Un
mensaje de gozo para hombres de fe
Lucas
2:8-20
Este sermón fue
predicado por el hermano Julio C. Benítez, quien es uno de los pastores de la
Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios en Medellín, Colombia. Usted puede
compartir este sermón con otros a través de medios digitales e impresos,
siempre y cuando no sea para la venta, siempre reconociendo y dando los
créditos respectivos a su autor.
Introducción:
Nosotros diariamente estamos
recibiendo mensajes tras mensajes. Hoy día la comunicación se ha desarrollado
mucho y estamos, literalmente, siendo invadidos por mucha información. Hay
tanta información que ya no le damos tanta importancia a las noticias que
recibimos.
Pero hay noticias de noticias,
hay historias de historias, hay mensajes que no pueden ser pasados por alto. Su
contenido es de tanta importancia que producen ciertos resultados en nosotros.
Hoy veremos cómo Lucas nos
presenta el mensaje de un ejército de ángeles, el cual produjo hermosos
resultados en los que escucharon, transformando para siempre sus vidas,
conduciéndoles a la grandiosa Salvador que nos vino a dar el Poderoso niño
nacido en Belén.
En esta oportunidad
analizaremos el mensaje de los ángeles a los pastores, en esa magna noche en la
cual nació el Salvador.
Esta será la estructura del
pasaje para su análisis:
1. Un mensaje de gozo. V. 8-14
2. El mensaje verificado. V.
15-17
3. El mensaje y sus resultados
v. 18-20
1. Un mensaje de gozo. V. 8-14
“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias
de la noche sobre su rebaño” v. 8
Ha sucedido algo maravilloso
en la aldea de Belén: ha nacido el que será el poderoso Rey y Salvador de
Israel, pero su nacimiento solo ha sido conocido por los humildes y cansados
padres. Era costumbre en Israel que al nacer un bebé los vecinos y familiares
se reunieran para celebrar la ocasión con música y canciones. Pero no ha sido
así en la noche más hermosa para el género humano, en la cual Dios mismo toma
forma humana y viene a vivir en medio de los hombres para ser su Rey y
Salvador. El hombre más importante que ha pisado el planeta nace, y ni siquiera
los familiares están cerca para celebrar.
En un lugar lejano de Belén unos
magos de oriente han visto una estrella que anuncia el nacimiento de un
poderoso rey, pero aún no saben realmente el lugar de su nacimiento, y llegarán
varios meses después.
La noche en los campos de
Belén es tranquila, la suave brisa mueve las hojas de los árboles trayendo en
sus alas el cantar lejano de aves nocturnas, la noche es oscura y solo la luz
de las estrellas y las pequeñas luciérnagas adornan las praderas de esta aldea
de Israel. Alguna que otra oveja bala en medio de la oscuridad, las cuales son
cuidadas por sencillos pastores que las protegen de la inclemencia del clima o
el asecho de animales depredadores.
Aunque los pastores no eran
tenidos como una clase social muy apreciada en el Israel del siglo I, algunos
pastores en la antigüedad habían sobresalido por su vida piadosa, por su
confianza en el Señor y su fe en él, de manera que el Señor Dios de Israel los
escogió para ser grandes personas en la historia de la redención. Abraham, el
gran patriarca, criaba ovejas, pero el pastor más sobresaliente fue David,
quien, desde su temprana juventud cuidaba las ovejas en el campo y en algunas
ocasiones tuvo que enfrentarse valientemente a los depredadores con el fin de
salvarlas de una muerte segura. Este dulce cantor de Israel, que luego se
convirtió en Rey, compuso ese hermoso salmo 23 en el cual nos presenta a Dios
como el fiel pastor que cuida tiernamente a sus ovejas, conduciéndolas a
disfrutar de los pastos más tiernos y las aguas cristalinas.
“Y
he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de
resplandor; y tuvieron gran temor” v. 2
En los mismos campos de Belén
en los cuales siglos antes David entonaba sus melodías inspiradas en las mudas
noches de pastoreo, algunos pastores se encontraban guardando las vigilias de
la noche, es decir, se turnaban para vigilar despiertos a las ovejas. El
silencio es total y la brisa ha cesado de soplar, el canto de las aves se acabó
y ahora todo es soledad. De repente, aparece un ser misterioso envuelto en una
luz destellante que en pocos segundos cubre el campo que les rodea. Que misterio
será esto, qué aparición tan gloriosa.
