Responsabilidades de los que luchan vigorosamente
por la doctrina
La constante edificación
Judas 20
Introducción:
Los
seres humanos, por lo general, tendemos a ser muy activos. Nos es difícil
mantenernos quietos o impasibles frente a los retos que nos ofrece esta vida.
El ser activos forma parte de las responsabilidades que Dios le ha dado al
género humano. Una vez que Dios creó a Adán le asignó responsabilidades.
De
la misma manera, cuando nosotros llegamos a la fe cristiana, nos son asignadas
muchas responsabilidades con el fin de que nuestro crecimiento espiritual sea
constante, y evitar así quedarnos estancados en una perenne incipiente vida
cristiana.
Pero
no siempre el activismo o el mantenernos en ciertas actividades, aparentemente
espirituales, garantiza nuestro crecimiento cristiano. Pues, el ejercicio en
determinadas actividades no siempre asegura que estaremos creciendo en los
asuntos espirituales.
Ya
hemos visto, con nuestro pastor Judas, que los falsos profetas se mantienen muy
activos y constantemente están trabajando con el fin, no de edificar, sino de
engañar, seducir, destruir y explotar. Es muy común que los falsos profetas
también mantengan a sus incautos seguidores en un activismo, aparentemente
espiritual, con el fin de distraerlos y no darles espacio para reflexionar
bíblicamente, pues, si ellos hacen esto, de seguro se desmarcarán de sus
torcidos caminos.
Pero
las actividades “espirituales” que hacen los incautos seguidores de los falsos
profetas que hay dentro del cristianismo no tienen como fin el que ellos
dependan más y más de Dios, de su Palabra y de Su Espíritu, sino lo contrario,
que cada día dependan de su líder “ungido”. Aunque los falsos maestros invitan
a su gente a leer, memorizar y “confesar” diariamente las Escrituras, ellos
solo deben repetir ciertos versículos de la Biblia que contienen “promesas”,
especialmente materiales y relacionados con los deseos naturales, de este
mundo. Pero por lo general estas son promesas descontextualizadas y mal
interpretadas.
Estos
falsos maestros muy pocas veces animan a su gente a escudriñar TODAS las
Escrituras, buscando en ellas la verdad que Dios revela de sí mismo, del
hombre, del pecado, de la santificación, de la vida cristiana. No obstante, la
gente se mantiene constantemente repitiendo versículos bíblicos y ellos creen
que están creciendo espiritualmente porque, así como el brujo o el practicante
de algunas religiones orientales paganas, repiten su mantra que de una manera
mágica producirá ciertas cosas positivas en ellos. Los falsos maestros engañan
a su gente haciéndoles creer que repitiendo como loros ciertos versos de la
Biblia, por lo general descontextualizados, la Palabra obrará milagrosamente en
ellos, trayendo a la realidad tangible, cosas que están en el mundo de las
ideas inmateriales. Pero entre esto y el chamanismo oriental no hay ninguna
diferencia. Las personas que toman de esa manera la Biblia no experimentan
ningún crecimiento espiritual, sino una constante dependencia del predicador
“ungido” que semana tras semana les va indicando los pasajes que contienen
“poderosas promesas” que deben memorizar.
De
la misma manera estos falsos maestros distraen a la gente invitándoles para que
oren constantemente repitiendo palabras “poderosas” tomadas de la Biblia, las
cuales, si se repiten cientos de veces, de una manera mágica harán que se le
cumplan sus deseos y anhelos. Se les invita a orar constantemente en “lenguas”,
que no es más que la repetición constante de palabras sin sentido, las cuales
no evidencian ser lenguas o idiomas, como si lo eran los dones de glossolalia
en los tiempos apostólicos. Estos mantras evangélicos no edifican, sino que
crean una dependencia continua y creciente por estas vanas e inútiles
repeticiones.
Pero
el fin de todo es que las personas dependan constantemente de su predicador
ungido. La falsa doctrina actúa muy parecida a las drogas alucinógenas, ella
crea dependencia, y los incautos que caen en esta red mundial de delincuencia
espiritual, se vuelven dependientes de sus líderes y profetas. Constantemente
deben estar en sus reuniones de avivamiento, esperando recibir el toque, la
unción, el poder y el milagro que solo vendrá cuando las manos poderosas y la
palabra ungida del predicador sean puestas sobre el creyente, pero a los pocos
días el efecto producido por los toques y palabras mágicas del predicador
habrán pasado, y entonces se hace necesario acudir a otra noche o mañana de
“poder” donde reciba la “nueva unción” del predicador.
