El
Rey fue tentado en todo:
Cuando
la confianza se convierte en presunción
Lucas
4:1-13
Introducción:
La presunción es actuar con
vanagloria y jactancia. Una persona presuntuosa es aquella que con vana
confianza actúa, presumiendo de lo que no es o no tiene.
Pero la presunción también se
da cuando, como creyentes, tomamos las promesas divinas, y, no teniendo en
cuenta el resto de las Sagradas Escrituras, nos apoyamos en alguna de ellas,
aunque esta confianza implique violar algunos mandamientos del Señor.
Analicemos hoy como Satanás,
en la tercera tentación, pretende llevar a Cristo a confiar presuntuosamente en
una promesa divina, violando un mandato de la Ley del Señor.
v. 9-13 “Y
le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si
eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está: A sus ángeles
mandará acerca de ti, que te guarden; y, en las manos te sostendrán, para que
no tropieces con tu pie en piedra. Respondiendo Jesús, le dijo. Dicho está: No
tentarás al Señor tu Dios. Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se
apartó de él por un tiempo”
Ha llegado un momento crucial
en la tentación. Satanás se encuentra bastante desesperado pues, luego de tanto
insistir y de buscar sus mejores armas no ha logrado conseguir su fin preciado:
que Jesús, el nuevo Adán fracase en su misión.
Jesús rechazó la oferta de obtener un reino de
forma fácil, ya que el plan divino incluye el tormento de la cruz. Pero Satanás
cree haber detectado un área de debilidad en Jesús. Él se dio cuenta que el
Hijo de Dios siempre recurre a las Escrituras. En las anteriores tentaciones
dejó ver su apego y fidelidad a la Palabra escrita, de manera que aquí Satanás
cree poder encontrar un punto de flaqueza en Jesús. Si quiere conseguir que
Jesús cometa pecado, entonces tendrá que ser sobre la base de algo que Dios
diga en las Escrituras.
Así que con su astucia
diabólica Satanás llevó a Jesús al pináculo del templo. No se sabe exactamente
cuál fue ese sitio, pero “podría haber sido la corniza del pórtico real de
Herodes que se proyecta hacia el valle del Cedrón, una altura de unos ciento
cincuenta metros, altura que daba vértigo, según señala Josefo (Antigüedades XV. 412)”[1].
Estando en la parte más alta
del templo, Satanás acude a la palabra de Dios para que Jesús se lance al vacío
en confianza de que el Padre enviará a los ángeles para socorrerle.
El tentador usa una cita del
Salmo 91:11-12 para hacerle esta interesante propuesta. Que Satanás conoce las
Escrituras es evidente en este episodio bíblico. La sabe en hebreo y la conoce
en griego, ya que la cita es tomada de la versión septuaginta. No podemos
fiarnos de todo aquel que demuestra un manejo técnico de las Escrituras y la
conoce aún en sus lenguas originales, sino que debemos mirar su doctrina y su
vida. Aunque todos los creyentes tenemos la responsabilidad de conocer las
Escrituras, y los pastores y maestros debemos procurar conocerla en sus lenguas
originales con el fin de hacer exégesis claras que conduzcan a una exposición
fiel de las mismas, no obstante, insisto, no nos podemos fiar de todo aquel que
tiene un manejo académico de ella. Satanás es experto en las Escrituras, pero
solo las usa para fines malvados, de acuerdo a su diabólica naturaleza.
Hoy día, expertos teólogos y
biblicistas están usando las Escrituras en sus lenguas originales para darle un
sentido diferente al que sus autores
quisieron darle, con el fin de apoyar las aberraciones pecaminosas que
algunos hombres depravados están reclamando hoy: el aborto, el divorcio, la
eutanasia, uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo, todo esto es
claramente desaprobado por las santas leyes del Señor, de manera que no es
posible considerarse cristiano y apoyar estas perversiones. Pero algunos
hombres, queriendo mantenerse dentro del seno de la cristiandad, y a la misma
vez apoyar o practicar estos pecados, recurren a maniobras intelectuales para
desdibujar la Palabra de Dios y hacerla decir lo que no dice.
Otro error común en esta
época, no ya cometido por los liberales que acabo de mencionar, sino por
algunas iglesias de corte conservador es lo que algunos llaman “biblicismo”.