Estos pastores son visitados
por un ser celeste, quien refleja la gloria destellante del Señor. Un temor les
sobrecoge, y no es para menos. Isaías, el profeta, tuvo una experiencia similar
en la cual se le permitió ver la gloria del Señor que llenaba el templo, y como
resultado de ver su gloria, de ver su santidad, el profeta se llenó de profundo
temor pues, sabía que estaba en la presencia del Dios santo, y siendo que él
era pecador entonces temía que su santidad lo destruyera. Aunque estos pastores
eran hombres piadosos, como luego veremos, no obstante ellos han pecado y no se
consideran dignos de ver la gloria refulgente del Altísimo.
“Pero
el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que
será para todo el pueblo” v. 10
Los pastores no salen de su
asombro y están temblorosos, miran los ojos destellantes del ser angélico,
esperando tal vez escuchar una voz de trueno, pero no, no es así. Es una voz
dulce que les habla con firmeza y les dice:
No teman. Las mismas palabras que los mensajeros celestes dijeron siempre a
los santos hombres y mujeres que recibieron su espectacular visita. Ningún
siervo del Señor debe temer ante la presencia de su gloria. Ella nos llena de
temor, pero es un temor reverente. Esta fue la experiencia de Moisés, de
Isaías, de Ezequiel, de Zacarías el padre de Juan el Bautista, de María la
madre de Jesús y de Juan el escritor del libro del Apocalipsis. Siempre
escucharon la misma voz “No temas”,
porque el mejor lugar del mundo, el sitio más seguro, es donde se encuentra la
gloria del Señor.
Pero había una razón poderosa
para que ellos no estuvieran temerosos al ver la gloria del Señor, pues, el
ángel estaba allí no para traer juicio sobre ellos, sino para traerles las
buenas nuevas de salvación, es decir, el evangelio. El Señor en su gracia había
escogido a estos humildes hombres para ser los primeros en recibir el
evangelio, la buena noticia de que el tiempo esperado por piadosos hombres como
ellos, Simeón o la anciana Ana había llegado. La esperanza de Israel había
llegado y he aquí ahora el tiempo de gozo y paz. Las noticias que él trae
producirán profundo gozo en los pastores pero también en toda Belén, en Judea,
luego en Samaria y hasta en lo último de la tierra.
Y no es para menos, pues “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es Cristo el Señor” v. 11
Son nuevas de gran gozo porque
ahora el pueblo escogido del Señor podrá disfrutar del perdón completo de sus
pecados, a través del sacrificio que se daría en la cruz. El nacimiento de este
bebé es el inicio de la gran salvación, él crecerá y morirá para dar
reconciliación y gozo a su pueblo.
Este niño que traerá salvación
con su muerte en cruz, ha nacido en esta noche especial en la ciudad de David.
El ángel conocía las profecías, al menos, fue informado por el Señor, que el
Rey que traería salvación debía nacer en la ciudad de Belén y del linaje de
David, el rey. Ese niño prometido ahora es nacido. Estas son las buenas nuevas.
El ángel utiliza tres títulos
para el niño Jesús: Salvador, Cristo y Señor. Los pastores debían saber, para
llenarles de más gozo, que este niño crecerá y llegará a ser el Salvador de
Israel, el salvador del mundo. Su misión consiste en dar liberación del pecado
a los que le esperan, el librará a los que creen en él de las garras de
Satanás, del poder de la muerte y los conducirá a la vida eterna. ¡Que mas
salvación que esta!
Pero él también es el Mesías,
es decir, el Ungido por el Espíritu Santo “para ser el gran profeta, el
compasivo Sumo Sacerdote y el eterno Rey”[1].
Él es el Señor que gobernará sobre todas las cosas, y de manera especial sobre
su pueblo, el cual se someterá voluntariamente a su señorío. Todo esto lo verían los pastores en un humilde
pesebre de Belén. Se requería de una fe especial para poder contemplar en ese
niño, acostado en medio de los olores producidos por los animales del pesebre,
a un Salvador, Mesías y Señor.
