Estoy frecuentando su sitio y encuentro temas de mucho interés para mí que siempre he tenido la necesidad de hablar y preguntar. Desde ya agradezco la disposición que tiene de tratar estos asuntos.
Hay algo que no logro entender sobre la perseverancia de los santos, en el tema de que la salvación no se puede perder.
Imposible ser
renovados para arrepentimiento. V. 4-6
El
versículo 3 es como una introducción a lo que sigue en los pasajes 4 al 6,
donde el autor enseña que para mucha gente
el verdadero arrepentimiento ha llegado a ser algo imposible.
En
los capítulos precedentes el autor ha estado exhortando a los lectores para que
no sigan el mal ejemplo de los Israelitas que salieron de Egipto y fueron
destruidos por Dios a causa de su incredulidad o apostasía.
En
el capítulo 2:1 advirtió del peligro de deslizarse como consecuencia de no
atender, de no obedecer las cosas que hemos oído, refiriéndose al Evangelio. Si
el Señor envió sus juicios sobre los israelitas que no creyeron en las palabras
dichas por medio de ángeles, es decir, en la Ley promulga por Moisés, cuánto más
terrible será el castigo para los que desprecian el santo Evangelio del Hijo de
Dios.
En
los capítulos 3 y 4 el autor vuelve a insistir en el latente pecado de
apostasía que pueden cometer los que alguna vez han escuchado la Palabra del
Señor, pues, así como los israelitas en el desierto, es posible escuchar muchas
veces la voz del Señor y es posible ver sus maravillas, y con todo endurecer el
corazón, no prestar atención a sus palabras, lo cual es motivo de provocación
para que su ira descienda sobre los incrédulos.
Y
ahora en el capítulo 5 y 6, en medio del gran sermón sobre el sumo sacerdocio
de Cristo, de nuevo se repite la advertencia contra los que cometen el pecado
de apostasía o incredulidad.
En
los versículos 1 al 2 del capítulo 6 el autor mencionó algunas doctrinas
básicas de la fe cristiana, las cuales pueden ser confundidas o tienen un
parecido con algunas prácticas o creencias de los judíos. De manera que algunos
lectores de la carta se pudieron haber visto tentados a regresar al judaísmo ya
que existía cierta similitud entre las doctrinas básicas de la fe cristiana y
la fe judaica. Los judíos también tenían el arrepentimiento, la fe en Dios, los
lavamientos o bautismos, la imposición de manos, y los fariseos creían en la
resurrección de los muertos y el juicio de Dios. Así que aparentemente no había
mucha diferencia entre el ser cristiano y el ser judío.
Por
eso al autor considera importante que ellos avancen en la doctrina de Cristo,
porque si solo se quedaban con esas doctrinas básicas estaban en peligro de
regresar a su antigua fe, pero hacer eso significa apostatar de Cristo,
abandonar a Cristo, lo cual representaría para ellos un gran peligro. Ellos
necesitan comprender que solo Cristo es el verdadero Sumo sacerdote que puede
interceder por ellos, lo cual será explicado en el capítulo 7.
Es
en este contexto que el autor les dice a sus lectores que es imposible para los
que una vez han gustado o escuchado o disfrutado del Evangelio, y luego
retroceden, abandonando la fe cristiana, y levantándose en contra de Cristo,
ser renovados para al arrepentimiento. Es decir, es difícil para alguien que ha
cometido el pecado de apostasía, renovar su arrepentimiento y regresar a
Cristo, a quien ha dejado, de manera consciente y con pleno conocimiento, por otro sistema religioso.
¿Indica la palabra “imposible” la total y final
imposibilidad de volver a Cristo, luego de haber apostatado de la fe?
Aunque algunos comentaristas cristianos tratan
de suavizar esta palabra argumentando que no se trata de una imposibilidad
final, sino que más bien habla de una gran dificultad; la verdad es que la
palabra usada por el autor (Adunaton)
“niega de plano la posibilidad de la renovación de los apóstatas de Cristo”[1].
Ahora,
¿Qué es lo que los apóstatas de Cristo no pueden hacer? El versículo 6
responde: Ser renovados para
arrepentimiento.
Así como es imposible que Dios mienta (Heb.
6:18), así como es imposible que la sangre de los machos cabríos quiten el
pecado (Heb. 10:4), así como es imposible agradar a Dios sin la fe (Heb. 11:6),
de la misma manera es imposible para los apóstatas volver al arrepentimiento.
En todos estos versículos se usa la misma palabra griega adunaton.
Ahora,
al leer los versículos 4 al 6 pueden surgir muchas preguntas: ¿Quiénes son
estas personas que no pueden renovar su arrepentimiento? ¿Se trata de
verdaderos creyentes? ¿Cuál es el pecado del cual no podrán ser restaurados
nunca más? ¿En qué sentido puede ser Jesús crucificado nuevamente y expuesto a
ignominia? ¿Qué sucede con esta gente mencionada en el pasaje? ¿En qué sentido
recayeron? ¿Indica la palabra renovados
que algún día tuvieron verdadero arrepentimiento?
Analicemos
los pasajes en su contexto y respondamos cada una de estas inquietudes.