Este error consiste en tomar un versículo bíblico, descontextualizado de la
teología del resto de las Escrituras, y convertirlo en caballo de batalla para
mantener alguna doctrina de su particular agrado. Los textos bíblicos no deben
ser tomados de manera aislada, ellos deben ser analizados a la luz del resto de
las doctrinas que la Biblia enseña.
Satanás se muestra aquí como
un biblicista. Él está acudiendo a un verso de la Biblia y reta a Cristo a
creer de todo corazón en lo que ese texto dice. Dios le promete al Mesías que
sus ángeles le cuidarán y le sostendrán para que ni siquiera tropiece contra
las piedras sobre las cuales camina.
Satanás se presenta aquí como
un maestro de la super-fe. Él quiere llevar a Jesús a un nivel superior de fe.
Y le dice que si es Hijo de Dios entonces debe creer en todo lo que el Padre
dice, y siendo que Dios le promete cuidarlo, entonces es el momento para dar un
salto de fe y lanzarse en las promesas escriturales.
Lánzate al vacío y
verifiquemos tu confianza en aquel al cual tú llamas Padre. ¡Qué astucia la de
Satanás! Usar la Palabra de Dios para hacer que Jesús presuma de su fe en la
Palabra y tiente a Dios.
Esta tentación consiste en
poner a prueba a Dios. Lo que Satanás propone realmente es espectacular. Pero,
aunque está citando un texto de las Escrituras, su propuesta no es bíblica.
Es por eso que Jesús le
responde citando otra Escritura: “No
tentarás al Señor tu Dios” (Det 6:16). No es que la Biblia se contradiga a
sí misma, como algunos pueden suponer, sino que Jesús aplica el principio de
interpretación bíblica denominado “la analogía de la fe”, es decir, la Biblia
se interpreta a sí misma. No podemos armar doctrinas de uno o dos textos
bíblicos. Cuando vamos a interpretar un versículo de la biblia debemos tener en
cuenta lo que enseña el resto de las Escrituras.
Es cierto que el Padre
prometió cuidar del Mesías, así como de sus hijos, pero no es cierto que
podemos meternos en situaciones de muerte y esperar a que Dios cumpla su
promesa en esa situación, eso es presunción, eso es tentar a Dios. Confiamos en
las promesas divinas, pero nunca estaremos dispuestos a tentarle.
Jesús no cayó en la trampa de
Satanás. “Él se da cuenta de que hacer lo que Satanás le propone equivaldría a
sustituir la fe por la conjetura, y la sumisión a la dirección de Dios por la
insolencia. Hubiera significado nada menos que exponerse a la autodestrucción.
La falsa confianza en el Padre que el
diablo pedía de Jesús en esta tentación no era mejor que la desconfianza que había prometido en la primera. Equivalía a experimentar con el Padre.
Satanás insiste en llevar a
Jesús a obviar la cruz, actuando con soberbia y confianza pecaminosa, obrando o
esperando un milagro portentoso que le haría famoso en poco tiempo delante de
la multitud. Lanzarse al vacío desde el pináculo del templo y caer ileso
delante de ellos, hubiera sido un milagro espectacular, y muchos judíos le
hubieran reconocido como el Mesías, más cuando ellos tenían una tradición que
decía que el Cristo se revelaría desde el techo del lugar santo. Pero el camino
trazado por el Padre para que Jesús llegara a ser el Salvador de su pueblo no
era tan sencillo, este incluía la cruz y el sufrimiento.
“No tentarás al Señor tu Dios”. “Esta es una referencia a Dt. 6:16,
que trae a colación la situación de los israelitas descritas en Ex. 17:1-7, de
cómo en un lugar llamado Masah y Meriba ellos tentaron a Jehová y se rebelaron
contra Moisés a causa de la falta de agua. Ellos acusaron a Moisés de haberlos
sacado cruelmente de Egipto, junto con sus niños y ganados, y haberlos llevado
al desierto para destruirlos. Ellos estuvieron a punto de apedrearle y, en vez
de hacer presente sus deseos y peticiones al Trono de la Dios del modo como lo
hubiera hecho un niño, desafiaron en forma insolente y provocativa a Dios
diciendo, “¿Está Jehová entre nosotros o no?” Jesús sabía que semejante mala
actitud de su parte, exponiéndose innecesariamente al peligro sólo para
observar la reacción de Su Padre, de si estaría o no con él, equivaldría a un
grave pecado. El sabe que la sugerencia del diablo no tiene que ver con confiar
humildemente en el cuidado protector prometido en el Sal. 91”[2].