Solo un corazón piadoso,
influenciado por el Espíritu Santo podrá ver en Jesús a aquel poderoso Salvador
que el hombre requiere para su liberación del pecado. Solo un corazón
transformado por las santas influencias del Espíritu divino estará capacitado
para reconocer que Jesús es el verdadero Mesías, solo un corazón conquistado
por la gracia de Dios podrá reconocer el Señorío de Jesús. Estos humildes
pastores eran hombres piadosos que fueron capacitados por Dios para ver en el
indefenso niño de Belén a su esperanza cumplida.
“Esto
os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un
pesebre” v. 12
Aunque el ángel no ordenó a
los pastores que fueran a Belén a ver al niño, él sabe que sus corazones
expectantes los inclinarán a correr presurosos hasta el pueblo para encontrar a
tan especial niño. Por eso el ángel da unas indicaciones de manera que ellos
lleguen al lugar correcto y al niño correcto. La señal es que encontrarán al
Poderoso salvador envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Es posible que
esa “noche buena” otros niños habían nacido en Belén, pero solo uno de ellos
estaría acostado en una pesebre, el resto estarían bajo el techo de una casa.
“Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes
celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas. Y en
la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” v. 13-14
Luego que los pastores se
hubieron acostumbrado al resplandor de la gloria del ángel, y de haber recibido
su mensaje, otra sorpresa asombra a los maravillados pastores. De pronto, un
ejército de ángeles aparece en la escena, alumbrando con la exuberante gloria
del Señor la hermosa noche en que nace el poderoso salvador.
Pareciera que el cielo se
hubiese abierto en medio de la noche. Me imagino que así como Pedro se
entusiasmó sobremanera al ver la gloria de Jesús en la transfiguración, estos
humildes hombres también desearon que esa noche no tuviera fin. Los pesebres y
los cuadros de navidad se quedan cortos al tratar de dibujar la hermosura de la
noche buena en los campos de Belén.
Estos ángeles alababan al
Señor. A lo mejor entonaban preciosos himnos adorando al Dios sublime que ha
cumplido las promesas y profecías hechas a los antiguos padres de Israel.
Lucas nos dejó el registro de
tres frases pronunciadas por esta multitud angelical, las cuales de seguro nos
enseñan profundas verdades:
Gloria
a Dios en las alturas. Ellos quieren que toda la creación alabe
a aquel por quien fueron hechas todas las cosas. El creador ahora toma forma de
una criatura, el dador de la vida toma la carne de un hombre mortal, el
Todopoderoso Dios ahora es un débil bebé. Todo el mundo debe dar gloria y
exaltación a ese Dios que, aunque ha bajado a las partes más bajas, es decir, a
la tierra, su morada eterna son las alturas. Él habita en luz inaccesible, más
alto que la morada de los ángeles, más alto que lo alto. Allí deben llegar las
alabanzas de todas sus criaturas, ángeles y humanos, todos unidos exaltando su
inmenso amor.
Y sobre
la tierra paz entre los hombres de su beneplácito (o complacencia). El que
dijo “la paz os dejo, mi paz os doy, yo
no os la doy como el mundo la da.” (Juan 14:27), estaba naciendo en Belén.
Aquel que venía a reconciliar al hombre rebelde con su creador justo, estaba
naciendo en un humilde pesebre. Él traería paz a los hombres, una paz eterna y
duradera, la paz que resulta de saber que nuestros pecados han sido perdonados,
la paz entre Dios y el hombre. Pero no todos disfrutarían de esta
reconciliación con el santo creador, pues, solo se ofrece a los hombres de su beneplácito o complacencia, es decir, a
aquellos en los cuales Él se ha agradado, no por alguna obra que hubiesen
hecho, sino por la elección. El apóstol Pablo lo expresa así: “(Pues, no habían aún nacido, ni habían hecho
aún bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección
permaneciese, no por las obras sino por el que llama)” (Ro. 9:11).
Siendo que algunas versiones
de la Biblia expresan lo dicho por los ángeles así “Y en la tierra paz para con los hombres de buena voluntad”,
entonces se puede llegar a la conclusión que la paz será para los que tenga una
natural disposición a recibir al Rey, pero esto no es lo que dijeron los
ángeles. La palabra usada en griego fue eudokias
la cual hace referencia al beneplácito de Dios, no al del hombre.
La paz verdadera es la porción
de todos a los que Dios ha elegido en su gracia, a estos él los llama para que
crean en su Hijo y disfruten para siempre de la paz que resulta de saberse
perdonado eternamente por los méritos de la muerte del Hijo de Dios.