¿Cuál es el pecado del
cual no podrán ser restaurados nunca más?
Según lo que hemos dicho en la introducción de esta sección, el autor de
hebreos viene hablando de un pecado específico, el pecado de la apostasía. Este
es el pecado del cual es imposible volverse al Señor. El autor no habla de otra
clase de pecados, pues, las Sagradas Escrituras son claras en mostrarnos que
los verdaderos creyentes pueden arrepentirse verdaderamente de pecados muy
graves como: la desobediencia (Adán y Eva fueron aceptados por Dios luego de su
pecado de desobediencia y posterior arrepentimiento), la borrachera (Noé), la
mentira (Abraham e Isaac quienes mintieron en el caso de sus esposas diciendo
que eran sus hermanas), adulterio (David), Negar a Jesús momentáneamente (Pedro),
entre otros.
Aunque
es necesario apresurarnos a decir que ninguno de los santos mencionados quedó
impune por su pecado. Todos ellos recibieron el justo merecido de su maldad.
Ningún verdadero creyente se sentirá cómodo justificando su propio pecado arguyendo que los santos en la biblia pecaron,
pues, pensar así solo es característico de los impíos. Los creyentes sienten
vergüenza de sus pecados y aborrecen sus vidas cuando han ofendido la Ley santa del Señor, el verdadero santo exclamará “miserable de mí” y nunca buscará
justificación para su maldad en los pecados de los demás.
Un
creyente podrá caer en pecados muy graves, sufrirá las consecuencias de ello,
pero si realmente conoció al Señor volverá arrepentido ante este, de la misma
manera como lo hicieron los santos en la Biblia. El Salmo 51 es un retrato del
proceso de arrepentimiento verdadero:
-
Busca la piedad y la misericordia del Señor (v. 1)
-
porque sabe que sus pecados son una afrenta contra el Dios santo, los considera
como una rebelión contra aquel que nos ama tanto (v. 2)
-
Sus pecados son considerados por el creyente arrepentido como una gran maldad
de la cual debe ser limpiado (v. 2)
-
El creyente no puede estar tranquilo un minuto de su vida, luego de saber que
ha pecado contra el Dios santo, hizo gran
rebelión (v. 3)
-
Aunque haya causado daño a otros, y se ha hecho daño a sí mismo con su pecado,
lo más terrible es saber que todo pecado nuestro se levanta contra Dios, cuyos
ojos están mirando nuestra maldad. (v. 4)
-
Cuando el creyente ha pecado su conciencia queda impactada por la realidad que
nos aqueja a todo mortal, somos pecadores desde que estamos en el vientre de
nuestra madre (5)
-
El pecado nos deja con una sensación de horrenda suciedad, y por eso el
arrepentido busca la limpieza de su maldad (v. 7)
-
En el verdadero creyente el pecado produce tristeza, dolor, angustia,
abatimiento de espíritu, lo cual le lleva al verdadero arrepentimiento (v. 8)
-
Su estado de humillación es tan grande que no quiere que los ojos del Señor le
vean en ese estado, siente vergüenza delante de Su santa presencia. (v. 9)
-
Se hace consciente de que aún su corazón no es perfecto, falta mucho por crecer
en el amor a Dios, el pecado cometido le deja ver su falta de madurez
espiritual, y por eso pide con súplicas y ruegos que el Señor le transforme
cada día más y más. (v. 10)
-
El creyente que ha pecado teme ser echado delante de la presencia del Señor a
causa de su pecado, como dice el autor de Hebreos: queda con una horrible expectación de fuego, no porque el Señor lo
vaya a arrojar al infierno, sino porque este creyente conoce la santidad de
Dios, y sabe que Dios no soporta el pecado delante de su presencia.
-
No puede experimentar el gozo de su salvación, en medio de su pecado se siente
como un miserable pecador y hasta duda de su salvación, el pecado le lleva a
quitar los goces de la reconciliación con el Señor, el pecado no le quita la
salvación, pero si el disfrute de la misma. (v. 12)
Así
que el pecado en el creyente tiene perdón, como dice 1 Juan 1:9-10 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos
que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros”
Pero
el autor de Hebreos nos dice que hay un pecado del cual no es posible conseguir
el arrepentimiento, y ese pecado es la apostasía, la incredulidad.
Ahora,
el autor de la carta no está enseñando algo contrario a la doctrina de la
perseverancia de los santos o la seguridad de la salvación eterna, pues, el
Espíritu Santo no se contradice a sí mismo, y en muchas partes de las
Escrituras, como ya lo estudiamos en el capítulo 2, se enseña claramente las
doctrinas de la perseverancia final y la seguridad eterna de nuestra salvación.
No
obstante el autor de la carta está presentando un serio peligro en el cual
pueden caer algunos que incluso pueden ser miembros
de iglesias cristianas como la receptora inicial de esta carta.
Ahora
pasemos a la siguiente pregunta.
¿Quiénes son estas
personas que no pueden renovar su arrepentimiento? ¿Se trata de verdaderos
creyentes?