No
obstante, los creyentes verdaderos deben caracterizarse por ser activos, por
trabajar fervientemente en su edificación, pero haciendo las actividades
correctas, las cuales no son estipuladas por ningún moderno predicador o
profeta, sino por la autoridad absoluta de la Palabra de Dios.
Empecemos
a analizar con Judas cuáles son esas actividades en las cuales debe ocuparse
todo cristiano, de manera que sea librado de la influencia perniciosa y nociva
de los falsos profetas, pero que a la misma vez, pueda crecer verdaderamente en
las gracias y virtudes cristianas.
En los versos 20 al 21 Judas exhorta a los
creyentes para que se ocupen en 4 actividades que les ayudarán realmente a ser
edificados espiritualmente, y a la misma vez les librarán de caer bajo las
garras de los falsos profetas. Estas 4 actividades cristianas están indicadas
con 4 verbos: Edificar, orar, conservar y esperar:
1.
La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2.
La constante oración en el Espíritu Santo. “orando
en el Espíritu Santo” (v. 20)
3.
La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el amor de Dios” (v. 21)
4.
La constante espera en la misericordia divina. “esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”
(v. 21)
1.
La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
Analicemos
esta declaración de Judas siguiendo la siguiente estructura:
a.
El significado de la edificación
b.
El medio usado para la edificación
c.
Carácter de la edificación
a.
El significado de la edificación. Pero
vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe.
En
esta última sección de la carta, Judas cambia el tono de su discurso y
nuevamente, tal como en el verso 3 y en el 17, deja ver que se dirige a los
“amados”, a los hermanos que junto con él están caminando en la doctrina
bíblica que recibieron de los apóstoles
Los
creyentes, aquellos que luchan en contra de la falsa doctrina y denuncian a los
falsos profetas, no están confiados en sí mismos, ni se jactan de estar firmes,
sino que, conociendo los peligros de la falsa doctrina y el riesgo que todos
corremos de deslizarnos en pos de lo falso, entonces nos mantenemos activos, no
solo en denunciar a los pseudo-profetas, sino en una constante edificación que
nos permita estar firmes, sin desmayar, en la verdadera fe.
El
término edificar[1] es
tomado del ramo de la construcción. En la Biblia se utiliza muchas veces la
imagen de un edificio o una casa para representar el crecimiento de la Iglesia
y la vida cristiana. Jesús dijo que él edificaría a su iglesia (Mt. 16:18). En
este contexto edificar hace referencia a construcción, es decir, que Jesús
pondría las bases y el fundamento para la Iglesia, pero a la misma vez él sería
que el que la continuaría levantando. Jesús dijo que algunos hombres edifican
sobre la arena, mientras que otros edifican sus vidas sobre la roca, es decir,
sobre las enseñanzas de Jesús (Lc. 6:48-49). Edificar en este pasaje se refiere
a moldear la vida conforme a las enseñanzas de Cristo, siendo obediente a ellas
y confiando plenamente en él como el verdadero fundamento que da seguridad a
una vida perdurable que glorifica a Dios.
Las iglesias bíblicas están en constante edificación: “Entonces las iglesias tenían paz por toda
Judea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se
acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hch. 9:31). En este
pasaje, edificar hace referencia al fortalecimiento espiritual que ellas
recibían por la acción del Espíritu Santo, conduciéndolas a andar en el temor
del Señor.
Judas
insta a los creyentes para que se edifiquen a sí mismos y también mutuamente,
pues, hay grandes peligros que acechan a la iglesia, y no podemos quedarnos
conformes con el ABC de la doctrina cristiana, sino que se pide a todos el que
avancemos y continuemos profundizando en ella. Es por ello que el autor de
Hebreos también advierte a sus lectores del peligro de la apostasía y les dice:
“Por tanto, dejando ya, los rudimentos de
la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Heb. 6:1). Esto no
significa que los creyentes vamos a despreciar las doctrinas básicas e
iniciales como el arrepentimiento, la fe para salvación, el castigo eterno,
entre otras, no, todo lo contrario. Todo verdadero creyente debe empezar con
estas doctrinas básicas, pero debe seguir creciendo, debe seguir profundizando
en la fe cristiana, pues, de lo contrario, corre serios peligros de ser
zarandeado por las falsas doctrinas. El apóstol Pablo en 1 Corintios capítulo 3
dice que los creyentes son “edificio de
Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito
arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mira como
sobreedifica.” (v. 9-10). La palabra edificar en este pasaje también hace
referencia a la construcción de una vida cristiana cimentada en la Palabra de
Cristo.
