Pastor Julio:
Buenas tardes. Le escribo con un poco de pesar y tristeza por que hoy escuché lo que se podria llamar una herejia por parte del Pastor de la iglesia, hacia una líder.
Resulta que durante la predicación, el pastor comenzó
a profetizar y en una de sus profecías voltea a mirar hacia una de las líderes
y le dice: “Dios te dice que desde hoy en
adelante tu le puedes levantar juicio a quien tu quieras, él te da el poder de
decidir a quien Dios le da o le quita, tu puedes levantarle juicio a quien tu
creas que le está haciendo daño al ungido o a la iglesia.”
Y ahora esta líder dice: “Cuidado con el que se meta conmigo, le puedo levantar un juicio.”
Desde luego, lo poco que he estudiado, si lo he digerido bien, personalmente no creo que ni el pastor ni la lider tengan poder para levantarle juicios por parte de Dios a nadie; no es que yo no crea en esto, pero se ha desatado una moda de profetizar y de apóstoles dándole poderes a todo mundo que lo que primero vino a mi mente fue Deuteronomio18: 19-22, desde luego yo sé que si Dios quisiera nos borraria a todos de la faz de la tierra pero no por gusto de una persona .
Amablemente solicito de su ayuda. Mil gracias por todo
Bendiciones.
Apreciado hermano.
Con toda razón usted experimenta esta gran preocupación, no es para
menos, pues, indudablemente este “pastor” no conoce al Señor, y es contrario al
Espíritu de Dios. Él está asumiento una autoridad que no le pertenece.
Aunque la predicación del evangelio también será de juicio para el que
no cree (Mr. 16:16; Jn. 3:18; no obstante, este juicio no se hará ahora, sino
en el gran día que Dios ha preparado para ello (Jn. 5:29; mientras tanto, la
iglesia debe anunciar el evangelio, invitando a los hombres al verdadero arrepentimiento
y a la reconciliación con Dios. Este no es el tiempo de la condenación, sino el
de la salvación: “Porque no envió Dios a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él” (Jn. 3:17).
En una oportunidad los apóstoles fueron a una aldea samaritana con el
fin de preparar posada para Cristo, pero la gente de la aldea no quiso,
entonces los apóstoles se llenaron de indignación, y es posible que hayan
pensado. ¿Qué se creaía esta gente que se atreven a despreciar al maestro? Y ellos
pidieron a Jesús que les permitiera rogar al cielo para que cayera fuego del
cielo y los consumiera: “¿Quieres que
mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Pero,
¿qué les dijo Jesús?: “Si, mis discípulos, les autorizo para que lancen
maldición sobre estos perversos que se han levantado contra el ungido”. No, esa
no fue la respuesta, porque Jesús y el evangelio, en este tiempo presente,
tienen como propósito la salvación de los hombres, no su condenación: “Entonces, volviéndose él, los reprendió,
diciendo: vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el hijo del hombre no
ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.” (Lc.
9:52-56).
Los apóstoles de Cristo, y los verdaderos
pastores, están en el mismo espíritu, por eso Pablo pudo decir: “18. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo
mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación; 19. que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación. 20. Así
que, somos embajadores en nombre de
Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Cor.
5:18-20).
Ahora, esto no significa que los
pastores, y la iglesia, no pueden juzgar el pecado dentro de sus filas. La iglesia
es santa y debe preservarse como tal. Para ello Dios nos manda a predicar todo
el consejo de Dios, el cual contiene serias advertencias para todos aquellos
que se atreven a andar practicando el pecado. Toda la Biblia abunda en
exhortaciones y advertencias. Los pastores y predicadores deben denunciar el
pecado en sus predicaciones, siempre invitando al arrepentimiento y advirtiendo
las terribles consecuencias que vendrán sobre los que no se arrepienten. El fin
de hacer esto es traer a las personas a salvación.
Pero ninguna persona en particular,
ni siquiera los pastores, pueden juzgar, condenar y levantar juicio contra una persona;
sino que la Iglesia local, compuesta por sus ancianos, diáconos y miembros, luego
de seguir un proceso justo, puede poner en disciplina o expulsar a una persona
de sus filas. Jesús autorizó a la Iglesia para que disciplinara a sus miembros
(Mt. 18:15-20), y también Pablo le ordena a una iglesia local para que se
reúnan, juzguen y expulsen a un adúltero que estaba ofendiendo el nombre de
Cristo y estaba mancillando la santidad de la iglesia con su mala conducta
escandalosa (1 Cor. 5:1-11).
No obstante, la disciplina
eclesiástica no tiene como fin maldecir o condenar, sino, restaurar al pecador
(Gál. 6:1).
El don de la profecía no fue dado a
la iglesia para levantar juicio de maldición contra otros, sino para “edificación, exhortación y consolación”
(1 Cor. 14:3). Si alguien pretende usar un supuesto don de profecía para
amenzar a las otras personas, entonces el tal no tiene al Espíritu de Cristo
sino al demonio, el cual vino para: matar,
hurtar y destuir.
Si una persona se cree apóstol, con
el fin de ejercer una autoridad tirana sobre los demás, buscando que nadie
cuestione sus malas acciones y amedrentando al resto con sus vanos poderes, el
tal obra por un poder contrario al de los verdaderos apóstoles, los cuales
dijeron: “Porque aunque me gloríe algo
más todavía de nuestra autoridad (apostólica), la cual el Señor nos dio para edificación
y no para vuestra destrucción” (2 Cor. 10:8).
El falso concepto del “ungido” e “intocable”
ha invadido a las iglesias evangélicas con el fin de someter en miedo y temor a
los indoctos feligreses que son víctimas de abusos de falsos pastores y
seudoapóstoles. El fin de esta falsa doctrina, que tergiversa las palabras de
un texto bíblico, es oprimir, esclavizar, robar y manipular a las
congregaciones. Pero estos no son ungidos sino falsos pastores, amantes de su
vientre, amantes del poder, la vanagloria y el dinero.
Los pastores pueden ser, incluso,
disciplinados por las iglesias, cuando estos caen en pecados escandalosos. El apóstol
Pablo, instruyendo sobre las responsabilidades de los ancianos o pastores (u
obispos) y del deber de las iglesias para con ellos, dice: “Contra un anciano no admitas acusación sino
con dos o tres testigos” (1 Tim. 5:19). Los pastores o líderes de las
iglesias pueden ser disciplinados por la asamblea de miembros si hay una justa
causal. No es verdad que la maldición de Dios caerá contra aquellos que, con
justa razón, cuestionen la moral o el mal comportamniento de sus líderes.
Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez
Nota: Usted puede ver la respuesta a esta y otras
preguntas ingresando a: http://forobiblico.blogspot.com/
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