Existe una diferencia muy
grande entre la fe y la presunción. El creyente confía plenamente en las
promesas divinas, pero no está dispuesto a ser presuntuoso con su fe.
Jesús sabía que el Padre le
cuidaría en todos sus caminos, tal y como el Salmo dice. Y esto se evidencia en
muchos episodios de su vida. Los judíos muchas veces intentaron matarlo y el
Padre le cuidó librándole de la mano de sus adversarios:
- “Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en
sueños a José y dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto,
y permanecerá allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará
al niño para matarlo” Mateo 2:13.
- “Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo
matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de
su doctrina. Pero al llegar la noche Jesús salió de la ciudad” Mt.
11:18-19.
- “Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos” Jn.
10:39
- “Y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la
cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para
despeñarle. Más él pasó por en medio de ellos, y se fue” Lc. 4:29-30.
Cuando llegó el tiempo de
morir, el Padre permitió que los judíos le tomaran y lo entregaran a los
romanos para ser crucificado. Lo mismo sucedió con el resto de personajes
bíblicos. El apóstol Pablo fue cuidado por Dios, y muchas veces escapó de manos
de sus adversarios, pero el día que Dios estableció para que él muriera
martirizado, lo apresaron y lo mataron.
Los héroes de la fe confiaron
en Dios, dependieron de él, pero no tentaron a Dios confiando presuntuosamente
en las promesas, sino que hicieron todas las cosas conforme la Ley de Dios y el
sentido común lo indicaban.
El pecado de la presunción es
muy común hoy día en la cristiandad. He sabido de predicadores y creyentes que
se meten en las discotecas, bares y sitios donde el pecado abunda de manera
especial, porque ellos confían en que Dios les guardará para no caer en el
pecado. Pero exponerse ante esas situaciones es tentar a Dios, lo cual está
prohibido en las Escrituras. Si eres débil frente al alcohol, entonces no
tientes a Dios estando en lugares donde las bebidas alcohólicas son abundantes.
Eres débil ante las drogas, aléjate de todo aquel que las consume o las vende,
eres débil frente al sexo, entonces evita ver películas o revistas con
contenido erótico.
Otra forma de cometer este
terrible pecado de la presunción consiste en exponerse innecesariamente a
peligros, cuando estos se pueden evitar, con la argumentación que somos hijos
de Dios y él nos cuidará.
Cuando estamos enfermos y el
médico nos manda un tratamiento, es nuestro deber seguir sus instrucciones,
pues, la verdadera ciencia es un don de la gracia común, para el bienestar de
la humanidad. Si yo digo “confío en la Palabra de Dios y creo que mis
enfermedades fueron llevadas por Jesús en la cruz, y por lo tanto no tomo los
medicamentos, pues, confieso y me declaro sano”, están cometiendo un terrible
pecado. Debes arrepentirte por atreverte a hacer lo que ni siquiera Jesús, el
Hijo de Dios, quiso hacer.
Él tenía todo el derecho para
reclamar las promesas del Padre. En su bautismo Dios le había dicho que él era
su hijo y en él estaba su complacencia. Si alguien tenía derecho para confesar
y reclamar el cuidado divino, este era Jesús. Pero él sabía que ostentar con
estas promesas y lanzarse a la muerte de manera innecesaria, era un pecado
terrible. Era tentar a Dios.
Cuánto error comenten hoy
algunas comunidades cristianas donde llevan a los creyentes a profesar una fe
presuntuosa. Les llevan a dar todos los bienes que tienen porque Dios les va a
recompensar, en poco tiempo, diez o cien veces multiplicados lo que dieron.
Pero esto es condenado por Jesús. Él criticó a los fariseos por hacer que la
gente descuide el sustento de su familia llevándoles a dar todo lo que tienen
al templo.