Considero
de gran importancia observar que el autor, siendo su costumbre identificarse
con los lectores de la carta, cuando da exhortaciones, usando las palabras “es necesario que atendamos” (2:1), “Temamos” (4:1), “retengamos nuestra profesión” (4:14), “vamos adelante a la perfección” (6:1);
siendo su costumbre identificar a los lectores y incluyéndose
él mismo en cada una de las exhortaciones, ahora en estos pasajes
(6:4-6) no incluye a los lectores ni se incluye él mismo entre los que recaen o
cometen el pecado de apostasía, sino que ahora dice “...es imposible que los que
una vez...”
Ahora
¿Quiénes son estas personas que no pueden ser renovadas para el
arrepentimiento? ¿Qué les ha caracterizado?
El
autor responde a esto con cuatro participios: fueron iluminados, han gustado, han participado y han gustado.
Algunos
comentaristas creen que estos cuatro elementos hacen referencia a las
experiencias de la vida cristiana como el bautismo, la santa cena, la
ordenación y la proclamación, es decir, que esta gente
apostata participó de estos elementos distintivos de la vida cristiana.
Analicemos
cada uno de estas declaraciones:
Los que una vez fueron
iluminados. (v. 4). La declaración una vez hace referencia a un momento
especial y único en el cual esta clase de personas reciben la luz del
evangelio. Muchos comentaristas cristianos creen que aquí hace referencia al
bautismo, el cual se da una sola vez en la vida cristiana. El bautismo se da
como una señal externa de esa luz interna que el Señor ha obrado en la persona
a través del evangelio. En los primeros siglos de la cristiandad se
acostumbraba a bautizar a las personas en el amanecer, simbolizando esto que
ellos dejaban la oscuridad y ahora estaban bañados por la luz de Cristo. Ahora,
el verbo “iluminado” tiene también el
significado de “conocimiento de la
verdad”, tal y como aparece en Hebreos 10:26.
Aquellos
que creen en la posibilidad de la pérdida de la salvación dirán que esta gente
era salva porque habían conocido la verdad y porque habían sido bautizados,
pero, ¿el ser iluminados con algo de la verdad cristiana significa que la
persona ha sido regenerada? ¿El bautizarse conforme al rito cristiano significa
que la persona es salva?
Veamos
en las Sagradas Escrituras algunos ejemplos:
-
Jesús fue muy claro cuando dijo “el que
creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere será condenado”
Mar. 16:16. El bautismo, para representar lo verdadero debe ser precedido por
el creer sincero, el creer en Cristo, porque lo único que garantiza en mí que
realmente he sido regenerado, que realmente soy salvo es la fe en Él, pues,
seré condenado, no por no bautizarme, sino por no creer. Así que muchas
personas pueden proceder al bautismo, pueden recibir alguna luz del Evangelio,
pues, si se bautizan es porque han comprendido algo del evangelio, pero no
necesariamente han sido regenerados. En Hechos 8 se narra el caso del gran
avivamiento que se dio en la ciudad de Samaria luego de la primera persecución
que se desató en Jerusalén. Los creyentes iban por todas partes anunciando el
evangelio (8:4), dentro de ellos estaba Felipe, quien llega a Samaria, y bajo
su predicación se dan masivas conversiones. Uno de los conversos es un mago que
engañaba a las gentes con sus artes mágicas (8:9-12), el cual recibe alguna luz
del evangelio predicado por Felipe y hace profesión pública de su fe, de su
conversión, bautizándose con el resto de conversos (8:13), pero a pesar de su
testimonio público de fe en el Evangelio, a pesar de haber sido bautizado en
una iglesia bíblica, la condición espiritual de su alma continuaba siendo de
esclavitud, como luego le dirá Pedro, en respuesta a una propuesta
anticristiana que este mago había hecho, al pretender dar una siembra económica
al apóstol con el fin de recibir una unción especial para ministrar el Espíritu
Santo a los demás: “Entonces Pedro le
dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se
obtiene con dinero. No tienes tu parte ni suerte en este asunto, porque tu
corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y
ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de
maldad veo que estás” (8:20-23). Los cristianos hemos sido libertados
del pecado, la verdad nos ha hecho libres, no estamos en prisiones de maldad.
Simón había recibido alguna luz, pero no era regenerado, y la historia de la
iglesia patrística confirma esto, pues, se dice que Simón continuó practicando
la magia y trató de estorbar la predicación cristiana.
Gustaron del don
celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo.
¿Qué pudiéramos pensar de alguna persona que luego de haber sido bautizada
participa de la Santa Cena y en los cultos es ministrado por los distintos
dones que el Señor ha dado a la iglesia? Pudiéremos afirmar que esta persona ha
gustado del don celestial. Ya sea que la declaración don celestial haga referencia al pan de la Cena que simboliza a
Jesús, el verdadero pan del cielo o don del cielo, o al Espíritu Santo que
descendió del cielo, la idea es que esta clase de personas que apostatan de la
fe, han recibido algunos o muchos beneficios espirituales.
Ahora,
los que creen en la posibilidad de que un verdadero salvo pierda su salvación,
ven aquí a un nacido de nuevo, lleno del Espíritu Santo, perdiendo su
salvación. Pero, creo que afirmar eso es ir más allá de lo que el pasaje dice,
pues, en las Sagradas Escrituras se nos mencionan algunas personas que,
habiendo participado de la Cena del Señor y habiendo disfrutado de los dones y
la presencia del Espíritu Santo, nunca fueron tenidos como salvos, eran
incrédulos, no regenerados.