De
manera que cuando Judas nos dice que estemos edificándonos, está exhortándonos
para que nuestra vida cristiana sea de constante crecimiento, de madurez, de
avanzar en la carrera espiritual, de proseguir en la lucha sin desmayar, de no
quedarnos en el principio, sino que nos ejercitemos para que cada día seamos
creyentes más y más fuertes en nuestra vida espiritual.
Pero
¿Cómo nos edificamos? Algunas personas creen que nuestra edificación consiste
en tener 10 días de ayuno, o hacer vigilias toda la noche, o cantar con mucho
entusiasmo durante un largo culto de “avivamiento”, o que un predicador
“ungido” ponga sobre ella sus manos y le transmita poder llevándola a sentir
temblores frenéticos hasta que caiga desmayada al piso. Pero realmente eso
sirve de poco para la edificación de una vida cristiana sólida. Analicemos, en
el segundo punto de nuestro estudio, sobre qué bases nos edificamos.
b.
El medio usado para la edificación. “edificándoos
sobre vuestra santísima fe”
Judas
tiene una visión espiritual aguda y él puede observar cómo algunos creyentes a
los que escribe pueden estar en peligro de ser atrapados por la falsa doctrina,
de manera que los exhorta para que se ejerciten en lo que verdaderamente les
dará una edificación segura y férrea, permitiéndoles esto crecer
espiritualmente y a la vez librarlos de los engaños de los falsos profetas.
Esta
edificación real, duradera y protectora se encuentra en la fe. Judas dice que
deben edificarse en la fe. La palabra fe tiene varias acepciones en las
Sagradas Escrituras: por un lado puede referirse a la confianza que depositamos
en el Señor, o, puede referirse al conjunto de doctrinas sobre las cuales se
cimienta el cristianismo. Es evidente que en este pasaje la palabra fe hace
referencia a la última acepción. Ya en el verso 3 nuestro autor usó la palabra
fe en el mismo sentido cuando invitó a sus lectores a que “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos”. Esta fe es aquel cuerpo doctrinal que caracteriza al cristianismo.
En este sentido se utiliza en muchos lugares de las Escituras: “Solamente oían decir: Aquel que en otro
tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba” (Gál.
1:23).
Ahora,
este es un asunto de vital importancia, que usualmente es descuidado por los
creyentes, las iglesias y los pastores. En muchas ocasiones nos concentramos en
otros aspectos de la edificación espiritual, como: la oración, el servicio,
asistir a los cultos, ofrendar, evangelizar, entre otros. Todo esto está bien,
pero la edificación sólida debe estar fundamentada en un conocimiento doctrinal
férreo, pues, solo la Palabra de Dios, bien entendida, tiene la capacidad, por
la aplicación del Espíritu Santo a nuestros corazones, de darnos crecimiento,
madurez y solidez. Algunos hermanos, tal vez bien intencionados, solo predican
lo que ellos llaman “sermones prácticos”, en los cuales enfatizan algún aspecto
de la obediencia cristiana, y en casos extremos convierten al cristianismo en
mero activismo. Pero la verdad es que el cristiano y las iglesias solo pueden
tener crecimiento sólido, integral y real, cuando éste se fundamenta en la
doctrina apostólica bien interpretada y bien explicada.
El
Nuevo Testamento nos presenta con claridad que el mayor énfasis que se daba en
los cultos y en la vida cristiana, era el conocimiento de la doctrina bíblica.
Ahora, esto no significa que el mero conocimiento intelectual o racional de las
doctrinas garantizan una vida espiritual ferviente y agradable a Dios, puesto
que la oración y la comunión diaria con Dios
a través de una confianza vigorosa son necesarias. No obstante, si un
creyente desea crecer espiritualmente, entonces el principal alimento que debe
consumir es la doctrina cristiana. Ella es como un muro alto que impide que el
embate de los vientos y las mareas de error y pecado causen estragos en
nosotros. Es por eso que encontramos numerosas exhortaciones en la Biblia
animándonos a conocer y profundizar en la doctrina que fue enseñada por los
verdaderos apóstoles del Cordero y los profetas: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con
otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). Este
pasaje retrata a una iglesia que no desestimó la enseñanza doctrinal como si
fuera algo adicional o tangencial a la vida cristiana, sino que la presenta
como el primer elemento que debe caracterizar a una iglesia pujante
espiritualmente. La Iglesia de Corinto era una congregación carismática y ellos
usaban buena parte del culto haciendo manifestaciones orgullosas de su
capacidad de hablar milagrosamente en otros idiomas o en otras lenguas, y el
apóstol Pablo les exhorta para que abandonen esa práctica egoísta que no
conduce a un crecimiento espiritual, sino que se dediquen a la enseñanza
doctrinal: “Ahora, pues, hermanos, si yo
voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con
revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? (1 Cor. 14:6).
