas. Primero, esto mostraba que Jesús no confiaba en el Padre. Él le
acaba de decir que era su Hijo amado, y cuidaría de él. Si el Espíritu lo llevó
al desierto para ser tentado, entonces, Dios mismo se encargaría de su cuidado
en medio de la muerte. Moisés estuvo cuarenta días en el Monte, y fue cuidado por
Dios, Elías habitó en un seco arroyo por mucho tiempo, y fue cuidado por el
Padre. Jesús conocía la promesa que había hecho a Josué, quien fuera un tipo
del Salvador: “Mira que te mando que te
esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará
contigo en donde quiera que vayas” (Josué 1:8). Él conocía la promesa dada
a través de Isaías: “No temas porque yo
estoy contigo; no desmayes porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” Is. 41:10. Él
conocía las promesas que el Padre hizo a Israel, y cuánto más para aquel en el
cual tenía complacencia “No temas porque
yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo
estaré contigo; y si por los ríos no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no
te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de
Israel, soy tu Salvador…” (Is. 43:1-3). Jesús vio este cuidado especial
durante todo su ministerio. Siempre que la gente quiso hacerle daño o matarlo
antes del tiempo establecido por Dios, fue librado milagrosamente. Nadie lo
pudo tocar, hasta cuando llegara el tiempo para ir a la cruz.
“Si comenzamos a pensar o a
vivir de acuerdo a nuestros propios planes, sin depender de la providencia de
Dios, inmediatamente hemos de percatarnos de que trata de una tentación del
diablo y, por tanto, hemos de rechazarla sin contemplaciones, pues, el objetivo
principal de Satanás es desligarnos de la dependencia de Dios”. (Matthew Henry
pág. 1273).
Segundo, si Jesús hubiera
convertido las piedras en pan, entonces hubiera mostrado sumisión a Satanás.
Pero Jesús no venía a someterse a este mortal enemigo, sino todo lo contrario,
venía a derrotarlo, a quitarle lo que había robado, a destruir su oscuro reino
de maldad. Jesús mostró siempre su férrea oposición a Satanás, incluso, cuando
luego, al final de su ministerio, Satanás usa a Pedro para tentarle a abandonar
el camino de la cruz, las palabras de Jesús mostraron su inflexibilidad para
ser guiado por Satanás: “… ¡quítate de
delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas
de Dios, sino en las de los hombres” Mt. 16:23.
El alimento y las cosas
básicas de la vida, aunque son cosas lícitas, no pueden ser alcanzados por
medios ilícitos.
Este es uno de los problemas
que más daño está haciendo a la sociedad colombiana de hoy día. En nuestro país
la pobreza aún sigue siendo muy grande. Millones de colombianos viven en
pobreza absoluta. Pero nuestro país, aunque fue construido sobre la religión
católica, no ha sido influenciado por la Santa Ley de Dios.
Siendo que la gente no fue
guiada por los principios bíblicos, entonces, necesariamente escuchó la voz del
enemigo. Sino oyes a Dios, oirás al enemigo de las almas, no se puede ser neutral.
De manera que hoy día, aunque
el gobierno lucha en contra de la violencia, los asesinatos, el narcotráfico,
la guerrilla, los paramilitares, las bandas criminales, y toda clase de maldad,
los resultados no son los esperados ¿Porqué? Porque la gente está escuchando de
manera constante las insinuaciones de Satanás. No a través de una serpiente, ni
de apariciones misteriosas, no, a través de la otra gente.
Muchas personas creen que
tienen derecho a usar medios ilegítimos para conseguir su sustento diario: la
prostitución, el robo, el engaño, el narcotráfico, el fraude, entre otros. Pero
el fin de todo esto no será nada bueno. El fin será la destrucción y la ruina.
Cuando decidimos escuchar la
voz del maligno, así sea para conseguir algo que nos parece legítimo, entonces
estaremos en gran peligro.
La concupiscencia de la carne
no solo consiste en adulterar, fornicar o tener pensamientos sexuales ilícitos.
La concupiscencia de la carne consiste en satisfacer cualquier necesidad de
nuestro cuerpo usando medios ilegítimos. El tiempo de Jesús en el desierto, fue
un tiempo para ayunar, en preparación de su ministerio. No era tiempo para
satisfacer las necesidades del cuerpo. Y mucho menos siguiendo las
insinuaciones del maligno.
Vivimos en una sociedad
materialista, que le rinde culto al cuerpo y considera como su mayor valor el
poseer todas las cosas materiales que el mercado está produciendo. ¿Será tiempo
de andar en pos de embellecer el cuerpo a través de cirugías estéticas? ¿será
tiempo de estar pendiente de los últimas cosas que la tecnología está
produciendo como televisores plasma, Ipod, autos último modelo? Recordemos las
palabras que le dijera Eliseo a su siergo Giezi, cuando decidió recibir dinero
y bienes de Naamán “¿Es tiempo de tomar
plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?
(2 Rey. 5:26).