Satanás quiere conseguir que
Jesús obedezca algunas de sus sugerencias, para luego, mostrar la verdadera
cara de su aparente preocupación por Jesús: acusarlo delante del Padre y pedir
que sobre él se cumpla el juicio de la ley divina. Esto fue lo que hizo con
Adán y Eva. Primero se acerca a ellos con astucia e interés. Satanás exalta las
necesidades del hombre y se muestra interesado por su psicología, su religión y
sus necesidades físicas. El adversario utiliza toda su astucia para atrapar al
hombre en su trampa y se presenta con un humanismo tan alto, que parece
sobrepasar la bondad divina. En Edén, él aboga, en apariencia, para que los
hombres tengan más derechos de los que Dios le había dado. Según Satanás Dios
había prohibido que comieran de todo árbol del huerto, esto era muy injusto,
pues, de qué entonces iba a vivir el hombre. Aunque Dios no había dicho eso, Satanás lo hace parecer como cierto.
El adversario es especialista
en tomar las palabras de Dios para tergiversarlas y ponerlas en un sentido que
parece cruel para con el hombre. Y esto no lo hizo solo en Edén o en el
desierto de la tentación, no, lo ha estado haciendo en todos los períodos de la
historia humana.
Y hoy, en nuestro siglo que se
jacta de ser tan civilizado, vuelve a usar su humanismo y ataca de nuevo la
gloria de Dios. Hoy lo hace a través de filósofos, sociólogos, psicólogos,
pedagogos, abogados, biólogos, religiosos, políticos, y defensores de los “derechos
humanos”.
A través de estas personas
Satanás tergiversa las enseñanzas de la Sagrada Escritura y las presenta como
muy abusivas, injustas y dañinas para con el hombre. Ejemplos:
- Hoy día Satanás afirma que
Dios es injusto para con el hombre porque no le permite el libre desarrollo de
la personalidad dejándoles escoger la orientación sexual que ellos prefieren.
Satanás dice que esto es injusto, es cruel, porque esta prohibición bíblica no
tiene en cuenta la dignidad de los homosexuales o las lesbianas. Pero Dios no está
en contra de la dignidad que el ser humano tiene, por cierto, dignidad que
procede del hecho de haber sido creados a la imagen de Dios. Pero Dios los hizo
varón y hembra. Si un hombre o una mujer deciden cambiar el orden establecido por
Dios en la creación, ellos mismos son los que están atentando contra su
dignidad, no están conformes con el plan de Dios para ellos, y acarrearán las
consecuencias de su desvío, de su pecado. Dios no es injusto. No podemos creer
lo que Satanás está diciendo, sus palabras son mentirosas. Dios ama a su
creación y él quiere que los hombres sean hombres y las mujeres, mujeres.
- Hoy día el humanismo
satánico ha entrado a la psicología y la pedagogía. Las modernas teorías que
estas ciencias humanas proponen rechazan los principios divinos de la
disciplina, el castigo y la corrección con autoridad como un instrumento para
que los niños lleguen a ser buenos ciudadanos. Satanás ha metido en la cabeza
de estas personas la idea de que Dios es injusto con los niños cuando les
ordena a los padres que los disciplinen y que usen la vara cuando sea
necesaria. Satanás dice esto es cruel, inhumano y trunca el desarrollo de la
personalidad de los niños. Pero como lo que procede de su tenebrosa boca, esto
es mentira. Dios no está en contra de los niños. Jesús mismo manifestó un amor
especial hacia ellos. Cuando Dios ordena a los padres que disciplinen a sus
hijos y los críen en el temor de Dios y apliquen la vara de la corrección, lo
que él busca es su bienestar. La vara y la corrección alejarán al niño de la
necedad, de esa necedad que luego los convertirá en personas problemáticas para
sus padres, en su escuela, para las autoridades, para la sociedad y para ellos
mismos.