El
Espíritu Santo puede obrar en una persona algunas cosas, sin que esto
signifique que el tal ha sido regenerado, pues, el Espíritu Santo no solo obra
en el converso con su gracia especial, sino que también obra en el incrédulo
con su gracia común.
Uno
de los casos más conocidos en la Biblia es Saúl, quien profetizó porque el Espíritu de Dios vino sobre él con poder
(1 Sam. 10:10), pero la historia de este rey impío nos muestra que no era un
regenerado, se complacía en desobedecer y desechar la voz del Señor, vez tras
vez mostró que no se agradaba en obedecer al Señor, su pecado fue algo
repetitivo, constante, lo convirtió en una práctica, de manera que mostró no tener
un corazón regenerado, como dice 1 Juan 3:8: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio”. No obstante, Saúl profetizó por obra del Espíritu Santo, pero
esto no significa que el Espíritu le había regenerado.
En
las Sagradas Escrituras también se nos menciona el caso de Balaam, el adivino
hijo de Beor. Este profeta pagano conocía algo del Señor, había recibido cierta
luz de la verdad y tenía algún temor de Jehová, pues, cuando los gobernantes de
Moab le piden que maldiga a Israel en su paso por el desierto, Balaam les dice
que debe esperar respuesta de Dios (Números 22:8). Por cierto, Dios habla con
él. Pero por el resto de las Escritura entendemos
que este Balaam era un falso profeta, un no creyente, al cual siempre el
Espíritu Santo lo pone como ejemplo de falsedad dentro de la verdadera
religión, de allí que Pedro diga: “Han
dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo
de Beor, el cual amó el premio de la maldad... luego Pedro dice que todos
los que son como Balaam son fuentes sin
agua, para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre...
ellos mismos son esclavos de corrupción...” (1 Pedro 2:15-19). Este hombre
era un réprobo, un incrédulo, pues, Cristo dice que los que son de él ya no son
esclavos, sino libertos, porque la verdad nos ha hecho libres. Balaam nunca fue
libre de su codicia, porque nunca fue un regenerado, nunca fue un salvo, pero
el Señor lo usó para bendecir tres veces, a través de una palabra profética a
la nación de Israel.
Otro
caso de personas que gustaron y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,
pero que nunca fueron regenerados, que nunca fueron salvos es el caso de Judas.
El estuvo entre los doce que recibieron del Señor autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y
para sanar toda enfermedad y toda dolencia... Sanad enfermos, limpiad leprosos,
resucitad muertos, echad fuera demonios, de gracia recibisteis, dad de gracia”
(Mateo 10:1,8). Este Judas fue uno de los setenta que regresó con gozo luego de
salir en una gira misionera, y se presentó ante Cristo diciendo: “... aún los demonios se nos sujetan en tu
nombre” (Luc. 10:17), pero el final de la respuesta de Jesús deja ver que
muchos podrán ser participes de algunas obras del Espíritu Santo, sin que
necesariamente el Espíritu está obrando en ellos la regeneración, pues, Cristo
les dice: “Pero no os regocijéis de que
los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están
escritos en los cielos” (Luc. 10:20). Algunos de los setenta que echaron
fuera demonios no eran salvos, no estaban inscritos en el libro de la vida,
nunca lo fueron. Pero pudieron echar fuera demonios y sanar enfermos. Jesús
dice que esto se puede hacer solo por el poder del Espíritu Santo: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo
fuera los demonios...” Mt. 12:32.
Mucha
gente que degustó o fue hecha partícipe, en cierto sentido, del Espíritu Santo,
al final recibirán una palabra de condenación, porque ellos nunca conocieron al
Espíritu Santo, nunca fueron obedientes a él, así como Saúl, Judas o algunos de
los setenta, solo quisieron disfrutar de algunas obras sobrenaturales del
Espíritu, pero nunca estuvieron bajo la influencia salvadora de él. no
perdieron la salvación porque nunca la tuvieran, a pesar de estar tan cercanos
al que puede convencer de juicio, justicia y pecado, ellos prefirieron
mantenerse con sus corazones incrédulos. Por eso, al final de los tiempos,
muchos vendrán a Cristo y le dirán: “...
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces Jesús les
dirá: “...Nunca os conocí, apartaos de
mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:22-23), es decir, nunca fueron salvos, si
el Señor nunca los conoció es porque nunca hubo una obra de regeneración en
ellos.
Muchas
personas participaron del Espíritu Santo cuando en medio de la congregación de
los santos se manifestaron los dones que él otorga, ellos se beneficiaron en
alguna medida de la predicación de la palabra, de la profecía, el don de
ciencia, hasta del don de sanación, pero a pesar de estos beneficios
temporales, su corazón continuó en rebeldía contra el Salvador.
Gustaron
de la buena palabra de Dios. Este gustar indica
disfrute, es decir, que estas personas disfrutaron o se gozaron al recibir la
predicación de la Palabra del Señor, tal como pasó en la parábola del
sembrador. (Mt. 13:18-23).