Fue un mensaje contundente el
que los pastores escucharon de los seres celestes. No había razón para quedarse
solo con la noticia sin verificarla, así que estos humildes hombres hacen algo
para dejar a los rebaños bajo protección y deciden marchar a Belén para ver lo
que la multitud de ángeles le habían anunciado.
2. El mensaje verificado v.
15-17
“Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los
pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén y veamos esto que
ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues,
apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre,
y al verlo dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño”
Siempre que el médico
prescribe la medicina se espera que el paciente se apresure a usarla para su
propio bienestar, siempre el pastor predica el santo consejo de Dios se espera
que los creyentes obedezcan los principios aprendidos, para su propio bien, eso
es lo que esperamos de estos sencillos pastores. Luego de escuchar semejante
noticia, se espera que ellos salgan presurosos para conocer al que será Rey y
Salvador de Israel.
Lucas nos muestra a unos
hombres que sin vacilación alguna creen el mensaje celestial e inmediatamente,
sin demora, corren a Belén. Esta es la actitud de alguien que ha sido tocado
por Dios y anhela ver su salvación. No tiene tiempo para esperar, no es de lo
que dicen “mañana lo haré”, sino que habiendo escuchado la buena nueva de
salvación considera la importancia del asunto y anhela con toda su alma
disfrutar de la verdadera paz que procede de Emmanuel.
Y todo aquel que “escapa por su vida” y corre de la ciudad
de destrucción a la ciudad de Sión,
encontrará al Salvador que nació en Belén y murió en la cruz para dar
salvación a los que creen en Él.
Lucas dice que estos pastores llegaron
al sitio correcto y encontraron, tal como los ángeles habían dicho, al niño
acostado en un pesebre, con sus amorosos padres. A falta de familiares Dios les
envía a un grupo de pastores humildes para que juntos celebren el nacimiento
del Rey del mundo.
Dios no escogió a lo más
selecto de la sociedad judía, ni a los líderes religiosos, sino a piadosos
hombres que por lo general eran rechazados por la sociedad, solo en ellos se
agradó Dios para darles el privilegio de ver al Mesías que nacía en Belén. Y
esto no es más que una muestra de lo que iba a ser la constante en el
ministerio de Jesús, pues, el reino de los cielos sería entregado a los pobres
en espíritu (Mt. 5:3), y el Espíritu Santo le ungió para dar buenas nuevas a
los pobres (Lc. 4:18); de allí que Santiago dijera “¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en
fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (St. 2:5).
Pero los pastores no solo
verificaron lo que los ángeles le habían anunciado, sino que ellos contaron la
historia completa. Ellos se expusieron a la burla, pues, no era común que seres
angélicos se aparecieran ante los hombres, y mucho menos, se podría pensar, a
sucios pastores que no cumplían con los rituales de limpieza diaria que había
establecido la tradición religiosa de los ancianos. Pero a pesar de la posible
incredulidad de la gente, los pastores, que no tenían nada que perder, deciden
contar la bella historia, tal y como la escucharon de los ángeles.
No es posible que nosotros
conozcamos la bella historia del Salvador y la guardemos solo para nosotros,
pues, esta es una historia para contar a los cuatro vientos, para llevar por
doquier andemos nosotros. Es la historia de las historias, es la historia del
maravilloso Dios que se hizo hombre para redimir al hombre de la podredumbre de
sus pecados y conducirlos a una vida mejor, de limpieza, de reconciliación con
Dios.
Es posible que algunas
personas de Belén, al escuchar llorar al recién nacido Rey se acercaran al
pesebre, y esta gente escuchó el mensaje de los pastores. Ellos les dijeron que
este niño, de humilde apariencia, con padres sencillos y el cual tiene por cuna
un pesebre, este niño sería grande y traería gozo al pueblo de Dios, pues, él
es el Salvador prometido, el Mesías esperado, el Señor de David. No era fácil
predicar este evangelio, pues, la gente lo único que podía ver era un sencillo
y débil bebé naciendo en condiciones infrahumanas, no estaban viendo al hijo de
un poderoso rey. Pero los pastores no se pueden quedar callados, nadie que ha
conocido verdaderamente al Salvador puede quedarse callado, quiere contar a
todos la bella historia.
Aunque no todos hayan creído
la historia de los ángeles, lo cierto es que predicar la buena nueva de
salvación, siempre produce resultados.