Aplicaciones:
- “Toda la vida diaria
alrededor nuestro nos da abundantes muestras de falsa confianza, semejante a la que el diablo insta a Jesús a
ejercer. Una persona suplica ardientemente al Señor que le otorgue la bendición
de estar sano; sin embargo, no hace caso de las reglas de salud. O, pide a Dios
que salve su alma; sin embargo, descuida el uso de los medios de gracia como el
estudio bíblico, la asistencia a la iglesia, los sacramentos, el vivir una vida
que beneficie a otros para la gloria de Dios. Por otra parte, alguien ruega al
Señor que le conceda el bienestar tanto espiritual como físico de sus hijos,
pero no se preocupa de criarlos en el camino del Señor”[3].
Somos tentados diariamente a confiar presuntuosamente en las promesas y el
cuidado divino. Como cuando pecamos, y siendo que anteriormente no hemos
recibido las consecuencias temporales de nuestro pecado, entonces continuamos
pecando confiados en que Dios no traerá sobre nosotros los juicios temporales
de nuestra maldad. Hermanos y hermanas, tengamos cuidado con nuestra
presunción. Ella se deja ver en nosotros más de lo que pensábamos. Así sea algo
insignificante en lo que estamos pensando tentar a Dios, no lo hagamos, porque
es un terrible pecado. Recuerda, las tentaciones que Satanás escogió para
Cristo parecían insignificantes, pero sus consecuencias hubieran sido
terribles, por eso Jesús acudió a la Palabra de Dios para hacer frente al
tentador. Cuando Satanás te tiente diciendo que puedes cometer tal o cual
pecadillo, que por ser tan pequeño no tendrá muchas consecuencias, no te
olvides por comer una sencilla fruta prohibida, Dios destituyó al hombre del
jardín del Edén, de un ser inmortal pasó a ser mortal y toda la creación fue
sujetada a maldición.
- No nos olvidemos que Satanás
es nuestro gran enemigo y cuando se trata de conducirnos al pecado actúa con
total sutileza. Él es un maestro en el arte de la tentación. Él conoce cada
debilidad de la naturaleza humana. Él usará contra nosotros sus tres armas
favoritas, las cuales usó contra Cristo: la incredulidad, la mundanalidad y la
presunción. Recordemos esto y estemos en guardia. Los actos a los que Satanás
nos incita suelen ser en apariencia insignificantes o poco importantes, pero no
olvides que ellos se constituyen en una gran rebeldía. No nos dejemos engañar
por sus estratagemas. (J. C. Ryle)
- Recordemos las armas que usó
Jesús para combatir las tentaciones del diablo. Él usó la espada del Espíritu
que es la Palabra de Dios. Aquel que estaba lleno del Espíritu Santo no se
avergonzaba de hacer de la Santa Escritura su arma defensiva y su regla de
conducta. Aprendamos hoy de la excelsa autoridad de la Biblia y el inmenso
valor de un conocimiento de su contenido. Leámosla, investiguemos en ella,
oremos con ella con diligencia, perseverancia y sin desmayar. Esforcémonos por
estar tan familiarizados con sus páginas que sus textos vengan a nuestra
memoria y los tengamos a punto en nuestra mano cuando los necesitemos. (J. C.
Ryle)
- Siendo que Jesús fue tentado
de una manera real y poderosa, entonces él tiene toda la capacidad para
comprender a aquellos que son tentados. Él vino para deshacer las obras del
diablo, y como tal comenzó su ministerio con un conflicto especial con Satanás.
Jesús es el mejor intercesor y abogado a favor de los pecadores ya que él fue
experimentado de manera personal en el conflicto y supo lo que es estar en
medio del fuego de las tentaciones. Siempre que nos veamos acechados por las
tentaciones no temamos en acudir a nuestro salvador, y descarguemos delante de
él nuestro corazón, contémosle lo que nos asecha, hablémosle de nuestras
debilidades, de nuestros pecados, él no se aterrará ni correrá asustado al
saber de nuestras inclinaciones pecaminosas, ni de las quejas bajo las cargas
que diariamente nos atormentan, sino que
comprenderá nuestra situación y nos dará las fuerzas necesarias para salir
victoriosos en medio de los ataques el maligno. Él puede compadecerse de
nuestras debilidades (Heb. 4:15). Tengamos ánimo. El Señor Jesús no es un
hombre severo (Luc. 19:21). Sabe lo que queremos decir cuando nos quejamos de
tentación y puede y está dispuesto a prestarnos ayuda. (J. C. Ryle)
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