La
mala tierra, en esta parábola, representa los corazones de los hombres que
permanecen en incredulidad, es decir, los no regenerados, y la buena tierra
representa el corazón del creyente, aquel que fue regenerado por el Espíritu
Santo. Jesús nos habla de tres clases de mala tierra.
Primero
la de junto al camino, esta clase de
personas son las que no muestran ningún interés por las cosas espirituales,
pueden escuchar un poco la predicación pero ellos se mantienen en ignorancia y
desinterés por su salvación, Satanás, a
quien se le llama aquí el malo,
arrebata la poca palabra que pudo quedar sembrada en su corazón y en esta
persona no pasa nada, no hay señales de conversión ni interés en iniciar la
vida cristiana.
Segundo,
la de los pedregales. Esta gente si
muestra interés en la predicación de la palabra, tanto que la reciben con gozo,
hay fervor. Ellos manifestarán que por fin encontraron lo que buscaban y
estarán dispuestos a iniciar la vida cristiana, a cumplir con los primeros
pasos de la fe, tal vez se bauticen, participen de la Santa Cena, y hasta
anhelen servir en la iglesia, disfrutarán de la comunión con los santos y
escucharán con atención la predicación de la Palabra del Señor. Todo estará de
maravilla mientras el ser cristiano no implique sufrimientos para ellos, pues,
una vez que lleguen las aflicciones o la
persecución por causa de la Palabra, tropiezan, y retroceden.
Ahora,
no fue que estos llegaron a ser salvos y luego perdieron la salvación por
retroceder, no. Ellos retrocedieron porque no
tenían raíz en sí, no había obra de regeneración, no eran salvos. Todo era
mero entusiasmo, meras emociones, pero al no tener una obra de conversión
generada por el Espíritu Santo, para ellos es fácil regresarse del camino que
habían empezado.
John
Bunyan nos ilustra el caso de los que reciben la palabra con gozo y luego
retroceden, a través de su personaje llamado FLEXIBLE. Flexible, al ver la
angustia de Cristiano por la inminente destrucción que vendrá sobre la ciudad
pecaminosa donde vive, y ver cómo él emprende un peregrinaje para llegar a la
ciudad de Sión, donde tendrá seguridad eterna; decide también acompañar a Cristiano
en su viaje y emprende el peregrinaje de la vida cristiana. En el camino
Flexible le pregunta a Cristiano si él está seguro que la destrucción vendrá
sobre la ciudad donde ellos vivían, y si también está seguro de que al
atravesar la puerta angosta encontrará la ciudad llena de luz donde estarán a
salvo, a lo cual cristiano responde con un rotundo sí, y lee algunos pasajes de
las Sagradas Escrituras. Cuando Flexible escucha estos pasajes de la Biblia que
hablan de las glorias de la ciudad de Sión, él dice que su corazón salta de
alegría y su alma es arrebatada de entusiasmo, tanto que motiva a Cristiano a
caminar más aprisa. Pero Cristiano le dice que no puede ir tan aprisa como
quisiera porque todavía lleva una carga pesada en sus hombros, refiriéndose a
sus pecados. Lo extraño es que Flexible parece no llevar ninguna carga en sus
hombros. Pero muy pronto, estando en esta conversación, tanto Cristiano como
Flexible caen en el Pantano del Desaliento, donde se hunden en medio del fango
y les cuesta mucho salir de allí. Flexible entonces se enoja contra Cristiano,
y le reclama por la falsedad de sus palabras, pues, cómo es posible que él le
prometa encontrar una ciudad donde habrá gozo perpetuo, si el inicio del camino
es tan doloroso y difícil, luego de decir esto y enojarse contra Cristiano
decide regresar a la ciudad de Destrucción, de donde había salido inicialmente.
Tercero,
la de los espinos. Esta clase de
personas también escucha la predicación de la Palabra, y por algún tiempo
pueden caminar en la vida cristiana, pero su corazón no regenerado sigue
apegado a las cosas de este mundo, a las riquezas, a los placeres terrenos, y
así como los israelitas luego de ser rescatados de la esclavitud egipcia,
añoran las comidas de Egipto, anhelan los placeres del mundo, y en vez de
luchar contra ellos, se devuelven del camino para dejarse atrapar nuevamente
por el engaño de las riquezas. Aquí tampoco hubo regeneración, pues, el
creyente verdadero anhela las riquezas que duran para siempre, es decir, las
espirituales.
Creo
que Judas es uno de los ejemplos más claros de aquellas personas que pueden
gustar por un tiempo de la Palabra del Señor, que logran caminar bajo su luz,
pero luego la abandonan, a pesar de conocerla, debido a que el mundo de pecado
todavía gobernaba su corazón. También Demas, quien luego de trabajar en la obra
misionera al lado de Pablo, le abandona amando
mas a este mundo (2 Ti. 4:10).
Y
asimismo gustaron... de los poderes (dunameis) del siglo venidero.
