Juicio de maldición sobre diferentes clases de
falsos maestros:
El camino de Caín: Los que pervierten la adoración
por su corazón impío y malvado.
Judas 11 (Primera parte)
Introducción:
Una
de las cosas que más indigna al ser humano es cuando puede ver cómo una persona
se hunde más y más en su propia destrucción, y aunque se le dan advertencias,
éste, de manera tozuda, continúa en su propósito de hacer daño a su propia
vida. Es posible que la mayoría de nosotros conozcamos a jóvenes que empezaron
con los primeros pasos de un vicio peligroso, y a pesar de los ruegos de su
madre y las advertencias de la sociedad, este joven decidió profundizar más en
su vicio amistándose con personas que no le iban a ayudar a salir del problema
sino todo lo contrario. Esto nos indigna porque sabemos que el final de ese
joven no será el mejor. Destruirá su futuro, su vida y causará dolor a su
familia.
El
pastor Judas siente la misma indignación cuándo ve a algunos de los creyentes
de la iglesia receptora de su carta seguir e imitar un camino que de seguro les
conducirá a su propia destrucción. Estas personas no se han percatado del grave
peligro que corren sus almas cuando escuchan y siguen las enseñanzas de los
falsos maestros que se han introducido de manera solapada en la Iglesia y ahora
están enseñando cosas nuevas y distintas a lo que los santos han creído
siempre.
Es
por esa razón que en el verso 11, Judas presenta tres clases de perversión
doctrinal y la consecuente maldición que vendrá sobre los que enseñan y siguen
las falsas enseñanzas que se introducen en la Iglesia, usando como ejemplo a
tres personajes del Antiguo Testamento, que no brillan por su piedad, sino por
su maldad. Estos tres personajes son: Caín, Balaam y Coré. Cada uno de ellos se
caracterizó por una maldad sobresaliente, y cada una de estas maldades puede
ser encontrada en los falsos maestros.
Pero
el autor no solo quiere que sus lectores conozcan las maldades que les
caracterizó a estos personajes no ilustres, sino los juicios que vinieron sobre
ellos. Por eso el verso 11 es introducido con una fuerte imprecación: ¡Ay de
ellos! Judas habla como solían hacer los antiguos profetas que anunciaban
terribles juicios sobre el pueblo desobediente y sobre las naciones impías, o
como Jesús, cuando con gran dolor advierte de la condenación que vendrá sobre
los falsos religiosos de su tiempo o los judíos incrédulos que se resisten a
creer en él a pesar de que están viendo las señales milagrosas que proceden de
su mano divina (Mt. 11:21; Mt. 23), o como Juan, quien en el Apocalipsis
declara angustiosos Ayes sobre los
impíos, los cuales recibirán la retribución justa de sus pecados. El apóstol
Pedro afirma que estos falsos maestros son hijos de maldición (2 Ped. 2:14),
ellos están bajo la maldición divina.
La
misma destrucción que vino sobre Caín, Balaam y Coré, también vendrá sobre los
falsos maestros y las personas que siguen sus nefastas enseñanzas, porque, en
esencia, Caín, Balaam y Coré, tienen mucho en común con los fasos maestros de
todos los tiempos; pues, por lo general, estos malvados falsos profetas solo
buscan tres cosas: satisfacer su amor propio, satisfacer sus deseos materiales
y satisfacer sus deseos de poder. Por lo general buscan: gloria, dinero y
poder.
Analicemos
con nuestro autor sagrado a estos tres personajes que representan a tres clases
de falsos maestros, siguiendo la siguiente estructura, que de manera natural,
nos presenta el pasaje.
Juicio
de maldición sobre los que:
1.
Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El camino de Caín
2.
Pervierten la doctrina por su corazón codicioso: El error de Balaán
3.