3. El mensaje y sus
resultados. V. 18-20
“Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les
decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y
volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que
habían oído y visto, como se les había dicho”
El mensaje de los seres
celestes, dados a conocer ahora a través de los humildes pastores, crea un
impacto en la gente que escuchaba. Ellos se maravillaron. Todo era tan
misterioso y a la vez grandioso. Un emperador que decreta un censo, el cual
obliga a José y María a hacer un viaje muy largo para que lleguen a Belén, el nacimiento
del bebé en un pesebre, los ángeles que se le aparecen a los pastores, todo
esto es muy extraño, pero maravilloso. Coincide con las profecías que se habían
dicho.
Pero este mensaje no solo
produce un maravillarse ante el poder divino, sino que conduce a la reflexión,
a la meditación, tal como sucedió con María. Ella estaba atesorando estas cosas
en su corazón. No las podía comprender por completo, pero las meditaba y con el
transcurrir del tiempo de la vida de su hijo, ella acumularía más datos en su
corazón, hasta que pudiera comprender a cabalidad el ministerio y el destino de
su hijo.
Ella no logró entender bien
todo lo que sería de su Hijo, pero con el paso del tiempo, y acumulando datos
en su mente piadosa, llegó a ser adoradora de aquel que había salido de su
vientre.
Cuán importante es contar con
una mente piadosa, que medite en las cosas de Dios. No solo que escuche las
buenas nuevas o el mensaje divino, sino que reflexione en dicho mensaje, hasta
que su fe sea fortalecida. El salmista tenía por costumbre meditar en la
palabra del Señor, él dice: “!Oh, cuánto
amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). María era
una mujer piadosa, y como tal meditaba constantemente en los dichos del Señor.
Cuánto gozo hay en esta clase de meditaciones. María tuvo tropiezos en su fe,
pero meditando y meditando en la palabra del Señor, logró tener una fe
victoriosa.
Pero ¿Qué de los pastores
mismos? En ellos también un resultado maravilloso, sus corazones fueron
henchidos de gozo y confianza, de manera que, a pesar de ver al niño en un
humilde pesebre, su fe no echó para atrás. Ellos no dudaron en ver lo que los
ángeles le habían anunciado. Si vieron a un bebé frágil, pero en él
contemplaron, por los ojos de la fe, al Salvador de Israel, a Emmanuel, Dios
con nosotros, al Mesías, al Señor que gobernará sobre todas las cosas.
Y el resultado de andar por fe
y no por vista, es gozo. Ellos se volvieron a su rutinaria y despreciada labor
glorificando y alabando a Dios. Cuánto gozo hay en mirar a través de los ojos
de la fe. Ellos creyeron sin titubear el mensaje celestial y el resultado fue
gozo, adoración y alabanza para con el Dios que se mueve en la historia humana,
ofreciendo salvación a todo aquel que es de su beneplácito.
Aplicaciones:
- Las nuevas de gran gozo han
sido proclamadas. La historia maravillosa ha sido contada. ¿Hay gozo hoy en tu
corazón? ¿Puedes ver en ese pesebre al que será la fuente de infinito gozo para
su pueblo? Estas nuevas de gran gozo no son para unos pocos, es para todo el
pueblo. ¿Has venido hoy a ver al recién nacido Rey? ¿Has acudido con el resto
del pueblo a escuchar la historia de los pastores? Ellos tienen algo
maravilloso que contarnos: Que Dios ha mirado la miseria del género humano y se
ha encarnado en un humilde bebé para dar Salvación, que el Dios rico se hizo
pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos por su Gracia. ¿No es esta una
nueva de gran gozo para ti? Mira en el bebé de Belén a aquel que nos da gozo
sin fin, que nos reconcilia con Dios el Padre y limpia nuestra conciencia de
pecado, por la sangre que derramó en la cruz del calvario.
- Luego de escuchar la bella
historia ¿Podrás permanecer quieto e inmutable en tu lugar? Espero que no.
Ruego al Señor que así como en la gente de Belén, esta historia produjo un
maravillarse, y a María la condujo hacia un espíritu meditativo, y a los
pastores los condujo a un espíritu de adoración, tu corazón sea movido hoy por
el Espíritu Santo de manera que te maravilles, medites y adores. No es para
menos, conocemos la bella historia de Jesús quien de su gloria a esta tierra
bajó para dar salvación.
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