Para comprender esta frase es necesario analizar qué significa “poderes” y qué significa “siglo venidero”. Estos poderes hacen referencia a las señales, y prodigios y diversos milagros
que el autor mencionó en el 2:4 (diversos
poderes - dunamesin). En Hechos 8:13 Simón el mago está atónito al ver las
señales y grandes poderes que se
hacían. Allí se usa la palabra griega dunameis,
la cual significa literalmente poderes, pero que es traducida en la Reina
Valera como milagros.
Ahora,
estos milagros o poderes corresponden al siglo venidero. ¿Qué es el siglo
venidero? En Mateo 12:32; Marcos 10:30; Lucas 18:30 se usa esta expresión para
hacer referencia a la era futura, a la manifestación plena del reino de Dios, a
la consumación de la redención, cuando entremos al estado eterno y las glorias
de la salvación se dejen ver en toda su plenitud. Solo en esa era dorada, que
nunca tendrá fin, conoceremos de manera plena los poderes sobrenaturales, pero
ahora, como un adelanto, podemos ver algunas de estas obras maravillosas. Las
obras poderosas hechas en la era apostólica y obradas también por Jesucristo
son un adelanto del establecimiento final del reino de Dios, es decir, el siglo
venidero: “Pero si yo por el Espíritu de
Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de
Dios”. Mt. 12:28.
Las
Sagradas Escrituras nos muestran claros ejemplos de personas que, habiendo sido
beneficiadas por los poderes del siglo venidero, se levantaron en contra de
Dios y fueron desechadas:
-
Los israelitas. Desde la liberación de Egipto, hasta la entrada a la tierra
prometida, ellos vieron, vez tras vez cómo el poder de Dios obraba para
favorecerles. Vieron cómo el Señor castigó con las plagas al Faraón y a todo
Egipto, mientras que ellos eran cuidados por el poder de Dios y esas plagas no
les afectaban. Cuando estaban saliendo de Egipto el Señor obró milagrosamente
abriendo camino seco en medio del mar y destruyendo a sus enemigos. Luego en el
transitar por el desierto los poderes de Dios obraron a favor de todos ellos:
una nube les protegía de los rayos del sol durante el día, y en la noche una
columna de fuego los iluminaba y guiaba. El Señor enviaba milagrosamente un pan
del cielo, de manera que tuvieron siempre alimento. Cuando la sed les acosó, el
Señor obró poderosamente haciendo brotar agua de la piedra, en medio de los
sequedales. Cuando se les antojó comer carne, el Señor envió milagrosamente
codornices. Cuando los enemigos eran más fuerte que ellos, el Señor les ayudó
derrotando a sus adversarios. Milagro tras milagro, poder tras poder, pero a
pesar de haber recibido tanta luz, de haber visto la gloria del Señor, de haber
escuchado su voz en el Sinaí, muchos de ellos se levantaron contra su Salvador
en incredulidad, rechazaron esta luz, y luego de haberse beneficiado de tantas
obras milagrosas, mostraron su falta de fe y fueron desechados, como dice el
Salmo 95:9-22 “Donde me tentaron vuestros
padres, me probaron y vieron mis obras. Cuarenta años estuve disgustado con la
nación, y dije: pueblo es que divaga de corazón, y no han conocido mis caminos.
Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo”
-
En el tiempo de Cristo muchas personas fueron beneficiadas por los poderes del
siglo venidero. Miles de personas recibieron milagros poderosos de parte del
Señor: cientos de endemoniados fueron liberados, sordos, mudos, leprosos, cojos
y paralíticos recibieron salud en sus cuerpos. Miles de personas fueron
alimentadas milagrosamente, muchos fueron resucitados. Otros, aunque no
recibieron milagros, vieron los poderosos hechos de Jesús. No obstante, la gran
mayoría de ellos no quiso seguir al Salvador. Por eso Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis,
no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os
saciasteis. Trabajad no por la comida que perece, sino por la comida que a vida
eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios
el Padre” Juan 6:26-27
-
En la historia de la iglesia. Hemos conocido a muchas personas que han recibido
algún beneficio de los poderes del siglo venidero: salud en su cuerpo, librados
de grandes problemas, no obstante luego se apartan. Prefirieron recibir los
beneficios temporales de la gracia, en vez de buscar lo eterno, lo celestial.
¿Qué
pasó con estas personas que fueron iluminadas, que gustaron del don celestial,
que fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron de la buena
palabra de Dios y los poderes del Siglo venidero?
Recayeron. ¿Qué significa recaer?
Los
intérpretes de las Sagradas Escrituras han dado varias respuestas:
Primero,
algunos creen que el autor no está afirmando la real posibilidad de que alguien
pueda recaer, sino que es un caso hipotético, es decir, se trata de un hombre
de paja, un hombre no real. Por eso algunos traductores prefieren anteponer a
la palabra caer o recaer el condicional “Sí”, es decir, “Si recaen...”, pero
que el autor está tratando de afirmar que no es posible para estas personas el
recaer.
Segundo,
otros, como Tertuliano, exageran esta afirmación al punto de decir que no puede
haber arrepentimiento de los pecados cometidos después del bautismo,
especialmente para los que cometen pecado de adulterio y fornicación.
Ninguna
de las dos interpretaciones se ajusta al contexto del pasaje.