Pervierten el orden y la tranquilidad de la iglesia por su corazón amante del
poder: La rebelión de Coré
1. Pervierten la adoración por su corazón impío y
malvado: El camino de Caín. “!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín…”
El
primer personaje usado como modelo de lo que los falsos maestros son y enseñan
en las iglesias es Caín, quien vivió al comienzo de la historia humana, lo cual
nos deja ver que los falsos maestros han estado siempre con nosotros, desde el
principio, y estarán acompañándonos hasta el fin. Esta es una raza de perversos
hombres que siempre están engendrando nuevos maestros que profundizan más en
sus herejías. Aunque la fe cristiana irradia una luz verdadera que disipa lo
falso y enseña la doctrina correcta, no obstante, dentro de la iglesia siempre
tendremos a los falsos maestros. Jesús lo dijo así:
“Guardaos
de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por
dentro son lobos rapaces” Mt. 7:15
“Y
muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” Mt. 24:11
“Porque
se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán señales y prodigios,
para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos”.
Mr. 13:22
Y
el apóstol Pedro también le recuerda a los lectores de su segunda carta que en
el pasado hubo falsos profetas y también los habrá en el seno de la
cristiandad: “Pero hubo también falsos
profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que
introducirán encubiertamente herejías destructoras…” 2 Ped. 2:1
Pero
¿Cuál es el camino de Caín que siguen los falsos maestros y que los creyentes
no debemos andar? Hay varios elementos importantes que debemos considerar en
este falso maestro, los cuales se dejan ver en los pocos pasajes bíblicos que
nos hablan de Caín.
Génesis
4:1-7 “Conoció Adán a su mujer Eva, la
cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido
varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín
fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del
fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los
primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado
a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se
ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín:
¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres,
¿No serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con
todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Gen. 4:1-7). Un
primer aspecto pecaminoso que encontramos en Caín, como modelo de falso
maestro, es la perversión de la adoración. De seguro que Adán y Eva habían
enseñado a sus hijos la forma, la actitud y la calidad de la adoración y los
sacrificios que debían presentarse ante el santo y soberano Dios. Caín y Abel
habían aprendido lo que luego Dios enseñó a través de Moisés: Que Dios no
acepta sacrificios imperfectos, sino que él quiere lo mejor. En el Antiguo
Pacto Dios ordenó que los animales escogidos para los sacrificios debieran ser
los mejores, sin defecto alguno. Lo mismo cuando se presentaban ofrendas
vegetales, todo debía ser lo mejor. Pero por encima de todo esto, la actitud
del corazón era más importante que el sacrificio mismo: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y
humillado no despreciarás tu, oh Dios” (Sal. 51:16-17).
Caín,
aunque conocía la lección, tenía un corazón malo e incrédulo. Él no se conformó
a las sanas palabras de Dios en cuanto a los sacrificios sino que quiso
modificar a su antojo el culto verdadero. No ofreció de lo mejor, sino de lo
que él quiso, de lo que consideró apropiado según su necio razonamiento, y no
solo esto, sino que trató de agradar a Dios teniendo un corazón rebelde, falto
de amor y de misericordia para con su prójimo. Se requiere un corazón humillado
para ofrecer una ofrenda agradable al Señor, pero Caín se presentó con un
corazón orgulloso, confiado en sí mismo, prepotente, y en vez de doblegarse
ante la gracia divina, se mantuvo altivo en su necedad espiritual, pensando que
Dios se agradaría en su nueva forma de adoración. Pero el resultado fue
nefasto, Dios rechazó su ofrenda, y también lo rechazó a él. Caín no era de los
que temblaba ante la Palabra del Señor, y por lo tanto Dios no hizo morada en
él. Caín no era de aquellos en los cuales Dios se complace, como dice el
profeta: “… pero miraré a aquel que es
pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi Palabra” (Is. 66:2).
Los
falsos maestros que pervierten la adoración pueden ser encontrados hoy día en
todas las corrientes teológicas que inundan el panorama evangélico: Los
orgullosos proponentes de la teología de la fe y la prosperidad que se
presentan con arrogancia ante Dios dándole órdenes para que los bendiga a
cambio de las ofrendas presentadas, no con un corazón humilde y agradecido,
sino con un corazón avaro y materialista, esperando recibir “bendiciones” que
satisfagan sus corazones hambrientos de placer terreno. Pero también los falsos
maestros que siguen el camino de Caín están entre las iglesias más
conservadoras y reformadas, cuando se presentan ante Dios, a través de un culto
muy solemne y bíblico, pero con corazones orgullosos y engreídos por su
supuesto apego a la doctrina bíblica, más son faltos de amor y misericordia
para con los demás. Estos maestros de la ortodoxia son fríos ante las necesidades
humanas y ponen por encima del amor y la misericordia su doctrina histórica,
esto también es perversión de la adoración, pues, Dios quiere un corazón que,
además de creer lo correcto de él, viva el amor puro que es el cumplimiento de
la Ley: “Id, pues, y aprended lo que
significa: Misericordia quiero y no sacrificio.” (Mt. 9:13). “… uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y
el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los
holocaustos y sacrificios” (Mr. 12:32-33).