Nosotros los creyentes también
seremos constantemente tentados por Satanás
¿Cómo resistió Jesús esta
tentación? Citó a las Escrituras (Dt. 8:3). “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.
Para Jesús era más importante la obediencia a la Palabra de Dios que la
satisfacción del apetito físico.
Es como si Jesús le dijese a
Satanás “No necesito convertir la piedra en pan, porque el hombre puede vivir
con cualquier cosa que Dios le asigne” (Matthew Henry, pág. 1273). Dios tiene
muchos medios de proveer para sus hijos, aun cuando parezcan faltar los medios
normales de subsistencia; por lo tanto, no hay porqué desconfiar de Él, sino
depender de Él en toda circunstancia, y cumplir siempre con nuestro deber,
porque entonces Dios se encargará de las circunstancias” (Pág. 1237, M. Henry).
Jesús libró esta guerra
espiritual, no maldiciendo a Satanás, ni dando siete vueltas, ni derramando
aceite, ni cantando canciones de guerra, no pisoteando el piso, No. Él uso las
armas que Dios ha dado para que el creyente sea librado de este poderoso
enemigo:
Jesús tomó el escudo de la fe,
confiando plenamente en la providencia divina, en el cuidado que el Padre tiene
para con sus hijos. Satanás le lanzó dardos de duda, pero Jesús los resistió,
no haciendo oración de guerra espiritual, sino acudiendo a las promesas del
Padre, no dudando de él.
Jesús tomó la espada del
Espíritu que es la Palabra de Dios, y la recitó para su corazón y también como un
rechazo a las insinuaciones del maligno.
Esta es un arma poderosa que
todos los cristianos debiéramos usar constantemente, entre mas la usemos más
hábiles seremos en la habilidad de rechazar las asechanzas satánicas.
Si Satanás nos propone una
mentira con el fin de obtener un bien para nuestras necesidades, entonces
hablaremos a nuestro corazón y responderemos al maligno diciendo “no, porque los labios mentirosos son abominación
a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento” Proverbios
12:22. Así nuestro corazón será afirmado en la Palabra de Dios y Satanás no
puede hacer nada en contra de eso. En vez de perder el tiempo pisoteando el
piso para derrotar a Satanás, debiéramos estar ejercitando en memorizar las
Escrituras, de manera que tengamos una respuesta poderosa, para cuando Satanás
nos incite a hacer lo que desagrada al creador.
En Jesús se cumplió la promesa
del Salmo 1. El fue un varón bienaventurado, fue cómo un árbol plantado junto a
corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo
que hace prosperará. Pero ¿Porqué? Porque él meditaba en la Ley de Dios de día
y de noche, en ella estaba su delicia. Así que cuando las tentaciones venían,
siempre tenía una palabra para rechazarla. Solo por medio de la palabra de
Dios, meditada en nuestro corazón, poderos resistir a Satanás, y huirá de
nosotros (Stg. 4:7).
3. La tentación que apela a la
concupiscencia de los ojos. V. 5-7
- Satanás ha venido a ser el príncipe de este mundo. Juan 12:31, el dios de este siglo (2 Cor. 4:4). El príncipe de la potestad del aire (Ef.
2:2).
. Los reinos de este mundo
vendrán a ser los reinos de nuestro Señor
y de su Cristo. Apo. 11:15
- Satanás le estaba ofreciendo
a Cristo lo que de todos modos un día iba a ser suyo.
- Jesús no podía recibir estos
reinos sin primero pasar por el sufrimiento. No podía conseguir un fin legítimo
con medios ilegítimos.
- Jesús enfrentó la tentación
citando nuevamente las Escrituras (Det. 6:13). Él como hombre debía adorar y
servir sólo a Dios.
- Igual que el diablo prometió
generosamente a Eva (seréis como Dios”) prometió generosamente a Jesús. Pero
igual que su promesa a Eva fue mentira, su promeso a Cristo también fue un
engaño. Prometió lo que no tenía poder de otorgar.
4. La tentación que apela a la
soberbia de la vida
- Satanás apela a las Sagradas
Escrituras para incitar a Jesús a que se presente como el Mesías ante la gente
de Jerusalén por medio de una acto milagroso sobrenatural.
- Pero Jesús resiste la
tentación con una cita de Deuteronomio 6:16.
“Satanás sugirió que el Señor
emplease Su poder divino para dar satisfacción a Su hambre física. La sutileza
de la tentación residía en que el acto en sí mismo era perfectamente legítimo.
Pero Jesús no habría hecho bien en hacerlo en obediencia a Satanás; debía
actuar conforme a la voluntad del Padre”[2].
“Más importante aún que la
satisfacción del apetito físico los es la obediencia de la Palabra de Dios”[3].
Aplicaciones:
- No debe sorprendernos ser
tentados por el diablo. Más bien debemos esperarlo, como algo normal, si somos
miembros vivos de Cristo. La suerte del Maestro será la de sus discípulos.