El
autor ya ha hablado sobre el pecado de la apostasía como algo real en lo cual
podían caer algunos de los miembros de la iglesia receptora de la carta. No se
trata de una utopía o de una posibilidad remota. Es un pecado que está cercano,
como dice Bruce “La advertencia de este
pasaje era una advertencia real contra un peligro real, un peligro que aún está
presente mientras un “corazón malo de incredulidad” pueda “apartarse del Dios
vivo” cap. 3:12”[2].
Siendo
tan constantes las advertencias que el autor da sobre el pecado de la
apostasía, se deduce entonces que algunos lectores estaban corriendo el riesgo
de caer en dicho pecado. ¿Significa esto que un salvo o un regenerado puede
cometer el pecado de apostasía y perderse definitivamente?
Bueno,
ya hemos afirmado en estudios anteriores, por las Sagradas Escrituras, que un
salvo no puede perderse. Tiene la seguridad eterna de la salvación. Pero ¿Cómo
saber si realmente una persona es salva? La Biblia nos dice que un distintivo
especial del salvo es la perseverancia hasta el fin, Jesús dijo: “El que perseverare hasta el fin este será
salvo”. La perseverancia en la fe cristiana es una muestra de que en esa
persona hay obra de regeneración. Ahora, esto no significa que soy salvo porque
he perseverado, pues, entonces la salvación sería por obras, y las Sagradas
Escrituras siempre nos muestran que la salvación es por gracia, por fe, no por
obras. Pero también nos muestra que esta fe salvadora se evidencia en obras de
justicia, en perseverancia.
Pero
¿Acaso no hay contradicción entre la doctrina de la perseverancia y seguridad
de los santos y la advertencia del peligro de apostasía que hace el autor de
Hebreos a los cristianos?
No
hay tal contradicción, pues, el autor no sabe quiénes de los receptores son
regenerados y quiénes no. El está dando una advertencia a una iglesia, la cual
está compuesta por gente que está conociendo cada día más del Salvador, pero
donde algunos ya le conocen de manera personal y han sido regenerados y otros aún
no han sido regenerados, aunque están caminando en la vida que les puede
conducir a tener fe real en Cristo.
El
advierte a todos, porque esa es la responsabilidad de un pastor. Constantemente
debe estar dando exhortaciones a los miembros de la iglesia, porque algunos aún
no han madurado en la fe, porque algunos no han entrado al reposo, algunos aún están
en peligro de regresarse del camino que han emprendido. No son salvos, no son
regenerados, pero ya han dado algunos pasos en la vida cristiana.
Algunos
miembros de nuestras iglesias se encuentran en el peligro de seguir los pasos
de los israelitas en el desierto, como dice Kismetaker: “Los israelitas que cayeron en el desierto habían puesto sangre sobre
las jambas de sus puertas en Egipto, habían comido el cordero de la pascua;
habían dejado a Egipto atrás, consagrados sus primogénitos al Señor y cruzado
el mar Rojo; habían podido ver la columna de nube durante el día y la columna
de fuego durante la noche; habían
gustado las aguas de Mara y Elim y habían comido diariamente el maná que Dios
proveía; habían oído la voz de Dios desde el Monte Sinaí cuando él les diera
los diez mandamientos (Éx. 12-20). Y con todo, estos israelitas endurecieron
sus corazones con incredulidad, y por su desobediencia cayeron y se apartaron
del Dios vivo (He. 3:12, 18; 4:6, 11).”[3]
Estos
israelitas día tras día endurecían su corazón contra la Palabra del Señor. A
pesar de haber vivido y gustado de tantas bendiciones espirituales, ellos, de
manera consciente, voluntaria y deliberada, se oponían a la voz de Dios, este
es el inicio de la apostasía. Esto es recaer. Que habiendo conocido muchas
cosas de la Palabra de Dios y habiendo disfrutado de algunos beneficios de la
vida cristiana, una persona, de manera consciente rechace el mensaje divino.
Ahora,
el pecado de apostasía no se comete de la noche a la mañana, es un proceso
gradual. Empezamos rechazando algunas doctrinas o mandatos y luego terminamos
rechazando al salvador.
Un
ejemplo actual son las iglesias protestantes apóstatas de hoy, entre las cuales
puedo mencionar a algunas denominaciones presbiterianas, anglicanas o
episcopales, luteranas, reformadas y pentecostales. Algunas de estas
denominaciones en USA y Europa iniciaron como verdaderas iglesias cristianas.
Conocían y vivían conforme a la doctrina bíblica. Pero algún día, a uno de sus
pastores se le dio por amoldarse un poco a la filosofía de la época, por
ejemplo, se amoldó al feminismo reinante, no quiso que la sociedad viera a la
iglesia como una institución anticuada que todavía establece diferencias entre
los roles que Dios designa para los hombres y los roles para las mujeres,
entonces, abandonó la clara enseñanza de las sagradas Escrituras y suprimió
esta diferencia. Al inicio solo designó a algunas damas para que predicaran en
algunos cultos de la iglesia, luego no tuvo problema en “ordenar” a algunas
diaconisas, luego le pareció que no era tan violatorio de los mandatos divinos
el ordenar a algunas damas al ministerio pastoral, a pesar de la prohibición
bíblica, pero habiendo iniciado el camino de la apostasía, es decir, rebelarse
conscientemente en contra de los mandatos claros de la Palabra de Dios, no
tiene problemas en continuar rebelándose en contra de todos los principios
escriturales. Hoy día estas iglesias están ordenando lesbianas y homosexuales
al ministerio, favorecen el divorcio, no tienen problemas con el aborto, niegan
la divinidad o exclusividad de Jesús como Salvador, se unen ecuménicamente con
los judíos, musulmanes, chamanes y brujos. Ellos han caído en grave estado de
apostasía.