Hebreos
11:4 nos deja ver que otra marca pecaminosa de Caín era su falta de fe. Él no
era un verdadero creyente. Aparentaba serlo, y ofrecía sacrificios a Dios, pero
sin fe en la obra del Salvador prometido. Confiaba en sí mismo y en su
capacidad de ser aceptado por Dios. Era un humanista inveterado. “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente
sacrificio que Caín…”. La ofrenda de Abel fue aceptada porque se hizo en
fe, en la fe que los antiguos depositaron en el Mesías prometido. Por lo tanto,
Caín ofreció la ofrenda del incrédulo, del que no es creyente. Cuántos falsos
maestros, pastores y profetas están hoy ocupando los púlpitos de las iglesias,
las cátedras de los seminarios teológicos y los canales de televisión o la
radio, enseñando una fe en la cual no creen, hablando de un Cristo al cual
realmente no han aceptado como Su salvador, y enseñando una Biblia la cual no
es la Palabra infalible e inspirada de Dios para ellos. No hay nada peor que un
predicador no regenerado. Un pastor incrédulo tiene un potencial muy grande de
hacer daño a la comunidad cristiana. Un pastor incrédulo no está interesado en
las almas, solo quiere enseñar aquello que va en armonía con su corazón malvado
y falto de verdadero amor. Este pastor inconverso puede hablar de Cristo, puede
hablar del amor, puede enseñar la Biblia y hablar de Dios, pero su fin siempre
será la satisfacción de su perverso corazón, y por lo tanto, para este falso
pastor no habrá dificultad en cambiar aquellas doctrinas o elementos de la
adoración bíblica que no son agradables a su humanismo consumado, ni al
humanismo de sus oyentes.
Caín
pretendió presentar una ofrenda que fuera agradable a Dios, evitando el
derramamiento de la sangre de un animal. Él confiaba en su capacidad para
ofrecer a Dios algo que le fuera agradable, pero basado, no en la fe puesta en
la sangre del Mesías que vendría, sino en su propia capacidad. Intentó aplacar
a Dios mediante esfuerzos humanos. Y cuando vio que la ira de Dios se mantenía
contra su corazón pecaminoso, entonces se ensañó contra su hermano. Los falsos
maestros, por lo general, no tienen en gran estima la santidad de Dios, su ira
y el medio que ha establecido del derramamiento de la sangre para el perdón de
los pecados. Para ellos, hablar de la necesidad de un sacrificio cruento para
satisfacer la ira de Dios, suena como algo muy cruel, burdo y bárbaro. Ellos
tratan de presentar al Dios cristiano como un dios civilizado y postmoderno, de
manera que hablan lo menos posible del sacrificio de Cristo.
En
1 Juan 3:11-14 encontramos que otras características pecaminosas de Caín eran
su falta de amor y sus malas obras. “Porque
este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a
otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa
le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”. Los
falsos maestros que estaban dañando a la iglesia en el siglo I, y que todavía
hoy siguen actuando, se caracterizan por su falta de amor y sus malas obras.
Aunque ellos pueden hablar del amor romántico y del amor que es pluralista, no
obstante, ellos son incapaces de ofrecer el amor bíblico, ese amor que se
entrega por completo a los demás, ese amor que está dispuesto a sacrificarse
por los que sufren, ese amor que es capaz de denunciar el pecado. No, los
falsos maestros no pueden dar ese amor, porque éste solo procede de corazones
donde el amor de Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo (Ro. 5:5).