El apóstol Pablo en su carta a los Efesios desarrolla conceptos doctrinales de
gran profundidad respecto a la persona de Cristo y la doctrina de la Iglesia, y
con eso procura que los creyentes puedan madurar al recibir el alimento
doctrinal sólido: “Para que ya no seamos
niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error, sino que siguiendo la verdad
en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…”
(Ef. 4:14-15). Pablo está mostrándonos que no puede haber verdadero crecimiento
espiritual sino profundizamos en la verdad, es decir, en la doctrina.
La
fe en la cual nos edificamos es la enseñanza doctrinal cristiana. Los períodos
de mayor decadencia en la historia de la iglesia cristiana, han estado
caracterizados por un conocimiento doctrinal pobre y por la mediocridad de la
enseñanza doctrinal desde el púlpito. No así con los períodos de avivamiento y
robustez. El poderoso avivamiento de la reforma evangélica del siglo XVI se
caracterizó por un amor profundo, de parte de los pastores y los creyentes,
hacia el conocimiento de la doctrina bíblica. En ese período se escribieron
muchas confesiones de fe y catecismos, todos preparados con excelencia, mucho
cuidado y mucho estudio, de parte de idóneos y piadosos pastores-teólogos, a través de los cuales se buscaba nutrir
sólidamente la fe de los creyentes.
Cuando
en el siglo XVII las iglesias habían dejado de lado la doctrina evangélica que
recibieron de sus padres los reformadores, y en consecuencia el liberalismo, la
inmoralidad y la frialdad espiritual estaban causando estragos en la iglesia,
entonces Dios envió otro poderoso avivamiento, y el resultado fue una iglesia
floreciente, piadosa, llena de vitalidad. Pero ¿Cuál fue la marca distintiva de
ese período? El profundo conocimiento doctrinal. Los puritanos se esforzaron en
redactar confesiones de fe y catecismos que ayudaran a los pastores en su labor
de edificar a los santos. Durante ese tiempo se dio la deseada combinación de
tener pastores que eran, a la misma vez, piadosos hombres entregados al Señor y
poderosos teólogos que exponían con claridad y sencillez la doctrina bíblica.
Si
queremos tener en nuestro siglo y en nuestros países avivamientos poderosos,
entonces debemos iniciar enseñando con claridad y profundidad las preciosas
doctrinas bíblicas. Pero, alguien podrá decir ¿La doctrina no es un invento de
los hombres, no es la redacción humana de dogmas y conceptos? Judas nos dirá
que no. La verdadera doctrina procede del Dios Santo.
c.
Carácter de la edificación. “Edificándoos
sobre vuestra santísima fe”
La
doctrina cristiana, aquella que es verdadera, no procede de la imaginación de
los hombres, sino que ella bebe de la fuente más pura y excelsa que puede
haber, es decir, de Dios. La doctrina bíblica no es más que la enseñanza
recibida de Dios, a través de su Palabra, la cual es inspirada por el Espíritu
Santo. Esta fe en la cual los santos se edifican es santísima porque procede
del Santo. “Esta fe es un don de Dios que le es confiado a los cristianos, y
que es descrita en forma superlativa como . Esta fe que se
origina en Dios es perfecta, pura e incomparable. Los creyentes deben
esforzarse lo más posible para fortalecer a sus hermanos con este precioso don
que poseen juntos”[2].
Jesús dijo que la doctrina verdadera procede de Dios: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me
envió” (Jn. 7:16).
Algunas
personas creen ser edificadas cuando escuchan a algunos supuestos “profetas”
hablando las fábulas que inventan sus mentes exaltadas, y constantemente están
buscando estas experiencias. Pero de la única manera que puedo estar seguro de
estar edificándome en Dios, conforme a Su voluntad, es cuando estoy aprendiendo
la doctrina que fue enseñada por los apóstoles y profetas verdaderos, y que nos
ha sido transmitida a través de las Sagradas Escrituras, y que las iglesias
verdaderas la han profesado a través de sus credos y confesiones históricas.
Cuando estudiamos la doctrina, estamos conociendo a Dios, conociéndole a él somos conformados a la
imagen de Cristo, y crecemos en santidad. “Y
ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene
poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hch.
20:32).