Aquel espíritu poderoso que no temió atacar a Jesús mismo, “como león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8). Ese asesino y mentiroso
que afligió a Job y derribó a David y a
Pedro, aún vive y no ha sido atado. Si bien no puede robarnos el cielo, por lo
menos hará que nuestro camino a él sea doloroso. Si bien no puede destruir
nuestras almas, al menos nos herirá en el calcañar (cf. Génesis 3:15). Evitemos
despreciarle o tener en poco su poder. Más bien pongámonos la armadura de Dios
y pidamos fuerza al que es fuerte. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”.
(Santiago 4:7). (J. C. Ryle)
- Tú tienes muchas
necesidades: económicas, del pan diario, del vestido, afectivas, en fin,
necesidades que consideras básicas. ¿Cuáles son los medios que estás dispuesto
a utilizar, cuando ves que las cosas no se dan? Cuando vas en tu moto o en tu
auto y el trancón no te permite andar más rápido de manera que llegarás tarde a
la reunión o cita ¿Cuál es el atajo que tomas? ¿El que se ajusta a la Ley, o el
que la viola, así sea un poquito? Cuando tienes necesidades afectivas y crees
que mereces a un hombre o a una mujer que te ame y te dedique tiempo ¿esperas
en Dios, así pareciera demorarse, o buscas por tus propios medios a esa persona
que crees necesitar, así sea medio cristiana o incrédula, pero no tan mala como
otras? Cuando andas buscando un empleo de manera desesperada, y en la hoja de vida
te preguntan por algo que no tienes ¿Escribes un poquito de más de lo que
realmente eres, pero solo un poquito, ya que la gran necesidad que tienes
justifica una “mentirilla piadosa”?
- Recuerda que Cristo no cedió
a la tentación porque no estaba dispuesto a hacer lo que le pidiera el diablo.
No debemos hacer nada que nos haga parecer como dando lugar al diablo (Ef. 4:27). Él no quiso hacer nada que
demostrara desconfianza del Padre. Si estás siendo tentado para hacer algo que
tu sabes se desvía, así sea un poquito, de la voluntad revelada de Dios, de sus
santos mandatos, entonces acércate a Jesús, quien conoce tu necesidad, y pídele
te llene del Espíritu Santo, y te conceda la fuerza para vivir en completa
dependencia de sus promesas y de sus palabras. No arruines tu vida tratando de
hacer las cosas a tu manera. Espera en Dios y él hará. Recuerda las promesas
divinas: “Espera en Dios; porque aún he
de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Sal. 42:5).
- Siendo que Jesús fue tentado
de una manera real y poderosa, entonces él tiene toda la capacidad para
comprender a aquellos que son tentados. Él vino para deshacer las obras del
diablo, y como tal comenzó su ministerio con un conflicto especial con Satanás.
Jesús es el mejor intercesor y abogado a favor de los pecadores ya que él fue
experimentado de manera personal en el conflicto y supo lo que es estar en
medio del fuego de las tentaciones. Siempre que nos veamos acechados por las
tentaciones no temamos en acudir a nuestro salvador, y descarguemos delante de
él nuestro corazón, contémosle lo que nos asecha, hablémosle de nuestras
debilidades, de nuestros pecados, él no se aterrará ni correrá asustado al
saber de nuestras inclinaciones pecaminosas, ni de las quejas bajo las cargas
que diariamente nos atormentan, sino que
comprenderá nuestra situación y nos dará las fuerzas necesarias para salir
victoriosos en medio de los ataques el maligno. Él puede compadecerse de
nuestras debilidades (Heb. 4:15). Tengamos ánimo. El Señor Jesús no es un
hombre severo (Luc. 19:21). Sabe lo que queremos decir cuando nos quejamos de
tentación y puede y está dispuesto a prestarnos ayuda. (J. C. Ryle)
- No nos olvidemos que Satanás
es nuestro gran enemigo y cuando se trata de conducirnos al pecado actúa con
total sutileza. Él es un maestro en el arte de la tentación. Él conoce cada
debilidad de la naturaleza humana. Él usará contra nosotros sus tres armas
favoritas, las cuales usó contra Cristo: la incredulidad, la mundanalidad y la
presunción. Recordemos esto y estemos en guardia. Los actos a los que Satanás
nos incita suelen ser en apariencia insignificantes o poco importantes, pero no
olvides que ellos se constituyen en una gran rebeldía. No nos dejemos engañar
por sus estratagemas. (J. C. Ryle)
- Recordemos las armas que usó
Jesús para combatir las tentaciones del diablo. Él usó la espada del Espíritu
que es la Palabra de Dios. Aquel que estaba lleno del Espíritu Santo no se
avergonzaba de hacer de la Santa Escritura su arma defensiva y su regla de
conducta. Aprendamos hoy de la excelsa autoridad de la Biblia y el inmenso
valor de un conocimiento de su contenido. Leámosla, investiguemos en ella,
oremos con ella con diligencia, perseverancia y sin desmayar. Esforcémonos por
estar tan familiarizados con sus páginas que sus textos vengan a nuestra
memoria y los tengamos a punto en nuestra mano cuando los necesitemos. (J. C.
Ryle)
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