Esto
es lo que significa recaer.
¿Por
qué no pueden ser renovados otra vez para arrepentimiento? ¿Acaso hay algo
imposible para Dios?
Es
importante resaltar que en las exhortaciones anteriores el autor usa, casi
siempre, el pronombre en primera y segunda persona nosotros y vosotros, pero aquí en el verso 6, usa pronombres en
tercera persona aquellos y ellos. “Porque es imposible…y recayeron, sean otra
vez renovados para arrepentimiento”.
El
significado más probable de esta declaración es que es imposible que una
persona sea traída nuevamente al arrepentimiento, luego de haberse apartado del
Dios vivo. ¿Por qué? Porque su corazón se ha endurecido de manera que ya no
puede, ni quiere volver al Dios verdadero.
¿Acaso
el Señor no podrá regenerar su corazón? Bueno, si el Señor lo quiere hacer,
entonces lo hará, pero, es posible que el autor también nos esté diciendo, que
en el caso de un apóstata Dios no quiere traerlo al arrepentimiento nuevamente.
Este pasaje guarda una estrecha relación con 1 Juan 5:16 “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá,
y Dios le dará la vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de
muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida” o Lucas
12:10 “A todo aquel que dijere alguna
palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado”.
El
pecado de apostasía es uno de esos pecados del cual no hay vuelta de hoja, no
es posible el arrepentimiento, por dos razones: La persona que ha endurecido su
corazón nunca procederá al verdadero arrepentimiento, porque a este le ha
acontecido lo mismo que el efecto producido por una vacuna, en el cual, a la
persona se le inocula una pequeña dosis del virus o el veneno, de manera que se
vuelve imposible que el virus completo o el veneno le haga daño; así sucede con
alguien que habiendo conocido la verdad, habiendo recibido un poco de la luz
del evangelio y disfrutado de algunos beneficios de la fe cristiana, luego se
aparta, rechazando de manera voluntaria y deliberada al salvador, él ya está inmunizado
para proceder al arrepentimiento.
La
segunda razón es que la persona que comete pecado de apostasía se encuentra
bajo la ira de Dios, su paga será la condenación eterna, así como Dios no
perdonó a los israelitas apóstatas y los destruyó en el desierto de su
peregrinaje, de la misma manera, estos rebeldes están destinados para recibir
la justa condenación por su pecado, ¿Porqué este pecado es tan grave? Porque
ellos crucifican de nuevo para sí mismos
al Hijo de Dios, exponiéndole a vituperio.
Ahora,
esto no significa que ellos crucifiquen literalmente al Señor Jesucristo o que
lo vuelvan a exponer a vituperio, es una metáfora, la cual indica la gravedad
del pecado de apostasía.
Ahora,
como dice Kistemaker “El que ha caído de
este modo declara que Jesús debiera ser eliminado. Así como los judíos querían
sacar a Jesús de esta tierra y por ello lo alzaron del suelo en una cruz, del
mismo modo el apóstata le niega a Jesús un lugar, lo destierra de este mundo y,
metafóricamente, crucifica otra vez al Hijo de Dios. De esta manera trata a
Jesús con persistente menosprecio y escarnio, y con pleno conocimiento comete
el pecado para el cual ya no existen ni arrepentimiento (6:6) ni sacrificio
(10:26). El pecador puede esperar el juicio de Dios que llegará a él como “un
fuego devorador que consumirá a los enemigos de Dios” (10:27)”[4]
En
conclusión, la exhortación de Hebreos 6:4-6 está dirigida a las iglesias, a
todos los miembros de todas las iglesias cristianas, pues, el pecado de
apostasía no lo puede cometer el que no conoce nada del evangelio, o el incrédulo que nunca asiste a la iglesia, no, este pecado
lo cometen aquellos que como Israel, han salido de Egipto, han visto los
poderosos hechos del Señor, han escuchado la palabra del Señor, ha sido
bautizado pasando por en medio del mar, ha comido el don celestial, el maná,
han sido beneficiado por los dones del Espíritu, y a pesar de haber recibido
tanta luz, deciden de manera voluntaria y consciente rechazar a Cristo,
rechazar el amor del Padre blasfemando así contra el Espíritu Santo.
Es
una advertencia para todos.
Buena la exegesis, aclara muy bien el panorama de Hebreos 6. Bendiciones
ResponderEliminarHola yo me aparte por un año de Dios, pero bolvi hace un año tengo esperanza??
ResponderEliminargracias por su exlicacion BENDICIONES
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