Los
falsos maestros, al igual que Caín, no tienen compasión de las almas que
sinceramente buscan a Dios. Ellos se aprovechan de la simplicidad de algunas
personas, y las conducen al degolladero. Les prometen su compañerismo, pero
solo con el fin de aprovecharse de ellas para explotarlas, y luego de haber
conseguido el fin perseguido, entonces las matan espiritualmente. Estos falsos
maestros se muestran amistosos y tratan a todo el mundo de hermanos, así como
Caín hizo con Abel, y los invitan a caminar hacia un mundo feliz, pero, lo
único que pueden ofrecer es la muerte, porque ellos mismos están muertos. Los
falsos maestros son como los fariseos que “recorréis
mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más
hijo del infierno que vosotros” (Mt. 23:15).
En
la tradición judía, Caín llegó a ser el prototipo del egoísmo y del cinismo.
“Para los pensadores hebreos Caín era el incrédulo, cínico, materialista, que
no creía ni en Dios ni en el orden moral del mundo; y que por lo tanto, hacía
exclusivamente lo que quería”[1].
Caín,
aunque pretendía llevar una vida religiosa externa, no obstante, sus obras eran
malas. Él podía engañar a Abel su hermano y a sus padres, pero no podía engañar
a Dios. Caín se vendió al demonio, rechazó la misericordia de Dios y se alejó
de él. “Un antiguo comentario judío acerca de Génesis 4:8 pone las siguientes
palabras en labios de Caín: “No hay juicio, ni juez, ni mundo por venir; no
habrá recompensa para los justos ni destrucción para los malvados”[2].
Cuánto
cuidado debemos tener con los falsos maestros, ellos abundan por todas partes,
ofrecen su amistad y hablan palabras halagadoras, pero al final dejan ver lo
que realmente son: “estando atestados de
toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia,
homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores,
aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables,
sin misericordia…” (Ro. 1:29-31). Hablan muy bonito y parecen ser creyentes
muy espirituales, pero solo buscan la muerte de sus amigos, y al menor
descuido, sacan sus malvadas garras para obtener lo que desean de los demás.
Estos son una plaga mortal que desde los tiempos de Caín han estado presente en
algunas iglesias.
Los
perversos hombres impíos que habían entrado de manera sigilosa en la Iglesia
del primer siglo tenían su propia fe, su propio estilo de vida. Hablaban de
Dios, pero no del dios bíblico, sino del dios al cual ellos querían servir.
Pero
esto no es exclusivo de esa época, no, estos falsos maestros, impíos de
corazón, fe y práctica, han estado siempre dentro de las iglesias cristianas.
En la época medieval los vemos persiguiendo los más altos y rentables cargos dentro
de la estructura jerárquica de la iglesia. No eran salvos, ni amaban al
Salvador, ni estaban interesados en la salvación de las almas, pero querían
estar dentro de los líderes de la iglesia, solo con el fin de satisfacer los
deseos de sus corazones humanistas. Ellos eran mutiladores del cuerpo (Fil. 3:2), eran como perros hambrientos
entregados a las vanidades de su corazón engañoso y a los placeres sensuales,
su interés era solo lo terreno; ellos se enmarcan perfectamente en la
descripción que hace Isaías de los guías espirituales del pueblo en su época: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos
ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados,
aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos
no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su
propio provecho, cada uno por su lado. Venid, dicen, tomemos vino,
embriaguémonos de sidra; y será el día de mañana como este, o mucho más
excelente” (Is. 56:10-12). No les importaba ser contratados como atalayas o
vigilantes, aunque sabían que su interés era solo dormir y entregarse al
placer, y luego, cuando no podían detectar el peligro que asechaba al pueblo,
los abandonaban a la muerte y como Caín participaban del asesinato de los suyos.
El
camino de Caín es el camino del odio, de la envidia, del asesinato de las
almas, de la perversión del culto a Dios, el camino del humanismo, el de las
obras humanas, el de la auto-confianza, el de la adoración sin Cristo, el de la
religión sin santidad - sin derramamiento de la sangre para expiar el pecado.
¿Y
Cuál fue la maldición que reposó sobre Caín? Fue un hombre maldito por el resto
de toda su existencia. “Ahora, pues,
maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la
sangre de tu hermano” (Génesis 4:11). Una señal en su frente evidenciaba su
condición miserable y errante, la cual nunca podría borrarse. Era portador de
la maldición que lo llevaría de manera indefectible a los tormentos del
infierno. Caín quedó registrado en la historia como el envidioso, el perverso,
el orgulloso, el asesino, el malvado, como un prototipo de la iniquidad. La
señal en su frente no podía ser borrada, como tampoco se puede quitar la señal
de todos los falsos maestros que enseñan en la iglesia, no la doctrina de
Cristo y su cruz, sino la doctrina del demonio que se centra en los placeres
terrenos y los goces de las riquezas y vanidades de Babilonia la grande, que
enseñan a las almas inconstantes a amar el mundo y todo lo que en él hay, los que
enseñan esto y los que siguen a estos falsos maestros, sino se arrepienten de
haber pervertido el evangelio, les espera una gran condenación porque la marca
de la bestia, la marca del demonio ya está en sus frentes: “y el humo de su tormento sube por los siglos
de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia
y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre” (Ap. 14:11).
Esta
es la condenación que les espera a todos los falsos maestros y falsos profetas
que hoy día están asesinando a las almas con sus enseñanzas nefastas donde
pervierten la verdadera adoración, pervierten el evangelio de Cristo, llevan a
los hombres a amarse a sí mismos, tal como hizo Caín, pero muy poco o nada
enseñan acerca de las palabras de Cristo: “Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”
(Mt. 16:24). “No améis al mundo, ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él” (1 Juan 2:15). “Porque todo el
que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa
de mí, la hallará” (Mt. 16:25).
Aplicaciones:
-
Apreciado amigo, tú no lo sabías, pero hoy la Palabra te lo ha mostrado con
claridad, que has estado siguiendo el camino de Caín. Tu pensabas que podías
adorar a Dios de la manera como tú quisieras, cuando quisieras y usando los
medios que quisieras, pero este fue el error de Caín, y el resultado, fue el
desagrado de Dios. El señor ha estado desagradado contigo porque has pretendido
adorarlo confiando en tu propia y mundana sabiduría. Pero hoy la Palabra te
invita darle la espalda a esa forma de pensar, a arrepentirte de tu pecado, y a
confiar, como lo hizo Abel, solo en el sacrificio de Cristo hecho en la cruz
del calvario. Solo por el derramamiento de sangre de un justo y santo hombre,
que a la misma vez es Dios, se puede obtener el perdón de los pecados, y
podemos adorar a Dios de corazón, encontrando en él la reconciliación y la
aceptación. Tu alma, hasta el día de hoy, ha estado atribulada, y andas vagando
errante por el mundo como un maldito que lleva en su frente la maldición de
saberse enemigo de Dios. Pero no tienes porqué continuar en esa senda de la
destrucción, hoy adora a Dios por medio del sacrificio de Cristo. Confía
solamente en él y verás la dicha que inunda tu corazón, al saberte contado
entre los que gozan del favor divino.
-
Apreciado hermano, tengamos cuidado con nuestras palabras y con lo que sentimos
en nuestro corazón hacia los demás, pues, si lo que expresamos o sentimos es
odio, entonces también podremos ser hallados culpable del mismo pecado que
cometió Caín: De asesinato. “Todo aquel
que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida
eterna permanente en él” (1 Jn. 3:15). “Oísteis
que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable
de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será
culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable
ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno
de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.”
(Mt. 5:21-24).
-
Seamos cuidadoso con las doctrinas que más nos agrada escuchar. Seamos muy
cuidadosos con los maestros que escuchamos, ya sea en los púlpitos, en la
televisión, la radio o el internet, o en los libros. Muchas cosas que nos
agradan, y parecer ser bíblicas, realmente no lo son, pues, solo tienen como
fin lo material, lo terreno, la satisfacción de nuestros placeres caídos. Pero
muy poco tienen que ver con la mortificación del pecado, la negación de uno
mismo, el amor sacrificial a los demás, el estar dispuesto a dar la vida por
causa del evangelio. Muchas doctrinas falsas se predican hoy día dentro de las
iglesias evangélicas, las cuales se presentan como revelación fresca y nueva,
pero mentiras, estas son enseñanzas muy antiguas, las cuales fueron creídas y
enseñadas por el primer asesino de la historia humana: Caín. Evitemos escuchar
a los maestros que enseñan otras formas de adoración, distintas a las que Dios
ha establecido en su palabra, porque por allí, se puede iniciar el camino que
conduce a la maldición en esta tierra, y la maldición eterna en los infiernos.
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