La
verdadera doctrina solo se conoce a través de las Escrituras. De manera que
Judas nos llama a conocerla, a estudiarla, a analizarla, pero también a
obedecerla. La verdadera doctrina conduce al creyente a una práctica verdadera
de la fe. La verdadera doctrina no consiste en elucubraciones sobre temas
absurdos, sino que ella se deleita en conocer al Dios que se revela en las
Sagradas Escrituras. Ella es santísima porque se centra en el Dios santo que
nos es revelado en Su Palabra. “… la fe que sustentamos – o, mejor dicho, que
nos sustenta – no es meramente la opinión personal de uno mismo, sino la
revelación que vino de Jesucristo y fue conservada y transmitida dentro de la
Iglesia, siempre bajo el cuidado y la dirección del Espíritu Santo, de
generación en generación”[3].
La
verdadera doctrina es santísima porque nos conduce a apartarnos del pecado y a
vivir una entrega real a Dios, pues, al conocer su Palabra, lo conocemos a Él,
y el Espíritu nos lleva a vivir para Él.
La
doctrina bíblica, expuesta de manera fiel, clara y siendo aplicada por el
Espíritu Santo al corazón del creyente, es un poderoso instrumento para
transformarnos a la imagen de Cristo.
Aplicaciones:
-
Hermanos, ¿Cuáles son las actividades espirituales en las que más te ocupas? Recuerda,
que aunque muchas de esas actividades son necesarias para la extensión del
Reino de Cristo en la tierra, no obstante, debes darle prioridad a aquellas
actividades que producen una real edificación.
Hemos visto con Judas que somos edificados cuando cimentamos nuestra
vida en la fe cristiana, es decir, en la doctrina que hemos aprendido de los
apóstoles, los cuales la aprendieron de Jesucristo mismo. ¿Estás aprendiendo
esta doctrina? La responsabilidad incluye dos aspectos: primero, debemos ser diligentes
en el estudio personal de las Sagradas Escrituras. Orar fervientemente para que
el Señor ilumine nuestras mentes al escudriñarla, y luego meditar en ella, no
solo en las preciosas promesas que contiene, sino también en sus mandatos y
enseñanzas. Y segundo, es nuestra responsabilidad acudir a los cultos, escuchar
los estudios bíblicos, estar atento a las predicaciones, porque allí nuestros
pastores nos enseñan la doctrina apostólica, la cual, nos ayudará a ser
librados de la acción de los falsos profetas. No olvides esta doble
responsabilidad: Estudio personal de la Palabra de Dios y estudio colectivo
escuchando a los pastores y predicadores que Dios da a la iglesia. Las dos
cosas se deben hacer. Si solo estudiamos personalmente las Escrituras, y no estamos
atentos a la enseñanza de los ancianos, entonces corremos el peligro de armar
nuestra propia y antojadiza doctrina. Y si solo estamos atentos a la enseñanza
de los pastores, y descuidamos nuestro estudio personal, entonces no tendremos
criterio para detectar si algún día nuestros pastores enseñan doctrina falsa.
Muchos creyentes se confían en que, siendo que sus pastores son muy bíblicos y
están en armonía con la doctrina histórica que han profesado los santos de
todos los tiempos, entonces, todo lo que ellos enseñen o hagan estará bien.
Pero esto no siempre es así. El famoso predicador de radio Harold Camping,
presidente de Family Radio, por muchos años enseñó muy buena doctrina, y muchos
creyentes lo escuchábamos con agrado. Pero luego empezó a interpretar
erróneamente las Escrituras, elucubrando sobre los eventos del fin, e
interesándose por descubrir fechas exactas del arrebatamiento y el juicio
final, lo cual le condujo a doctrinas erróneas sobre la importancia de la
iglesia local en la redención y santificación de los creyentes, sobre el
destino de los malvados y la eternidad sufriente en el infierno.
-
Amigos que aún no conocen la pureza doctrinal que nos enseña la Palabra de
Dios. Es muy probable que ahora no tengas ningún interés real en ella, pues,
has aprendido que lo importante es tener fe en Dios y fe en Cristo. Pero la fe
no es un paso en la oscuridad. La verdadera fe debe estar fundamentada en la
verdad, y será imposible tener la fe salvadora si no tengo un conocimiento de
quién es Dios, cuáles son sus exigencias, de su santidad, de su ira, de su
justicia, de su amor y su misericordia. Te invito para que, con la ayuda de un
buen libro de doctrina cristiana, o de un pastor o hermano versado en la fe
bíblica, aprendas a conocer estas verdades esenciales, y, es posible, confiados
en la misericordia divina y la acción soberana del Espíritu Santo, que llegues
a comprender la situación de condenación en la que te encuentres, y procedas al
verdadero arrepentimiento, entregando tu vida al único que puede salvar tu vida
de las enseñanzas de los falsos profetas o falsos ministros religiosos a los
cuales escuchas, y también salvar tu vida de la eterna condenación en el
infierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario